Hermanito (3)

Continúan las aventuras de los traviesos hermanos.

Capítulo 3: Paraíso Infernal

— Apenas quedan. —comento viendo a mi hermano agarrar la caja de condones del cajón de la mesita de noche—. Hay que comprar una caja nueva.

— O un par. —responde con cierto tono de diversión en la voz, guardándose los preservativos en la mochila y tirando la caja a la papelera.

— Como me vuelvas a hacer lo de ayer, no hará falta comprar en lo que queda de verano. —amenazo recordando el calentón.

— Lo arreglé por la noche, ¿no? Es lo que importa. —contesta acercándose con su sonrisa traviesa para darme un beso, recordándome la incursión nocturna a mi cama.

— Pero no lo vuelvas a hacer. —digo respondiendo a su beso, teniendo que cortarlo cuando escucho pasos acercarse.

— Venga chicos, que se nos va a hacer tarde. —avisa la voz de nuestra madre en el pasillo.

— ¡Ya va! —respondo oyendo al instante el suspiro de mi progenitora, mientras baja por las escaleras.

— Vamos, pequeña. —murmura Alan dejándome un último beso antes de salir de mi habitación, yendo a la suya para recoger la maleta y salir junto a mí de casa, arrastrando los equipajes hasta el coche.


— Dame. —dice mi hermano, agarrando la maleta con la mano libre cuando vamos a subir las escaleras de la casa del lago de nuestros tíos.

— Gracias. —respondo con una pequeña sonrisa que tengo que ocultar, ligeramente, al notar la mirada de los mayores en nosotros.

— Ya podrían Sara y Lucas llevarse tan bien. —se lamenta con un suspiro mi tía, hablando de mis primos—. En fin, ¿qué tal el viaje?

— Largo. —oigo responder a mi padre mientras Alan y yo desaparecemos ascendiendo al piso de arriba.

Caminando por el lujoso y largo pasillo, mi hermano deja la maleta delante de la puerta, antes de guiñarme un ojo y dirigirse a la suya. Mirándonos con un suspiro, entramos en nuestras respectivas habitaciones.

— ¡Elisa! —exclama alegre mi prima viéndome aparecer—. Menos mal que has llegado, me estoy muriendo de aburrimiento.

— ¿Cuándo habéis llegado? —digo con voz cansada a la vez que me acerco a la cama libre, dejando la maleta encima para acercarme a dar un rápido abrazo a mi compañera de habitación de cada año.

— Pasado ayer. —contesta suspirando de agotamiento—. Mamá se olvidó de contratar un equipo de limpieza y nos hizo hacerlo a nosotros.

— Suena duro. —comento empezando a poner las cosas de la maleta en el pequeño armario, el cual ya está medio ocupado por mi prima.

— Mucho. —responde sentándose en la cama como un indio para observarme bien—. ¿Y qué tal has estado?

— Bien, no sé, como siempre. —digo levantando los hombros demasiado centrada en mi tarea. No es que no me caiga bien mi prima, pero a veces puede ser una persona muy cargante...

— ¿Tienes novio? —pregunta sonriente haciendo que le eche un rápido vistazo.

— No. —contesto simplemente ante el suave grito exasperado de Sara.

— ¿Por qué no? Eres guapa, seguro que tienes muchos detrás de ti. —responde ella haciendo que ponga los ojos en blanco—. Estoy empezando a pensar que eres lesbiana.

— Simplemente no me interesa tener pareja ahora. —miento parando de colocar cosas para mirarla—. Y si fuera lesbiana, lo sabrías.

— ¿Me estás diciendo que sería tu tipo? —comenta riendo Sara, haciendo que sonría y niegue con la cabeza. Menuda semana me espera...

Después de terminar de organizar mis cosas, caigo rendida a la cama, donde me quedo escuchando hablar a mi compañera de su espectacular novio, hasta que el mío viene a salvarme de tal tortura.

— A cenar. —dice Alan después de llamar y saludar a mi prima con la mirada—. ¿Qué tal Sara?

— Bien, ¿y tú? —responde ella con una sonrisa.

— Bien, nosotros vamos bajando. —contesta rápidamente Alan para que no pueda hacerle uno de sus famosos interrogatorios, lo cuál es su único entretenimiento aquí en el lago, gracias a no haber internet.

Sin perder el tiempo, todos bajamos al salón donde nos espera una mesa repleta de comida, junto al resto de la familia. Durante las siguientes tres o cuatro horas, lo único que se oye en la casa es el ruido de los cubiertos opacados por todas las conversaciones que hay. Finalmente, y gracias al agotamiento de mis padres por el viaje, decidimos irnos a dormir para descansar, siendo acompañada por mi prima a la habitación, donde literalmente me duerme a base del aburrimiento que me supone escuchar tanto tiempo sus historias.

Cuando el sol entra por la ventana, me despierto quedándome quieta en la cama para disfrutar del silencio. Con una mirada rápida, veo a mi prima durmiendo profundamente, lo que me hace soltar un suspiro de alivio mientras le doy la espalda para mirar por la ventana, tumbada en mi cama.

Esto es lo que más odio de hacer este viaje cada año, que durante una semana Alan y yo tenemos que hacer de hermanos las 24 horas, gracias a tener la lapa de mi prima al lado todo el tiempo. Si hubiéramos estado en casa, ayer anoche hubiera recibido la visita de mi hermano en la cama... O puede que me hubiera tenido una visita sexual matutina, lo cual me apetece mucho. Tantos días de vacaciones disfrutando, y de golpe me lo quitan todo durante una semana. Yo quiero mi ración de Alan diaria, y lo único que tengo es a esta pesada a mi lado...

Con algo de frustración, me levanto de la cama y me voy al armario, poniéndome algo de ropa para luego salir de la habitación. Notando al instante que soy la única persona despierta en la casa, por el absoluto silencio que reina, bajo a la cocina donde me sirvo un vaso de zumo antes de ir al salón.

— Buenos días, pequeña. —saluda sonriente mi hermano, sentado en el sofá y haciendo que me sobresalte un poco.

— ¡Qué susto! —respondo yo sin poder dejar escapar una sonrisa cuando Alan se comienza a reír—. Buenos días.

— ¿Y tu sombra? —pregunta mientras me siento a su lado, viendo como deja su teléfono en la mesa.

— Durmiendo. —contesto abrazándole y quedándome unos segundos disfrutando de su olor.

— No podemos... —dice con un suspiro Alan, encerrándome dentro de sus brazos—. Puede venir alguien.

— Quedémonos así hasta entonces. —pido moviendo ligeramente mi cara en su pecho—. Además, sólo es un abrazo.

— Está bien. —cede Alan, aunque sabe que ése no es un típico abrazo de hermanos.

— Anoche me sentí muy sola. —comento sintiendo la mano de él bajar por mi espalda hasta agarrar mi trasero con fuerza.

— Lo sé, yo también. —responde con una sonrisa, dándome un delicado beso después de asegurarse que no hay nadie cerca—. Podríamos irnos fuera, alejarnos un poco y...

— Sabes que es muy peligroso. —respondo aferrándome de nuevo a sus labios, de los cuales no me quiero separar.

Ya hace años que intentamos encontrar una solución para nuestros juegos al estar aquí, pero es realmente difícil. Toda la zona que rodea el lago está llena de casas de verano, lo cual nos impide salir afuera para hacerlo, ya que siempre hay gente... Y lo peor es que aquí todos se conocen, por lo que no podemos fingir que no somos hermanos.

Sin decir nada más, nos quedamos los dos en silencio disfrutando de la soledad, dándonos furtivos besos de vez en cuando, a la vez que permito que su mano toque lo que quiera de mi cuerpo, acariciándolo por debajo de la ropa. Apenas podemos estar así unos minutos, antes de que el sonido de alguien bajando por las escaleras nos obligue a separarnos, juntando los labios por última vez.

— Oh, buenos días. —comenta mi tía saludando antes de ir a la cocina—. Qué madrugadores.

— Sí. —comenta Alan con una sonrisa fingida.

— Buenos días. —digo sin poder esconder un suspiro. Sólo seis días más...


— ¿Quieres? —pregunta mi tío sacando un pack de refrescos de la nevera portátil.

— Sí, gracias. —respondo agarrando una de las latas y abriéndola para darle un trago, esperando a que mi tío vuelva a su conversación con el resto de mayores para mirar de nuevo a mi hermano.

Alan está en el lago, nadando y conversando con mi primo Lucas, provocando que me quede observando su cuerpo sin camiseta, rememorando todas las veces que he besado, mordido y lamido ese torso. Joder, la abstinencia me sienta fatal, me paso el día con el coño empapado pensando en sexo... Y ver a mi hermanito medio desnudo y mojado, no ayuda.

Podría ir con él, y dejar que me toque por debajo del agua, pero sería demasiado peligroso, además de que me da asco el lago. Lo sé, soy un poco maniática, pero prefiero no meterme en un sitio en el que no puedo ver lo que me rodea. ¿Y si hay un cocodrilo? ¿O algún bicho asqueroso? Prefiero la limpieza y claridad de una piscina llena de productos químicos.

— Es guapo, ¿eh? —dice Sara sacándome de mis pensamientos.

— ¿Quién? —respondo algo preocupada.

— El chico de la familia de enfrente. —contesta haciendo que desvíe los ojos de Alan, al hijo del vecino de enfrente, el cual está unos metros por delante de mí verdadero centro de atención.

— Supongo. —digo más relajada, alternando mi mirada entre ese chico y mi hermano.

— Le he visto mirarte un par de veces, ve a hablar con él. —contesta Sara haciendo que enarque una ceja y le mire incrédula. Lo que me faltaba, que se ponga en plan casamentera.

— No gracias, ya te he dicho que no quiero pareja. —niego dándole un nuevo trago a mi refresco.

— Bueno, no hace falta que salgas con él para divertirte. —murmura mi prima haciendo que ponga los ojos en blanco ante su indirecta.

— No, gracias. —repito zanjando con la mirada el tema. Mi cuerpo es sólo para mi hermanito...

Dando un suspiro de agotamiento, mi prima cede y me da la espalda para comenzar a mirar cosas en su móvil, momento que yo aprovecho para volver a observar a Alan y llevarme la desagradable sorpresa de ver a una chica hablando con él, muy cerca... ¿Quién es esa puta zorra que le está poniendo sus tetas en la cara a mi hermano? Dando un breve vistazo a mi dirección, los ojos de Alan conectan con los míos, dándome a entender que no quiere estar ahí.

Regodeándome internamente, veo a mi hermano rechazándola con disimulo a la vez que provoca que mi primo Lucas ocupe su lugar, diciéndole algo antes de salir del agua y venir hacia la mesa de madera donde se ubica mi familia. Tendiéndole una toalla para que se seque, Alan ocupa su asiento junto a mí, sonriéndome cuando ve que pierde la atención que ha conseguido al llegar.

— Casi la matas con la mirada. —susurra Alan con diversión en la voz, robándome mi refresco para darle un trago y poner la toalla encima de nuestras piernas.

— Te estaba comiendo con los ojos. —respondo emocionada de sentir su mano en mi rodilla por debajo de la tela.

— No lo creo, simplemente quería hablar. —contesta sonriendo—. Además, aunque así fuera, no tendría oportunidad contra ti.

— Lo sé. —digo complacida, dejando que su traviesa mano se pierda disimuladamente entre mis piernas.

— Que mojado lo tienes... —susurra de nuevo haciendo que me recorra un escalofrío de placer por el cuerpo.

— Llevo tres días sin que me toques, y viéndote medio desnudo. —justifico mi humedad sintiendo un dedo perderse en mi interior. ¡Joder! ¡¿Por qué no pueden desparecer todos de golpe para que pueda follarme contra esta mesa?!

— Ya falta poco, pequeña. —dice sacando su dedo de dentro mío, llevándoselo a la boca para después ponerse a hablar como si nada con mi prima.

— Se me va a hacer muy larga la espera, hermanito. —murmuro para mí misma mientras noto mi coño chorreando de excitación.