Hermanos divorciados

El hermano divorciado, la hermana separada, vuelven ambos a la casa de sus padres... ya no soy los jovencitos salidos que vivían allí. Pero aún así las necesidades y el deseo les llevan a una situación límite y se conocen mucho mejor ahora que son los suficientemente maduros como para admitirlo.

Después de mas mas de diez años de casado llega el divorcio. Como mi trabajo no da para mantener dos casas me he tenido que refugiar en el piso de mis padres. Menos mal que ellos ya no están, han pasado a mejor vida, no pienses mal, un apartamento en la costa donde disfrutar sus años dorados.

Pronto me adapté a vivir en mi antigua habitación, no me parecía bien ocupar su cama de matrimonio. A no ser que consiguiera un ligue o me trajera una prostituta a casa. Que no es que ese fuera el caso con frecuencia.

A los pocos meses mi hermana, Sandra se vio en una situación similar. Una enorme pelea con su novio y se presentó con dos maletas a la puerta del piso donde yo me había refugiado. Con la intención de quedarse en su antigua habitación donde todavía estaban colgados en las paredes los posters de los cantantes que le gustaban de adolescente.

Nunca nos habíamos llevado mal del todo, para ser hermanos. Tuvimos nuestras peleas pero en general nos manteníamos como amigos. Y no es por que no nos echáramos buenos vistazos. Desde que le empezaron a crecer las tetas estaba buenísima. Había desarrollado un culito redondo y firme y unos pechos cónicos y duros como piedras. Y sus muslos que podría decir de ellos, interminables. Era la envidia de todos mis amigos. Su melena negra como ala de cuervo enmarcaba una carita dulce de ojos azules. Era alucinante verla cruzar del baño a su habitación solo con unas braguitas. Material para pajas que me duró años.

En esa época yo salía con la bici y a nadar, bueno sigo haciéndolo pero menos. Y mantenía un cuerpo que era la envidia de mis amigos. Ella también me miraba a mí sobre todo cuando mi polla dura se marcaba en la mallas de ciclista o en mis bañadores tipo slip de natación. Podía ver como sus ojos me seguían por la habitación. Y se que algunas de sus amigas también me miraban y no sólo eso. Conseguí pasarme por la piedra a algunas de ellas.

Fue una época divertida. Pero maduramos, pasó el tiempo y nos liamos con otras personas. Así que esas ligeras tendencias incestuosas pasaron a la historia. Pero ahora volvíamos a coincidir viviendo juntos en el mismo piso. Y ambos estábamos solos en esta ocasión.

La mentalidad de los dos había evolucionado. A mí me encantaba el sexo y por la ropa que ella usaba parecía que también le hacia cogido cierto gustillo. Sus mallas parecían aplicadas con pintura en spray sobre un culo que no había cambiado ni un ápice en veinte años. Las minifaldas y shorts que habían salido de esas dos maletas descubrían sus piernas tan cerca del culo que menos mal que esas braguitas que recordaba se habían reducido a tanguitas por que si no las iría enseñando.  Los tops y camisetas que usaba mostraban buena parte de unas tetas que habían crecido bastante con los años. Sandra con treinta y siete estaba cañón.

Así que en general descubrí que mi hermana me ponía mas palote a mis cuarenta años que cuando tenía veinte. Y encima no parecía que lo hiciera adrede, era una actitud natural. Yo había seguido practicando algo de deporte con lo que mantenía a raya la panza cervecera y el resto de mi cuerpo aunque no le estaba sacando tanto partido como me gustaría. Al fin y al cabo tampoco tenía otra cosa que hacer en mi tiempo libre.

A pesar de su indumentaria sexi ella también parecía estar en un período de sequia y por lo menos no tenia que aguantar el interminable desfile de chulitos que la seguían como perrillos falderos cuando era adolescente. Claro que yo tampoco podía presumir de llevar una conquista femenina o incluso masculina cada noche a casa.

Un sábado que Sandra había quedado con una antigua amiga se me ocurrió contratar una scort que viniera a darme una alegría. Estuve dudando si elegir una travesti preciosa, en las fotos de su web tenía unas tetas como obuses apuntando al frente. Y una polla que si no era muy grande si parecía tener una buena dureza, no iba a ser el primer rabo que me comiera. O una dulce morenita de poco más de veinte años que tenía un extraño parecido con mi hermana. De hecho ellas eran mas similares entre sí que Sandra conmigo. Lo pude comprobar cuando la tuve frente a mí a la puerta de casa con el vestido palabra de honor de lycra mas corto y ajustado que había visto en mi vida. Sus pezones se marcaban en la fina tela como si no llevara nada sobre ellos. No pude evitar pensar por un segundo que me encantaría ver esa prenda sobre el cuerpo de Sandra.

De inmediato la invité a pasar y le puse una copa de alcohol de verdad, no de zumo de manzana que es lo que le habrían puesto en un burdel. Al poco estábamos comiéndonos la boca sentados en el sofá. Y mi mano se deslizaba sola por su muslo debajo de la escasa falda hasta acariciar su coñito depilado por encima de un minúsculo tanga de encaje negro. Ella misma se bajó el escote del vestido a la cintura dejando sus durísimas tetitas al alcance de mi hambrienta boca. Me pasé un buen rato besándolas, lamiéndolas, baboseándolas, mordisqueando sus pezones con suavidad o paseando la lengua por sus costillas que se le marcaban o por las suaves axilas sin que me importara su sudor.

-¿nos damos una ducha?

Le propuse y de pie frente a mí terminé de desnudarla sacando vestido y tanga por sus delicados pies. Yo apenas tenía que sacarme unas bermudas e incluso me ayudó a ello acariciando mi dura polla por el camino. Dejando las prendas en el sofá la conduje al baño donde nos enjabonamos el uno al otro hasta los rincones mas ocultos de nuestros cuerpos. Sentía sus dedos abriendo y limpiando mi ano con cuidado y ternura, juguetona. Sin salir de la ducha se arrodilló detrás de mí para comérmelo y clavar su lengua follándome el culo con ella. Se lo agradecía con mis gemidos y suspiros. A veces metía la cabeza entre mis muslos para chupar mis huevos o coger la polla y tirando de ella meterla en la boca.

Yo también me dediqué a lamer su suave piel. Sus pies me habían llamado la atención y estuve chupándolos mientras el agua caía sobre nuestros cuerpos. Por fin la llevé a la cama de mis padres y dejé que ella se ganara el dinero que ya había guardado en su bolso cabalgándome. Apretaba mi polla enfundada en uno de sus condones con los músculos de su vagina como si quisiera exprimirla. Mientras se movía arriba y abajo sacando hasta el ultimo ergio de energía de sus largos muslos. Mis manos parecían pegadas a sus pechos con cianocrilato mientras los amasaba y le miraba a sus dulces ojos pardos nublados por el placer. Era su trabajo pero o era muy buena actriz o no parecía pasarlo mal del todo.

Cuando por fin me corrí dentro de su duro culito en el condón había disfrutado con ella todo lo que pretendía cuando la contraté esa tarde. Vi con placer como se volvía a enfundar en el vestidito dejando el tanga como detalle colgado de una lámpara de pie. También le di una generosa propina por sus esfuerzos. Solo con las bermudas la acompañé hasta la puerta. Justo en ese momento, casi las dos de la madrugada, se abría la puerta del ascensor y salía Sandra con un top poco mas grande que un sujetador, un short corto por el que asomaban parte de los cachetes de su prieto culo y unas botas mosqueteras por encima de las rodillas.

Como dos gatas en celo se echaron largas miradas de arriba abajo mientras se cruzaban por el pasillo. Dos preciosas y sexys mujeres evaluándose, comparándose viendo lo parecidas que son, dándose cuenta con una sonrisa de algo que yo apenas había sospechado. Por algo ellas son mas inteligentes que nosotros.

-¡valla con mi hermanito!¡Que buen gusto tiene!

Me dijo al cruzar la puerta de nuestra casa mientras la del ascensor se cerraba tras el firme culito de la meretriz. Sandra se decidió a tomar el toro por los cuernos, algo a lo que yo no me había atrevido desde que volvíamos a vivir juntos.

-Aunque esa chica me recuerda a alguien.

-¿Como? Dije asombrado.

-que sí. ¡Joder! Si hasta llevaba mi peinado de antes.

-No me tomes el pelo. No se parecía tanto a ti.

-¡No! Si en realidad me halaga.

En ese momento se fijó en el regalito que había dejado la joven y lo descolgó con dedo. Hizo algo que no me esperaba en absoluto, lo llevó a la nariz y aspiró el aroma del coño de la chica.

-parecía excitada, a juzgar por su olor. ¿Usarías protección? Seguro que llevaba los muslos mojados en el ascensor.

Sentada en el sofá, con las piernas cruzadas aún enfundadas en sus botas altas me parecía adorable. Me hubiera lanzado sobre ella en ese instante, tanto había llegado a provocarme. Pero mi autocontrol aún era firme, mas que el suyo por lo que vendría después.

-¿Es una amiga? O ¿Le has pagado?.

-¡Joder! Sandra no tienes pelos en la lengua.

-me los quitó el burro de mi ex. Pero tú no me has contestado a la pregunta. Y a juzgar por la cara que llevaba la zorrita salía contenta de aquí.

-si que la he pagado, no tengo amigas tan guapas. Y según creo eso parece ser un cumplido tanto para ella como para ti.

-pues creo que la has dejado satisfecha.

-bueno. No era a lo que venía, sino a dejarme satisfecho a mí, pero me gusta hacer disfrutar a las chicas. Intento que se lo pasen bien aunque tenga que pagar.

-¿aún esta desecha la cama de los papis?

-no me has dado tiempo a cambiar las sabanas.

-Sacate la polla y enséñamela. Hace mucho que no la veo o por lo menos que no la sospecho en esos bañadores que solías usar.

Me soltó a bocajarro. Y si que era verdad que últimamente no me había puesto las mallas de ciclista o un bañador frente a ella. Así que contraataqué.

  • -¿Así? En frio. Tendrías que enseñar algo tu. Seguro que merece la pena.

-¿Que quieres ver que no te haya enseñado ya?

-podemos empezar mas despacio. Quitate el top. Sé que no llevas sujetador.

Sin cortarse un pelo, con la misma actitud que traía de la calle esa noche cruzó las manos bajo sus pechos y tirando de la prenda se la sacó por la cabeza. Sacudiendo la melena como un caballo sus largos cabellos apenas cubrirán las aureolas.

-ves mis pezones?

-no he dejado de mirarlos.

-puedo cogerte la polla ahora?.

-es toda tuya ponla donde quieras.

Y mientras lo decía me iba bajando las bermudas bajo las que no llevaba nada. Dejaba mi polla que empezaba a endurecerse al ver sus tetas ante su lujuriosa mirada.

-¿Solo la polla?.

-no, todo mi cuerpo es para ti. Pon tu culo y tu coño en mi boca.

-eres un guarrete tato. Quieres comerme el xumino.

-ese lindo coñito y el culo también, tal y como lo llevas ahora. Separa esos bonitos muslos y siéntate en mi boca y en mi cara. Dejate las botas.

-Me las dejo, pero ayúdame con el short.

Levantó el culito del sofá lo justo como para bajar el pantaloncito al ras de sus nalgas. Y así pude tirar de él con cuidado de que las botas pasaran por las perneras. Solo con eso y el microscópico tanga me parecía una diosa en una pose erótica. Abierta de piernas en el cómodo sofá donde hacía años le metía mano a sus amigas. Con dos dedos hizo el tanga a un lado mostrándome al fin los labios sin vello de su dulce vulva.

Me arrodillé entre sus muslos y mirándola a los ojos me eché sus piernas a la espalda y empecé a pasar la legua por todos los rincones que alcanzaba. Sus labios dejaron paso libre a la punta de la húmeda y enseguida alcancé su clítoris que me desafiaba erguido fuera de su capuchón. Bajé por el perineo en busca del agujerito de su culo ensalivando toda su piel por el camino. Volvía al coñito intentando penetrarlo solo con la sin hueso o lamía todo su depilado pubis. Tenía la mirada perdida, los ojos vidriosos no podían concretarse en nada, perdida la mirada en el infinito mientras se limitaba a disfrutar de mis caricias.

Sus orgasmos eran deliciosos, silenciosos, jugosos y pude saborear al menos dos antes de que ella tirara de mí para poder besarnos al fin. El tanga volvió sólo a su sitio cuando lo soltó mientras escalaba sobre su cuerpo. Mi polla quedo encajada entre los labios de la vulva sobre el encaje negro pero pude alcanzar su boca con la mía. En mi lengua pudo saborear sus propios jugos lo que parecía gustarle. Nuestras lenguas se cruzaban. Nos lamíamos la cara y mezclábamos nuestras salivas. Lascivos, desatando unos deseos que llevábamos años reprimiendo, pero que últimamente estaban aflorando. No dejaba de besarla, de mordisquear sus sensuales morritos mientras ella me lo devolvía con creces, parecía que me buscaba la garganta con su lengua.

-¡Dame saliva!

Me dijo y dejé caer un hilo de baba en su boca.

-!y me llamabas guarro a mí!.¿Esta bien todo esto?

Le pregunté un poco sobrepasado por los acontecimientos.

-no lo sé y no me importa. Solo sé que lo deseo, que te necesito hermanito. Dentro de mí. Vamos a la habitación.

Caminando sobre los tacones de las mosqueteras se dirigió al dormitorio de nuestros padres donde las sabanas aun estarían calientes de mi anterior encuentro con la prostituta. Su culito se meneaba lado a lado manteniéndome hipnotizado mientras la seguía.

Se tumbó boca arriba en la cama estirando una pierna para que le quitara la bota. Lo hice y me llevé su lindo pie a la boca. Estaba sudado pero no me importó. Lamía la planta, pasé la lengua entre sus dedos oyéndola gemir mirando al techo, estirando su fino cuello en alguna parte allá arriba. Chupaba cada uno de sus cuidados deditos. Y lamía el empeine, empezando a subir por la bien formada pantorrilla. Me paré el tiempo suficiente como para sacarle la otra bota y dedicarle parecidas atenciones al otro pie.

-ya me tienes muy caliente, no pierdas mas tiempo. ¡Follame!

Me lo decía mientras arqueaba la espalda y doblaba las rodillas para sacarse lo ultimo que separaba nuestros cuerpos, el tanga. Mi polla seguía dura como el hierro desde que había empezado a provocarme nada mas entrar en casa. Pero me había olvidado de ella mientras me dedicaba a darle placer a Sandra. Ahora mi pene reclamaba atenciones que mi hermana parecía dispuesta a otorgarle. La cogió con su manita suave pero firme para conducirla directamente a su coñito mientras yo trepaba sobre ella. Me recibía con los muslos bien abiertos y una expresión de pura lujuria, probablemente espejo de la mía.

Su vulva ardía y chorreaba y mi pene entró en ella como un cuchillo caliente en mantequilla. Me sentía apretado y húmedo en su interior, en el cielo. Ni siquiera quería moverme solo necesitaba sentirme unido a ella por nuestros sexos mirándonos a los ojos.

Por fin ella hizo un movimiento con la cadera que me indicó que era hora de empezar. Lo hice suave al principio sincronizando nuestros movimientos, poco a poco fuimos acelerando pero sin separar nuestras bocas, nuestras lenguas. Sus manos me tenían bien cogido por las nalgas y tiraba de mí hacia ella.

-no la saques por nada, no me vas a dejar embarazada.

Y seguí sus órdenes, continué empujando todo el tiempo que aguanté, pero llegó el momento de dejarme ir. Me corrí como un adolescente, derritiéndome en su xoxito. No fue simultaneo pero ella también se corrió o eso me dijo al menos. Y como pensaba repetir supongo que era verdad.

Me dejé caer a su lado en la cama y ella se refugió en mi pecho en el hueco de mi brazo con sus duros pechos clavados en el costado de mi torso.

-hemos tardado mucho en hacer esto. Deberíamos haber follado mucho antes.

-no quería que me tomaras por un salido y un depravado.

-yo estaba tan salida como tú. No sabes los celos que tenía de mis amigas cuando te las follabas y luego venían corriendo a comérmelo. No sabes la de de veces que me quedé con las ganas de arrancarte el bañador y comerte esa polla tan rica. ¿Por que crees que me paseaba por casa en bragas?.

-¿Para provocarme?. Y yo que me creía un santo por no saltar sobre ti y comerte entera.

Mientras hablábamos besaba mi hombro o la axila o intentaba llegar a mi cuello. Con su mano tocaba con ternura mi polla y mis huevos. Yo acariciaba su cabeza jugando con su larga melena y con la otra mano pellizcaba suave sus pezones. A veces inclinaba la cabeza buscando sus labios su lengua. Era tarde. Relajados como estábamos nos quedamos dormidos uno en los brazos del otro, desnudos.

Desperté descolocado, no era mi cama y tenía una bella morena cortando la circulación de uno de mis brazos. Ya era media mañana. Pero mi polla tenia una erección mañanera difícil de ocultar desnudo como estaba. Desperté a Sandra besándola en la frente suave.

-despierta Bella Durmiente.

Me sonrió, una preciosa sonrisa y estiró la mano para agarrar mi erección. Demostrando que no se arrepentía de nada.

-¿No tuviste bastante anoche?

-en absoluto. Y además tu ya venias cansado de estar con esa chiquilla. Ahora pareces más recuperado.

Acariciaba mi dureza con suavidad. O arañaba mis huevos con sus uñas manteniendo mi excitación. Toda la habitación olía a sexo, a los fluidos que tres personas excitadas habían derramado allí durante la noche.

-además anoche no llegué a comerte la polla y siempre he tenido ganas de hacerlo.

Uniendo acción a la palabra se fue subiendo sobre mí. Sin prisa, frotándose con mi cuerpo. Piel sudorosa con piel sudorosa. Hasta que noté su lengua remojando mis huevos. Subiendo lentamente por mi tronco. Pasó una de sus rodillas sobre mi cabeza y puso su depilado coñito al alcance mi lengua. Como la noche anterior estaba muy caliente y húmeda. Sus jugos resbalaban directamente a mi lengua que pasaba una u otra vez por sus labios, por su clítoris. Pronto sentí como Sandra se tragaba mi polla todo lo que podía. Su cabecita subía y bajaba pero sus manos no dejaban de acariciame. Los huevos, el perineo, los muslos y bajando más las nalgas y con un dedo el ano.

Así que mi hermanita se había levantado juguetona. Si ella quería jugar con mi culo yo no me iba a privar del suyo. De su coñito me estiraba para alcanzar su ano, para lamer todo lo que alcanzaba de ella entre sus duras nalgas. Ya no paró hasta que me descargué en su boca. Me estaba corriendo con ella como en mis mejores polvos de joven. No se conformó y se giró para besarme, para mezclar nuestros fluidos en las lenguas con nuestras salivas. Tumbada sobre mí, con sus pechos esponjosos sobre mi torso y su pubis sobre mi polla que empezaba a perder su dureza seguíamos besándonos lascivos, jugando con nuestras lenguas.

-No vas a volver a contratar una prostituta. ¿Verdad?

En esa situación ¿como iba a negarle nada?

-¡Jamás!

-a no ser que la elijamos juntos para jugar los dos con ella. Claro.

Lo decía con su mas pícara sonrisa.

Teníamos un hambre de lobos después de la noria de sentimientos de la noche y del ejercicio físico realizado. Desayunamos desnudos con el mismo deseo que habíamos tenido todos esos años el uno por el otro y que no nos habíamos atrevido a materializar hasta esa noche. Desde luego tendríamos que empezar a cerrar por dentro no tuviéramos una visita inesperada de nuestros padres y nos pillaran desnudos. Nuestra relación había cambiado para siempre ¿Quien me iba a amar más que mi hermana? Y yo a ella claro. Y ¿Quien me iba a dar tanto placer como Sandra, mi dulce pervertida?