Hermanos de semen (2)

El deseo se convierte casi en obsesión.

Mi interior estaba caliente. El aún estaba dentro. Se quedó quieto ahogando el último gemido, apretándome fuerte sin soltarme. Mi hermano me había follado como a una puta, tenía lo que él quería y yo se lo había dado con placer.

[…]

Seguía sobre mi cuando su cara rozó mi oreja, salió de mi interior y se ladeó un poco liberándome. Mi cabeza también se ladeó buscando mirarle pero antes mi nariz rozó se pegó a su mejilla, sus labios rozaron mi cuello y entre ligeros roces nuestros ojos se encontraron. Adoraba los ojos marrones de mi hermano, eran más claros que los míos, eran casi miel. Creo que nunca los había tenido tan cerca.

Podía sentir su respiración mezclarse con la mía y el calor de sus labios a escasos milímetros de los míos. Unos segundos eternos nos mantuvieron recorriendo nuestras miradas inquietas, atravesándonos con la mirada de la realidad que teníamos entre nosotros. No pude resistirlo, mi lengua mojó mis labios y se abrieron lentamente buscando besar a mi hermano. Era más guapo que nunca después de follarme. Pablo no se movió, pero acercarme esos milímetros fue eterno.

Apenas rocé su boca cuando oímos unas llaves rodando en la puerta de casa. El corazón me dio un vuelco, Pablo saltó de la cama y empezó a vestirse como loco. Yo no sabía que hacer, estaba nervioso, así que decidí cubrirme con la sábana y hacerme el dormido. Mis padres habían llegado y con ellos mis inquietudes más grandes sobre lo sucedido. Mi madre se detuvo en la puerta de la habitación me vio dormido y siguió. Pude escuchar a mi hermano hablando con mis padres en el salón y viendo la tele durante un rato.

Al poco rato me levanté y me di una ducha, era casi hora de cenar. Cenamos. La cena transcurrió tranquila como siempre, con la diferencia de que ahora mi hermano me follaba y no se me iba de la cabeza. Me sentía bien, mi hermano cenaba a mi lado como siempre y mis padres enfrente, al otro lado de la mesa cuadrada. Veíamos las noticias y discutían sobre política mientras cenábamos cuando noté la mano de mi hermano adentrándose entre mis piernas rozándome los genitales por encima del pantalón.

Inconscientemente abrí más las piernas para dejarle hacer y el agarró fuerte mies huevos y no pude evitar dar un pequeño sobresalto. La mano de mi hermano volvió fugaz a la mesa y se rió entre dientes. – ¿Ocurre algo chicos? – preguntó mi madre. Si lo supiera… no sé porque al pensar eso se me subieron un poco los colores. – No, nada – respondí levantándome y yendo al baño para tranquilizarme. Me encontraba absorto mirándome en el espejo del baño cuando apareció mi hermano.

– ¿En que coño estás pensando? – pregunté entre confuso y enfadado.

– En que polla estoy pensando – aguantó su risa.

– Para mi no es risa, me pongo nervioso y no sé como llevar esto – dije asustado.

– Vaaale, vaaale… – me abrazó y dejé que lo hiciera – perdona, es que no sé que me pasa, creo que me estoy obsesionando contigo – me susurró.

No hablamos más. Volvimos a la mesa y la cena transcurrió muy cotidiana. Pablo se fue pronto a dormir, al día siguiente sería lunes y él tenía un trabajo por las mañanas, se levantaba muy pronto. Yo estuve viendo la tele un rato con mis padres hasta que tuve sueño. Era tarde, mi padre se había acostado también y mi madre se quedó viendo la tele un poco más. Cuando llegué a la habitación no encendí la luz para no despertar a mi hermano. Me quité la ropa y me acosté solo con los bóxer.

A los pocos minutos me di la vuelta y mis ojos, acostumbrados a la oscuridad dibujaron a mi hermano acostado de lado mirándome. La sábana solo cubría su muslo y estaba desnudo masturbando muy lentamente su pene ya duro. Suspiré. Mi hermano se levantó poco a poco para no hacer ruido, cerró la puerta de la habitación, se arrodilló al lado de mi cama y mirándome me acarició el pelo. Vi un brillo en sus ojos en medio de la oscuridad y de repente sus labios encontraron los míos. A pesar de lo que había deseado ese beso, al principio no reaccioné pero su boca me ayudó.

La puerta se abrió, pero mi hermano fue lo suficientemente rápido para apartarse de mi boca, pero se quedó en el suelo entre las dos camas. – ¿Qué hace la puerta cerrada? Os tengo dicho que… ¿Qué haces en el suelo Pablo? – la pausa de 5 segundos esperando respuesta para mi fue eterna. – Se me cayó el reloj, mamá. – mi madre no dijo nada, dejó la puerta abierta, apagó todas las luces y se fue a dormir. Pablo y yo quedamos en silencio, cada uno en su cama.

El sabor dulce del deseo de besar a mi hermano me rondaba y no había podido terminar. – El corazón me va a mil – dijo Pablo en voz baja. Yo no respondí. – ¿Dani? – y yo estaba al lado de su cama. Puse mis labios sobre los suyos y nos besamos lentamente, cada vez con más fuerza. Mi hermano apartó su sábana y me colé encima de él, encima de su polla dura mientras le besaba. Lo hacíamos muy despacio, sabíamos que nos podían oír. Mis testículos aprisionados en los bóxer se frotaban contra su palo adelante y atrás. Nuestras lenguas enredadas buscaban pasión. Era un beso dulce en la oscuridad, la única forma en que Pablo se atrevería a hacerlo.

Seguimos besándonos muy lento y frotando nuestros sexos muy despacio hasta que pudiéramos estar seguros de que nuestros padres dormían. Entonces le permití que apartara una nalga de mi bóxer y que su polla jugara a buscar la entrada. Me separé de sus labios cuando noté mi agujero apunto de ser penetrado. – Yo también quiero sentirme dentro de ti – le dije besándole el cuello. No respondió, pero yo sabía que tenía sus dudas, que no se sentía preparado y me rendí a ser suyo una vez más. Le ayudé a hundir aquel mástil poco a poco.

Casi se me había olvidado la sensación y tan solo habían pasado unas horas. Empezamos a movernos muy lentamente. Sentí el placer exquisito y también el dolor agudo de no lubricarme bien. Volví a besar a mi hermano y todo se volvió calentura y sexo reprimido que luchaba por ser desenfrenado pero sin ruido. Sentía toda su polla al natural entrando y saliendo. – No llevas condón, no te corras dentro ¿vale? – susurré entre mi respiración cansada. Fue decir eso y en pocos segundos su polla liberó mi agujero y empezó a chorrear borbotones de semen entre mi espalda y mi nalga descubierta.

Encendimos la luz naranja de la mesilla y de un de los cajones sacamos pañuelos de papel para limpiarnos. Cada uno a su cama tan feliz. Yo no me había corrido esta vez, pero dormí como un chiquillo esperando el caramelo nuevo del día siguiente.

Era lunes a mediodía. Volvía de comprar un encargo de mi madre cuando me encontré con Marta. Marta la víbora. Marta la hija de… así es como la había llamado los último días, pero la miré y no me sentí cabreado. Nos sentamos en un parque y hablamos de cómo nos iba hasta que ella desvió la conversación. Estaba arrepentida de haberme dejado y quería saber si aún sentía algo por ella. La verdad es que extrañamente no me provocaba ningún sentimiento bueno ni malo pero no le dije nada. Ella quizá pensó que no decir nada era positivo e intentó acercarse para que la besara.

En ese instante mi hermano pasaba por allí, se acercó y empujó a Marta. – ¿Qué haces? ¿Qué quieres joder a mi hermano otra vez? – Marta se quedó blanca y sin saber porque la defendí. – Déjala que no pasa nada – empujé a mi hermano atrás y este me soltó un puñetazo que esquivé pero me dejó rojo el pómulo de la cara. Le miré a los ojos y le vi rabioso. Respiraba cansado, me miró, la miró a ella y se fu sin hablar. – ¿Qué coño le pasa a tu hermano? – preguntó Marta. – No lo sé… – respondí fálsamente.

A mediodía Pablo y yo no hablamos, mientras comíamos mis padres preguntaron por lo que tenía en la cara, pero mentí. Les conté que había discutido con Marta y que da la rabia no había visto a un niño con una bici y nos habíamos caído los dos. Y cuando terminamos de comer nos sentamos todos delante de la tele y mi madre aprovechó para sacar un tema delicado. – ¿Alguien me puede explicar que hacía un preservativo usado y mis bragas violeta debajo de la cama de Dani? – mi padre hizo cara de saberlo. El silencio fue sepulcral durante un momento, pero finalmente mi hermano dijo que había invitado el domingo a una amiga cuando ellos no estaban y sin explicar ningún detalle más se enfadaron bastante con él. Le iban a prohibir salir un tiempo hasta que recapacitara sobre lo ocurrido.

Mis padres se fueron a trabajar y teníamos unas cuatro horas antes de que volvieran. Creo que los dos teníamos lo mismo en la cabeza y pensamos en saltarnos las clases. Aún así seguíamos sin dirigirnos la palabra desde su puñetazo. Nos recostamos cada uno en un sofá viendo la tele. – Oye, perdona por lo de antes… y gracias por n contárselo a papá y mamá – dijo Pablo finalmente. Le miré solamente asintiendo con la cabeza. – Oye ¿no vas a clase? – volvió a preguntar – ¿Y tú? – pregunté yo. Hizo un gesto de indiferencia con los hombros. – ¿En que piensas? – yo ya lo sabía, pero lo pregunté igualmente.

Mi hermano se acercó y me susurró – en ti… – mientras su mano se deslizaba entre mis piernas hacia debajo de mi culo acariciándolo sobre el pantalón. Estábamos dándonos besos cortos cuando dije – ¿Sabes? Estos días me duele – mi hermano no le dio importancia – Eso te lo curo yo ahora – dijo de forma divertida desabrochando mi pantalón y sacando mi pene afuera. ¿Iba a chupármela?. Me sorprendí. Efectivamente su lengua acarició mi punta y poco a poco fue metiéndola en su boca. – ¿Sigue doliéndote? – pregunto de forma pícara. – Lo decía en serio hoy tenía un poco de sangre cuando fui al baño – Pablo se asustó.

Después de discutir un rato me convenció para que fuéramos al médico ahora que no estaban nuestros padres. Lo vi como una buena idea y fuimos. No había gente en la consulta y nos atendió enseguida el Dtor. García. Mi hermano esperó fuera y después de comentarle el asunto me hizo acostar en una camilla para un examen rectal. Tenía las manos grandes y frías. Me sentí avergonzado cuando me di cuenta que estaba con las piernas abiertas y en alto mostrándoles los genitales y el ano al médico.

Sus guantes de látex se untaron con algo viscoso y sus dedos jugaron en mi ano para relajarlo mientras me hablaba de forma calmada para que no me pusiera nervioso. Algún aparato metálico con luz examinaba ahora mi delicada entrada. No sé si por sentirme tocado por un extraño o por otra razón, pero m excité mínimamente aunque no quería. Mi pene creció un poco. El doctor García se percató, sostuvo mi pene con una mano y lo soltó sonriendo – Eso es normal, chaval – me guiñó el ojo.

Me dejó vestirme de nuevo, me preguntó seriamente si tenía relaciones sexuales anales y yo me quedé blanco. – Da igual, no respondas – dijo el doctor para despreocuparme – si juegas por ahí lubrica bien la zona, como solo es una pequeña fisura en la entrada, ponte esta pomada cada noche en la zona exterior – asentí con la cabeza obedeciendo – ya sabes que conozco a tu padres… – me asusté – no les diré nada, tranquilo, pero me gustaría que volvieras en un par de semanas para asegurarnos de que todo está bien ¿vale? – me guiñó el ojo de nuevo. Sonreí aunque lo único que me pasó por la cabeza es que el doctor ese era muy grande debía tener un pollón. Sonreí más.

Cuando salí le conté todo a mi hermano, fuimos a casa y por el camino le dije – Creo que estoy pervertido me imaginé la polla de ese doctor – mi hermano rió a carcajada – ¿Pues sabes que pensé yo el otro día? – le miré extrañado – ¿Nuestro padre la tendrá muy grande? – reímos los dos como niñatos haciendo bromas. – Bueno, bueno, me he puesto cachondo otra vez, vamos que me debes terminar lo que empezamos – le dije a Pablo. Reímos de nuevo y llegamos a casa.

Nada más entrar mi hermano andaba hacia atrás por el corredor de casa estirándome del pantalón. Yo abrí mi botón. Se detuvo y arrodillándose bajó mis pantalones despacio. Lamió desde mi ombligo hasta mis bóxer pero no los bajó, simplemente los apartó y mi pene casi erecto se mostró delante de él de nuevo. Sus manos agarraron mi cintura y me empujaron a la pared. Arqueé mi espalda y su boca atrapó mi sexo. Enseguida lo soltó y lamió hacia abajo. Oh! Dios! Que sensación tan cálida, su lengua y su boca aprisionando mis testículos.

Estaba tan excitado que cuando se volvió a meter mi pene erecto en su boca, agarré sus cabellos con fuerza y empujaba al ritmo. Durante unos minutos no le dejé soltarme, me sentía al máximo. Tanto que le ahogué durante un segundo y tosió. Mi hermano se levantó y su mano me cogió detrás del cuello – No te pases Dani – me sentí culpable. Nos miramos fijos a los ojos y de repente me besó casi mordiéndome el labio. S otra mano atrapó de nuevo mi erección y frotándome contra él mientras nos mordíamos la boca, me corrí en su mano y en el suelo.

Limpiamos todo aquello por experiencia y nos fuimos a dar una vuelta antes de que llegaran nuestros padres. Hablamos largo rato sobre lo que nos gustaría seguir probando y como llevarlo mejor. Esa noche queríamos volver a disfrutar, pero nuestros padres se acostaron tarde y nos dormimos antes. Mi hermano me contó un sueño extraño con nuestro padre. Yo había soñado con el médico tocándome de nuevo, pero no se lo conté. Mi hermano estaba cada vez más obsesionado. ¿O era yo?