Hermanito (4)
Prosiguen las aventuras de los lujuriosos hermanos.
Capítulo 4: Noche silenciosa
— ¡Por fin en casa! —exclamo agotada cuando cruzamos la puerta de nuestro hogar.
— Da gusto volver tras tantos días, ¿verdad? —comenta mi madre entrando con su equipaje.
— No te haces una idea. —responde Alan tocándome ligeramente el trasero antes de comenzar a subir a su habitación.
— Deshaced las maletas y poned la ropa sucia a lavar. —nos ordena mi madre al vernos desaparecer por las escaleras.
Con prisa, entro a mi habitación y hago lo que me ha dicho, llevando la ropa de esa última semana al cesto de la lavadora. Al terminar, espero a que mi hermano haga lo mismo y, agarrándolo cuando vuelve a su cuarto, lo arrastro al mío cerrando apenas la puerta con el seguro antes de lanzarme a devorar sus labios.
— Joder, como lo echaba de menos. —suspiro besándole con ansiedad mientras nos tumbamos en la cama.
— Y yo. —responde Alan, separándose para sonreírme.
— Te necesito dentro de mí. —contesto mordiendo su labio mientras mis manos indagan en su pantalón, para acariciar el miembro que tanto deseo.
— Pero no podemos. —dice Alan haciendo que frunza el ceño cuando obliga a mis manos a dejar su tarea de masturbarle—. Mamá y papá están despiertos, y moviéndose por la casa.
— Hay seguro en la puerta. —argumento dándole varios besos rápidos y agresivos.
— Pero el seguro no tapará el sonido de tus gritos. —dice Alan riendo con cara traviesa—. Aguanta sólo un poco más, pequeña.
— No me jodas hermanito, que llevo con el coño inundado una semana. —respondo mordiéndome el labio desesperada.
— Me encanta cuando dices las cosas de esa manera tan sucia. —contesta Alan provocando que bese su sonrisa con impaciencia—. Pero no podemos, y lo sabes.
— Hija, abre. —dice de golpe la voz de mi madre en el pasillo, sobresaltándonos cuando intenta abrir la puerta—. Como odio que te encierres, ¿y si algún dia te pasa algo?
— Voy. —digo poniendo una mueca y arreglándome la ropa antes de abrir.
— Vamos a... ¡Oh! Estás aquí Alan. —comenta mi madre sorprendida, entrando a la habitación.
— Estábamos hablando de algunas cosas del viaje. —responde mi hermano relajadamente, aún tumbado en mi cama.
— ¿Y para eso tenéis que cerrar con pestillo? —pregunta mi madre frunciendo el ceño.
— Lo habré hecho inconscientemente. —miento viendo poner a mi madre los ojos en blanco, en señal de habérselo creído.
— Bueno, vamos a pedir pizza para cenar, que estoy demasiado cansada para cocinar. —explica haciendo su rutinaria revisión de mi cuarto, aun cuando acabamos de llegar a casa y es imposible que esté desordenada—. ¿De qué la queréis?
— Pide una carbonara para nosotros, y la compartimos, que no tengo mucha hambre. —responde Alan señalándome a mí y a él. Yo tengo hambre, pero no de pizza...
— ¿Te parece bien? —pregunta mi madre mirándome, buscando mi conformidad con el plan, y haciendo que le asienta—. Pues ahora hago el pedido, no tardéis mucho en bajar.
— Vale. —contestamos al unísono mi hermano y yo, viendo a nuestra progenitora irse.
— No puedo aguantar más. —digo harta de ver como el reloj no avanza.
Hace más de una hora que mis padres se han ido a dormir, seguidos por nosotros, y sigo esperando a que mi hermano abra la puerta de mi habitación. Sé que sus visitas suelen ser a altas horas de la noche, pero no tengo la paciencia necesaria de esperar una o dos horas más.
Poniéndome de pie, salgo de mi cuarto de puntillas, abriendo silenciosa y lentamente la puerta de enfrente, que pertenece a la habitación de Alan. Entrando en plan ninja, cierro tras de mí y avanzo despacio hacia donde sé que está su cama, pero la oscuridad me hace ser precavida. Cuando mi rodilla golpea suavemente el borde de su lecho, palpo con mis manos el colchón, para saber dónde está la sábana. Una vez localizada, me desnudo y me cuelo por debajo, arrimándome al cálido cuerpo de mi hermano.
— ¿Elisa? —pregunta algo sorprendido con la voz ronca, demostrando que estaba durmiendo. ¿Duerme siempre antes de venir a mi cama?
Sin responderle me coloco encima de él, sentándome encima del pantalón que cubre su miembro y llevando sus manos a mis pechos, empezando a dibujar círculos con mis caderas. Sintiendo su sexo crecer debajo mío, me echo hacia adelante y comienzo a besarle apasionadamente, hasta que él me corta.
— Aún no pequeña, es muy pronto. —dice Alan acariciando mi espalda y señalando con un gesto la dirección del cuarto de nuestros padres—. Mejor en una hora o dos, cuando estén en un sueño más profundo.
— No puedo aguantar tanto. —respondo enterrando mi cara en su cuello, haciendo que su olor me excite aún más.
— Te van a oír. —contesta susurrándomelo en el oído, provocándome un escalofrío de placer.
— Pues amordázame. —propongo frotándome ansiosa contra su cuerpo y acercando también mi boca a su oído, para gemir como sé que le gusta.
— No hay mordaza capaz de silenciarte. —se ríe dándome un ligero apretón en el trasero, demostrándome que mi seducción está funcionando.
Como si alguien quisiera darle la razón a la sensatez de Alan, los dos nos quedamos estáticos cuando oímos el sonido del baño de mis padres, que está al otro lado de la pared. Durante el minuto que uno de mis progenitores pasa en el servicio, tanto yo como quién está debajo mío nos miramos en la oscuridad, sin movernos apenas hasta que se oye el ruido de la cadena y unos pasos regresando a la cama.
— ¿Ves? Esperemos un poco más, ¿vale? —susurra Alan acariciándome la espalda—. En una hora voy a tu habitación.
— Está bien. —digo con un suspiro de resignación, saliendo de encima suyo y tumbándome junto a él para abrazarle—. Pero me quedo aquí.
— Entendido. —responde con una sonrisa mi hermano, pegando su frente a la mía.
— Y vas a mimarme hasta entonces. —exijo con voz infantil acariciando su espalda.
— Por supuesto, pequeña. —suspira sonriente Alan, juntando nuestros labios y explorando con su lengua mi boca.
Sintiendo nuestras lenguas batallar silenciosamente durante varios minutos, mis manos recorren sus brazos y torso, acariciando el cuerpo cálido que aparece en todas mis fantasías. Pagándome con la misma moneda, noto sus dedos pasear por mi desnudez, aprovechándola para tocar a placer mi trasero y mis pechos, pellizcando mis duros pezones para que jadee en su boca.
— Vas a inundar mi cama. —se burla Alan cuando su mano acaricia mi empapado coño.
— Idiota. —respondo soltando una leve risa, enterrando mi cara en su almohada para tapar los sonidos de placer que surgen de mi garganta al sentir sus dedos masajear mi clítoris. ¿Cuándo llegará el día que pueda gemir sin preocuparme? Ni si quiera cuando no están nuestros padres puedo expresarme a gusto, por miedo a que los vecinos nos escuchen.
— ¿Quieres que te folle? —susurra Alan poniendo la voz aún más ronca, provocando que me muerda el labio.
— Sabes que sí. —contesto besando su cuello, notando como se acaba de desnudar bajo la fina tela que nos cubre.
— Pues vas a tener que ganártelo. —comenta con una sonrisa que puedo intuir en la oscuridad.
Dándole un último beso con una suave carcajada, me oculto juguetonamente bajo la sábana y agarro su flácido miembro, introduciéndomelo sin pensarlo ni un segundo entre mis labios, ayudándome con una mano a darle placer. Disfrutando de mi boca, Alan acaricia mi cabello con delicadeza, mientras yo noto como su sexo cobra vida ante mis múltiples latigazos de lengua. Joder, echaba de menos la sensación de su miembro en mi boca...
— Para. —ordena con un suspiro Alan cuando llevo varios minutos torturando su, ahora, dura erección—. O no aguantaré.
— Tenemos toda la noche para jugar. —ronroneo sonriente de saber que lo tengo al límite, volviendo a enterrar su miembro en mi boca.
— ¿No estabas tan impaciente? —pregunta Alan estirándose para tocar mi sexo.
— Tienes razón. —cedo jadeante al notar sus dedos rozar mi intimidad.
Recuperando mis ansias por tenerlo dentro de mí, pongo mis rodillas a cada lado de su cuerpo, apuntalándome el ariete en mi entrada, dispuesta a dejarme caer, pero siendo frenada por Alan.
— Espera, inquieta. —me detiene mi hermano señalando su mochila al otro lado del cuarto—. Los preservativos están ahí.
— Pues muy bien. —suspiro cerrando los ojos y bajando las caderas, penetrándome lentamente. ¡Joder, que bien sienta!
— No es seguro. —insiste Alan igual de jadeante que yo.
— Tranquilo, compraré la pastilla. —contesto cuando estoy totalmente empalada, sonriendo de puro placer.
— ¿Pues a qué esperas? —responde con una traviesa mirada.
Apoyando las manos en su pecho, comienzo a bajar y subir despacio, disfrutando de cada centímetro en mi interior, y haciendo que eche la cabeza hacia atrás y suelte un fuerte resoplido.
— Hermanito, me encanta tu polla. —susurro empezando a acelerar los movimientos.
— Malhablada. —contesta Alan con una sonrisa que me hace imitarle y dejar escapar un suave gemido.
— ¿Y cómo quieres que la llame? ¿Verga como dicen los latinos? —respondo riendo ligeramente—. ¿Mini-Alan?
— ¿Mini? —dice levantando sutilmente una ceja a la vez que mis movimientos se hacen más agresivos.
— ¡Oh!
— Te van a oír. —reprocha Alan cuando dejo escapar un gemido.
— ¿Sabes lo difícil que resulta no hacer ruido con esta enorme cosa penetrándome? Es co…
— ¿Ahora es enorme? —interrumpe Alan haciéndome reír.
— Tranquiliza tu ego, hermanito. —digo jadeante con una sonrisa, soltando un gruñido algo fuerte. ¡Joder! No hacerlo durante tanto tiempo me está afectando… Esto es demasiado bueno.
— Perrita, ven aquí. —ordena Alan, usando su fuerza para sacarme de encima y tumbarme en la cama—. Antes de que ladres…
— ¿Perrita? —contesto falsamente ofendida, sonriendo cuando me abre violentamente las piernas y se coloca encima mío.
— Muerdes, lames y gruñes como una. —responde llevándose la mano a su miembro para situarlo entre mis piernas.
— Idiota. —le insulto recibiendo al instante sus labios sobre los míos para silenciarme cuando me penetra de una sola estocada.
Sintiendo su lengua explorar mi boca, comienza a embestirme con dureza haciendo que mis dedos se deslicen por su ancha espalda, atrayéndolo más hacia a mí. Mi acelerada respiración choca con su cálido aliento, provocando que el calor aumenta cada vez más, obligándonos a retozar en un placentero incendio que agradezco de sufrir, pero que no es ni comparable al que siento en mi interior.
Dándome un momento para tomar aire, detiene su asalto y baja su boca por mi cuello para lamerlo, impregnando sus labios con mi salado sudor y haciéndomelo probar con el siguiente beso. Volviendo a bajar su boca, captura una de mis pezones con su lengua, provocando que ahogue una ligera carcajada cuando lo mordisquea levemente haciéndome cosquillas.
— Te amo, pequeña. —susurra volviéndose a colocar bien, retomando su penetración.
— Y yo a ti, hermanito. —respondo agarrando su cara para darle un apasionado beso que dura varios segundos—. Y ahora, fóllame hasta que me corra.
— Prepárate malhablada. —contesta sonriendo y mordiéndome el labio, haciendo que me recorra un placentero escalofrío.
Amordazándome con su boca, acelera las embestidas de sus caderas violentamente, martilleándome el coño sin piedad y obligándome a agradecer el momento en que se lo he pedido. ¡Dios! Cómo lo echaba de menos…
Varios minutos después, siento esa conocida y agradable sensación de mi cuerpo preparándose para lo que viene, y rodeándole con mis piernas para que no escape, me corro bestialmente teniendo que ahogar un grito de placer en la boca de mi hermano. Retorciéndome en la cama con cada espasmo que recorre mi sensible cuerpo, acabo separando mis labios de los de Alan en busca de aire, sonriéndole agradecida mientras le noto que baja la velocidad de sus embestidas para no correrse.
— ¿No quieres llenarme hoy que puedes? —le reto mordiéndole sensualmente el labio.
— Claro que sí, pero tengo toda la noche. —contesta sonriéndome con cara traviesa—. Y quiero que no te aguanten las piernas cuando te vayas de aquí.
— Eso espero. —respondo riendo y sintiendo una punzada de excitación por la promesa. Creo que mañana no podré ni caminar…