Hermanito (6)

Los hermanos aprovechan que se han quedado solos el fin de semana. Contiene Sexo Anal.

Capítulo 6: Travesuras

— Dame. —pido desviando la mirada de la televisión para recibir en la boca la fría cuchara, que mi lengua se encarga de rodear.

— Apenas me estás dejando probar. —dice Alan haciéndome vibrar con su risa, viéndolo llevarse ahora él una porción del helado a la boca.

Devolviendo la vista a la pantalla con una sonrisa, me acomodo de nuevo en su pecho, en el cual estoy tumbada y desnuda, al igual que él. Siento su miembro contra mi zona lumbar, demasiado agotado para poder levantarse en un buen rato, momento que aprovechamos para ver la televisión en el sofá del salón, reponiendo fuerzas.

Desde que se han ido nuestros padres, hemos estado follando por todas las esquinas de la casa, aprovechando la soledad para poder hacer todo el ruido que queramos, o, mejor dicho, que quiero yo. Seguramente nos habrán oído hasta los vecinos, pero no me importa. Es la segunda vez en nuestra vida desde que practicamos sexo que estamos solos más de una sola noche, y la primera no la pudimos disfrutar por culpa de haber caído enferma. Así que aprovecharemos al máximo esta ocasión. Este es mi finde. Mío y de mi hermano.

— Más. —exijo haciendo que Alan me dé otra cucharada de helado.

— Come, come. —comenta riendo mi hermanito—. A ver si ganas un poco de peso, últimamente te veo algo delgada.

— Será de todo lo que sudo, hace un calor infernal. —me quejo relamiéndome los restos de helado.

— Parece que todo se te queda aquí. —responde sonriente Alan, clavando la cuchara en el helado y agarrándome una teta, haciéndola botar.

— ¡Ay, tienes la mano helada! —me quejo dejando escapar una carcajada.

— Grandes, redonditas y firmes... —susurra dejando el helado en la mesa para amasarme los pechos a su antojo.

— Si a mi edad se me cayeran, sería preocupante. —comento mirándomelas.

— Tienes los pezones duros. —murmura mi hermanito pellizcándomelos.

— Normal, tienes las manos heladas. —contesto sonriendo y negando con la cabeza—. ¿Quieres que te haga una turca?

— Gracias pequeña, pero no. —responde riendo Alan volviendo a agarrar la tarrina de helado—. Aún estoy reponiendo fuerzas, me has dejado destrozado.

— Te recuerdo que aún te queda el plato fuerte. —le reto girando la cabeza todo lo que puedo para mirarle tomarse una cucharada de helado, mientras sonríe.

— Esta noche. —propone dándome un beso que me hace devorarlo, disfrutando del sabor a chocolate.

— Aún es mediodía. —me quejo con un gemido—. ¿No me vas a tocar más?

— Tranquila que el helado y lo “otro” no es lo único que he ido a buscar. —responde sonriendo y silenciando mi siguiente pregunta con una cucharada de helado—. Luego lo verás, ahora veamos un rato la tele.


— ¿Qué es eso? —pregunto sintiendo algo que no es su miembro entrar en mi coño, tentada en abrir los ojos e ignorar su petición.

— Un juguete que usaremos mucho de aquí en adelante. —comenta Alan con cierto aire divertido. Las esposas en mis muñecas eran fáciles de adivinar, ¿pero esto? ¿Un consolador quizás? No, es bastante más pequeño, aunque está bien encajado en mi interior—. Puedes abrir los ojos.

Con una morbosa excitación, bajo la mirada a mi vagina, de la cual sobresale un pequeño círculo negro de plástico, perteneciente a lo que tengo dentro. Cuando miro algo confusa a Alan, me enseña un pequeño mano como el de la llave de un coche, y justo cuando mi mente comprende lo que es, lo activa haciéndolo vibrar en mi interior.

— ¡Oh, joder! —digo comenzando a removerme inquieta sobre la cama, incapaz de hacer nada por tener las manos esposadas en mi espalda.

Viendo la morbosa mirada de mi hermanito, me retuerzo en la cama, gimiendo de puro placer por lo que ese juguete diabólico hace en mi sensible coño. Toda nuestra sesión de sexo me ha dejado hipersensible a los estímulos…

— ¿Qué te parece? —pregunta Alan cuando lo detiene un minuto después.

— Qué tendrías que haber comprado uno más grande. —respondo riendo con la respiración acelerada.

— ¿Y qué sustituyas mi miembro por él? No, gracias. —contesta sonriendo y poniéndose en pie.

— Eso nunca, un trozo de plástico no puedo competir contigo. —comento poniendo una cara traviesa mientras me arrodillo enseñándole mi trasero, el cual aún está húmedo por mi ducha.

— ¿Ya lo has usado? —pregunta refiriéndose al enema que me ha comprado para limpiarlo.

— Sí, hermanito. —contesto balanceando mi trasero de un lado a otro seductoramente.

— Ven aquí. —responde sonriente Alan, agarrándome y arrastrándome hasta el borde de la cama como si no pesase nada.

Viéndolo agarrar la bolsa con la que ha venido esta mañana, saca un bote de ella, que rápidamente identifico como lubricante, haciéndome reír por lo mucho que se ha preparado.

— Veo que lo tienes todo listo para romperme. —comento mientras le quita el plástico y se echa un poco en los dedos.

— Sí, tenía muchas ganas. —admite provocando que me recorra un escalofrío cuando unta el gel por mi ano mínimamente—. Hace mucho de la última vez, casi medio año.

— Sólo tienes que pedírmelo. —susurro con un jadeo cuando su índice me empieza a penetrar—. A mí también me gusta el sexo anal.

— A ti no hay nada que no te guste del sexo, pequeña. —se burla Alan soltando una carcajada.

— También es verdad. —admito riendo contra el colchón.

— La cuestión es que solemos tener poco tiempo para nuestros juegos, y la preparación que esto necesita es bastante larga. —explica mi hermanito deslizando su dedo suavemente hasta el final, y comenzando a hacer círculos con él.

— Pero siempre puedo prepararme antes de irme a dormir, y así cuando llegues…

— Gracias, pero no, no voy a hacer que estés cada dos por tres tomándote tantas molestias para mí. —rechaza Alan, haciéndome sonreír de ternura.

— Para nosotros. —le rectifico—. A mí también me gusta.

— Ya, pero esto también requiere dinero. —se ríe mi hermano—. Y después del regalo de mamá y de lo de hoy, andamos un poco escasos.

— Está bien. —cedo gimiendo cuando siento el segundo dedo comenzar a introducirse—. Asegúrate de dejármelo bien abierto para mañana.

— Por supuesto. —me contesta con una sonrisa traviesa—. ¡Ah! Se me olvidaba.

— ¿El qué? —pregunto mirando curiosa hacia atrás—. ¿Qué más has…? ¡Oh, joder!

— Quieta. —pide riendo Alan, intentando que no me retuerza de placer al sentir el vibrador estimulándome el coño.

— ¿Tú sabes lo difícil que es? —me quejo jadeante, notando el pequeño juguete hacer maravillas.

— No, no lo sé. —responde agarrándome fuerte para introducirme sus dos dedos profundamente, obligándome a quedarme tensamente quieta.

— ¡No lo apagues! —protesto cuando a los pocos segundos utiliza el control remoto para detenerlo.

— Lo primero es lo primero. —contesta sonriendo y siguiendo con su tarea de dilatarme el trasero, untándose nuevamente lubricante—. Si te portas bien hermanita, luego lo enciendo un rato.

— Este cacharrito y yo, nos vamos a llevar bien. —comento riendo y notando los dos dedos incrustados en mí dando círculos.

Durante un rato, continúa con el proceso de dilatarme, consiguiendo que finalmente acaben entrando y saliendo tres dedos con mediana facilidad. Utilizando el maravilloso juguete que me penetra el coño, y del cual robaré el mando en cuanto se despiste, consigue mantenerme caliente y expectante durante ese rato, no sabiendo cuando va a accionar el interruptor.

— ¿Lista? —pregunta con una sonrisa traviesa mientras lo veo ponerse un condón y utilizar más lubricante en mi trasero.

— Para ti, siempre. —respondo moviendo mis caderas impaciente a la vez que se posiciona detrás de mí, y me quita las esposas para tirarlas en la silla.

Apuntando la punta de su miembro contra mi agujerito, presiona delicadamente, comenzando a enterrarse en mí con una facilidad increíble, como si esa dura erección fuera un cuchillo y mi trasero mantequilla. Desde luego se ha convertido en un experto, comparado con la primera vez que lo hicimos por detrás…

Sintiendo que nada puede frenar el avance de su miembro, gracias sobre todo al lubricante y la dilatación, me relajo todo lo que puedo, esperando el momento que sus caderas golpeen mis nalgas. Empezando a notar un ligero pero aceptable dolor, me veo obligada a apretar los dientes y resoplar más fuerte a cada centímetro que me taladra ese miembro. Deteniéndose ante lo que ya son quejidos de dolor, me da unos segundos para adaptarme, saliendo lentamente de mi interior y echando un poco más de lubricante antes de volver a enterrarse despacio, hasta donde mi tenso cuerpo le permite.

— ¿Estás bien? —pregunta Alan, saliendo nuevamente.

— Sí, tú sigue. —respondo mordiendo la almohada.

Comenzando un lento vaivén, su pene empieza a entrar y salir de mí con delicadeza, haciendo que rápidamente mi cuerpo se acostumbre a ese intruso que me está perforando. En cuanto nota que ya no me quejo de sus suaves embestidas, empieza a ir un poquito más lejos en cada penetración, provocando que suelte algunos gruñidos antes de sentir que finalmente está toda dentro.

— La tienes demasiado grande. —comento con una sonrisa tensa—. ¿Cuánto habremos tardado hasta este punto?

— Unos treinta o cuarenta minutos contando la dilatación. —responde manteniéndose quieto, cosa que agradezco.

— La primera vez que lo hicimos tardamos casi una hora y media. —contesto sintiendo un extraño orgullo.

— Este lubricante es mejor que solamente mi saliva. —me recuerda empezando a salir nuevamente.

— Muchísimo mejor. —admito soltando un leve gruñido cuando me la taladra de nuevo—. Dale. Rómpeme.

Incentivado por mi petición y embadurnándose más lubricante, comienza a salir y entrar lentamente durante varios minutos, provocando que mis gruñidos iniciales acaben en gemidos que piden por más potencia. Sinceramente siempre lo pienso, el esfuerzo vale la pena… ¡Joder que bien sienta esto! Cerrando los ojos para centrarme en mi cuerpo, me dedico a disfrutar del placentero ardor en mi culito, mientras noto una jodida sensación agradable que parte de la boca de mi estómago y se dispersa por todo mi ser.

— Más fuerte. —suplico unos segundos después, cuando él ya me comienza a penetrar con dureza.

— Te olvidas de algo. —comenta con una sonrisa que no me hace falta ver.

— ¿El qu…? ¡Oh, joder! —gimo contrayéndome del gusto cuando el vibrador en mi coño se enciende.

Mis gemidos y jadeos empiezan a llenar la habitación, haciendo de coro para el rítmico sonido de su cadera golpeando mis nalgas. Con más confianza al ver que estoy gozando de esa monumental follada, comienza a embestirme como si de un martillo neumático se tratase, taladrando con violencia mi pobre culito, que recibe gustoso cada centímetro del intruso. Arrastrando mi mano al clítoris, empiezo a masajearlo con urgencia, haciéndome gritar de puro placer ante los tres frentes de estimulación en mi cuerpo.

— ¡¡¡NO LO APAGUES!!! —grito a Alan cuando siento el vibrador detenerse.

— Ups, ha sido sin querer. —responde riendo mi hermanito, volviendo a activarlo.

Notando como me acerco al orgasmo, comienzo a frotar con más ganas mi botoncito, empapando el vibrador con mis fluidos, cuando finalmente lo alcanzo, con un gemido que deben haber escuchado hasta tres calles más abajo. Cayendo rendida en la cama entre espasmos, utilizo mis últimas fuerzas en estirar mi mano y quitarme el juguete de mi coño, mientras Alan continúa perforándome por detrás, prolongando mi éxtasis.

Colocándome con dificultad la almohada bajo mi cuerpo para levantar más mi trasero, apoyo devastada mi cara en el colchón, quedándome en un estado en lo que lo único que consigo reconocer es el placer, que nunca termina. Sin fuerzas ni para moverme, dejo que Alan haga todo el trabajo y se deleite con mi culito, acompañando sus embestidas con gemidos que ni si quiera soy capaz de reconocer como míos. Seguramente él lo está disfrutando tanto o más que yo, y dándome la razón, lo siento agarrar mis nalgas con fuerza, acelerando hasta correrse con un rugido, saliendo de mi trasero para caer a mi lado, tan destrozado como yo.

— ¿Qué tal? —pregunta haciéndome sonreír y dejarle un suave beso.

— A partir de hoy, obligatorio un anal mensual. —comento provocando que ambos nos comencemos a reír agotados.

— Ven. —responde Alan arrastrando el peso muerto que soy ahora mismo para abrazarme, acunándome en su pecho, y haciendo que su calidez reconfortante me haga caer en un profundo sueño.

Espero que os haya gustado. Si queréis más, dejadme un comentario haciéndomelo saber.