Hermanito (15) (Final)

Final de la historia de los lujuriosos hermanitos, Alan y Elisa.

Capítulo 23: Trabajo

Varios meses después

— ¿Qué tal tu primer día de trabajo? —pregunta Alan cuando entro por la puerta de casa, dándome un beso y un abrazo antes de arrebatarme las cosas que llevo, dejándolas sobre el mueble para arrastrarme al sofá.

— Agotador. —respondo acomodándome y suspirando de alivio cuando, mi hermanito, me quita los zapatos, empezando a darme un breve masaje en los doloridos pies. No estoy acostumbrada a llevar tacones…

— ¿Tan duro ha sido? —contesta Alan, acariciando mis piernas.

— Soy la nueva, ¿qué esperabas? —murmuro echando la cabeza hacia atrás con un suspiro—. He tenido que presentarme delante de todos, recordar nombres, que me expliquen el funcionamiento, hacer ni sé cuántas putas fotocopias de papeles…

— En fin, te acostumbrarás. —dice con una mueca—. ¿Te hago la comida?

— No, gracias, estoy llena. —respondo resoplando un poco y tumbándome en el sofá—. Unos compañeros me han invitado a un montón de cosas de la cafetería al descanso, creo que querían ligar conmigo.

— Pobres ilusos. —contesta Alan recostándose ligeramente encima de mí, empezando a desabrocharme los botones de la camisa con una sonrisa traviesa.

— ¿Y esa miradita de lobo hambriento? —murmuro riendo levemente mientras lo veo relamerse al terminar de desabotonarme—. ¿No me digas que te pone el cutre traje de secretaria?

— Tú me pones hasta con un saco de patatas. —dice Alan haciéndome reír, al mismo tiempo que una de sus juguetonas manos se pierde por debajo de mi falda negra, y su boca se lanza a devorarme el cuello.

— Quieto fiera, o me estropearás el uniforme. —respondo sonriente dejándome hacer, mientras de mis labios escapa un gemido de placer al sentir sus dedos esquivar mi ropa interior.

— Está bien. —murmura apartándose con una sonrisa maliciosa antes de bajar el cierre de la falda y quitármela sin contemplaciones, a la vez que yo le ayudo haciendo lo propio con la camisa abierta.

Con cierta gracia, lo veo separarse y doblar concienzudamente mi uniforme para luego dejarlo en la mesa con sumo cuidado, girándose seguidamente para señalarme el montón de ropa que ha formado.

— ¿Ya? —pregunta devorándome con la mirada, haciéndome reír.

— Sí. —respondo con otra carcajada antes de verle acercarse nuevamente a mí con velocidad, y ocupar el lugar de antes con mucho más ímpetu.

Deleitándome con sus besos, y el roce de su cuerpo contra el mio, mis manos le rodean mientras mi boca se abre instintivamente al sentir sus dedos comenzar a acariciar mi sexo, suavemente, pero con intensidad.

— Sí que estás con ganas hoy, ¿no? —jadeo, complacida, deslizando una de mis manos por su cabello al mismo tiempo que mis piernas lo apresan.

— Muchísimas. —murmura desabrochándome el sujetador antes de tirarlo lejos, sin mirar.

— ¿Y qué te parece si vamos a la cama para estar más cómodos? —propongo haciendo que detenga sus besos a mis senos.

— Te compro la idea. —dice con impaciencia levantándose y llevándome en volandas, provocándome una nueva carcajada cuando me deposita en la cama y sus manos agarran los bordes de mis braguitas, tirando de ellas para dejarme completamente desnuda.

Sin dejar de verme a los ojos con esa mirada de lobo hambriento que me estremece, se deshace en ágiles movimientos de toda su ropa, acercándose de nuevo rápidamente para ubicarse encima mio de casi un salto, lanzándose nuevamente a besar mi cuello y a jugar con mi sexo.

— Pero, ¿qué te pasa hoy? —pregunto al sentir sus desbordantes ganas de jugar conmigo, cosa que me está poniendo a mil.

Bajando sus besos a mis pechos sin responderme, mi respiración comienza a acelerarse al mismo ritmo que las caricias de sus dedos entre mis piernas, que me hacen suspirar y aferrarme con más intensidad a su espalda.

Sintiendo sus besos ascender de mis duros pezones a mi cuello, y su cuerpo colocarse al lado del mio, sus labios se separan de mi piel para plantarme un ardiente beso que rápidamente acelero, recorriéndome un escalofrió de placer cuando noto uno de sus dedos tantear mi sexo antes de finalmente penetrarme.

Mordiéndome suavemente el labio con una sonrisa y provocando que haga yo lo mismo, su dedo comienza un delicioso vaivén al que poco después se le une otro, haciendo que me arquee ligeramente en la cama mientras Alan, sin detener su mano, devora con su boca todo lo que le apetece de mi cuerpo.

— Me parece que voy a tener que comprarme un traje de secretaria para usar de noche. —digo escuchando su risa contra mi cuello.

Antes de que pueda añadir algo, sus dedos me silencian acelerando la velocidad, comenzando a acariciar la parte superior dentro de mi vagina, provocando que suelte toda clase de gemidos mientras me retuerzo de placer en la cama ante la mirada divertida de mi hermanito.

Con el paso de los minutos, el volumen de mis expresiones de placer va creciendo conforme la presión en mi bajo vientre y los espasmos de mi cuerpo me indican que se acerca mi orgasmo, haciéndome agarrar la almohada para acallar un poco lo que se viene, pero Alan me arranca con contundencia la improvisada mordaza con una mano para tirarla lejos.

— Que les jodan a los vecinos. —murmura aproximando sus labios a los míos para susurrarme—. Quiero oírte.

Retorciendo las sabanas entre mis dedos con los ojos cerrados, mi cuerpo comienza a convulsionar de placer ante cada corriente eléctrica que cruza mi cuerpo en pleno éxtasis, mientras mi boca deja escapar un auténtico grito de gozo.

Quedándome inmóvil hasta que los dedos de Alan se detienen, sonrió con la respiración agitada disfrutando de los últimos resquicios de mi clímax, abriendo los ojos de golpe cuando siento a mi hombre arrastrarme de la cintura un par de palmos hasta casi el borde de la cama, donde me espera su miembro erecto enfundado ya en un condón.

Abriéndome completamente las piernas e inclinándose sobre mí, apenas me da tiempo a finalizar la carcajada que se me ha escapado, y a mi cuerpo a reponerse por el esfuerzo, antes de sentir su sexo penetrando el mio.

— Pero bueno, ¿dónde está mi dulce, cariñoso y juguetón hermanito? —digo en broma con una sonrisa, que rápidamente es sustituida por un gemido cuando me empala sin contemplaciones.

— Me ha dicho que se va unas horas. —responde Alan, sonriendo y mirándome directamente a los ojos mientras sus caderas me dan unas pocas embestidas ocasionales.

— ¿Sí? Pues creo que habrá que aprovechar antes de que vuelva. —contesto callándome al sentir como su miembro entra otra vez completamente en mí.

Dejándome llevar por su tremenda energía y el placer que siento al notar su sexo taladrar el mio, aún sensible por el reciente orgasmo, apenas tardo unos instantes en volver a aferrarme a la fuerte espalda de Alan y rodearlo con mis piernas, entreteniendo mi boca con la suya.

— ¡Oye! —protesto dejando escapar una carcajada cuando de golpe se separa de mí y, de un solo movimiento, me da la vuelta y me insta a ponerme de perrito—. Podrías proponerlo antes de moverme como si fuera una muñeca hinchable, ¿no?

— ¿Me quejé yo cuando me ataste el otro dia a la cama y me utilizaste como un juguete? —responde haciéndome gemir al sentirlo de nuevo dentro de mí.

— Tienes razón. —contesto con una sonrisa al recordarlo, al mismo instante que sus manos se aferran a mi cintura y sus caderas empiezan a embestirme sin piedad.

Sintiendo las gotas de extrema excitación rodar por la parte interna de mis muslos hacia la cama, apoyo mi antebrazo izquierdo al colchón para resistir las acometidas de mi hermanito mientras mi mano derecha la envío a acariciar mi clítoris, haciéndome gozar aún más de la tremenda follada que me está dando…

Casi gruñendo contra la cama, me dedico a disfrutar al máximo de lo que mi sensible cuerpo siente, haciéndome incluso morder la blanca sábana e inclinarme aún más cuando noto los primeros síntomas de mi inminente orgasmo. Conocedor de mi cuerpo a la perfección, Alan no tarda en acelerar su endiablado ritmo y darme algún azote al sentir que me voy a correr, haciéndome darle las gracias mentalmente.

— ¡SÍ! —grito de puro placer cuando mi cuerpo estalla y todas las células de mi ser sufren una catarsis, que me lleva a caer a plomo al colchón con una sonrisa de felicidad.

Notando que falta oxígeno en el aire, apenas puedo formular unas pocas palabras y una carcajada cuando siento las manos de mi hermano abrir un poco mis piernas, para volver a ubicar su miembro en la entrada de mi sexo.

— Por favor hermanito, dame un respiro. —imploro riendo al notarlo tumbarse ligeramente sobre mí, dispuesto a volver a penetrarme.

— Deja que piense… —susurra su voz en mi oído haciéndome estremecer al sentirlo sonreír traviesamente, al tiempo que su sexo entrando en mi coño me dan la respuesta—. Creo que no.


— Venga, despierta que es hora de cenar, y sino luego no dormirás. —murmura Alan arrancándome de mi sueño al moverme del hombro.

— ¿Y de quién es la culpa de esté tan agotada? —protesto removiéndome entre las sábanas, aún completamente desnuda.

— Yo no sé nada de eso. —contesta con una sonrisa perversa, dándome un beso en la frente y acariciándome el rostro para obligarme a despertarme.

— Pues dile al Alan oscuro que la próxima vez que le vea, lo voy a atar a él a la cama y le haré correrse hasta que no pueda más. —digo levantándome pesadamente, recibiendo un abrazo de mi hermanito.

— Si lo veo se lo diré, pero ahora vete a la ducha. —murmura apartándose con una carcajada, tendiéndome uno de mis pijamas después de sacarlo del armario.

Sintiendo como el agua caliente se lleva los restos de la apasionada tarde, junto con mi sueño, me relajo unos segundos bajo el cálido torrente, saliendo finalmente de la ducha cuando Alan me avisa que la cena ya está lista.

— ¿Qué tal? —pregunta media hora después, cuando ambos descansamos en el sofá y yo me estiro a dejar mi plato vacío en la mesita, acurrucándome contra él seguidamente.

— Delicioso, como siempre. —respondo abrazando su cuerpo y apoyando mi cabeza en su pecho.

— Me alegro. —contesta con una sonrisa Alan mientras siento su mano acariciar mi cabello suavemente—. Por cierto, ha llamado mamá.

— ¿Otra vez? ¿Qué pasa ahora? —pregunto con un ligero resoplido levantando la mirada.

— Quiere venir a comer el fin de semana. —dice mi hermanito, haciéndome suspirar.

— Últimamente viene cada semana. —protesto apretando con fuerza a Alan entre mis brazos.

— Bueno, según me ha dicho se irá de viaje con papá una temporada, y quiere vernos antes de irse. —comenta dándome un beso en la cabeza.

— ¿Una temporada? —pregunto frunciendo el ceño, aunque él no pueda verme.

— Sí, ha dicho que papá quiere llevársela de vacaciones al caribe para terminar de arreglar lo suyo. —responde Alan deslizando su mano de mi cabello a mi espalda, continuando con las caricias.

— Vaya, ¿al caribe? —murmuro con un gesto—. ¡Qué envidia!

— Si tanto quieres ir, algún dia iremos. —dice mi hombre haciéndome levantar la cara y estirar el cuello para darme un beso.

— Me lo apunto. —respondo con una ligera carcajada a la que se une Alan inmediatamente.

— Aunque tendremos que ahorrar bastante dinero. —contesta con un suspiro.

— Pues sí. —asiento haciendo que el tranquilo ambiente me haga bostezar, siendo pillada por él.

— ¿Vamos a la cama a dormir, pequeña? —propone Alan con una sonrisa tierna y una caricia en mi mejilla, que me hace ronronear.

— Mientras sólo sea dormir…

— Bueno, eso ya no te lo puedo asegurar. —responde mi hermanito riendo, dándome un leve azote en el trasero que me hace reír con él.

Capítulo 24: Viaje

— ¡Por fin! —murmuro agotada cuando llegamos a la habitación del hotel, después de no sé ni cuantas horas de viaje entre avión y autobús.

— ¿Me dejas un hueco o tengo que tumbarme encima tuyo? —pregunta con una sonrisa Alan cuando dejo la maleta y me lanzo a la gigantesca cama, estirando mis extremidades hasta casi ocuparla por completo.

— Depende, ¿lo harás con ropa o sin? —respondo riendo y girándome para quedarme boca arriba, viéndolo acercarse a la ventana para abrirla antes de regresar junto a mí.

— ¿Acabamos de llegar y ya tienes ganas de guerra? —contesta sonriente tumbándose suavemente encima de mí, incitándome a rodearle con mis piernas.

— Hay que sacarle provecho a ésta mullida cama, ¿no? —susurro contra sus labios antes de darle un beso.

— ¿Hemos venido hasta el caribe por la cama de un hotel? —dice Alan con cara burlona.

— Quizás. —ronroneo volviendo a lanzarme a sus labios para pelear con su lengua.

Aferrándome a su ancha espalda, mis manos rápidamente se deslizan hacia abajo, esquivando la molesta ropa para apretar el trasero de mi hermanito, atrayéndolo más hacia mi cuerpo y acelerando aún más mi respiración. En un rápido movimiento que me hace reír, Alan da una vuelta en la cama dejándome a mí arriba, y acunándome con fuerza entre sus brazos, me sonríe cálidamente antes de darme un nuevo beso.

— ¿Qué te parece si dejamos el sexo salvaje para esta noche y vamos a visitar el lugar? —propone cuando nuestros labios se separan.

— Tenemos una semana por delante, y ahora estoy destrozada por el viaje. —respondo negando sonriente y acariciando su nariz con la mía—. Además, es mi cumple y yo quiero jugar, asi que ya puedes ir consintiéndome.

— Tu cumpleaños es mañana, no hoy. —comenta riendo mi hombre, mientras me echo hacia atrás para sentarme encima de sus piernas y mis manos desabrochan con ansia su pantalón.

— ¿Seguro? ¿No se supone que hay cambio horario o algo así? —pregunto sin mucho interés, yéndome un poco más hacia atrás para agarrar del borde sus bermudas y tirar de ellas junto a su ropa interior.

— Claro que hay, pero en sentido contrario. —contesta Alan mientras yo apreso entre mis dedos su flácido miembro, comenzando a masturbarlo—. Es en Australia donde llegan primero a un nuevo dia.

— Vaya… —murmuro encogiéndome de hombros y agachándome entre sus piernas con una sonrisa, viendo su divertida cara antes de que mi boca se lance a devorar mi juguete.

— Joder… —suspira Alan cuando mi lengua comienza a lamer su semierecto miembro dentro de mi boca, permitiéndome sentir como va haciéndose más grande y duro con cada roce de mi lengua.

Incentivada por escuchar sus expresiones de placer, me esfuerzo en darle una mamada magistral, metiéndolo y sacándolo de mi boca con rapidez, buscando llegar cada vez más lejos en un vano intento de conseguir introducirla entera. Mientras mi garganta continúa en esa tarea imposible, una de mis manos se escapa dentro de mi ropa interior, perdiéndose entre mis piernas para empezar a masturbarme con rapidez.

— Calma. —jadea mi hermanito la tercera vez que aguanto una arcada por llegar demasiado lejos.

Sonriéndole traviesamente, decido dejar mi juguete para ponerme rápidamente en pie y quitarme toda la molesta ropa, lanzándola lejos de mí de manera precipitada y escuchando la risa de Alan cuando mis bragas están a punto de salir volando por la ventana, provocando que después del micro infarto me ría junto a él mientras me vuelvo a colocar encima suyo, sintiendo el roce de su erección contra mi mojado coño.

Apoyando una de mis manos en su torso suavemente, con la otra oriento su duro miembro contra mi sexo, comenzando a descender mis caderas de manera lenta, provocando que eche la cabeza hacia atrás para disfrutar con los ojos cerrados de cada centímetro que entra en mi interior. Cuando por fin estamos unidos completamente, una agradable brisa de aire entrando por la ventana provoca que me tome un segundo para admirar la cara de mi hombre, que me devuelve la mirada de deseo al tiempo que sus cálidas manos se posan en mis caderas, acariciándolas.

— ¿Preparado? —pregunto mordiéndome el labio sonriente.

— A ver que eres capaz de hacer. —responde Alan, retándome con una cara similar.

Dejando escapar un prolongado gemido cuando empiezo a moverme, disfruto de todas las sensaciones que me envuelven, acelerando progresivamente la velocidad conforme mi cuerpo me pide más placer. En cuestión de unos pocos minutos, el ritmo casi romántico que llevaba al principio se transforma en un placentero y violento choque de cuerpos, ocasionando incluso que la cama haga ruido al rozar con la pared, haciendo de base rítmica a mis gemidos y alaridos de placer.

— Túmbate. —me pide Alan con una sonrisa, pero con la respiración agitada—. Como sigamos así, nos llamarán la atención los del hotel.

— Pues que lo hagan. —respondo jadeante, pero obedeciéndole—. Lo que me faltaba ahora, ni en el extranjero puedo expresarme a gusto.

— Eres demasiado escandalosa, pequeña. —se burla mi hermanito amordazándome con sus labios mientras mis piernas instintivamente lo rodean.

— No lo puedo evitar. —admito jadeando contra su boca cuando siento su miembro volviéndose a clavar en mi interior.

Escuchando mis propios gemidos amortiguados por el beso que une nuestras bocas, me aferro a la espalda de Alan, atrayéndolo hacia mí con fuerza a la vez que mis manos se deslizan por su cuerpo, sintiendo su calor rodearme y aumentar el mio propio para crear un incendio en mi interior.

— Más fuerte… —murmuro cuando los labios de mi amado me liberan unos segundos, ganándome una sonrisa de Alan.

— Pues ya sabes. —responde apartándose ligeramente de mí después de robarme un furtivo beso, provocando que le devuelva la sonrisa.

Dándome la vuelta a gran velocidad, rápidamente me pongo de perrito mientras clavo los codos en el colchón y retuerzo entre mis dedos la almohada que tengo más cerca, dándome apenas un segundo para mirar hacia atrás cuando siento a Alan volviendo a penetrarme. Dios… Me encanta esta postura, se siente más…

Lanzando un pequeño grito de emoción cuando me azota el trasero, entierro mi cara en la almohada cuando las caderas de mi hermanito comienzan a golpearme sin piedad, haciéndome delirar de placer y enviar una de mis manos a mi entrepierna, palpando con mis propios dedos mi rio de excitación antes de empezar a acariciar mi clítoris.

Notando las embestidas de Alan acelerar progresivamente al sentir próximo mi orgasmo, en apenas un par de minutos termino gruñendo contra la almohada que aprietan mis dientes, comenzando a temblar de placer.

— ¡Así, así! —gimo mandando a la mierda la mordaza para deleitar al resto de huéspedes con mis alaridos al sentir los primeros espasmos—. ¡JODER!

Notando como algo me arrasa de arriba a abajo dejándome extasiada, no puedo contener un último y prolongado gemido de placer, el cual se hace más intenso cuando siento a Alan correrse en mi interior, cayendo junto a mí a la cama cuando me desplomo agotada y respirando con dificultad.

Lanzándole una mirada sonriente a mi amado, le doy un beso antes de abrazarme a él, sintiendo su brazo rodearme y acariciarme la espalda cariñosamente. Durante unos deliciosos minutos, nos quedamos en completo silencio, escuchando de fondo el ruido del mar entrando por la ventana junto a agradables brisas de aire que refrescan nuestros empapados cuerpos. Es todo tan perfecto…

— Te amo tanto, hermanito… —susurro mirándole e inclinándome hacia adelante para besar sus labios con una delicadeza más propia de él que de mí—. No te haces una idea de lo mucho que te amo.

— No más de lo que te amo yo a ti, pequeña. —responde Alan acariciándome la mejilla con la mano libre y devolviéndome el suave beso.

Sonriendo complacida, lo abrazo con fuerza alternando pequeños besos y caricias, dejando de lado momentáneamente la connotación sexual para darnos cariño mutuamente, disfrutando de la paz y tranquilidad que se respira en la blanca habitación del hotel.


Ronroneando en la cama con muy pocas ganas de levantarme después del intenso primer dia que tuvimos, la sensación de soledad bajo las sábanas me hace abrir los ojos, pestañeando para enfocar la habitación en busca de Alan y encontrándolo sentado en una silla al lado de la cama mirándome sonriente, jugueteando en sus manos con un antifaz y unas cuerdas. Frotándome los ojos desconcertada, me siento en la cama y lo veo observarme divertido, levantándose seguidamente para acercarse a mi lado.

— ¿Eso para qué es? —pregunta mi curiosidad.

— Para atarte, azotarte y follarte hasta que no puedas más. —responde poniendo una voz grave que me excita antes de darme un beso con su sonrisa traviesa.

— ¿S-Sí? —contesto sin poder evitar que me tiemble la voz de la emoción ante lo que mi imaginación me muestra.

— No, es broma, en realidad es lo que me ha sobrado de otra cosa que verás pronto. —dice Alan riendo, dejando las cosas en la mesita antes de sentarse a mi lado.

— No seas malo. —protesto frunciendo el ceño, contrariada—. Ya me había hecho ilusiones.

— Al final será verdad que te da morbo el rollo de las cuerdas y látigos. —murmura Alan sonriente dándome otro beso.

— ¿Qué hay de malo en probar? —pregunto con una cara traviesa.

— Nada, pero no sería capaz de golpearte, insultarte o humillarte. —responde mi hermanito acariciándome el rostro—. Te amo demasiado.

— Y yo a ti. —contesto robándole un corto beso sonriente—. Pero por lo menos podrías atarme…

— ¿Atarte para qué? —dice riendo Alan—. Para evitar que uses las manos ya tengo las esposas, que son más cómodas para ti.

— ¿No te gustaría tenerme atada a la cama para hacerme lo que quieras sin que pueda hacer nada por evitarlo? —pregunto sonriendo contra sus labios, provocándole otra carcajada.

— No necesito tenerte atada para hacer lo que quiera contigo, pequeña. —murmura mi hermanito dándome un beso y empujándome hacia el colchón para que vuelva a quedar tumbada.

— También es verdad. —admito atrayéndolo hacia mi cuando se coloca encima mio, besándome el cuello lentamente.

Dejando escapar unos leves suspiros de placer, rodeo a mi hermano con las piernas, comenzando inconscientemente a rozarme contra él y a acariciarle con mis manos, hasta que se separa ligeramente dejándome confusa.

— Alto ahí, que me lías y hay cosas que hacer antes del sexo. —dice sonriendo y desesperándome un poco—. Lo primero es lo primero.

— ¿Y qué es lo primero? —protesto, exasperada, rodeándole con mis brazos para que no escape.

— Feliz cumpleaños, pequeña. —murmura posando sus dos manos en mis mejillas para darme un lento e intenso beso que me hace sonreír y apacigua, un poco, mis ganas de atarlo y violarlo.

— Gracias, hermanito. —respondo correspondiendo feliz el abrazo que da.

— Te amo. —dice Alan dándome un beso.

— Y yo a ti. —contesto rozando su nariz con la mía sonriente—. Y ahora…

— ¿Y ahora…? —murmura frunciendo el ceño de manera divertida.

— ¿Me vas a poner mirando para la meca o no? —pregunto mordiéndole suavemente el labio antes de que suelte una carcajada que dura bastantes segundos.

— ¿Cómo puedes ser tan vasta? —responde sonriente y con ojos alegres.

— Es mi cumple, puedo ser lo vasta y soez que quiera. —digo advirtiéndole con la mirada.

— ¿Pero tú que tomaste en el avión? Estás insaciable... —comenta Alan cuando mi cuerpo se comienza a rozar contra él—. Bueno, más de lo normal quiero decir.

— ¿Ahora qué pasa? ¿No puedo estar cachonda o qué? —murmuro jadeándole contra los labios en busca de que me bese—. Estoy empezando a pensar que soy el hombre de esta relación, se supone que debo ser yo la que frene tus impulsos sexuales y no al revés.

— Obviando los arcaicos estereotipos de tu frase, creo que has tardado unos poquitos años en darte cuenta… —contesta riendo y haciéndome fruncir el ceño cuando me da un casto beso, antes de separarse y ponerse en pie.

— ¡Oye! Es mi cumple, exijo que me complazcas. —protesto viéndole sonreír con diversión.

— Más tarde lo haré, pero ahora levántate y a la ducha. —dice Alan alejándose y poniéndose a rebuscar en mi maleta para sacarme algo de ropa—. Que hay que ir a desayunar.

— ¿En serio? —murmuro poniéndole ojitos.

— Muy en serio. —responde sonriente, haciéndome suspirar y obedecerle.

— Algún dia de éstos te levantarás atado a la cama. —amenazo escuchando su risa mientras le arrebato la ropa que me tiende y me voy hacia el baño.


— ¿Y ahora dónde vamos? —pregunto por décima vez cuando nos bajamos del coche al cual Alan me ha hecho subir apresuradamente.

Con el ceño fruncido, me quedo mirando el silencioso lugar, esperando a que Alan deje de hablar en susurros con el conductor, al cual le tiende dinero mientras éste lo acepta asintiendo sonriente. Viéndole finalmente bajarse del coche e ir al maletero en busca de una mochila abultada, acercándose por fin a mí al tiempo que el vehículo arranca de nuevo el motor, dejándonos solos en ese lugar lleno de vegetación frondosa.

— ¿Por qué hemos venido hasta aquí? —me quejo por la casi media hora de viaje en coche por caminos de tierra y carreteras en dudoso estado.

— Es una sorpresa. —responde mi hermanito riendo.

— ¿Una sorpresa en mitad de la selva? ¿Y si nos pasa algo? —protesto, algo resentida aún por el rechazo de esta mañana—. No creo que haya nadie en diez kilómetros a la redonda.

— Exagerada. —se burla Alan dándome un ligero abrazo—. Ahora vamos hacia una playa, sólo hay que recorrer unos metros de vegetación.

— ¿Y no te valían las maravillosas playas de delante del hotel? —digo frunciendo el ceño mientras recibo un beso en la mejilla.

— Es un lugar especial, te gustará. —responde Alan a la vez que me ofrece sonriente el antifaz que horas antes me había enseñado—. Póntelo.

— ¿Estás de coña? No pienso taparme los ojos para pasar por mitad de una selva. —me niego viéndole suspirar con una sonrisa—. ¿Y si me muerde una serpiente o algo así?

— Aquí no hay serpientes, como mucho alguna lagartija o una araña. —contesta Alan mientras mis ojos no pueden evitar mirar hacia todo el suelo esperando encontrar a una tarántula saludándome con sus patas.

— Peor me lo pones. —protesto nuevamente oyéndole suspirar otra vez a la vez que mis ojos revisan concienzudamente el lugar—. ¿Y si una araña me cae en la cabeza y me entra en la boca con sus patas peludas?

— ¿Qué te he dicho de mirar películas de terror? —murmura Alan, colocándome el antifaz hasta la frente.

— No es de una película, es pura lógica... —digo con mala cara observando sus ojos antes de volver a mirar al suelo.

— Esta bien, pues abrázate a mi como un koala y yo te llevo. —suspira mi hermanito tapándome sin mi permiso la visión con el antifaz.

— Eso no es mala idea. —contesto abrazándole y pasándole las manos por entre la espalda y la mochila antes de aferrarme a él con las piernas de un salto, sintiendo sus fuertes brazos mantenerme así.

En esa cómica y surrealista escena vamos avanzando por el lugar durante un par de minutos, escuchando el sonido del mar más fuerte a cada paso que da Alan, el cual se frena finalmente dándome un ligero azote en el trasero para que me baje.

— Levanta los pies, que te quito las sandalias. —murmura mi hermano notándolo agacharse delante mio.

— ¿Puedo quitarme el antifaz? —pregunto obedeciéndole, sintiendo la cálida arena con la planta de mis pies cuando Alan me arrebata el calzado.

— Aún no. —responde riendo y yéndose hasta mi espalda, abrazándome desde atrás a la vez que me guía para que camine lentamente.

— Sabes que ésta es la típica escena del comienzo de una película de terror, ¿no? —digo sintiendo su respiración en mi oído—. Una pareja se va a un sitio supuestamente deshabitado para montárselo, y luego aparece un asesino y…

— Cuando volvamos a casa, pondré la restricción infantil en la tele. —me corta Alan, riendo y frenándome finalmente.

— ¡Oye! Que yo soy la mayor d…

— Calla. —susurra en mi oído haciendo que me recorra un escalofrío.

Durante unos segundos, ambos nos quedamos abrazados de pie en la arena, escuchando el relajante sonido del mar y disfrutando de la agradable brisa que acaricia nuestros cuerpos. En silencio para no romper la pequeña burbuja de paz que se ha creado, Alan me quita el antifaz con cuidado, haciendo que mire entre desconcertada y sorprendida la escena que tengo delante.

En medio de la pulcra playa, un camino de pétalos conduce a cuatro postes de madera, que se alzan para sujetar una fina tela blanca, que hace de techo para cubrir una enorme cama llena de cojines y algunos pétalos más.

— ¿Y esto? —murmuro admirando el romántico paisaje, sintiendo la mano de Alan agarrar la mía para hacerme caminar lentamente por el lugar—. ¿Cuándo has montado esto?

— Entre ayer y esta mañana. —responde dándome un beso en la mejilla y dejando la mochila a un lado para conducirme hasta la cama, sentándose en el borde y obligándome a hacer lo mismo a su lado.

— Es precioso, gracias. —contesto dándole un beso que se prolonga un poco hasta que Alan decide terminarlo—. Aunque si querías sexo en la playa, no hacía falta que pusieras una cama.

— Sé que si por ti fuera lo haríamos en la arena o en una piedra. —dice con una ligera sonrisa antes mirarme con cierta seriedad—. Pero había algo que quería decirte.

— ¿El qué? —pregunto finalizando mi sonrisa pícara para mirarle, con curiosidad por el cambio de actitud en sus palabras.

— Te amo. —murmura Alan haciéndome sonreír mientras me agarra las manos para acariciarlas.

— Y yo a ti, hermanito. —contesto besándole, siendo breve de nuevo a causa de mi hermano.

— Eres la persona más importante de mi vida, y lo único que quiero es hacerte feliz. —prosigue mi hermano con tono suave—. Aunque quiero que lo tengas todo, hay cosas que no puedo lograr porque están por encima de mí, y esto es todo lo que puedo hacer.

— ¿Qué…? —susurro, algo confusa mientras lo veo rebuscar en su bolsillo para sacar una pequeña caja, que abre y provoca que comience a llorar.

— Sé que de pequeña soñabas con una boda en la playa y, aunque desearía dártela, no puedo por las estúpidas leyes. —continúa mi hermano limpiándome las lágrimas con una mano—. Y aunque no puedo celebrar oficialmente mi amor eterno por ti, no quiero que olvides nunca que eres la razón de mi felicidad cada mañana.

— Alan… —gimo llorando desconsoladamente, mirando de nuevo el anillo que saca de la caja para ofrecérmelo.

— No puedo hacer nada con la ley de nuestro país, pero aun así… —murmura mirándome a los ojos sonriente—. ¿Quieres casarte conmigo?

— S-Sí. —respondo intentando ver entre las lágrimas a Alan colocarme el anillo, lanzándome a besarlo y abrazarlo cuando lo hace.

Durante unos largos minutos, me deleito con sus labios, los cuales me saben salados por mi propio llanto, pero no me importa. Tumbándolo junto a mí en la cama, nos quedamos abrazados dándonos caricias y furtivos besos, mientras no puedo evitar que un sentimiento de felicidad me invada.

— ¿No tenías tantas ganas de sexo salvaje? Me ha costado mucho dinero y esfuerzo poner una cama aquí... —comenta Alan robándome una suave carcajada.

— Claro que sí, pero ahora quiero algo más tranquilo. —respondo sonriendo y tumbándome encima de él para darle un suave beso.

Llevando a que mi lengua baile con la suya, mis manos lo recorren acariciando su cuerpo lentamente, disfrutando de su aroma mezclado con el de la brisa marina. Sintiendo sus dedos filtrarse por debajo de mi ropa, mis labios se separan de los suyos para mirar a nuestro alrededor.

— Estás seguro de que no hay nadie cerca, ¿no? —pregunto riendo cuando siento sus manos intentando arrebatarme la ropa.

— Segurísimo, y si de milagro viene alguien, pues que disfrute del espectáculo. —responde con una carcajada Alan, provocando que le ayude a desnudarme.

— Más que por eso, lo digo por poder gritar a gusto. —contesto robándole ahora a él una carcajada.

— Hoy puedes gritar lo que quieras. —comenta Alan quitándose la camiseta, haciendo que sonría.

En cuestión de segundos ambos quedamos desnudos sobre las blancas sábanas, reanudando nuestra sesión de besos y caricias, prolongándolas a nuestros sexos, haciéndome jadear cuando siento sus dedos jugar en mi interior.

Durante unos minutos nuestras manos nos proporcionan placer, hasta que finalmente Alan se posiciona sobre mí para ubicarse entre mis piernas, apuntalando su erección contra mi mojado sexo. Mirándome a los ojos un segundo con todo el amor del mundo, sus labios me dan un escueto beso antes de lanzarse a por mí cuello, penetrándome lentamente con un suave movimiento de caderas.

Gimiendo de puro placer, lo rodeo con mis brazos mientras me deleito con sus movimientos, sintiéndole entrar en mi interior cada vez con más rapidez, provocando que me aferre con más fuerza a su fuerte espalda.

— Así… —jadeo disfrutando al máximo de la cantidad de sensaciones que se aglutinan en mi cuerpo.

Con el paso de los minutos, sus caderas van acelerándose, provocando que mis piernas lo envuelvan ligeramente cuando comienzo a sentir algo dentro de mi contrayéndose y preparándose para lo que viene. Jadeando cada uno en la boca del otro, nuestros cuerpos retozan desenfrenados aumentando nuestro ritmo cardiaco, notándome más sensible a sus besos y caricias, con las cuales me deleita sin parar.

Finalmente, casi hiperventilando ante el acelerón que pega mi cuerpo, me abrazo con fuerza a Alan, dejando escapar un grito de puro placer cuando mi cuerpo comienza a convulsionar en espasmos que me afano a prolongar acariciándome el clítoris, y agradeciendo a Alan que aumente el ritmo para dejarme devastada unos segundos después en esa cama del paraíso. Devorando sus labios en un frenético beso, espero unos instantes a que mi amante termine también, escuchando su rugido cuando siento su esencia llenándome completamente, cayendo instantes después a mi lado para corresponder mi sonrisa y darme un delicado beso en la frente antes de quedarnos abrazados.

Durante unos minutos nos quedamos en completo silencio, disfrutando del momento e intentándolo grabar a fuego en nuestra memoria, para poder recordar siempre este momento tan especial.

Sé que nuestra relación nunca será bien vista por la sociedad, sé que no podemos casarnos legalmente y tener hijos propios, y también sé que eso no va a cambiar, pero me parece un precio pequeño a pagar.

Aunque no sea algo en lo que se haga hincapié en los medios de prensa, estoy segura de que existen muchas personas en nuestra situación, amando a alguien que no deben amar, y quizás debido a su etnia, sexo, cultura o raza lo pueden tener más complicado que nosotros, obligándoles a reprimir sus sentimientos y vivir mintiendo.

¿Pero por qué debemos limitar algo tan natural y libre como el amor a lo que dicta la sociedad? Este sentimiento es demasiado precioso para ponerle una asquerosa cadena de directrices y prejuicios, y aunque poco a poco se va consiguiendo hacer mella en los eslabones más visibles como los de la homosexualidad o la bisexualidad, me parece imposible pensar que algún dia consigan desaparecer todos, o al menos aquellos a los que por miedo o vergüenza no se hacen movimientos reivindicativos.

A veces la sociedad me hace dudar de si realmente lo que hago está tan mal, pero todos esos pensamientos desaparecen en cuanto veo a Alan. Sí, es mi hermano, y lo amo más de lo que las personas estipulan que debería, pero me da igual.

Sé que nunca veré personas o grupos en televisión defender un tema tan tabú como el incesto, sé que ningún investigador serio se pondrá a buscar una solución para disminuir el riesgo de problemas que puede tener un hijo de miembros de una misma familia, y sé que nunca podré cambiar los pensamientos inculcados por la sociedad del resto de personas…

Pero con cada beso, caricia y abrazo que comparto con Alan, quiero imaginar que el eslabón de nuestra cadena va oxidándose un poco más, como si fuera una pequeña lucha por la libertad del amor. Es mi pequeña batalla, secreta a ojos del mundo.

— Te amo, hermanito. —susurro viendo su sonrisa mientras su mano me acaricia la espalda.

— Y yo a ti, pequeña. —murmura Alan al tiempo que me estiro para juntar nuestros labios, haciéndole otra diminuta muesca al eslabón de la cadena.

FIN

Espero que os haya gustado esta historia, el cual fue uno de los primeros que escribí sobre el tema hace unos años. Si os ha gustado mucho, os recomiendo que reviséis mis otras redes sociales o mi blog, ya que tengo varias historias similares de "forma" (entiendase romantico-sexual). Podéis encontrar los enlaces en mi usuario. Gracias por leer hasta el final, un abrazo :D