Hermanos (Capítulo 3)

Desde que me fui a vivir con mi hermano se multiplicaban las sensaciones en mi cuerpo, además, mi sequía sexual y la incitadora de mi amiga, no ayudaban en absoluto a rebajarlas.

CAPÍTULO 3

Al escuchar la voz de mi hermano, apareciendo de pronto en mi habitación, me llevé un gran susto lo que provocó que pegara un salto y sacara mis manos de mi cuerpo y cogiera rápido la colcha para taparme totalmente avergonzada, no sin antes comprobar mirando hacia la puerta a mi hermano desnudo apoyado en el marco de la puerta con una semi erección.

-          ¡Joder David, que susto! - dije muerta de la vergüenza por la pillada de mi hermano.

-          Venga Raquel no tengas vergüenza que desnuda ya te he visto.

-          Ya, pero yo...

-          También es normal masturbarse. - añadió acercándose lentamente hasta mi cama.

-          No estaba masturbándome. - respondí seria, mintiendo y de nuevo alterada con ese cuerpo desnudo delante en el que destacaba una verga divina en semi erección.

-          Yo diría que sí. ¿Por qué no te quitas la colcha? - insistió.

-          Vale sí, lo estaba haciendo, pero me da palo que me pilles.

-          Pues a mí no me da sino al contrario. Es muy excitante ver una mujer preciosa como tú masturbándose.

-          Bueno es que tú eres diferente y yo soy más reservada para estas cosas. Además, soy tu hermana - repetí con la frasecita de siempre, que para mí era un obstáculo, aunque no parecía tanto para él.

Seguía mirando a mi hermano a la cara y veía su sonrisa traviesa cuando agarró la colcha de repente para tirar de ella y dejarme desnuda ante él. Yo inmediatamente tapé mi coño con las manos, pues aún tenía metido el pequeño vibrador.

-          ¿Qué es eso? - me dijo, al ver que yo intentaba ocultar mi juguetito.

-          Nada...

-          ¿Cómo que nada?

De pronto David intentó retirar mi mano de mi coño, pero yo aguantaba mi pequeño consolador entre mis manos, cubriéndome como podía y me giré poniéndome boca abajo, pues me sentía avergonzada, rara, como si estuviese descubriendo que me masturbase pensando en su polla utilizando el pequeño aparato como un simulador.

Mi hermano, lejos de rendirse, se echó sobre mí, de la misma manera que hacíamos cuando él era un niño, jugando a hacernos cosquillas hasta conseguir su propósito y que me rindiera, con la gran diferencia de que en ese momento ambos estábamos desnudos y yo tenía en mi coño un pequeño vibrador juguetón. Sentí inmediatamente el calor de su pecho sobre mi espalda y como su polla se apoyaba entre mis glúteos, mientras con sus manos intentaba retirarme las mías, para destapar lo que yo ocultaba, en un continuo forcejeo que provocaba que su cuerpo se rozase cada vez más sobre el mío y que notara como esa polla iba creciendo y creciendo, a medida que David me hacía cosquillas, me pellizcaba las tetas, para que yo soltara mi juguete, hasta que su enorme verga se puso totalmente dura. La podía notar rozándose, aplastándose entre nuestros cuerpos, embadurnándose en mi espalda sobre mi culo y los movimientos de él se hacían cada vez más intensos, en ese juego entre hermanos de querer quitarme de la mano algo que yo no quería mostrar, pero lógicamente, él estaba más fuerte que yo y logró tirar de mi muñeca hasta que pudo ver entre mis dedos el pequeño juguete rojo.

-          Vaya. Eso era lo que escondías, ¿eh? - preguntó tocando con la punta de sus dedos el vibrador empapado con mis jugos.

No sé cómo pasó, pero entre el forcejeo de su cuerpo sobre el mío, la postura o la excitación, pero esa enorme polla se fue ubicando entre mis glúteos, apoyada contra ellos, mirando hacia abajo y pude notar el calor de ese duro tronco recorriendo todo ese canalillo que separaba mis posaderas, rozando mi perineo y llegando a ubicarse entre mis labios vaginales que parecían temblar con ese contacto de algo tan duro y caliente. De repente, ambos nos quedamos quietos. Tan solo podían escucharse nuestras respiraciones agitadas con tanto juego y yo notaba mis latidos ahí abajo, pero creo que notaba incluso los de él, cuando esa cabeza de su polla se apoyaba sobre mis labios vaginales que parecían querer invitarle a entrar. Ambos estábamos tan lubricados que la punta se metió sin dificultad, apenas uno o dos centímetros, pero todo mi cuerpo tembló de repente, haciendo que el calor de su polla se empezara a sentir en mi propio sexo, en un placer indescriptible, siendo abrazada por sus potentes brazos, sintiendo todo su cuerpo adherido al mío y esa polla a punto de traspasar la puerta prohibida, pero entonces tuve algo de sentido racional y no sé cómo, me deshice de su abrazo, me levanté de repente de la cama, de un salto para contemplar a mi hermano desnudo, aturdido, como yo, totalmente desnudo y con una erección descomunal, con esa polla embadurnada de mis propios fluidos apuntando al techo.

-          ¡David, por Dios! - dije y salí corriendo asustada de mi habitación en dirección a la cocina.

Mi hermano salió detrás de mí y cuando me giré aun pude ver su perfecto cuerpo y su polla tiesa balanceante que avanzaba hacia mí.

-          Perdona, Raquel, ¿estás bien? - me dijo acariciando mi cintura con dulzura.

-          Sí, me voy a hacer una tila, que estoy muy nerviosa. - dije apoyándome en la encimara para alcanzar los sobrecitos con las infusiones.

De nuevo el cuerpo fornido de mi hermano me abrazó por detrás pasando sus fuertes brazos bajo mis pechos, elevándolos, al mismo tiempo que su enorme polla se ubicaba de nuevo entre mis glúteos, aunque esta vez mirando hacia arriba.

-          Lo siento Raquel, espero no haberte incomodado. - se disculpaba al tiempo que su cuerpo se quería unir más al mío.

-          No, no pasa nada, es que sentí algo extraño...

-          ¿Extraño? Yo diría que muy familiar, jajaja...

-          Calla, tonto, que estoy temblando.

-          Bueno, no ha pasado nada, Raquel. - añadió él, rozando con sus antebrazos mis tetas, haciéndome cerrar los ojos presa de gusto, al mismo tiempo que empujaba con su pelvis y su polla se estiraba apoyada en el canalillo de mis glúteos. La notaba durísima y parecía interminable.

-          Ya, pero casi pasa, David...

-          A ver, ya sé que me vas a decir que somos hermanos y todo eso, pero ante todo somos un hombre y una mujer, que necesitan desahogarse... es algo físico.

-          Bueno, ya pude escuchar que tú tenías buena compañía para desahogarte.

-          Ya, ¿se nos oyó mucho? - me preguntó en un susurro, retirando mi pelo hacia mi hombro y posando sus labios en mi clavícula.

-          Pues sí, bastante. No fuisteis discretos, precisamente.

-          Es que mi chica es muy escandalosa.

Me giré de repente para quedar frente a él. Supongo que él quería disimular, pero la mujer me había aclarado que no era precisamente “su chica”.

-          Algo mayor, tu chica. ¿No? - dije seria.

-          Bueno, sí... Me gustan mayores, así, como tú. - dijo él disimulando, al tiempo que volvía a pegarse a mi cuerpo, haciendo que su enormidad de polla descansara sobre mi tripita y mis tetas se aplastaran en su tableta de abdominales.

-          Serás cabrón... - dije dándole un codazo en el costado, pero él se pegó más a mí, abrazándome con fuerza.

Era complicado realmente complicado para mi cuerpo no excitarse por mucho que intentase mi mente llevar las riendas a otro lugar.

-          ¿David puedo hacerte una pregunta y serás sincero?

-          Si, por su puesto

-          ¿Desde cuando eres un chico de compañía?

Mi hermano se quedó paralizado y se mantuvo callado unos instantes, pero luego confesó.

-          Joder, Raquel, ahora sí que me has pillado tú ¿Cómo te has enterado? - me dijo separándose de mí.

Su enorme polla quedó balanceante delante de mí. Se la veía tan bonita, tan morbosamente atrayente...

-          Me lo dijo tu chica. - dije sonriente haciendo inciso en lo de “tu chica”

-          Vaya... pues sí, desde hace cuatro años.

-          ¿Y te gusta hacer eso?

-          Al principio lo hice casi por necesidad... pero ahora, que me permito el lujo de escoger a mis clientas, lo hago por puro placer y ya ves que me va bien, porque son de alto nivel.

-          Ya veo. - añadí, volviendo a dirigir mi vista a su polla.

-          ¿Te molesta? - me preguntó él.

-          ¿Qué seas un chico de compañía? No sé, creo que no. Supongo que, si tienes esa suerte de elegir, es un trabajo como otro cualquiera, bien remunerado y en el que lo pasarás bien.

-          Desde luego. ¿Y te puedo hacer yo a ti otra pregunta?

-          Si, claro

-          ¿me dejarías masturbarte y tú haces lo mismo conmigo?

-          ¿Cómo? ¿Se te ha ido la cabeza, David?

-          Me has oído... y no me vengas con el rollo de lo de hermanos.

-          David, yo...

-          Vamos, te apetece, hazlo. - dijo a modo de orden sujetando su enorme verga y apuntándome con ella para que yo misma la atrapase con mi mano.

Joder me había quedado pillada con esa pregunta de mi hermano o más bien con esa propuesta, pero él sin esperar contestación, empezó a acariciar mis tetas, amasándolas despacio, estrujándolas lentamente, pellizcando mis pezones, pasando su mano por mi tripita, dibujando mis caderas y apretujando mi culo para pegarse una vez más contra mí.

-          ¡David, Dios! - dije presa de mis sentimientos encontrados, pero totalmente excitada

-          ¡Contéstame, Raquel! ¿Te gusta?

No salían palabras de mi boca, porque estaba paralizada, pero instintivamente mi mano rodeo su polla por primera vez para notar esa dureza y esa grandiosidad que apenas era capaz de abarcar entre mis dedos. Podía notar ese relieve, la suavidad de su piel y esas venas marcadas. Inmediatamente después los dedos de mi hermano acariciaron mi pubis lentamente, rodeándolo, haciendo círculos y logrando con ello que yo misma quisiera atraparlo, moviendo mi pelvis para que esos traviesos dedos alcanzaran mi rajita de una vez. En ese momento entraron en contacto y sentí como toda mi tensión se diluía para convertirse en un placer por todo mi cuerpo, más aún cuando dos de sus dedos se colaron en mi coño, profundamente.

-          ¡Ah, joder, David! - dije yo, apoyando mi boca en su hombro en un gemido incontenible, aspirando su olor varonil.

-          ¿Te gusta o no? - me dijo mientras yo seguía pajeando y disfrutando de esa enormidad que llegué a dudar si me entraría, pues nunca había tenido nada parecido adentro.

-          Me gusta demasiado... - dije suspirando aun con sus dedos incrustados en mi coño.

Yo pajeaba esa polla tremenda y él hacía lo mismo follándome con sus hábiles dedos y cuando me tenía a punto de caramelo, paró de repente y los sacó, pero yo aceleré el ritmo de mi paja sobre su polla porque era una delicia acariciarla, sentirla palpitar, caliente, gruesa... Le miré con mis ojos abiertos, al igual que mi boca, preguntándole con la mirada, por qué se había detenido. Entonces me pellizcó suavemente los labios vaginales, dándome un gusto tremendo, para luego tocar mi clítoris con la yema de sus dedos haciéndome estallar en un orgasmo grandioso, lleno de luces de colores, de placer infinito que yo exponía en innumerables gemidos.

-          ¡Ah, qué gusto, sí!

La sonrisa de mi hermano era de lascivia total y me afané con mis dos manos pajeando esa polla y aun sobraba, nunca había tenido nada igual y cuando aceleré el ritmo y besé su cuello aquella serpiente mágica, escupió innumerables chorros de leche blanca, que bañaron mi cuerpo, mis tetas, mi tripa y se escurrían traviesos hasta mi pubis...

-          ¡Uf, sí, hermanita, qué ganas tenía! - dijo él, dejándome sorprendida.

Me costó dejar de apretar esa verga dura, que parecía no tener fin, pero me fui al baño para limpiar toda esa leche con la que me acababa de regar mi hermano David.

No salí de mi habitación hasta que oí que él se había marchado, porque en el fondo estaba muerta de vergüenza y volví a hablar con mi amiga Tamara por Whtasapp, explicándole lo que había ocurrido y ella misma me llamó para salir de dudas.

-          Pero, Raquel, eso es fantástico - me repetía ella, una vez que le relaté todo.

-          ¿Qué dices, loca? ¡Nos hemos masturbado mutuamente! - dije yo casi gritando, muy alterada.

-          ¿y.…?, ah ya... lo de hermanos y bla, bla, bla...

-          Joder yo te llamo con mi problema y tú te ríes de mí.

-          ¿De verdad crees que tienes un problema Raquel? ¿No será que tienes todo un regalo en tu propia casa? ¿No te das cuenta de que te ha tocado la lotería?

-          No te entiendo.

-          Hija, pues está claro. Por lo que me dices, todos tus miedos desaparecen en el momento en el que te has enterado de que tu hermano está deseando follarte y creo que cada vez está la cosa más cerca.

-          ¿Pero qué dices? ¡No podemos hacer eso!

-          No apostarás nada. Jajaja...

La dejé con la palabra en la boca y colgué la llamada, algo enfurecida con ella, aunque en el fondo mi amiga me conocía bien y sabía que yo no podría controlar ciertas cosas, pero siempre me repetía a mí misma que eso no podría ser, que era inmoral, loco, una perversión en toda regla, aunque mi cuerpo parecía estar pensando de otra manera.

A la mañana siguiente me desperté de golpe porque me había pasado toda la noche soñando con mi hermano y conmigo masturbándonos como habíamos hecho ayer, pero con la diferencia de que en mi sueño, la cosa iba mucho más allá y David me cogía en volandas y me colocaba encima de la encimera de la cocina y abría mis piernas a la vez que se colocaba de rodillas en el suelo dejando su cabeza a la altura de mi coño y poniendo mis piernas encima de sus hombros para tener mejor acceso de mi centro del placer. Levantó un poco mi cuerpo para fijarme en su cara y lo que vi casi me provoca llegar al orgasmo allí sin ser tocada todavía por él y era a él relamiéndose esos labios perfectos que tiene mientras tenía su mirada clavada en mí.

-          Me muero por probarte hermanita – recuerdo que me decía en ese sueño...

Pero no me dio tiempo contestarle porque en el momento que hablo se lanzó sobre mi clítoris provocando que me gritara de placer y me retorciera sobre la encimera. David siguió degustándome con su lengua a la vez que comenzaba a introducirme sus dedos dentro de mí, cuando comencé a correrme tan fuerte que grite de tal forma que me provoco que me despertara agitada, sudorosa y cachonda.

El sueño había sido muy intenso, se podría decir que casi real... y notaba todo mi cuerpo temblando, así que me levanté corriendo y me fui al baño para darme una ducha, pero fue inevitable que terminara ese placer en una masturbación intensa bajo el agua, rememorando el dichoso sueño.

Una vez duchada y vestida, lista para ir a trabajar, salí del dormitorio, me dirigí hacia la cocina para tomarme un café bien cargado y despejarme, pero al pasar por el dormitorio de mi hermano me fijé que la puerta estaba abierta, aunque él no estaba allí dentro y seguí mi camino con la esperanza de encontrarle desnudo en la cocina, pero sentí una gran desilusión al comprobar que tampoco estaba allí. Se puede decir que estaba empezando a sentir cierta dependencia de ese cuerpo, por mucho que intentara alejar de mi mente lo que consideraba tan fuera de lo normal. Tomándome el café, volví a mirar a esa maldita encimera, la misma en la que en ese sueño, mi hermano David me regalaba una comida de coño brutal. Cogí mis llaves y mi bolso y salí de allí, aunque notaba que mi chochito seguía latiendo. Incluso en el viaje en metro hasta mi oficina seguí rememorando ese sueño, hasta me parecía sentir las manos de David recorriendo todas mis curvas.

Por suerte, en el trabajo estuve tan ocupada que cuando me di cuenta ya era casi la hora de salir, momento que inevitablemente me llevó a volver a pensar en mi hermano, en que podría encontrármele en casa desnudo, algo que hacía que mis pezones se endureciesen, luego intentaba borrarlo de mi mente, pero lo cierto es que estaba deseando llegar a casa, quitarme la ropa, servirme una copa de vino y descansar. Eso de estar desnuda en casa, es algo que nunca había hecho antes y la verdad es que me hacía sentirme libre, incluso más joven, sin miedos ni vergüenzas absurdas y todo eso lo había aprendido gracias a David.

Justo, cuando estaba recogiendo las cosas en mi despacho, mis compañeras Jennifer y Carol, se acercaron:

-          Hola guapa, ¿vas a venir a la fiesta del viernes? - me preguntó Carol.

-          ¿Fiesta? - pregunté sin saber.

-          Sí, mujer es la fiesta de despedida de Richard. Le han destinado a la oficina de Boston.

-          Ah, no me había enterado. - respondí y lo cierto es que nadie me lo había contado.

En ese momento pensé que llevaba más de quince días y todavía no me había follado a Richard, que estaba bastante bueno y además yo notaba que le gustaba. Para colmo, ni siquiera sabía que Richard se iba destinado a Boston y mis posibilidades de follar con él parecían diluirse. Entonces pensé que quizás en esa fiesta, se desinhibiría del todo y podría llevármelo a la cama de una vez por todas, o en todo caso meterle en los baños y echar un polvo salvaje que tanta falta me hacía. Necesitaba follar o me iba a dar algo y aparte de mi hermano David, casi no conocía a ningún otro hombre en Nueva York, porque la mayoría de mis compañeras eran mujeres y el resto menos atractivos.

-          Claro que iré. No me lo pierdo - respondí.

-          Genial, ponte guapa. - comentó Jennifer, guiñándome un ojo.

Me dirigí hacia casa bastante contenta, pensando en qué modelito atrayente podría ponerme para la fiesta y deslumbrar a mi jefe. Algo atrevido, desenfadado o quizás elegante y sexy a la vez, con el objetivo principal de follar ese viernes con Richard a modo de despedida suya por el traslado y despedida mía de tanta sequía sexual. En el trayecto en metro, pude notar como se endurecían mis pezones pensando en cómo Richard por fin me comía la boca mientras me follaba contra la mesa de su despacho, una de esas fantasías que había tenido en mi cabeza en varias ocasiones en esos días, pero ese viernes tenía que suceder sí o sí.

Llegué a casa bastante caliente, dispuesta a jugar con mi pequeño consolador y cuando entré me di cuenta de que estaba todo apagado y tranquilo. Por un lado, volví a desilusionarme por no encontrarme a David despelotado por allí, algo que me alegraba la vista y mis malos pensamientos, pero por otra, la mejor forma de despejar mi mente y de olvidarme de mi hermano de una vez, era pensar en Richard y hacerme una buena paja a su salud. Me metí en mi habitación y me desnudé completamente, mirándome al espejo, para repetirme a mí misma: “Joder Raquel, este cuerpito va a tener recompensa este viernes por fin, después de varios meses sin follar”. Recogí mi juguetito de la mesilla y me dirigí desnuda hacia el salón dispuesta a darme placer tumbada en el sofá, pero antes pasé por la cocina para servirme una copa de vino blanco que saqué de la nevera. No sé si por la sed o por mi calentura, esa copa de vino frío cayó entera de un trago y me serví una segunda para dirigirme hacia el sofá.

De pronto, sentí un ruido que provenía del pasillo.  Me encaminé temerosa y muy despacio hacia allí para comprobar de dónde venía ese extraño sonido que se oía cada vez más fuerte y comencé a asustarme, temblorosa y desnuda, con la copa de vino en una mano y el consolador en otra, como únicas armas, pero cuando me aproximé al dormitorio de mi hermano, me di cuenta de que ese sonido era el de un gemido y grititos de una chica.

-          ¡Mmmm, David, sí, sí, mierda, sí! - repetía ella sin dejar de gemir.

Al estar la puerta ligeramente abierta, con cierto sigilo, me fui acercando pegada a la pared, hacia esa abertura en del dormitorio de David, al que por cierto no podía escuchar, pero sí a la chica que gemía cada vez más intensamente y me preguntaba qué demonios le estaría haciendo mi hermano para oírla jadear de esa manera. Esos gemidos consiguieron encenderme todavía más de lo que estaba y muriéndome de ganas de saber qué cojones estaba haciéndole. A pesar de mi miedo a ser descubierta y aun pegada a la pared, respiré hondo, calentándome con esos gemidos, pero muy intrigada, acerqué mis ojos hasta esa rendija de la puerta para asomarme con cuidado.

La escena era bestial: Una chica rubia, desnuda estaba tumbada en un lado de la cama y mi hermano arrodillado en el suelo entre las piernas de ella, separando sus muslos y con su cabeza metida contra su sexo. Ella le acariciaba el pelo y permanecía con la cabeza echada hacia atrás, sus ojos cerrados disfrutando de una boca que debía estar llevándola al cielo.

De repente me entró una calentura tremenda por todo mi cuerpo y tuve que separarme corriendo de allí para pegarme a la pared del pasillo y golpearme la cabeza contra ella, queriendo alejar de nuevo a mis demonios, pero sin dejar de escuchar esos penetrantes jadeos de la mujer. Irremediablemente tuve que volver o a girarme a mirar, rezando para no ser descubierta, pero disfrutando de la increíble escena.

En esa ocasión, David había girado el cuerpo de la chica y seguía chupándola por detrás, mientras ella, boca abajo sobre la cama, se aferraba con sus manos a las sábanas sin dejar de gemir, incluso cuando él sumaba los dedos a la lengua bajo el culo de ella.  Asomé un poco más la cabeza, pero había riesgo de que mi hermano pudiese verme, ya que estaba casi frente a mí.  Me retiré un momento de nuevo hacia el pasillo, respiré profundamente, pero mi cuerpo me pedía seguir mirando, me bebí de un sorbo la segunda copa de vino y la dejé en el suelo del pasillo, para volver a espiar por esa rendija.

Desde mi posición, podía ver la espalda de la chica y al fondo su culo, del que sobresalían los ojos de mi hermano y de pronto me di cuenta de que ¡me estaba mirando!

Creo que en ese momento me quedé petrificada, porque no fui capaz de mover un músculo, pero estaba claro que él me había visto y para confirmar mis sospechas, levantó un poco más su cabeza para relamerse los labios, todo sin dejar de mirarme. David se reincorporó ligeramente sin apartar sus ojos de los míos a la vez que se llevaba una mano hacia ese pedazo de polla que comenzó a acariciarse lentamente, en una masturbación de lo más atrayente. Al verme quieta observando, me volvió a sonreír y sacando los dedos del coño de esa mujer y tras chuparlos, volvió a meter su cabeza entre sus muslos, pero sin apartar su mirada de mí, provocándome un estremecimiento por todo el cuerpo. De forma casi instintiva llevé mi juguetito a mi coño, para masturbarme con él, pero sin apartar mi vista de esa escena y sobre todo de los ojos con ese juego que hacía David conmigo, provocándome continuamente.

De pronto, David se levantó del suelo y volví a quedarme quieta, pero sin apartarme de ese escondite, observando todo su precioso cuerpo desnudo coronado con una polla que no dejaba de pajearse. La chica se sentó en la cama y agarrando esa enorme tranca empezó a chupársela con desesperación, aunque no era capaz de abarcar mucho, porque era enorme y solo se escuchaban los sonidos de su lengua, mientras mi hermano seguía mirando hacia mí, sonriente. Él sabía que eso me tenía prendada, que no podía dejar de mirar y al mismo tiempo de masturbarme.

David apartó la cabeza de la chica y se giró de nuevo hacia mí, meneando dos o tres veces su polla. Por un momento parecía que se iba a acercar hacia mí, sin embargo, lo que hizo fue ordenarle a ella cambiar la postura y ponerla a cuatro patas, con una visión desde mi posición de su culo en pompa, para clavársela de una fuerte embestida en su coño.

-          ¡Ah, Dios, Dios! - gemía la otra al sentirse empalada con ese pollón.

Tras mirarme de nuevo con sus ojos clavados en mi cuerpo, David se la volvió a clavar a la chica como si lo hiciera conmigo y comenzó a follársela salvajemente consiguiendo que ella no dejase de gritar y gemir escandalosamente.

Sin apartar la mirada ni un momento de esa escena, yo seguí dándome placer con mi juguete en mi coño y mi otra mano pellizcando alternadamente mis pezones, muerta de envidia por no ser yo la que estuviera siendo follada de esa manera por él, pero era tanto el placer que sentía  y tanta la excitación acumulada que notaba que estaba a punto de córreme por lo que comencé a meterme el consolador cada vez más rápido intercambiando mi mirada continuamente con la de David y observando cómo se abría el coño de la chica cada vez que esa enorme polla la taladraba. Me mordí los labios viendo esos convulsivos movimientos y comencé a correrme a la vez que sentía que los otros dos también lo hacían al mismo tiempo.

Mi respiración estaba agitada y aún tenía una mano en mi pecho y la otra sacando y metiendo el juguete de mi coño, imaginando que era la polla de mi hermano la que lo hacía, pero entonces, como un chispazo empecé a tener ese sentimiento de culpabilidad, cuando él estaba mirándome sonriente, salí prácticamente a la carrera hacia mi dormitorio muriéndome de vergüenza por todo lo ocurrido así que cogí una toalla y me encaminé hacia el baño a refrescarme de nuevo.

-          Hola hermanita. ¿Puedo hacerte compañía? - escuché la voz de David dentro de mi baño, cuando estaba enjabonándome bajo la ducha. Me giré y volví a admirar ese cuerpo desnudo.

-          David... - intenté decirle que no lo hiciese, pero no hizo caso y se coló conmigo bajo la ducha.

-          Ya estamos solos. Karen acaba de irse... - me comentaba cogiendo un poco de gel y empezando a esparcirlo por mi espalda.

-          Pero... - intenté hablar, pero él volvió a interrumpirme.

-          ¿Lo has pasado bien mirando?

-          Sí... esto, no...

-          Vamos Raquel, que te he escuchado correrte, pero no es lo mismo verlo que sentirlo. -añadió.

CONTINUARÁ...

Laura & Sylke