-Hielo-
Pequeño relato de Ama y sumiso.
Su mirada era de esas miradas difícil de analizar.
En ella se entrelazaba el deseo por ser sometido y la picaría, acariciados por tonos de azul.
Cómo la presa que huye aunque ya sabe que está cazada. Y ahí estaba yo, sacando mis garras para hacer que él se doblegase a mi.
Me miró directamente a los ojos desde el suelo. Le acaricié la cara, y le dí una bofetada.
Me puse en cuclillas frente a él.
"¿Quién te ha dado a ti permiso para mirarme?" cogiéndole del mentón, obligandole a mirarme.
Estoy segura de que si no hubiese estado atado se hubiese rebelado por ese golpe, lo sentía a través de mi piel. Como su cuerpo vibraba, de furia, de frustración. De excitación.
Él era un ave rapaz. Él era un lobo. Él era un cazador. Pero yo lo estaba cazando.
La única respuesta que obtuve fue un murmullo inaudible mientras bajaba la mirada. Le agarré de nuevo del mentón "¡NO TE HE ESCUCHADO!" le grité.
"¡NADIE, NO LO HIZO NADIE!" me gritó enfurecido mientras me miraba fijamente.
Le empujé, y me levanté, sin mediar ni una sola palabra. Volví con lo que sería el material para mi castigo.
Le coloqué un collar en el cuello y agarré de el para obligar a levantarlo. Él era más alto que yo, y en comparación con mi diminuto cuerpo, era enorme. Y eso me gustaba.
Lo tumbé a los pies de una cama "No te muevas" le dije fría mientras inmovilizaba su cuerpo en la cama.
El primer golpe le hizo gritar.
Sentada junto a él, con una paleta de madera en mano, empecé a darle golpes en el culo.
Uno tras otro, el siguiente más fuerte que el anterior.
"¿De quien eres?"
No obtuve respuesta, y le dí una palmada en los huevos.
"Te repito, perro, ¿de quien eres?"
Entre un gemido me respondió, pero quería volverlo a escuchar.
"¡QUÉ ME DIGAS DE QUIEN ERES!" tras darle otra palmada, un poco más fuerte.
"¡SOY TUYO, AMA!" dijo con dificultad. Sonreí, y seguí dándole con la paleta.
Su culo se había tornado rojo por completo, resultado de mi castigo. Cogí entre las cosas que había traído una venda, y lo dejé ahí, en su oscuridad.
La punta del pene que se ceñía a mi por medio de un arnés empezó a abrirse paso por su culo. Se sobresaltó, y me recosté un poco sobre él para susurrarle al oído "¿quieres que te la meta, verdad?", un poco más flojo que yo, dijo "si, ama".
Sonreí en su oreja, "no te creo...no parezca que quieras...", empujé un poco mis caderas, presionando un poco su culo con la polla y echándola para atrás, sacando lo poco que había metido "por favor, mi ama, folleme" dijo en un suspiro.
Y eso hice.
Empujé poco a poco con mi cadera el miembro que se unía a mi cuerpo, metiendolo más poco a poco. Cuando estaba por la mitad, embestí con fuerza. Se le escapó un gemido, y comencé a darle.
"No te corras, si no quieres tener un castigo, puta" le dije amenazadora.
Pero era tarde. Mi cama estaba llena de su corrida.
Ya podría prepararse para lo que venía.