Hermanito (8)
Prosiguen los lascivos juegos de los hermanitos. Contiene Sexo Oral.
Capítulo 8: Restaurante
Su puta madre… Perdón mamá, pero joder. No puedo, me voy a acabar arrancando el labio de tanto morderlo para no hacer ruido. Inútilmente le hago un reproche a Alan, el cual me sonríe, divirtiéndose por mi sufrimiento mientras el vibrador a velocidad mínima me lleva estimulando varios minutos.
— ¿Estás bien? —pregunta mi madre preocupada cuando después de aparcar el coche, bajamos de él—. Estás muy roja.
— Sí, sí, sólo tengo algo de calor. —respondo sintiendo como Alan detiene la vibración.
— Es lo que tiene el verano. —comenta mi padre a mi lado—. Yo me estoy asando.
— Y yo. —añade Alan, al que fulmino con la mirada interiormente.
— Entremos ya, dentro hay aire acondicionado. —contesta mi madre encarándose al restaurante.
Media hora después, los cuatro ya estamos colocados en la mesa, disfrutando de nuestros platos mientras mamá nos va comentando cosas sobre el viaje. Aunque intento estar preparada para cuando Alan encienda el juguete, la conversación y el hecho de que apenas siento el pequeño vibrador en mi vagina me distraen, haciendo que cuando mi hermano lo vuelve a encender, de un pequeño salto en mi silla, el cual intento disimular recolocándome en la silla y poniendo cara de póker.
— También paseamos por las calles en una carroza pequeña de… Elisa cariño, ¿estás bien? —vuelve a preguntarme mi madre, mientras me esfuerzo por quedarme quieta en la silla sin emitir sonido alguno.
— Sí. —respondo escuetamente relajándome ligeramente cuando Alan cambia la velocidad de la media a la baja, dándome un respiro—. ¿Qué tal la comida?
— Oh, muy bien, tenían… —contesta mi madre distrayéndose de mí para contar emocionada los platos franceses que ha probado.
No puedo más, tengo que quitármelo o me van a descubrir… ¿En qué momento se me ocurriría aceptar esto con lo ruidosa que sé que soy? Eso sin hablar de lo mojada que estoy. Menos mal que he hecho caso a Alan y me he puesto un pantalón oscuro. Se acabó.
— Voy al baño. —comento a mis padres antes de levantarme apresuradamente e ir al servicio, sin llamar casi si atención, distraídos hablando de sus aventuras en Francia.
Juntando un poco las piernas inconscientemente, camino por el solitario local hasta el baño, metiéndome rápidamente para devolverme la mirada en el espejo. Estoy rojísima. Antes de entrar a uno de los servicios, me enfrío un poco lavándome la cara, saltando un poco del susto cuando unos brazos rodean mi cintura y un cuerpo se pega a mi trasero.
— ¿Qué haces? ¿Estás loco? Alguien ha podido verte. —pregunto alarmada a mi hermano.
— Nadie lo ha hecho. —responde sonriente apretándome contra el lavamanos, dejándome notar su creciente erección.
— Alguien puede venir. —contesto sintiendo mi temperatura aumentar mientras sus manos recorren sin oposición mi cuerpo.
— Ahora mismo no hay más mujeres en el local que tú y mamá. —susurra besándome el cuello y haciendo que inconscientemente cierre los ojos con un suspiro.
— Ellos se extrañarán si faltamos los dos a la vez. —argumento echando la cabeza hacia atrás y apoyarla en su hombro, dándole vía libre.
— Están distraídos recordando cosas del viaje. —murmura mordiéndome suavemente la oreja e infiltrando una traviesa mano en el interior de mi pantalón.
— Pero… —gimo sintiendo sus dedos sobre mi clítoris.
— Qué mojado lo tienes, hermanita… —dice sonriente, mirándome por el reflejo.
— Eso es porque no parabas de darle al condenado vibrador. —reprocho con poco ímpetu, recibiendo un azote.
— Y te lo ibas a quitar, ¿verdad? —pregunta relamiéndose Alan mientras me obliga a inclinarme un poco.
— Sí. —admito sintiendo mi cuerpo arder. Joder, lo necesito dentro...
— Voy a tener que castigarte, pequeña. —comenta Alan desabrochándome el pantalón.
— Castígame, hermanito. —imploro rendida al placer, dejando que me baje la ropa hasta los tobillos e inclinándome sobre el lavamanos para quedarme ofrecida.
Con algo de rudeza, saca el vibrador de mi interior, y se lo guarda en algún lugar antes de azotarme nuevamente, bajándose su pantalón para liberar su duro miembro. Apoyando mis codos en el frio mármol entre dos lavamanos, levanto mi culito, soltando el aire retenido cuando se introduce en mi empapado coño con fuerza. Por favor…
Rápidamente, comienza a embestirme con dureza, tapándome la boca con una mano para silenciar los gemidos que escapan de mi garganta. Deleitándome con los bombardeos de placer que significan sus caderas golpeándome, me dedico a disfrutar viendo en el reflejo del espejo a mi hermano follándome con energía.
— ¿Estás esperando que lo haga yo todo? —comenta unos segundos después Alan, con una sonrisa dejando de penetrarme.
— ¡Dale! No pares. —me quejo frunciendo el ceño cuando sale de mí y se aleja.
— Te toca trabajar a ti. —responde con cara de diversión mientras entra a uno de los retretes y se sienta en la tapa, bajando sus pantalones hasta los tobillos.
Con la respiración acelerada, voy hacia él todo lo rápido que puedo, teniendo que andar como un pato por culpa de la ropa, provocando que le mire con falso odio cuando se ríe de mí. Cerrando la puerta por si acaso, me deshago de los incómodos pantalones y de mis bragas, sentándome a horcajadas en las piernas de Alan.
— Te amo, hermanito. —gimo cerrando los ojos cuando me dejo caer encima de su dura erección.
— Y yo a ti, pequeña. —responde agarrando mis caderas mientras nos silenciamos mutuamente con besos.
Apoyando mis brazos en sus hombros, comienzo a saltar como una loca, ensartándome con el miembro de Alan, a la vez que este se dedica a lamer mis pechos que se mueven delante de su cara.
— Me encanta tu polla. —jadeo en su oído recibiendo un azote.
— Y a mí me encantas cuando eres tan malhablada. —susurra de igual forma Alan.
— Eso es cuando estoy cachonda. —respondo acelerando mis saltos.
— Tú siempre lo estás. —se burla Alan sonriendo.
— Tú me pones así. —comento dando círculos con mis caderas a la vez que le muerdo el labio ligeramente.
— Lo sé… —contesta Alan callándose en el instante que oye la puerta del baño abrirse, y obligándome a detener mis movimientos.
Durante unos segundos, nos quedamos estáticos, oyendo finalmente unos golpes en la puerta de al lado junto a la voz de mi madre.
— Elisa, ¿estás bien? —pregunta mi progenitora haciendo que me tense.
— Sí, mamá. —respondo intentando relajar mi respiración, escuchando sus pasos dirigirse delante de la que estamos Alan y yo.
— ¿Seguro? Llevas un buen rato. —contesta mi madre con voz preocupada.
— Sí, sólo es que creo que me ha sentado mal algo que he comido, además que estoy en esos días… —miento, reprochando a mi hermano con la mirada cuando me besa un pezón.
— Oh, vale. —se cree mi madre—. ¿Necesitas algo?
— Sólo un par de minutos más. —contesto notando la cadera de debajo de mí, moverse lentamente.
— Está bien, pero si luego necesitas algo dímelo. —dice mi madre despidiéndose y alejándose.
— Vale, gracias mamá. —respondo comenzando a moverme de nuevo. Sólo necesito la polla de tu hijo dentro de mí…
Escuchando nuevamente nuestra soledad en el baño, retomo mi tarea de saltar encima del duro miembro de Alan. Sintiendo sus manos agarrar mis nalgas, acelero la velocidad echando la cabeza hacia atrás con un suspiro. ¡Joder!
— Me queda poco pequeña. —dice Alan con una mueca de placer—. Me estás apretando…
— Ni se te ocurra correrte aún, hermanito. —corto con algo de contundencia notando mi orgasmo cerca.
— Está bien. —contesta sonriente con un gruñido.
Restregándome contra su cuerpo, empiezo a hacer mis movimientos mucho más violentos mientras con una mano comienza a acariciarme el clítoris. Unos segundos después, sintiendo mi respiración muy acelerada, entierro mi boca en la de mi hermano para gritar cuando me corro entre espasmos encima de su miembro. Su duro y bendito miembro…
— Ha sido fantástico. —suspiro sonriendo agotada y dándole un beso cuando mis temblores cesan.
— ¡Eh! Yo aún estoy. —me reprocha Alan cuando salgo de encima suyo.
— Tranquilo, hermanito. —comento riendo a la vez que me agacho entre sus piernas—. No quiero ir goteando semen.
— Pues ya sabes lo que hacer. —contesta soltando un jadeo cuando me meto su miembro en la boca—. Joder…
Degustando mis propios fluidos, agarro la base de su erección para atacar su glande mientras se retuerce de placer. Engullendo todo lo que puedo ese trozo de carne, comienzo a darle una magistral mamada a la vez que sus manos rodean mi cabeza para marcar el ritmo que le gusta. Volviendo a rodear la punta con la lengua, empiezo a acariciarla sorprendiéndome cuando un torrente de su esencia llena mi boca, escuchando un gruñido sordo unos palmos arriba. Esperando a que acabe de correrse para separarme, le miro para tragármelo con alevosía, relamiéndole y limpiando los restos de su menguante miembro.
— Podrías avisar. —comento riendo, poniéndome en pie para vestirme.
— Te he dicho que estaba a punto. —se defiende Alan sonriendo y haciendo lo propio, dejándome un beso en la frente antes.
— Dile a tu hermano que venga, y jugamos a algo. —dice Katy removiéndose en el colchón.
— Sí, sí, díselo. —anima Cristina con una sonrisa desde el suyo.
— Me conozco tus juegos Katy. —reprocho con la mirada a mi perversa amiga—. La última vez que propusiste un juego en una fiesta de pijamas, tuve que soportar un show lésbico.
— Si está Alan, no sería lésbico. —contesta riendo Katy.
— ¡Por favor Kat, que es mi hermano! —respondo poniendo cara de asco.
— Bueno, puedes irte a ver la tele mientras jugamos. —comenta Cristina provocando nuevas risas.
— Sí, claro. —digo siguiéndoles la corriente—. Además, te recuerdo Cris que tienes novio.
— Si no se entera, no hay problema. —le defiende Katy, riendo de nuevo.
— No, ahora en serio, dile que venga. —responde Cristina dejando las bromas con una sonrisa—. Quiero conocerlo más, apenas sabemos nada de él.
— Tú lo único que quieres es conocerlo sin ropa. —comenta Katy, recibiendo un golpe de mi almohada.
— Kat, que es mi hermano. —protesto frunciendo el ceño y escuchando su risa mientras desvío mi mirada a Cris—. ¿Y para qué quieres saber más de Alan?
— Porque se moja pensando en él. —responde Katy llevándose otro golpe de almohada, esta vez por parte de Cris.
— Eso tú, perra calenturienta. —contesta Cristina.
— No lo niego. —responde Katy riendo más—. A Alan le haría algún favor…
— ¡Kat! —me quejo volviéndola a golpear.
— ¿Qué? ¿Quién mejor para tu hermano que alguien de confianza? Cómo tú mejor amiga. —argumenta Katy—. ¿Tiene novia?
— No lo sé. —miento algo incómoda.
— Puede que no quiera tener ahora, como ella. —responde Cris, cabeceando en mi dirección.
— Puede… O puede que sea gay. —contesta Katy—. Eso explicaría porque se llevan tan bien.
— No es gay. —digo poniendo los ojos en blanco. Si supieran la verdad…
— ¿Has conocido a alguna novia suya? —pregunta Cris.
— No. —respondo con un suspiro interior. Sí la tiene, y soy yo.
— Entonces no puedes descartarlo. —sentencia ella—. Es muy guapo, es raro que no tenga novia.
— Te puedo asegurar que no lo es, si fuera gay me lo hubiera dicho o lo hubiera descubierto. —defiendo poniendo los ojos nuevamente en blanco.
— Puede que le dé vergüenza decírtelo y lo oculte. —continúa Cris, exasperándome internamente.
— Es fácil averiguarlo. —finaliza Katy poniéndose en pie y yéndose hacia la puerta de mi habitación.
— ¿A dónde vas? —pregunto presagiando lo peor.
— A hacerle una visita a Alan. —comenta sonriendo Katy.
— Es tarde, estará durmiendo. —digo señalando el reloj, dónde sus agujas marcan que es más de medianoche.
— Mejor, así me enseñará su cama. —responde Katy, riendo ligeramente mientras abre la puerta y se desliza silenciosamente, sin darme tiempo a detenerla.
Durante unos segundos, Cris y yo nos quedamos en silencio escuchando, esperando a que sea una broma de Katy y vuelva a aparecer, pero no ocurre. No será capaz…
— No puede ser. —murmuro preocupada cuando pasan dos minutos y aún no ha vuelto—. ¿Qué está haciendo?
— ¿Siendo Kat? Ahora debe estar restregándole las tetas en su cara. —responde Cris riendo—. Eso si no lo ha desnudado ya.
— No sería capaz… —contesto frunciendo el ceño al imaginarme la escena.
— ¿Kat? ¿La misma que se montó un trio con su novio y su amante? —se burla Cris haciendo que mis manos se queden heladas. De ella me lo creo capaz, pero mi hermano… No sería capaz de engañarme, ¿no? Y menos con mi amiga, y conmigo en casa… ¿Verdad?
Un minuto después, me pongo en pie echa una furia, imaginando lo peor y dispuesta a ir a la habitación de Alan para arrancar a mi ex mejor amiga de encima de mi hombre. Cuando doy dos pasos, visualizando ya como la voy a agarrar del pelo, Katy entra por la puerta con mala cara, olvidándome de mi rabia para mirarla desconcertada.
— Es gay, no hay duda. —sentencia con una mueca molesta Kat, sentándose en su colchón.
— ¿Qué ha pasado? —pregunta con una sonrisa morbosa Cristina, robándome mis palabras.
— Me ha dado largas. —contesta Katy con el ceño fruncido.
— Quizás no eres su tipo. —se burla Cris riendo.
— Soy el sueño de cualquier adolescente. —se defiende Kat perdiendo algo de enojo para sacar de su mochila un trozo de chocolate—. Es gay, segurísimo.
— Voy a por un vaso de agua. —comento saliendo de mi habitación y colándome en la de mi hermano.
Avanzando en silencio por el cuarto, me acerco a su cama y lo rodeo con los brazos, sintiendo rápidamente como se tensa.
— Ya te he dicho que… —se queja Alan quedándose callado cuando le doy un beso.
— Soy yo. —respondo sintiendo como se relaja.
— ¿Me puedes explicar porque tu amiga se presenta en mitad de la noche desnuda en mi habitación, dispuesta a violarme? —pregunta confuso mientras lo vuelvo a besar.
— Lo siento de verdad. —me disculpo separándome un poco para verle la cara en la poca iluminación del lugar—. Ha sido por una conversación estúpida y… perdóname.
— Tranquila, no hace falta que te disculpes. —responde Alan riendo—. Tampoco es para tanto.
— No por eso. —contesto con mala cara—. Es que tardaba tanto que yo…
— ¿Tú sabes lo cabezota que es tu amiga? He tenido que amenazarla con llamar a papá y mamá. —dice con un suspiro agotado—. Por eso ha tardado tanto.
— De verdad, perdóname por haber dudado de ti. —contesto sintiendo su mano acariciar mi mejilla.
— Relájate, pequeña. —dice sonriendo y dejándome un suave beso—. Confía en mí cuando digo que tú eres la única mujer de mi vida.
— Hermanito… —suspiro enterrando mi cabeza en su pecho—. Te lo compensaré, no volveré a dudar.
— Podrías compensármelo ahora. —murmura sonriente Alan, notando sus manos aprisionar mi trasero.
— Ya sabes que no puedo, tengo que volver ya. —digo separándome de él, dejándole varios besos más—. El próximo día te dejaré hacerme lo que tú quieras.
— ¿Lo que sea? —responde bastante emocionado Alan, entre está fiesta de pijamas y algunos problemas anteriores, no hemos podido estar juntos desde hace días.
— Lo que sea. —sentencio sonriendo traviesa, notando como traga saliva.