Hermanito (7)
Finaliza el idílico fin de semana de los hermanitos. Contiene Masturbación.
Capítulo 7: Infieles
— Un poco más. —suplico al autor de los besos que me están arrancando de mi plácido sueño.
— Hay que aprovechar el día, ya son las 2 de la tarde. —comenta Alan robándome otro beso—. Papá y mama llegan esta noche.
— ¿Ya son las dos? —pregunto desanimada abriendo los ojos, teniendo que parpadear varias veces para poder enfocarle.
Él, al igual que yo, sigue desnudo, acariciando suavemente mi cadera mientas sus ojos me dan los buenos días. No quiero que acabe el fin de semana, no quiero tener que volver a acallar mis gemidos, a tener que follar a las tantas de la noche, a tener que disimular nuestros sentimientos delante de mis padres… No quiero eso.
— Aún tenemos muchas horas por delante. —dice mi hermanito leyéndome la mente.
— Pues vamos a aprovecharlas. —contesto sonriéndole y dándole un beso que corta cuando siente mis manos rodear su flácido miembro.
— Antes que eso, hay que hacer varias cosas importantes. —responde con una mueca.
— ¿El qué?
— Darnos una ducha urgente, poner las sábanas a lavar, bajar a reponer fuerzas y luego, follar como conejos toda la tarde. —enumera dándome un beso con cada una, provocando que me ría cuando termina.
— Bueno, no hay porque seguir necesariamente ese orden, ¿verdad? —pregunto con una sonrisa traviesa volviendo a agarrar su sexo, que comienza a crecer en mi mano.
— No tiene por qué. —concede Alan sonriendo y tumbándose encima de mí.
— Descansa un rato. —dice Alan dándome un beso en la frente antes de levantarse y vestirse mínimamente con unos bóxers—. Voy a preparar la comida.
— Quiero macarrones. —exijo oyendo la risa de mi hermanito alejarse por las escaleras.
Aún destrozada por esa segunda sesión de sexo en mi trasero, me quedo con los ojos cerrados intentando disfrutar del silencio y los resquicios del orgasmo que hace nada me arrasado, cayendo sin querer de nuevo en un ligero sueño.
— Vamos pequeña, la comida está casi lista. —me despierta Alan acariciando mi espalda y haciéndome abrir de nuevo los ojos—. Date una ducha y baja a comer.
— Me duele todo. —comento con una sonrisa incorporándome en la cama, soltando un pequeño quejido de dolor cuando me siento en el borde—. Te has aprovechado de tu pobre e indefensa hermanita.
— ¿Pobre e indefensa? —responde riendo atrapándome entre sus brazos cuando me pongo tambaleante en pie—. Eres tú la que me ha atado a la cama y se ha aprovechado de su hermano pequeño.
— No recuerdo esa parte. —contesto besándole y abrazándole para sentir su fresco aroma. Ahora que me fijo se ha duchado y vestido.
— Será porque estabas muy ocupada saltando y gritando encima de mí. —se burla Alan llevándome hasta el baño—. Voy a buscarte ropa mientras te duchas.
— Te necesito aquí para lavarme. —comento entrando a la ducha y poniéndole una cara perversa—. Casi no puedo ni agacharme, me duelen hasta los dedos de las manos.
— Será de tanto apretar las sábanas o la almohada. —responde con diversión Alan—. Pero tendrás que apañarte solita.
— ¿No quieres frotarme? —digo copiando su habitual sonrisa traviesa y enseñándole la esponja, haciendo que inconscientemente trague saliva.
— Después te haré lo que tú quieras, pero ahora dúchate y a comer. —contesta Alan riendo y saliendo de allí para que no le tiente más, escuchando mi suspiro mientras sale del baño.
Encendiendo el agua caliente, me quedo varios minutos debajo del relajante torrente de agua, notando como junto al sudor y los restos de excitación, se lleva parte de mi cansancio físico. Después de este maratón de sexo, creo que no podre sentarme recta en una semana, pero ha valido la pena.
Sonriente, me dedico a frotar lentamente mi cuerpo con la esponja, haciéndolo aún más delicadamente de cintura hacia abajo, sintiendo algo irritados mis dos orificios. Mañana voy a tener unas agujetas…
— ¿Sales o qué? Se va a enfriar la comida. —dice Alan observándome apoyado en el marco de la puerta.
— Voy. —respondo aclarándome rápidamente bajo su atenta y lasciva mirada, saliendo de la ducha con cuidado—. ¿Me ayudas a secarme?
Con un suspiro y poniendo los ojos en blanco, Alan agarra una de las toallas y empieza a secarme lentamente el cuerpo, mientras yo hago lo mismo con mi cabello, incentivándole al soltar ligeros gemidos cuando roza mis zonas sensibles.
— Creo que mis tetas ya están secas. —comento riendo ante el atento cuidado a esa zona.
— Puede que sí. —responde sonriente dándome un beso.
Una hora después, ambos estamos tirados en el sofá, abrazados viendo la televisión mientras los restos de nuestra comida descansan en la mesa. Mi cabeza reposa en su pecho, deleitándome con su fragancia y moviéndome al ritmo de su tranquila respiración. Me encantan estos momentos en el que somos una pareja normal, sin tener que escondernos… ¿Algún día podré ir de la mano por la calle con Alan? Puede, pero para eso tendríamos que mudarnos de ciudad, dónde no nos reconocieran.
Notando que la respiración de Alan se ha vuelto más lenta, separo mi cabeza de él, para poder ver que se ha quedado dormido. Debe estar tan agotado como yo.
Levantándome con cuidado de no despertarlo, llevo los platos sucios a la cocina, donde los lavo antes de subir a mi habitación para ordenarla un poco.
— Esto es un desastre. —comento viendo el caos que es ahora mi cuarto.
Con velocidad, arranco las sábanas que huelen a sexo y, después de ponerlas en la lavadora, comienzo a limpiarlo todo. Agarrando una bolsa de basura, lanzo en ella el contenido de la papelera de mi habitación, la cual es en gran parte pañuelos y condones usados, además de diferentes envoltorios de comida y refrescos que hemos consumido durante el fin de semana. Abriendo las ventanas para que se ventile, y colocando ropa de cama limpia, ordeno todo y me dejo caer con agotamiento en la cama, poniendo una mueca por el dolor de mi trasero.
Después de unos segundos de descanso, giro mi cabeza aburrida y veo en la mesita el vibrador, el cual he limpiado hace un rato. Agarrándolo con algo de curiosidad, me quedo mirándolo durante unos instantes. Realmente nunca había pensado en incluir un juguete a nuestros juegos, para mí es suficiente el cuerpo de mi hermano, pero he de reconocer que no está mal. Un consolador hubiera sido difícil de esconder de mi madre por su tamaño, pero esto no. ¿Cómo algo tan pequeño me puede dar tanto placer?
Sintiendo un ligero cosquilleo curioso en mi vientre, me quito el pantalón del pijama junto a mi ropa interior. Encendiéndolo por el control remoto, el pequeño juguete negro empieza a vibrar entre mis dedos, haciéndome soltar un suspiro cuando lo coloco contra mi clítoris.
¡Uf! Esto es jodidamente bueno, no tanto como ayer, pero… Supongo que será culpa de tanto sexo, que me dejó tan sensible que…
— ¿Y esto? —me pregunto a mí misma cuando mis ojos ven que hay más números en el control remoto. ¡Hay velocidades! Ya decía yo.
Con algo de morbosa curiosidad, cambio la velocidad a la segunda, provocando que suelte un gruñido de sorpresa cuando acelera. ¡Joder, qué bueno! El cacharrito vibra igual que ayer, así que mi hermano no lo puso al máximo. Quedándome un rato así, me masturbo con el juguete únicamente apoyándolo en mi botoncito, jadeando y gimiendo de placer. ¿Y si lo pongo al tres y…?
— Me despierto solo, y subo pensando que te habrías venido a dormir a tu cama, ¿y qué me encuentro? —comenta la voz de mi hermano desde la puerta, sobresaltándome—. Qué me estás siendo infiel, y encima con el juguete que compré.
— No es lo que parece. —respondo sonriente, viéndolo entrar y cerrar tras de él—. Sólo estábamos conociéndonos.
— ¿Desnuda? Cuéntaselo a otro. —contesta relamiéndose y arrebatándome el control remoto.
— Está fuera, ¿ves? —digo riendo por la cómica escena, enseñándole que lo tengo apoyado en mi clítoris—. Soy sólo tuya, hermanito.
— ¿Sí? —ronronea Alan con su sonrisa traviesa, tumbándose a mi lado y dándome un beso mientras me roba el vibrador y lo deja a un lado de la cama.
— Igual que tú eres sólo mío. —respondo excitada devolviéndoselo, mordiendo su labio por el camino.
— Bueno, tuyo y de otras cinco chicas. —contesta haciéndome que levante una ceja divertida—. Una para cada día de la semana.
— Serían seis contándome a mí. —digo sintiendo su boca bajar por mi cuello.
— Tú vales por dos, hermanita. —responde colando sus manos por debajo de mi ropa para acariciarme.
— Así que soy tu favorita. —suspiro embriagándome con su perfume.
— No… —contesta haciendo que levante su cara para que me mire—. Pero me dejas el doble de seco que una de ellas.
— Idiota. —respondo riendo fuerte mientras él me silencia con un beso—. ¿Vas a follarme o qué?
— A esto me refería, me explotas. —suspira negando con la cabeza a la vez que sonríe, provocando que vuelva a reír.
— Calla y házmelo. —digo finalmente cuando se tumba encima de mí.
— ¡Chicos, ya estamos en casa! —grita mi madre desde el piso de abajo, sorprendiéndonos.
— Pues parece que tendrás que esperar, hermanita. —comenta divertido Alan, apartándose y poniéndose en pie.
— En el puto momento justo… —me lamento soltando un suspiro y subiéndome la ropa para tapar mi desnudez inferior.
— Vamos. —responde dándome un beso y evitando que me abroche el pantalón, metiendo su mano dentro de mis bragas.
— Ni se te ocurra hacer lo que pienso… —comento cuando siento como sus dedos me introducen el pequeño vibrador en mi coño—. ¡Para!
Aun con mi protesta, me abrocha el pantalón y agarrándome de la cintura me lleva en plan saco de patatas hasta abajo, depositándome con cuidado en el suelo al final de las escaleras, justo cuando nuestros padres entran por el pasillo con las maletas detrás.
— Bienvenidos. —saluda mi hermano con una sonrisa, dándole un abrazo a mis dos progenitores.
— ¿Os habéis portado bien? —pregunta mi madre feliz, devolviéndole el abrazo para luego venir a dármelo a mí.
— Claro que sí. —comento indignada con una sonrisa algo tensa, esperando que en cualquier momento Alan encienda el control remoto… Cosa que aún no hace.
— Veo que habéis limpiado. —dice mi madre entrando y revisando la casa.
— Cariño, nos hemos ido dos días, no un mes. —contesta mi padre riendo con un suspiro—. Son mayorcitos para poder cuidar de la casa.
— Bueno, os dejamos para que podáis ir a deshacer las maletas. —comento con intención de escapar de ahí.
— Sí, y vosotros id a prepararos, vamos a cenar fuera. —dice mi padre con una sonrisa.
— ¿F-Fuera? —respondo ahogando un jadeo cuando Alan me pilla despistada y enciende el vibrador al mínimo.
— Sí, al italiano que os gusta. —comenta mi madre con una sonrisa a la vez que siento a Alan detener el juguetito—. Para agradeceros este fin de semana, ¡así que venga! Id a preparaos mientras deshacemos las maletas.
Dejando que mis padres suban primero a la habitación, les sigo por las escaleras entrando rápidamente a mi cuarto para quitarme el vibrador, pero Alan me detiene viendo mis intenciones.
— No, no, no… Te lo vas a dejar puesto toda la noche. —dice mi hermanito cerrando la puerta con pestillo y acercándose para abrazarme.
— Alan, no me hagas esto. —respondo viendo su sonrisa traviesa.
— Con lo que te mojas, yo de ti me pondría un pantalón negro. —comenta riendo a la vez que me encierra entre sus brazos y agarra mi culo.
— Hermanito, sabes que no puedo, soy ruidosa. —digo intentando convencerle, aunque siento un ligero morbo por hacerlo.
— Por eso, así aprendes a ser más silenciosa para la noche. —argumenta robándome varios besos.
— Está bien, pero no te pases dándole. —cedo finalmente dejándome llevar por ese cosquilleo morboso que siento.
— Bueno, ya veremos. —responde riendo, haciéndome soltar un suspiro.