Hermano gordo, hermana gorda (9)

CAPÍTULO IX: PRUEBA DE FUEGO. Con mi mano derecha le sostuve los testículos mientras me introducía su mástil rocoso en la boca.

HERMANO GORDO, HERMANA GORDA (9)

CAPÍTULO IX: PRUEBA DE FUEGO.

Salí de la habitación del hotel detrás de Junior.

Bajamos a la planta baja sin emitir palabras, fuimos al estacionamiento e ingresamos a mi vehículo. Encendí el motor, apreté el acelerador y nos alejamos del lugar a toda velocidad.

A las tres cuadras, miré al rostro de mi hermano del alma.

Él hizo lo mismo. Nuestras miradas chocaron y...

...comenzamos a reírnos a carcajadas de una manera como no recuerdo haber hecho en alguna otra oportunidad anterior.

Tuve que estacionar el vehículo, por temor a causar un accidente de tránsito.

  • No has visto el rostro de la gorda?- preguntó el muchacho.

  • Sí, estoy seguro de que nunca dudará de lo que has dicho. Has sido demasiado convincente, brother- confesé.

  • Debo serte muy sincero, Zesna, me sentí muy incómodo haciendo esto.

  • Lo sé, y te pido disculpas por ello. Yo tampoco me siento muy bien por el plan que tracé, pero es lo mínimo que se merece alguien así. No sé cómo darte las gracias por haberte transformado en mi cómplice.

  • Ni falta que hace que me lo agradezcas. Oye... llegué a tiempo, o te la has tenido que coger?- preguntó expectante.

  • Sí y no. Sí, llegaste a tiempo, y no, no me la tuve que coger.

  • Dime la verdad, brother... te hubiera gustado que me demorara un poco más para que hubieras tenido más tiempo?

  • Sinceramente no, Junior, no tengo nada que objetar pues tú llegaste en el momento acordado. Además me queda claro que ya es demasiado tarde para cualquier cosa que me haya propuesto hacer con ella; Mónica se lo perdió. Antes sí, me hubiera gustado, pero ahora... Mira, hasta tuve que recurrir a otra persona para mantener al erección- confesé.

Me miró fijamente a los ojos.

  • Estás muy caliente con su hermano, verdad?

  • Uy!!! Me acabas de hacer recordar!- dije poniendo nuevamente en marcha el vehículo.

  • Qué? Qué fue lo que dije ahora?- preguntó asombrado.

  • Gracias, hermano... estás siempre en todos los detalles- dije sonriendo mientras doblaba mi automóvil en U para ganar tiempo.

  • Pero de qué estás hablando?- insistió.

  • Es que Martín me dijo que quería hablar conmigo. Me pidió que sea hoy mismo sin falta, al regresar. Pero debo avisarle que hubo un cambio de planes y que no podré ir a su departamento.

  • Cómo un cambio de planes? No era así como lo habíamos acordado?- preguntó con buen tino.

  • Sí, claro... lo que quiero decir es que él esperaba que Mónica volviera conmigo a su departamento. No quise adelantarle que eso no sucedería por si algo no salía como lo habíamos planeado, y para serte sincero, tampoco me hubiera gustado preocuparlo contándole lo que haríamos con su hermana.

  • Bueno, llévame a casa y lo llamas por teléfono desde allí... no pretenderás que me vuelva a pagar el taxímetro después de hacer lo que hice por ti, verdad?- dijo en forma irónica.

  • No, no... por supuesto que te llevo- dije sonriendo.

  • Y qué harás con respecto a la gorda?- preguntó con interés.

  • Pues... mañana pondré en práctica el siguiente paso del plan- contesté.- Antes que nada, esperaré a que sea ella quien me llame por teléfono, ya que estoy seguro que lo hará antes de mediodía.

  • Por qué sabes que será antes del mediodía? Sabes algo que me ocultas, hermano?

  • Sí- contesté y supe que ya me sería imposible ocultárselo, no esperé a que preguntara y le hice partícipe de lo que me faltaba por comunicarle.

-Ya entiendo!- dijo una vez que finalicé mi explicación.- Pues espero que no te falle tu plan, aunque yo no estaría tan seguro que te llamará.

  • Por qué no, Junior?- pregunté sorprendido por el comentario de mi amigo.

  • Es que si ha quedado muy molesta, como ambos presumimos que sucedió, esperará a que tú seas el que la llame. Por lo poco que he visto de ella, tiene un perfil demasiado autoritario y le resultará muy difícil dar el brazo a torcer.

  • No entiendo, hermano- dije completamente atónito.

  • Creo que es de las personas que no se rebajarían a hacer algo así por orgullo. Supongo que se siente ofendida y esperará a que seas tú quien la llame a ella para darle explicaciones- opinó en forma muy seria.

Pensé unos instantes mientras conducía.

  • Sí, debo reconocer que es muy probable que tú tengas razón y yo esté equivocado, hermano- dije de manera muy sincera tras evaluar el punto de vista del muchacho.

Junior simplemente sonrió.

  • Hermano, cada vez me convenzo más de que no debo separarme de ti en ningún momento- dije con la mayor sinceridad.

  • Sí, yo también pienso igual que tú. Sobre todo para impedir que sigas cometiendo las pelotudeces que sueles hacer cuando yo no estoy a tu lado- comentó y volvió a sonreír.

Por Dios! Cómo amaba a este muchacho!

Llegué a la mansión de Junior y llamé a Martín desde allí, y sin darle demasiadas explicaciones le dije tan solo que ya estaba libre para mantener la conversación que él me solicitaba, pero que no podía ir por su casa.

  • Le sucedió algo a Mónica?- preguntó asustado.

  • No, no te preocupes, nada que no se merezca. Tu hermana llegará a tu departamento de un momento a otro. Si te cruzas con ella, por favor no le digas que yo hablé contigo, ni mucho menos que saldrás a encontrarte conmigo.

Una media hora después, llegó la pick up de Martín al lugar acordado y estacionó delante de mi automóvil. Bajé y fui por el lado del acompañante. Me introduje dentro y nos saludamos con un fuerte apretón de manos.

Era de esperarse el cortocircuito que se formó dentro del vehículo. La sorpresa sobrevino cuando intenté retirar la mano de dentro de la suya pero no pude, ya que me la sostenía en forma muy fuerte mientras me miraba a los ojos fijamente.

  • Qué te sucede, Martín?- pregunté.

  • Zesna, quería hablarte acerca de lo que sucedió anoche en mi departamento- dijo en voz baja.

  • Bueno... te escucho.

  • Mira... no sé qué fue lo que me pasó. Supongo que estaba un poco borracho y no sabía con certeza lo que estaba haciendo...

  • Qué me quieres decir? Que estás arrepentido?

  • No sé qué es lo que realmente quiero, ahora que estoy totalmente sobrio... es que...

  • Quieres averiguarlo?- interrumpí, consciente de estar al borde de pasar una prueba de fuego en mi relación con él.

  • Qué?- preguntó visiblemente sorprendido.

  • Te pregunto si quieres averiguar que lo que sucedió anoche es algo que no quieres en realidad.

Un desvío de su mirada hacia abajo, fue la única respuesta a mi pregunta.

  • Tienes miedo?- dije en forma totalmente espontánea.

  • No lo sé... tal vez.

  • Y si tuvieras miedo... por qué sería?

  • No lo sé realmente...

  • Acaso importa de qué sexo sea la otra persona que te ame y te dé placer? Ya me has dicho que no habías tenido experiencias con mujeres. Será que te resistes a que otro hombre te ame, te cuide, te proteja y quiera estar contigo?

  • No lo sé, Zesna...- contestó casi al borde de las lágrimas.

  • Y no temes tener que quedarte con la duda para siempre, Martín?- pregunté y le permití que asimilara mis palabras.

Una docena de segundos que parecieron siglos, separaron a su respuesta de mi pregunta.

  • Debo admitir que tienes razón... pero cómo podría hacer para averiguarlo?- dijo alzando nuevamente la vista y enfrentándola directamente a mis ojos.

  • Déjalo por mi cuenta- dije.- Quieres seguirme a mi departamento ahora mismo?

No muy convencido, asintió con la cabeza.

Bajé de su pick up, subí a mi automóvil y encendí el motor.

  • Espero estar haciendo lo correcto... pero para él- me dije en voz alta, y rebasé a Martín haciéndole señas para que me siguiera de cerca.

Al llegar a la esquina, el espejo retrovisor me indicaba que el vehículo del gordo aún seguía estacionado en el mismo lugar.

  • Vamos, Martín... por favor, anímate- dije, siempre en voz alta.

Detuve la marcha y esperé.

  • Por favor...- repetí intentando hacerle llegar el mensaje en forma telepática.

Nada.

Puse la reversa y comencé a retroceder hasta colocarme esta vez delante de su camioneta. Salí de mi vehículo y volví otra vez a ubicarme por el lado de su acompañante.

  • Qué sucede ahora?- pregunté.

  • No sé, Zesna. No sé si realmente quiero hacer esto- contestó en forma sincera.

  • Hacer qué?- pregunté. –Te prometo que nunca haré algo que tú no quieras, y tú tampoco debes hacer nada por obligación. Simplemente deja tus prejuicios de lado, si es que los tienes, y entrégate a tus instintos.

Le permití nuevamente que asimilara mejor lo que acababa de decirle por unos instantes.

  • Entonces...?- pregunté dispuesto a resignarme si recibía una negativa de su parte. –Aún quieres ir a mi departamento para averiguar qué deseas en realidad, o seguimos amigos y te vuelves para tu casa?

  • Está bien... vayamos a tu departamento- contestó tímidamente y casi como un susurro inaudible.

Volví a mi auto y lo puse en marcha nuevamente. Vi encenderse las luces de su camioneta y cuando comenzó a avanzar tras de mí, sonreí.

Conduje en forma lenta sin perder de vista la pick up de Martín por el espejo retrovisor. El contorno de su gran humanidad obstaculizada por el reflejo de su mismo vehículo, me hizo tener una erección potente ya que se veía terriblemente erótico. Conducía como agazapado sobre el volante; sus hombros parecían levantados por encima de su cabeza. Me dio toda la sensación de que en realidad era un oso gigante el que conducía esa camioneta. Mi glande emitió una gran porción de líquido preseminal.

Además de que Martín me atraía sexualmente, tenía también un sentimiento muy fuerte hacia él. Creo que eso sucedió desde el primer día en que nos reencontramos, la primera vez que lo vi así, tan gordo; y ese sentimiento fue aumentando con el correr de los días. Varias cosas ayudaron a eso, pero verlo tan indefenso la noche anterior, sus ojitos que debieron hacer un esfuerzo descomunal por mantenerse abiertos, las palabras que salieron atropelladas de su boca, todo lo que sucedió con posterioridad a la entrada a su dormitorio y más aún cuando apagamos la luz para culminar con lo que ambos queríamos pero que él se resistía a ver y sentir, supongo que fueron los auténticos detonantes para hacerme sentir lo que realmente sentía por él y me era difícil de explicar en palabras.

Y ahora... yo estaba 100 por ciento seguro de que él había estado todo el día pensando en lo que habíamos compartido la noche anterior. No sé si estaba arrepentido, aunque debía suponer que no, ya que de otra forma no hubiera aceptado mi invitación para estar a solas conmigo en mi departamento.

Eso quería decir que muy en el fondo, le había gustado. Que tal vez quería volver a tener la experiencia, ahora que tenía todos los sentidos más despiertos. Quiero decir, ahora que estaba completamente consciente.

Una vez que arribamos al edificio, apagué el motor y esperé. Martín estacionó detrás de mi auto y permaneció expectante.

Descendí y me encaminé a la entrada del condominio esperando que mi amigo me acompañara. Pero no sucedió.

Mierda!

Martín me seguía con la mirada, pero no se movió de su asiento.

Me detuve por unos segundos sin dejar de mirarlo, y decidí dirigirme hacia su pick up, esta vez por su propio lado.

  • Vienes?- pregunté cuando me volvían las dudas.

  • Sí!- contestó luego de un momento, y bajó de su camioneta.

Todo el trayecto en ascensor lo hicimos en extremo silencio. Era consciente de que Martín estaba por lo menos dudando a cada instante de abortar lo planeado. No sé si llamarlo temor, tal vez terror; pero por lo menos deseaba que me diera la oportunidad de demostrarle a qué me refería cuando le dije que "un hombre te dé amor y placer", por lo menos quería que le picara el bichito de la curiosidad.

Entramos a mi departamento.

Le conté que en realidad no era mío sino de Juan, y le informé que él me permitía usarlo ya que se encontraba en España por lo que le había sucedido a sus hermanos.

  • Es bonito!- me dijo.

  • Sí, pero no tanto como tú- contesté para intentar ganar tiempo e ir directamente al grano.

Se ruborizó.

  • Te da vergüenza que te digan que eres bonito?- pregunté.

Asintió con la cabeza.

  • Y... por qué es eso?- insistí.

  • Nunca me lo habían dicho, y menos un hombre...

  • Y si yo te dijera que en verdad lo eres?

  • Pero, Zesna... qué es lo que ves bonito en mí?- quiso saber casi como por necesidad.

  • Me gustas mucho, Martín... y no me refiero sólo a lo excelente persona que ya me has demostrado ser. Me gusta mucho tu figura, tu cuerpo.

Su respiración se alteró, víctima de un impulso nervioso.

  • Dime, Martín... qué opinas de Junior, el novio que tiene Coty, la hermana de Gabriel?- pregunté sorprendiéndole.

  • Me parece un muy buen muchacho- dijo acertadamente.

  • No, no me refiero a eso. Quiero saber qué opinas de su cuerpo- inquirí.

  • Está muy gordo, verdad?- comentó, y le alenté a que me dijera lo que deseaba escuchar- parece un cerdo...

Sonreí, porque logré lo que quería.

  • Tú no lo ves como un cerdo a él, sino que te ves a ti mismo como un cerdo, verdad? –pregunté sabiendo de antemano que arrancaría un poderoso tinte de color carmesí en su rostro.

Así fue como sucedió. Bajó la mirada de vergüenza.

  • ... y así es como tú crees que todos te ven, verdad?- insistí.

  • Sí- balbuceó.

  • Pues te diré una cosa... Junior en mi hermano del alma y puedo decirte exactamente cómo piensa y cómo actúa. Ya sabes que tiene una novia que lo ama por lo que él es. No esconde su gordura ni la disimula, le gusta como es y a su novia también. Sabes por qué es eso?

  • No- dijo intrigado.

  • Porque Junior le gusta cómo se ve en el espejo, y eso se refleja en todos los que lo conocemos. No se avergüenza de su cuerpo, tiene la total seguridad de que el que quiera estar con él, debe aceptarlo tal cuál es. No tiene ningún problema con aquellos que no les gusta que sea gordo, al contrario, no es un problema para él, el dice que en ese caso el problema es de los demás que lo tienen que ver a él. Entiendes lo que te digo?

  • Creo que sí.

  • Tú te ves igual de gordo que él. Si tú piensas que te ves como un cerdo, seguramente algunos también lo verán, pero yo sinceramente te veo bien diferente. Te veo como un grandote amigable aunque te empeñas en alejar a la gente de tu lado. Sabes por qué las personas como tú o como Junior son muy gordas y grandes?

  • No, por qué?- contestó asegurándome tener todo su interés.

  • Porque un corazón tan grande como el tuyo o como el de él, no entraría en un cuerpo común- dije y sonreí.

Se quedó unos momentos en forma seria, mirándome a los ojos.

  • No lo creo, Zesna- dijo convencido.- Tú tienes un corazón más grande que el mío y no eres ni igual ni más gordo que yo.

Se acercó y me dio uno de esos abrazos de oso como a mí me gustan.

  • No te preocupes que entendí tu mensaje- me susurró al oído- muchas gracias por tus palabras. Me han hecho muy bien.

Mientras disfrutaba de ese apretón fortísimo contra su pecho, no pude evitar emocionarme hasta las lágrimas.

Se separó bruscamente para no perderse el acontecimiento.

  • Qué? Estás llorando, ahora?- preguntó con una sonrisa.

  • Es que me ha emocionado lo que me has dicho- confesé.

Con el dorso de su dedo índice me quitó las lágrimas de la mejilla.

  • Martín... te quiero mucho- reconocí.

Él mismo fue quien acercó su boca a la mía y me regaló un beso en los labios.

Me sorprendió completamente.

  • No sabía que eras un terrible llorón- dijo sin dejar de sonreír. –Te haces el fuerte y eres un tierno. A mí no puedes engañarme...

  • No me hago el tierno, soy tierno. Pero no lo soy con todo el mundo; sólo con las personas que quiero de verdad- confesé.

  • Pues, no sé qué decirte, es que apenas nos conocemos...

  • No digas nada...- interrumpí- ... y dame otro de esos besos que me hacen tanto bien.

Accedió sin necesidad de que insistiera con mi pedido. Esta vez, respondí a su demostración de cariño rozándole los labios con mi lengua. El abrió su boca en forma tímida y le permitió el ingreso para encontrarse con la suya. Ambas se rozaron con leves toques al principio, y en forma desesperada, después.

Nuestras respiraciones se agitaron mientras nos comíamos en forma literal.

Sin previo aviso, llevé la palma de mi mano a su entrepierna, para comprobar lo que me suponía: su erección amenazaba rasgar sus pantalones.

  • Mira cómo estás, Martín!- le informé... aunque estaba seguro que él sabía de la situación de sus genitales. –Quieres que te la chupe?- pregunté sin darle respiro.

No contestó. Comprendí que no le era cómodo este diálogo que intentaba entablar con él, así que lo respeté; me refiero a que no volví a preguntar, simplemente puse manos a la obra, esperando no ser interrumpido por él.

Sin dejar de mirarnos fijamente a los ojos, tomé a tientas su cinturón y lo aflojé. Destrabé la hebilla y desabotoné el botón superior de su bragueta; bajé el cierre y sus pantalones cayeron al piso.

Sin quitar mi vista de las suya, le acaricié las caderas con ambas manos por encima de sus calzoncillos que sin haberlo visto, los adiviné de color amarillo.

  • Sé lo que me pedirás, pero la respuesta esta vez será "no"!- le anticipé.

  • No entiendo... a qué te refieres?- preguntó sorprendido.

  • A que no apagaremos la luz en esta oportunidad. Quiero conocerte, Martín... quiero conocerte todo!- y dicho esto, me arrodillé frente a él.

Comprobé que el color de su ropa interior era en verdad el que supuse, y noté la protuberancia por debajo de su abultado vientre.

Fui con mi boca a su encuentro, y la metí en mi boca con calzoncillos incluído.

Ya estaba muy húmeda, así que comencé a succionar. Mi paladar se llenó de sus líquidos.

Sabroso! Delicioso!

Con ambas manos al mismo tiempo, sujeté el elástico de su prenda interior y lentamente la fui bajando.

Rogaba para que no me detuviera... casi era una desesperación que sentía por verle ese órgano diminuto y desenmascarado.

Los calzoncillos fueron rindiéndose a mis caprichos, hasta que su pene erecto lo trabó. Solucioné el problema con mi boca y mis manos continuaron su trabajo hasta que sus tobillos recibieron la prenda.

Allí estaba. Brillante, mojado, groseramente grueso. Pasé la lengua. Una vez, otra más.

  • Te gusta?- pregunté y sin esperar su respuesta, apreté la lengua más fuerte contra la base de su glande y la llevé arrastrando hasta la misma cúpula juntando todo el líquido que me fue posible, lo metí en mi boca y lo tragué.

  • Ah!- exclamó como única respuesta y un escalofrío lo sacudió.

Con mi mano derecha le sostuve los testículos mientras me introducía su mástil rocoso en la boca. Empujé mi cabeza hacia él, lo más profundo que pude, para hacer llegar a su miembro lo más cerca de mi garganta.

Eso siempre me excita de una forma inimaginable.

Comencé a coger esa verga con la boca y rápidamente entramos en un ritmo acelerado.

  • No...- dijo de improviso.- No quiero acabar... aún.

Me detuve atendiendo a su pedido.

  • Muy bien... qué tienes en mente?- pregunté para que me hiciera partícipe de sus deseos.

Se quitó la remera y permaneció mirándome sin moverse.

Me puse en pie y nuevamente la visión de sus pezones me petrificó.

Miré su tremenda aureola derecha y levanté la vista hasta chocarla con sus ojos. Otra vez, admiré tu rica teta oscura, y volví a ver su vista que mantenía sin parpadear. No quiero imaginar qué pensaba él de mí, pero repetí la operación por cinco veces más. Pezón, ojos, pezón, ojos...

  • Hazlo!- dijo, y más que una orden, pareció un deseo, o en todo caso una aprobación a lo que yo estaba anhelando realizar.

Acerqué mi rostro a su tetilla erecta y la lamí. Pensé que no se podría sostener en pie, ya que tembló sin poder evitarlo. No conforme con eso, apreté el chupete con mis labios, lo más fuerte que pude, y decidí ir un paso más allá... mis dientes atraparon el pezón y juguetearon con él, hincándose firmemente y tironeando pero en forma delicada para evitar hacerle daño.

Ahora sus rodillas se aflojaron y al intentar sostenerlo, ambos nos caímos; él primero, quedó desparramado sobre la suave moquete que cubría la sala; yo al instante, encima suyo.

Ambos soltamos una carcajada que se fue diluyendo lentamente mientras volvíamos a cruzar las miradas.

Fui arrastrándome hacia sus pies y le saqué los zapatos, luego las medias, hasta terminar de quitarle por completo los pantalones y la prenda interior.

Quedó totalmente desnudo y a mi merced!

Le observé cada milímetro de ese hermoso cuerpo y comencé a desabotonar mi propia camisa mientras con cada pie me quitaba los zapatos contrarios; la camisa voló por los aires y continué con mis pantalones que cayeron rápidamente y los lancé con el pie derecho para que no molestaran. Cuando iba a bajarme el slip, Martín se incorporó, tomó mis manos con las suyas y las apartó. Sus dedos ocuparon el lugar de los míos por dentro del elástico de mi prenda íntima y comenzó a descenderla lentamente. Cuando llegó a mis tobillos, alcé cada pie en forma alternativa hasta que la prenda salió definitivamente.

Observó mi entrepierna y me miró a los ojos.

Me hinqué a su lado. Él estaba descansado de costado sobre su muslo izquierdo, con la piernas alargadas y apoyando todo su peso sobre uno de sus brazos, y yo quedé frente a él y arrodillado.

Fui al encuentro de su boca, mientras mi mano derecha fue al encuentro de su pene, aún duro. Lo sostuve, apreté con fuerza y comencé a masturbarlo en forma muy lenta.

Él se animó, me acarició el muslo y fue llevando la palma de su mano hacia arriba hasta alcanzar mis testículos. Los escaló y tomó mi verga a punto de reventar.

  • Mira cómo estás, Zesna!- dijo sorprendido.

  • Pues, así me pones tú- dije, y nos dimos un beso al unísono.- Soy todo tuyo, Martín... haz conmigo lo que desees.

Mi pene quedó encerrado dentro de su puño, que comenzó a ir y venir, improvisando una masturbación similar a la que yo le estaba proporcionando a él.

  • Oh, Zesna!- dijo en franco reconocimiento de estar inundado de una excitación desconocida para él hasta ese momento.

  • Te quiero mucho, Martín- dije mientras fui con mi boca a su cuello y comencé a besarlo en forma desesperada.

  • Ahhhh!- exclamó sin poder evitarlo.

Mi lengua buscó el lóbulo de su oreja y jugueteó con él hasta llevarlo al borde del clímax.

El movimiento de mi mano continuaba en el mismo lento sube y baja, pero ahora era él quien levantaba el culo para mover su abdomen hacia arriba y hacia abajo para acelerar el ritmo que yo había propuesto. Adiviné que, sin ningún lugar a dudas, estaba cerca de eyacular y quería hacerlo en ese momento.

Hice dos cosas: comencé a mover más rápido mi mano y también mi pelvis, haciéndole el amor a ese puño que apretaba más de la cuenta, y que con ello me daba un placer agregado.

Martín eyaculó primero una gran cantidad de esperma. Bañó con su semen mi mano y también la suya que me masturbaba, y sentir su líquido caliente hizo más próxima mi vaciada. A pesar de haber terminado primero, él no detuvo sus movimientos en ningún momento brindándome respeto y no la actitud egoísta que me había demostrado su hermana; apretó aún más ese puño sobre mi sexo y aceleró aún más el vaivén.

Cuando mi líquido comenzó a salir, ambos nos sorprendimos ya que parecía una fuente inagotable.

  • La mierda, Zesna... nunca había visto tanta leche- dijo sinceramente asombrado.

  • Hacía tiempo que no eyaculaba tanto- dije y fui a darle un beso.

Con el impulso, perdió el equilibrio y quedó acostado en la moquete y yo caí sobre él.

La gran cantidad de esperma que había en nuestra entrepierna se fusionó.

Algo muy raro aconteció en ese momento. Mientras nos besábamos, nuestros testículos se refregaron entre sí y de pronto sentí todo el proceso de una nueva erección de su órgano sexual. Me extrañó que hubiera logrado nuevamente otra, a menos de un minuto de haber eyaculado; pero la sorpresa mayor fue cuando sentí la punta de su verga rozar mi glande y lograr endurecer mi propio pene que aún no terminaba de gotear semen.

Ambos nos sorprendimos!

Dejamos de besarnos por un instante.

  • Otra vez!!!- coreamos al unísono.

Soltamos sendas carcajadas, demostrando estar en la misma sintonía.

Nuestras bocas se juntaron nuevamente y comenzaron a succionarse con voracidad.

Me acomodé para permitir a mi falo erecto apoyarse sobre el suyo. Ambos duros; ambos aún calientes; ambos aún mojados por nuestro esperma mezclado; ambos aún con ganas...

Sin haberlo hablado previamente, nos comenzamos a mover a un ritmo sincronizado. Lento, sin apuro, pero sin pausa.

Minuto 1

Sentí cómo su grueso glande se refregaba en mi pene y corría mi piel para dejarme al descubierto la cabecita besando la suya.

Minuto 3

El semen que bañaba nuestros genitales comenzó a transformarse en una pasta lubricante con el frotamiento de nuestros cuerpos, y casi sin percatarnos, ambos soltamos líquido preseminal que inmediatamente cambió la textura de toda la zona, volviéndola mucho más húmeda.

Minuto 7

Nuestros besos se intercalaban con largas miradas directamente a los ojos. Martín comenzó a lagrimear.

  • Qué te sucede?- pregunté sorprendido.

  • Me gusta, Zesna... me gusta mucho...

  • Y cuál es tu problema, entonces? Por qué lloras?

  • Es que eso quiere decir que soy puto... – dijo lamentándose.

  • No te pongas etiquetas, Martín. Yo no diría eso si te gustan los hombres. Mírame a mí... a mi me gustan los gordos y las gordas, pero tampoco debo generalizar. Me gusta estar con alguien que me haga sentir que me quiere. Sentir la atracción de nuestros cuerpos, y en realidad no me importa de qué sexo es esa otra persona. Cuando no siento esa atracción, es cuando en verdad me preocupa y me indica que estoy con la persona equivocada. Ahora, si tú sientes esa atracción por mí, yo no me preocuparía para nada, porque yo sí la siento. Y si tú también la sientes, y no la quieres, entonces...

Minuto 9

Como respuesta a lo que estaba diciendo, e interrumpiéndome en forma espontánea y totalmente fuera de control, Martín comenzó a eyacular acompañado de intensos espasmos.

-Ahrrrggggg!

Sonreí mientras le pasé la lengua por sus labios.

Continúe moviéndome a ritmo más acelerado hasta que dos minutos después mis propios líquidos comenzaron a verterse.

Cuando mis espasmos me secuestraron, Martín cerró sus brazos a mis espaldas y me apretó contra su pecho, y me hizo sentir su protección en ese momento que uno tanto necesita de un sentimiento tan profundo.

Ahora fue él quien me lamió los labios.

  • Gracias- me dijo en forma sincera.

  • Gracias? Por qué? Si yo no he hecho...

  • Sí, Zesna... tú has hecho mucho... Estás haciendo mucho más de lo que te imaginas por mí- interrumpió y su abrazo se hizo aún más potente.

  • Te quiero mucho, Martín.

  • Lo sé.

Nuestras bocas se volvieron a juntar y ese beso fue interminable.

Cuando le propuse ir a tomar una ducha juntos, se negó.

Insistí.

Volvió a negarse, pero suelo ser muy persuasivo con aquello que deseo en forma muy ferviente.

Una vez en el baño, abrí el grifo de la ducha y él se mantuvo expectante. Le permití ingresar primero bajo la lluvia y me introduje a sus espaldas... perdón, a sus amplias espaldas. Tomé el jabón y como un impulso irrefrenable, lo apoyé sobre los hombros y esparcí lo que inmediatamente se hizo espuma y con la ayuda de ambas manos comencé a masajear formando círculos.

De sus hombros pasé a su ancha espalda y de allí, llegué a sus nalgas. Me hinqué delante de ellas, les pasé jabón y siempre con los mismos movimientos circulares, los acaricié muy suavemente. Puse ambas palmas abiertas sobre cada uno de sus glúteos y los pulgares lo más cercanos a su raja; apreté fuerte y fui haciendo movimientos hacia fuera, como queriendo abrir esa cavidad que escondía su agujero anal.

Cada vez con más ímpetu, cada vez más hacia abajo... Mis dedos gordos cada vez se escondían más en esa tremenda canaleta levemente peluda.

Martín levantó sus brazos por encima de su cabeza, los separó y apoyó ambas manos sobre los azulejos. Sin saber qué era lo que me proponía, separó ligeramente sus piernas.

Era esto una invitación?

De todos modos tenía bien claro qué hacer y qué no.

Mis pulgares palparon su zona prohibida hasta que se toparon con su oscuro y diminuto orificio.

Abrió aún más sus piernas y echó el culo hacia atrás.

Estaba seguro que deseaba que le diera placer por allí. Percibí cómo latía su pequeño hoyito y mi dedo lo acarició.

  • Arhg!- se escapó de sus labios.

Tuve la certeza de que nadie jamás había siquiera tocado ese culito.

Tomé con una de mis manos sus testículos por detrás y fui en busca de su polla. La sostuve mientras se ponía dura dentro de mi puño. Con la mano libre separé sus nalgas y mi lengua se abrió camino para saborear ese culo virgen.

Apenas la punta de mi lengua se puso en contacto con su orificio, él repentinamente comenzó a temblar y mi mano que sostenía su verga comenzó a llenarse de una humedad que por momentos me quemó la palma... muy abundante, muy líquido. Se estaba orinando encima sin proponérselo. La excitación había sido tal, que no se pudo controlar.

  • Oh, Dios...- exclamó.- Lo lamento, Zesna. No pude evitarlo...

  • No te preocupes, Martín... lo entiendo- dije y continué dándole placer con mi lengua juguetona sobre todo el aro de carne que no paraba de latir y que no cesaba de contraerse en forma intermitente, mientras sus últimas gotas de orina dejaban su uretra.

Desperté en mi cama en medio de la noche, como me estaba sucediendo en forma demasiado habitual.

Oscuridad total.

Intenté rememorar todo lo que recordaba de ese día.

Mi almuerzo con Junior; el momento en que fui a buscar a Mónica a su departamento, cómo salimos de allí, toda la conversación que tuvimos en mi automóvil, la llegada al hotel, el ingreso a la habitación, todo lo que sucedió sobre esa cama y el momento exacto en que Junior golpeó a la puerta. Todo el diálogo que mantuve con mi hermano en mi vehículo mientras nos alejábamos riéndonos a las carcajadas del hotel. Mi llamado a Martín y la odisea para intentar convencerlo de que viniera hasta aquí para estar a solas conmigo. Absolutamente todo lo que aconteció en mi departamento, desde que cerramos la puerta de entrada hasta que eyaculamos uno sobre el otro; todo lo que nos dijimos, todo lo que sentimos, todo lo que realizamos sobre la moquete de la sala; todo lo que pasó en el baño, debajo de la ducha, todo lo que...

Un momento!

No recuerdo el momento exacto en que él se fue de mi departamento...

Es más... no recuerdo el momento en que se marchó.

Estiré el brazo hacia mi derecha. Allí estaba el gordo.

  • Qué?- preguntó.

  • Estás despierto?- quise saber.

  • Sí. Es que no puedo dormir...-confesó.

  • Por qué no?- intenté averiguar.

  • Estoy pensando en todo lo que sucedió hoy...

Giré hacia él y me subí sobre su humanidad sin quitar las sábanas de encima nuestro. Su piel desnuda ardía, al igual que la mía, y cada vez que ambas entraban en contacto y se refregaban entre sí, parecía que las chispas saltaban por doquier.

Con una mano tomé su pene que adiviné que lo encontraría fláccido, pero nada más alejado de la realidad. Mis dedos se cerraron alrededor del mármol puro.

  • Quieres pensar en todo eso, o te seduce más reeditarlo?- pregunté, sin dejar de reconocer que estaba siendo demasiado perverso.

Como única respuesta a mi pregunta, su mano tomó firmemente mi verga que también comenzaba a ponerse erecta; y cuando lo hizo, ésta directamente se petrificó en forma instantánea.

Busqué a tientas su pezón izquierdo con mis labios y cuando lo encontré, mi boca se lo engulló.

Su respiración se agitó y por primera vez lo noté completamente distendido.

Sus suspiros, sus temblores, sus movimientos y sus besos sobre mi hombro me indicaron que había finalmente liberado sus sentimientos y que estaba totalmente dispuesto a disfrutar de toda esta experiencia nueva para él.

CONCLUIRÁ.

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