Hermanos (Capítulo 4)

No me quitaba la imagen de mi hermano follando con esa chica y mirándome al mismo tiempo, pero cuando se metió en la ducha...

CAPÍTULO 4

Ni me creía estar en la ducha metida con mi hermano, ni cómo en ese momento su cuerpo desnudo se pegó al mío por mi espalda pudiendo notar como su erguida polla estaba otra vez colocada entre mis glúteos mientras sus manos enjabonadas empezaban a acariciar mis pechos por delante, al tiempo que mordía ligeramente mi cuello.

-          ¡Déjate llevar y disfruta! - me decía al oído.

-          ¡David! - exclamé cuando agarrado su polla la coló entre mis muslos, rozando mi coño por fuera.

Al asomarme hacia abajo por delante vi aparecer esa polla enorme una y otra vez, al mismo tiempo que sentí su roce continuo en mi sexo, el pecho fuerte pegado a mi espalda y su mano jugando con mis tetas, amasándolas lentamente.

-          ¡Ah, que gusto! - dije sintiendo toda esa hombría pegada a mí, especialmente una verga dura y venosa rozándose con los sensibles labios de mi coño.

En ese momento mi hermano me giró hasta ponerme frente a él y volvió a hacer lo mismo con su polla, restregándola por mi rajita directamente, pero esta vez por delante, haciendo que yo tuviese que agarrarme a sus brazos para no caerme, porque me estaba matando de gusto y no dejaba de jadear cuando mis tetas se oprimían contra su duro torso o su glande que no hacía más que rozarse contra mi sensible clítoris. Cerré los ojos llena de placer, pero los abrí un momento para advertirle.

-          ¡David, no podemos follar tu y yo! - pude decir en un susurro tembloroso.

-          ¿Quién ha dicho que vayamos a hacerlo?, relájate, hermana.

-          Pero esto...

-          Esto es solo un juego... ¿recuerdas cuando jugábamos a hacernos cosquillas?

Desde luego podría considerarse un juego, pero nada que ver con las cosquillas inocentes que nos hacíamos tiempo atrás, porque en ese mismo instante bajó su cabeza hasta atrapar uno de mis pezones entre sus labios, haciendo que su lengua hiciera círculos a su alrededor y siguió bajando su lengua por mi tripita, mi pubis... hasta alcanzar mi coño que empezó a devorar con todas las ganas, haciéndome temblar al sentir esa lengua y esos labios rozándome continuamente, sacándome uno y mil gemidos, algún grito, incluso.

-          ¡Dios, David, qué gusto, me matas! - suspiraba yo entrecortadamente.

Esa lengua dibujaba mis labios vaginales, se introducía ligeramente, dibujando mis ingles, mientras sus manos seguían acariciando mi culo y la mezcla del agua, el jabón y esa lengua maldita que se apoderaba de mi botoncito, me corrí como una loca, agarrándome entre temblores a los hombros de David y gritando como una posesa.

Tras ese maravilloso orgasmo, mi hermano se reincorporó, agarrando su enorme y dura polla delante de mí... sin que yo pudiera dejar de mirarla, luego le miré a los ojos, cuando me dijo.

-          ¿No quieres probar tú ahora?

-          Dios, David... - dije asustada y excitada.

-          Lo sé, no podemos follar, pero nadie ha dicho que no puedas probarla con tu boca.

Por un momento pensé en mi amiga Tamara, en qué haría ella en una situación como esa y entonces imaginé que estaría arrodillada ahí, frente a ese tótem para devorarlo como si no hubiese un mañana y eso es precisamente lo que hice, me agaché para quedar acuclillada delante de esa enorme polla, retiré su mano y empecé a pajearla con mi propia mano. Al momento mi lengua rozó su glande, era duro, terso con un sabor atrapante... y volví a pasar mi lengua alrededor, mirándole a los ojos, que él cerró cuando sintió ese contacto.

-          ¡Uf, Raquel! - digo acariciando mi cabeza.

Mi boca hizo una succión a ese glande que rebotó ante mí, lo mismo que el cuerpo de mi hermano y luego mi lengua fue dibujando todo el tronco, hasta llegar a sus huevos, que metí alternadamente en su boca, sintiendo su tersura y casi no me cabían en la boca, pero logré meterme ambos, para luego volver a subir con  mi lengua y empezar a mamársela con ganas, hasta donde me permitía pues mi boca casi no abarcaba su anchura y su largura solo me permitía llegar hasta la mitad, aun así, David no pudo aguantar mucho tiempo esos movimientos y dándome un toque en la cabeza me avisaba de su incipiente corrida, que en cuanto saqué la boca, se convirtió en una cascada de leche que fue impactando sobre mi cara, sobre mi ceja, en mis labios, en mi cuello y mis tetas...

-          ¡Joder, cómo la chupas hermana! - dijo terminándose de correr, con el ultimo hilillo de su semen colgando de la punta que rápidamente recogí con mi lengua y me tragué.

Terminamos de ducharnos en silencio, compartiendo caricias, enjabonándonos mutuamente y un rato después estábamos en la barra de la cocina, cenando y hablando de otras cosas, como si realmente nada de aquello hubiera pasado entre nosotros, aunque eso sí, lo hicimos desnudos, algo que empezaba a ser menos chocante, teniendo en cuenta todo lo sucedido.

-          Oye, David, el viernes no me esperes a cenar. Tengo fiesta. - le dije en un momento de nuestra conversación.

-          ¿De tu empresa?

-          Si, porque trasladan a mi jefe.

-          Vaya. - dijo él.

-          ¿Ocurre algo?

-          No, nada, mujer, pero yo había pensado en una cena especial, porque precisamente el viernes no trabajo.

-          Qué pena... - le dije acariciando sus dedos con los míos.

-          Bueno, otra vez será... Aunque ¿no podría autoinvitarme a esa fiesta? Así conozco a tus compañeros.

Por un momento pensé en mi plan de follarme de una vez por todas a Richard, mi jefe y eso se podría desbaratarse si me acompañaba David a la fiesta.

-          No, nada, olvídalo, Raquel, ya veo que no es buena idea.

-          No, no, David, puedes venir... así te presento a mi equipo. Me hace ilusión presumir de hermano.

-          ¿En serio?

-          Qué si, David, de verdad. Ven a la fiesta. - añadí sonriente.

-          Genial, gracias hermanita. Para mí será un placer acompañar a un bomboncito como tú.

-          ¡Que tonto eres! - le dije dándole un manotazo.

No dejé de dar vueltas durante la cena, todo lo ocurrido en esa noche, ni me acababa de creer haber sentido la lengua de mi hermano haciéndome la mejor comida de coño de mi vida, ni que yo se la hubiese chupado a él, hasta hacerle correr sobre mi cuerpo desnudo... ¡Joder, tanto tiempo sin sexo, me debió nublar la mente!, tenía que parar aquello y si al llevar a David a la fiesta me iba a calentar demasiado, eso tendría que ayudar a decidirme a tirarme al jefe de una vez por todas, follarme a un tipo que no fuese mi propio hermano y sacar de mi atormentada cabeza a David.

Mis conversaciones posteriores con mi amiga Tamara no me ayudaron demasiado, tras contarle lo sucedido, no al menos a lo que yo pretendía, que ella me aconsejase, como amiga, que intentase buscar otro hombre que no fuera mi hermano, sin embargo, ella me incitaba a lo contrario, y no paraba de repetirme “tírate a tu hermano de una maldita vez”. Llegué a discutir con ella por ese motivo, pero lo cierto es que siempre me dejaba llena de dudas.

A la noche siguiente David llegó con una de sus clientas a casa, pero esta vez no salí de mi habitación, porque no quería ver la cara de esa chica, curiosamente, empezaba a sentir celos de esas mujeres que tenían a mi hermano y que yo no podía catar o, mejor dicho, no debía o no quería... mi cabeza daba vueltas pensando en eso.

A la mañana siguiente me encontraba desnuda en la cocina, preparando el desayuno y el cuerpo de David, igualmente desnudo, se volvió a pegar a mi espalda.

-          ¡Hum, hermanita como te quiero! - me dijo abrazándome, haciéndome sentir esa dureza de nuevo rozando mi culo mientras sus potentes brazos abarcaban mi cintura, al tiempo que jugueteaba con mis tetas, con esa naturalidad de siempre.

-          Yo también a ti, David. - Respondí, dándole un piquito.

-          Qué pena que no me dejes estar dentro de ti. - añadió al tiempo que su mano se coló entre mis piernas y empezó a tocar mi coño que se humedecía a toda prisa entre sus dedos.

-          David, para, por favor... - le dije empujándole con mi culo y él se separó pues me veía alterada.

-          ¿Estás enfadada? - me preguntó.

En realidad, lo estaba conmigo misma, por no haber parado todo aquello a su debido tiempo, pero él mismo me puso en mi sitio, al saber cuál era la verdadera razón.

-          ¿O es que estás celosa por la chica que vino anoche?

Me volví y tardé un rato en reaccionar, mirándole a los ojos, pero al fin solté.

-          ¡Qué tonterías dices, David! ¿Cómo voy a estar celosa, si eres mi hermano?

-          No sé, pensaba que eso podría molestarte... ¿De verdad que no te importa que me folle a un montón de tías?

-          Para nada, tú puedes hacer con tu vida o tu trabajo lo que quieras... si es lo que te gusta. - afirmé secamente.

Por un momento David guardó silencio, mientras yo pensaba que tenía toda la razón, estaba celosa, por mucho que me pareciese absurdo.

-          ¿Sabes lo que a mí me gustaría? - me preguntó acariciando mi culo.

-          No...

-          ¡Follarte, Raquel!

Sus palabras me ponían a mil, yo estaba demasiado sensible a cualquier cosa, pero en el fondo yo también lo deseaba, pero lo borraba de mi mente una y otra vez.

-          Sabes que eso no puede ser. - respondí seria.

-          Sí, ya se... somos hermanos. - añadió recitando esa cantinela repetitiva, separándose de mí, algo mosqueado por tanto rechazo por mi parte.

Luego entendí que a David no había ninguna mujer que se le resistiera y en cambio yo, le rechazaba en eso que él se empeñaba en culminar conmigo y que a mí me seguía pareciendo una barbaridad.

Era jueves, a un solo día de la fiesta que íbamos hacer en la oficina y todavía seguía dándole vueltas en la cabeza por haber invitado a mi hermano porque en el fondo pensaba que era una idea malísima, primero porque quería poder olvidarme de lo que él me hacía sentir cada día e incluso con solo acordarme de cómo se follaba a otra chica a la vez que me miraba o las veces que nos habíamos tocado y saboreado mutuamente. Y, segundo, lo más importante, no quería distraerme de mi objetivo de conquistar a mi jefe hasta conseguir que cayera rendido a mis pies y poder echar un polvo con él definitivamente. Eso era lo único que necesitaba.

Pero el mayor motivo por el que no quería que David fuera conmigo a la fiesta, era porque iba a sentirme fatal, ya que estaba empezando a notar celos cada vez más fuertes de cada una de las mujeres que llegaban a casa cada noche, tocaban su cuerpo, follaban con él.... y la sola idea de ver que pudiera intentar ligarse en la fiesta a las zorras de mis compañeras, porque sabía perfectamente que él podía conseguir a la que quisiera, me alteraba demasiado y mis celos se acrecentaban.

En el trabajo, volví a cruzarme en varias ocasiones con Richard, mi jefe y me fui poniendo más melosa y sensual que de costumbre, algo que parecía funcionar, pues las miradas de él se hacían cada vez más intensas y sabía que le tenía en el bote, así que, una vez finalizada la jornada, recogí las cosas del trabajo y me fui directamente de tiendas para buscar mis mejores armas, tanto por fuera, con un vestido sexy, como por dentro, con una bonita lencería que sorprendiera a mi jefe.

Una vez en la calle, recorrí casi todas las tiendas pijas de la zona, descubriendo las marcas de lujo más exclusivas de Nueva York, con algunos precios realmente prohibitivos, pero no escatimé en gastos, pues era muy importante para mí, cumplir mi plan de tener sexo con mi jefe en esa fiesta. Elegí entre varios vestidos carísimos y me quedé con uno negro con transparencias. Luego entré en una de las tiendas de lencería más famosas de la ciudad y allí me quedé asombrada mirando esos conjuntos que solo había podido ver en alguna revista, con precios desorbitados, algunos que superaban mi presupuesto de ropa de todo un año. Miré absorta por todas las estanterías, vitrinas, perchas etc.… enamorada de cada uno de esos conjuntos hasta que encontré uno que llamó mi atención desde el primer momento. Se trataba de un sujetador de encaje de color cian con un tanga a juego, con sus ligeros y medias, conjuntados. Lo cogí y fui derecha hacia el probador. Me desnudé frente al espejo y me dije a mi misma que por fin este cuerpo iba a tener su recompensa final.  Me coloqué esa finísima lencería y pude comprobar lo bien que me quedaba, resaltando mis atributos y mostrándome más sexy que nunca con ese conjunto, pues hacía que todo fuese más sugerente. Me volví a mirar frente al espejo, girando sobre mí misma, pero no pensé en la cara de Richard, sino que lo primero que vino a mi mente era qué pensaría mi hermano cuando me viera con este conjunto puesto o a sus manos deslizándose por mi cuerpo para quitármelo y comprobar lo mojada que me tendría. Solté una pequeña carcajada y me decidí a llevármelo a pesar de su precio.

Cuando llegué a casa y abrí la puerta de nuestro piso me vino un agradable olor a comida, así que entendí que mi hermano no había salido y curiosamente me metí en mi cuarto antes de saludarle para que no viese las bolsas de ropa con lo que había comprado. Luego regresé a la cocina, siguiendo ese aroma a de verdura y marisco, fijándome que estaban los platos servidos, con dos copas de vino blanco y una rosa en un pequeño jarrón. Al acercarme, esperaba ver desnudo a mi hermano, sin embargo, llevaba unos vaqueros ceñidos y una camiseta que le quedaban francamente bien. No niego que me desilusioné de no verle despelotado, pero, por otro lado, mi hermano, vestido, está también para comérselo.

-          Hola hermanito, creía que no estarías - dije sentándome en uno de los taburetes de la isla de la cocina.

-          Ah, hola Raquel, ¿ya estás aquí?  Hoy terminé yo pronto. - dijo volviéndose sonriente para verme.

Sentí un pequeño nudo en el estómago, cuando dijo haber terminado pronto, sabiendo que seguramente otra de sus clientas hubiera estado en el piso y se la habría follado de mil maneras, lo que volvió a hacerme sentir, irremediablemente, una tremenda envidia y celos... pero más envidia al ver que tenía preparada una cena quizás para meter horas extras con otra.

-          Sí, ya veo que tú tienes visita. ¿Alguna de tus clientas selectas? - pregunté, pues parecía además una cena romántica.

-          No, esperaba a alguien muy especial. - respondió sonriente.

-          Ah, vaya.

En ese momento sentí más celos incluso, con la idea de que más que una clienta, fuese un ligue serio, que lógicamente no debería importarme en absoluto, sin embargo, no podía evitarlo.

-          ¿Y quién es la afortunada? - pregunté intrigada.

-          ¡Tú! - dijo echando sobre los platos ese salteado de verduras y marisco.

-          ¿Yo?

La sonrisa de mi hermano, acompañado de esa mirada cariñosa, me dejó totalmente sorprendida.

-          Vaya y esto ¿a qué se debe? - dije notando como ese nudo se convertía en un calor que inundaba todo mi cuerpo.

-          Porque te quiero, hermanita. Y te mereces esto y más. Porque eres muy buena.

-          ¿Yo soy buena?, pero si eres un cielo, David.

-          Ya, pero te estoy presionando y no quiero que estés incómoda ni nada de eso.

-          ¿Por eso no estás desnudo?

-          Claro, entre otras cosas. Prometo no presionarte con eso de querer follarte. Lo he pensado y creo que tienes toda la razón, tú y yo no podemos hacer eso...

De algún modo, ese cambio de actitud de David debía aliviarme y, sin embargo, me sentí rara otra vez, porque no era lo que deseaba oír, casi echaba de menos esa obsesión de mi hermano por querer taladrarme con su trabuco, de vernos desnudos continuamente, de sentirme alentada por mi amiga a dar ese paso y saber lo que debería sentirse al tener su polla en mi interior... y ahora todo eso, parecía desvanecerse.

-          Te has quedado muy seria. - me dijo al ver mi cara de asombro y en cierto modo, de desilusión.

-          No, no es eso, pero me había acostumbrado a lo de verte desnudo...

-          Bueno, eso no tiene por qué cambiar, ni que yo siga obsesionado con tu cuerpo.

-          David, ¿Estás obsesionado con mi cuerpo? - pregunté notando mis pezones endurecerse.

-          Bueno sí... quiero decir que me encanta verte desnuda, abrazarte. Cuando sentí tus dedos pajeándome, cuando pude chupar tu coñito delicioso o cuando me la chupaste tú a mí, nunca había sentido nada así. Eres maravillosa

-          Anda ya, David, si has estado con cientos de mujeres. - respondí, pero sin poder evitar que se humedecieran mis braguitas.

-          Te aseguro que con ninguna he sentido lo que siento contigo.

Otro silencio largo entre los dos en el que yo no dejé de rememorar esos momentos que él comentaba, de cuando pude sentir su polla aprisionada entre nuestros cuerpos desnudos, la forma en que él me comió el coño y de qué manera hizo que me corriera, ni cuando yo tuve la suerte de chupársela a él. Desde luego nunca me comí nada tan grande y tan increíble.

-          ¿Ves? Ya te estoy incomodando. - comentó él.

-          No, para nada David, es que eso mismo sentí yo.

-          ¿De verdad?

-          Nunca me había excitado tanto con alguien como contigo. - añadí nerviosa por esa confesión dándole un buen trago a mi copa de vino.

-          Oh, vaya... dijo él muy sonriente.

El resto de la cena transcurrió con cierta normalidad, porque ninguno de los dos añadimos más, aunque si nos quedamos pensativos en varios momentos, pero en el fondo yo pensaba que estábamos haciendo lo acertado.

Una vez que recogimos todo, nos dimos las buenas noches, con un abrazo más de hermanos y dos besos, yéndonos cada uno a nuestras respectivas habitaciones. Volví a pensar en que me hubiese gustado más el beso de otros días, ambos desnudos, pero volví a decirme una vez más que no, que debía borrar eso de mi mente. Agotada de ese día de trabajo, compras y muchas sensaciones, me quedé dormida enseguida.

Por fin, ese viernes a tan solo cuatro horas para que comenzara la fiesta estaba super nerviosa porque aún le estaba dando vueltas a todo y porque no sabía cómo actuar allí con mi hermano y me jefe cerca, así que volví a llamar a Tamara para que me ayudase, quien contestó de inmediato mi llamada, aunque ya presuponía lo que me iba a decir.

-          Hola puta, ¿nerviosa? - fue lo primero que me dijo con su vacile de siempre.

-          Dios, se me a salir el corazón de los nervios que tengo. - respondí.

-          Pues no veo por qué lo estas.

-          ¿Cómo que no, Tami? Tengo que estar preparada para ligarme a mi jefe de una vez por todas.

-          Estás realmente necesitada de una buena polla.

-          No lo sabes bien.

-          ¿Quieres que sea sincera?

-          Claro.

-          Pues yo soy tú y pasaba de la fiesta esa. Me montaba mi propia fiesta con el bombón que tienes en casa y que le den a los pijos esos.

-          ¿Otra vez con eso, Tamara? Sabes que no puedo hacerlo, tía. Además, lo hemos hablado David y yo.

-          ¿Lo habéis hablado?

Tras relatarle a mi amiga, la cena con mi hermano y en la que dejamos claro lo que debíamos hacer cada uno, ella parecía estar disgustada.

-          De verdad, que flipo contigo. - decía mi amiga algo disgustada.

-          Joder, por fin David se ha dado cuenta, Tami.

-          Pero parece que la que no te das cuentas eres tú, de que eso no es verdad - decía muy segura mi amiga.

-          ¿No es verdad? - hice la pregunta, pero en el fondo yo misma me estaba mintiendo.

-          Sabes que no. Pero mira Raquel, no paras de decirme lo mismo una y otra vez, pero no sé si es para convencerte a ti misma o a mi porque sabes que tarde o temprano caerás, porque te mueres de ganas.

-          ¡Tami!

-          Raquel, vamos a colgar y te dejo que te prepares para esa fiesta a la que no quieres ir, pero bueno, fóllate a tu jefe si quieres, pero de verdad tía, no lo pienses más y ríndete ya. Tu hermano y tú os deseáis demasiado.

Cuando Tamara me colgó terminé de peinarme y maquillarme. Luego me puse esa lencería carísima que transformaba todo mi cuerpo haciéndolo más voluptuoso y a continuación el vestido que me hacía parecer muy sexy frente al espejo.

En ese momento llamaron a la puerta de mi dormitorio

-          Pasa, David. - dije cuando me estaba poniendo los pendientes, pero al no recibir respuesta, me giré.

Mi hermano se había quedado paralizado en la puerta admirando mi atuendo. Yo también me fijé en él, estaba impresionante con chaqueta y corbata, podría ser cualquiera de esos modelos que salen en los anuncios, por lo que volví a mojarme del tirón, de tal forma, que sentía la humedad en mi tanga nuevo y llegué a pensar si tendría que coger una muda de ropa interior o quizás olvidarme definitivamente de la fiesta y hacer la nuestra en casa, como me proponía mi amiga.

-          ¿Qué pasa hermanito, no te gusta cómo voy? - le pregunté al ver que no reaccionaba.

Pude ver como asentía y tragaba saliva a la vez que me escaneaba de arriba abajo. Sin duda ese vestido era especial, por su forma, por ceñirse a mis curvas y por ese escote largo que ofrecía un generoso canalillo, en donde mis tetas parecían querer salirse, todo ello unido a que la tela era muy fina, con transparencias muy bien ubicadas, sin mangas y con aberturas en los costados de mis muslos, dejando a la vista mis medias y parte del liguero, además de resaltarlo todo con mis zapatos de tacón.

-          ¡Joder hermana, estas tremenda! - soltó y me pareció notar el bulto en su pantalón.

-          Gracias guapo, tú también lo estas. - le dije admirando su cuerpo fornido, imaginándolo desnudo bajo ese traje.

Una vez que salimos de casa y nos metimos en el ascensor, volvimos a escanearnos, incluso a los ojos, en una mirada que parecía pedir a gritos comernos allí mismo. Sin embargo, me armé de valor y solo me agarré a su cuello para darle un par de besos en las mejillas, pero me sorprendió de nuevo el bulto que esta vez no parecían suposiciones mías. Mi hermano se había empalmado viendo mi vestido y eso que no había visto lo que había debajo.

Todavía estaba nerviosa, cuando llegamos a la fiesta y una vez allí pude comprobar que estábamos casi todos los empleados de la empresa, que se quedaron bastante sorprendidos al verme vestida de aquella manera tan diferente a mi traje de chaqueta habitual, pero lo que más me llamó la atención es que todas las mujeres giraron la cabeza en dirección a mi hermano que estaba justo detrás de mí. Mi nerviosismo se calmó un poco, porque en el fondo estaba orgullosa de ir en compañía de David, que sin duda causaba tanta sensación, entonces me agarré a su brazo y me fui hacia Richard, mi jefe al que presenté.

-          ¿Así que tú eres el famoso Richard? - preguntó David a mi jefe, logrando que yo enrojeciera pues resultaba incómodo que creyese que le había hablado tanto de él.

-          Pues sí. Encantado, David. - contestó el otro estrechando la mano de mi hermano, pero a la vez escaneando mi escote y mis piernas, algo que allanaba mi terreno para llevármelo al catre o a donde fuera.

Un camarero de la empresa de catering, que también se quedó hipnotizado con mi canalillo, nos sirvió una copa de vino a David y a mí.

-          Bueno hermanito, diviértete, ¿vale? - le dije chocando su copa.

-          Lo mismo digo, guapa.  - añadió acariciando suavemente mi cintura, yendo cada uno por su lado.

Estuve charlando con varias de mis compañeras, que no paraban de alabar las virtudes de mi hermano, que lógicamente no hacía falta, porque eso lo había comprobado de primera mano y eso que ellas no habían visto lo mejor.

Al principio, tras las presentaciones y después de un breve discurso de nuestro jefe como despedida, un Dj contratado, puso algo de música y las copas fueron corriendo como la espuma, hasta que casi había perdido de vista a David, por lo que me arrimé más de la cuenta a Richard, que agradeció tenerme tan cerca, repitiéndome en varias ocasiones que estaba muy guapa, algo que me alentaba a agarrarme a su brazo, rozarle más de lo normal y a pegarle las tetas contra su espalda, de forma aparentemente accidental, pero siempre con la jugada bien calculada, sin embargo, estaba loca por buscar a David, que iba de corrillo a corrillo de mis compañeras que se acercaban, emocionadas, para que él las atendiera, siempre con su galantería y por supuesto atrapadas por su belleza y ese cuerpazo, hasta que vi que una de ellas, mi compañera Jennifer, bailaba delante de él, con una copa en la mano y restregando su culo en plan “twerking” contra el paquete de él.

Richard me hablaba, cada vez más embelesado en mis labios rojos y en mi escote y yo en cambio, debía estar concentrada en eso, sin embargo viendo a la despampanante Jennifer intentando camelarse a mi hermano, estaba más a aquello que a la propia conversación con mi jefe y sentí un nuevo ataque de celos, ya que pensaba que mi compañera se lo iba a follar antes que yo y aunque me negaba con la cabeza a mí misma, una y otra vez, que eso no debería importarme y que tendría que  dejar de  torturar mi mente, más todavía, pero cuando las manos de David jugueteaban en la tripita de la chica, mientras ella no dejaba de restregarse como auténtica zorra, dejé tirado a mi jefe y me dirigí apresuradamente hacia ese grupo en el que estaba mi hermano bailando y medio magreándose con Jennifer, cogí una copa de champan que llevaba el camarero que me bebí de un trago a la vez que agarré a unos de mis compañeros de contabilidad, que se quedó flipado al verme tirar de su mano, y llevándole hasta ese grupo, me puse a bailar del mismo modo que hacía Jennifer con mi hermano, algo que hizo que David dejase de reírse por un momento, para mirar serio que era yo la que me restregaba contra ese pobre hombre, al que prácticamente había visto muy pocas veces por la oficina, pero que parecía tan feliz al ver que una compañera veinte años menor, jugueteaba con su bulto restregando mi culo como una perra en celo.

David iba transformando su cara, de serio a irritado, sobre todo cuando mi compañero, más animado, dibujaba mis curvas y empezó a subir peligrosamente sus manos por los costados hasta rozar mis tetas, momento que David soltó a la chica y comenzó a oscurecer su mirada en señal de claro enfado. No pensé que podría importarle tanto, pero de pronto sentí que él tiraba de mi mano, bruscamente, llevándome a la salida.

-          ¿Qué coño haces David? - le increpé.

-          Te llevo a casa, Raquel. - respondió él secamente.

-          ¿Por qué? Si me lo estaba pasando muy bien.

-          Por eso mismo. Creo que has bebido demasiado. - dijo en tono autoritario.

-          Oye David, eres mi hermano menor, no papá... - intenté decirle.

-          Vamos a casa y punto.

Apenas podía despedirme de nadie y fue el propio Richard, que parecía echarme de menos el que se acercó hacia nosotros antes de que abandonásemos la oficina.

-          ¿Todo va bien? - preguntó mi jefe.

-          Sí, es que mi hermana está algo mareada. - le comentó David.

En cierto modo no niego que fuese verdad, además de mareada estaba algo cachonda con la situación, incluso me agarré de la corbata de Richard, para darle un piquito a modo de despedida.

-          Gracias por todo Richard, ha sido un placer trabajar contigo. - añadí mientras mi hermano tiraba de mi mano hacia fuera.

-          Yo... Raquel... - intentaba sujetarme con la otra Richard, hasta que se cerró la puerta tras nosotros.

En la escalera solo se oían mis tacones caminando a toda prisa hacia los ascensores, pues mi hermano seguía tirando de mí con premura.

-          David, ¿qué está pasando? - dije parándole yo en esa ocasión hasta que quedamos enfrentados en medio del pasillo.

David me miró a los ojos, recorrió toda mi cara y luego perdió su vista en mi escote.

-          Estoy defendiendo a mi hermana de los buitres. - dijo.

-          Jajaja....

-          ¿Qué pasa?

-          No pensé que tuvieras esos pensamientos tan anticuados. Que seas mi hermano no te da derecho a mandar sobre mí. Además, yo soy mayor... en todos los sentidos.

-          Para empezar, no eres mayor, Raquel, y sí, es cierto que no puedo mandar sobre ti. - añadió mirando de nuevo a mis tetas - en realidad, Raquel, no quiero que nadie te toque... nadie más que yo. -añadió, dejándome totalmente bloqueada.

Tardé en moverme, mientras mi hermano me miraba fijamente hasta que yo le comenté:

-          Pero, David, recuerda, tú y yo no podemos, lo hemos hablado.

-          Si que podemos, Raquel y tienes dos opciones, volver a la fiesta y follarte a ese gilipollas de Richard o venirte a casa conmigo.

-          Pero, David...

-          Además, hay una sorpresa esperándote en casa.

-          ¿Una sorpresa?

David sabía que me encantaban las sorpresas y no podría negarme a eso, pero por otro lado veía desaparecer mis opciones de follar esa misma noche... Miré a mi hermano, que me miró casi rogándome en un gesto que me recordó a cuando apenas era un crío y yo no le daba el capricho que se le antojaba.

-          Está bien, David, vamos a casa, te quedas allí y luego regreso yo sola a la fiesta ¿vale? – dije, siendo yo esta vez la que tiraba de su mano.

-          De acuerdo. Después de la sorpresa, decides.

Por el camino me despejé bastante antes de coger un taxi y regresar a la zona del rascacielos en donde vive mi hermano y en el trayecto en el ascensor, me dije a mi misma, que había conseguido que la zorra de Jennifer no se lo tirase, por lo que debería estar contenta de no haber seguido en la fiesta con David, por mucho que complicase mi plan de follar esa noche.

Cuando David abrió la puerta de casa, me di cuenta de que las luces estaban encendidas y se lo comenté.

-          Te has dejado las luces, David.

-          Tú pasa. - dijo él, casi empujándome.

Cuando llegamos al salón casi me caigo de espaldas: Sentada en un sofá y mirándome sonriente, estaba mi amiga Tamara vestida con una de mis camisetas de baloncesto.

-          ¿Tami? - dije quedándome alucinada al verla allí.

-          Hola guapa. - dijo ella levantándose de un salto para venir corriendo y darme uno de sus reconfortantes abrazos.

-          Pero... ¿Qué coño haces aquí?- dije sosteniendo sus manos y separándola de mí, sin creerme que ella estuviera ahí delante.

Después miré a David, que sonreía, pues estaba claro que lo sabía todo.

-          Ya te dije que tenías una sorpresa. - añadió el levantando las cejas y una gran sonrisa.

-          ¿Pero esto? - intenté entender algo, pero fue la propia Tamara, la que intentó explicarme.

-          Vengo a apoyarte, Raquel, amiga mía. Se que le estás dando demasiadas vueltas a la cabeza, pero he tenido que venir desde España para darte el empujón definitivo.

-          ¿Empujón? - pregunté sin entender nada.

CONTINUARÁ...

Laura & Sylke