Hetero de Instituto

Un tío se cruza cada día con un adolescente a la salida de su instituto, camino del trabajo...

Me cruzaba con él todos los días de vuelta a la oficina después del almuerzo. Con él y con todos sus compañeros del instituto que había cerca del trabajo. Todos uniformados con sus pantalones de tela grises, su camisa blanca y su jersey azul. Me llamó la atención desde el primer día. Su estatura, por encima de la media de sus amigos, su pelo corto, casi rapado en los lados, su barba de una semana. Como si ya hubiera dado el estirón que sus compañeros todavía no habían dado. Por supuesto, siempre lo veía con una chica a la que echaba el brazo por encima de los hombros. No era difícil imaginar que cualquier tía de su instituto estuviera más que dispuesta a hacerle una buena paja entre clase y clase, las más atrevidas, a dejarse follar la boca en los baños, algunas ya habrían tragado lefa y probablemente, la que parecía era su novia, tarde o temprano se dejaría follar, sintiendo como su polla se iba abriendo a golpe de cadera entre su virginidad, inundando de leche caliente sus entrañas. Algunas veces, pensando en todo eso, la calentura se me subía de forma incontrolada marcando una potente erección en el pantalón del traje que tenía que aliviar en los baños de la oficina cascándome una buena paja a mayor gloria del rabo, el culo y la boca de ese adolescente.

Aunque me casé hace un par de años con la chica con la que llevaba saliendo desde la Universidad, mi lado bi me había llevado a calmar las ganas de polla de todo tipo de maneras: pagando a chaperos de Brasil y de los países de Este, de esos que se corren en tu cara después de abrirte bien el culo por cincuenta euros, pasando la tarde en el Glory Hole de Plaza España mamando un rabo detrás de otro hasta que llevas en la garganta la lefa de cinco tíos o aprovechando algún que otro viaje de mi chica para escaparme a un bar con cuarto oscuro y quedarme en pelotas mientras te follan dos, tres, cuatro desconocidos para terminar con una buena meada de uno o dos tíos hasta taponarme la boca de meos. Y así, en una de estas, me topé con el adolescente.

No entro mucho en la web de Mil Anuncios porque está salpicada de mierda por todas partes, pero algunas veces me pone cachondo leer los mensajes y mantener una conversción por mail con algunos de los tíos que como yo, buscan rabo. Entre los cientos de mensajes ví uno que me llamó la atención y me la puso dura nada más leerlo: " Hola, soy un chico español hetero con novia, 18 años. Estaría dispuesto a quedar ahora con chico que me pague 150 euros por comérmela. Nunca antes he hecho esto así que busco sólo gente seria y discreta". Lo respondí enseguida: "Yo chico bi. 33 años. Te doy 100 pavos por comértela a saco hasta que me llenes la boca de lefa". A los pocos minutos llegó la respuesta: "OK. Puedo salir sólo hasta las nueve. Yo no como rabo. No beso y soy virgen". Me daba igual si no besaba o si no comía rabo. Yo tenía ganas de mamar polla y si era de un hetero de 18 años, mejor que mejor. Aún así, me aseguré de que fuera cierto lo que me estaba contando y le pedí por mail que me pasara una foto. Aunque dudó, terminó haciendolo, enviándome una de cuello para abajo, donde se veía un cuerpo adolescente, bien formado, fibradete. Con una mano se subía la camiseta dejando ver sus abdominales, mientras los pantalones del chandal, a media rodilla, y los gayumbos, a media pierna, dejaban al aire una buena polla medio dura que apuntaba maneras. Me convenció por completo. El único problema era el sitio. Mi chica estaba trabajando pero no era cuestión de meter a un tío en casa y que me pillara por sorpresa con una polla en la boca. El chico tampoco tenía sitio porque indudablemente, debía vivir con sus padres, de modo que llegamos a un acuerdo y quedamos en un cine X que hay en la zona de Tirso de Molina. Es un sitio bastante sórdido, donde van cuatro viejos y algún chapero, pero para hacer una mamada, una butaca del cine y en la oscuridad me parecía perfecto, a pesar de que hubiera más de un mirón.

Yo llegué antes y quedé esperando en la puerta. Cinco minutos después de la hora en que habíamos quedado recibí un mensaje: "Tío, me da palo hacer esto. No quiero que me vea nadie y aunque necesito la pasta, no sé si hacerlo". Viendo que que el tema se complicaba traté de tranquilizarlo asegurándole que no pasaba nada que lo intentábamos y que si se echaba para atrás, esta todo bien. Unos cuantos mails después, conseguí convencerlo y al final, lo ví aparecer. No sé si tendría dieciocho años, pero sí, era el chaval que me encontraba cada día volviendo al trabajo a la hora de comer. Estaba todavía alucinando con el tema y sin saber todavía si creérmelo o no, cuando se acercó y bastante nervioso se presentó:

  • Hola, soy... Mario - me dijo, improvisando un nombre falso, seguro.

  • Hola tío, ¿qué tal estás?. Tú tranquilo eh...

Nos dimos un apretón de manos (las suyas y las mías sudaban) y entramos en el cine. Yo ya había sacado las entradas de modo que accedimos directamente a la sala. Entre lo nervioso que estaba Mario, la oscuridad de la sala y lo impactante de las imágens que se estaban proyectando cuando entramos (tres tíos con máscaras obligaban a un chaval rubio del Este a tragarse las pollas de los tres), prácticamente se dejó llevar por mí.

Nos sentamos en la primera fila. No había mucha gente. Mientras caminábamos pude distinguir a unos tres viejos de unos cincuenta y tantos y un par de tíos más jovenes (entre los treinta y los cuarenta). También había un travesti en la última fila comiéndole la polla a uno de los viejos. Ya sentados, comenzamos a ver la película (es un decir), pero yo estaba tan cachondo por tener al tio del instituto que tantas veces me había cruzado y con el que tantas pajas me había cascado pensando en como se follaba a su novia, como le llenaba la boca de leche caliente a las niñatas con las que andaba, que comencé a tocarle la rodilla, subiendo mi mano poco a poco, muslo arriba hasta llegar a su bragueta. Mario se dejó hacer, un poco cohibido y sabiendo que había cien euros en juego. Sin más prolegómenos, le fui desabrochando los botones del pantalón, hasta que pude meter mi mano dentro y pude, por fín, palparle la polla por encima del calzoncillo. En la película, los tres violadores se habían vaciado dentro de la boca del chico rubio que ahora, sujetado por uno de ellos, se preparaba para recibir en el culo la polla de los otros dos. Mientras tanto, yo seguía acariciando el rabo de Mario, que con los ojos cerrados, parecía esforzarse en pensar en algo que le pusiera cachondo y le pusiera dura la polla. Supongo que es cosa de la adolescencia, pero éste no tardó en empezar a ponerse tieso. Finalmente, metí la mano dentro del gayumbo y comencé a pajearlo con fuerza. La polla se fue poniendo dura con cada meneo. Sentir su piel, caliente, suave, ponerse tiesa entre mis manos, sus pelotas, con ese primer vello de los dieciocho años, me estaba poniendo muy salido, de modo que terminé arrodillándome delante de él y tirándole de los vaqueros y los gayumbos, lo dejé en pelotas de cintura para abajo. Pude entonces ver bien su polla, de unos diecisiete centímetros (no sé si le seguiría creciendo todavía, pero se veía impresionante), con un el vello púbico recortado, de color castaño y unos huevos gordos que estaba deseando ordeñar, de modo que me la metí en la boca y comencé a comérsela con ganas. Mario se sobresaltó, abrió los ojos y me vió aferrado a su rabo, mientras en la pelí al chaval rubio del Este le rompían el culo y el resto de espectadores empezaba a congregarse a nuestro alrededor, más interesados en Mario y yo, que en la película.

  • Tío, para - me dijo-. Nos están mirando...

Levanté la cabeza y ví a los dos treintañeros y los dos viejos, disfrutando del espectáculo que estábamos dando: un adolescente de dieciocho años, empelotas, abierto de piernas, ofreciendo su rabo a un tio por cien euros.

  • No pasa nada. No van a hacer nada, solo mirar. Tú cierra los ojos y disfruta - le respondí, mientras volvía a concentrarme en su polla.

Pero le mentí, claro. Los espectadores, pronto se sacaron sus pollas y empezaron a pajearse viendo el show que estábamos montando. Uno de ellos, un chico español de unos 37 años, medio rapado, con barba, delgado pero con algo de barriga cervecera, acercó su polla hasta la cara de Mario, que al sentir el capullo del tío en su mejilla se sobresaltó y le dijo que no hicera eso. Yo dejé de mamarle la polla y le dije que al tipo que solo mirara, pero que no tocara. La cosa no sirvió de mucho, porque al poco tiempo, el otro tipo, de unos treinta y dos años, castaño y buen cuerpo, empezó a cascársela casi encima de nosotros hasta que empezó a correrse llenando de lefa el torso de Mario hasta salpicarle un poco la cara y los labios. Mario se puso bastante nervioso y trató de levantarse de la butaca, pero entonces, le recordé lo que era: un chapero, que se estaba dejando comer la polla por cien pavos. Esto parece que envalentonó al resto de los espectadores que nos estaban viendo y sin que nadie lo pudiera preveer, el tipo que antes le había puesto la polla en la mejilla a Mario, dijo:

  • Si eres un puto, entonces tienes que tragarte mi polla... - y echándole veinte euros en el torso, donde todavía caía la lefa del otro tío, le pasó la polla por toda la cara.

Mario cerró la boca y trató de zafarse del tío, pero el que acaba de correrse lo sujetó con fuerza en la butaca y obligándole a abrir la boca con la otra mano, dejó que le metieran la polla. Mario pareció atragantarse con la tranca del tipo de pelo corto, que empezó un mete saca bestial. Yo estaba alucinando, todavía con la polla de Mario en mis manos. Se había quedado algo flácida con el cambio de acontecimientos, pero visto la calentura de la situación, viendo como le estaban follando a saco la boca, empecé a comerle bien la polla, a jugar con sus pelotas hasta llegar a su culo, el que empecé a lamer con la punta de lengua. Sabía de vicio y olía a culo, a sudor... estaba a punto de correrme sin tocarme.

Todavía quedaba más gente en el cine, que atraida por los gemidos del tío que le estaba violando la boca y del viejo que se la cascaba viendolo todo, se empezaron a poner alrededor. Mario no podía hablar, ensartado como estaba con la polla de casi veinte centímetros del tío de 37 años, que poco después, entre grandes gemidos, comenzó a descargar la leche en la boca de Mario. Cuando por fín la sacó, la lefa salía por las comisuras de la boca y antes de que pudiera decir nada, vencido por todos los que estaban alrededor, medio en pelotas, pajéándose a saco con el espectáculo, se dejó follar la boca por el viejo que se la estaba cascando. Ya no hacía falta que le sujetara la boca el otro tío, el que había iniciado todo esto corriéndose en su estómago.

Mientras tanto yo le había abierto de piernas y tirando de él hacia mí, le dejé bien expuesto su culo, al que comencé a comer mientras le iba metiendo un buen dedo, jugando con su próstata y haciendo que su polla volviera a ponerse tiesa. Los dos treintañeros se fijaron en lo que estaba haciendo y dijeron:

  • Vamos a ponerlo a cuatro patas, que le están preparando el culo para follárselo bien.

Y eso hicieron, lo levantaron, poniendolo frente a la butaca, apoyado con las manos en la ésta y dejandome ver todo su culo. Mientras, el viejo que le estaba dando rabo, sentó y Mario, ya sin fuerzas, siguió tragándose su polla. Verlo así de expuesto, mientras el resto de la gente se pajaba a saco y le pasaba la polla por la espalda,  por la cara...el otro viejo de la sala se corrió sobre la espalda, mientras seguía tragando por la boca... no aguanté más, me desnudé del todo y con la polla toda dura y llena de precum, la acerqué a su agujero y empecé a hacer fuerza. Mario se arqueó de dolor y trato de decir que parara, por favor, que lo dejara en paz, pero eso me la puso aún más dura rompiendole al final el culo y llenándoselo de polla. Empecé a follarlo con ganas, golpeándole con mis huevos los suyos, mientras uno de los treintañeros le pajeba el rabo, ya flácido por la enculada. El viejo que le estaba metiendo rabo por la boca se corrió poco después y ocupó su lugar el de 32 años que con un rabo de casi veintidos centímetros, le llenó la gargante de rabo. Yo no tardé en llegar y entre gemidos empecé a correrme dentro de su culo. Tres, cuatro trallazos de lefa bien caliente le dejé dentro del culo, cayendo por el muslo una vez que le saqué el rabo.

Antes de irnos, le follaron los dos treintañeros y uno de los viejos, y todos descargamos en su boca. Mario se fue a su casa antes de las diez, pero con la leche de cinco tíos en su estómago, el culo roto y preñado por otros cuatro. Eso sí, todos le dimos algo de pasta. Superó los 150 euros que pedía.

Ahora estoy deseando volver a encontrarme con él a la salida del trabajo. Antes no había reparado en mí... ahora, intuyo que sí me va a reconocer.

(Estoy construyendo un blog que se llama http://hetergay.blogspot.com.es donde pretendo subir muchas más historias, fotos, etc. Todas las visitas y comentarios son bien recibidos. Un saludo!).