Hermanos de semen (3)

Solo ha pasado una semana y ya se abre todo un mundo nuevo.

Limpiamos todo aquello por experiencia y nos fuimos a dar una vuelta antes de que llegaran nuestros padres. Hablamos largo rato sobre lo que nos gustaría seguir probando y como llevarlo mejor. Esa noche queríamos volver a disfrutar, pero nuestros padres se acostaron tarde y nos dormimos antes. Mi hermano me contó un sueño extraño con nuestro padre. Yo había soñado con el médico tocándome de nuevo, pero no se lo conté. Mi hermano estaba cada vez más obsesionado. ¿O era yo?

[…]

Al final la obsesión estaba un poco calmada, por las pocas situaciones de que disponíamos. Entre unas cosas y otras, era mitad de semana ya cuando estaba en la puerta de la cocina hablando con mi madre mientras ella preparaba la cena. Desde allí podía ver a mi hermano y a mi padre en el salón viendo la tele. La conversación transcurría muy normal, hasta que en una pausa… – Me han dicho que os vieron en el médico a ti y a tu hermano – su comentario casi me ruborizó, pero el susto que me recorría lo paralizaba. – Sí, ¿No teníais clase por la tarde? ¿Qué hacíais allí? – continuó preguntando.

Mierda! ¿Le habrá preguntado ya a mi hermano? ¿Y si digo algo que no concuerda?. Esos fueron mis pensamientos en cuestión de un segundo. – No me encontraba bien y Pablo decidió quedarse y acompañarme al médico – no reaccionó mal ni de forma extraña. Le expliqué rápidamente que el médico me había dicho que no tenía nada y que solo reposo y algún analgésico que tuviera en casa. Se lo creyó. Al parecer no había hablado con mi hermano, así que en cuanto pude me fui a la habitación llamando a mi hermano, le expliqué la "estrategia" y volvimos los dos al salón.

En aquel preciso instante, mi padre estaba agachado batallando con los cables de la televisión y maldiciendo que últimamente no se veía bien. Era una posición demasiado reveladora. Sus vaqueros se habían estirado dibujando perfectamente el culo grande y prieto de mi padre, y además dejaban entrever unos calzoncillos de rallas por encima de donde la espalda pierde su nombre. Miré a mi hermano y este abrió los ojos como platos, sacó la lengua de forma burlesca, se metió una mano dentro del pantalón y se movía simulando follarle.

Me aguanté la risa, aunque en realidad me excitaba pensar en aquello. Mi hermano cogió mi mano y la restregó por encima de su bulto. Pero que loco! Nos va a ver! La verdad es que a pesar de su broma, realmente tenía un bulto tremendo y caliente. La sensación de volver a tocar a mi hermano se mezcló con la de mi pene creciendo debajo de mi ropa. Quité la mano enseguida, antes de que nos pudiera ver, y la cosa no pasó ya de ahí. Cenamos y no tardamos en acostarnos. Ahora nos gustaba más irnos a dormir pronto. Cuando mi hermano volvió del baño, yo ya estaba acostado.

– Joder, has tardado, ¿te estabas haciendo una paja o que? – pregunté de coña.

– Sí… – respondió tocándose y mirándome.

– Haberme avisado! – le reñí de broma, y él sonrió y se acostó.

La persiana de la ventana no estaba completamente echada y la suave luz de la noche permitía que nuestros ojos se miraran entre ellos por el tenue brillo. Permanecimos en silencio un rato, sin dormir, hasta que se me ocurrió como romperlo.

– Aún me debes un sueño – dije en voz baja.

– ¿Un sueño? – replicó Pablo siguiendo el tono de mi voz.

– Sí, antes, con lo de papá, me acordé que soñaste con él – expliqué pausadamente.

Apenas veía la expresión de su cara, pero se puso algo negativo alegando que los sueños son privados. Seguí haciéndole broma e insistí tanto que al final accedió. No iba a dejar pasar la oportunidad de masturbarme si el sueño merecía la pena, así que ya me estaba sobando los genitales antes de que aceptara. Empecé a mover lentamente la piel de mi pene y este iba creciendo en mi mano, cuando la voz susurrante de mi hermano empezó a contar

– Estábamos en un río nadando desnudos papá y yo – era el principio de su sueño – ¿En que río? ¿Por qué? – pregunté interrumpiendo – No lo sé, es un sueño, es muy raro, como todos los sueños, no me interrumpas o me pierdo – una excitación interior me invadió quería conocer todo el sueño ya – Estábamos en un río nadando desnudos papá y yo. El río no tenía un agua cristalina pero yo estaba desnudo y cuando él no se daba cuenta yo intentaba mirar a través del agua la forma de aquel pene. Yo sufría porque lo tenía tan cerca, pero ni siquiera podía vérselo bien. Aquello me provocó una excitación que se convirtió en erección. Me sentí avergonzado porque no quería que me viera con el pene duro, pero a la vez excitado porque quería que me lo tocara y tocarle yo a él.

En aquel momento yo estaba en una nube escuchando a mi hermano, mi polla no podía estar más dura y mi mano iba sola escuchando cada palabra más atenta que mi oído. Mi imaginación volaba por momentos.

– Entonces apareciste tú – continuó – ¿yooo? – me sorprendí – Sí, cállate – se rió – Llevabas un tanga rosa – aquello bajó un poco mis ánimos masturbatorios aguantando la risa – pero no tenías ningún bulto, ya me entiendes, parecías una chica de ahí abajo y estabas tan guapo… – aquellas palabras me hicieron respirar profundamente – entonces te acercaste hasta el borde del río y te sentaste con las piernas dentro del agua. Papá se acercó a ti y te invitó a entrar en el agua desnudo pero tú no querías y empezó a quitarte el tanga. Dejaste que te lo quitara y entonces sorprendentemente asomaba una polla muy grande, el doble que la mía.

Hizo una pausa breve y mi polla que no podía estar más dura, la sentí más grande, aceleré el ritmo, estaba en la gloria, pero quería más historia y permanecí en silencio disfrutando del juego de mi propia mano.

– Incomprensiblemente, papá se metió tu polla en la boca y empezó a chupar, tu te recostaste hacia atrás y yo no sabía que hacer, pero no pude aguantar más. Fui por detrás de papá, le abracé y mis manos bajaron hasta su sexo. Su polla no era muy grande, pero tenía unos testículos enormes que acaricié mientras me rozaba con su espalda y mi pene buscaba su entrada. – yo estaba tan excitado que veía que me corría – Pablo creo que voy a correrme – susurré levantando la sábana para descubrir mi torso y mis huevos a punto de estallar.

Mi hermano no dudó un segundo en arrodillarse al lado de mi cama y atrapar mi todo mi sexo con su mano. Mi mano se puso sobre la suya, que estaba tan caliente como mi polla. Acompañé sus movimientos suaves para que fueran más fuertes – Con la boca – susurré, pero él se negó – Ahora no – y enseguida me corrí sobre mi pecho y en su mano. Todo mi ser se estaba sacudiendo de placer y mi hermano me aprisionaba la polla más fuerte y siguió hablando – entonces abracé fuerte a papá entrando en su ser y empecé a penetrarle como si fuera mantequilla caliente – ¿Te corriste? – pregunté relajado y ansioso al mismo tiempo – Cuando me desperté me había corrido, pero en el sueño no, porque aparecía mamá que nos miraba y cuando la vi me sobresalté y no pude volver a soñar. – reímos en voz baja mientras él aún no había soltado mi pene flácido y sucio. Acaricié el pelo de mi hermano – Gracias hermano – en ese momento deseé un beso, pero el volvió a su cama, yo me limpié y dormimos.

Durante los siguientes días mi hermano planeaba locuras en su cabeza para verle la polla de verdad a nuestro padre, pero nunca las llevaba a cabo y yo no sabía si animarle o desistir. No tuvimos nada demasiado sexual hasta el viernes, donde acabamos besándonos desnudos en su cama a las tantas de la mañana, en la oscuridad en que nuestro padres dormían. Nuestros pechos se rozaron al ritmo de nuestros labios y nuestros sexos se frotaban con placer sin llegar a corrernos. Estuve a punto de dejar que me penetrara por la calentura que llevábamos, pero fuimos conscientes de que era mejor esperar otra semana como había indicado el médico. Aún tenía que visitar al doctor García. Esa noche podríamos haber follado y me frustraba el hecho de que aún no se sintiera cómodo con la idea de dejarse penetrar, pero le respetaba y le quería como era.

Llegó el sábado, hacía una semana el sábado empezó todo, pero ahora papá y mamá seguían enfadados con él y no iban a dejarle salir por la noche. Tenía pensado quedarme con él pero cuando mis amigos llamaron para salir de fiesta, él insistió en que me fuera y que me lo pasara bien. Como siempre, me convenció.

Salí con mis amigos Carlos, Juan y Dani (otro Dani). Como nadie se decidía a donde podíamos ir, Carlos, que llevaba el coche, optó por llevarnos a una discoteca que había abierto hacía pocas semanas y estaba cerca. Cuando llegamos comprobamos que era un sitio caro, pero muy grande, con diversas pistas de baile y había muchísima gente. Era tan grande como para perderse y eso ocurrió. En medio de la discoteca sonó mi teléfono móvil, era mi hermano, salí a una terraza cercana para poder hablar, pero no escuchaba nada y se cortó. Intenté llamarle yo, pero me colgaba él. No sería importante. Volví adentro y no sé si me equivoqué de zona pero mis amigos no estaban y no los veía.

Subí unas escaleras hasta una de las barras, desde allí veía mejor toda esa pista, pero nada. Decidí no moverme, tomar algo y esperar por si volvían. Miré a la gente y mi mirada se cruzó con una esquina de la sala donde había dos chicas. Bueno, en realidad sólo una. Una era una chica joven morena y vestida como una go-go de discoteca, que estaba tremenda, pero estaba con la otra que debía ser un chico vestido de drag queen. Aquel chico llevaba mucho maquillaje, pero tenía aspecto de ser muy guapo. Enseñando sus finas piernas depiladas, con una minifalda de vértigo y unas botas de zorrona, daba un aspecto impresionante.

Lo miré tantas veces, intentando disimular, que al final le dijo algo a la chica y se acercó él hasta donde estaba yo y se acercó a mi oreja. La música estaba muy alta, pero le escuché. – Hola, Priscila es mi nombre el sábado por la noche aquí, o Iván el resto de la semana. – sonrió y me dio dos besos. Sonreí inquieto.

– ¿Y tú? – gritó para que le oyera bien.

– ¿Yo que? – no sé porque, me puse reacio.

– ¿Cómo te llamas? – insistió.

– Yo Dani. – sonreí levemente.

– ¿La mirabas a ella? – preguntó señalando a su compañera con un gesto de su cabeza.

– No… – dije con sinceridad.

Entonces le miré mejor de cerca. Tenía los ojos verdes, o quizá eran lentillas parte de su atuendo. Se le notaba el maquillaje, realmente tenía un cutis fino y unas líneas muy femeninas cubiertas con brillantina. Sus labios rosa perfilados resaltaban su rostro con sus largas pestañas oscuras.

– Es mi novia – dijo escuetamente. Me inquieté más.

– Pero ya vi que mirabas más a mi – no dije nada, perdí la mirada entre la gente como si no hubiera dicho nada. Se quitó la peluca morena descubriendo un pelo rubio, rizado, corto y algo desaliñado – ¿Sabes?... me pareces un chico guapo – hizo un pausa y le miré en la profundidad de sus ojos verdes. Creo que mi corazón se aceleró, sentí que me atraía y entonces bromeó –¿aún sigues aquí? Cualquier otro se hubiera asustado y se hubiera ido – reímos los dos.

Un momento después su mano cogió la mía entrelazando los dedos – ¿Vienes? – y sin esperar respuesta, me guió cogido de la mano hasta unos baños que ponía reservados para el staff de la discoteca. No había nadie y me sentí nervioso y excitado. Entramos en una de las puertas interiores y allí dentro sus labios buscaron los míos. El sabor dulce de sus labios se mezcló con el suave de su lengua. Mientras sus labios cazaban los míos y nuestras lenguas se confundían en una sola, con su mano dirigió la mía hasta su entrepierna. Unas braguitas de seda debajo de una minifalda delataban un pene caliente en erección, casi tanto como el mío. Aprisionó mi culo con sus manos y nos frotamos contra la puerta durante aquel largo beso desenfrenado.

Iván cesó un instante la pasión – Tengo que volver – aún con la respiración excitada dije que sí con la cabeza. Salimos, volvimos a la barra y allí me apuntó su número de teléfono. Cogió su peluca, volvió al rincón de donde había salido, dio un beso a su novia y subió a bailar al podium con ella. Un guardia de seguridad protegía que nadie les molestara. Creo que Iván me gustaba o quizá solo fue algo momentáneo, pero entonces la imagen de mi hermano llegó a mi cabeza. No sabía donde estaban mis amigos y me abrumaba la duda de si contarle a Pablo lo ocurrido.