Herramienta de Trabajo.
Sofía está preocupada por la actitud que tiene su amiga Vanessa desde que, tras comenzar a llevar a clase un nuevo portátil, su comportamiento cambia en base a un nuevo "trabajo". Toma prestado el portátil para averiguar de qué se trata, sin sospechar las consecuencias que esto tendrá.
La ponía de los nervios. Sí, era verdad, no lo soportaba. Sofía no entendía por qué Vanessa le ocultaba los pormenores de su nuevo trabajo, cuando siempre se lo habían contado todo. Y luego estaba lo del portátil. Vanessa iba a clase con un flamante portátil nuevo que según ella era “una herramienta de trabajo”.
Sumado a eso, Vanessa estaba también llevando unos modelitos que no parecían nada baratos y tenía siempre una gran sonrisa que estaba lejos de tranquilizarla. Sofía no entendía qué le pasaba a su amiga y estaba cada vez más asustada por su actitud.
Por eso, cuando vio que se dejaba el portátil, no la avisó. Esperó un tiempo prudencial antes de acercarse a su pupitre y cogerlo. Nadie encontraría demasiado sospechoso que hubiera guardado el portátil que su amiga se había dejado en clase si lo explicaba.
Sofía había temido que se distanciaran desde que empezó aquel año en clase. Era el último curso de bachillerato y estaba convencida de que después de aquello se separarían. Pero aún quedaba más de medio curso, y se negaba a perderla. Con ese convencimiento, razonó que no era tan malo que se llevara el portátil a casa y echara un vistazo.
Se metió en su cuarto y abrió el portátil. Estaba muy nuevo. Cuando encendió la pantalla y Windows cargó, se dio cuenta de que había dos usuarios, llamados “Trabajo” y “Clase”. Instintivamente pulsó sobre el de clase, y se percató de que no tenía contraseña.
Se quedó un segundo el fondo de pantalla. En él estaban ellas dos, con su amiga Grace, en la última excursión a la montaña. Eran tres chicas muy distintas. Grace era pelirroja y pecosa. Vanessa castaña, con la mirada salvaje. Sofía era muy baja, con el pelo teñido de azul, y unos vivos ojos a juego que llamaban siempre la atención. En la foto se notaban las raíces rubias por debajo del tinte.
Sofía era la que tenía el pecho y el culo más grande de las tres, pero era algo que siempre la había disgustado. La hacía sentir torpe e insegura. Y no le gustaba cómo la miraban los chicos. No es que sus amigas no fueran guapas, pero ella siempre destacaba más. Se había teñido el pelo porque había pensado que así eso llamaría más la atención que sus nalgas. Craso error, sus compañeros fans del anime la miraban con más deseo que nunca.
En cualquier caso, aquella imagen hizo que Sofía se sintiese un tanto culpable por espiarla así. Más cuando en aquel usuario no había nada sospechoso. Sólo algunas fotos de sus viajes en clase, trabajos del curso y notas varias. Nada que llamase la atención.
Sintiéndose como un despojo. Sofía cerró sesión y se dirigió a la cuenta de trabajo. Si había algo sospechoso, tenía que estar allí. Por desgracia, aquella cuenta sí que parecía tener contraseña. Probó todo lo que se le ocurrió. La fecha de cumpleaños de su amiga, la de su madre. El nombre de su difunto padre. La fecha de su primera vez. Sofía conocía muy bien a Vanessa, pero nada funcionó, y eso la decepcionó bastante.
Acabó dando un golpe sobre la mesa y frustrada, se sorprendió al ver que la sesión se estaba abriendo. Estaba tan emocionada que no se fijó en que el piloto de la cámara se había encendido al tiempo que se logueaba. El fondo de escritorio estaba vez no reflejaba a nadie. Ninguna amiga ni compañera de trabajo.
Al contrario, tenía un logo simple, con forma de espiral, y el nombre de la empresa “Yagami Industries”, debajo, en una tipografía profesional. A Sofía le pareció, por un momento, que la espiral se movía, pero no le dio mayor importancia. Accedió a los archivos y comprobó que la carpeta de vídeos tenía un peso muy elevado.
Sintiéndose extrañamente nerviosa, accedió a la carpeta en cuestión. Los archivos estaban fechados y numerados en base a los últimos días. Las fechas coincidían. El más antiguo correspondía a un día antes de que Vanessa empezara a ir a clase con el portátil.
Algo le dijo que no lo abriera, que no se expusiera a lo que había allí. Un instinto primitivo le dijo que no era buena idea, que cerrase la sesión, le devolviese el portátil y no volviese a interesarse por ello. Pero otra parte de sí misma, a la que decidió hacer caso, le decía que nunca se lo perdonaría si no averiguaba qué escondía.
Así que clicó en el primer vídeo. La calidad era excelente, estaba a 4k, y sin embargo, había errores en la grabación. Fogonazos que le golpearon directamente a la vista. Nada más empezar, en apenas unos segundos, tres fogonazos seguidos.
Pestañeó rápidamente y comprobó que el vídeo mostraba la habitación de Vanessa. Su amiga estaba bailando con un disfraz de colegiala católica. No era un baile nada inocente. Sofía empezaba a entender la clase de vídeos que se estaban acumulando allí. Una vez más tuvo la sensación de que debería haber cerrado.
Pero esta vez su mano pareció moverse de forma automática y clicar en el avance para el siguiente vídeo. En el siguiente, Vanessa estaba haciendo un Striptease… más fogonazos directamente en su cara. Sofía no se daba cuenta de que no pestañeaba. Su rostro estaba completamente relajado, un hilillo de babas estaba cayendo de su boca, manchando su blusa.
En el siguiente vídeo, que al parecer era contiguo al anterior, Vanessa ya estaba directamente desnuda, jugueteando con sus pechos, amasándolos como toda una profesional. Y Sofía no podía dejar de mirar. Vanessa empezó a hablar y Sofía la escuchó atentamente.
_ Mírame… deséame… ansíame.
_ Sí… _ suspiró Sofía.
Sofía nunca había sentido atracción hacia una mujer, pero de repente observó las tetas de su mejor amiga con deseo. Su sexo se incendió como un bosque en llamas. Se formó una mancha en sus braguitas y dejó escapar un gemido de insatisfacción. Hizo click al siguiente vídeo.
Vanessa estaba tirada en la cama, con su cabello castaño revuelto, su mirada salvaje, invitante, disfrutando de su desnudez mientras se llevaba un helado a los labios y lo chupaba de la misma forma que lo haría con una polla.
Sofía se estremeció, ignorando ya los fogonazos que no dejaban de golpearla. Sólo quería mirar a su amiga, deseándola con cada fibra de su ser. Sintió como todo su cuerpo se retorcía cuando Vanessa cogía el helado y se lo metía lentamente en el coño, estremeciéndose.
_ Tócate… para mí… _ Gruñó, mirando a cámara. _ Córrete para mí.
Sofía se subió la falda y comenzó a acariciar lentamente su sexo sobre ella, estremeciéndose. En toda su vida, un roce tan suave nunca le había proporcionado tanto placer. Una sonrisa estaba estacionada en su rostro mientras se frotaba.
Siguiente vídeo. Esta vez Vanessa sí que tenía un gran dildo y lo estaba chupando mirando directamente a cámara. Estuvo haciendo eso en silencio durante diez minutos enteros y Sofía no dejó de mirar mientras disfrutaba de su amiga. Sofía se sacó el dildo de la boca y sonrió.
_ ¿Has disfrutado de mis vídeos, Sofía?
La muchacha estaba tan cachonda que sólo amplió la sonrisa y asintió lentamente, como si el hecho de que su amiga la estuviera mirando en aquel momento ni siquiera la sorprendiera.
_ Sí, no me extraña… _ Vanessa sonrió. _ Sabes… estaría muy bien que apartaras las bragas y te tocaras el coño directamente. ¿Lo harías por mí?
_ Sí… _ Respondió Sofía con gusto, apartando las bragas y metiéndose los dedos profundamente en el coño.
Lanzó un pequeño grito mientras iba acelerando el ritmo en el que sus dedos la penetraban. Empezó a emitir sonidos como un animal salvaje.
_ ¿Verdad que es maravilloso dejarse llevar? _ Le susurraba Vanessa. _ Sabes… si trabajaras en la empresa conmigo… podrías hacerlo cuando quisieras. ¿Te gustaría eso?
_ Me encantaría… _ Susurró Sofía, antes de lanzar un estertor y dejarse caer sobre su cama, temblando profusamente.
Una hora más tarde, Sofía tenía una gran sonrisa mientras se encontraba frente a la casa de Vanessa, tocando al timbre insistentemente, con desesperación. Vanessa abrió con una sonrisa traviesa, mirándola.
_ Tranquila Sofía, es un timbre, no tu clítoris. _ Sofía dejó escapar una risa nerviosa. _ Vamos, pasa… he hablado con mi jefa. Estará encantada de hacerte una entrevista.
_ ¿Una entrevista? Vane, no estoy preparada para.
_ Sofía, la entrevista es básicamente follar conmigo. _ Vanessa puso los ojos en blanco. _ Tú relájate, lo más importante es tu físico, y en eso… siempre has destacado mucho. A ella le va a encantar tu pelo.
Sofía entró en la casa sintiéndose mucho más segura tras las palabras de su amiga. A Sofía se le abrieron los ojos como platos al entrar y ver a Gillian, la madre de Vanessa, en el salón, sentada en el sofá, delante del portátil, amasándose las tetas delante de la cámara.
_ Mamá está trabajando, no la molestes. _ Le susurró. _ Tiene un cliente muy importante, fuera de horario.
_ Vale. _ Dijo, en voz muy baja.
Ambas saludaron tímidamente a la mujer, que por motivos obvios no respondió, y se dirigieron al cuarto de Vanessa. Conectaron el portátil y Vanessa se logueó.
_ Vete desnudándote.
Sofía se encontró desnuda sobre la cama, ante el portátil. Vanessa, a su lado, también se encontraba desnuda, acariciando lentamente sus tetas delante de la cámara. Podía escuchar una respiración femenina al otro lado de la cámara, y estaba cada segundo más excitada mientras Vanessa empezaba a chupar sus grandes pezones para la cámara.
_ Sí, creo que estoy interesada en tu amiga. _ Dijo la voz al otro lado. _ Tenías razón, Vanessa, es muy guapa… tiene buenas tetas… enséñame su culo.
_ Sí, mi reina. _ Respondió Vanessa.
Le dio la vuelta a Sofía, que se dejó llevar tranquilamente y se sujetó las nalgas para mostrar su ano y su coño en todo su esplendor. Vanessa jugó con ambas entradas durante unos minutos hasta que Sofía se corrió, lanzando un largo gemido.
_ Sí, se adaptará bien. _ Concluyó la voz. _ Envíala a las instalaciones mañana.
Vanessa y Sofía se plantaron al día siguiente con sus flamantes portátiles en clase. Sofía se sentía muy feliz, sabiendo que con su nuevo trabajo no iba a perder el contacto con Vanessa. El único problema que tenía era que estaba tan cachonda mientras estaba cerca de ella que no masturbarse en clase era toda una odisea.
Sofía tenía un encargo especial aquella noche. Ella estaba preparada para acceder al servicio de las cams, cuando le informaron de que tenía un servicio con un cliente. ¡En su primer día, nada más y nada menos!
Se maquilló y se puso un sugerente vestido rojo que contrastaba muy fuerte con su pelo azul y apenas era capaz de retener sus enormes pechos dentro de él. Salió de casa a escondidas de su madre y encontró un coche de la compañía esperándola.
Se subió y desconectó la mente mientras el cerebro iba conduciendo, repasando su pintura de labios antes de bajarse frente a una mansión que reconocía. Sabía que el cliente tenía que ser adinerado para pagar un servicio especial.
Sin darle más importancia se dirigió hacia la puerta principal y llamó. Sus cejas se alzaron un poco cuando la abrieron, pero no perdió la sonrisa.
_ ¿Alberto? _ Preguntó.
Alberto era un chico de su clase, uno de esos otakus que la miraban con deseo. Sus padre eran ricos, pero para ella eso nunca había sido relevante. Alberto le había parecido siempre un chaval insufrible, repelente y desagradable.
_ Vaya, veo que llegas a tiempo. No esperaba menos.
En cuanto se percató de que Alberto era su cliente, sin embargo, toda su repulsión se convirtió en lujuria. Se puso igual de cachonda que cuando estaba con Vanessa. Tomó al chaval desgarbado y le besó profundamente.
_ Buenas noches, Alberto. ¿En qué puedo servirte?
El chaval expresó una sonrisa que daba pavor. Durante años había estado masturbándose con esa muchacha como principal fuente de sus fantasías.
_ Podrías empezar por enseñarme esas bonitas tetas.
_ Claro, Alberto, lo que tú desees.
La ropa quedó tirada en el suelo del dormitorio de Alberto. Sofía estaba aferrando entre sus pechos la pequeña polla del chico. Apenas lograba sacarla de entre las dos montañas de carne. Intentó varias veces lamerla cuando emergía, pero sencillamente era imposible, era demasiado pequeña y el chaval se corrió precozmente sobre su cara. Ella sólo sonrió.
_ No te preocupes… te la volveré a poner dura. _ Sonrió, metiéndosela en la boca.
Cumplió y se dejó caer en el suelo, abriendo sus nalgas para él. Apenas la sintió cuando entró entre sus labios vaginales, pero aún así empezó a gemir como una cerda. Su cuerpo amplificaba el placer que aquel virgen inexperto le podía proporcionar hasta límites superiores a lo que cualquier amante que hubiera tenido antes del condicionamiento.
Se corrió en sus entrañas en apenas unos minutos, y ella volvió a estremecerse, presa de un orgasmo repentino. Alberto era patético… pero era su cliente… y para ella, cualquier polla de un cliente, le daría un orgasmo tras otro. Sonrió… le encantaba su nueva vida.