Hermanos Confidentes (2)

Segunda parte de nuestra historia.

En eso pensaba con la verga en la mano masturbándome cuando se abre la puerta de mi cuarto y entra Mariana vestida con un camisón azul pastel de tirantes que le cubría hasta la mitad de los muslos y que dejaba ver sus pezones muy erectos.

¿Te estás masturbando? - Me preguntó.

Sin ninguna pena o remordimiento y con más excitación que nunca le contesté:

Por supuesto, ¿tú no?

¿Puedo ver? Estoy hirviendo.

Que caliente eres, me encanta eso, ve cómo me tienes.

Ni me digas que eres igual o peor que yo y estoy empapada.

¿Siempre eres así de caliente? -, le pregunté mientras al mismo tiempo me volteaba sobre la silla en dirección a ella para que realmente pudiera observar mi grado de excitación.

¿Tiene algo de malo?

No, todo lo contrario, creo que es cosa de humanos, lo que pasa es que nadie quiere admitirlo o lo oculta.

Se sentó al borde de la cama con los brazos entre las piernas tratando de empujar el camisón lo más que podía hacia abajo.

Pues si, - me contestó. - No es fácil ser así y mucho menos abrirse frente a los demás, todos tratan siempre de sacar provecho.

¿Y tú no?

A veces, cuando se dan las cosas.

¿Porqué quieres ver cómo me masturbo?

Porque me excita, ¿a ti no te excita ver a una mujer tocándose?

Por supuesto, ¿pero hasta dónde quieres llegar? - Le pregunté.

No dejaba se sobarme el pene muy despacio mientras veía la cara de Mariana que comenzaba a mostrar esa típica cara de mujer desfigurada por la excitación. Sus ojos iban de los míos a mi pene, su voz se hacía más tenue y sus manos luchaban indecisos entre tocarse y mantener su camisón abajo.

A esto nada más, a vernos, a platicar de nosotros, de lo que hacemos, de lo que nos gusta. Ser confidentes más que nada, ¿y tú?

Me gusta tu idea, me gustaría saber todo de ti, me gusta la idea de excitarnos juntos y te confieso que me da mucho morbo el estar aquí contigo en esta situación. Y lo de ser confidentes me excita.

Mientras decía eso me puse de pie y caminé al otro lado de la cama y me recosté boca arriba sin dejar de acariciarme en una posición totalmente obscena que no era nueva para mi, lo que era novedad era la persona que estaba conmigo.

A mi también me gustaría verte, le dije casi suplicando que se desvistiera y se recostara a mi lado.

Se puso de pie, caminó hacia el costado contrario, prendió la lámpara de la mesa de noche y apagó la de la habitación. Aún de pie, me dio la espalda y se quitó el camisón por la cabeza y se recostó a mi lado izquierdo.

Dicen que hay momentos mágicos en la vida sexual de las personas y es cierto, pero muchas veces éstos pasan desapercibidos por la calentura del momento y por la excitación que nos invade en un momento dado. Momentos mágicos como descubrir el cuerpo desnudo de una nueva pareja, pasar la lengua suavemente por la vagina de una mujer la primera vez que estás con ella, no sé puede haber miles de ellos. Yo no los llamaba mágicos, los llamaba memorables, recordables o como quieran. Pero caray este si me hizo creer en la magia sexual.

Nos quedamos mudos unos segundos sin dejar cada uno de acariciarse. No dejaba de mirarla, desnuda a mi lado, sus pezones muy erectos, sus piernas largas estiradas y abiertas brevemente con su mano derecha entre ellas y su otra mano cubriendo su seno izquierdo.

¿Quién es Antonio?, - le pregunté para romper ese breve silencio.

Lo conocí por internet.

Se ve que cogiste muy rico con él.

Muy muy rico, el mejor sexo de mi vida, el más sucio, el más divertido.

¿Con él te volviste tan puta?

Siiiiiiiiiiiiiiiiiiii, - contestó gimiendo y acelerando el movimiento de su dedo medio sobre su clítoris.

Me di cuenta que al igual que a tantas mujeres, a Mariana le excitaban las palabras fuertes y obscenas en el momento de mayor excitación, así que le seguí diciendo algunas mientras yo me sobaba la verga tratando de no venirme aún, quería ver primero cómo ella alcanzaba su orgasmo y, claro, no quería que esto terminara tan rápido.

¿Te cogía rico? ¿Te gustaba su verga, te gustaba chupársela?

Siiiiiiiiiiiii, más, más.

¿Y él te la chupaba, te mamaba tu vagina?

Mariana aceleró, me recosté de lado para ver mejor el movimiento de su dedo que era cada vez más rápido y sus gemidos más intensos. Flexioné un poco mi pierna izquierda para tocar la derecha suya. El contacto de nuestras pieles nos encendió aún más a los dos al grado de que ella la separó un poco más y yo me atreví a pegar la punta de mi verga a su muslo acercándome más a ella diciéndole:

Vamos pequeña, quiero que te vengas, quiero ver cómo te empapas, dame tu orgasmo.

Hay siiiiiiiiiiiiiiiiiiii, me vengo, siiiiiiiiii, me vengo.

Vi cómo los muslos de su abdomen se contraían, sus caderas se agitaron, su rostro se transformó y lanzó un suspiro profundo mientras cerraba las piernas apretando su mano entre ellas. Poco a poco su respiración se normalizó y volteó a verme con esa fascinante mirada que tienen las mujeres después de un orgasmo.

¿Te veniste?, - me preguntó.

Ya casi.

Quiero verte, ándale. ¿Quieres que te caliente?

Si por favor.

Mariana se colocó de lado tal como yo lo hice antes y acercó sus piernas a la mía que yo separé tratando de hacer el contacto más intenso. Puso una mano suavemente sobre mi pecho y comenzó a decirme:

Así, jalátela rico. Me gusta tu verga, quiero que te vengas, quiero ver tu semen. Piensa que coges rico, que te la chupan delicioso.

Me vengo, me vengo, - le dije mientras me masturbaba frenéticamente sintiendo la mano de Mariana en mi pecho.

Ella se incorporó un poco para ver cómo el semen brotaba de mi verga y se derramaba en mi mano y en mi vientre.

Que rico te veniste. Te traigo algo para que te limpies.

Gracias, pero que no sea una toalla, luego quién la va a lavar.

Jajajjaja, que tonto eres.

Eso ya lo sé, dime algo que no sepa, - le contesté tratando de aligerar la conversación.

Mariana volvió del baño con algunos pañuelos desechables y me los entregó. Se sentó en la cama aún desnuda viendo cómo me limpiaba lo que me permitió captar, para mi alivio, de que la plática podía continuar.

¿Te gustó?, - le pregunté mientras le daba los pañuelos sucios que fue a tirar al bote de la basura.

Por supuesto, pero dime algo con toda sinceridad, ¿es bueno o malo hacer esto?

Sinceramente no lo sé, no pienso en este instante si es bueno o malo, sólo sé que fue rico, muy morboso.

¿Por qué morboso, piensas que soy una cualquiera, que me acuesto con todos?

Para nada, no es por eso. Mira, para empezar con quién te acuestes y con cuántos es tu problema. Por otra parte, creo que eres una mujer como hay tantas, si supieras o a lo mejor lo sabes hay miles de mujeres igual o más calientes que tú. Y eso no lo veo malo, al contrario te felicito porque sabes disfrutar, porque me doy cuenta que eres abierta sexualmente. Y esto de masturbarnos juntos lo he hecho muchas veces, lo que da morbo es que somos hermanos y cómo lo comentamos hace un rato me gusta lo de ser confidentes, el tenernos quizá hasta más confianza que si fuéramos amigos o amantes. ¿Quieres un cigarro?

Me levanté por los cigarros que estaban frente a la PC y encendí dos, le pasé uno a Mariana que meditaba sobre la situación.

Me acosté recargando la cabeza sobre mi mano mientras admiraba el cuerpo de mi hermana. Veía su cabello desordenado, sus hermosos pezones erectos, su vello muy bien recortado y parte de la abertura de su vagina. Me fascinó no sólo su desnudez, sino su serenidad, lo calmada que se veía, su rostro vuelto a la normalidad, pensando cuidadosamente lo que iba a responder.

Me excita esto, no tienes idea cuánto. Antes no era así, bueno hace cinco años no era así, pero la necesidad me ha hecho encontrar cosas nuevas. La verdad soy feliz, pero también soy miedosa. Me da mucho miedo relacionarme, tener nuevas aventuras. Si supieras el trabajo que me costó conocer y tener sexo con mis amigos esos de las fotos. Pero bueno, me encanta lo que he hecho lo que he aprendido, disfruto mucho el sexo y ja ja, como ya te diste cuenta, bueno soy muy caliente cuando estoy excitada. Me gusta, me encanta, también me da muchísimo morbo, pero siento una gran seguridad de que seas tú, por eso creo que tenemos que definir muy bien hasta dónde queremos llegar.

Mira - la interrumpí.

Permíteme todavía no acabo. Lo que te quiero decir es que me gustó esto de masturbarnos juntos, estaba hirviendo desde el día que te vi en la sala y lo de ser confidentes me parece maravilloso. Yo también he visto hombres masturbándose pero como dices, la diferencia es que somos hermanos. No veo malo el hacerlo, al contrario te confieso que pocas veces me he excitado tanto como hoy. Pero, hay algo muy importante, tú sabes que soy muy discreta, ¿te imaginas que alguien supiera esto, que alguien entrara y nos viera aquí desnudos, qué pensaría? Quiero que seamos confidentes, si quieres exageradamente confidentes, pero eso nunca se debe saber, jamás.

Estoy totalmente de acuerdo a mi también me encanta la idea, pero la pregunta de hasta dónde podemos llegar tiene más implicaciones. Una cosa de platicarnos hasta el último secreto y hasta la fantasía más perversa, otra es masturbarnos juntos pero (aquí si lo dudé un poco) ¿has pensado en que podamos tener sexo?

Mariana se recostó de lado junto a mi sin tocarnos, puso la cabeza sobre sus manos y una vez más, meditó su respuesta.

No lo sé, no sé si quiero que eso suceda, no sé, puede pasar, no lo sé. Como dijiste, jajajaj no sé si sea bueno o malo a lo mejor rico, quizá sea demasiado, a lo mejor si lo hacemos algo se puede romper entre nosotros. Ya veremos qué pasa, ¿no crees? No quiero pensar en eso ahora, estoy muy a gusto así.

Se colocó totalmente boca abajo con el rostro viendo hacia mi y los ojos observándome profundamente como esperando que estuviera de acuerdo con ella. Acerqué un poco mi cuerpo sin tocarla y comencé a acariciar suavemente su espalda con la yema de mis dedos.

¿A cuántos hombres has conocido por internet? - Le pregunté cambiando el tema.

Bueno de conocer en persona a nueve pero sólo he tenido sexo con tres, los dos que viste en las fotos y otro más, el primero. Pero no creas que me acosté a la primera. A Sebastián lo conocí en persona como después de un mes de chatear y tuvimos sexo hasta la tercera vez que nos vimos y sólo fue esa vez. Luego con Joaquín si tuve sexo 3 veces pero después de un buen tiempo y el último fue Antonio. O sea que tres en cinco años pues no son nada, ¿Cómo ves?

Seguía acariciando la espalda de Mariana cosa que se notaba que le gustaba mucho sobre todo cuando me detuve para encender otro cigarro y me pidió que continuara.

Sígueme platicando - le pedí mientras continuaba con mis caricias.

Me platicó de lo mucho que le costaba ligar por internet por la desconfianza que le daba el medio y por los temores naturales que siempre ha tenido sobre todo por lo discreta que le gusta ser en su vida sexual.

Mis caricias comenzaron a ser más atrevidas y mis dedos se acercaron poco a poco a sus nalgas. Las fui recorriendo con suavidad esperando respuestas positivas que me permitieran ir cada vez un poco más lejos. Recorrí sus nalgas una por una muy despacio, bajaba por la parte posterior de sus muslos y volvía a subir muy despacio por una de sus nalgas solo con la punta de mis dedos.

Subí mis dedos hasta los hombros y ahí si comencé a masajear con la palma de la mano. Y como a los hombres nos encanta darle hasta que nos dicen que no pues seguí no sé si con más gusto para ella que para mi que sentía como me volvía la erección.

Bajé la mano hasta la cintura y de ahí hacia sus nalgas repetí con la punta de los dedos. Ya no hablábamos, todo quedó en silencio. Pasé un dedo sobre la hendidura entre sus nalgas, desde su inicio hasta su ano. Alcancé a oir un leve suspiro y vi cómo Mariana puso el brazo bajo su cuerpo haciendo evidente que se iba a tocar otra vez. Repetí el movimiento del dedo entre sus nalgas haciéndolo un poco más profundo. Levantó un poco la cintura y ahora si metió su mano debajo para alcanzar su vagina lo que me permitió ahora si poner toda la palma de su mano sobre una de sus nalgas apretándola suavemente, llenando mi mano con su nalga.

La acaricié mientras mi pulgar se metía entra sus dos nalgas bajando hasta el inicio de su muslo y al regresar tocaba con suavidad los labios de su vagina. Luego tomé su otra nalga y esta vez era mi dedo meñique el que se perdía entre sus nalgas tocando apenas su ano y bajando hasta encontrar sus labios vaginales.

Recordando lo que antes habíamos hecho, acerqué mi cuerpo al suyo de forma que pudiera sentir mi pene erecto en sus muslos. Con una mano acariciando sus nalgas, le besé el hombro mientras con su ayuda separé un poco sus piernas. Puse mi mano en su muslo y fui subiendo desde la parte de atrás de su rodilla hasta que llegue a la entrada de su vagina y la empecé a acariciar con mi dedo medio dándome cuenta la gran humedad que salía de entre sus piernas.

Seguí besando la parte superior de su espalda mientras mi dedo buscaba su clítoris humedeciéndose en el camino. Fue entonces que sentí que su mano izquierda comenzaba a tocarme buscando mi pene y, para facilitar las cosas, me acomodé para que tuviera un fácil acceso a él. La sensación de su mano acariciando mi pene fue tan maravillosa que busqué la entrada de su vagina para tratar de meter el dedo en ella. En eso estaba cuando se dio la vuelta para ponerse frente a mi. Nos quedamos viendo y sin decir una palabra nos acomodamos de tal forma que nos podíamos masturbar mutuamente.

Mariana me acariciaba el pene despacio con movimientos suaves pero con la mano tomando mi verga por completo. Ella, acostada de lado, había levantado sus piernas para permitirme frotar su clítoris sin problemas. De repente lo soltaba para sentir la humedad de su vagina que iba en aumento.

Ahí -, me dijo suspirando cuando toqué nuevamente su clítoris.

Como este tipo de indicaciones son obligatorias en estos casos continué frotando su clítoris con mi dedo medio mientras ella me jalaba la verga rítmicamente.

Ahí, ahí, más rápido, continuó diciendo. Fuerte, más, más, ya casi, ya llego. Así así así.

Mariana me soltó la verga, apretó con su mano mi mano sobre su vagina, cerró las piernas y metió el rostro en mi hombro gimiendo sin parar.

Siiiiiiiiiiiiii, así, así, mi amor, así me vengo, me vengo, me vengo, siiiiiiiiiiiiiii.

Descansó un poco con la cara aún en mi hombro. Su mano buscó mi verga y me preguntó si me faltaba mucho. Le contesté que estaba a punto de venirme.

Se incorporó, se sentó sobre sus talones y me la empezó a jalar otra vez. Tenía a mi alcance uno de sus senos y no dudé en acariciarlo y sentir ese pezón duro entre mis dedos. Con su mano izquierda me masajeó los testículos mientras con la derecha me siguió masturbando y ahora fue mi turno de dar indicaciones.

Así, apriétala, más fuerte, más, que rico mi amor, así, así ya casi. Si, me vengo si, no pares, no pares.

Medio me incorporé para ver como mi semen escurría por su mano hasta que le dije que podía para. Fue una visión imborrable el ver como mi fluido viscoso y caliente se derramaba por la mano de Mariana hasta caer parte de él en mi bajo vientre.

Se paró al baño mientras yo me quedé tirado en la cama disfrutando un glorioso orgasmo. No tardó en regresar con pañuelos en las manos limpiándose. Se sentó a mi lado y me limpió los restos de semen que quedaban en mi pene.

Era increíble ver la visión de mi hermana desnuda haciendo todo eso, con la mayor tranquilidad del mundo, como si se tratara de su amante de varios años. Eso me gustó mucho ya que mostraba que las cosas podían suceder sin mayores consecuencias, sin algo de qué arrepentirnos.

Prendí dos cigarros le pasé uno a Mariana que estaba tomando agua de una botella que siempre tengo en una de las mesas de noche de mi cama y se sentó a mi lado.

Qué intenso -, le comenté.

Demasiado, nunca pensé que esto iba a ser así.

Dime algo, ¿estamos bien? ¿Digo, no hay ningún problema?

Por mi parte ninguno, siempre y cuando esto nunca salga de estas cuatro paredes.

Por mi no hay problema, contesté. Al contrario lo que más deseo con toda sinceridad es que esto sea apenas el principio de una gran relación de confidentes.

Es lo que quiero, pero sin bromas y sin pensar en hacer nada frente a nadie. Este es un secreto y así deberá ser siempre.

Por supuesto y dime, ¿te gustó?

Me encantó, fue súper cachondo, muy perverso. Por cierto, ¿qué hora es?

Casi las cinco -, le contesté.

Puta madre ya es tardísimo no me voy a levantar y estas niñas tienen ensayo mañana.

¿En domingo?

Si en el club, tienen ensayo de baile. Ya me voy.

-No te vayas - le supliqué mientras se puso de pie y ponía en orden su camisón para ponérselo.

Otro día platicamos -, me dijo acercándose a mi para darme un beso en la mejilla.

Mariana salió del cuarto cerrando la puerta con mucho sigilo tratando de hacer el mínimo ruido. Yo me quedé acostado en la cama con la cabeza llena de mil preguntas e inquietudes. No tenía sueño, seguía excitado pensando en que todo lo sucedido había sido un sueño antes impensable.

Me levanté tarde ese domingo, ya cerca de las doce del día. Obviamente no iba a ser una mañana como cualquier otra. La incertidumbre era mucho y pensé que lo mejor era actuar como si no hubiera pasado nada, lo cual me parecía una gran pendejada ya que si algo había pasado, fue precisamente lo que sucedió.

MI hermana no estaba en casa tal como me lo había comentado. Me bañé y me puse a ver el fútbol y a hacer otras cosas de poca trascendencia. No tenía cabeza para otra cosa más que para recordar paso a paso todo lo sucedido. Me levanté de la cama, prendí la computadora y me puse a revisar una vez más y con toda calma las fotos de Mariana. Por supuesto que me excité pero no me dio tiempo de nada cuando escuché las voces de mi otra hermana que llegaba con sus hijos y su esposo para la tradicional comida familiar de los domingos.

Cerca de las dos llegó Mariana y sentí un hueco en el estómago.

Hola, buenos días, ayúdame a bajar las cosas del auto. – me pidió como tantas otras veces.

Subí todo a la cocina y comenzamos a platicar entre quienes estábamos ahí reunidos.

El resto del día transcurrió con toda normalidad. En total fuimos veinte personas quienes comimos ese día en casa incluyendo a Mónica con quien no pasó nada ya que al día siguiente había que trabajar.

Durante la semana tampoco pasó nada con Mariana. Nada de miradas de complicidad, nada de besos fuera de los comunes, ni una sola palabra de lo ocurrido o de lo que pudiera ocurrir. Algo frustrante para mí, dada mi incertidumbre mezclada con las fantasías que tenía hacia con mi hermana. Eran tantas las preguntas que quería hacer y eran tantas las cosas que me imaginaba haciendo con ella que me masturbé todos los días, desde el lunes hasta el jueves.

El viernes salí con Mónica quien comenzaba a presionar más acerca de un posible matrimonio, algo que yo tomaba totalmente en broma y sólo le daba por su lado. Y, para ser honestos, no tenía pensamientos hacía Mónica, todo era pensar y pensar en Mariana. Inclusive comencé a sentir mucha flojera hacia Mónica ya que tenía otro objetivo. No sabía cómo iban a resultar las cosas pero eso nos pasa a hombres y mujeres cuando tenemos una nueva atracción por alguien.

El viernes salí con Mónica y nos fuimos a un hotel. Ese día tuve una sesión sexual muy intensa, quizá la más intensa que tuve con ella debido claro, a que en mi mente estaba presente Mariana. En cada beso, cada caricia, en cada orgasmo y en cada penetración, en cada mamada y en cada sonrisa estaban presentes la cara y el cuerpo de mi hermana.

El sábado me levanté con ganas de todo, estaba seguro de que podríamos continuar con nuestras confidencias y me urgía que fuera de noche para que se repitiera lo del sábado anterior. Hablé con Mónica para cancelar todo intento de vernos con cualquier pretexto, Claro que se encabronó, algo que me dio gusto ya que tenía que comenzar a poner las bases para que me mandara a la chingada. Mejor ella que yo, para que meterme en tantos problemas. Si ya con los del trabajo tengo, los sentimentales siempre son peores.

Las cosas no comenzaron tan bien ese día ya que por la mañana Mariana se quejó de colitis, algo que padece frecuentemente y que yo atribuyo a su obsesión por el orden y al estrés de tener a sus hijas siempre bien portadas. En la tarde, como otras veces, fuimos al cine con las niñas y mis hijos, los llevamos a cenar y ya de regreso en casa me dijo algo que mantuvo mi esperanza de que habría más confidencias:

Voy a bañar y a acostar a las niñas, al rato platicamos ¿ok?

Claro, te espero.

Carajo, sólo las mentes calenturientas como la mía y las de mis colegas lectoras y lectores son capaces de acelerarse tanto ante las posibilidades que se abren en estos casos.

Me fui a mi cuarto a ver la televisión y como una hora y media después entró Mariana. No se había cambiado, seguía igual que yo, en jeans y con una playera azul claro y yo con una parecida pero negra.

¿Cómo te sientes? – le pregunté acerca de su colitis.

Ya mejor, ya me tomé la pastilla.

Se acostó en la cama a mi lado sin tocarnos, prendió un cigarro y sin decir más me lanzó esta excelente pregunta:

¿Cómo me ves, cómo mujer o cómo hermana?

No chingues – le contesté. – De las dos formas, creo que así debo de verte. Pero si quieres que sea sincero, si te veo diferente, pero sobre todo como hermana. Para mi eres mi hermana y eso hace que el hecho de ser confidentes sea más excitante. Te prefiero como hermana, como una mujer que es mi hermana. ¿Es un examen?

Jajajaja, claro que no, sólo quería saber. ¿Qué has pensado esta semana? ¿Te remuerde tu ya de por si sucia conciencia?

Jajaja, claro que no. Bueno si, en parte, pero más bien siento que se abrió una puerta que no quiero que se cierre. Más bien lo que he pensado es cómo hacer para que siempre esté abierta. O a ti, ¿si te remuerde? Tampoco la tienes tan limpia que digamos.

Ni me lo recuerdes – me contestó con una mueca que le recordaba su dolor en el bajo vientre. – Pues no es que me remuerda, sino que como te lo digo, por una parte confieso que me excita y por la otra si me gusta lo que dijiste de la puerta. Me gustó cómo pasamos la semana, como si nada hubiera ocurrido, creo que así debe de ser, con una discreción exagerada.

Por supuesto – le respondí.

¿Te has hecho la prueba del Sida?

Me dejó desconcertado con este otro dardo que me lanzó pero bueno, es una pregunta muy válida en nuestros días.

Claro, hace tres meses, cuando empecé a salir con Mónica. Y, por cierto, ella también se la hizo. ¿Y tú?

También, después de que dejé de salir con Antonio.

Oye, por cierto, ¿porqué ya no lo ves?

Mmmmm, es casado. Son muchas broncas, es un desmadre andar con una persona casada siempre es un problema. Las cosas se complican y nunca terminan bien.

Tienes razón, alguna vez e pasó lo mismo, pero el casado era yo. Y si, es una hueva monumental, al principio todo es aventura pero luego es un desmadre.

Oye, no te importa que me vaya a dormir, no me siento bien.

Para nada – le contesté tratando de no mostrar una cara de decepción. – Si mejor ve a descansar, pero antes déjame darte algo que te compré.

¿En serio? A ver, quiero ver – me contestó con gusto.

Saqué una bolsa de mi armario y se la di. Adentro había un conjunto de lencería, claro muy de mi gusto para ella. Era un top de tirantes que llega más o menos al ombligo, semitransparente con una tanga de hilo dental con un pequeño triángulo por delante. Todo color azul con encajes negros.

Guau, qué lindo, mil gracias. –Exclamó Mariana acercándose para darme un beso en la mejilla.

Espero que te haya gustado. Me di cuenta que te gusta la lencería.

Por supuesto, me encantó, mil gracias. Tendré que ponérmelo muy pronto, quizá el próximo fin de semana. – Me sonrió mientras estiraba las prendas para verlas mejor.

Oye otra pregunta, ¿y tu vibrador, con el que sales en las fotos?

Ah, jajajaja, Bueno si era mío pero no era mío, te explico. Me lo compró Antonio pero él lo guardaba. Yo no quiero tener un juguete sexual en mi cuarto. Nunca sabes quién lo puede encontrar.

Ok a lo mejor te puedo regalar uno.

Los que quieras – me contestó. –Pero eso si, tú lo compras y tú lo guardas, en todo caso es tuyo.

Me parece bien, ya sé que comprar esta semana.

Conste eh, de lencería lo que quieras, de lo otro también.

La acerqué a mi y nos dimos un gran abrazo.

Gracias, me encanta que seas así – le dije mientras le besaba la cabeza.

Gracias a ti, me gusta lo que somos.

Nos quedamos viendo brevemente a los ojos y me animé a darle un muy ligero beso en los labios.

Sonrió y se fue a dormir a su cuarto.

Por mi parte, la decepción se convirtió en excitación. Creo que lo mejor estaba por venir, al menos es algo que los dos queríamos.

Por cierto, mil gracias a quien han escrito con sus consejos y comentarios. UN cordial saludo a todos.