Hielo en las venas V: De sangre y palabras muertas

Si el cliente te quiere, el cliente te tiene. Solo eres un numero en una columna

Siento la espera, pero con vacaciones para arriba y vacaciones para abajo no he tenido mucho tiempo. Espero que os guste y como siempre os animo a comentar. Gracias por leerme


Si el cliente te quiere, el cliente te tiene. No eres mas que un numero en una columna


El chico. La caída. La mirada. El golpe. La sangre… Y de repente estaba allí, como si alguien hubiera cortado los recuerdos siguientes, Álvaro fue consciente de que estaba sentado en el borde la bañera, con la cabeza entre las manos y mirando las líneas que delimitaban cada baldosa negra.

No sabía como había llegado, tampoco importaba. Lo que sí importaba era que, a escasos metros de donde se encontraba, el cadáver ensangrentado de un joven, que ni conocía, estaba tirado en el suelo, con los huesos rotos y en medio de un charco de sangre.

Al lado de ello todo lo demás carecía de importancia, su propio secuestro, sus estúpidos planes y las aún más estúpidas esperanzas… Todo parecía insignificante al lado de lo que acababa de pasar.

No quería intentarlo, pero Álvaro sabía que si cerraba los ojos sería capaz de ver, como grabado a fuego en sus retinas, la imagen del chico cayendo cuando sus miradas se encontraron.

Con una calma que le asustaba, dejó caer los brazos sólo para darse cuenta de que estaban llenos de sangre, desde el codo hasta el dorso de la mano. Recordó, de forma muy lejana, que había tropezado y se había caído encima del charco. Se sorprendió aliviándose de que sólo se hubiera manchado los brazos.

Pero es que un chico había muerto, un chico al que ni conocía… El impacto y el shock chocaban de lleno con el desconocimiento que tenía de la víctima; era espantoso pero ya estaba demasiado acostumbrado a escuchar cosas así, y peores, en las noticias y en cierta forma había aprendido a abstraerse.

Pero estaba manchado de sangre, eso importaba más, debía limpiarse y quitarse todo eso de encima. Con tranquilidad, quizá demasiada para una persona sana, Álvaro abrió el grifo y se dedicó a esperar mirando el suelo.


Todo el mundo tiene miedo a algo, Jack, sentado en la escalera y contemplando el cuerpo de Fabio, tenía miedo a lo que venía ahora.

La muerte del italiano había sido un mazazo para él, por un lado se llevaba bien con él, aunque siempre había tenía un aire callado y distante, pero siempre había estado ahí cuando le necesitaban. Además, aunque sabía que no debía pensar en ello y que era algo que estaba totalmente fuera de lugar. Jack no dejaba de darle vueltas al hecho de que Fabio era de los que mejor sabían besar.

Agitó la cabeza, pero la mente de Jack parecía querer tirar de ese hilo y recordar los besos que habían compartido por la noche, en alguno de los juegos de los chicos para evitar pensar en lo que les depararía mañana o besos que simplemente se daban por que se podía, sin ninguna intención más. Y sí que sabía besar…Besaba muy bien, aunque nunca se lo había dicho.

Quizá debería haberlo hecho .

Aunque era estúpido pensar que hubiera podido cambiar algo ahora Jack sabía que nunca ya podría tener oportunidad de hacerlo y eso, en cierta forma, le estaba torturando por dentro.

Suspiró, estaba empapado en sangre. Se miró el torso, salpicado sobre el estómago y el dorsal. La sangre ya empezaba a coagularse y a crear una costra cuarteada, que le producía picor y que ardía ligeramente.

Jack entrecerró los ojos, no era la primera vez que estaba cubierto de sangre; no le asustaba. Porque fue así, bañado en sangre, como había venido a este mundo y fue así, de nuevo bañado en sangre, como pudo cobrar su venganza e hipotecar su libertad.

Con sangre se pagaban muchas cosas, quizá demasiadas y Jack sabía que había cosas que estaban muy por encima de ella, de cualquier vínculo que pudiera existir.

Suspiró cuando oyó como la puerta que daba al “exterior” se abría. Le corrió un escalofrío por la espalda y dejó el móvil en el suelo, ya no hacía falta que volviera a llamar.


A su favor Álvaro podía decir que había mantenido la calma. En su contra estaba, por ejemplo, el hecho de que se había destrozado los antebrazos.

Limpiarse la sangre había parecido tarea fácil. El agua y el jabón, quizá un pequeño frote con la esponja y ya estaría limpio. Teóricamente debería haber sido así y, de hecho, eso era lo que había sucedido.

Pero cuando el rojo de su piel había desaparecido por completo, la esponja no se había detenido. Bajo la distante mirada de Álvaro había seguido, incansable, recorriendo sus brazos, cambiando de mano. Una y otra y otra vez.

Y había ido ganando velocidad.

Porque todavía había sangre, todavía estaban sucios, manchados. Debían estar limpios.

Limpios del todo. Era una mera cuestión de lógica.

El tacto de la esponja, convertida casi en un borrón color crema, le había empezado a arder. Pero Álvaro no se había inmutado, a fin de cuentas estaba manchado de sangre. Pero no se iba y bajo la capa de hielo de sus pensamientos y sentimientos adormecidos la frustración había comenzado a hervir. La sangre no se iba. ¿Por qué?

La esponja, la cual se había revelado como un trozo de plástico inútil, había salido lanzada de la mano del chico. Dejando una estela de jabón y agua, hasta estrellarse contra la pared. Y el sonido del golpe contra ella había sido demasiado.

Los brazos estaban sucios, aún tenían sangre. Y no se limpiaban, al menos no con la esponja.

Las manos de Álvaro, cada una aplicándose al contrario habían comenzado a moverse frenéticas por ellos. Necesitaban estar limpios, pronto el agua había comenzado a agitarse, sacudida por el fuerte maremoto de la actividad frenética del secuestrado.

Piel contra piel, sin cesar, pronto el ardor se hizo demasiado audible. Pero el glaciar hirviente que era el estado mental de Álvaro en esos momentos lo ignoró, la piel había comenzado a ponerse roja y eso empeoró las cosas.

Álvaro había apretado la mandíbula, dejando las manos para atacar con la uñas. Si no conseguía sacarse la sangre de encima entonces se arrancaría la piel. El dolor le inundó conforme los surcos, al principio blancos pero luego de bermellón intenso, le habían comenzado a cubrir las extremidades.

Si paró fue porque durante un segundo fue consciente de lo que estaba haciendo. Se levantó de golpe, mirándose horrorizado los brazos, el primer acto plenamente emocional desde el suicidio. Salió de la bañera, chorreando agua y jabón mezclado con la pequeña cantidad de sangre que se había provocado. Las heridas le ardían por el gel de ducha, eso era, o al menos así lo creía Álvaro, lo que le había ayudado a estirar el segundo de cordura lo suficiente como para salir corriendo del baño y derrumbarse en el suelo de madera de la habitación.

Superado por las circunstancias y de nuevo con esa insana calma gélida encima.


La gente cree que el vacío transmite frío. Pero se equivocaban, el frío es la sensación de ausencia de calor, en el vacío ni si quiera había algo llamado “calor” a lo que echar en falta.

De todas las personas que Jack había conocido a lo largo de su vida Gianni era, sin lugar a dudas, la que menos humana parecía.

Si se le analizaba se tenía enfrente a un hombre joven, de treinta años. Pulcramente vestido, con el pelo negro peinado con gomina para marcar cada mechón. La piel bronceada y el rostro simétrico siguiendo el estilo de un busto romano, atractivo en cierta forma. Unos dientes blancos y perfectos, una seguridad en los movimientos que destilaban taimada calma.

Pero lo que lo hacia inhumano eran los ojos, dos negros carbones que se abrían a un vacío que parecían absorberlo todo. Era imposible mantenerle la mirada mas de dos segundos.

Gianni se recostó en la silla, colocando las manos sobre la mesa mientras estudiaba a Jack.

-¿Y tú estabas solo?- comentó en un inglés perfecto, sin rastro alguno de acento, total y espantosamente neutro.

El rubio asintió distraídamente

-Si, había subido para coger algunos de los dildos más grandes, para Álvaro, tiene que acostumbrarse-

Intentó que su inquietud se hiciera palpable pero no lo suficiente, debía transmitir la sensación de que estaba nervioso por lo que acababa de pasar y no porque le estaba mintiendo.

Gianni le contempló y Jack se obligó a no encoger el cuerpo. Sentía como se le erizaba la piel, seguía en bóxer, manchado de sangre, sentado en una de las exquisitamente caras sillas del despacho de aquel hombre.

Antes, en una vida que le parecía demasiado lejana, su padre había tenido un pequeño supermercado de barrio. Allá en Silkeborg , la pequeña ciudad danesa de donde venía. Cuando era pequeño recordaba sentarse en una silla alta, al lado de la caja registradora. Recordaba como le había fascinado la seguridad con la que su madre tecleaba las cosas y el sonido de la máquina al sumar y expender el tiquet.

Ahora, como siempre que Gianni le miraba, volvía a oír de nuevo el sonido traqueteante de aquella máquina, como si Gianni no parara nunca de sumar y de restar, de dividir en columnas de beneficios y perdidas, de ganancias aseguradas y de riesgos potenciales; todo cuanto le rodeaba.

Sabía que para Gianni Jack solo era un número. Unas ganancias que tal vez justo en este momento estaban peligrosamente cerca del punto “Sin beneficios”.

Los carbones negros, se retiraron de Jack para centrarse en los papeles de su mesa.

-Ha sido terrible, el señor Cemastri era sin duda uno de nuestro mayores benefactores…- volvió a mirar a Jack- Tal vez se le pueda compensar- el rubio se esforzó en no dejar translucir nada- Puedes irte, límpiate y sigue con tus obligaciones- cuando Jack ya estaba en la puerta los ojos se clavaron en su nuca- ¿Cómo va tu chico?-

Jack, aprovechando que no le veía, se mordió el labio. Iba bien, pero tal vez no lo suficiente, máxime después de lo que había contemplado el español. Se giró.

-Bien, marcha bien, es bastante dócil si se le sabe tratar… Pero apenas llevo unos pocos días con él-

Y aun así le he sacado de su habitación para que viera la casa, se recriminó a si mismo.

De nuevo la mirada de Gianni y de nuevo el sonido de aquella maquina que se escondía tras esos ojos, sumando, restando y comparando los saldos de las diferentes columnas.

-Te queda un mes, tenlo en cuenta- luego hizo un suave gesto.

Jack no necesitó más, hasta hubiera sido capaz de echar la puerta abajo a hachazos con tal de salir de aquella habitación y del trozo de mármol que algún loco escultor había dotado de vida y pensamiento.


Álvaro se sorprendió a sí mismo preguntándose donde estaba Jack. En cierta forma, y tal vez de la única que existía, el secuestrado necesitaba la presencia del otro. Sería por que acababan de compartir un hecho terrible juntos, sería porque era la única persona con la que había tenido contacto en estos traumáticos días o sería porque simplemente no quería estar solo.

Pero el hecho era que le necesitaba cerca, al menos para poder tener algo más mundano de lo que preocuparse como, por ejemplo, sus planes de huida o impedir que el danés le follara de nuevo.

Pero no apareció, los minutos se estiraban y se hacían horas o tal vez fueran los segundos los que parecían no transcurrir. O simplemente Álvaro se había quedado suspendido en éter y no fuera consciente del paso del tiempo; pero le pareció una eternidad hasta que lentamente…

Muy lentamente, la puerta corredera se había comenzado a abrir, y el danés se deslizó dentro de la habitación. Iba descalzo, totalmente limpio y con un pantaloncito de deporte, suelto y de medio muslo. Las miradas de ambos se cruzaron.

La de Álvaro no transmitía nada, la de Jack; por primera vez, dejaba ver sincera preocupación. Mucho más cuando sus ojos resbalaron hasta sus antebrazos y contemplaron los estigmas que él mismo se había provocado.

Se acercó, sin decir nada, hasta que se arrodilló a su lado. Álvaro le había contemplado acercarse, sin despegar su mirada de la suya como si temiera que desapareciera si no le contemplaba continuamente. Las manos del danés le cogieron las muñecas para que estirara los brazos, Álvaro le siguió mirando a la cara. No se sentía capaz de dejarla vagar sola por la habitación.

Jack hizo una pequeña mueca, las heridas eran más aparatosas que profundas y eso era bueno. Pero esas heridas estaban ligadas a un problema mucho más oscuro, uno que en esos momentos estaba pasando dentro de la cabeza del español.

-¿Estás bien?- preguntó, agachando un poco más la cabeza para mirar mejor.

-Sí- era mentira, los brazos le ardían; pero no quería seguir hablando de ellos- ¿El chico murió al final?-

Jack se esforzó en mirarle a los ojos al responder.

-Sí- asintió- No podíamos hacer nada por él no te culpes-

-No lo hago- respondió Álvaro frunciendo levemente el ceño- Nunca lo he hecho-

Jack no dijo nada, solo entornó levemente los ojos. Después del interrogatorio de Gianni no le hacía gracia volver a enfrentarse a unos ojos inexpresivos.

-Estás helado…Y mojado- observó, fijándose en su pelo y en el tacto fresco de su piel- Acabarás enfermo- intentó tirar de él para levantarle, pero Álvaro se negó.

-No quiero entrar al baño- antes de que Jack pudiera preguntar algo el secuestrado volvió hablar- Además, debe estar empapado-

Durante un segundo Jack no supo a qué se refería, luego cayó en la cuenta de que, de fondo, el sonido del grifo seguía escuchándose. No se había dado cuenta, tan centrado en el chico que tenía delante y en sus propios problemas. Jack se levantó, dejando al español en el suelo.

Era verdad, desde la bañera, como una fina cascada, el agua rebasaba para acabar formando un charco por todo el suelo, caminó intentando pisar la menor cantidad de agua posible y cerró el grifo. Luego se giró y cogió dos de las toallas del armarito.

Cuando volvió a la habitación se las tiró encima al secuestrado.

-Sécate y envuélvete en ellas, no me haría gracia que pillaras un resfriado- mientras Álvaro movía sus manos para hacerlo Jack le desprendió de Molly, dejándola caer a su lado- Así mejor-

-¿Por qué me sueltas del todo? ¿Vamos a follar?- inquirió.

Jack negó levemente con la cabeza, lo último que quería ese día era follar.

Fabio siempre había besado muy bien y nunca se lo dije, apretó la mandíbula.

-El chico se llamaba…- comenzó el danés.

-¡NO!- le corto Álvaro a gritos, medio levantándose- ¡No quiero saber su nombre!- por primera vez desde que Jack entró los ojos del chico llamearon, pareció calmarse- No quiero saber su nombre-

-¿Así te resulta más fácil?- le preguntó Jack.

-No me lo hace más difícil, al menos- respondió el español- No tenía ningún tipo de relación con él- siguió, con frialdad.

Jack sintió que perdía los nervios, no era posible que hablara con esa tranquilidad.

-Ese chico era un Taken , como tú. Deberías sentir al menos un poco de compasión-

Álvaro pareció meditar lo que le decía.

-No, precisamente no. Si siento compasión entonces sería como si aceptase lo que hizo y por qué lo hizo y aceptarlo sería como dejarme abierta la puerta a hacerlo yo- le miró, bajo esa frialdad Jack veía al chico de hace unas horas, gritando que debían llamar a una ambulancia- No puedo sentir compasión por él- se levantó del suelo.

Jack le siguió, iba envuelto en las toallas, una en larga forma de falda por la cintura y la otra en los hombros. Le agarró del brazo.

Fabio siempre había besado muy bien.

Los labios de Jack se posaron sobre los de Álvaro, necesitaba ver que en el fondo tenía sentimientos. Como siempre, Álvaro se resistió al principio, pero mucho antes que otras veces, se rindió. Abriendo del todo la boca y enroscando su lengua con la del rubio, ambos retrocedieron hasta que cayeron en la cama.

La toalla de Álvaro voló de su cintura, la de sus hombros acabó desmadejada sobre la cama. Tanto uno como el otro necesitaban ese beso.

Sin sentido romántico y sin pretensiones más allá del beso en sí, movidos ambos por sentimientos egoístas. Ninguno de los dos quería sentirse solo esa noche, ninguno de los dos quería enfrentarse solo a eso.

Álvaro movió las manos para bajarle el pantaloncito. Cuando lo hubo hecho Jack se recostó contra él, apretando su duro cuerpo contra el suyo. No queriendo dejar ni un centímetro de aire entre ellos.

En la mente de los dos existía la imagen del cuerpo tirado, bañado en un charco de su propia sangre. Ambos giraron sobre la cama, Álvaro atacó el cuello del danés. Este hundió las manos en su pelo.

El secuestrado no podía parar de pensar en la escena del baño, como había estado a punto de arrancarse la piel con esa calma tan inhumana. Sintió un escalofrío.

Jack por su parte no podía dejar de ver los ojos de Gianni, recibiendo la noticia como si le comunicaran una bajada de cinco puntos en el valor de sus acciones. Y sobretodo sus últimas palabras.

Te queda un mes, tenlo en cuenta.

Jack apartó a Álvaro, para luego acercarse y recorrer su cuello y su pecho con los labios. Pasando al hombro y bajando hasta el codo, deteniéndose y luego comenzando a seguir lentamente el dibujo de las heridas que se había infligido. El español cogió aire con fuerza, no podía soportarlo, se mordió el labio sintiendo el arder de las heridas. Pero era un castigo que debía soportar, los labios de Jack finalmente llegaron hasta la muñeca, separándose.

El rubio le agarró de las caderas, pegándole a él.

-Dijiste que no íbamos a follar- le advirtió Álvaro.

-Lo sé…lo sé…- los dedos del rubio se perdieron por debajo de su cintura.

Álvaro se arqueó levemente cuando el primero tanteó la entrada. Frunció levemente el ceño, Jack se inclinó para colocar su frente sobre la suya.

-Tendrás que follar en cualquier situación en la que se te exija hacerlo, aquí no existen ni los dolores de cabeza, ni las heridas, ni tampoco la falta de libido. Si el cliente quiere, el cliente te tiene- suspiró- Aún cuando tu no quieras-

Álvaro apoyo las manos en los hombros del chico, sintió las fibras musculares en esos hombros redondeados.

-Para, por favor, hoy no…- Jack le contempló un segundo, luego comenzó a separarse del todo pero Álvaro le cogió del brazo- El chico y tú…¿erais buenos amigos?-

Los ojos de rubio relucieron. Se levantó y Álvaro temió que se fuera y le dejara solo, para pensar en el suicidio. Pero simplemente se limitó a apagar todas las luces, en la semi oscuridad volvió a la cama y gateó hasta tumbarse a su lado, ambos separados por una barrera invisible. Jack miró el techo.

-Era muy callado y reservado, pero era un buen chico…- suspiró- Le tenía cariño y sí, supongo que en cierta forma éramos amigos aunque nunca llegué a conocerle muy bien, nunca hablaba de su pasado-

Influiría también que yo fui Taken, como lo era él pero se abstuvo de decirlo en voz alta, como siempre, prefirió guardárselo para sí.

-¿Ya estaba cuando viniste tu?- pregunto Álvaro.

-Sí, pero por pocas semanas, empezamos casi a la vez- comentó.

-¿Alguna vez…?- empezó a preguntar.

-No le veo importancia a eso…Pero sí- suspiró- Todos hemos follado con todos prácticamente, ya fuera por deseos de los clientes o porque simplemente apetecía-

-Hablas del sexo como si no fuera importante-

-Irónicamente ser puta, gigoló, chapero o escort te hace darte cuenta del valor real que tiene, un beso vale mucho más que una tarde entera de sexo. Al menos así pienso yo- suspiró- Las cosas tienen la importancia que queramos darles, nada más-

-Pero es algo íntimo…algo que le entregas al otro y que él te entrega a ti-

-Confundes sexo con hacer el amor. El sexo es algo húmedo y repulsivo, el cuerpo soporta tres veces la tensión normal durante una sesión de sexo, los vasos se dilatan y la sangre bombea con más fuerza por ellos, el sudor, el semen…Todo se mezcla encima y dentro de ti… El sexo es asqueroso, es esto lo que lo hace deseable- dijo señalándose la cabeza- No es más que un engaño, una ilusión-

-Pero da placer-

Jack se quedó callado varios segundos.

-A veces el placer es peor que estar muerto-

Álvaro se giro para mirarle pero Jack había cerrado los ojos, agarrando la almohada levemente con un brazo y respirando tranquilamente.

Se había quedado dormido.


-Eso es…ahora acaríciale el cuello- ordenó la voz.

Fabio, mirando a los ojos a un jovencísimo Jack, le agarró de la nuca para acariciarle con los dedos en ella. Jack se estremeció ligeramente y le sonrió, Fabio le correspondió con una sonrisa leve, lo máximo a lo que era capaz de llegar.

-Bésale, pero lento- la voz volvió a surgir.

Ambos tragaron saliva, era la primera vez que se iban a besar y, de hecho, era la primera vez que hacían algo como esto. Mientras ambos se acercaban para besar Jack pensó que no le importaría tener al señor Bin Hassan como cliente en exclusiva.

El pobre viejo, en los ya entrados cincuenta se hallaba desde que tenía casi cuarenta impotente. Por eso, el sexo había quedado vedado para él, hasta que descubrió algo que le gustaba mucho más que el sexo. Y eso era ver jovenes mientras se “amaban”, como lo llamaba él.

No era mala persona, nunca les pedía cosas raras y tampoco les tocaba ni, lo que en sí era peor, les obligaba a tocarle a él. Simplemente se iba a la habitación de al lado y, desde el espejo falso de la suite, contemplaba la escena. Dando pequeñas órdenes desde el micrófono.

Era en bastantes sentidos un hombre sin familia, sin amigos, absorbido por su trabajo y sin la posibilidad del sexo o de una triste paja. Simplemente era feliz viendo jóvenes besarse y tocarse, tal vez tuviera algún trauma infantil, tal vez con algún amor de juventud.

-Bésale por el cuello Jack- dijo, cuando el joven rubio comenzó la voz volvió a hablar- Dile que le quieres, Fabio-

-Te quiero…- jadeó Fabio entre los ataques de Jack a sus orejas- Te amo, te adoro…Te quiero-

-Bésale de nuevo y luego cómele los pezones Fabio-

Jack recibió de nuevo la boca del italiano, se sorprendió de lo bien que lo hacía. Pero duró demasiado poco, algo que Jack lamentó, realmente no quería que acabara. Pero Fabio bajó solícito hacia sus pezones, que coronaban unos casi inexistentes pectorales. Comenzó solo chupando, luego fue cogiendo más confianza y recurrió a los dientes y a la lengua.

Jack gimió de placer, era su punto débil. Pero aun así aumento los gemidos, había aprendido que eso era algo que a muchos les gustaba. Fabio le agarró de las caderas y Jack entre los gemidos comenzó a hablar:

-Sí…te quiero…Dios sí, te quiero, eres mi vida- gruñó entre gemido y gemido, Hassan ya no decía nada, debía estar perdido en sus recuerdos mientras les miraba. Daba bastante tranquilidad saber que no se estaba masturbando viéndoles.

Fabio se levantó, sacándosela. El danés hizo lo mismo, ambas eran parecidas aunque desde luego les faltaban aún varios periodos de crecimiento, pero la de Fabio era más grande y tal vez más gruesa, la de Jack era mas estilizada si bien se erguía recta y sin ladearse. Fabio agarró las de los dos, bajándolas y provocando un estremecimiento en el rubio, mezcla de dolor y de placer.

Comenzó la doble paja, dirigida por Fabio que, a pesar de su juventud, parecía saber bastante bien lo que se hacía. Jack se limitaba a gemir y a agarrarle de los brazos para sentir los juveniles músculos moverse.

Fabio se acercó para besarle. Jack le recibió encantado, la paja seguía y pronto ambos se correrían, llevaban mas de una hora con juegos preliminares, besos caricias y masajes en la cama. Ambos suponían que era eso, y no lo que estaba pasando ahora, lo que realmente le gustaba al árabe debido a su impotencia, pero no se había quejado ni había dicho que pararan.

Ambos con un gemido se corrieron casi a la vez, una cantidad ridículamente pequeña comparada a lo que habían visto correrse a los mayores; pero todo llegaría. Ambos suspiraron felices, Jack sonriendo y Fabio arqueando levemente la boca.

Ambos se dieron cuenta de que ahora no sabían que hacer, iban a volver a besarse, para ganar tiempo, cuando la voz volvió a hablar.

-Iros a la cama, tumbaos y abrazaos- ambos lo hicieron, sus cuerpos ya estaban bastante cansados, Jack sintió los brazos de Fabio rodeándole la cintura, y su respiración revolviéndole el pelo de la nuca-Quedaos así y dormíos si queréis, que os lo habéis ganado chicos, sois increíbles-

Jack asintió distraídamente, más dormido que despierto. Bostezó levemente, y se sorprendió al sentir un leve beso de Fabio en la nuca. Jack sonrió.

Besa muy bien, debería decírselo, bostezó. Ya tendré tiempo de hacerlo.

En el mundo real, el Jack mayor rebulló en sueños. Mascullando algo en danés que el vigilante Álvaro nunca llegaría a entender.


Gianni sentado tranquilamente en su despacho, colgó el teléfono. Acaba de comunicarle a Cemastri lo que le había pasado a su Taken, nunca nada le sorprendía pero admitía que la risa tranquila con la que el hombre había recibido la noticia había estado entre las posibilidades que menos había barajado.

-No importa, ya estaba cansado de él- suspiró- Tal vez puedas conseguirme otro chico- había dicho con tranquilidad.

-¿Alguna idea en mente?- había preguntado Gianni solícitamente.

-Alguna, sí- había respondido.

Gianni, se colocó los puños de la camisa. Mientras cogía una pequeña carpeta, de entre otras todavía más voluminosas. La abrió y miró la foto que encabezaba el expediente.

Obviamente nunca había creído la historia de Jack, sabía que le estaba mintiendo y sabía que también estaba el chico del que ahora sostenía el expediente con él. Miró atentamente el nombre y el par de fotos que acompañaban el nombre de quién le había pedido.

Luego leyó el pequeño informe anexo al mismo. Se lo sabía de memoria, como lo de casi todos sus clientes, pero aun así llego hasta la última línea. Hasta la frase escrita en un rojo oscuro, como sangre.

Rumores de siete chicos en cinco meses, sin confirmar. Sin pruebas

La precisa maquina escondida tras los ojos negros comenzó a sumar y restar cantidades, ordenándolas en pulcras columnas imaginarias

Suspiró levemente cuando el cálculo mental llego al final, casi sin sentimiento o calidez alguna… Si no fuera por el dinero…

Si no fuera por el dinero…

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He leido todos los comentarios del capitulo anterior, me gustaria poner una pequeña respuesta para cada uno pero deberia haber dejado el ordenador hace media hora y creo que alguien me va a acabar matando jajaja

Espero que os haya gustado y como siempre os animo a hacerme llegar vuestras opiniones/criticas/consejos

Gracias por leerme