Heterosexual de día, pasivo sumiso de noche

Un chico heterosexual, informático, delgado y atractivo, con novia, guarda un secreto; le excita ser sumiso y ser follado por chicos más grandes que él

Mario casi siempre había tenido novia. Rara era la época en la que no estaba emparejado. Tenía 30 años pero tenía un cuerpo delgado y fibrado, con espaldas anchas. Al estar tan delgado se le marcaban los abdominales, tenía cintura estrecha, culo respingón de jugar al fútbol, y una cara fina y agradable. Una sonrisa contagiosa, decían. A pesar de esto tenía un secreto que casi nadie sabía. A Mario le gustaban las chicas, mucho. Pero en ocasiones, había algunos tipos de chicos que le causaban atracción. Además, lo extraño de esto es que le atraían con aspecto desarreglado; algo gorditos, con aspecto de “nerd”, frikis, con gafas y aspecto de inocente. No sabía por qué, pero le atraía la idea de ser follado por un chico así. Cuando estaba con una chica le gustaba tener un rol dominante. Sin embargo cuando tenía algún encuentro secreto con algún chico de este tipo, le daba morbo ser sumiso.

Por los encuentros secretos que había tenido, este tipo de chicos solía tener el pene gordo, y a veces grande. Pensar en eso le ponía muy cachondo. A pesar de ello no lo sabía hasta que los veía desnudos. Era más su aspecto y su forma de ser lo que le daba morbo, y no sabía por qué.

Como Mario había estudiado informática, este tipo de chico no era tan complicado encontrárselo. A pesar de que hoy en día los informáticos se cuidan más, seguían existiendo los amigos y conocidos poco aficionados al deporte, muy centrados en juegos de mesa y de computadora, que le daban morbo y le hacían imaginarse cosas muy guarras. A veces intentaba contenerse, centrarse en su novia, y podían pasar meses sin que hubiera encuentros de este tipo. Pero al final siempre caía. La última vez fue con un compañero, Miguel, también teóricamente heterosexual, pero este se acabo yendo al extranjero.

La última vez fue una de las más intensas. Se llamaba Juan, y era un colega del grupo habitual que se habían conocido en la Universidad. No siempre coincidían, porque a Juan no siempre le gustaba salir de noche. Tenía un barrigón grande y algún que otro grano en la cara a pesar de ya no ser un adolescente. Solía salir muy pocas veces, para cosas puntuales, como ir al cine. Juan tenía un carácter alegre y directo, y caía bien a todo el mundo. Tenía aspecto de tener un cuerpo muy peludo, porque le salía pelo de la espalda por debajo de las camisetas, e iba normalmente bastante desarreglado.

Mario no había podido impedir imaginarse como sería sin ropa, y no había podido evitar fijarse en su entrepierna. Como a Juan solían quedarle los pantalones algo ajustados, aunque los pantalones no lo fueran, cuando estaba sentado se le notaba un bulto notable. Se imaginaba que tendría una polla gruesa, y a veces se sorprendía a si mismo mirando en su dirección durante un buen rato. ¿Se habría dado cuenta Juan?, no lo tenía claro. Cuando sucedía, subía rápidamente la mirada y allí estaba Juan, sonriendo. Como si no pasara nada.

La situación se caldeó un poco más una noche de fiesta. Cena de ex-compañeros de Facultad. Se juntaron casi 30 y el plan era cenar fuera y luego salir de fiesta. Después de pasar por cuatro locales, y casi diez copas por persona, el ambiente era de fiesta sin límites. En el último local pusieron música latina que normalmente llevaba a la gente a frotarse mucho entre si. En aquel grupo no había muchas chicas y las novias no habían venido. Varios amigos de Mario y él mismo empezaron a “jugar” entre ellos como muchas veces hacen los heterosexuales; bailar “perreando” entre ellos, como si fueran gays, pero siendo solo eso, un juego.

Juan estaba hablando con otro compañero cerca del corro de chicos gamberros, con una copa en la mano, pero fue arrastrado por otro al círculo de baile. Se empezó a partir de risa y empezó a seguir el juego. Se agarraron de las cinturas entre varios y jugaron bailando, poniendo “morritos”. Todo en broma. Mario se fijó en que Juan había entrado en el círculo de frotamiento y mirándole riéndose se acercó.

  • Juan: ¡Pero mira que sois guarros joder! Jajaja

  • Mario: ¡Es la noche Juan! ¡que nos pierde! Jajaja.

No desaprovechó la oportunidad de darle la espalda, y poniéndose entre Juan y otro colega que estaba delante, empezó a frotar su culo contra la entrepierna de Juan. Juan agarró la cintura de Mario y siguió riendo y bailando. Solo con algunos pequeños matices, imperceptibles entre las pocas luces de colores que atravesaban la sala. Mario se centró en apretar bastante su culo contra la entrepierna de Juan, como intentando palpar bien la polla que había debajo de aquel pantalón, mientras se contoneaba. Mientras, Juan había pasado algunos dedos de las manos debajo de la camiseta de Mario, agarrándole directamente en la cintura, tocando piel con piel.

Fueron solo unos segundos de canción, rodeados de gente, con pocas luces, y todos riendo, pero Mario ya tenía la polla un poco dura. Habría jurado con el tacto de sus nalgas tras el pantalón, después de frotarse bien contra el paquete de Juan, que este también se había “animado” un poco.

No se atrevió a hacer más, pero el resto de la noche se quedó con un calentón importante. Mario creía que Juan le hacía más caso que el principio de la cena. Se acercaba más a hablar con él, y casi no lo dejaba solo.

Aquella noche, en cama, Mario solo pudo hacerse una paja monumental recordando el momento, y esperar a desahogarse con su novia cuando pudiera quedar con ella.

Mario pasó parte de ese verano pensando en cuando podría volver a suceder algo. Después de unas vacaciones con su novia, tenía comprometido un viaje a Tarragona con sus amigos de siempre de la Universidad. Juan no tenía pensado ir, pero entre dos más y Mario, después de insistir mucho, le convencieron para ir. En mitad de la típica discusión sobre como repartir las habitaciones, Mario logró sutilmente compartir habitación con Juan. Después de aquella cena había logrado tener más contacto con él, y se suponía que tenían más confianza. A nadie le extrañó.

Después de acomodarse en las habitaciones salieron todos a conocer la ciudad. Era pleno verano y hacía bastante calor. El plan era salir de expedición por la ciudad, y después volver al hotel, cenar y salir a conocer la noche. Como habían caminado mucho y sudado bastante, la mayoría de ellos pasaron por la ducha. Mario no lo dudo y fue el primero en meterse en la ducha de su habitación compartida con Juan. Cuando salió, no tuvo problema en pasarse un buen rato solo tapado con una toalla blanca mediana.

No se había secado del todo, y algunas gotas caían por su fibrado cuerpo, hasta los músculos en forma de “v” de la cintura. Inconscientemente quería comprobar si Juan se fijaba más en él o no, así que mientras repasaba su teléfono móvil de manera distraída, mirando tonterías, hablaba con Juan, que estaba sentado en la cama justo enfrente de él. De varias veces que Mario levantó la mirada, juraría que Juan estaba mirando su torso a la vez que, de vez en cuando, le miraba a la cara. No sabía también si serían ilusiones suyas o no, pero creía que el paquete de Juan había crecido algo.

  • Mario: No se a donde querrán ir estos, pero creo que hay algunos locales guapos por ahí.

  • Juan: Eeeh.. sí, creo que sí. Miré antes por Google y cerca hay varios garitos que pueden estar bien.

  • Mario: Voy a cargar algo el móvil, que pasó todo el día fuera y está al mínimo.

Para tensionarlo más, Mario, al cual también su polla se había empezado a animar un poco, se dio la vuelta y se inclinó sobre el armario de la televisión que tenían enfrente, donde había unos enchufes. Sabía que sus nalgas se marcaban bastante en aquella toalla, porque lo había comprobado en el espejo del baño. Se entretuvo un poco conectando el móvil, como si el enchufe flojeara un poco, e inclinándose bastante hacia delante.

Cuando se dio la vuelta miró a Juan y creía que estaba algo colorado, y sí, ahora casi podía asegurar mirándole de reojo el paquete que su polla se marcaba mucho más, ladeada, sobre una de sus piernas. La verdad es que si lo que se entreveía era cierto, tenía una polla bastante gorda. Mario no pudo evitar sonreír un poco, de manera pícara, pero continuó la conversación inocente de antes.

  • Mario: Bueno, si quieres tienes la ducha para ti, que supongo que en poco tiempo bajaremos.

  • Juan: Sí.. cierto, voy pitando.

Juan cogió ropa limpia de manera un poco atropellada, y se fue directo al baño. Mario tuvo que sentarse un poco para relajarse, y siguió mirando tonterías en el móvil. Al poco se empezó a cambiar mientras escuchaba el agua de la ducha caer dentro del baño. No podía evitar imaginarse aquella polla gorda con la espuma y el agua cayendo sobre ella, bajo aquella panza peluda. ¿Realmente se había puesto cachondo al verle con la toalla?. Mario se había puesto bastante caliente pero tenía que vestirse, si no parecería demasiado raro.

A los cincos minutos, y ya vestido, Mario escuchó como se cerraba el agua de la ducha, y en pocos segundos Juan salio del baño. La diferencia con Mario es que Juan llevaba la toalla en una mano y estaba completamente desnudo. Mario se quedó un poco descolocado, y Juan ni le miraba. Mario confirmó entonces lo que tanto se había imaginado. Debajo del barrigón de Juan había una polla gruesa y venosa, bastante grande aun relajada, que se apoyaba en dos huevos bastante peludos. Se notaba que Juan no se recortaba el pelo nada, y eso le daba un aspecto más descuidado y animal. Le ponía todavía más. Mario no pudo evitar seguirlo con la mirada mientras Juan iba directo a su maleta.

  • Juan: Me visto rápido, que si no estos nos matan jajaja.

  • Mario: Sí jajaja. Voy mandándoles un aviso por Whatsapp.

Mario iba escribiendo en su móvil mientras de reojo veía como aquel pollón venoso desaparecía tras un boxer. Tragó saliva, y se concentró en terminar de enviar mensajes.

Salieron a cenar por la ciudad, y la idea era después salir de fiesta por locales que habían visto recomendados por internet.

Terminaron en uno bastante grande, con dos alturas. Bebieron bastante, y de hecho gracias a eso los camareros les invitaron a algunos chupitos. Como no habían parado de beber las ganas de mear no tardaron de llegar. Bastante borrachos Mario, Juan y otro colega, Martín, fueron hasta la fila de los servicios. La fila era interminable.

  • Martín: Tío, como tarden diez minutos más les meo delante de la barra.

  • Mario: Joder, ¿cómo pueden tardar tanto?..

  • Juan: ¿Fuera no habrá algún sitio donde mear que esté oculto?

  • Mario: Se puede mirar… ¡vamos!

Los tres salieron del local y empezaron a buscar por las cercanías. Había varias zonas verdes con arbustos, y algún garaje privado con rampa. Martín se fue a mear detrás de unos árboles bajos que había cerca y Juan fue directo a la entrada de un garaje que estaba bastante oscuro. Mario se fijó a donde iba Juan, andando haciendo eses de lo borracho que estaba, y fue detrás. Se le pasó por la cabeza que no pasaba nada porque un colega viera mear a otro, y de paso, ver de nuevo aquel pollón.

  • Juan: Buff tío… casi reviento.

Juan estaba de espaldas, y Mario solo podía escuchar el chorrazo de meada enorme que Juan estaba sacando. Un riachuelo de meada caliente pasaba por debajo de sus pies, pero Mario no se movió. Al cabo de un minuto Juan se levantó un poco los pantalones y se hizo a un lado.

  • Juan: Todo tuyo tío.

Mario se adelantó con timidez, se sacó el rabo y se puso a mear.

  • Mario: Joder que gusto…

  • Juan: Pues anda que vas bueno ¿eeh? Jajaja

Al decirle esto, Juan le agarró suavemente una nalga. Fueron unos segundos, pero más de lo normal. De lo borrachos que estaban que cada vez se dejaban llevar más.

  • Mario: Y tu ¿que? Jaja, vas bueno…

Mario miró a su lado, mientras Juan había dejado de apretarle el culo, y se fijó en que Juan todavía llevaba la petrina abierta. Se le veían los boxers, y toda la polla marcada. Además, no se había sacudido del todo la polla, y algunos gotones de meada se notaban en la tela del boxer. Mario no dejaba de mear, pero sin darse cuenta se quedó mirando de reojo el paquete de Juan.

  • Juan: Voy como tengo que ir, bien cocido jajajaja

Dicho esto, Juan volvió a adelantar la mano y volvió a apretarle una nalga a Mario. Esta vez un poco más fuerte.

  • Mario: Cocido… ya…

Martín pasó por detrás de ellos y les gritó.

  • Martín: ¡ Tios, vuelvo para adentro!.

Martín se largó al local de nuevo. Entonces Mario, completamente ido por el alcohol, movió la mano hacia el paquete de Juan y empezó a tocárselo. A apretar suavemente su polla detrás del boxer.

  • Juan: Ey que pasa, ¿estamos tocones o que? Jaja..

  • Mario: Estamos tocones todos jaja...

Juan volvió a sobarle el culo a Mario, pero esta vez sin miramientos. Ahora ya alternaba de una nalga a otra. Apretando y acariciando. A Mario se le empezó a cortar la meada, y no podía parar de sobarle el paquete a Juan, subiendo y bajando con su mano derecha. Juan se empezó a poner muy cachondo y se puso casi pegado a Mario. Mario tenía la cara colorada de la excitación, y los ojos brillantes. Estuvieron varios segundos magreándose, dejándose llevar.

  • Juan: Espera, mejor así, ¿no?…

Juan se bajó un poco los boxers, agarró de la muñeca a Mario y metió su mano debajo. Mario pudo tocar por primera vez su polla. Si la polla de Juan parecía gorda, ahora lo estaba más todavía, y estaba muy caliente, palpitando, con las venas muy infladas. Mario entrecerró los ojos y disfrutaba del tacto.

  • Juan: Qué manos más suaves tienes...

Mario no pudo evitar sonreír. Estaba a mil. Entrecerrando los ojos no podía parar de sobar la polla de Juan. Intentar abarcarla con la mano, notar su calor, sus venas. Juan se estaba poniendo muy cachondo y resoplaba suavemente.

  • Juan: Bueno, yo también quiero ver qué hay aquí… dijo sonriendo.

Juan metió su mano, con fuerza, debajo de los pantalones de Mario. Empezó a sobar con fuerza sus nalgas. Eran duras y redondas, por el ejercicio que Mario solía hacer. A Juan no le bastaba, y metiendo la punta de sus dedos debajo de la goma de los boxers de Mario metió su mano, para poder tocar las nalgas directamente. La piel del culo de Mario era suave, sin ningún pelo. En general Mario casi no tenía pelo en el cuerpo, y la sensación era sedosa. Las manos de Juan resbalaban por las duras nalgas de Mario.

  • Juan: Qué culito más suave … que gusto joder…

Mario se estaba poniendo muy guarro y su calentura iba a más. No pudo evitar sacar la polla de Juan, ahora ya dura como un tronco, y rodearla con su mano. Empezó a masturbarle con fuerza.

  • Juan: Ttsss así… así…. más suave….. ¿te gusta? Jejeje

Mario no contestaba, pero obedeció y empezó a masturbarle más lentamente. La sensación de tener esa polla en la mano, gruesa y caliente, lo tenía loco. Notar las manazas de Juan sobandole el culo a su voluntad le ponía a mil. Sentía que ya no era dueño de sus actos. Juan no pudo evitar empezar a acariciar con su mano izquierda entre las nalgas de Mario, buscando su ojete. Al poco empezó a tocarlo con las yemas de sus dedos, y lo fue acariciando en círculos.

  • Juan: Buff que tenemos aquí… que agujerito más calentito…

Mario sin darse cuenta empezó a sonreír y seguía concentrado masturbando el pollón de Juan. Sin darse cuenta había empezado a babear, como un cachorro con hambre que ha visto un chuletón jugoso y quisiera comérselo. Juan no podía más y sacó su mano izquierda de las nalgas de Mario. La llevó a su nuca y empezó a masajearla.

  • Juan: ¿Te gusta?… ¿te gusta mi rabo? ¿eh?.

  • Mario: Sí….

  • Juan: ¿Te gusta?… pues ven, siéntate aquí.

Mario sabía a qué se refería, y se dejó llevar como una marioneta. Se puso de cuclillas, con la espalda contra la verja del garaje, y se encontró con aquel pollón delante de su cara.

  • Juan: Venga… lámelo.

Mario agarró la polla de Juan y empezó a pasarle la lengua, lentamente, por debajo. Desde los huevos hasta la punta. Hacía tiempo que no sentía el sabor de una polla en su boca. El sabor era agrio, suponía que por la meada anterior, y olía algo a sudor, pero el morbo podía con todo. Quería la polla de aquel macho en su boca. Sin que Juan se lo pidiera, al llegar a la punta, Mario le miró a los ojos y se empezó a meter la polla en la boca.

  • Juan: Buff… así… cómetela…

Mario empezó a mamarle la polla a Juan lentamente. El barrigón de Juan golpeaba suavemente en la frente de Mario. Mario cerró los ojos y se concentró en su mamada para darle placer a Juan. Un ligero sonido a chapoteo, húmedo, rodeaba la escena, cada vez que la polla de Juan entraba en la boca de Mario; era el sonido de las babas de Mario envolviendo la polla de Juan. De hecho, un pequeño hilo de saliva empezó a caer entre los labios de Mario y los huevos peludos de Juan, hasta llega al suelo de la calle.

Mario volvió a mirar a Juan a los ojos, con mirada viciosa, y pasó de estar en cuclillas a apoyarse en sus rodillas. En señal de sumisión, como ofreciéndose a estar mamando todo el tiempo que Juan le pidiera. Juan se estaba poniendo tan cachondo que se embrutecía por momentos. Puso su mano derecha detrás de la cabeza de Mario y empezó a marcar el ritmo de la mamada. Estaba descubriendo que le ponía dominar la situación.

  • Juan: Joder si llego a saber que la mamas así de bien te hubiera dado polla antes jajaja…

Mario se sintió muy bien con ese comentario. Llevaba semanas pensando en poder ofrecerse a aquella polla y por fin podía sentir todas sus venas en la boca, y el olor de sus huevos en su nariz. Juan se fijó en el culo prieto de Mario.

  • Juan: Pon el culo en pompa… déjame probarlo un poco venga…

Mario se puso a cuatro patas, con toda la polla de Juan en la boca, y alzó el culo hacia arriba. Mientras volvía a mamar la polla de Juan, este empezó a meter otra vez la mano bajo el pantalón y los boxers de Mario, y a buscar de manera muy bruta el ojete de Mario. Como un animal que busca su presa, hambriento. Por fin lo encontró y volvió a acariciar aquel suave agujero con la yema de sus dedos.

  • Juan: Buff joder que culito más suave y rico tienes…

Mario estaba a mil con la gruesa mano de Juan manoseando la entrada de su ano y toda su polla en la boca, entrando y saliendo. Ya tenía la cara medio babada pero le daba igual. Mezcla de saliva y líquido preseminal de Juan, solo estaba concentrado en darle placer y que usara su cuerpo como quisiera.

Juan volvió a sacar la mano del culo de Mario, que quedó medio al descubierto. Sus suaves y lampiñas nalgas se movían al ritmo de todo su cuerpo mientras mamaba la polla de Juan cada vez más rápido. Los golpes de la frente de Mario con el barrigón de Juan sonaban ya como palmadas, y se oían en toda la entrada del garaje. Juan sujetó la cabeza de Mario con las dos manos y ya no le miraba. Cerraba los ojos y usaba la boca de Mario como si fuera un coño más. Un agujero para su disfrute y que él controlaba con sus manos a la fuerza.

  • Juan: Bufff estoy a punto de correrme… aguanta… dale ahí…

Al cabo de unos segundos Juan no aguantó más y con un gemido largo empezó a correrse a borbotones en la garganta de Mario. Mario lo notó porque la polla de Juan empezó a palpitar muy fuerte. Parte de la leche empezó a entrar en la boca de Mario, y se tragó una parte, porque seguía mamando. Ya no recordaba lo agria que sabía, pero estaba tan cachondo que tragaba con sumisión. Aun así, cuando Juan aligeró la fuerza de sus manos en su cabeza, Mario se apartó, y parte de la corrida se vertió en el suelo y parte de la cara de Mario, que tenía la boca toda lefada, medio abierta y jadeaba de la excitación.

Juan terminó por abrir los ojos y miró hacia Mario, sonriendo.

  • Juan: Buff … me ha molado mucho… ¿y a ti?

  • Mario: Sí… dijo Mario con timidez.

Juan vio el brillo de su semen en las mejillas de Mario, y con los dedos empezó a acariciar su cara con suavidad. Extendiendo su propia lefa por su cara, mientras le sonreía. Mario se dejaba hacer, entrecerrando los ojos, y con una leve sonrisa.

  • Mario: Va a ser mejor que volvamos…

  • Juan: Sí.. jaja, estos se van a preguntar donde nos metimos

Los dos se empezaron a subir los pantalones rápidamente. Mario se limpio la cara con unos hojas enormes de una planta decorativa que había cerca de la entrada del garaje, y ambos salieron de la rampa de entrada.

Los dos aun iban algo excitados, y de vez en cuando se devolvían la mirada, sonriendo. Cómplices. Rumbo de vuelta a la discoteca.

Al volver a entrar encontraron a su grupo, que ya habían pedido la siguiente copa.

  • Martín: ¿Donde narices estabais tíos?

  • Mario: Nada… nos encontramos con unas chicas, alemanas, que estaban perdidas… y les estuvimos indicando un poco por donde moverse. Tenían ganas de hablar.

  • Juan: ¡Sí!, eran muy majas jajaja

  • Martín: ¡Ah! Cabrones… ya podríais haberles dicho que vinieran

  • Juan: No creo… tenían prisa. Dijo Juan mirando a Mario sonriendo.

Aquellas vacaciones Mario terminó al menos dos veces debajo de las sábanas de la cama de Juan, en el hotel, mamando su polla servilmente hasta que Juan se corría. Era la mamada de las mañanas. Otra vez más, Juan se metió en la ducha estando Mario dentro y acabó follándole la boca contra la pared, además de jugar más con su culo, que le volvía loco, con la ayuda de un poco de gel de baño y mucha espuma. En aquel viaje Juan no se atrevió a proponerle a Mario el follarle el culo, pero intuía que se si se lo hubiera pedido, Mario hubiera puesto el culo. Lo cierto es que Mario pensaba lo mismo, pero ninguno de los dos se atrevió a dar el paso.

A la vuelta Martín y Juan tuvieron una amistad más cercana, y hubo más encuentros. Pero esa, ya es otra historia.