Hermanos (Capítulo 1)

Un traslado de mi empresa a la ciudad en donde vivía mi hermano pequeño, me daba la oportunidad de volver a verle tras mucho tiempo.

Este relato forma parte de un experimento de relatos compartidos con diversos autores & autoras, lectores & lectoras de TR

HERMANOS

Laura & Sylke

CAPÍTULO 1

Tamara y yo somos compañeras en la misma empresa, además de amigas, por supuesto, desde hace más de diez años. Estábamos sentadas en la cafetería tras salir del trabajo, como solemos hacer cada viernes.

-          En serio, tía, Raquel, no seas tonta y aprovecha esa oportunidad. - me decía mi amiga mientras me servía otra copa de vino blanco.

-          No sé, Tami, ¿qué pinto yo en Nueva York? - respondía yo.

Tami, que es como suelo llamar yo cariñosamente a mi amiga, le dio un trago a su copa para soltarme:

-          Pues hacer lo que te dé la real gana de una vez y de ser libre de una vez. ¿No lo has dejado con el palurdo ese y te has librado de él? - me preguntaba refiriéndose a José, mi exnovio.

-          Hija, hace tres meses de eso.

-          ¿Y llevas todo ese tiempo sin follar?

-          Bueno, ya sabes que no soy mucho de salir.

-          Pues Raquel, cariño, ya sé que no eres de salir, pero sí de follar y con ese cuerpo que Dios te ha dado, esas tetazas y ese culito de melocotón, en Nueva York te los rifas.

-          Ya, pero me he tirado años viajando y ahora que había sentado la cabeza.

-          ¿Sentar la cabeza? Pero si tienes 35, es hora de follar a todo lo que se mueva.

-          ¡Que bruta eres, Tamara!

-          Pues yo no me lo pensaba. El jefe ha confiado en ti y en Nueva York romperías con todo, además, ¿no está tu hermanito David allí?

-          Sí, pero no es tan hermanito... - contesté sonriente.

-          Claro, la última vez que le vi, era un mocoso, ¿Cuánto hace que se fue?

-          Pues casi 8 años, se fue siendo un canijo y ahora ha encontrado trabajo allí y ya ves. Ese sí que ha sentado la cabeza.

-          ¿Y cuánto hace que no le ves?

-          Pues quitando algunas navidades, pero las últimas de hace como cuatro años, vamos, prácticamente desde que se fue. Ya sabes, yo siempre viajando, él ha venido poco y apenas hemos coincidido, que no sea por WhatsApp y por teléfono.

-          Joder, qué fuerte, tía. ¿Y no tienes ganas de achucharle? Ahora ya tienes dos razones para irte, a cada cual más fuerte.

-          ¿Y no me ibas a echar tú de menos?

-          Por supuesto que sí, pero me mantendrás al día, recuerda, quiero saber cada polvo que te echas, cada polla que te comes... soy muy cotilla, recuerda.

-          Eres tremenda Tamara... además me da pena alejarme de ti, ¿qué voy a hacer allí sin amigas?

-          Oye, no seas boba y no lo hagas precisamente por mí, hazlo por ti y por nadie más. De seguro que haces amigas, además de estar con tu hermano, que tendrás ganas de verlo, además, estará muy cambiado, yo le recuerdo rechoncho y muy tímido cuando era un adolescente.

-          ¡Huy ya lo creo que está muy cambiado! No le conocerías, Tami.

-          ¿Ah no?

Tamara me insistía en que le enseñara alguna foto reciente y me metí en el chat con el que suelo charlar con David y en el que me había pasado las últimas fotos. En ese instante, mi amiga me agarró fuertemente del brazo.

-          Espera, espera, espera... ¿Ese es David? - me preguntó cuando le mostré una foto de mi hermano bastante reciente vestido con maillot, cuando disputaba una carrera ciclista, allí en Nueva York.

-          Sí, ya te dije que ha cambiado.

-          ¿Cambiado? Pero si está buenísimo, Raquel, vaya cuerpo, vaya ojos, vaya cara, vaya todo.

-          Oye, que estás hablando de mi hermano. - la dije.

-          Pero tía, es un hombre que flipas, ¿Cuántos años tiene?

-          Ha cumplido 25.

-          ¡Uf, como está! - me decía arrancándome el móvil de las manos para seguir pasando todas las fotos de mi hermano.

-          Oye, no te pases. - la regañé.

-          Joder, de verdad, que no sé si tienes ojos en la cara, pero tu hermano está para que te folle hasta dejarte desmayada.

-          ¡Qué bestia eres, Tamara!

-          No me digas que no.

-          A ver, soy su hermana y es guapísimo, pero me parece que no lo veo como tú.

-          Pues porque eres tonta. Pero ahora que tienes la oportunidad de ir a Nueva York, vamos que no me lo pensaba, teniendo un tío bueno todo el día al lado y con una copa de más, yo me lo follaba, fijo, aunque fuera mi hermano.

-          ¿Estás loca, Tami? ¿me estás diciendo que con una copa encima eres capaz de follarte a tu propio hermano?

-          ¿Tú no te follabas a un tío así? - me decía mostrando una foto de David en bañador con su torso bien definido y unos abdominales marcados, ya que hace mucho deporte y con un bulto en su bañador más que apetecible.

-          ¡Pero qué cerda eres Tamara! - la dije.

Ella no se cortaba y empezaba a definirme lo que las propias fotos mostraban, un tío bueno, de mojar pan, con un cuerpo divino y ella se recreaba detallándome cada cosa, desde su torso, su cara, sus labios, haciendo que le viera de otra manera, incluso en alguna foto me decía lo grande que aparecía su bulto bajo el bañador o con pantalones ceñidos, diciéndome que debía tener debajo una buena polla, eso no estando en erección y entonces decidí arrebatarle el móvil y pagar la cuenta, porque mi compañera me estaba poniendo realmente nerviosa con esa conversación.

Como quien no quiere la cosa, aunque influenciada por mi amiga, acepté ese nuevo reto en América y ahí estaba yo, a punto de aterrizar en la ciudad de Nueva York porque si en algo tenía razón Tamara, es que una oportunidad como esa había que aprovecharla, porque me habían ofrecido un puesto mucho mejor que el que tengo ahora mismo y no podía renunciar a algo que me puede lanzar profesionalmente y además así podría estar más cerca de mi querido hermano David, al que saco diez años, pero con el que siempre me he llevado muy bien y quitando en contadas ocasiones, debido a mis continuos viajes  por el mundo y a que él tampoco ha vuelto muchas veces por casa, casi no nos habíamos vuelto a ver. David se vino con dieciséis a estudiar aquí, con una beca, pero de eso han pasado hace casi ocho años y la verdad es que esa era otra de las razones por las que me decidí a venir, pues lo echaba mucho de menos, además él me había dicho que no había ningún problema para alojarme en su apartamento una temporada hasta que me centrase y podría estar viviendo con él todo el tiempo que necesitara.

Es curioso, pero desde mi conversación con Tamara, no había dejado de ver las fotos de mi hermano una y otra vez y aunque suene horrible, tenía que darle la razón a mi amiga, si no me uniese un vínculo como ese, está claro que es un hombre perfecto, con un buen trabajo, guapo, elegante, de cuerpo diez... estaba claro... si no fuera mi hermano, lo miraría de otra manera.

Cuando por fin salí del avión y ya tenía mis maletas, dispuesta a comerme el mundo, me dirigí hacía la salida de la terminal para buscar a David, al que vi inmediatamente saludándome entre la gente. Lo cierto es que David estaba tremendo, más incluso en vivo y en directo, porque cada año que pasaba sin verlo, creo que iba mejorando. Mientras bajaba al hall principal por las escaleras mecánicas, me quedé observándole un rato desde la distancia, ¿orgullosa de él como hermana? Lo cierto es que David es alto, de hombros anchos y fibroso en todo su cuerpo, muy armonioso, así que intuía que debajo de esa camisa blanca, debía tener esa perfecta tableta de chocolate, que le había visto en algunas fotos que intercambiamos en este tiempo, las mismas con las que mi amiga empezó a enseñarme cosas que yo no veía o no quería ver y el caso es que ya no miraba a David, como mi hermanito pequeño, sino con otros ojos y eso que me negaba a mí misma hacerlo, pero en cambio seguí bajando la mirada por su cuerpo y me fijé en sus piernas largas, robustas...  fuertes... pero lo que más me llamaba la atención es el gran bulto que tenía en el pantalón, tal y como me señalaba Tamara y eso que estaría en reposo, pero también tenía que darle la razón que ahí abajo había algo sugerente. Por mi mente pasaba una idea perversa, de quererla imaginar, a pesar de intentar borrarlo, imaginando cómo sería de larga o cómo la tendría en erección, ¿será ancha... venosa? Me preguntaba sin cesar. Y entonces resoplé y me dije a mí misma si era una depravada o es que había perdido la cabeza.

-          ¡Hermanito! - dije gritando caminando a pasos cortos con mis tacones, soltando mis maletas y agarrándome a su cuello.

-          Hola guapísima - respondió él, enfrascándonos en un gran abrazo y dándonos besos por la cara, como cuando él era un crío.

-          ¡Cuánto tiempo renacuajo! - es como yo le llamaba de pequeño, aunque ahora de renacuajo, nada.

-          ¡Ya te digo!

Estaba ilusionada de volverme a encontrar por fin con mi hermano, con el que tenía ganas de tener buenas charlas, ponernos al día y todo eso, pero al mismo tiempo, estaba ahí, abrazada a él, sintiendo mis pechos pegados a ese torso duro y como sus potentes brazos me envolvían, lo mismo que su pelvis que notaba pegada a mí, no podía evitar que mi chochito empezara a mojarse y yo misma me liberé de ese abrazo para alejar esos demonios de mi cabeza.

-          ¡Qué ganas de verte Raquel! - me dijo sonriente y me hizo girar para observarme. -

-          ¡Y yo, hermanito!

-          ¿Sabes que mejoras con los años? - me comentó echando una buena ojeada por todo mi cuerpo.

-          ¿Oye, no me estarás llamando vieja?

-          Al contrario, hermana, cada año que pasa, te veo más buena, porque eres mi hermana si no...

Ese comentario, unido a todo lo que me había envenenado Tamara no hacía otra cosa que hacer endurecer mis pezones mientras yo veía como él me observaba con sus penetrantes ojos verdes, primero mi escote y luego hacia mis muslos con esos vaqueros blancos que llevaba tan ceñidos, así como mi culo, uno de mis fuertes y él con naturalidad, me dio un azotazo a uno de mis glúteos.

-          Con ese culito vas a arrasar en Nueva York, hermanita. - me dijo sonriente, cogiendo a continuación una de mis maletas y saliendo de la terminal, mientras yo me agarré a uno de sus brazos y tiré de mi otra maleta en compañía de mi adorado hermano.

Me gustaba ir junto a ese hombretón, al que por cierto todas las tías se le quedaban mirando y yo caminaba pegada a él, orgullosa de hermano y por supuesto, dándoles envidia.

Mientras esperábamos un taxi libre, estaba enfrente de él, hablando como siempre, “por los codos”, intentando ponerle al día en cinco minutos, pero aprovechaba para observar mejor su rostro y lo mucho que había cambiado. Volvió a mi mente la conversación con Tamara y efectivamente, ya no era el mocoso rechoncho de cuando se fue, su pelo castaño, con algo de melenita, su nariz recta, que parece que la tiene hecha a medida para su cara, una barba perfectamente arreglada y bueno, todo ese cuerpo, que se ve que cuida al máximo era demasiado para mí.

-          Entonces, ¿de verdad que no voy a ser una carga estando en tu apartamento? - le pregunté.

-          Que no, Raquel, de verdad, que estoy muy contento de que pasemos un tiempo juntos.

-          Pero yo no quiero quitarte tu vida, ni tus costumbres, entiendo que un hombre soltero como tú, bueno, no sé... tendrás tus ligues y todo eso...

-          ¡Huy, mucho quieres saber!

-          Es verdad, perdona, David, pero soy una chismosa. Bueno, el caso es que no quiero que la vieja de tu hermana sea un incordio para tus ligues o para lo que hagas en tu día a día... ¿vale?

-          Oye, de vieja nada, para empezar, ya quisieran muchas de 20, estar como tú con 35 y desde luego con esas tetas naturales, que aquí por cierto se las operan todas, pero las tuyas son genuinas y muy bien puestas.

-          Oye, gracias, pero perdona, ¿estamos hablando de mis tetas? - le dije algo colorada.

-          Jajaja - rió él con su perfecta blanca sonrisa.

Esta mal que yo lo diga, pero mis tetas se siguen manteniendo firmes a pesar del volumen y lo cierto es que me cuido bastante, tanto en lo físico, yendo al gimnasio varias veces por semana, como en mi cuidado general, tanto en alimentación, como en todo mi cuerpo, bien depilada, bien peinada, con mi larga melena castaña y vistiendo elegante pero siempre mostrando lo mejor de mí. De lo que más orgullosa estoy es de mi culo, como dice mi amiga Tamara, que tengo en forma de melocotón, seguramente es mi mejor reclamo, aparte de mis tetazas, claro, que suelo lucir con ropa entallada y con bastante escote para poder presumir de ellas y es que me encanta que los chicos se fijen en mí, se les van los ojos, como le estaba pasando al propio David en ese preciso momento.

Al fin cogimos un taxi libre y por el camino seguimos de charleta y yo no me solté de su brazo y de vez en cuando le daba un beso en su mejilla, de esos sonoros que le daba siempre cuando era un crío.

-          ¡Qué guapo estás, David!, ¡Seguro que hay cola de chicas detrás de ti! - le decía.

-          Bueno, bueno... - respondía él, disimulando, pero estaba claro que llevaba razón.

-          ¿Y qué haces para tener este cuerpo? - le pregunté apretando la bola de su bíceps con mis dedos.

-          Pues mucha caña en el gimnasio. Mi trabajo me lo exige.

-          ¿Para ser relaciones públicas de una discoteca hay que estar cachas?

-          Claro hermanita, la imagen...

-          Joder es que estas muy diferente de la última vez que nos vimos, entonces ya tenías algo de músculo, pero ahora... - añadí pasando mi mano por su torso notando la dureza de su pecho.

-          Si he cambiado un poco...

No me quitaba de la cabeza la conversación con Tamara, pero estaba empezando a verle de forma diferente, como nunca había hecho antes, al menos conscientemente. ¿Qué es mi hermano?, sí, claro, pero joder es un hombre espectacular y una tiene ojos. No podía negar lo evidente.

-          ¿Bueno hermanita que tal te ha ido el viaje? - me preguntó.

-          Agotador y encima un tío me ha estado babeando el hombro. - respondí.

-          No me extraña.

-          Bueno, ya sabes, algunos ven una chica sola y...

-          Y sobre todo con ese canalillo. - añadió mirando a mi escote.

Su mirada me ponía nerviosa, pero al mismo tiempo sentía un cosquilleo extraño por todo mi cuerpo. ¿Qué demonios me estaba pasando? Así que intenté cambiar de conversación, porque sentir palpitar mi coño hablando con él no era muy normal, con esa mirada de mi hermano hacia el escote y mis propios pensamientos, me calentaban demasiado.

-          Pues ya hemos llegado. - dijo cuando pagó al taxista y sacamos las maletas en una de las avenidas céntricas de Manhattan, en una zona algo pija, por lo que intuí que su trabajo le iba muy bien.

-          Oye David, ¿vives aquí? - pregunté mirando hacia arriba en un edificio de apartamentos de gran altura, muy cerca de Central Park.

-          Si, hogar dulce hogar.

-          Oye, pues sí que te va bien. - dije mirando a mi alrededor viendo tiendas de ropa cara y algún restaurante de los prohibitivos.

-          No me quejo. - añadió sonriente.

David me ayudó con las maletas y al pasar delante de mí, sin que yo pueda evitarlo, me regaló unas vistas espectaculares de ese culito que tiene. Por más que quería verle como hermano, su culo me tentaba y no dejaba de verle de esa otra manera.

Subimos al piso 33 y una vez que llegamos al apartamento David, dejándome alucinada, pues no era precisamente un apartamento de soltero, cuando me hizo un recorrido por ese piso enorme al que no le faltaba de nada y aparte de una cuidada decoración, tenía un gran jacuzzi en los dos baños, un pequeño gimnasio, incluso una pequeña piscina privada, una gran terraza, dos dormitorios enormes con sus enormes cuartos de baños. No sé cuantos metros tendría, pero era gigantesco, como en las películas y en esa zona no quería ni imaginar el coste del alquiler.

-          No te falta de nada, hermanito. - le dije admirando cada detalle de ese apartamento que es más bien un gran piso de lujo con alguna obra de arte, incluyendo un óleo gigante en el salón, con una chica desnuda con sus piernas abiertas enseñando su coño abierto y alguna que otra escultura de lo más sugerente, como algunas hindús de esas de parejas en posturas del Kama Sutra.

-          Bueno, pues ahora contigo aquí, le darás un toque femenino. - me dijo. - pero bueno, estarás con ganas de darte un buen baño, ¿me equivoco?

-          Pues no te voy a decir que no.

Mi hermano me llevó mis maletas a mi nueva habitación, que era enorme con vistas a la calle principal y un gran baño, así que preparé la bañera para poder relajarme después de un viaje tan largo.

Una vez sumergida en el agua caliente llena de espuma y de sales, no dejé de pensar en mi hermano, lo mucho que había cambiado y todas esas ideas calenturientas que me pasaban por la cabeza, algunas de ellas, rememorando las palabras de mi amiga Tamara y otras seguramente producto del “Jet lag” en ese viaje tan largo, pero otra cosa que me dejaba llena de dudas era saber cómo podía tener este tren de vida, en un piso tan lujoso como ese... Llegué a pensar si no andaba en algún negocio sucio o algo parecido, porque viendo ese “pisazo”, desde luego, el sueldo de relaciones públicas no daba para algo así. Estuve pensando en preguntarle e interrogarlo, como cuando le regañaba siendo un chiquillo, pero luego pensé que quizás esquivaría mis preguntas, por lo que tendría que averiguarlo por mí misma.

-          La cena está lista. - oí la voz de David que se asomó por la puerta del baño e instintivamente cubrí mis pechos con el antebrazo.

-          Oh, gracias David - dije apurada.

-          Ah, perdona, no quería importunarte, Raquel- me dijo, pero echando una ojeada a lo que se intuía de mi cuerpo desnudo bajo la espuma de la bañera.

En cierto modo me sentía como una idiota, porque, aunque mi hermano me hubiese mirado a las tetas, era algo lógico y quizá no lo hiciera como yo hacía con él, al fin y al cabo, él me debía estar mirando como la hermana mayor que soy y nada más, parecía tonta con tanto puritanismo y tantos miedos internos.

-          Bueno, te dejo sola... - añadió sonriente, abandonando baño, al ver mi apuro.

Salí de la bañera y miré mi cuerpo desnudo frente al espejo, pero diciéndome a mí misma... “Joder, el caso Raquel, es que todavía llamas la atención de los jovencitos, aunque uno de ellos sea tu propio hermano”. Entonces pensé que lo que necesitaba era salir, empezar a conocer gente y echar algún polvo por ahí, en la noche neoyorquina, para empezar a borrar mi mente calenturienta y de paso olvidarme de mi ex.

Me puse unas braguitas cómodas, una camiseta holgada, que dejaba un hombro al desnudo, sin ponerme sostén, intentando no parecer una mojigata y salí hacia el salón con la cocina abierta y lo que me encontré me dejó paralizada. David estaba en la cocina, salteando unas verduras, pero con su espalda desnuda y su culo también, aunque por delante llevaba un delantal. ¡No me lo podía creer! ¿Estaba desnudo? Mi vista se clavó inmediatamente en ese culo fuerte, desnudo y esos muslos robustos y me ponía mala por momentos y de repente cuando se dio la vuelta, bueno, menos mal que llevaba el delantal, pero yo seguía igualmente impactada.

-          Ah, hola hermanita. ¿Qué tal ese baño? - me preguntó.

-          De maravilla. - dije, pero todavía en shock, tras verle su espalda y su culo al aire, pero lo peor estaba por venir, cuando de forma natural se quitó el delantal y me mostró de frente todo su torso desnudo, de cintura para arriba, porque, por suerte o por desgracia, la barra de la cocina tapaba su entrepierna.

Creo que me quedé paralizada, porque mi hermano repetía mi nombre varias veces hasta que desperté de mi alucinación, aunque no era un sueño, mi hermano estaba en pelotas delante de mí.

-          Perdona, Raquel, espero no incomodarte por ir desnudo, siempre lo hago en mi apartamento... -dijo él tranquilamente, pero mis pezones se pusieron duros como dos espoletas a punto de estallar, marcando mi camiseta, pues esa imagen iba a ser difícil de borrar de mi mente.

-          No, no pasa nada... estás en tu casa, hermanito. - dije yo, intentando aparentar normalidad, pero mi corazón bombeaba fuerte y rápido.

Mi hermano me sirvió un plato de verduras salteadas con pollo, que es uno de mis platos favoritos y que cocinábamos juntos años atrás... pero en cambio yo, en ese momento, no veía a mi hermano, si no a un tío desnudo delante de mí y que estaba tremendamente bueno y eso que aún no había visto lo mejor.

-          ¿En serio que todo va bien? - añadió él al ver mi apuro y mi mirada clavada en esas formas delineadas de su cuerpo fibroso.

-          Sí, sí, David, de verdad, no eres el primer hombre desnudo que veo.

-          Vaya, me alegro, porque me gusta estar cómodo y, por cierto, tú puedes hacer lo mismo, al fin y al cabo, somos hermanos, no pasa nada.

“No pasa nada” esa frase se repetía en mi cabeza, pero mi corazón seguía latiendo a toda prisa, volviendo a la conversación con Tamara y recordando la famosa frase, “yo me lo follaba, fijo, aunque fuera mi hermano”. Mis pezones se endurecían por momentos y mi coño se empapaba, joder, soy una mujer, con mucho tiempo sin sexo, pero cuando creía que todo se estaba normalizando, David avanzó unos pasos para servirme una cerveza y entonces pude ver el resto de su cuerpo, totalmente desnudo, incluyendo esa polla enorme, tan bonita, tan gordita, tan larga, incluso estando en reposo y no me quería imaginar cómo debía ser en su plenitud, o ¿realmente quería imaginarlo? Porque cómo debía ser verla tiesa y entonces noté como mi coño empezaba a derramar un juguito fuera de lo normal hasta empapar mis braguitas del todo y creía estar mojando el taburete sobre el que estaba sentada.

-          ¡Qué bien Raquel, que lo te lo tomes así!, ¡Si me viera mamá!...  - comentaba él riendo, pero con esa normalidad que a mí me dejaba totalmente fuera de juego, porque no conseguía ni articular palabra, tan solo monosílabos.

-          Ya...

El resto de la velada con mi hermano resultó complicada, por no decir terrorífica para mí, porque a pesar de que insistía en tomar una copa en el sofá, yo no podía levantar, porque de fijo iba a dejar encharcado mi asiento y me moriría de vergüenza.

Por suerte, cuando mi hermano desapareció un instante hacia su cuarto yo hice lo propio hacia el mío, pero pasando la camiseta por mi taburete y secando ese pequeño charquito que se había formado.

Asomé la cara por la puerta sin dejar de notar los flujos de mi coño, escurriéndose por los muslos como ríos. Creo que nunca me había mojado tanto viendo a un tío desnudo. ¡Joder, mi hermano me había puesto muy cachonda!

-          David, me voy a acostar, estoy agotada. - le dije cuando regresó, pero yo, solo asomando mi cabeza, sin salir de mi cuarto.

-          Vale, Raquel, tú como en tu casa, ¿vale? - me dijo guiñándome un ojo de forma cariñosa y yo en cambio volví a quedarme clavada en esa verga que lucía tan hermosa balanceándose entre sus piernas.

-          Hasta mañana.

En cuanto me metí en la cama me hice una paja a la salud de mi hermano, algo que me hizo sentirme fatal después, pero quería pensar que la culpa de todo era el viaje, mi amiga Tamara o tanto tiempo sin follar...

Al día siguiente me presenté en mi nuevo curro, bastante cerca del apartamento de mi hermano, a tan solo tres paradas de metro y todo el equipo me acogió bien, incluyendo al director de la oficina, Richard, que enseguida me echó una buena ojeada a mis tetas... y la verdad es que el tío estaba bastante bien, no tan bueno como mi hermano, claro, pero quizás pudiera apagar mi sequía y liberar mi torturada mente.

Así pasó la primera semana, con cierta normalidad, yo seguí adaptándome a mi nuevo trabajo y toda mi nueva vida en los Estados Unidos, pero el caso es que al principio apenas coincidía con mi hermano en el piso por culpa de mi trabajo porque yo tenía horario diurno y me tiraba casi todo el día en la oficina y cuando regresaba a casa, él comenzaba su turno de noche en la discoteca.

Recuerdo que una de esas primeras noches, aprovechando que mi hermano trabajaba y tremendamente intrigada, intenté averiguar algo más sobre su vida e hice algo indebido, como registrar los cajones de su mesilla, intentando sacar algo de información sobre el trabajo real de David, pues seguía pensando que un sueldo normalito no podía mantener ese piso de lujo. En cambio, lo que me encontré eran papeles sin importancia, aunque había alguna factura elevada, lo que sí encontré fueron muchos preservativos, de distintos colores y sabores, lubricante, unas esposas, además de algún que otro juguete sexual que seguramente utilizaría con sus ligues e imaginaba que debían ser muchos. Luego rebusqué en otro de sus cajones y encontré un book fotográfico en el que aparecía mi hermano en distintas poses, algunos retratos, fotos en bañador y en algunas estaba desnudo, de forma erótica, ocultando o semi ocultando su precioso pene. Entonces pensé que quizás David, aparte de relaciones públicas podría dedicarse a ser modelo de ropa interior o bañadores. El caso es que volví a sentirme fatal, porque estaba invadiendo su intimidad, cotilleando como una loca e intentando descubrir algo que a mí no debería importarme.

De las pocas veces que coincidíamos, aunque yo también hacía lo posible por llegar cuanto antes a casa y poder tener un encuentro, aparentemente casual, aunque solo fueran unos minutos, volvía a encontrármelo por la casa desnudo, unas veces en la ducha, otras afeitándose o simplemente paseando por su casa, pero despelotado, algo a lo yo no terminaba de acostumbrarme. Otras veces estaba vestido y seguía siendo super atrayente, algunas otras tan solo con sus bóxers o me le encontraba sudadito, cuando volvía de hacer deporte que era toda una tortura porque aparecía con unos pantalones ajustados cortos que le hacia un paquete enorme y sudado, para acabar observando con detenimiento cómo se metía en la ducha, todo sin cerrar su puerta y sin que yo perdiera detalle. Muchas de esas veces, era yo misma la que tenía que meterme en mi baño para darme una ducha y refrescarme para poder bajarme el calentón que me provocaba mi hermano. Yo, a pesar de que él me insistía, no llegué a desnudarme delante de él, porque me daba muchísimo apuro, aunque sí que fui atreviéndome a ir en ropa interior, cada vez más sugerente por la casa, mostrando cierta normalidad, sabiendo que la mirada de mi hermano se posaba sobre mi cuerpo e incluso notaba como su polla se iba poniendo algo más grande y eso, claro, me excitaba todavía más.

Para colmo yo seguía sin follar en todos esos días, a pesar de insinuarme con mi nuevo jefe en más de una ocasión, vistiendo sugerentes escotes o reducidas faldas para que se me lanzara al cuello a la mínima de cambio, pero Richard, siempre guardaba la distancia y me trataba con muchísima educación y respeto, demasiado para mi sequía sexual, por lo que casi estaba deseando acabar mi trabajo, regresar a casa y volver a ver a mi hermano desnudo, por lo menos “disfrutaba de las vistas”.

Recuerdo que un día, al llegar a casa, dispuesta a cogerme uno de esos calentones fraternales, me di cuenta de que David no estaba lo que provocó que me desilusionara bastante, porque quería alegrarme el día, después de una jornada horrorosa, pero tuve que aliviarme yo solita, por lo que me metí en mi habitación, me despojé de la ropa del trabajo hasta quedarme en ropa interior que consistía en un sujetador morado de encaje y transparente donde se podían ver perfectamente mis pezones y luego llevaba un tanga a juego lo que dejaba también poco cubierto.

El caso es que yo, a pesar de haber elegido a propósito esa sugerente lencería para mi hermano, que sin duda se me quedaría mirando, el tiro me salió por la culata y ese día él se debió marchar antes, al menos eso creía yo, porque cuando estaba solo con la ropa interior mirándome en el espejo de cuerpo entero que tengo en mi habitación, diciéndome a mí misma lo sexy que estaba, de pronto noté un cosquilleo raro por todo mi cuerpo, porque me pareció ver a alguien observándome escondido desde la puerta sin perder detalle. Al principio me asusté un poco, pero supe que se trataba de David y decidí hacerme la despistada, pero a la vez sin apartar los ojos de la puerta, sabiendo que seguía allí. No lograba ver su cara, pero si buena parte de su inconfundible cuerpo y como en otras ocasiones su polla se iba poniendo morcillona.  Entonces, sabiendo que él me espiaba, pero yo hacía como si estuviese totalmente sola, empecé a acariciar mis pechos por encima del sostén, pellizcando mis pezones, dibujé mis curvas acariciándome sin dejar de mirarme al espejo y descubriendo que mi hermano seguía allí agazapado. Seguí palpando mis pechos y amasándolos y justo cuando acaricié el borde de mi tanga, llegando a acariciar mi coño por encima de la braguita me detuve para contemplar con cierto disimulo, mirando de reojo a través del espejo y poder descubrir que mi hermano se estaba acariciando la polla y ¡estaba totalmente empalmado! No me lo podía creer, pero su mano apenas podría cubrir esa enormidad, porque aquella verga era increíblemente grande. Mientras él se masturbaba lentamente sin que no pudiera apartar ya los ojos de allí y justo cuando iba a introducirme la mano dentro de mi tanga para acariciarme directamente, sonó mi teléfono móvil cortando de repente el ambiente sexual que se había formado entre ambos.

Bastante aturdida, recogí mí móvil de la mesilla, cuando vi que era Tamara, mi mejor amiga, pero al coger llamada me giré una vez más hacia el espejo y me di cuenta de que mi hermano había desaparecido y con él aquella polla enorme... la más grande que había visto en mi vida.

-          Hola Raquel, guapa... ¿cómo va todo? - me preguntó mi amiga.

-          Bien Tamara. - respondí suspirando.

-          Espero no interrumpir nada. Pareces agitada...

-          No, no, tranquila, estoy en casa.

-          Bueno, ¿y qué tal esas pollas norteamericanas?

-          De momento nada, hija. - respondí resoplando.

-          Joder, qué fuerte, ¿todavía no has follado?

-          Pues no.

-          ¿Y el Richard ese, que es gilipollas, es gay o definitivamente es ciego?

-          Nada cariño, no me da bola, por mucho que me pongo insinuante, él siempre guarda las distancias. Es muy profesional, ya sabes, ¡donde tengas la olla..

-          ¡No metas la polla...! - terminó ella la frase.

Ambas nos echamos a reír.

-          Uf, y con tu hermano por ahí, supongo que te pondrá nerviosa tenerle tan cerca. - añadió.

-          Pues si supieras que va en pelotas por la casa. - dije de pronto arrepintiéndome al momento.

-          ¿En serio? ¿Tu hermano va desnudo por la casa y tu ahí mirando?

-          Pues sí.

-          Joder, Raquel, ¿La tiene grande? - me preguntó y yo me reí nerviosamente.

-          Que idiota eres. No me he fijado en eso.

-          Venga ya... Al menos, supongo que también irás desnuda, enseñándole ese cuerpazo y os alegráis la vista mutuamente.

-          ¡No, calla, qué vergüenza!

-          Joder, si él va en pelotas y tú disfrutas viéndole, que haga él lo mismo contigo...

-          Pues no. Recuerda que es mi hermano.

-          ¿Pues qué quieres que te diga?, si no te alivias, estando tan salida, dile a tu hermano que te haga un favor. Seguro que no importa teniendo una hermana que esté tan buena y sobre todo cuando te vea desnuda, va a flipar.

-          Anda, Tami, calla, loca. - la repetía yo.

La conversación lejos de relajarme me fue calentando más, pues mi amiga insistía en ese juego prohibido, animándome a aprovecharme de la situación, pero yo le respondía que eso no podía ser, al menos eso me repetía a mí misma, que él iba desnudo porque era su casa, pero yo no podía hacer eso... ¿O sí?

CONTINUARÁ...

Laura & Sylke