Hermanos en acción (2)

Nuevo episodio de las vivencias sexuales de los dos hermanos, esta vez haciendo partícipe a su preciosa hermana Susana.

HERMANOS EN ACCION (II)

(Este relato, como todos los demás, va especialmente dedicado a Darth Sidious, quien, además de escribir maravillosamente bien, ha sido muy bondadoso conmigo)

Ese día se la follaron. Ella nunca se hubiese imaginado algo así antes en su vida. Tenía diecisiete años y estaba en el último curso antes de entrar en la universidad. En realidad, para ser sincera, sí había tenido frecuentes fantasías en laque jodía con sus hermanos, pero nunca llegó a suponer que sus fantasías se hicieran realidad. Se ponía casi en celo cuando veía a su hermano Javier ponerse su pantalón vaquero azul desteñido que le marcaba el soberbio culo, todo ceñido, e igualmente sus ceñidas camisetas blancas y negras que marcaban sus pectorales y sus poderosos bíceps de atleta griego. Un día lo vio salir de la ducha accidentalmente, y al ver su polla por entre el resquicio de la toalla le entraron ganas de comerse aquella carnosa y jugosa flor. Naturalmente, le espiaba siempre que podía para verlo desnudo, y después tenía que encerrarse en su cuarto o en el baño para masturbarse pensando en su hermano Javier echando con ella un polvo salvaje. Javi tenía por entonces veintiún años y ya era un pedazo de tío imponente, con aquel cuerpo y aquella cara que parecían sacados de un catálogo de modelos de Calvin Klein, con sus piernas peludas y robustas y su barba de dos días que le daba aspecto de motero, varonil e insaciable.

En cuanto a Alvaro, era todavía un adolescente, aunque también estaba para morirse; era muy guapo y estaba más que dotado y desarrollado para su corta edad. A sus dieciséis años Alvaro ya tenía unos brazos fuertes, una espalda y pecho recios y unas piernas muy bien torneadas y musculadas. Sobre todo era un gustazo contemplar sus potentes abdominales. Los dos tenían esos cuerpos de practicar mucho deporte, muchas horas de gimnasio, mucho esfuerzo físico, en suma. Alvaro tenía un aspecto muy aniñado, con su pelo corto y sus preciosos ojos verdes, que contrastaba singularmente con su cuerpo tan formado de joven adulto. En realidad ya no tenía nada de niño. Lo habían pillado follándose a una profesora en los lavabos del instituto y había sido expulsado, aunque oficialmente la causa de la expulsión había sido bien distinta. Ahora estaba en otro instituto repitiendo curso. En cuanto a Javier, tenía tanta fama de comer coños como pollas y de dar por el culo tanto a mujeres como a hombres, y por lo visto lo hacía muy bien de las dos formas.

Una noche de primavera, cuando sus padres ya estaban acostados, Susana se dirigió a la habitación de Alvaro para pedirle que le devolviera la calculadora que le había prestado por la mañana para su examen de Matemáticas. Tenía otro examen al día siguiente, y como vio que salía luz de su habitación, supuso que estaría estudiando. La puerta estaba cerrada pero no se molestó en llamar. Abrió de pronto y se topó con algo que le quitó la respiración, al tiempo que un intenso escalofrío de excitación le recorría el cuerpo. Alvaro estaba sentado frente a la mesa en que se halaban su mochila y sus apuntes, de cara a la puerta. El chico tenía el pantalón vaquero desabotonado y sostenía con sus dos manos la cabeza de Javi, que le estaba comiendo la polla. Susana no sabía qué decir, pero, incapaz de controlarse, se relamió los labios y soltó de improviso: "Me encantaría probarla". Y diciendo esto, se aproximó y comenzó a menear con mucha dulzura el rabo soberbio de su hermanito adolescente. Entonces Javier cerró la puerta, tomó a Susana entre sus brazos y la besó largamente en la nuca, sin dejar ella de trabajar la picha de Alvaro.

Susana iba vestida con un top blanco que resaltaba sus exuberantes y jóvenes tetas y que dejaba al aire el vientre preparado como copa para el placer. Llevaba asimismo un pantalón vaquero azul celeste que ceñía su soberbio culo de hembra joven y caliente y sus piernas delgadas y sensuales. Javi la besaba, buscando con su lengua la saliva de ella, comiendo su dulce boca de mujer-niña y acariciando sus tetas por encima del body blanco. Entretanto, Alvaro se había vuelto a abotonar el pantalón y ahora se dedicaba a acariciar el redondo trasero de su hermana, palpando lentamente la tela vaquera del pantalón. De pronto ella les ordenó: "Levantaos y poneos los dos de pie juntos frente a mí". Susana empezó a acariciar el paquete de su hermano mayor mientras le lamía el cuello y la barbilla. Le despojó de la camiseta ajustada y fue recorriendo con su lengua su torso desnudo, saboreando su pecho y su vientre, y lo mismo hizo posteriormente con Alvaro. Finalmente, los dos morenazos esculturales quedaron semidesnudos con sus potentes torsos al aire y con sus vaqueros ajustados marcando sus pollas a punto de hacer reventar sus braguetas. En ese instante Susana procedió a desabotonar cuidadosamente el pantalón de Javi, dejando ver su abultado paquete envuelto en un sarong blanco de Calvin Klein y sus piernas robustas y velludas.

"Cómeme el rabo, Susi", le pidió Javier. Dicho y hecho. Javier se tumbó de espaldas en la cama de Alvaro y su hermana empezó a paladear su miembro, que por entonces pugnaba furioso por salir del slip. "Y tú, Alvarito, dame placer en el culo", musitó ella lascivamente, sonriendo a su hermano pequeño. Pero antes volvió a bajarle la bragueta, quitándole el boxer negro ajustado a su cuerpo de efebo, y se metió todo su pedazo de carne en la boca.

"¡Vaya pedazo de polla que tienes, hermanito!", exclamó al comprobar el tamaño del miembro del mancebo. La picha de Alvaro creció hasta ponerse dura como el acero gracias a los largos y hambrientos lametones de gata salvaje que le estaba proporcionando su hermana. El cuerpo moreno de Alvaro se mantenía en tensión, y una mata oscura y espesa de vello rodeaba su ardiente bate del amor.

"Su polla es más grande que la tuya, Javi, que ya es decir. Me parece que nuestro hermanito ya no es ningún chiquillo, sino que se ha convertido en un tiazo espléndido".

"He crecido mucho, Susi", respondió Alvaro. "Compruébalo por ti misma".

"Eso es lo que estoy haciendo, y la verdad es que me está encantando".

Alvaro, mientras Susana volvía a chupar el caramelo de Javi, depojó poco a poco a su hermana de su pantalón. Quedándose de pie, empezó a introducir muy despacio dos dedos en el coño por encima de la estrecha braguita, al tiempo que con la otra mano se cascaba su inmensa pollaza.

"Ahora quiero que me comas el culo". Y Alvaro acercó su lengua al trasero de ella, separando sus nalgas con las manos, libando por detrás de ella sus jugos como miel que resbalaban del brillante chochito peludo de la chavala.

"Eso es, hermanito", gemía ella, "dame placer". "Devórame el chochito con tu lengua" "¡Ah, qué delicia, cómo me chupas la almejita!"

Después de preparar el coño de su hermana, ésta se enderezó, y, enormemente excitada, dijo en tono desafiante: "Ahora veremos si jodes tan bien como dicen algunas". Alvaro se sentó en la silla de estudio donde antes había dejado que su hermano le comiera la polla, y Susana se montó sobre él, empezando a cabalgarle lascivamente, la polla del efebo entrando y saliendo rítmicamente de ella. Susana gozaba agradecida del espléndido cipote de Alvaro y se dedicaba a dejar literalmente sin saliva la boca de éste.

"¡Vamos, Alvaro, métemela toda entera. Méteme tu pollaza hasta las entrañas. Desflórame y lléname de la savia de tu cipote glorioso!" Estas palabras rugía Susana como una leona en celo al sentir el falo de su hermano pequeño horadándola y arrebatándole su virginidad.

Después de montar sobre su hermano y exprimirle la polla, Susana le permitió que la cogiera entre sus musculosos brazos y se la follara en el aire. Susana apoyaba sus piernas sobre los hombros de él, y el chico le comía con ansia las tetas.

Después de la febril follada, Susana se enderezó y volviéndose a Javier, dijo: "Ahora, Javi, dame bien por el culo". Javier entonces depositó amorosamente a su hermana en la cama, el culo de ella mojado y ardiente y su orificio anal mirando al techo. El chaval se agarró la verga con la mano derecha y se la metió en el prieto ano. De este modo empezó a encularla con embestidas cada vez más fuertes, agarrando sus caderas y su cinturita con sus manos grandes, fuertes, suaves y nervudas. El cipote entraba y salía de su cuerpo, sudoroso por el esfuerzo, la pasión y el placer extremo.

"¡Fóllame, Javi, cabrón, métemela toda por el culo!" "¡Dame tu pollaza y reviéntame el trasero!"

Javier acercó su mano izquierda a la boca de ella; ésta tomó su dedo índice y se lo metió en la boca, chupándolo con parsimoniosa sensualidad. El muchacho siguió sodomizándola al tiempo que introducía un dedo entre los pliegues de su carnosa vulva. Precisamente entonces Alvaro se deslizó debajo de ella y Susana estalló de placer al sentir las vergas de sus dos hermanos, de esos dos sementales, de esos dos cachorros musculosos, potentes, esos rabos venosos que se introducían en ella como arietes, una pugnando por empalarla y la otra ensartando su joven almejita adolescente.

Javier la enculaba brutalmente, jadeando enardecido a medida que su gruesa polla entraba y salía de ella, y moviendo a un lado y a otro su hermosa melena negra.

"¡Joder, Susana, vaya pedazo de culo que tienes!" "Estoy en el paraíso".

"Calla, cabrón, y sigue jodiéndome el culo" "Y tú, Alvarito, no pares de follarme el coño".

Alvaro, debajo de ella, le estaba dejando rojos los pezones a fuerza de saborear sus nutridas tetas de colegiala. Para entonces sus bolas ardían y las tetas de su hermana caían sobre su boca como fruta madura, sus pezones turgentes del tamaño de una almendra. Alvaro le devoraba la boca y fundía su aliento dulce en el de ella, su saliva de néctar en el almíbar de la boca de ella. En cuanto a Javi, le estaba echando el aliento en la nuca mientras no paraba de sodomizarla.

Alvaro sacó la polla del chocho de su hermana; tenía el capullo colorado y henchido como una ciruela. Susana le miró con deseo y le musitó mimosa: "Anda, Alvaro, vuelve a comerme el conejito". No tuvo que pedírselo dos veces. La muchacha se sentó sobre la boca de su hermano, el cual empezó a propinarle lametazos sedientos en la vulva.

"Joder, Susi, qué rica estás. Este chochito jugoso me está volviendo loco".

"Calla y come, hermanito".

Susana movía lascivamente la vulva sobre los labios gruesos de Alvaro. Javier volvió a penetrarla por detrás, acoplando las piernas y el pubis llenos de vello sobre el no menos velludo coñito de su hermana, y volvió a metérsela por el culo. Javier le mordía la oreja y respiraba ruidosamente, follándola con furia. "Te voy a dejar el ojete listo. Te voy a meter el nabo hasta el fondo, hasta las bolas" "¿A que te gusta, zorra?"

"¡Sí, sí, me encanta; Diosssss, Javi, cómo me haces gozar!"

Javier la penetraba una y otra vez, y en un último golpe de cadera, con agresividad, ubicó todo su aparato dentro de ella. Susana contuvo la respiración, y por unos segundos Javier permaneció acoplado por entero al trasero de su hermana, sin moverse apenas. Después se sacó la picha y le dijo a Alvaro: "Ven, Alvaro, acaba esto". El hermano pequeño, con sus músculos marcados brillando por el sudor, se acercó al imponente cuerpo moreno de Javier, y tras escupir varias veces en su mano derecha, ensalivó y frotó la verga de su hermano. Mientras meneaba el falo de Javi en toda su extensión, con la otra mano masajeaba alternativamente el clítoris y el ano de su hermana. Susana se movía adelante y atrás como una gata en celo.

Los hermanos decidieron practicar ahora un sesenta y nueve. Susana los contempló extasiada: dos machos jóvenes, guapísimos, esculturales, tumbados en la cama y devorándose mutuamente sus potentes falos, comiéndose gozosamente los sexos en un inolvidable abrazo fraternal.

Finalmente Alvaro se corrió en la boca de su hermana lanzando un potente chorro de esperma. La chavala se tragó el semen de su hermano como si se tratara de nata batida, y Javier completó la tarea lamiendo los restos de semen de la boca de Susana. Pero decidió metérsela por el culo una vez más para correrse dentro de ella, inundándolo de una lluvia de líquido blanco, denso y cremoso, mientras rugía como un animal salvaje y su hermana le decía todavía con pasión: "Córrete en mi culo, cabronazo".

Después del salvaje polvo incestuoso, Susana aún se detuvo un buen rato acariciando y lamiendo los cuerpos de sus hermanos, restregándose sobre ellos como una cerda en un lodazal, embriagándose con el intenso olor y sabor a sexo que despedían los dos sementales.

FIN (Pero no se vayan definitivamente, habrá más…)