Hermanos en carnaval, diversión desigual
Sara y César asisten a la fiesta de carnaval de su amigo del pueblo. El aburrimiento de uno, y los juegos de la otra acaban en una noche muy morbosa.
César sentía vergüenza ajena de su hermana. No era ni por su forma de ser, ni porque fuera especialmente el centro de atención en aquella velada que le había tocado compartir con ella. No. Era por lo ridículo de su disfraz.
- Sara, ¡no sé cómo te atreves a llevar eso! – dijo poniendo mala cara.
- ¡Ja! Pues bien original que es. ¿Y el tuyo qué?
- De pirata. Lo más normal del mundo…
- Sí, si no fuera que es de los chinos y la tela parece papel – replicó riéndose.
- Pufff… - dijo indignado.
- ¿Qué pasa? ¿no me queda bien? – dijo haciendo pucheros.
- No es eso… - Dijo mirando a su hermana de arriba abajo. El disfraz se ceñía perfectamente al delgado cuerpo de la joven.
- ¿Entonces?
- ¡Es que es ridículo! – dijo alzando la voz.
El atuendo constaba de unos zapatos blancos de tacón, unas calienta piernas blancas, medias rosas, una minifalda rosa y celeste, un top blanco de tirantes y una diadema blanca acabada en un pequeño cuerno de tela.
- Yo creo que es discreto. Al menos no voy de fulana como van muchas.
- Eso sí…
- ¡Imagínate si me llego a poner una máscara de cabeza de unicornio! – dijo con una amplia sonrisa.
Esta vez sí, ambos hermanos compartieron unas risas imaginándose la situación.
Javi, un amigo al que sólo veían en verano en el pueblo, les había invitado a ambos a su casa a una fiesta de disfraces. Viendo aún ambos hermanos en casa de sus padres, decidieron ir juntos a la fiesta de carnaval.
Llegaron con algo de retraso al chalet. Ya desde afuera se podía escuchar la música y algarabía de su interior.
César suspiró.
No le hacía especial ilusión aquel evento, y menos aún a sabiendas que sólo conocía al dueño de la casa a parte de su hermana.
El interior estaba lleno de gente disfrazada con los típicos disfraces, conversando, bebiendo y algunos fumando fuera de la casa.
- Lets make driking great again – les dijo un chico en un pobre acento inglés.
No era otro que Javi, su amigo del pueblo, con varias cervezas en las manos, americana azul y una peluca rubia con tupé.
- Me encanta tu vestido, ¡es súper original! – dijo el anfitrión pletórico de alegría.
- Gracias. A mi hermano no le gusta mucho.
- Bah, ¡tonterías! ¡tomad! – dijo entregándoles una cerveza a cada uno. – Seguidme y os presentaré a algunos amigos.
Se abrieron paso con roces y pequeños empujones entre un grupito de brujas sexy que celebran su particular aquelarre, un chico disfrazado de huevo que abrazaba a otro disfrazado de pollo hasta llegar a un pequeño claro.
- Este es Ken – dijo Javi partiéndose de risa.
- Encantado. También podéis llamarme Ángel – saludó dando torpemente dos besos a Sara y la mano a su hermano.
El disfraz del aludido no era sino una serie de cartones ensamblados pintados como la caja del famoso novio de la muñeca Barbie.
- Aquí os presento a mi amigo Darh Pena – dijo pronunciándolo claramente como si quisiera decir “das pena”.
- Joder qué gracioso. Soy Borja, ni caso a éste – respondió un Darh Vader de tela, proveniente seguramente del mismo sitio que el disfraz de César.
Javi les hacía esporádicas visitas mientras atendía a sus invitados. César se estaba aburriendo.
- Voy a dar una vuelta – susurró a su hermana.
- Ya… ¿a ver si te ligas alguna eh?
- Puff. Ten cuidado tú, a ver si te mete Ken en su caja. - dijo riéndose.
El chico se dio una vuelta por la casa. Casi todo eran grupitos de gente que ya se conocía.
En la mesa donde estaban las bebidas vislumbró a una chica con un disfraz indescifrable, bastante ajustado y con prominentes pechos.
“¡Ja! ¡Igualita que mi hermana!” – pensó.
- Hola, ¿de qué vas disfrazada? Dijo sonriente.
- De Diane de Siete Pecados Capitales – dijo moviendo una especie de martillo de cartón.
- Mmmm, puedo imaginarme de qué pecado vas disfrazada – dijo guiñándole un ojo.
- Se nota que no tienes ni idea… Simbolizo la Envidia.
En ese momento César apartó rápidamente la vista del abultado escote de la chica y soportó cómo está le contaba todos los detalles del manga.
No sabía cuánto tiempo había pasado, pero el hecho de no poder casi hablar ante la perorata de la chica le hizo beber bastante. Aquella causa era más que suficiente para excusarse ante su “nueva amiga”.
Al salir del baño, decidió ir a ver a su hermana.
No la encontraba.
Sí encontró al Darh Vader barato interpretado por Borja.
- Joder no sé… me suena haberla visto subir las escaleras.
César miró hacia el lugar indicado, y tras suspirar, decidió que iría a buscarla más tarde.
La sonrisa de Javi era una mera fachada. Contempló lentamente la sala de juegos en la que se encontraban sin prestar atención ni a la amplia televisión, ni a la mesa de billar y ni futbolín.
Tenía una lucha interna por intentar descifrar a Sara.
Estaba claro que la chica había bebido y estaba algo desinhibida. Se notaba en los gestos, pequeños roces y risa fácil. Le perturbaba no poder encasillar a la chica sus clichés internos: o chica fácil o chica estrecha. Sabía de buena tinta que la muchacha no era una mojigata por un escarceo que tuvo con un amigo suyo en el pueblo. ¿Estaba entonces jugando con él?
Las dudas le hicieron perder su muralla de dientes blancos.
- ¿Estás bien, le preguntó Sara?
Ambos estaban sentados en el sofá mientras Ángel jugaba de pies a la consola.
- Sí, ¿por? – dijo restaurando su apariencia controladora.
- Nada, nada, te notaba un poco apagado…
- ¿Puedo probar este whisky? – dijo Borja, quien hacía poco se había unido a aquella micro-fiesta privada.
- Claro. Tráela aquí y brindemos todos.
Llenaron vasos de chupito con aquella bebida de más de 12 años.
- ¡Por Sara! ¡Y lo buena que está! – vociferó.
Todos chocaron los vasitos ante la cara compungida de la chica.
- Oye, ¿sabías que Barbie tenía un unicornio? –preguntó achispado Ángel.
- Sí, y… - dijo frunciendo el entrecejo.
- Pues que, como Ken, y novio de Barbie debería yo cuidar de ti.
- Ja, ja, ja. Estás fatal. ¿Y cómo piensas cuidar de mí?
- ¿Por qué no te metes conmigo en la caja y te cuento?
Ante sorpresa de todos, Sara se levantó y rodeó lentamente a Ángel. Se paró, y dio una última mirada a Javi.
- ¿De verdad crees que quepo ahí? - El chico tragó saliva. – Yo creo que no…
- Ja, ja, ja. ¡Tendrías que haber hecho la caja más grande! – se burló Borja.
La chica se sentó de nuevo en el sofá.
- Bien dicho – le dijo Javi dándole unas palmaditas, quizás demasiado lentas, en el muslo.
- Claro que sí, Señor Presidente.
En ese momento el chico se lanzó, y con la timidez de un adolescente se lanzó a los labios de la chica. Ella se dejó hacer, y se besaron lentamente. Él era tímido con sus movimientos y no intentaba ir más lejos de lo que ella hacía.
Se separaron y se encontraron a un maltrecho Darh Vader mirándoles.
- Ahora sólo falta que Borja te intente seducir al lado oscuro –dijo pasando un brazo por detrás de sus hombros.
- ¿Quieres que te enseñe algo oscuro?
- ¡Tío! ¡Te has pasado! – dijo Javi.
- Ja, ja, ja. Tranquilo, tengo hermano. Estoy acostumbrada a oír burradas.
- Ya pero…
- Pues sí – interrumpió ella poniéndose en pie – Venga. Enséñame algo oscuro.
Todos se quedaron de piedra sin saber qué hacer. Se olvidaron de donde estaban, de la fiesta, de los invitados y se centraron en un único punto: ella.
Sara mantuvo la mirada a aquella máscara impertérrita. Se lo estaba pasando bien con aquel jueguecito y sabía se estaba acercando deprisa al límite en el que tendría que cortarlo e irse con su hermano.
Estaba un poco ebria y eso le hacía desinhibieres. Incluso algo excitada las torpes caricias encubiertas de Javi y sus besos de aprendiz. No obstante, tenía pleno control de la situación y decidió seguir tensando la cuerda.
- ¿Por qué no te sientas? – rompió el silencio Javi.
- Eh… sí, creo que será lo mejor – respondió Borja sentándose al lado suyo en el sofá.
- No lo decía por ti…
Sara le había seguido con la mirada y ahora sonreía con malicia.
- ¿Eso es lo oscuro que me querías mostrar? ¿quitarme el sitio? – dijo lentamente mientras se acercaba. – Pues yo me voy a sentar de todas formas.
Javi tragó saliva al ver cómo la chica se acercaba contoneándose por el lado del brazo derecho del sofá. Al pegarse al cojín, se inclinó hacia delante y apoyó sus rodillas con cuidado entre las piernas de Borja. El efecto de la gravedad hizo que su cuerpo se inclinara hacia delante y terminara tumbándose bocabajo posando las manos en la pierna de Javi.
Los chicos se miraron incrédulos sin saber qué hacer. Ella estaba segura que no se atreverían hacer nada. Para su sorpresa, notó un bulto brotando del disfraz de Darth Vader que hacía fuerza contra su muslo. Javi en cambio, todo y que soportaba el roce de sus senos directamente sobre su entrepierna no hizo absolutamente nada.
- ¡Joder, qué culo! – dijo Borja con su voz amortiguada a través de su máscara.
Ni corto ni perezoso planchó sus manos sobre su trasero.
“El que parecía tonto”, pensó.
Desconcertada, se dejó hacer mientras que el chico le manoseaba el culo por encima de la minifalda.
Una mano que aterrizó en su espalda pronto encontró la pista hasta la misma zona de las manos de Borja.
“Así que por fin Javi se ha decidido”, pensó.
Miró al otro chico, enlatado en aquella prisión de cartón, y este le devolvió la mirada con cierta súplica. Le guiñó un ojo y el falso Ken se acercó sonriente.
Cuando estaba a punto de parar todo aquello antes de que se le fuera de las manos, Javi le pilló por sorpresa haciéndola girar de lado, dándole más la espalda. Pasó su brazo izquierdo por debajo y el derecho por arriba como si quisiera formar una “O” con ellos. No obstante, aquello no era una coreografía de baile; No, aquello era una colocación para sobarle las tetas.
Las palpaciones eran suaves por encima de su top y sujetador.
- Ya verás qué bien nos lo vamos a pasar – dijo el falso presidente.
- Creo que… - dijo ella intentando levantarse.
Javi le apretó los pechos inmovilizándola al tiempo que Borja le bajaba la minifalda hasta sacársela.
- ¡Esto sí que es un lado oscuro! – dijo Borja tocando su tanga negro.
Todos rieron cortando un poco la tensión sexual del momento.
“¿Qué hago?” – Pensó. - “Esto es una locura. Ufff, esto se está desmadrando. ¿Y si les digo que paren, que se están pasando? “
La mano inquieta de Borja, haciendo patinaje artístico sobre la parte frontal de su tanga le hizo suspirar y apartar aquellos pensamientos.
El anfitrión de la fiesta no había perdido el tiempo y, ayudado por Ángel, zafó le quitó el top y el sujetador.
- Qué tetitas más ricas tienes. Pequeñitas, pero duritas y bien puestas. – Dijo con voz de salido Javi.
- ¿Os lo estáis pasando bien eh? – dijo ella sarcástica.
- Sí, y esto sólo acaba de empezar – terció el falso presidente.
Ángel se acercó acariciando allí donde podía: un poco su culo, o un retazo un trozo de pecho cuando Javi dejaba algún hueco. Sara se sentía claramente excitada y totalmente atendida por aquel mar de manos lujuriosas.
Darth Vader le quitó con pequeños tirones su tanga oscuro. Ella se inclinó hacia atrás poniéndose a cuatro patas entre aquellos hombres ofreciéndole su parte trasera. El chico no se hizo de rogar y hundió su cabeza entre las nalgas de la chica lamiendo todas las zonas a donde llegaba su lengua.
Javi jugueteaba con sus pezones cuando ella decidió ponerse más cómoda y terminar de quitarse las prendas a medio desvestir. Mientras efectuaba la operación, sintió más manos de las que pudo contar manoseándola todo el cuerpo.
Se sentó en el sofá y le divirtió ver cómo Ángel se había bajado los pantalones, y sin salir de su disfraz, masturbaba su pene por la abertura de la caja. Ella se lamió los labios, y él captó a la primera aquella invitación sexual.
El chico se acercó lo suficiente como para que ella pudiera contemplar aquel pene blanquecino y venoso. Lamió aquella punta enrojecida por la presión contenida con la punta de la lengua y, tras agarrarlo con la mano, metérselo en la boca. La situación vista desde fuera debería de parecer surrealista: ella, con su diadema de unicornio como única prenda haciéndole felación a un chico metido en una caja gigantesca de cartón.
Javi pronto localizó su entrepierna y la empezó a masturbar con pericia, provocando que abriera instintivamente las piernas. El chico paró un momento para cogerle la mano.
Al encontrarse con un mango grueso y carnoso la chica dedujo sin mirar sus intenciones. Le masturbó al mismo ritmo que chupaba el miembro a su amigo.
- Ufff, ¡ya estoy harto! – explotó Ángel destrozando y saliendo de su disfraz – Ahora sí, mucho mejor.
Apoyó una pierna en el sofá acercándose más a Sara.
- Madre mía, qué bien lo haces – dijo con los ojos cerrados.
- Joder, yo también quiero.
Borja se acercó, provocando que su amigo se levantara del sofá. Juntos, los tres, rodearon a la chica con sus miembros.
Ella es miró uno a uno a los ojos, y sin mediar palabra, agarró un pene con cada mano.
Estaba cansado. Estaba aburrido. Estaba con ganas de irse a casa.
Un halo de luz se filtraba por una puerta entreabierta aclarando el oscuro pasillo.
Se acercó lentamente hasta unos sonidos que le apretaban un nudo en las entrañas.
Su corazón palpitaba a caballo entre el miedo y los nervios.
“Por favor, que no sea ella. Por favor, que no sea ella. Por favor, que no sea ella…” – repitió como un mantra mientras empujaba la puerta.
Dentro apenas pudo apreciar la magnífica sala de juegos. Una chica saltaba a horcajadas sobre un hombre al tiempo que daba placer a otros dos.
Volvió a cerrar la puerta que apenas había transpasado.
“Es ella” – bufó.
Mordiéndose el labio entró de golpe.
- Joooooooooooooder Sara, ¡Joder!
El cuarto le miró, pero estaban tan excitados que no se detuvieron.
- ¡Esto ya es pasarse veinte pueblos! ¿te parece normal?
- Venga César… - dijo Javi con la respiración entrecortada.
- ¡No! ¡Esto es el colmo! ¡Me voy!
- ¡Espera! – gritó su hermana haciendo que parara en el umbral.
- ¿Qué? – dijo él apretando los dientes de pura ira.
- Tenemos que irnos juntos – siguió hablando muy rápido sin dejarle hablar – Si nuestros padres te ven llegar se preocuparán, y seguro que no eres capaz de decirles nada convincente.
- Entonces les diré lo que estabas haciendo.
- ¿Ah sí? ¿Tú, el hermano mayor al que dijeron que me cuidaras bien y que no volviéramos muy tarde?
- ¡Joder Sara!
- Sí, ¡eso mismo! Haz lo que te dé la gana, pero nos vamos juntos. Vete a ligar o haz lo que quieras, pero no te vas sin mí.
Los chicos se habían apartado y ella le hablaba de pies cubriéndose con las manos.
- ¡Hmm! No sabía que eras tan golfa.
- Ni yo que tú eras tan malo con las chicas.
- Ja, ja, ja, ya me hubiera gustado acabar con tres como has acabado tú.
- ¿Ves? Si la situación fuera al revés encima irías de héroe.
- Je, je, je. Tienes razón. – Dijo resignado. - Nada, tú sigue, te esperaré…
El chico se dio media vuelta e hizo amago de irse, pero en el último momento cerró la puerta desde dentro. Aquel grupito había vuelto a las andadas acariciándose y decidió sentarse en el sofá hojeando unas revistas deportivas.
- ¿Seguro que quieres seguir? – preguntó preocupado Javi.
Ella le respondió agarrándole el pene y llevándole como un toro manso hasta el sofá.
El retorno de los gemidos hizo, instintivamente, volverse a César. Su hermana emitía sonidos guturales mientras le succionaba el pene al chico de la peluca con tupé. Detrás suya, aún con la capa y la máscara puestas, otro chico se la estaba follando a buen ritmo. Sin darse cuenta se quedó hipnotizado por cómo las pequeñas nalgas de su hermana oscilaban con cada penetración aplastándose contra el cuerpo del chico para rápidamente liberarse. Perdido en aquella escena se dio cuenta, no sin repulsa, que estaba empezando a excitarse.
Los pequeños pechos de Sara se balanceaban eludiendo los fútiles intentos de Ángel por acapararlos. “Debe de tener la piel muy fina” – pensó al contemplar las marcas de roces y agarrones sobre aquella dermis blanquecina.
- ¡Joder qué gusto! – exclamó Borja aumentando el ritmo. Sacó su pene rápidamente y se apartó – Uff, mejor paro o no aguantaré más.
Javi rápidamente ocupó su lugar. Dio un par de azotitos en las nalgas de su hermana dejando marca, y se la metió sin contemplaciones. El chico la penetraba de forma lenta pero profunda, provocando largos gemidos en ella.
- Mmmm, sí, más rápido – exhortaba ella.
Pronto Ángel le tapó la boca con su pene.
César volvió a su revista, pero no se podía concentrar. Aquella situación era una locura, y pese a que había luchado contra lo inevitable, había terminado teniendo una erección.
Se levantó nervioso dispuesto a irse cuando un comentario le hizo girarse.
- Estás tan cachonda que seguro que se follarías hasta tu hermano – dijo Javi a su amante sonriendo.
La mirada de ambos hermanos se encontró en aquel frenesí, y la de ella descendió más abajo. Él se puso rojo y su respiración se agitó. Ella intentó sonreírle pese a tener la boca llena y él no supo qué hacer. Se acercó tímidamente para ver la escena más de cerca.
Los chicos siguieron turnándose hasta que Sara le pidió que pararan un momento.
- Voy a tumbarme, que me duelen las rodillas y la espalda de estar tanto tiempo así.
Se tumbó bocarriba en el sofá y rápidamente Borja se le echó encima aplastándola. Encontró su sexo sin problemas y le practico sexo como un oso en celo. Los otros chicos se masturbaban viendo la escena. Sin darse cuenta ni de lo que hacía, César se metió la mano dentro del pantalón del disfraz para imitándoles.
- ¡Joder, joder, no aguanto más! – Borja apoyó un brazo en el sofá, y con la otra mano se agarró el pene sacándolo de su escondite derramando borbotones blanquecinos sobre el pubis y ombligo de Sara.
- ¡Tío!, mira cómo la has dejado – dijo Ángel.
- Yo no tengo manías – bufó Javi colocándose en posición.
Ambos follaron sin el aplastamiento anterior, colocando sus piernas sobre los hombros de él. Ángel no perdió la oportunidad y acercó su pene a la chica para que lo succionara.
Antes de que el chico pudiera terminar Ángel empezó a resoplar como un loco para acabar eyaculando sobre la chica. Largos chorros de semen cruzaron su cuello y barbilla, manchando el sofá.
- ¡Cabrón, luego lo limpias! – dijo el anfitrión.
Aquella situación debió de excitarle, porque al poco Javi terminó corriéndose llenando el abdomen y pechos de la chica con su néctar.
Sara abrió los ojos con la respiración entrecortada.
Sus amantes habían acabado con ella.
Para su sorpresa, pudo ver cómo Borja se quitaba la máscara dejando a la luz a un chico moreno de ojos azules y fracciones marcadas. “¿Siendo tan guapo porqué habría decidido llevar aquel disfraz con máscara?” – se preguntó.
Miró en derredor y pudo ver como el resto se habría ido, seguramente al baño a limpiarse.
Excepto él.
Abrió los ojos de forma desmesurada que su hermano aún seguía allí de pies. Quizás, aún en shock por la escena que acababa de presenciar, le dirigía una mirada perdida y cansada mientras se masturbaba con la mano dentro del pantalón.
- Ven – le dijo tras ponerse en pie y cogiéndole de una mano.
Le ayudó a sentarse y le guio hasta sentarse en el sofá.
- César. - El chico le miraba con la boca abierta. – Te has portado muy bien.
- Yo…
- Shhh – Le dijo ella poniéndose un dedo en los labios.
Acercó su dedo a la boca de su hermano y se acercó. Apartó el dedo, y le dio un ligero beso en los labios. Él se dejó hacer como si estuviera anestesiado.
Sara se encaramó encima suya y antes de asentarse le bajó aquel finísimo pantalón de pirata, calzoncillos incluidos. A lo largo de su vida había visto por accidente el pene de su hermano en alguna ocasión, pero el hecho de tenerlo a su disposición no dejó de sorprenderla. Ubicó aquel falo endurecido en la entrada de su vagina, y fundió los labios con los suyos.
Él reaccionó y le devolvió el beso, mezclándose ambos en un mar de lenguas que se agitaban cada vez más en un fuerte oleaje.
La joven onduló su cintura hundiendo lentamente el apartado de su hermano sin separar los labios de los suyos. Él podía sentir el calor de intenso calor de su interior.
César, extasiado de placer, había olvidado completamente a los otros chicos y el légamo reseco de su savia. En un ataque de lucidez se desprendió fácilmente de la parte de arriba de su disfraz. En seguida sintió el cálido cuerpo de aquella hembra sobre el suyo. El roce de los pezones tañendo su pecho le ponía los pelos de punta.
Moldeó aquel pequeño trasero en movimiento con sus manos apretándolo y ayudando al movimiento reproductor.
- Mmmm, oh sí hermanito. - Dijo excitada mientras apoyaba sus brazos en su pecho.
El chico podía ver claramente los pechitos de su familiar saltar con aquella cabalgada desenfrenada.
Sara sintió como su hermano se tensaba. Sus ojos se abrieron más al tiempo que la agarraba con más fuerza. Pegó su cuerpo al suyo al tiempo que le besaba con pasión. César le clavó su mástil con vehemencia al tiempo que ahogaba un grito. De forma mecánica, como si le enviara un mensaje por código morse, su hermano se corrió dentro de ella. Sintió aquel torrente seminal hirviente y burbujeante abriéndose camino en su interior.
Ambos se quedaron unos minutos exhaustos uno sobre el otro hasta que él intervino:
- Parece que hoy hemos hecho muchas cosas juntos en esta fiesta.
- Sí, ahora sólo nos queda volver juntos – dijo sonriéndole.
La planta principal del chalet estaba prácticamente vacía. Sólo algún borracho, y un par de parejas dándose el lote quedaban a aquellas horas de la madrugada.
Javi, en camisa y sin tupé recibió a sus dos amigos del pueblo.
- ¿Os ha gustado la fiesta? ¿Espero que no os hayáis peleado? – dijo sonriente como si no hubiera pasado nada. Los hermanos se miraron y se echaron a reír.
- No, que vaya. Pero ya es hora de irse – dijo César para desconcierto del anfitrión.
- Je, je, je. A ver si nos vemos otro día. Sino, ya nos veremos este verano en el pueblo… - dijo guiñando un ojo.
Ya en el taxi, de vuelta a casa, César miró a su hermana. Estaba totalmente agotada y medio dormida.
- Prométeme que repetiremos… - Le susurró al oído.
Ella, con los ojos cerrados no respondió.
Accidente o no, su mano fue a caer sobre el paquete de su hermano.