Hetero cachondo
Voy a casa de un amigo que siempre me ha puesto mucho...
La historia que os voy a contar tuvo lugar cuando tenía 22 años, en mi último año de carrera. Por aquel entonces vivía en Valencia, en un piso de estudiantes. Era una agradable tarde de primavera e iba hacia el piso de mi amigo Fer, con el que había quedado. Fer era el típico hetero que estaba buenísimo y lo sabía: alto, rubio, fibrado, con barbita y guapísimo. Las tenía a todas locas, y era el típico picaflor, que en cuanto cazaba a una estaba pensando en la siguiente y a tanto su físico como su actitud me ponían cachondísimo.
Fer sabía perfectamente que yo era gay, y también que yo babeaba por él, lo que yo creo que le subía el ego. La realidad era que le gustaba calentarme, y muchas veces me gastaba "bromas" en las que se ponía a sobarme el culo o a tocarme el paquete, sobre todo cuando estaba borracho. Alguna vez también me había dejado meterle mano pero siempre me paraba antes de hacer nada de verdad con un "quita la mano de ahí, que no soy de los tuyos" o algo similar, y su sonrisa de pícaro que tanto me ponía. A veces también se aprovechaba de mí, porque sabía que si me pedía un favor poniéndome ojitos o siendo "cercano" (por ejemplo poniéndome la mano en la polla) yo se lo hacía.
El caso es que estaba yendo a su casa porque habíamos quedado para pasar la tarde allá, para echar unas birras y algún peta y hablar de nuestras rayadas. Toqué el timbre de su casa y me abrió sudado y vestido de deporte. Según me dijo, había salido a correr (iba mucho) y acababa de llegar. La verdad es que cuando estaba rojo y sudado me ponía mucho, y más con el pantaloncito tan corto que llevaba.
Me hizo pasar y me sacó una birra de la nevera. -Siéntate y tómate un trago, yo me voy a dar una ducha primero. Si puedes ir liando un porro mientras...- me pidió con una sonrisita, y yo como un huevón no pude negarme. Se puso a buscar en el cajón de abajo del mueble de su salón, por lo que estaba agachado y se le marcaba un culito muy rico con esos pantalones que llevaba, que yo no pude evitar mirar. Después de un rato rebuscando, finalmente sacó un chivato con marihuana, papeles, tabaco y mechero. -Toma, en lo que lo líes ya estaré de vuelta- dijo, se dio la vuelta de camino hacia la puerta del salón y luego se bajó el pantalón por la parte de atrás, lo suficiente para que se le viera todo el culo.- Toma, ya que te gusta tanto mirarme el culo, así lo ves entero- me dijo, y se echó a andar, y yo no pude evitar quedarme embobado viendo como movía ese culito redondo y prieto hasta la puerta. -Ya tienes para paja- dijo cuando estaba ya a la altura de la puerta, y se dio una palmada en una nalga antes de salir.
La verdad es que el muy cabrón en solo cinco minutos me había puesto burrísimo, tanto que pensé en cascármela en el rato que se duchaba, pero decidí aguantar e intentar mantener la cabeza fría. De mientras me entretuve liando el porro.
Al rato le oí salir de la ducha. Pensé que se iría a su cuarto a cambiarse, pero en su lugar vino al salón en albornoz. -¿Cómo va ese porro?- me preguntó mientras se acercaba a la mesa a examinarlo. -Te ha quedado bastante bien- afirmó. Acto seguido, se echó en el sillón de al lado y se encendió el peta. El tío se había sentado con las piernas abiertas, y al parecer no se había puesto gayumbos por lo que le veía la polla y los huevos de pleno. Aunque muchas veces le había visto con poca ropa, era la primera vez que le veía el rabo y no me llevé una decepción, calzaba una buena tranca y tenía dos huevos bien gordos. Fer estaba concentrado fumando y me estaba hablando de no sé qué, yo solo fui capaz de quedarme boquiabierto mirando lo que tenía entre las piernas por lo que al poco tiempo se percató.
-Tío, serás mariconazo, yo aquí contándote mis rayadas y tú de mientras lo único que haces es mirarme la polla- dijo, aunque no parecía molesto para nada, más bien al contrario, de hecho seguía con las piernas bien abiertas. –Venga, ya que te gusta tanto mirar, también tendrás que dejar que te miren, ¿no? Sácatela-. –Que dices, ni de coña tío, oye que has sido tú el que ha venido aquí enseñando cacho- me negué, aunque la situación me daba mucho morbo estaba empalmadísimo y me daba corte que me viera así. Fer me pasó el porro y respondió: -Jajaja, si estamos entre amigos hombre, venga que será divertido.
Yo aún estaba dudando, por lo que Fer se sentó en el soá junto a mí, me desabrochó los pantalones y me los empezó a bajar y a eso ya no me pude resistir. Me había quedado en calzones, por lo que ya se hacía evidente mi empalme y no le pasó desapercibido. –Veo que estás contento ehh- me dijo, y luego me dio un pequeño apretón por encima de los calzoncillos que casi hizo que me corriera. Despúes me bajó el calzoncillo dejando mi cipote al descubierto. –Jeje, no está mal, pero la mía es más grande, ahora verás- dijo, y se la empezó a cascar. Aquello me sobrepasó, y sin poder evitarlo se la agarré y empezé a meneársela yo también. Pensaba que llegados a este punto me apartaría como había hecho otras veces, pero en su lugar se abrió al albornoz, puso las manos detrás de la cabeza y me dejó seguir. Cuando ya la tenía bien dura, me quitó la mano y acercó su polla a la mía para comparar.
-Ves, yo la tengo más grande tío, está claro quién es el más macho aquí jajajaj- me dijo para tocarme los huevos. –Va, tampoco te lo tengas tan creído, que las he visto más grandes-. - ¿Ah sí? Y seguro que esas pollas te las has metido por el ojete eh, maricona muerdealmohadas- replicó un poco picado. –No te pases- dije, y le di un pequeño empujón a lo que Fer respondió abalanzándoseme encima para inmovilizarme, como solíamos hacer cuando peleábamos en broma, sólo que normalmente no estábamos empalmados y con los rabos al aire. Después de forcejear un poco quedamos tumbados en el sofá, Fer estaba encima de mí y nuestras pollas chocaban.
Nos quedamos unos segundos quietos en esa postura, yo pensaba que su erección le iría bajando pero en su lugar ahí seguía bien dura, entonces empezó a restregarse contra mí, y finalmente se lanzó a besarme. Aquello era como un sueño para mí, además comprobé que Fer besaba genial. Me besaba no sólo en la boca si no también en el cuello y en el resto de la cara, y mientras tanto se terminó de quitar el albornoz y me quitó la camiseta. Yo le agarré por el culo y se lo estrujé, él me dijo al oído: -Toca lo que quieras pero el que va a poner el culo vas a ser tú-. Una pena, tenía michas ganas de metérsela pero ya me imaginaba que un machito como él no iba a dejarse follar.
Fer me dio la vuelta, y me quitó los pantalones ya que aún los llevaba por los tobillos. Luego me siguió dando besos en la nuca, mientras con la polla me rozaba el ano sin llegar a penetrarme. Yo estaba como en el cielo y tenía ya el culo dilatado de lo caliente que estaba, pero aun así Fer empezó a bajar de mi nuca por la espalda hasta que llegó a mi culo. Con las manos me abrió los cachetes y metió la lengua. Bufff que gustazo me estaba dando el tío, estaba claro que la toda la experiencia que tenía le había servido, normal que todas las tías se pillaran por él una vez que lo cataban. Al rato sacó la lengua de mí culo y me la empezó a meter, primero despacio y con cuidado, una vez que la tenía bien a dentro empezó a acelerar el ritmo.
Yo estaba gozando como una perra pero él tampoco se quedaba atrás. –Ahhhh sí, que agujerito tan estrecho tienes tío, esto es mejor que un coño- me dijo. Despúes de un rato follándome por atrás me la sacó y se sentó en el sofá, con su pollón tieso hacia arriba. –Siéntate, me dijo mientras se señalaba el rabo. Yo que tenía el culito dando palmas me faltó tiempo para hacerle caso.
Me senté sobre Fer casi del tirón y empecé a mover el culo. Fer estaba pasándolo como un cabrón, repantingado en el sofá mientras yo le cabalgaba la polla. Le planté un buen morreo y luego empecé a comerle los pezones. Después de un ratillo en esa postura los dos estábamos al borde del orgasmo. –Me corro, me corro- dijo finalmente y con sus últimas embestidas noté como me llenaba el culo con su lefa mientras gemía del gusto.
Yo me levanté de su polla, con el rabo duro ya que no me había corrido y el ano algo escocido y lleno de su semen. Sin que yo le dijera nada, Fer me agarró las nalgas y me acercó el rabo a su cara, ya que aún estaba sentado. Empezó dándome unos tímidos lametones en las pelotas, mientras me miraba con cara de vicioso, luego los fue aumentando en intensidad y de ahí pasó a lamerme el tronco, hasta que finalmente se metió mi rabo en la boca y me empezó a hacer una mamada en toda regla. Para ser la primera de su vida lo hacía bastante bien y con lo cachondo que estaba no tardé en correrme. Le avisé y se la sacó de la boca, luego terminó de sacarme la lefa sacudiéndome el rabo con la mano.
Con el calentón que tenía había soltado un lefazo enorme y por como notaba el ano intuía que Fer no se había quedado atrás. –Ven, vamos a ducharnos y nos limpiamos- dijo, y me llevó de la mano. El estar los dos duchándonos juntos me daba muchísimo morbo, y aunque estaba recién follado y corrido no tardé en volver a estar palote. A Fer también se le puso dura y empezamos a enjabonarnos mutuamente, aunque más que otra cosa lo que hacíamos era magrearnos. Fer puso especial interés en mi polla y mis cojones, a estas alturas estábamos empalmadísimos de nuevo. En un momento dado, a Fer “se le cayó” la pastilla de jabón detrás de mí. –Ups, que torpe, anda recógela por favor- dijo con una sonrisita pícara. Yo me giré y me agaché para cogerla, le estaba enseñando todo mi culo abierto por lo que fui despacio para que se recreara.
Fer no perdió el tiempo, ya que de repente noté como me la metía entera, yo no esperaba aquello pero mi culo siempre estaba dispuesto a recibirlo. Me agarró por las caderas y me atrajo hacia sí para meterla entera, con cada embestida notaba como rebotaban sus huevos contra mi culo. –Ah sí, que gusto me das, ojalá tener la polla siempre aquí metida- decía. Luego me cogió por el pelo, me puso recto y me estampó contra la pared de la ducha, yo por mi parte arqueé bien la espalda para que me la pudiera meter bien adentro.
Tras varios minutos terminó corriéndose dentro de mí otra vez. Cuando me hubo limpiado, estábamos cansados por lo que nos fuimos a la cama y dormimos juntos. Sin embargo, a la mañana siguiente nos levantamos temprano porque Fer tenía cosas que hacer, y a pesar de lo bien que lo pasó no quiso volver a echar un polvo conmigo nunca más. Igual que le pasaba con las tías, no era de repetir y yo no pude evitar sentirme utilizado, un agujero más dónde meterla. Pero eso es ya otra historia…