Hermanos?

Ni siquiera lo sabía.

Últimamente mi vida era un asco; la vida sentimental, para ser exactos. A pesar de mi éxito profesional el capítulo amoroso iba de culo y cuesta abajo. Había estado a punto de casarme con una chavala estupenda, guapa, buen tipo, clase, dinero... Lo tenía todo.

Se me ocurrió enrollarme, no sé porqué, con su mejor amiga y nos pilló en plena faena. Imaginaros la que se pudo montar, los gritos se oyeron hasta en la China, de "hijo de puta, cabrón" no bajaron sus insultos. Me quedé compuesto y sin novia, sin amante y, de milagro, casi sin trabajo.

Habían pasado ya unos cuantos meses y empezaba a recuperarme del palo recibido; debería decir recibido y dado porque mi ex sí que se había quedado hecha polvo. Por lo que sabía por amigos comunes, estaba destrozada, no quería volver a verme en su vida, me había devuelto todas las cartas, fotos y regalos, para ella yo estaba muerto. No podía quitarle razón, me había comportado como un auténtico cerdo ¡Con su mejor amiga! ¿Porqué lo había hecho? Mi novia estaba muchísimo más buena... Fue ella, la amiga, la que se me lanzó encima, pillándome desprevenido, que uno no es de piedra... Ella si que fue una auténtico putón verbenero, quitarle el novio a su amiga, seguro que solo por el hecho de darle en los morros.

Intenté pedirle disculpas por todos los medios, pero fue en vano. No se puso nunca al teléfono ni me quiso recibir cuando fui a verla. Sus padres, hasta entonces encantadores, casi me asesinan, no quisieron escuchar ninguna de mis excusas. Me quedé más solo que la una.

Ahora que empezaba a salir de nuevo me daba cuenta de lo difícil que es ligar solo. Iba a algún pub o discoteca y nada. Bebía unas cuantas copas, miraba al personal, buscaba algo que valiera la pena... cuando lo encontraba, siempre estaban enrolladas... Esperaba que alguna tía buena viniera y se me echara encima pero, qué va. ¡Qué difícil! Decididamente, estaba totalmente desentrenado. En grupo se liga más fácil, pero ni siquiera tenía amigos con los que salir. Los antiguos, hacía tiempo que no sabía de ellos, los modernos eran parejas recién casadas o a punto de casarse, como nosotros.

En vista del éxito obtenido empecé a frecuentar salas de chat donde, según decían, se ligaba un montón. Reconozco que no me hacía mucha ilusión el hecho de ponerme a contar mis intimidades por la red, pero esto de los chats engancha muchísimo. Al cabo de unos días ya era un profesional del tema, me metía siempre en los mismos foros, poco a poco iba conociendo los "nicks" más asiduos y sabiendo de qué iban. Me hacía gracia pensar que imagen tendrían de mi a través de la red. Esto era un cachondeo.

Llevaba un tiempo viendo un "nick" que me llamaba la atención. Se conectaba todos los días a la misma sala que yo, prácticamente a la misma hora. Decía que era mujer, 25 años... ¡A saber si era verdad! Por la manera de expresarse lo parecía, desde luego, pero hay auténticos maestros en engañar a la peña haciéndose pasar por lo contrario a lo que son, tío o tía. De esto me fui dando cuenta luego, claro, que al principio era de lo más pardillo.

Después de un mes de coincidir prácticamente todos los días, me decidí a mandarle un privado, nada especial, solo pidiéndole una conversación más íntima. Me respondió afirmativamente, a partir de entonces hablábamos los dos solos todas las noches después del trabajo. En cuanto veíamos el nombre del otro en la pantalla iniciábamos la conversación privada sin hacer caso de los demás. Nos fuimos contando intimidades, empezamos a conocernos, ahora entendía como la gente se enamoraba por internet, antes me parecía una chorrada.

Un par de meses después decidimos vernos en persona. No vivíamos en la misma ciudad así que optamos por que yo iría a verla a la suya, no suponía ningún problema. Me dijo como reconocerla, llevaría el pelo recogido en una cola de caballo y un pañuelo azul al cuello. Yo iría vestido con pantalones claros, camisa de cuadritos blanca y jersey azul marino. Quedamos en una cafetería del centro a la hora del aperitivo.

Cogí mi BMW un sábado por la mañana y me hice los 400 km de recorrido en un suspiro. Estaba nervioso... ¿Cómo sería ella? No se había descrito muy bien, solo a grandes rasgos. Sabía, por lo que me había contado, que era delgada, de pelo castaño y ojos verdes, nada más. Yo había hecho lo mismo, pelo moreno, ojos azules y también delgado. Pero su descripción, así como la mía, correspondían a multitud de personas...

Al entrar en el lugar de la cita me acerqué a la barra y me puse a mirar por el salón. Había gente, aunque no demasiada y no veía a nadie de sus características... ¿Se habría rajado a última hora? No creo. Lo más probable es que estuviera estudiando el terreno antes de mostrarse. Imaginaba que, si yo no le gustaba al reconocerme, desaparecería sin dejar rastro. Decidí esperar acontecimientos bebiéndome una cerveza, tenía sed después del viaje.

Poco tiempo después apareció una chavala cojonuda ¡Qué tía! Estaba de muerte, preciosa, una cara ideal y un tipazo mejor incluso que el de mi ex, cosa difícil. Mediría poco más de 1,70, delgada, un culito respingón, unas tetas preciosas, ni grandes ni pequeñas... En fin, que estaba para mojar pan. Me quedé embobado mirándola sin darme cuenta de que se recogía el pelo con una goma, haciéndose una coleta y colocándose un pañuelo azul al cuello. Se me acercó decidida...

-¿Luis? -preguntó con una sonrisa como los ángeles. -Si -contesté, todavía agilipiollado. -¿Eres Belén? -Si, si. ¿Qué tal? ¿Qué tal el viaje? Ven, vamos a sentarnos en esa mesa. Me condujo a una de las mesas y nos sentamos tranquilamente. No podía apartar los ojos de ella ¿Cómo una tía tan buena se dedicaba a ligar por los chats? Era simpatiquísima, me encantaba como hablaba, como se reía ¡Era increíble! Me fui serenando un poco, quizás ya se me había notado la impresión que me había causado pero, si era así, no dijo nada. Además discreta. A esta chica, por lo menos a primera vista, no le faltaba nada.

Me comentó que era farmacéutica, trabajaba en una farmacia, (evidente), pero no era suya, (lástima), que era muy tímida, (quién lo diría), por eso ligaba en la red (ah). Yo era su primera cita de estas características...

-Bueno, no paro de hablar y tu no me has contado nada de ti. -Es que es un placer escucharte... -No me había ni dejado abrir la boca Le conté un poco, o un mucho, de mi vida. Fui sincero desde el primer momento no ocultándole nada, mi noviazgo con mi ex, los cuernos que le puse... En fin, vista la experiencia pasada preferí se honesto en todo momento.

Me sentía a gusto, muy a gusto con Belén. Conforme iba avanzando el día mejor estaba con ella. Fuimos a comer a un restaurante muy tranquilito que estuvo estupendo. Hicimos sobremesa con unos licores, parecía que nos conocíamos hacía años... Fuimos a un pequeño hotel a reservarme una habitación para pasar la noche, ella vivía en casa de sus padres y no estaba bien que yo fuera allí sin apenas conocerme. Dimos unas vueltas por la ciudad, posteriormente a cenar y luego a tomar unas copas. Cuanto más tiempo llevábamos juntos mejor, más compenetración, más confianza...

A las tantas de la madrugada me ofrecí a llevarla a su casa pero prefirió acompañarme paseando hasta el hotel, íbamos de la mano, parecíamos novios... Al llegar a la entrada nos quedamos mirando, ella no se decidía... Aproximé mis labios a los suyos en un gesto inequívoco, poco a poco, esperando aceptación o rechazo... Ladeó la cara y cerró los ojos, la besé delicadamente en los labios, comprobando su textura sin avanzar más allá. En un momento nos fundimos en un morreo de campeonato, disfrutaba del sabor de su boca, mordía sus labios, a veces hasta haciéndole daño. Me correspondía de la misma manera, intercambiando lengua, saliva, dientes...

Una mano mía subió por su costado hacia sus pechos, una suya bajó por mi espalda hacia el culo. Acaricié su teta izquierda suavemente, por encima de la ropa; mis dedos jugueteaban con el pezón que se erizaba, nos restregábamos los cuerpos... Si esto seguía íbamos a dar un espectáculo en plena calle. Sin decir nada nos separamos, entramos en el establecimiento y pedimos la llave. Ella vino conmigo.

Al entrar en la habitación nos volvimos a fundir en otro beso apasionado. Las manos, frenéticas, buscaban acariciar, quitar la ropa, la suya, la mía... Su piel era la perfección, sin una impureza, tersa, suave, de melocotón... Se estremecía suavemente ante mis caricias... Nos acercamos a la cama dejando todo tirado por la habitación, nos dejamos caer sin despegarnos, sin dejar de acariciar en ningún momento.

Sus pechos eran un monumento, dignos de una estatua griega. Sus pezones, pequeños, de color café claro, estaban endurecidos, sensibles al máximo, respondían a  mis caricias agradecidos. Ella suspiraba quedamente, mi rabo estaba a punto de romper los pantalones que aún no me había quitado, me acariciaba el pecho y la espalda con mucha ternura mientras yo disfrutaba de la perfección de su cuerpo...

Bajé la mano derecha hacia sus nalgas, prietas, duras, las acariciaba y amasaba cada vez con mayor ímpetu, sus muslos eran de seda ¡Qué maravilla de cuerpo! Los acaricié siguiendo sus líneas, desde las corvas hasta las ingles, con manos trémulas por el deseo y la excitación. Lentamente, con cierta parsimonia, fui besando cada parte de su anatomía conforme me acercaba a su objeto prohibido de deseo, esperaba no encontrar rechazo a mi propuesta, no era la primera vez que me pasara algo así. Hay mujeres que le ponen muchos reparos al sexo oral y, aunque no los he conocido, supongo que también hombres.

Mi envite fue aceptado y, con toda la delicadeza del mundo, fui saboreando su intimidad. Sus labios invitaban, su delicada cueva me esperaba anhelante, su clítoris se me ofrecía... No dejé ninguno de ellos insatisfecho. Mi lengua hacía diabluras entre los recónditos pliegues de su sexo, provocando suspiros y más suspiros de placer. Al atacar su botón mágico directamente, explotó en uno de los mayores orgasmos que hubiera visto hasta entonces. Apretaba yo esa tierna protuberancia entre la lengua y los dientes, succionando,  frotando, prolongando su éxtasis hasta el infinito. Levantaba sus caderas tanto que casi me ahogaba, tiraba de mi hacia ella a la vez que jadeaba fuerte, como faltándole el aire.

Tras unos segundos que parecieron horas se relajó lo suficiente, para alivio mío, permitiéndome respirar. Le di unos tiernos besos en su parte íntima, para después incorporarme y hacerle partícipe de su sabor, intercambiando fluidos en la boca, batallando con su lengua. Me supo a gloria.

Sin dejar de besarla me acomodé entre sus muslos para preparar la acometida directa de mi ariete hacia sus profundidades. Al acomodar la cabeza del glande entre sus labios me recorrió un calambrazo a lo largo de toda la columna e hizo que se me arrugara el perineo en una sensación desconocida pero fantástica a la vez. Empujé lentamente pero con firmeza, con los dedos intenté abrir más la entrada de su vagina para evitar cualquier traba en el camino hacia la gloria. Me sentía flotar, pocas veces había tenido una experiencia similar.

No entendía que me estaba pasando. Había follado mil veces con mi ex, incluso con otras mujeres, pero esta nueva experiencia me estaba reportando sensaciones desconocidas hasta entonces sin haber hecho nada especial. Conforme mi pene se iba introduciendo en su coño, ella abría la boca para respirar, boqueaba por falta de aire, me miraba fijamente a los ojos, jadeaba, me apretaba con sus piernas alrededor de la cintura, haciendo presión con los talones sobre mi culo. Cogí uno de sus pezones con la boca, jugueteando con labios y dientes, introduje una mano bajo sus nalgas para auparla un poco y conseguir una penetración más profunda. Al llegar al fondo de su vagina seguí apretando, faltaba un poco por meter, pero le hice daño, aún no había dilatado sus músculos convenientemente.

Disfruté durante un rato de la maravillosa sensación de notar como sus labios vaginales apretaban la base de mi polla. ¡Que maravilla! No quería ni moverme ¿Para qué? Se estaba tan a gusto... Besaba sus labios, mordisqueaba el cuello y las orejas... Ella me devolvía mordiscos, no tan suaves, en la base del cuello y los hombros.

Belén empezó un suave vaivén con las caderas, rozando su clítoris contra mi vello púbico, incitándome a follarla con más velocidad. Intenté satisfacerla... De un modo constante hacía resbalar mi instrumento dentro de su humedad. Aumentaba las acometidas a la par que ella se dejaba llevar por la excitación del momento, se retorcía, daba pequeños grititos cada vez que mi polla golpeaba el cuello de su matriz. Me estaba volviendo loco de placer. Arrecié en el mete saca hasta hacerlo furioso, le iba a sacar el útero por la garganta... Apoyando los pies en la cama, levantó las caderas todo lo que pudo, me mordió fuerte un hombro y, clavándome las uñas en la espalda,  se dejó arrastrar en una vorágine de placer producida por uno de los orgasmos más impresionantes que jamás había visto.

Yo seguía y seguía, cada vez más fuerte, buscando una corrida que intuía inminente. Se me arrugaban las pelotas y empezaba a sentir ese hormigueo en la base de los testículos. Ella no cejaba, su orgasmo se prolongaba más allá de lo imaginable, seguía corriéndose, gimiendo con los dientes apretados, hasta que, cayendo desmadejada en la cama, exhaló un fuerte AAAHHHHHH coincidiendo con los chorros de esperma que en ese momento inundaban su interior. Seguí soltando chorretones, menos fuertes cada vez, hasta que quedé medio muerto encima de ella. No se que había pasado, quizás el ansia acumulada, pero había sido uno de los mejores polvos de mi vida.

Me deslicé hacia un lado sacando la polla de su interior, de donde rezumaba leche mezclada con flujo vaginal. Me quedé mirándola mientras ambos recuperábamos el resuello, le acaricié suavemente el pecho, esos pezones enhiestos me enloquecían, besé sus labios con ternura... No quería decir nada que rompiera la magia del momento...

-¡Ay Luis! ¡Ha sido maravilloso! ¡Jamás había sentido nada parecido! -Me dijo en un arranque de sinceridad. -Para mí también ha sido estupendo. -Es que es la segunda persona con la que estoy en la cama. Hace unos años tuve un novio en la facultad, pero no acabó bien. Tampoco era muy experto en esto del amor. Si llego a saber que puede ser tan maravilloso me hago puta... -Soltó en tono jocoso. -Te tengo que presentar a mis padres, les vas a encantar. Mañana te vienes a comer a mi casa y así os conocéis.

¡Joder que rapidez! Prácticamente nos conocíamos de una vez y ya me quería llevar a su casa... No me dio tiempo a decirle que no, que era muy prematuro...

-Bueno, ya está. Yo me tengo que ir para que no se preocupen así que quedamos en la cafetería de esta mañana a la una. Te pasaré a recoger.

Rápidamente fue al cuarto de baño a asearse un poco y vestirse. Dos minutos después salía y se dirigió a la puerta de la habitación.

-A la una, no te olvides. Chao Y allí me quedé, por una parte encantado de la vida, el polvo, sin tener nada de especial, había sido maravilloso, habíamos tenido una compenetración fantástica... Pero ir a casa de sus padres me daba bastante corte. En fin, no sería peor que cuando fui a ver a los padres de mi ex novia.

Después de un sueño reparador, me arreglé convenientemente para la cita. Belén fue puntual y nos dirigimos a casa de sus padres. Mientras llegábamos me confesó que realmente no eran sus padres verdaderos, la adoptaron cuando era pequeña. Me chocó bastante el asunto y enseguida me identifiqué con ella, pues yo me había criado en un orfanato. Este hecho nos unió más aún.

Resultaron ser una pareja encantadora, de amena conversación y más que aceptable nivel cultural. Belén les comentó que yo había crecido en un orfanato, me quedé de piedra cuando dijeron que era el mismo en el que habían encontrado a Belén. ¡Qué casualidades tiene la vida! Me dije a mi mismo que tenía que investigar el origen biológico de Belén. Ella solo sabía que también era huérfana, no había querido ir más allá.

Pasé un fin de semana inolvidable, me sentía encantado con esta nueva relación aunque fuera en la distancia. Ya tenía pensado pasar todos los momentos posibles con ella. La separación semanal harían mejores los encuentros. El polvo de despedida fue fenomenal, no tenía nada que envidiar al de la noche. No se porqué pero teníamos una empatía en la cama que no era normal, me encantaba verla correrse patas abajo como una burra, solo con eso me sentía satisfecho, pero no era lo único. Me regaló una mamada como no me habían hecho en la vida, con una lujuria mezclada de ternura que, verdaderamente, me conmovió.

Quedamos en vernos la semana siguiente. Mientras, como me había propuesto, fui al orfanato a intentar averiguar algo sobre Belén. Me sentía totalmente intrigado. Allí me tenían especial cariño, nunca habían conseguido que me adoptara ninguna familia así que fui creciendo con las monjitas como si cada una de ellas fuera mi madre. Además había estudiado una carrera universitaria, tenía un buen trabajo muy bien remunerado... Total, que era el ojito derecho de la institución.

Con ciertas reticencias al principio accedieron a darme la información que solicitaba. No era legal pero ya se sabe... Uno tenía sus contactos. Buscaron en los ficheros hasta dar con la ficha que buscaba. Cambiaron las caras, se volvieron todos mucho más serios... Me preguntaron directamente para qué quería saber el origen de ella. Se me encendieron las alarmas e inventé una excusa sobre una conocida que, bla, bla, bla. Todavía sigo sin entender por qué no dije la verdad, que me había enamorado de una chica que estuvo aquí y que quería conocer sus orígenes.

Fue el momento de descubrimientos asombrosos. Mis padres habían muerto en un accidente de tráfico cuando yo tenía tres años. No tenían más familiares así que se hicieron cargo de mi los "Servicios Sociales". Pero, he aquí lo más gracioso, yo tenía una hermana, recién nacida, que corrió la misma suerte que yo. Fue adoptada por una familia de una capital de provincias y, por lo que sabían, había tenido una vida holgada y había estado siempre muy bien atendida.

Se me cayeron los huevos al suelo ¡¿Como es posible que, entre toda la gente de este país, hubiera ido a dar con mi hermana?! ¡Ni siquiera sabía que tenía una hermana! ¡Joder, coño, joder! ¡Esto era la hostia! ¡Si me la había follado! Claro, ahora entendía tanta compenetración, debía de estar en los genes.

El fin de semana siguiente, después de haber pasado una semanita de órdago, nos volvimos a reunir. Estaba guapísima, me quedé embobado mirándola cuando me abrió la puerta de su casa. Me hizo pasar al cuarto de estar donde volví a saludar a sus padres. Hablando de cosas banales enseguida me preguntó si había averiguado algo sobre su origen. Le conté la verdad sin decirle que éramos hermanos, naturalmente, pero tenía un nudo en la garganta que apenas me dejaba articular palabra. No le dije el apellido de sus padres aduciendo que no lo había podido conseguir.

Quedó satisfecha y enseguida olvidó el asunto. Salimos a comer fuera, disfrutamos de una agradable tarde juntos, cenamos y nos fuimos de marcha. Insistió en que fuera a dormir a su casa pero preferí el hotel. Era tarde cuando llegamos, no sabía como decirle que no subiera conmigo... No hizo falta. Ella misma fue a la recepción y pidió la llave, no tenía escapatoria. Tenía un dilema impresionante ¿Le decía nuestro parentesco o me callaba como una puta? ¡Si es que estas cosas solo me pueden pasar a mi!

Antes de que mis pensamientos siguieran divagando me encontré con sus labios comiéndose, literalmente, los míos. No sabía si me iba a resultar tan rico como las veces anteriores, ahora que sabía lo nuestro, sin embargo fue mas excitante aún. La situación tenía un morbo que me desbordaba, como me desbordaba su ternura y su pasión.

No tardó ni dos minutos en tenerme totalmente en pelotas, me tumbó en la cama, lanzándose sobre mí como una auténtica fiera. No hacía más que repetirme lo que me había echado de menos, lo que me necesitaba, el polvazo que íbamos a echar. Dicho y hecho, cogió mi polla, para entonces en su máximo esplendor, dándole una mamada de las que marcan época. Para no ser una experta lo hacía de maravilla, chupando y lamiendo desde los cojones hasta la punta del capullo, jugando con el frenillo, intentándosela meter hasta la garganta. Conseguí darle la vuelta, levantarle la falda y, con dificultad, bajarle las bragas. La situé encima de mí, encontrándome con su tesoro especialmente acicalado para la ocasión. Se lo agradecí lamiendo todo el recorrido de sus labios vaginales, introduje la lengua en el hoyito y me dediqué a darle un repaso en el clítoris hasta que gimiera de placer. Introduje un par de dedos dentro de la vagina buscando su punto G. Por lo que sabía, si lo frotaba a la vez que chupaba su botón de placer le produciría un orgasmo que hasta le entrarían ganas de hacer pis. Encontré dicha zona sin dificultad, en la parte superior de la pared vaginal, froté, chupé, ella dejó de mamarme para perderse en un mar de sensaciones... Movía sus caderas sobre mi cara, estaba desenfrenada, gemía, gritaba ¡Iba a despertar a todo el hotel! Se corrió, se corrió sin remedio sobre mi boca mientras yo seguía dale que te pego sobre sus genitales. Esta chica tenía la virtud de tener unos orgasmos interminables, o a mí me lo parecía... Se dejó caer desmadejada sobre mi cuerpo pero no la dejé descansar.

La puse tumbada boca arriba en la cama y me situé entre sus piernas. Froté un poco el clítoris con los dedos pero dio un respingo, estaba todavía demasiado sensible... Me acomodé a su lado besándole los labios, intercambiando saliva, mordisqueando cuello y orejas. Noté que esto último la excitaba sobremanera. Acaricié y sobé sus tetas, chupé sus pezones como un poseso...

Al cabo de un ratito volví a intentar la operación. Ayudándome de una mano coloqué la polla a la entrada de su estrecho coñito, empujando poco a poco pero con determinación. Ella levantaba un poco las caderas para facilitar la penetración, se notaba que le dolía un poco. En un alarde de calentura hice algo que jamás había hecho, lubricándome un dedo con saliva se lo introduje en el ano en el mismo momento en que llegaba al fondo de su matriz. No pareció desagradarle en absoluto, puso una cara picarona...

-Guarro, mira donde tienes el dedo, cochino... -me dijo disfrutando de la experiencia. -Si te ha encantado -contesté mientras bombeaba su coño de forma cadenciosa.

Nos acoplábamos perfectamente, mi dedo hacía diabluras en su culito, mi nabo entraba hasta lo más profundo de su ser... Rodábamos por la cama inventando o descubriendo una y mil posturas, a cual más excitante. Era mi compañera ideal... ¡Si ella supiera! En unos minutos deliciosos fue acelerando sus movimientos, sus caderas tenían vida propia, sus endurecidos pezones se clavaban en mi pecho... Me encantaba esa sensación. Se corrió en otro éxtasis fabuloso, hundiendo la cara entre mi cuello y hombro, mordiendo, clavándome las uñas hasta hacerme daño.

Poco me faltaba a mí para llegar al mío. Mientras seguía con los últimos estertores de su orgasmo busqué, una postura en la que el rozamiento de mi glande fuera mayor, metía y sacaba lo más rápido que podía y, antes de que ella acabara, empecé a soltarle cálidas descargas de semen en su interior, apretando hacia adentro todo lo que mi polla daba de sí, metiéndole el útero hasta la garganta.

-AAAAAHHHHHH. ¡JODER! ¡SI! ¡SI! ¡JODER QUE BIEN! Aaaaahhhhh

Me encantaba que gritara cuando llegaba. Quedamos exhaustos, abrazados, dándonos besos y tiernas caricias. Por un momento había olvidado que era mi hermana o, a lo mejor, es lo que había dado más morbo al asunto.

No mucho tiempo después, con el beneplácito de sus padres, se empezó a hablar de boda. Era evidente que estábamos enamorados, que nos llevábamos estupendamente bien... y que yo no había tenido el valor de contar nada. Ahora me corroía una duda. Cuando ella pidiera su partida de nacimiento para los papeles del enlace ¿de quién pondría que era hija? ¿De sus padres naturales o de los adoptivos? En la Iglesia no había problemas pues solo pedían el certificado de bautismo ¿Y el registro civil? ¡Joder, que marrón!

Al final solo hicieron falta los papeles de la adopción y, con tanto follón, nadie se dio cuenta de que el nombre de los padres naturales de ella eran los mismos que los míos. Aún así yo tenía los huevos de corbata.

Sin embargo las cosas fueron como la seda. Fue una ceremonia por todo lo alto donde, como de costumbre, ella estaba preciosa y yo tenía una cara de panoli impresionante. El viaje de novios, una delicia, prácticamente no salimos de la habitación del hotel.

Nos establecimos en mi ciudad, yo seguía con mi trabajo. Con el dinero que yo tenía ahorrado, más una ayuda de sus padres y un crédito del banco compramos un local donde montamos una farmacia en uno de los nuevos barrios que se estaban construyendo. Vivimos muy bien, con una posición económica muy desahogada. De momento no tenemos hijos, disfrutamos del matrimonio a tope y, lo que no sé, es si algún día le contaré la verdad a Belén.