Hermanito (2)

Continúan las aventuras de los inmorales hermanos.

Capítulo 2: Suspiros

— ¿Qué? —pregunto oyendo a alguien llamar a mi puerta, pausando la película en el portátil y separándome un poco de Alan.

— Oh, estáis los dos. —dice mi madre al entrar a mi cuarto, viéndonos a mí y a mi hermano en la cama, con el ordenador en medio.

— Estamos mirando una peli. —respondo a la vez que ella da un pequeño vistazo al cuarto, aprovechando para ver si está ordenado—. ¿Qué necesitas?

— Voy a salir un momento a comprar una cosa, ¿podéis vigilar la lasaña que tengo en el horno? —contesta mi madre.

— Vale, ¿y papá? —pregunto antes de que salga.

— Ya se ha ido a trabajar. —contesta echando un vistazo al reloj—. Vuelvo en diez minutos.

— No hay prisa. —dice Alan mientras nuestra madre se va.

En cuanto la escuchamos alejarse, pongo de nuevo la película y vuelvo a abrazar cariñosamente a Alan, que pasa su brazo por mis hombros. Oyendo a nuestra ruidosa madre prepararse para salir, mi atención se desvía a la mano de mi hermano, que pasa tranquilamente de mi hombro hasta mi teta, la cual comienza a masajear a placer, provocando que le mire a los ojos.

— Eres insaciable. —comento mientras me da un delicado beso.

— Hay que aprovechar el verano. —responde bajando la pantalla del portátil, dejándolo en la mesita de noche.

— Apenas hace dos días que han comenzado las vacaciones. —contesto sonriendo y suspirando, sintiendo su mano esquivar mi ropa para acariciarme entre las piernas.

— Pues imagina lo que te espera. —dice excitándome la promesa que esconde su voz.

— Me encanta el verano. —murmuro oyendo a mi madre salir de casa.

Y la verdad es que lo adoro, aunque no por la fiesta, la playa y la diversión que todo el mundo busca, sino porque es la época del año donde puedo estar tanto tiempo como quiera con Alan. Eso sin contar las múltiples ocasiones que se presentan para follar, cosa que me encanta...

Hace dos años ya desde que decidí que tomara mi virginidad y diéramos el último paso de nuestra relación incestuosa, y desde entonces en contadas ocasiones he podido tener sexo con él sin que fuera a altas horas de la noche. Excepto en verano, donde aprovechamos que mis padres trabajan y nosotros estamos todo el día en casa para follar cada dos por tres, disfrutando de esos momentos de soledad para poder hacer el ruido que no podemos durante el resto del año.

— Luego. —digo apartando su mano de mi sexo, poniéndome en pie para alejarme de sus traviesas manos—. Voy a vigilar la lasaña, que si se quema, mamá nos mata.

Escuchando el suspiro de mi hermano, salgo de la habitación agarrando el teléfono y bajo a la cocina donde me pongo a chatear con mis amigas delante del horno. Apenas tengo tiempo a leer los últimos mensajes del grupo, cuando oigo a Alan bajar por las escaleras, entrando en la cocina para abrazarme por detrás.

— Para. —comento intentando ocultar mi indecisión al sentir su erección contra mi trasero—. Mamá ha dicho que volvía en diez minutos.

— Uno rapidito. —responde Alan acariciándome los pechos por encima de la ropa y besándome el cuello con pasión, provocando que cierre inconscientemente los ojos.

Aunque me muero por dejar que me folle contra la encimera, la sensatez me hace que le aparte las manos, y me dé la vuelta para mirarle, aguantándole la mirada hasta que su sonrisa se copia en mi cara. Dándole un leve beso, lanzo un suspiro antes de hacerlo retroceder hasta una de las sillas y caer de rodillas ante él, bajándole mínimamente los pantalones. Liberando su enorme miembro del encierro de su ropa, me lanzo rápidamente a por él, introduciéndomelo en la boca para comenzar a lamerlo con dedicación.

— Joder... —suspira Alan.

— ¿Te gusta? —pregunto sacándome el juguete de la boca para golpearlo contra mi lengua varias veces, haciendo que se endurezca más.

— Sabes que sí. —contesta acariciando mi melena castaña a la vez que engullo su sexo, hasta que mi garganta pone el límite.

Resistiendo las arcadas que me provoca, aguanto varios segundos ahí, sin dejar de mover mi lengua por debajo. Después de contar mentalmente hasta diez, me la saco en busca de aire antes de repetir el proceso varias veces, oyendo los jadeos de placer de mi hermano.

— Tu boca es maravillosa. —susurra Alan destrozado la séptima vez que lo hago.

— Te conozco a la perfección, hermanito. —contesto sonriendo antes de agarrar su miembro con una mano y comenzar a masturbarlo, empezando una sesión intensiva de besuqueos y lamidas.

— Ya lo creo. —responde con la respiración agitada y una sonrisa—. Pero como sigas así, no voy a aguantar nada.

— Es lo que intento. —confieso con una otra sonrisa traviesa, sacando su miembro de mi boca para darles un poco de atención a sus huevos.

— Serás... ¿Y si ahora evito correrme? —me amenaza con una sonrisa seductora.

— ¿Seguro que podrás resistir si me pongo seria? —respondo levantando una ceja con cierta diversión.

— Segu... ¡Oh, joder! —suelta mi hermano cuando acelero la masturbación y empiezo a succionar ligeramente la punta.

Comenzando a gemir como sé que le gusta a Alan, redoblo mis esfuerzos en la parte posterior de la cabeza, sintiendo al instante como se tensa y se retuerce de placer. Conozco demasiado tu cuerpo y tu mente, hermanito...

— ¡Vale, vale, para, para, para! —pide un minuto después de comenzar el ataque.

— ¿No decías que ibas a aguantar? —me burlo frenándome con una sonrisa.

— No hagas ruido, es trampa. —contesta mientras veo su pecho subir y bajar rápidamente.

— ¿Trampa? No es mi culpa que te ponga a mil oírme gemir. —ronroneo sonriente, lamiendo lentamente su miembro para no darle descanso.

— ¿Cómo no va a ponerme? No hay hombre al que no le excite eso. —replica Alan, deleitándose con la imagen de mis labios dejándole lentos besos en toda la longitud.

— No sirve de excusa, prepárate. —amenazo con una expresión divertida, llevando mi boca a la punta para susurrarle mirándole a los ojos—. Te voy a hacer acabar en menos de un minuto.

Engullendo varias veces su erección, empiezo a bajar y subir mi boca rápidamente, para luego pasar a hacerle una paja mientras mis labios rodean su cabeza para el castigo. Haciéndole retorcer de placer, chupo, lamo y succiono intensa y repetidamente, a la vez que mis gemidos le acarician los oídos como si me estuviera dando una follada monumental.

Cuando apenas llevo medio minuto, sus manos que antes me acariciaban, ahora me obligan a tragarme el enorme pedazo de carne, oyendo un rugido de placer cuando siento su esencia invadir mi boca. Durante los segundos que duran sus espasmos, continuo con la mamada, hasta que siento como pierde dureza en mi lengua.

— Eres una diosa. —comenta con un suspiro agotado cuando saco su miembro flácido de mi boca, notando sus manos acariciarme la mejilla.

— Lo sé. —respondo orgullosa después de tragarme el premio. Hay gente que le da asco, pero a mí me encanta y me pone a mil hacerlo... y sé que a mi hermano también le pone.

Mientras me levanto para lavarme en el fregadero la cara y la barbilla llena de babas, escucho el sonido de la puerta de casa abriéndose, oyendo también a Alan dándose prisa para abrocharse los pantalones. Sirviendo un vaso de zumo a mi hermano, y otro a mí, comenzamos a beber cuando nuestra madre hace acto de presencia en la cocina.

— Llegas pronto. —comenta Alan dándole un trago a su vaso cuando mi madre deja una bolsa blanca en encimera.

— A tiempo para sacar la lasaña. —responde ella mirando dentro del horno.


— ¿Qué te parece éste? —pregunto dándome la vuelta una vez he atado la parte de arriba del bikini.

— No está mal. —responde mi hermano observándome desde la cama.

— Has dicho lo mismo de los últimos tres. —protesto mirándome en el espejo para seguidamente quitármelo y probar otro de los bikinis que hay en el cajón de mi armario—. ¿Has venido a ayudarme a escoger o simplemente a verme desnuda?

— A ambas. —contesta con una sonrisa que me hace imitarle—. Pero todos te quedan bien.

— Eso no ayuda. —me quejo mirando cual probarme ahora—. Dime uno.

— El negro. —responde observando la pila del cajón.

— ¿El negro? —contesto agarrándolo con el ceño fruncido—. ¿No es muy serio y aburrido?

— Tienes la piel bastante blanca, hace un buen contraste. —dice Alan estirándose con cansancio—. Además, es elegante.

— No sé, lo veo muy serio. —comento desnudándome ante su atenta mirada, poniéndome el bikini que ha sugerido.

— ¿Entonces para qué me preguntas? —protesta gateando en la cama para acercarse a mí, estirándome de la cintura para hacerme caer junto a él.

— Porque necesito una segunda opinión. —suspiro notando sus labios en mi cuello y su mano perdiéndose dentro del bikini negro que me acabo de poner.

— Vamos a un viaje familiar, no a una pasarela de modelos. —contesta llenándome a besos mientras dejo que su mano haga lo que quiera en mi entrepierna.

Con una sonrisa en mi cara, me tumbo en la cama y me quedo a merced de lo que su traviesa mente quiera hacerme, lo cual empieza con varios dedos curiosos explorando mi interior, y su boca mordiéndome los pezones por encima de la tela negra. Joder, que ganas tengo de que me folle...

— Hija, ¿puedo pasar? —pregunta mi madre sobresaltándome cuando intenta abrir la puerta, siendo frenada por el seguro que coloque en su día. ¡Bendito el día que decidí ponerlo!

— Estoy probándome bikinis, ¿qué pasa? —respondo intentando sonar como si no tuviera dos dedos penetrándome el coño.

— Oh, vale. Era para preguntarte si ya habías hecho la maleta. —contesta ella mientras Alan empieza a masturbarme, ganándose una mirada de reproche—. ¿Has visto a tu hermano?

— No lo he visto, y ya tengo la maleta hecha. —digo con dificultad, rezando porque mi progenitora no haya notado la excitación en mi voz.

— Está bien, la cena está lista. —comenta ella alejándose—. Este chico siempre desaparece como si hiciera magia...

Oyendo a mi madre bajar las escaleras, me relajo de nuevo y fulmino con la mirada a Alan, dejándole igualmente que siga jugando con mi cuerpo.

— Estás loco. —recrimino viendo su sonrisa y sintiendo sus dedos acelerar en la penetración, haciendo que me arquee de placer.

— Un poco. —responde silenciando mis gemidos con su boca, notando su lengua bailar con la mía.

Durante un minuto, su mano me tortura a caricias, provocando que mi coño se inunde deseoso de que mi hermano lo reclame... Pero cuando mi excitación alcanza el punto más álgido, Alan se ríe poniéndose de pie, yéndose hacia la puerta lamiendo, tranquilamente, los fluidos que tiene impregnados en sus dedos.

— ¡¿A dónde vas?! —pregunto con algo de contundencia.

— A cenar, ya has oído a mamá. —contesta sonriendo ante mi desesperación.

— ¡No me puedes dejar así! —protesto notando como se divierte.

— Claro que puedo. —responde riendo. No me puede dejar con éste calentón...

— ¿No quieres probarlo? —digo ronroneando mientras me pongo de perrito y muevo las caderas lentamente de un lado a otro, enseñándole mi excitado sexo después de haberme bajado el bikini negro.

— Hay que ir a cenar. —contesta volviéndose a reír a la vez que abre la puerta y se va de mi habitación, habiéndome humillado para nada. ¡Qué cabrón!