Hermanito (9)

Alan se cobra el regalo de Elisa. Contiene Creampie.

Capítulo 9: Regalo

— Eres preciosa. —murmura Alan dándome un beso muy despacio, a la vez que su cálida mano acaricia mi mejilla suavemente.

Cerrando los ojos y ronroneando complacida por su halago, le rodeo con los brazos para juntarlo más a mí, y poder luchar contra su lengua con más intensidad. Su cuerpo sobre el mío, su aroma varonil, su calor reconfortante, el sabor de sus labios, sus manos deslizándose por mi cuerpo como si fuera frágil, sus hermosos ojos verdes mirándome con ternura… ¿Puede haber algo más perfecto? Lo dudo. Lo amo tanto que duele.

Duele tener que esconderme para que me pueda besar, duele tener que fingir que somos únicamente hermanos, duele tener que mentir sobre lo que sentimos, duele saber que tendremos que seguir así toda nuestra vida… ¿Y por qué? Sólo porque compartimos el mismo apellido y sangre. Sólo por eso, no puedo expresar mi amor libremente. Duele y cansa…

Cada vez estamos arriesgándonos más, siendo más descuidados, a veces follando a plena luz del día con nuestros padres por casa. Sé que no pueden descubrirnos, pero creo que tanto él como yo en el fondo deseamos que ocurra, para poder dejar de una vez de escondernos.

— ¿Cuánto podrá durar esto? —pregunto algo alicaída varios minutos después, siendo observada cariñosamente por Alan.

— ¿A qué te refieres? —responde mi hermano, juntando su frente con la mía.

— Lo nuestro, y esto. —contesto dándole un corto beso.

— No lo sé, pero todo lo que tú quieras. —comenta Alan suspirando y observándome intrigado a los ojos—. ¿Por qué lo preguntas ahora?

— Es sólo que estaba pensando. —digo desviando la mirada a la ventana—. Y no creo poder estar toda mi vida haciendo esto.

— No entiendo. —responde algo preocupado mi hermano, haciéndome sonreír de ternura cuando comprendo el motivo.

— No me refiero a lo nuestro, sino a tener que estar el resto de mi vida escondiéndome. —contesto tranquilizándole.

— Sabes que no podemos contarlo. —suspira Alan.

— Lo sé, pero esto nos marcará el resto de la vida. —contesto volviendo a mirarle—. No tendremos parejas, ni hijos, ni boda, ni si quiera podemos pasear agarrados de la mano…

— Sí te tengo a ti, me parece un precio pequeño a pagar. —responde Alan ganándose un beso.

— Pero nos pasaremos la vida mintiendo sobre nosotros. —comento cuando sus labios se despegan de los míos.

— Algún día, lo dejaremos todo y nos iremos a vivir muy lejos, donde nadie nos conozca. —dice Alan haciendo que sonría—. Ahí podremos dejar de mentir.

— Ese día se me hace muy lejano. —contesto mirando hipnotizada a sus preciosos ojos.

— Y a mí. —asiente Alan—. Pero tengo la seguridad de que llegará.

Rodeándome con sus fuertes brazos, intercambia nuestra posición para quedarse él abajo y yo tumbada encima suyo, uniendo rápidamente su boca a la mía, devorándome mientras sus manos repasan la silueta de mi cuerpo.

— Aunque tanto hablar de tu devoción por mí, pero me tienes desatendida desde hace días. —me quejo separándome de sus deliciosos labios para sonreír.

— Eso se arregla fácil. —contesta devolviéndome la sonrisa Alan, tumbándome a su lado para bajar sus manos hasta mi corto pantalón de pijama, el cual esquiva ágilmente para palpar la humedad de mi sexo—. Además, tengo que aprovechar tu regalo.

— ¿Mi regalo? —digo sin entender, soltando un leve gemido cuando sus dedos me comienzan a acariciar.

— La otra noche, dijiste que podría hacer lo que quisiera. —responde Alan besando mi cuello y haciéndome recordar mi promesa del día de la fiesta de pijamas con mis amigas.

— Hazme lo que tú quieras, mi cuerpo te pertenece. —asiento excitada, abriéndome más de piernas para darle mejor acceso.

— Cualquier cosa, ¿verdad? —pregunta Alan relamiéndose.

— Cualquier cosa que desees. —repito riendo levemente—. A fin de cuentas, ¿qué no me habrás hecho ya?

— Pues empieza haciendo un striptease. —comenta mi hermano, separando su mano de mi sexo.

— ¿Enserio? —digo sin poder contener otra carcajada—. Pero si ya me has visto desnuda un millón de veces.

— ¿Estás criticando mi deseo? —responde Alan sonriente, juntando nuevamente nuestras bocas.

— Jamás, hermanito. —contesto con un suspiro, alejándome de sus dulces labios para ponerme en pie e ir a por mí reproductor de música.

Mientras Alan me observa tumbado cómodamente desde mi cama, busco entre mi música algo que pegue con un baile sensual, pero que pueda pasar inadvertida para mis padres si alguno pasa por delante de mi habitación. Cuando finalmente la encuentro, me giro y, agarrando las manos de mi hermano, lo siento en el borde de la cama, delante de mí.

Incitada por la sonrisa de Alan, empiezo a bailar todo lo sensualmente que puedo, sintiendo como su mirada lasciva recorre mi cuerpo. Dándole la espalda me inclino bajando lentamente mi pantalón de pijama, mostrándole mi trasero únicamente cubierto por la lencería negra que tanto le gusta, y el cual se apresura a tocar.

— Nada de manos. —rio viéndole morderse el labio mientras sitúo mis rodillas a cada lado de Alan, comenzando a restregarme contra el bulto que crece debajo de mí.

Con un sutil movimiento, y sin dejar de moverme al ritmo de la música, me deshago de mi camiseta mostrándole mi sujetador a juego con mis bragas. Cruzando mis brazos por detrás de su cabeza, dejo mis pechos a pocos milímetros de su cara, mientras continúo usando su bulto para darme algo de placer.

— Sin boca. —añado cuando sus labios me aprisionan un pezón por encima de la tela. Joder, que ganas de que me folle de una maldita vez…

Llevando mis manos a la espalda, me desabrocho el sujetador y lo lanzo lejos, mostrándole mis pechos desnudos a Alan a la vez que con mis seductores movimientos voy rozando mis pezones contra sus sonrientes labios. Bajando de encima suyo miro la marca de humedad que le he dejado en el pantalón, y tragando saliva por la mirada de lobo hambriento que me pone, me desprendo de mis bragas mojadas sin preocuparme apenas por seguir bailando.

— A tomar por culo. —digo finalmente lanzándome contra él y juntando nuestros labios, a la vez que, mis manos temblorosamente impacientes, comienzan a desnudarle empezando por sus molestos pantalones.

— Qué poco ha durado mi deseo. —responde sonriendo Alan mientras mis manos rodean su duro miembro. Como echaba de menos esto…

— Pero lo he cumplido. —contesto jadeándole en la boca—. Ahora yo tengo un deseo que quiero que me cumplas.

— ¿Cuál? —pregunta sonriente mi hermano.

— Quiero que me folles tan duro que no pueda sentarme de aquí a una semana. —gimo dándole un beso y bajando mi boca a su erección, para empezar a tragármela con impaciencia.

Escuchando una carcajada por mi petición, me dedico a disfrutar y saborear del enorme pedazo de carne ardiendo que mi cuerpo lleva tanto sin probar. Deleitándome con los suspiros de mi hermanito, empiezo a hacerle la mamada de su vida, provocando que Alan me obligue a detenerme varios minutos después.

— Para, pequeña. —dice Alan apartándome de su miembro, utilizando su fuerza para tumbarme con algo de violencia en la cama.

— No. —comento con atrayéndolo hacia mí cuando veo su intención buscar los preservativos—. Ya tomaré precauciones después.

— Está bien. —contesta él sonriendo y abriendo mis piernas para colocarse entre ellas, a la vez que mis brazos rodean su cálido cuerpo.

— Destrózame y lléname de leche. —suplico antes de que sus labios me silencien y su polla se entierre en mi interior de una sola y dura estocada, provocando que un ligero quejido de dolor se pierda entre nuestra batalla de lenguas.

Escuchando aún música en la habitación, lo rodeo con mis piernas mientras Alan sigue embistiéndome como un martillo neumático, haciendo que se esmere más en nuestro beso para silenciar los gemidos de mi traicionera boca. Por favor, ¡qué gusto!

— De perrito. Ya. —exige con autoridad Alan, saliendo de mi interior. Cómo me excita que se ponga así.

Obedeciendo con una sonrisa, apoyo mis codos en el colchón y agarro mi almohada para enterrar la cara en ella. Recibiendo un sonoro azote que me calienta más, siento a mi hermano buscar nuevamente mi vagina, entrando agresivamente cuando la encuentra. Sí, joder…

Con contundencia, Alan me sujeta de las caderas y comienza a bombear sin parar, a un ritmo demoledor que me hace jadear contra la tela que tapa mi cara. Mi lujuriosa mente visualiza su enorme miembro abriéndose paso en mi interior, cosa que me enciende más, terminando por llevarme una mano al clítoris para masajearlo con velocidad. Mis fluidos resbalan por mis piernas mientras siento a mi hermano acelerar sus embestidas, provocando que el sonido de sus caderas golpeando mi trasero se haga más audible… Pero no me importa, que lo escuchen mis padres sin quieren, lo único que necesito es que mi querido hermanito me siga follando como lo hace.

— Me lo vas a dejar muy abierto. —jadeo varios minutos después, poniéndome más cachonda al oír mis palabras.

— Me has pedido que te destroce. —gruñe Alan sin detenerse, soltándome un sonoro azote—. Y eso es lo que voy a hacer, pequeña.

— Eso espero, hermanito. —digo gimiendo cada palabra mientras mis ojos se cierran ante la sensación que me inunda.

Sintiendo mi respiración acelerarse aún más, y un calor inmenso recorriéndome entera, acelero el ritmo de mis caricias al clítoris sintiendo a Alan hacer lo propio. Finalmente enterrando mi cara en la almohada, grito de placer mientras me corro, temblando de arriba abajo en unos deliciosos espasmos que me hacen sonreír satisfecha.

— Esto no va a terminar aquí, Elisa. —comenta con diversión Alan, provocando que sienta morbo de oírle decir mi nombre, cosa que no suele hacer nunca.

Durante los siguientes minutos, mi hermano sigue embistiéndome sin piedad, provocándome un orgasmo tras otro para finalmente suspirar agotada con el último. Mi cuerpo se encuentra devastado, y mi mente extasiada, pero Alan continúa taladrándome obligando a mi cuerpo a no perder la sensación de placer en ningún momento.

— Dale, hermanito. —suspiro destrozada, pero intentando poner una voz sensual que le caliente—. Lléname.

Sintiéndole acelerar, si eso aún es posible, sus penetraciones se vuelven violentas hasta que finalmente lo noto correrse dentro de mí, acompañando su increíble esencia con un gruñido de placer.

En cuanto lo noto salir de mi interior, degusto la sensación del semen de Alan abandonando mi coño antes de desplomarme sobre la cama, agotada, abrazándome a Alan cuando ocupa su lugar a mi lado. No sé cuantos minutos pasan antes de quedarme dormida como él, pero recuerdo pasar olímpicamente de mi madre cuando llama para ir a comer.