Hermanitos (7)

...nos quedamos helados al ver una hermosa negra con un cuerpo perfecto, una cara preciosa con rasgos occidentales, cabello crespo a la afro y unos extraordinarios ojos verdes como dos esmeraldas refulgentes.

RECUENTO / HUATULCO

Hola Soy Nayeli tengo 24 años estoy recién casada, pero no he dejado de amar a mi hermanito, Carlos, quien a su vez está casado con Verónica, mi amiga, mi amante, mi cuñada y mi hijastra. Actualmente curso  la Maestría de la Facultad de Filosofía y Letras, en compañía de mi inseparable amiga Mariana, quien, como saben es mi compañera de juegos amorosos. Mi hermano Carlos y yo, pese a nuestros respectivos matrimonios, vivimos en trieja con Caridad. Para quienes me recuerden, cuando empecé esta serie tenía 18, para quienes ni me conocen ni me recuerdan, hago el siguiente RECUENTO:

Primero, quiero presentar mis disculpas por haber dejado pasar tanto tiempo. Luego, a vuelo de pájaro, repaso los antecedentes de este relato, que retoma la serie, Hermanitos.

HERMANITOS.

Cabe aclarar que éste primer capítulo, fue publicado en “TodoRelatos” y a los pocos días retirado, por lo que seré muy cuidadosa y transcribiré, sólo lo absolutamente indispensable para fundamentar la serie. Debo aclarase también, que en México se alcanza la mayoría de edad a los 18 años.

MI HERMANO, MI MÁS GRANDE AMOR.

Soy Nayeli, nací hace 18 años, en el seno de una familia conservadora en una pequeña ciudad provinciana en la República Mexicana. Somos cuatro, mis padres y mi hermano Carlos, quien me lleva 12 años y yo. Me cuenta mi madre, que cuando nací, Carlos se puso feliz. No quería separarse ni un segundo de mí. Pronto aprendió a preparar mi mamila, me llevaba en brazos todo el tiempo que se le permitía, me cambiaba los pañales y me bañaba.

Desde que lo recuerdo, yo vivía pegada como una lapa a él. Era mi alegría, mi seguridad, mi vida misma. Cuando tenía como 7 años, yo solía decir que cuando creciera me casaría con Carlos. De principio, todos lo tomaron como un chiste.

Carlos hubo de ir a estudiar a la capital, yo me quedé desolada, vivía pendiente de su regreso, cuando llegaba, lo atendía con todo esmero y mi madre solía decir: -nada más justo Nayeli, tu hermano, cuando naciste, dedicó todo su tiempo libre para estar contigo, cuidarte y mimarte. –En esta ocasión, terció Carlos: -Vamos madre, Nayeli no me debe nada, lo que hice fue por mi gusto, sin esperar nada a cambio.

Te equivocas Carlos, dije mientras le daba el vaso con limonada, sí te debo algo, lo siento aquí, muy dentro, pero no sé lo que es, cuando lo sepa, te lo voy a dar.

Como seguía mi canto de casarme con Carlos, me mandaron interna a un colegio de monjas, me tocó como tutora, la hermana Caridad, monja muy joven y bonita con quien pronto hice amistad y le había platicado mi amor por mi hermano. Un día que llegué sin previo aviso a su celda que usaba también como oficina, separando su cama tan solo con una cortina, encontré un libro que se titulaba: Incesto. -¿Qué significa esta palabra hermana? –Le pregunté curiosa, aunque recordaba que mi madre me había dicho que era un pecado terrible. Ella, tapó con un fólder el libro y me contestó tranquilamente, el amor carnal entre hermanos o parientes consanguíneos.

Por consejo de la hermana Caridad, jamás volví a mencionar que quería casarme con mi hermano. Así que, debido a mi “buen juicio”, cuando él se casó, me llevaron a la boda.

Cuando cursaba el último año de prepa, la madre superiora llamó a mis papás y les dijo que yo tenía una notoria inclinación para el estudio de la Filosofía y las Letras, por lo que les recomendaba que la inscribieran el facultad de mismo nombre, en la capital de la República. Así lo hicieron y me fui a vivir con m i hermano Carlos y su esposa Nelly. Estuve como niña buena (casi), hasta que mi cuñada tuvo que salir de viaje y entonces…

A las 6:00  de la mañana estábamos los tres en la nueva sección del aeropuerto “Benito Juárez”. En cuanto Nelly se perdió de vista, me aferré al brazo de mi hermano, ritual que para mí era muy sensual y erótico.  Esta vez, mi hermano venció la barrera y me abrazó de frente, me pegué a él lo más posible, sentí como su miembro se endurecía, yo estaba empapada y a punto de desfallecer, por fin daba comienzo lo que había esperado durante tantos años. Dispuesta a besar a mi hermano como amante, él aflojó el abrazo sin soltarlo, a la par que me decía: -Hermanita, vamos a desayunar al “Camino Real”.

-Adelante, le dije y felices caminamos al restaurante. Cuando concluimos, se excusó y se alejó con apremio. Lo esperé emocionada. Llegó, se sentó, me comentó un par de temas triviales, solicitó permiso para pedir la cuenta. La trajeron, firmó la nota. Se acercó a mi oído para decirme que me tenía una sorpresa. Caminamos a los elevadores, subimos junto con muchas personas y llegamos a la habitación que había tomado.

Abrió la habitación, me levantó en vilo, me colgué de su cuello y me besó por  fin, sentía su lengua de fuego entrar en mi boca y jugar con la mía, sentía también su mano ávida acariciar  mi pierna sin media. Me estremecía en sus brazos viriles. Hubiera querido permanecer así para siempre, saboreando su boca anhelada y su caricia en mi desnudez. Con cuidado me depositó de pie en el suelo y nos abrazamos, nos besamos nuevamente, mientras levantaba mi falda y acariciaba complacido mis nalgas enfundadas en mis pataletas que, para estas horas escurrían mis jugos de amor.

Sin hablar, nos desnudamos mudamente entre besos y abrazos, me condujo a la cama, levantó mis piernas para sacar mi última prenda empapada, la olió, la besó y limpió con la lengua el escurrimiento en el interior de ambos muslos. Mis castas piernas despertaban a un mundo de sensaciones eróticas y placenteras. Vibraban emocionadas a cada lamida y trasmitían a la vez, una impulso eléctrico que recorría todo mi cuerpo, produciéndome espasmos, antes desconocidos.

Luego, besó mi flor palpitante, la lamió y bebió el agua amorosa y salobre que salía sin cesar. Yo sentía desfallecer con esos impulsos, pensaba que no podría haber nada más ardiente que eso.

Con la boca escurriendo de mis  propios jugos, se tendió sobre mí, lamí sus labios y barba y me gustó el sabor.  Metí mi lengua en su boca, buscando más de mí. Lo apreté con brazos  y piernas, podía sentir su pene ardiente que jugueteba sobre mis labios mayores que querían devorarlo. Tomé ese hierro con mi mano primeriza. Lo sentí fiero y dulce, duro y terso, lo conduje a la entrada de mi cuevita. Presionó para entrar, al sentir la resistencia se detuvo, me miró con la duda reflejada en el rostro. Le dije:

¡Vamos hermanito! Cuando supe que ésto es lo te quería dar, decidí guardarlo para ti, de modo que es tuyo, tómalo por favor. Metió ambas manos por mis lados, rodeando con ellas mis hombros de atrás hacia delante. Empujo con fuerza y

¡Plock

El himen cedió, sentí que muchos alfileres picoteaban la entrada de mi vagina. No sé qué tanto había entrado, pero me dolía mucho, me parecía que una cuña trataba de partirme en dos. Él se quedó quieto, besando mis labios, mi nariz, mis mejillas con una ternura que me parecía infinita. Me calmé, noté como se desvanecía el dolor y suspiré con un impulso que venía de mi alma.

Carlos retiró un poco el pene, lo impulsó nuevamente, mi vagina se distendía extrañada al ser invadida por un hierro candente. Repitió la operación dos o tres veces, a cada empuje, me salía un gemido por demás emocionado. Había entrado todo, podía sentir sus huevos en mi culito que pretendía tragárselos. Yo me sentía llena de Carlos, como si todo su cuerpo hubiera entrado en mí.

Permaneció quieto unos instantes. El dolor y la sensación rara habían desaparecido por completo, mi vagina, volvía a manar sus jugos, Carlos me pidió que bajara las piernas de su cintura a rodear las suyas y entonces me dijo: -Hermanita, hermanita linda, perdóname si te hice daño. ¿Cómo te sientes? –A lo que contesté:

Hermanito mío, siento una dicha enorme al tenerte hurgando mis entrañas, siento que todos estos años de espera, de incertidumbre, de desafío, pero a la vez, con la determinación que me daba la seguridad de que este día llegaría; quedan compensados con tenerte sobre de mí y dentro de mí.

-Te agradezco hermanita –comentó a su vez –la constancia y asiduidad de tu espera. -Dicho lo cual, pidió que metiera mis piernas debajo de las suyas, hecho luego, pulsó su pene, una y otra vez, arrancando un gemido de mi ser a cada pulsación. Entre una y otra, traté de apretarlo con la vagina, mientras sentía una gran dicha por este nuevo juego, algo se movió dentro de mí y mi vagina ahora, se contraía sola, hasta que los espasmos adquirieron gran intensidad, grité y percibí que me salía de mí  misma.

Al calmarme, Carlos separó con las suyas mis piernas y realizó un leve movimiento de vaivén. Con cada empuje me proporcionaba un placer desconocido, mi vagina seguía con sus contracciones automáticas, Carlos aumentaba la velocidad y el empuje de sus movimientos ambos sudábamos a raudales, ahora tuve espasmos repetidos de baja intensidad, temblaba toda, mis piernas vibraban sin control.

Carlos en vez de parar, duplicó la velocidad y aumentó el empuje, yo sentía desfallecer, creo que me lastimaba, quería pedirle que parara, pero descubrí que me gustaba ese trato brutal, así que coopere y aumenté el ímpetu de los embates. Entonces sentí que la vida se me salía, grité y grité. Carlos también gritó contorsionando su cuerpo. Luego se soltó y cayó exánime sobre mi cuerpo adolorido y maltrecho. Los dos jadeábamos enfebrecidos.

No sé cuánto tiempo duramos así. Percibí que yo caía en un letargo, Carlos se bajó de mí, se recostó a mi lado, abrazándome con ternura. Todas las nuevas sensaciones formaban un mar cálido que plácidamente me cubría, mientras yo me hundía más y más en un dichoso sopor.

HERMANITOS (2)

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NUESTRA LUNA DE MIEL

Nayeli y Carlos, luego de su primer relación sexual, deciden ir de Luna de Miel a una conocida playa en Manzanillo, Colima. MÉXICO.

-Hermanita -me dijo Carlos, -¿Recuerdas que un día que te ayudaba con tu tarea escolar, sacabas recortes de unas revistas y de pronto me preguntaste, -qué es esto que parece un cuento de hadas, a lo que te respondí es el Hotel "Las Hadas" en Manzanillo y me dijiste, quiero que me lleves allá? -Sí hermanito, claro que lo recuerdo. Carlos prosiguió entusiasmado, a la vez que me extendía unos boletos de avión.

-Hermanita, nos vamos de Luna de Miel al Hotel Las Hadas. Nuestro avión sale a las siete de la noche. Vamos a comprar ropa para estar allá un par de días. -¡Hermanito muchas gracias! Contesté radiante de alegría. Pensé que la sorpresa había sido esta ropa nueva que me seleccionaste tan a mi gusto y que tan bien me ajusta. Bueno, excepto por que la falda me queda a la mitad de las piernas, pero si así te gusta verme, para mí está bien. Sólo que atraigo mucho la atención, pero me acostumbraré.

-Me encanta verte así hermanita. Me siento orgulloso de que te volteen a ver, porque esta bella chica con la que todos quieren, es mi mujer. –Agregó Carlos, mientras nos levantábamos de la mesa. Caminé del brazo de mi apuesto hermano, mi amante, mi hombre. Recordé que en una clase de Formación Cívica, Caridad nos había enseñado a caminar con los pies ligeramente abiertos para no llamar la atención y nos advirtió que no fuéramos a caminar poniendo un pie delante del otro porque era un caminar muy sensual y llamativo. Así caminé, contoneándome por lo tanto, eso era lo llamativo, pero ¡Oh maravilla! Caminar así, implicaba que mis labios mayores se friccionaran entre sí y a su vez, lo hacían con mi pequeño capullo. Qué razón tenía Caridad, sí que es sensual caminar.

Ya en el cuarto de las Hadas. Mi hermano se disculpó porque le era muy urgente ir al baño. Me paré frente al espejo, ahí estaba de 156 de altura, 82 de busto, 63 de cintura y 85 de cadera, mi cabellera pelirroja al sol, que de noche se veía negra, mis ojos color miel con dos miradas a voluntad, una acerada, cortante y otra cálida, envolvente, coqueta y mi cara, bella en su conjunto. Levanté mi falda ligera y pude ver mis piernas bien torneadas y mis pantis color champagne que me había comprado Carlos esta mañana.

Me saqué la blusa y retiré el sostén, mis senos brotaron desafiantes de un blanco más acentuado que mi cara, hombros y brazos. Los acaricié apasionadamente, sentí su turgencia, me concentré en los pezones que se endurecieron de inmediato. Puse una silla frente a la ventana, trepé mis rodillas y me incliné sobre el respaldo. Bajé de la silla, disminuí el nivel de la luz del cuarto y recuperé mi posición anterior, enrollé la falda hasta mi cintura y con las nalgas al viento, esperé a que saliera Carlos, mientras veía un mar sumergido en la oscuridad, apenas rota de vez en vez por alguna luz que se desplazaba ya muy lentamente, ya con rapidez.

Oí que se abría la puerta del baño. En el reflejo del ventanal, pude ver que Carlos desnudo se aproximaba lentamente, admirando mis nalgas que enmarcaban mi conchita hambrienta, empapada de mis jugos. Llegó, cayó de rodillas acarició mis nalgas, produciéndome un estremecimiento que me arrancó un gemido. Besó y lamió mis nalgas y de pronto, sentí que su lengua recorría mis labios mayores de ida y de vuelta, a cada paso, me producía una oleada de placer que recorría mi cuerpo entero, arrancándome gemido tras gemido.

Sentí como su lengua fiera entraba entre mis labios mayores, llegaba al inicio de mi vagina y lograba meterse, llevándome a un frenesí que me obligó a bajar de la silla, levantar a Carlos y fundir mi cuerpo caliente y tembloroso, mientras besaba con delirio su boca, lamiendo y chupando mis propios jugos.

Lo jalé de la mano a la Cama, mientras me deshacía de la falda, se acostó boca arriba, ofreciéndome la visión maravillosa de su verga parada apuntando al techo. La besé con deleite de la punta a los huevos y al revés, la lamí golosa, le brotó un goterón de lubricante, pasé la lengua por la punta y lo saboree. Tomé el glande entre los labios, él se retorcía de placer. Lo metí en mi boca hasta que topó en mi garganta, me animé y empujé hasta que sentí en mis labios su acolchado pelo púbico. Lo saqué, hasta sentir el glande entre mis labios y otra y otra vez.

Me sobre calentaba oír sus gemidos y sentir como se retorcía de placer. Mi vagina escurría, podía sentir el líquido bajando por mis muslos. Así que, dejé de mamar su verga, me subí a horcajadas sobre él y me encaje su capullo, que a su vez escurría de una mezcla de mi saliva con su jugo pre seminal, por lo que, mi vagina lo engulló con toda facilidad. Apenas entró se dispararon las leves contracciones involuntarias de mi vagina a lo cual, Carlos comentó:

-Tienes perrito hermanita. –Comprendí que se refería a las contracciones y le repuse, Sí y te muerde hermanito y echamos a reír. No sabía entonces que el famoso perrito es algo muy apreciado por los hombres.

Subía y bajaba con toda lentitud para percatarme de lo que sentía mi vagina con cada incursión. Cambiaba de ritmo, más lento, más rápido, mientras él, acariciaba alternadamente, mis senos y pezones, mi espalda desnuda, mis nalgas glamorosas, mis muslos e incluso mis pies. Me di cuenta que en esta postura, la mujer lleva la voz cantante, escoges el ritmo, la velocidad que le imprimes, la inclinación de la penetración y su propia postura.

Me incliné sobre Carlos para besarlo, pegué mis senos sobre su pecho y a cada movimiento de mi culo, mis pezones se frotaban en él. Sus manos acariciaban mis nalgas, noté que mojaba un dedo en los jugos genitales, con él acarició mi ano, lo presionó, mi ano cedió y su dedo entró, arrancándome gemidos de placer ante un estímulo nuevo.

No pude más, me invadió una oleada eléctrica que recorrió mi cuerpo y se disparó la ametralladora de los orgasmos. Carlos me siguió y moviendo frenéticamente su dedo que tenía encajado en mi ano, se vino en medio de un bramido atemorizante.  Al poco rato, me incorporé, miré su pene semi flácido empapado de la mezcla de su esperma con mi jugo vaginal y la saliva de ambos, lo lamí, para recuperar la mezcla, lo metí en mi boca. Una sensación diferente pero agradable tener ese trozo de carne inerte en contacto con la lengua y el paladar, que iba reaccionando poco a poco y recuperando su dureza,

Carlos me hizo la señal de que me acomodara sobre él ofreciéndole mi vulva empapada y la lamió, mientras yo me engolosinaba con su pene cada vez más duro. Así estuvimos, hasta que él se levantó, me recostó boca arriba, me cubrió con su cuerpo y nos besamos lamiéndonos en busca de la deliciosa mezcla. En eso, su verga encontró la entrada de mi vagina y la metió de un solo empuje, el perrito comenzó a ladrar y cogimos sin dejar de besarnos entre gemido y gemido. Lo apreté fuerte contra mí, subí mis pies a sus nalgas, en busca de la deliciosa sensación de sentir sus huevos tocando mi culo. Me di cuenta de que, con mi talón podía acariciar la raja de las nalgas de Carlos y él se estremecía. En eso, Carlos se incorporó quedó de rodillas entre mis piernas, las tomó y las subió a mis hombros, me metió la verga, que topó con el fondo produciéndome una sensación diferente.

En esa postura, yo quedaba inmovilizada, un acto pasivo de entrega total. Pero, la verga erecta de Carlos al entrar y salir friccionaba mi punto "G", por lo que me puse a 100, me retorcía, apretaba el cuello de Carlos con las piernas, gemía como loca, no sé cuánto tiempo estuvimos así, hasta que percibí que la verga de Carlos crecía más todavía, preludio de su orgasmo, por lo que solté el mío, juntos llegamos a la meta en medio de convulsiones y gemidos.

Me Soltó y se dejó caer a un lado mío, limpié su pene todavía duro con mi boca, me recosté a su lado, llevé mis dedos a mi vagina, recogí todo el líquido que pude, lamí mis dedos estaba dispuesta a compartirlo con un beso, pero me di cuenta que Carlos prefería descansar. Me acurruqué, me tomó entre sus brazos y nos dormimos.

HERMANITOS (3)

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DE REGRESO A CASA

Entretanto, pensaba que 26 horas antes, había salido de casa como una señorita tímida con ropaje acorde a una chica recién salida del convento, enamorada en silencio de su hermano casado y hoy, estaba aquí tirada, casi desnuda, con mi sexo al viento, convertida en una puta insaciable y mamadora irredenta, compañera sexual de mi hermano. Pero feliz, muy feliz de haber cogido con él en una variedad de posturas por todas las oquedades de mi cuerpo. Y saben qué? Dichosa al darme cuenta que si bien yo he amado a mi hermano desde que recuerdo, hoy lo amo más y él también a mí.

De regreso en casa, me sentía y era la mujer de mi hermano, luego de que Carlos, se reportó con madre y hablamos ambos con ella, me levantó en sus brazos, me colgué a su cuello y me llevó sonriente, victorioso, como si fuera la primera vez que lo hacía; bueno, lo era en la casa. Me depositó en la cama marital y lamió mis tetas; sediento succionaba mis pezones alternadamente; hambriento, abría su boca al máximo y trataba de abarcar todo mi seno, también alternadamente. Me lamía la zona entre ambas tetas, para luego lamer todo mi seno y luego el otro. Mientras yo ardía, gemía, me retorcía, mis pezones palpitaban al mismo ritmo que lo hacía mi entrada vaginal, la que por cierto estaba empapada.

Me quitó los pantalones blancos ajustados con tremenda mancha en la entrepierna y al darse cuenta de que no traía calzones y de que, mi pepa manaba hidromiel, se lanzó como si fuera un caminante del desierto que encuentra un pozo de agua, y lamió y sorbió mis líquidos que con esa acción brotaban abundantes, en tanto que yo casi desfallecía de placer.

Entre palpaduras y jalones le hice entender a mi hermanito que quería un 69, por lo que, sin soltar mi conchita, se dio la vuelta para facilitar mi deseo. Con algo de trabajo, aflojé su cinturón, desabroché su presilla, bajé el cierre y los pantalones hasta debajo de sus nalgas, luego, hice una operación parecida con sus calzones y ahí estaba imponente, su hermosa verga que metí a mi boca de inmediato, saboreando el líquido pre seminal que manaba sin cesar. Así estuvimos brindándonos placer con la boca mutuamente, hasta que me saqué la verga de la boca le dije: cógeme hermanito, cógeme, me urge.

Carlos se levantó, terminó de desvestirse. Regresó a la cama, me levantó las piernas, pensé que se las iba a echar a los hombros; pero no, las echó hacía mi cabeza, con lo cual, mis dos agujeritos quedaban disponibles. Empuñó su verga y me la metió en la vagina, me la iba metiendo poco a poco, lentamente, mientras los espasmos me recorrían dulcemente.  Iría a la mitad cuando mi perrito comenzó a ladrar, lo que hacía que Carlos se detuviera para disfrutar esas contracciones involuntarias de mi vagina húmeda, caliente y viscosa. Carlos empezó a bombear muy lentamente, mientras nos veíamos a los ojos y nuestros rostros expresaban placer y amor, amor cómplice, incestuoso, diríase que infinito.

No sé cuánto tiempo estuvimos así. Carlos, ahora aceleró los movimientos, cerró los ojos concentrándose y que bueno, porque mi rostro se había congestionado, al igual que mis genitales que estaban a punto de estallar. Carlos bramó en señal de que se estaba viniendo, eso me jaló; los espasmos intensos me recorrían de pies a cabeza y grité embriagada de placer. Carlos sacó de un golpe su verga chorreando, se quedó y me dejó inmóvil unos instantes y me dijo: -Hermanita si pudieras ver esta belleza, un cáliz vivo, palpitante, rebozando el elixir formado por nuestros jugos sexuales y nuestras salivas.

-Dicho lo cual, se inclinó reverente y sorbió. Vino a mí, adiviné su intención y abrí mi boca. El entonces, depositó la mitad del elixir en mi boca y lo tragamos mientras nos dábamos un prolongado beso intercambiando el contenido residual de nuestras bocas. Carlos se colocó al lado mío, me acurruqué en sus brazos y de inmediato me quedé dormida.

HERMANITOS (4)

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CARIDAD

Dejamos algo pendiente esta mañana hermanito, así que le quité el cinturón, le desabroché el pantalón, lo empujé sobre el sofá, le quité los pantalones y calzones de un solo tiro y ahí estaba mi tesoro, mi caramelo preferido, mi delicia de delicias, tomé en mis manos su hermosa verga, la jugué al sube y baja entre beso y beso. La empuñé por el tronco y lamí a mi gusto el glande, provocando ligeros espasmos en Carlos. La metí toda en mi boca, hasta que mis labios toparon con mi mano, fui bajando mi mano y mis labios la volvían a alcanzar, finalmente quité la mano y mis labios toparon con su pelo púbico, la verga se había abierto paso en mi garganta, ahora la soportaba muy bien, la saliva me fluía a raudales humedeciendo el pelo púbico de mi hermano, giraba en redondo mi cabeza con lo que arrancaba gemidos y espasmos de mi hermanito, lo que me calentaba al máximo y mi puchita producía más y más crema de almeja.

Me colocó de pie frente al sofá, apoyé mis manos sobre el respaldo, recogió mi pelo y lo pasó al frente rodeando mi cuello. Mientras besaba mis hombros y la parte superior de mi espalda, acariciaba mis senos con una mano. Los besos se extendieron por toda mi espalda al llegar a la cintura, se brincó a mis corvas  fue subiendo, ya con la lengua, ya con los labios por ambos muslos. Entonces me di cuenta que el escurrimiento de mis jugos, llegaba a la mitad de mis muslos y podía percatarme del placer con el que Carlos lo sorbía. Llegó a la fuente del caldo de almeja y ahí se engolosinó sorbiéndolo y lamiendo la almeja misma, entre mis gemidos y temblores.

Empuñó su verga, la pasó varias veces por encima de mi pepa y al fin la clavó en mi vagina de un solo golpe, haciendo que me retorciera de placer y gimiera por la dicha que me producía tener el fierro caliente de mi hermanito dentro de mí. Comenzó con un mete y saca lento, como disfrutando mi perrito ladrándole, Entre tanto, cuando su verga salía, empapaba sus dedos en ella y los llevaba a mi boca, mismos que golosa, chupaba complacida. Sacó su verga de mi vagina, la empuño escurriendo, presionó con ella mi culito que hambriento y palpitante cedió encantado a la presión. Al sentir Carlos, que el glande se habría paso, me la dejó ir, también de un solo empujón, arrancándome un fuerte grito y un enorme espasmo que casi me paraliza, entonces permaneció un momento quieto, preguntándome:

-¿Estas bien hermanita? –a lo que contesté: Nunca había estado mejor, ni más dichosa que en este momento que me tienes ensartada hermanito. Te aseguro, que el grito no fue de dolor, fue de sorpresa, de alegría, de placer. Mi hermano comenzó su mete saca muy lentamente, mientras yo recordaba y practicaba aquella lección, cuando saque, aprieta, cuando meta afloja. El placer que este movimiento me da, es algo muy especial, me produce ondas de electricidad que recorren todo mi cuerpo y me obligan a abrir la boca, jalando aire de manera entrecortada, mientras las ondas salen. En tanto, con una mano, acariciaba mis senos y mis pezones duros y palpitantes, con la otra, mis labios vaginales, la entrada a mi cuevita y el clítoris. De vez en vez, llevaba sus dedos escurriendo a mi boca y yo los saboreaba como el manjar más delicioso.

El me sujetaba fuerte por la cintura, mientras me embestía con mucha fuerza, lanzando un resoplido a cada empuje. Sentí que su verga crecía más todavía, supe entonces que él se venía y me solté desde mi interior en medio de convulsiones y gemidos. Me saqué la verga bruscamente, me di la vuelta, caí de rodillas, tomé su hermoso falo escurriendo y aun tieso, lo olí y me agradó, así que lo metí en mi boca, lo apreté con los labios y lo saqué, la pasta viscosa me quedó en la boca, la tragué y lamí pacientemente cada centímetro, hasta dejarlo limpio y reluciente.  La primera vez que lo hice en “Las Hadas” , no me agradó el olor y me causó repulsión, pero la dominé como un acto de entrega total, sin reservas. Esta vez en cambio, lo disfruté, me pareció un verdadero deleite. Mi hermano, me levantó por los brazos, me abrazó y me besó en la boca con mucha ternura, buscando dentro de ella, con su lengua, cualquier vestigio del unto de su verga.

Por la tarde, pensé en cambiarme de ropa, vestirme muy cachonda para  esperar a Carlos. En eso, tocó el timbre, mire por el pequeño monitor de TV, vi una mujer rubia de pelo corto con un coordinado oscuro de falda larga a quien no reconocía, pero me resultaba familiar, así que fui a abrir y ¡OH Sorpresa! No daba crédito, estaba ahí nada menos que Caridad. Le di un jalón hacia dentro, cerré la puerta y me lancé a sus brazos. Nos abrazamos fuertemente, la besé en la boca, metí mi lengua en la suya, acariciaba sus imponentes nalgas. Llevé una mano a sus senos, sin soltar, ni el beso, ni sus nalgas. Se separó un poco y me dijo: -Calma, calma mi niña; déjame ver lo hermosa que estás, vestida tan moderna, te ves tan bella.

Sin decir palabra, la tomé de la mano, la arrastré a mi recamara. La abracé y la besé nuevamente, ahora, ella también sucumbió a la pasión y nos desvestíamos frenéticamente. Cuando quedó totalmente desnuda, tendida en mi cama, me quedé sorprendida, casi paralizada de la blancura y belleza de su cuerpo. Ahí no había tocado ningún rayo de Sol, ni siquiera indirecto.

¡Vaya Belleza!

Sus hermosos senos níveos, desafiantes que me invitaba a besarlos, coronados por sendas areolas y minúsculos pezones, que a gritos pedían ser lamidos y succionados, ambos de color café con leche diluido. Su vientre era un valle helado, con una gran fuerza interna que lo hacía estremecerse. Su pubis llena de un pelamen hirsuto color de los pelos de elote con la forma silvestre de un huisache enmarañado, resultado de años de abandono. Me sacó de mi arrobamiento el hecho de que Caridad buscaba algo con que cubrirse, así  que le dije:

Estás bellísima Caridad, tu cuerpo es hermoso y sensual y me lo voy a comer.

HERMANITOS (5)

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CARIDAD DE LOS MONTES

Caridad de los Montes llegó imprevistamente a la casa, la recibí tan efusivamente que terminamos en la cama. Luego, en la sala de la casa nos sentamos a conversar para esperar a Carlos. Llegó, los presenté y caridad se desahogó platicando su historia y su salida del convento, quedó tan abatida que Carlos y yo la consolamos, tan efectivamente que miren ustedes como terminamos:

Pedí a Carlos que se tendiera en la alfombra y Caridad se lanzó para besar y lamer su hermosa verga, yo me fui a comer la pepa de Caridad y la fui impulsando de modo que mi hermanito, me pudiera comer a mí. Luego, cambiamos de posición Caridad y yo. Ahora, yo podía comer la verga de mi hermanito impregnada de saliva de Caridad, lo que me resultaba un delicioso manjar. Caridad lamía mi concha, arrancándome gemidos y pequeños temblores; en tanto que, mi hermanito se comía la pepa de Caridad; quien tuvo un leve orgasmo, así que deshice el triángulo de mamadores.

De inmediato, coloqué a Caridad boca arriba y pedí a Carlos que la penetrara, en el primer intento, mi hermano logró meterle el glande, pero a partir de ahí, a Caridad le dolía mucho, así que le dije: No olvides Carlos, que Caridad trae atorado el palo fraterno, déjame lubricarla bien y tú, lubrica tu verga en mis abundantes jugos vaginales. Metí mi cabeza entre las bien formadas y blancas piernas de Caridad, puse mis dos manos debajo de sus hermosas nalgas para levantarlas un poco, de modo que su conchita quedó al alcance de mi hambrienta boca y experta lengua y me la comí, a la vez que le metía saliva, lo más posible. Mientras tanto como yo había quedado en cuatro, levantando el culo, Carlos pudo penetrarme de lo lindo, de un solo empujón y bombear a su gusto, haciendo splash cada vez, pues  yo tenía inundada la vagina de lo caliente que estaba.

Recuperamos la posición anterior y ahora Carlos que traía la verga escurriendo de mis jugos, pudo penetrar a Caridad, no sin esfuerzo de su parte, ni sin dolor por parte de Caridad que lo reflejaba en un rictus de su bella cara. Carlos se quedó quieto, moviendo sólo la verga dentro de Caridad, y yo me acerqué para besarla en la boca y acariciar sus bellos, torneados y duros senos. Cuando Caridad se hubo relajado, le hice la señal a Carlos para que empezara a moverse. Así estuvimos un buen rato, me percaté de que Calos estaba a punto de venirse; así que, para darle tiempo, paré la escena, le pedí que se tendiera boca arriba y senté a Caridad a horcajadas sobre el pene recto y resbaloso  de Carlos, lo empuñé para sostenerlo mientras Caridad se lo encajaba en su concha. Esta vez, entró con facilidad. Le dije a Caridad: Estás sentada en el trono de la reina, en esta posición, tú dominas, eliges el ritmo, la fuerza de la penetración, el ángulo de la misma y yo, sentada aquí (coloqué mi vagina ardiendo, escurriendo y palpitando) sobre la boca de mi hermanito), puedo acoplarme a ti, para besarte y acariciar tus hermosos senos que me vuelven loca. Caridad se dio vuelo experimentando cada ángulo posible, variando la velocidad y la fuerza de la auto penetración. Yo veía como su rostro se volvía más hermoso, entre gemido y gemido, convulsión y convulsión, mientras mi hermanito sostenía mis hambrientas nalgas con ambas manos y me chupaba el culo que era un gran gusto para mí.

Por fin, Caridad tuvo un gran orgasmo entre gemidos, gritos y convulsiones y fue a acostarse a un lado de mi hermano, en tanto yo lo monté, me ensarté su glande en mi culo, lo que me causó un enorme placer, le apreté el cuello lo más que pude, luego aflojé y me di el sentón, metiéndome su hermosa verga hasta el fondo, en tanto yo sentía desfallecer de tanto deleite, me quedé quieta un rato, pero apretaba y aflojaba el culo, produciéndole un gran placer a mi hermanito quien gemía y se convulsionaba levemente. Inicié el mete saca muy lentamente, disfrutando cada centímetro que salía o entraba, apreté el paso, caridad besaba a Carlos y él acariciaba mi clítoris y mi panocha escurriendo. Más y más  fuerte, hasta que sentí que la verga que tan a gusto estaba comiendo, se engrosaba más todavía y al sentir el líquido quemante dentro de mi culito, tuve un gran espasmo que hacía que Carlos se retorciera por lo apretones de verga que le ponía.

Al concluir mi orgasmo, me bajé de la silla de la reina y fui a mamar la verga de mi amado, hasta dejársela limpia, luego me jaló para besarme en la boca, cuando me soltó, besé a Caridad quien me correspondió con mucha pasión y luego besó a Carlos. Los tres nos tumbamos un rato, hasta que Carlos, mientras se levantaba nos dijo: -Vamos a dormir preciosas.-Por respuesta, me paré, levanté a Caridad, le rodee la cintura con la mano derecha, ella depositó su brazo sobre mis hombros. Rodee la cintura de Carlos con mi mano izquierda y él puso su brazo sobre el que Caridad tenía posado sobre mí. Así desnudos, nos dirigimos al  cuarto de mi hermano. Para mí, eso tenía un gran significado, si los tres íbamos a dormir desnudos en la cama marital de la casa, era que los tres, sin haberlo dicho, estábamos aceptando, que a partir de ese momento, habíamos formado un trieja.

HERMANITOS (6)

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POR FIN, SOY LA MUJER DE MI HERMANO

El día que Nelly, la esposa de mi hermano llegaba, partimos al aeropuerto. Carlos llevaba el coche de Nelly y yo lo seguía en mi mini cooper. El vuelo llegó conforme a lo programado. Vi a lo lejos a Nelly, venía del brazo de un hombre apuesto, elegante, más que maduro, quien prudentemente se hizo a un lado, mientras Nelly nos saludaba. Me dio un abrazo y un beso, se portó muy amable conmigo. Llevó a Carlos a un lado. Algo platicaron.

Carlos le tendió las llaves de su coche junto con el boleto del estacionamiento. Nelly me hizo adiós con la mano. Alcancé a mi hermano y lo abracé muy tiernamente, sin importarme si Nelly nos veía o no. Carlos me rodeó la cintura, mientras me daba un beso apasionado, yo sentía renacer el fuego sexual en mi cuerpo, incrementado por la sensación tan agradable  de percibir que el pene de Carlos se erectaba palpitante sobre mi cuerpo. Soltamos el beso y me invito a cenar. Lo hicimos en el Hotel Camino Real del propio aeropuerto, en donde desayunamos hace dos meses y fue ahí en donde le entregué a mi hermanito el tesoro que le guardaba, mi virginidad.

Carlos me platicó que Nelly se había ido para siempre, pero que no sentía la menor tristeza porque estaba seguro que yo aceptaría ser ahora su mujer, a lo que contesté que era mi momento de mayor felicidad  porque al decírmelo, me había probado que él también confiaba en que, juntos encontraríamos la felicidad. Me preguntó si quería que tomara una habitación, le dije que no, que quería estar en la casa, en nuestra cama matrimonial para pasar en ella nuestra primera noche de marido y mujer.

De regreso me comentó que Nelly le había dicho algo así, -éramos amigos antes de casarnos, muy buenos amigos. Siempre pensé que el casarnos era un acto e amistad tuyo (de Carlos) para que yo obtuviera más rápido mi nacionalidad, lo que así fue, cosa que te agradezco. Entonces, porqué no seguimos  siendo amigos. –Dijo además, que le urgía realizar su tesis de doctorado y que por eso se iba a vivir con su asesor. Que quería divorciarse con urgencia para estar libre cuando apareciera el millonario indicado.

Llegamos a la casa, apenas traspusimos el umbral, nos besamos tiernamente en medio de un abraso, estático primero, que fue adquiriendo movimientos, acariciándonos mutuamente las espaldas y las nalgas. Entre beso y beso, nos fuimos desvistiendo y caminando hacia el salón, la ropa quedaba sembrada en el piso conforme avanzábamos, mientras yo sentía que mi cuerpo ardía y temblaba placenteramente; e tanto mi cuevita palpitaba llena de ansía amorosa y fluía incesantemente.

En el salón cayeron las últimas prendas, me levantó en vilo y subió conmigo en sus brazos, hasta que me depositó con toda suavidad en nuestra cama (king size). Se tendió sobre de mí, nuestros sexos quedaron juntos, su pecho sobre mis senos, su brazo derecho bajo mi cuello, su mano izquierda acariciaba la parte lateral de mi seno a su alcance. Cada centímetro de mi piel, cada molécula, cada célula de mi cuerpo, entraba en comunicación con la célula correspondiente de mi hermano, el amor de mi vida; entre ambas generaban una pequeña corriente eléctrica, imperceptible en sí misma, al sumarse, me producían retorcimientos placenteros a lo largo de mi cuerpo, que me sumían en un letargo lascivo, quería más, pero disfrutaba tanto lo que me ocurría que no quería moverme, quería seguir así por el resto de la noche, de la vida.

HERMANITOS (7)

HUATULCO

“Tempus fugit” alocución latina que aprendí en la facultad, que por lo general traducen, en forma libre, como como el tiempo se va o el tiempo pasa. Prefiero la traducción literal que dice, el tiempo huye y así lo siento, desde el 24 de agosto de 2008, fecha en que Carlos me pidió que fuera su mujer y yo acepté, han transcurrido 5 años de felicidad y dicha, casi perfectas. Al siguiente fin de semana, hablamos con nuestros papás y les dijimos lo que estaba ocurriendo, aunque ambos lo sospechaban, lo intuían. Papi contestó de inmediato, nos da mucho gusto saber que viven felices. Su madre y yo, les pedimos algo, cuando vengan a esta su casa, por favor utilice cada quien su cuarto. Contestamos a coro: -así será. -Observé a madre y vi que hacía grandes esfuerzos por no llorar, así que fui y la abracé con mucha ternura, ella me abrazó igual y me dijo: -mi hijita, mi hijita linda, te quiero tanto, pero, mira lo hermosa que estás… Te la encargo Carlos ámala y cuídala como siempre lo has hecho”. Papi nos invitó una copa y nos fuimos a cenar.

Seguimos viajando con regularidad a la casa paterna. Papi absorbía más y más a Carlos para ponerlo al tanto de sus asuntos. Carlos me hacía comentarios al respecto, pero yo no le ponía interés. Hasta esta última vez que Carlos me dijo: -Hermanita, tenemos que ir a Huatulco para atender asuntos de papi, que de hecho son nuestros asuntos. –Cuando digas hermanito, contesté y lo besé, convidándole mi saliva y saboreando la suya.

Estaba en la recamara arreglando las maletas cuando llegó Carlos. Nos abrazamos fuertemente y me dijo al oído con aire de confidencialidad, -tengo ganas de ti hermanita, -por respuesta, me lancé a él, rodee su cuello con mis brazos y su cintura con mis piernas. Nos besamos con mucha pasión. Yo quedaba de espaldas al espejo y como traía minifalda y me había quitado la pantaletita, pues la había empapado al despedirme de Marina en medio de nuestros respectivos automóviles,  con besos abrazos y cachondeos; mi hermanito contemplaba en el espejo sus manos sobre mis nalgas desnudas.

Nos separamos, nos desvestimos mutuamente entre besos y caricias. Cuando quedamos desnudos, me tendí en la cama, decúbito supino (bocarriba), con las piernas flexionadas y abiertas, los brazos también abiertos y mis senos provocativos contoneándose. Carlos contempló brevemente el lujurioso cuadro de su hermanita menor ofreciéndole sus atractivos sexuales sin pudor alguno. No aguantó más y se tendió sobre de mí. Sentí palpitar su hermosa verga sobre mi almeja que parecía una fuente incesante, su pecho velludo sobre mis senos sensuales y cálidos y sin ayuda, su verga encontró el camino, se metió dentro de mí, provocándome una deliciosa cadena de estremecimientos, pasados los cuales, mi perrito comenzó a morder el miembro caliente de mi hermano. Se movió frenéticamente, nos abrazamos muy fuerte y mientras los dos nos repetíamos, te amo hermanita, te amo hermanito, tuvimos sendos orgasmos.

Pasado un tiempo de reposo, muy abrazados, Carlos me dijo: -hermanita, nuestro avión sale a las 08:00, qué te parece, si mientras terminas de arreglar las maletas, hablo al hotel “Camino Real” del aeropuerto, hago una reservación y pernoctamos allá para recordar nuestra primera noche de amor. Cenamos muy a gusto con champagne Krystal y Carlos me habló así: -¿Sabes Na? Los momentos más felices de mi vida los he pasado contigo. Cuando llegaste a casa en brazos de Madre y quise alzarte de inmediato, sentí que mi corazón se desbordaba. En tu etapa de bebé, le ayudaba a Madre contigo, en cuanto regresaba de la escuela, te daba de comer, te dormías en mis brazos, te cambiaba, te bañaba.

Más grandecita, jugaba contigo, te enseñe a hablar, a contar, luego a leer y muchas cosas. Cuando vine a estudiar te extrañé mucho. Al casarme, sentía que te traicionaba, porque yo sabía de tu proyecto de vivir juntos para siempre, lo que a todo mundo le parecía una locura, así que pensaba que construía un muro entre nosotros. El día de mi boda, te vi tan hermosa. Madre me dijo que ya se había pasado la locura, que por eso te llevó.

El día que papá me preguntó que si te recibía en la casa, me puse muy contento. Llegaste y trajiste contigo un pedazo de nuestro hogar feliz. Volví a comer sabroso y a tiempo, pero lo más importante, contigo. Cuando se fue Nelly a Londres, no me imaginaba que esa misma noche estarías en mis brazos y me hiciste inmensamente feliz al entregarme tu tesoro virginal.

-No contesté nada para no romper el momento mágico que Carlos había construido para mí, para los dos. Mientras esto recordaba, Carlos se estaba bañando y yo lo esperaba tendida sobre la cama,  decúbito prono y desnuda por completo. Mi cabello castaño cubría hasta la mitad de mi espalda y mis redondas y mórbidas nalgas subían y bajaban al ritmo de mi respiración.

Carlos salió del baño se quedó contemplando a su hermosa hermanita, convertida en una mujer cachonda a más no poder con las piernas entreabiertas esperándolo. Yo podía oír cómo se secaba con la toalla y lo imaginaba desnudo, peludo con la verga bien parada, observándome, deleitándose con la vista que le ofrecía. Oí cuando la tolla cayó al suelo. Siguió un lapso de silencio, que se prolongó y me empezaba a poner nerviosa por no saber qué hacía Carlos, porque no caía sobre de mí cuan pesado era y me cogía frenéticamente. Por fin, me besó en lo más alto de una de mis nalgas, luego en la otra, a cada beso de fuego, mi cuerpo se estremecía. Cayeren los besos uno tras otro, ya fueran con los labios cerrados o entreabiertos, ya era una lamida o un chupetón,  cada uno me producía sensaciones electrizantes que recorrían mi cuerpo entero produciendo leves espasmos y dulces gemidos.

Bajó el torrente de besos por ambas piernas hasta las corvas, en donde puso especial énfasis; las lamía, las chupaba para ensalivarlas nuevamente y me hacía gemir. Bajaron los besos por las pantorrillas y lamió mis pies produciéndome un placer inesperado. Recorrió con sus besos el camino inverso y al llegar a mis suculentas nalgas, pasó la lengua a lo  largo de toda la raja de ida y vuelta y repetía, no pude más y solté mi primer orgasmo en medio de gemidos y convulsiones en tanto que mis piernas temblaban como con vida propia.

En medio de mis convulsiones, mi hermanito se tendió sobre de mí y de inmediato me metió su cálida y tiesa verga en mi conchita palpitante, que hambrienta la engulló. No por conocida la verga de mi hermano, dejaba de producirme sensaciones maravillosas a cada movimiento que realizaba. No duró mucho ese gran placer, pues la sacó, la empuñó, hizo  molinillo con ella en mi ano y la empujó lenta y suavemente.

A cada empujón me arrancaba un gemido de dolor y placer,  sentía como se abría paso con maestría, la metía, la dejaba un rato, la sacaba un poco, para volver a empujar, volviéndome loca con cada impulso. La metió toda y permaneció quieto. Mi esfínter comenzó a relajarse, el glande estaba cabeceando dentro de mi intestino grueso. Yo percibía todo con agudeza y lujuria, nunca perdí de vista que era mi propio hermano quien me sodomizaba  y eso le daba un plus de morbosidad a mi acto de suyo impropio.

Comenzó el movimiento de mete y saca, cuando iba de salida, yo apretaba el ano todo lo que me era posible arrancándole  gemidos de placer, a los cuales, seguían  los míos. Cuando Carlos metía su hermosa verga, yo me relajaba y disfrutaba esa sensación tan especial.  Comenzó lentamente y fue acelerando sus movimientos, me tenía loca, metió su mano debajo de mí y acariciaba mi vagina, los labios, el clítoris, la entrada, en un splash por la cantidad de lubricante que me salía de ahí. Me tensioné de pies a cabeza y en un grito ahogado por la almohada tuve un inmenso orgasmo  húmedo bañando con chisquetes la huevos de mi hermano. Esa sensación jaló a Carlos y tuvo su orgasmo, mientras se apretaba contra mí.

Al otro día, luego de subir al avión a Oaxaca, mientras me advertía Carlos: -en Oaxaca hermanita, abordaremos un taxi aéreo que nos conducirá a Huatulco, ya lo tengo reservado y pagado el anticipo. -Nos fuimos en primera clase, me extrañó, que siendo Carlos tan caballeroso como era, se metiera al lugar de la ventanilla y me dejara en el pasillo. No objeté nada, pensé que tendría una buena razón para actuar así. Íbamos en la última fila de la cabina de primera, al lado nuestro, pasillo de por medio, iba otra pareja, en la que él era sensiblemente mayor, pero ni duda de que eran pareja. Despegó el avión, sirvieron el desayuno. Las aeromozas,  eran en realidad, aero-hermosas,  muy seductoras. Pensé entonces,  que mi hermanito se había protegido tras la minifalda de su hermana, pero no era así. Terminado el desayuno,  Carlos me habló más o menos así: -Como sabes hermanita, Papi puso en su testamento que su terreno de Huatulaco es para ti y para mí, a partes iguales, lo cual no es cosa menor, pues Huatulco ocupa el tercer lugar en la preferencia de los practicantes del Surf a nivel mundial. El primero está en Australia, el segundo en las Islas Canarias y el Tercero en México con 15 puntos de oleaje adecuado con infraestructura para los deportistas, entre Huatulco y Salina Cruz, ambas poblaciones del Estado de Oaxaca. Nosotros vamos a las “Bahías de Huatulco”, zona en donde se entremezclan playas, riscos, acantilados, islotes y arrecifes coralinos, entre los cuales hay localizados once  sitios para buceo turístico, a lo largo de las nueve  bahías.  Nuestro terreno está ubicado en una terraza, detrás del hotel “Veigas” que es a donde vamos a llegar. La terraza de más, es de otra persona quien estará también presente, pues vamos a atender una propuesta que nos hace el dueño del hotel, el Sr. Huberto Varcarcel.

Carlos me dijo que me asomara a la ventanilla. Entonces entendí, porqué mi hermanito había escogido el lugar interior; con mi propio cuerpo, tapaba su mano que acariciaba mis senos. Eso, me dio mucho gusto y cierta inquietud por el hecho de estar en público y podían descubrirnos, pero ese pensamiento servía para secretar adrenalina, lo que hacía el asunto más emocionante y en forma alguna impedía que mi hermano siguiera con su placentera labor, mientras yo fingía ver por la venta y a la vez acariciaba el muslo de Carlos en camino de alcanzar su polla.

En eso, sentí cierto vientecillo que me advirtió que en esa postura, mi minifalda dejaba al descubierto parte de mi tanguita y mis piernas todas a nuestros compañeros de fila. Me incorporé con esa inquietud y descubrí que sólo me había visto ella, pues su compañero la abrazaba, quedando él de cara a su propia ventanilla. En la mirada de ella, vi aprobación,  por lo que me sentí con mucha confianza para regresar a mi postura de observadora, en tanto que mi hermano y yo nos fajábamos con especial deleite. No dudo, que también el varón de la pareja, haya visto en algún momento, mi tanguita y piernas.

Llegamos a Oaxaca, nos dirigimos al hangar privado, llegamos a la compañía de taxis aéreos, cuando presentó Carlos su boleta de reservación, le dijeron –hay otra pareja que va al mismo destino, si acepta compartir, con el anticipo queda cubierto el viaje. –Volteó Carlos a verme, asentí y subimos al avión. En un momento más abordaron nuestros compañeros de fila del vuelo México Oaxaca. Nos vimos, sonreímos, nos presentamos, ellos eran César y Verónica. Nos acomodamos en torno a una mesa.

En eso, sonó el celular (el móvil) de Carlos. Era Huberto Varcarcel, le indicó a Carlos que papá ya había preguntado por nosotros. Carlos le hizo saber que el Ing. César Covarrubias y su esposa,  Verónica iban en el mismo avión y que estábamos a punto de despegar. Huberto le dijo que eran los otros dueños que ya estábamos completos, que al llegar al Aeropuerto de Huatulco, afuere veríamos la camioneta con el logo de la Veigas,  que ahí estaría su hija para darnos la bienvenida y conducirnos al Hotel.

Al llegar a la camioneta, nos quedamos helados al ver una hermosa negra con un cuerpo perfecto, una cara preciosa con rasgos occidentales, cabello crespo a la afro y unos extraordinarios  ojos verdes como dos esmeraldas refulgentes. Fue César quien rompió el silencio, -sacaste los ojos de tu papá –dijo y todos nos cercamos y nos presentamos con ella. Yo le besé ambas mejillas y Carlos hizo lo mismo. Nos dijo -soy Kalena Varcarcel, sean bienvenidos -y abordamos. Yo repliqué, eres bellísima kalena, por respuesta me dijo: -y tú ¿Dónde te quedas, mira nada más y qué me dices de Covarrubias? –se puso entre las dos, nos jaló hacia sí por la cintura, a la vez que decía, somos tres bellezas. ¿No es cierto caballeros? –A lo que respondieron que sí en efecto.

Huberto nos recibió cordial y festivo, nos invitó bebidas heladas, Kalena se disculpó, pues tenía cosas que hacer y muy cariñosa y alegre se despidió de beso de todos, incluido su papá. Estoy segura que me besó la comisura de los labios con toda intención, pues al mismo tiempo me apretó repetidamente la mano, como pasándome alguna clave, que yo no entendía con precisión, pero que, encantada  aceptaba.

Al concluir las bebidas, Huberto nos dijo que nos invitaba a cenar esta noche, mientras tanto, pasáramos a nuestras suites y podíamos pasear el resto del día. Cualquier cosa, que se les ofrezca, nos dicen a Kalena o a mí.

Nos tocaron suites conjuntas. Antes del mediodía, Carlos y yo bajamos a la playa, nos acomodamos en sendos camastros debajo de una sombrilla. Nos masajeamos uno a otro aplicándonos aceite anti ultravioleta. Nadamos, corrimos un poco, tomamos coco gin.  A las dos de la tarde comimos huachinango a las brasas con vino blanco en la gran palapa de la playa. Regresamos a nuestro lugar, acomodamos los camastros en la sombra y nos dormimos.  Despertamos, fuimos a nadar, se nubló un poco y nos sentamos en la arena de modo que el mar mordiera nuestros pies. Llamé la atención de Carlos sobre dos chicas muy lindas que jugueteaban con el oleaje y entre juego y risas se daban un tremendo faje, las miramos divertidos y nos calentaron.

Caminamos  por la playa, nos sentamos en la arena para ver el atardecer, lo que hicimos abrazaditos, como buenos hermanitos entre suspiro y suspiro. Al influjo de polícromo espectáculo y la mutuas caricias, nos fuimos calentando y ahí en la playa desierta, me dejé caer de espaldas, jalé a Carlos sobre de mí, lo aprisioné con brazos y piernas, logré sacar su hermosa verga por una pierna de su bañador, hice un lado la tira de mi bikini y ahí me penetró produciéndome un inmenso placer. Se movía rico al ritmo de las olas, se oscureció yo gemía y gritaba y en medio de un rugido, mi hermanito se vino dentro de mí, seguido por mi propio orgasmo.

El salón privado para la cena era en realidad un lateral del escenario, de modo que no veíamos al público, ni ellos a nosotros. Llegamos los últimos nos esperaban de pie, saludamos de beso, yo a todos, Carlos a las damas. Kalena lucía bellísima, con una minifalda vaporosa muy propia para el calor de la zona y para la vista de los caballeros, Verónica, aunque algo más recatada, lucía también sus espléndidos muslos y un escote muy sugerente, yo no les iba a la zaga. La verdad es que éramos tres auténticas bellezas de lo más inquietantes: hermosas, sensuales, lúbricas. Muy contentos, conversábamos, reíamos y bailábamos todos contra todos en un ambiente muy cortés pero picante. Antes de cenar, Kalena se disculpó, pues tenía pendientes por hacer, pero, nos dijo: -más tarde vengo a tomarme la última copa con ustedes. -En cuanto se fue, Varcarcel apuntó: -en realidad, ella es ahora el Gerente General, pues yo estoy metido de tiempo completo en esto de la ampliación de la que conversaremos mañana.

La cena estuvo deliciosa, salpicada abundantemente de vinos varios, generosos al final. Vero, mayor que yo, unos tres años, me invitó a bailar a la pista. Fui con ella, bailamos sueltas, pero ninguna de las dos perdía la oportunidad de rozar levemente a la otra, como casualmente, hasta que nos juntamos y frotábamos nuestros senos ansiosos y nuestros muslos hambrientos de hembra, mientras acariciábamos mutuamente la espalda de la otra. Con la mía, busqué su boca sedienta y la encontré. Nos dimos un largo y apasionado beso con intercambio de lengua y de saliva.

Luego de dos piezas seguidas, al regresar al privado, nos enteramos que Varcarcel se había disculpado, pues tenía que revisar su presentación de mañana, pues también venían funcionarios de tres bancos. Ahora bailé con César, a instancias de Vero, quien a su vez, sacó a  Carlos. En cuanto llegamos a la pista, me pegué a César y me encontré con su verga que muy animosa restregaba mi pelvis, lejos de retroceder, buscaba que entrara entre mis piernas, siempre al ritmo de las deliciosas baladas que interpretaba la pequeña orquesta en vivo y la voz muy sensual de la interprete quien imitaba a las cantantes más famosas. Estábamos (los cuatro) tan emocionados y contentos en nuestro baile de intercambio, que se nos fue el tiempo sin sentir, hasta que la orquesta se despidió.

Al retirarnos, Verónica y yo en automático nos tomamos del brazo y caminamos frente a nuestros maridos, muy juntitas y rozando con los brazos los senos de la otra. Llegamos a las suites y estábamos afuera parados, sin saber que decir o hacer, pues era claro que Verónica y yo no nos queríamos soltar, en eso, oímos las puertas del elevador y salió Kalena con su impresionante belleza, seguida de una chica con uniforme de mesera que traía un carrito con un surtido de bebidas. Kalena nos dijo, -vengo a la última copa, -Carlos abrió la suite, mi negra hermosa entró la primera, como una tromba, seguida por la niña del carrito, cuyo gafete decía Margarita. Entramos tras ellas, Kalena hablaba por teléfono, colgó y en las bocinas de la suite resonó: ¡Mamboooo! Todos gritando comenzamos a bailar.  (Continuará).