Hermanitos (15)

Avanzamos al ritmo de la música, en ese ambiente de erotismo sonoro, de cuerpos semidesnudos, vibrantes, sensuales; labios carnosos y lenguas que los lamían, se me figuraba que si me paraba y me rezagaba de mis hermosas custodias, todas esa lenguas se solazarían con mi cuerpo y yo con ellas.

HERMANITOS (15)

UNA BODA INESPERADA.

Estaba en mi oficina privada con Brenda, ahora mi hermanita inseparable, acabábamos de hacer un análisis de estados financieros con una propuesta de equilibrio que nos encargó papi. Me paré de mi lugar y fui a sentarme sobre sus piernas. Me recibió con mucho cariño, nos besamos, paladeando y disfrutando nuestras bocas jugosas. Yo traía una falda tableada de paño escocés, por lo que le fue muy fácil acariciar el interior de mis muslos y llevar la mano hasta tocar mi conchita húmeda y palpitante. –Nos debemos un fin de semana Na –me dijo sin parar la labor de su mano. –Sí ¿Qué te parece si el próximo fin de semana, nos lo tomamos largo? Nos vamos el jueves en la tarde a Oaxaca, pasamos la noche en el Hotel Victoria, es un encanto y el viernes nos vamos temprano en el chárter que contrata Kalena para Huatulco. -Me encanta la idea ¿Y Soco? -Que se vaya el sábado en la mañana en el vuelo directo a Huatulco. Le hablé a Kalena, le dio mucho gusto y se dio a la tarea de coordinar todos los vuelos y reservarnos en el hotel Victoria.

Soco se había ido a vivir conmigo. Todas las noches nos hacíamos el amor, cuando menos una vez. Muy de vez en cuando nos visitaba, Karina, la edecán de Manolo y hacíamos triángulos eróticos y morbosos a más no poder. Esa noche, luego de hacernos el amor, le hice el planteamiento del fin de semana y entendió perfecto, Si Brenda y yo salíamos al mismo tiempo, Sara no podría sola con todo el trabajo de viernes.

Llegó el jueves, Soco fue a despedirnos al aeropuerto. Ya había una chica, más bien una joven señora, que ocupó el puesto de chofer que tenía Soco, se llama Lidia. Soco se despidió de abrazo de Brenda y cuando me abrazó, le di un tórrido beso en la boca. Al soltarnos, me dijo: -cuídate mi amor, cuídate mucho, si algo necesitas que te lleve, me llamas. –otro beso leve y le dije: tú también mi Soco, cuídate, te amo y otro beso más.

Arribamos a Oaxaca de acuerdo a lo programado, abordamos la camioneta del hotel. Nos tocó un cuarto muy lindo, en cuanto cerró el botones, nos besamos y nos fajamos a nuestro gusto, al quitarnos el vestido, ya saben las dos estábamos desnudas, Brenda se tendió en la cama y me lancé sobre sus tetas, más bien pequeñas, turgentes, apetitosas, con unas grandes areolas (café claro) coronadas por pezones de regular tamaño, erectos y duros; las lamí una y mil veces y luego me senté en ella a modo de frotar sus senos en mi vagina, que ya diluviaba; así que las empapé y luego me di a la tarea de lamer mis jugos sobre sus mórbidos senos, en seguida le ofrecí mi boca y ella la lamió con frenesí. Acostadas de lado y sin dejar de besarnos, metí una pierna entre las suyas, me apretó con vehemencia, con lo cual nuestras dos vaginas quedaron estimuladas y ahí nos apretamos, nos rodamos, nos besamos y acariciamos, hasta que logramos sendos, intensos orgasmos.

Luego de bañarnos juntas, sin prisa, enjabonándonos mutuamente, conversando sobre nosotras, sobre la imprescindible Soco. Fuimos a cenar con igual placidez. Brenda me contó detalles sobre su familia, lo mandona que era su mamá y lo dulce que era conmigo, que tal vez yo le recordaba mucho a papi. Regresamos a la recámara, nos volvimos a y besar y abrazar y luego de fajarnos de lo lindo, conversamos abrazadas, le dije, te amo Brenda, te amo mucho –y yo a ti, Na, mucho, a veces me pongo celosa de Soco y por cierto, pensé que te pondrías celosa cuando pasé todo el tiempo con Carlos. -¿Cómo crees Brenda? Me dio mucho gusto ver que se entendían, que hacían el amor, que se amaban. ¿Sabes? Lo mejor que nos podría pasar a los tres es formar un triángulo, no sólo para coger; sino también para amarnos como hermanitos. Eso le daría mucho gusto a papi, porque sería un triángulo indisoluble, que sería la fortaleza de Valencia y asociados.

Para las diez de la mañana, estábamos llegando al aeropuerto de Huatulco. Nos esperaba la comitiva en grande: Kalena con su belleza radiante, notoria e indómita; Huberto, mi hermanito Carlos, Mariana y Margarita. Me lancé sobre Huberto, ya saben, brinqué, me colgué de su cello, rodee su cintura con mis piernas por lo que me tubo que agarrar de mis nalgas desnudas, tapadas por mi falda, mientras nos dábamos un beso en la boca y le decía al oído, me urge tener ese monstruo adentro. Luego saludé a Kalena, también la besé en la boca a mi hermanito, con quien me tardé mucho, entre arrumacos, te extraño y te quiero. Kalena saludó igual de efusiva a Brenda y la presentó como la hermana de su esposo a su papá, Mariana y Margarita. Finalmente, de fuerte abrazo y su consabido beso en la boca, saludé a Mariana y a Margarita. Agradecí a todos su presencia para recibirnos y Brenda agregó que estaba impresionada con el recibimiento.

Brenda y yo queremos aprender a surfear y mariana se ofreció para acompañarnos a la playa para que un maestro del hotel nos enseñara. Estuvimos en nuestras primeras lecciones, luego, descubrí a Niceto; así que les dije horita regreso y me fui a alcanzarlo. Lo saludé, se quitó el sombrero de palma y me dijo: -buenos días niña. Platíqueme algo de su trabajo Niceto, se echó a caminar y me iba enseñando los árboles, cada uno con su nombre y utilidad, algunas de las plantas también tenían nombre propio. Hasta que me la soltó: -Hasta que la conoció a usted niña, se calmó el monstruo. –sabía bien a qué se refería, pero me intrigaba porqué le decía así; de modo que le pregunté: -porqué le dice así. –por el tamañote niña. Solté una carcajada y le aclaré –lo que pasa Niceto, es que yo le digo mi monstruo. Ahora el soltó la carcajada y dijo. -“pus” como que no hay de otra niña y además con todo derecho; antes de conocerla, no tenía un minuto de paz. Mi Kale, para obedecer a su mamá, se hizo la mujer del monstruo; pero mi Kale sufría mucho y él más porque la veía sufrir; pero con usted es tan diferente, hasta anda cantando “hay” por la playa. Yo luego le traigo una aborigen de esas que parecen yeguas de ahí, muy entrenadas y me platican que a la hora de las emociones, nomás dice su nombre niña.

-Niceto se paró en seco y me dijo: -ya vamos a llegar niña, déjeme decirle algo. Estamos parados en la parte más bonita, no sólo de esta bahía, sino de todo Huatulco. Ahí en esas rocas que se ven en medio, cuando sube la marea, sale agua, cuando hay luna llena, sale un chorro y si hay eclipse “pus” más. Los naturales, ahí nos bañamos en ciertas noches, se hace un ritual que termina en orgía. Mañana toca esa noche. Al rato toca esa noche. Voy a hablar con don Huberto, a ver si las podemos llevar. Kale sería la reina de la noche, le toca por derecho. Yo le aviso o don Huberto para ver si quieren ir. Siga esa vereda niña, la lleva a la cabaña. Si regresa sola, yo por aquí la espero para acompañarla, si no, “pus” nos veremos luego niña. “Hay” en la roca, se llama el punto trino, pues se juntaban las propiedades de tres pueblos. Luego, llegó la rapiña de tierras, se hizo el desorden, hasta que llegó su papacito niña, acompañado de don Huberto y del Ingeniero que ahora es su prometido, metieron orden, obligaron o más bien enseñaron al gobierno sus derechos, trajeron un notario y todo fue tomando cause. Lo pueblos, para proteger el punto trino, decidieron venderlo a quienes podían cuidarlo: su papá, Don Huberto y su prometido niña.

Entré en la cabaña, un poco deslumbrada. Huberto ya estaba desnudo, me quité el biquini y brinque para colgarme de su cuello, cachó mis nalgas con las palmas de la manos, enredé mi piernas en su cintura y no besamos, con ansía que creció a frenesí, uno quería devorar a la otra y viceversa, las lenguas jugaban entre sí, los labios saboreaban la saliva que tomaban de las lenguas, una locura de besos y caricias. Sentí que mi puchita topaba con el monstruo, me desplacé hacia adelante y atrás para lubricarlo y entonces pedí a Huberto que me lo metiera. Acomodó la enorme cabeza en mi entrada vaginal y la fue metiendo. Cada movimiento de Huberto, me producía una sensación placentera, que me producían corrientes eléctricas que recorrían todo mi cuerpo. Podía sentir ese monstruo, mi monstruo, caliente, enorme, duro y suave a la vez, que avanzaba victorioso, amenazando a cada instante con perforarme y desangrarme en sus brazos, mientras el monstruo me devoraba por dentro.

Pero el avance, era puro placer, ni asomo de dolor, cuando su pelvis topó mi cuerpo, permanecimos quietos. Sentí como mi vagina se amoldaba como guante en pene de Huberto y cuando terminó de hacerlo, se disparó el perrito y Huberto gemía de placer y yo con él. Le pedí que me llevara a la cama y que me depositara sin zafarse. Quedé entonces con la espalda sobre la cama, el culo levantado y las piernas bien abiertas y enredadas e la cintura de Huberto y en esa postura, entró otro tanto de verga y con las piernas jalé a Huberto hacía mí y se movió como loco, entre espasmos, gemidos y gritos de ambos y mi placer era inmenso, no sólo el placer físico; sino también y quizá mayor el placer morboso de que mi macho, que me tenía ensartada con su monstruosa verga totalmente metida dentro de mí, más que me doblaba la edad, era el suegro de mi hermanito y el papá de la mujer más hermosa que había conocido, quien me pidió que fuera su novia y que de hecho, no habíamos terminado. Distraída en esos pensamientos, cuando me di cuenta Huberto se estaba vaciando dentro de mí y al sentir que su esperma escurría a mi culito, exploté también en un orgasmo seco (si se le puede llamar seco con la cantidad de lubricante secretado). Bajé las piernas, las estiré y tomé a Huberto con ambas manos en sendas nalgas para que no se saliera. Hasta que el monstruo se desinfló y se salió solo; entonces, le limpié la verga con mis labios, lo dejé acostado y fui a darme un duchazo. La verdad es que estaba yo feliz. Salí, lo besé en los labios y me fui.

Hablé por cel con César mi prometido. Le conté que Niceto me había platicado que mañana era la fiesta por el chorro que se esperaba en el punto trino y brincó de alegría, con una vehemencia que nunca le había visto y me dijo: -mi amor, mañana es nuestra oportunidad de casarnos con un ritual de la naturaleza, con fuego, tierra, aire y agua; se trata del matrimonio verdadero, los otros dos, son puro trámite. Ahorita le hablo a Huberto y luego a Vero y Tú mi amor, habla con tu hermano y Kalena y mañana nos casamos las tres parejas.

Seguí caminado y marqué a papi y le platiqué la reacción de César y me dijo: -mi hijita, Cesarito tiene razón, yo asistí a esos matrimonios. Es una lástima que no pueda estar con ustedes. Disfrútalo mi hijita, si necesitas que hable con tu hermano para convencerlo, me avisas.

Cenamos Kalena, mi hermanito; Brenda, mi hermanita, las chicas y yo. La conversación se centró en  la boda de mañana. Cuando mencioné los vestidos, se miraron Kalena y Margarita y me dijo Kalena: -Tiene que ser conforme a la tradición y eso es parte del ritual, así que no te preocupes, vamos con un vestido blanco cualquiera, sólo para llegar al punto donde nos cambian. Hablamos con Verónica para comunicárselo, pues casi que ella debía llegar así vestida. Me dijo que quería que Soco fuera su madrina, que si no tenía inconveniente, le dije que no, que ninguno y hablé con Soco para comentarle y estuvimos de acuerdo en que así fuera; porque Verónica no tenía otra opción. Nos fuimos a dormir temprano, para estar relajados para mañana.

Brenda y yo nos metimos desnudas a la cama, nos abrazamos y nos acariciábamos con ternura y pasión, cuando tocaron la puerta. Me puse una bata y fui a abrir. Era Huberto con una botella de coñac cordón blue y tres copas. Pasa mi amor, le recibí la botella y lo recibí con un beso en la boca y dije. Brenda tenemos visita. Salió Brenda de la recámara, con una bata corta semitransparente  que apenas le tapaba la cola, saludó a Huberto con un beso en la mejilla y brindamos y conversamos, luego de un par de copas; le bajé los pantalones a Huberto y llamé a Brenda y claro se quedó asombrada del tamaño de la verga de Huberto, asombrada y ansiosa de jugar con ella.

Le dije, hermanita este es mi monstruo, monstruo aquí tienes a mi hermanita Brenda, te la traje para que te la cogieras, sé amable con ella. Brenda empuñó al monstruo por debajo de la cabeza y le dijo: mucho gusto –zarandeándolo leve y repetidamente. Pedí a Brenda que nos acomodáramos una a cada lado del monstruo, de modo que pudiera pasar entre nuestras bocas abiertas. Yo tenía la vagina escurriendo, de modo que tomé ese jugo con mi mano y con ella acaricié la cabeza. Huberto gemía y se retorcía. Me la metí a la boca y Brenda vió como miba desapareciendo palmo a palmo, hasta que mi nariz, tocó con la pelvis de Huberto y la sacaba hasta la mitad y la volvía a meter. Le pregunté a Brenda si quería probar, lo intentó, pero, en cuanto la cabezota, que apenas cabía en su boca, tocó su faringe, tubo una arcada tremenda y se fue al baño a volver el estómago.

Cuando regresó, le pedí a Huberto que se tendiera en el piso y le dije a Brenda, vamos hermanita al trono de la reina, tú vas regulando la entrada, como quiera, yo voy a empuñar a mi monstruo por su base, como protección para que no entre todo, hasta que tú quieras. Todo iba bien, pero Brenda se desesperó y quiso acelerar la metida y pegó un grito de dolor y de un brinco se la sacó y de un brinco me monté y lo fui metiendo poco a poco, hasta que logré que entrara todo, se disparó el perrito y comencé a moverme, con una inclinación, con otra y siempre en el mete y saca. Huberto y yo en el máximo placer, que ya nos era conocido.

Brenda no cabía de asombro, ya había visto que me la había tragado toda. Ahora se asomaba por todos lados para corroborar que la tenía toda adentro y no me quejaba, sino que veía el placer erótico reflejado en mi rostro, en mi cuerpo, en mis gemidos. Le pedí que se pusiera a horcajadas sobre la cara de Huberto, quien la recibió complacido, eso sí que agradó a Brenda y se unió al coro de gemidos y yo la besaba, le acariciaba las tetas. La primera en venirse sobre la boca y cara de Huberto fue Brenda, en seguida Huberto tuvo un gran orgasmo y yo exploté en un orgasmo líquido y me tiré al lado de Huerto. Brenda le pidió que me llevara a la cama, me depositó, me quedé hecha un ovillo, con ambos brazos entre mis piernas temblando sin control. Brenda se acostó junto a mí y me abrazó y me llenó de ternura y la sentí muy mi hermana mayor y me quedé dormida.

Resultaba impresionante el sonido de las caracolas, tres de cada rumbo, convergían hacia el punto trino. En cada uno de los tres caminos, tres hombres desnudos, con unos cuerpazos, con taparrabos o maztli de tela bordada, cada uno con su koyouali (caracol sonoro), que seguían tocando mientras avanzaban, detrás de cada tres, un hombre desnudo también, pero con una máscara (kuauxayak) y su timaltli o capa de plumas multicolores que refulgían bajo los rayos solares, que era el teopixki  o sacerdote, el que iba en el útimo grupo, que iba a ocupar la posición central, recibía el nombre de teyakanilistli o guía divina. Al llegar al círculo central, los primeros ocuparon el sector de la izquierda, los siguientes el sector de la derecha y los últimos, el central. Podría asegurar a pesar de la máscara, que el teyakanilistli o teopixqui principal, era Niceto.

Por nuestra parte, al salir del área del hotel, nos abordó una chica nativa muy hermosa, que nos dijo soy su tlayekanki o guiadora, síganme por favor. Llegamos a una piscina, cada una con su madrina o nana: Verónica con Soco, Kalena con Margarita y yo con Brenda, nuestra tlayakanki nos presentó con otras tres chicas también muy hermosas, que nos esperaban, diciéndonos: -son las siuateopixki o sacerdotisas. -Nos colocaron al borde de la piscina, cada quien entre su nana y su siuatopixqui.

Luego de unos instantes de silencio, habló el teyakanilistli. Nuestra guiadora nos dijo –todas mirando al oriente y las manos en posición de oración. Tocaron los koyoauli. Un toque largo y profundo que hizo vibrar todo mi ser. Habló el teyakanilistli, nuestra guiadora dijo: -está pidiendo permiso al Oriente para celebrar el ritual. Se hizo lo mismo para el Occidente, luego el Sur, el Norte; luego el Zenit y finalmente, la Tierra bajo nuestros pies. Terminado esto, otro toque largo y profundo. Entonces, llegaron tres bellas jóvenes con unas palanganas con agua y una rosa blanca, se colocaron junto a cada una de nosotras, ofreciendo la palangana  a cada sacerdotisas, quienes nos limpiaron por así decirlo con la flor, a cada nana primero y luego a cada novia, princesa por esa noche. Mientras la guiadora, nos dijo: -La sacerdotisa en nombre de Ometeotl (Dos Dios, o sea Él y Ella Divinos o Pareja Primordial) las está limpiando con el agua que mana de Ella (Por eso la rosa que simboliza la vulva divina), tanto el cuerpo, como el alma, así como su entorno de todos los malos pensamientos que ustedes hayan emitido y que las acechan como demonios y de todas las maledicencias, envidias y hechizos vertidos en contra de ustedes, que arrastran como una densa sombra.

Todas entramos a la piscina, y se oyó todo un coro de teponaztlis y otros percutores, que según nos dijo nuestra guía, estaban en semicírculo alrededor de la superficie blanca en torno al punto trino, en donde danzantes con coyoleras (una especie a ajorca sonora) ejecutaban danzas al ritmo de los percutores. En la piscina, se nos pidió tranquilidad, pero podíamos nadar, abrazarnos, besarnos, acariciarnos entre nosotras mismas, una sacerdotisa, puso el ejemplo tomándome como pareja, pero fue para iniciar, no había parejas, había intercambios constantes, era todas contra todas. Se hizo el silencio. Otro toque largo de caracol y un teponaztli o timbal, tocó como un redoble, las sacerdotisas, se salieron de la piscina; la guía les colocó sendas coronas de flores y se fueron danzando al compás de la música; la guía nos explicó que era el llamado para las mujeres, pero no para nosotras, todavía no. Seguimos en la piscina y llegaron las mismas tres chicas de antes, ahora con charolas con bebidas refrescantes, venían desnudas, así que se metieron a la piscina, tomamos nuestros refrescos y yo tomé una joven y repetí lo que la sacerdotisa había hecho conmigo y vino la guía y se unió a nosotras y estuvimos encantadas, hasta que vino el cambio y otro cambio y así el paso del tiempo nos fue leve.

Otro silencio, el toque de caracol y ahora el redoble fue con todos los instrumentos, nuestro tiempo, dijo la guía vámonos, nos pusieron corona de flores a todas y dijo: -me siguen primero Verónica, luego Kalena y al último Nayeli, cada quien con su nana; niñas gracias por las aguas, a sus puestos. Todos ellas y ellos estaban eufóricos y danzaban cada quien en su lugar. Llegamos a la bifurcación de los tres caminos, nos colocaron las coyoleras en los tobillos, llegaron las sacerdotisas por nosotras, cada una con una especie de pandereta en la mano y avanzamos: Verónica a la izquierda, Kalena a la derecha y yo al centro, avanzamos al ritmo de la música, en ese ambiente de erotismo sonoro, de cuerpos semidesnudos, vibrantes, sensuales; labios carnosos y lenguas que los lamían, se me figuraba que si me paraba y me rezagaba de mis hermosas custodias, todas esa lenguas se solazarían con mi cuerpo y yo con ellas.

Se hizo el silencio, el sacerdote de la máscara (en mi caso Niceto, ahora estaba segura) me preguntó: -Nayeli ¿Aceptas por esposo, amigo, amante y compañero a César? –Sí lo acepto. –César ¿Aceptas por esposa, amiga, amante y compañera a Nayeli? –Sí la acepto. –Las preguntas fueron realizadas por cada uno de los sacerdotes con idénticas respuestas. Al concluir la tercera, tocaron los caracoles y el sacerdote principal dijo: -en nombre del fuego y vinieron las mismas hermosas jovencitas con sus consabidas charolas, trayendo cada una un incensario con carbón encendido y copal ardiendo. Cada sacerdotisa tomó el suyo y sahumó a la pareja correspondiente. Luego el sacerdote principal dijo: -En nombre de nuestra madre Tierra –y las tres jovencitas que apenas entregaron los incensarios, habían desaparecido, regresaron con tierra suelta en sus charolas, las ofrecieron a las sacerdotisas, quienes tomaron sendos puños de tierra, nos pidieron que cerráramos los ojos y la esparcieron por nuestros cuerpos. Toque de caracoles, silencio. En nombre del viento y las mismas tres jovencitas, desnudas y hermosas, traían grandes abanicos de plumas y ahora ellas directamente nos abanicaron.

Otra vez toque de caracoles, silencio y el sacerdote principal, marcaba el tiempo a un instrumento invisible y luego gritó: -Y del Agua… -Se oyó entonces como un rugido debajo de la tierra y brotó imponente el chorro de agua que se derramó sobre todos.

Se hizo la bataola: los instrumentos tocaron, las personas danzaron, reinaba la alegría, la euforia y no se había perdido un ápice del erotismo. Nos tendieron en el piso a César y a mí, separados, pero con las manos enlazadas, lo mismo a cada pareja en su sitio. El sacerdote y la sacerdotisa, danzaron a nuestros pies, Brenda y la guía se colocaron a mi lado. De pronto, la sacerdotisa montó a César y antes de que saliéramos de nuestro asombro, el sacerdote se metió entre mis piernas, a lo cual cooperé ampliamente y me la metió, lo aquieté dentro de mí, un instante para que se disparara el perrito, lo que le encantó a Niceto; pero se fue administrando, lo que vi que también hacía la sacerdotisa, en cambio Brenda y la guía, estaban entregadas con desenfreno a la lujuria del momento. El sacerdote paró el acto, se tendió él y me pidió que lo cabalgara, de espaldas a su cara y me clavé por el culito. A una señal del enmascarado, la sacerdotisa se detuvo, paró a César Frente a mí. Ahí estaba yo, su mujer, desnuda, ensartada por otro hombre por el culo, con las piernas bien abiertas, mostrándole mi vagina recién trabajada, enrojecida, chorreando (mis propios jugos), palpitante, ansiosa de verga. La sacerdotisa lo indujo a que me penetrara y lo hizo, luego de un rato breve, César no pudo más y se vino. Me contuve, pues no quería un orgasmo líquido y quedar fuera de la jugada y distraer a Brenda, a Carlos y a Soco, cuando menos. Niceto desapareció, los chorros de agua se sucedían al ritmo del oleaje, cada vez tocaban menos instrumentos y se oían más gemidos.

La sacerdotisa se encargó de Brenda y ambas de César, la guía me condujo entre la gente que se encontraba en orgía plena. Encontramos a Niceto sin máscara, me lancé emocionada sobre él, olía a limpio; me tomó en sus brazos, nos tendimos, me volvió a penetrar, enrosqué mis piernas sobre su cintura; sentí una ternura infinita de su parte y aporté la mía; me dijo al oído –mi niña hermosa, mi amor, mi vida –y le respondí: Niceto, mi Niceto, mi brujo, te amo. Así fue mi boda inesperada.