Hermanito (14)

Se acerca el final de los lujuriosos hermanitos.

Capítulo 20: Roto

— Hija... —murmura mi madre, soltando finalmente a Alan para acercarse a mí y abrazarme de igual forma, haciendo que me quede impactada a la vez que me recorre un escalofrío al inhalar el aroma de su perfume que tanto recuerdo.

Devolviéndole el abrazo casi inconscientemente, mis ojos miran a mi hermanito en busca de respuestas mientras escucho sollozar a mi madre en mi hombro. ¿Cómo ha averiguado dónde vivimos? ¿Hemos cometido algún error? ¿Alan se ha arrepentido y ha llamado a casa?

Viéndole observar la escena entre preocupado y aterrorizado, rápidamente descarto la última opción, reprochándome a mí misma haber dudado mínimamente de él, al mismo tiempo que le veo mirar hacia el rellano en busca seguramente de nuestro padre, cerrando finalmente la puerta al no encontrarlo.

— Hija mía. —solloza mi progenitora, agarrándome la cara para plantarme besos por todo el rostro sin dejar de llorar.

— Mamá… —repito nuevamente, sin creerme aún que esté allí.

— E-Estás más delgada. —dice mi madre con la voz algo rota, sonriéndome con lágrimas en los ojos y palpando mi cuerpo como queriendo asegurarse que soy real.

— Mamá, ¿cómo has…? —comienzo a responderle antes de verle darse la vuelta y dar otra ronda de besos, abrazos y caricias a Alan, el cual rápidamente empieza a llorar con ella.

— Mi niño. —murmura mi progenitora con una sonrisa, acunando a mi cariñoso hombre entre sus brazos para que se convierta en un niño pequeño llorando—. Tan sentimental como siempre.

— Mamá. —gime entre lágrimas mi hermanito a la misma vez que mi madre acaricia la incipiente barba que comienza a crecerle por los costados de la cara.

— ¿Cómo has averiguado donde estábamos? —pregunto atrayendo su atención mientras acaricia el cabello de Alan.

— Hija, llevo sin veros más de 2 años, ¿puedes dejarme disfrutar un poco más? —responde mi madre sin ocultar el reproche de su voz.

— Per… —comienzo a decir antes de que me interrumpa el sonido del telefonillo, haciendo que me dirija a él con algo de miedo al ver que los otros dos no tienen intención de responder.

Con algo de temor de escuchar la voz de mi padre, llevo el aparato a mi oído, soltando un leve suspiro de tranquilidad al notar el acento asiático del repartidor de comida. Quedándome de pie delante de la puerta termino abriéndole al chino para pagar la comida, el cual observa la surrealista escena entre confuso e incómodo, encontrándose a un chico llorando a mares contra una mujer que también llora, mientras una chica en pijama y con el rostro de haber visto un fantasma le paga por la comida.

— ¿Y papá? —pregunta Alan cuando la descabellada escena continúa en el salón, de pie delante de la mesa.

— No ha podido venir. —responde mi madre acariciando sin cesar el cabello de su hijo.

— ¿Pero está bien? —contesta Alan, con el rostro rojo de tanto frotarse para dejar de llorar.

— Supongo que está bien. —dice con una leve sonrisa mirando la decoración del salón.

— ¿Supones? —replico dándome cuenta del ligero tono de su voz.

— Bueno, vuestro padre y yo… —murmura mi madre intentando encontrar unas palabras adecuadas—. Nos hemos dado un tiempo.

— ¿Os habéis divorciado? —pregunta mi hermano con una mueca.

— No nos hemos divorciado, simplemente hemos encontrado conveniente separarnos y que cada uno siga con su vida por un tiempo. —suspira ella, con una sonrisa tranquilizadora.

— ¿Pero por qué? —continúa Alan.

— Porque hemos tenido algunas… Desavenencias. —dice mi progenitora haciendo que frunza el ceño con malestar, ante sus evidentes intentos de suavizar las cosas—. Pero no hablemos más de mí, ¿qué tal vosot…?

— Ha sido por nosotros, ¿verdad? —interrumpo con mala cara, notando reproche en la mirada de mi madre—. No ha aceptado lo nuestro.

— Hija… —murmura algo molesta con un suspiro.

Sé que estoy siendo bastante borde y cortante con ella sin merecérselo, pero no sé por qué no me siento contenta de que esté aquí, y no entiendo por qué noto esa rabia en mi interior. Supongo que ella representa todo lo que perdimos y que no volveremos a gozar…

— ¿Cómo has averiguado dónde estábamos? —insisto viendo a mi hermanito mirarme con el ceño fruncido por mi actitud.

— Contraté un investigador privado cuando me llamasteis. —contesta mi progenitora desviando los ojos a su hijo con una sonrisa, acariciándole la cara—. Le ha costado encontraros varios meses, sabéis ocultaros.

— De eso se trataba, ¿no entendiste cuando te dijimos que no nos buscaras? —respondo fusilándola un poco con mi mirada.

— Elisa… —me advierte Alan, algo molesto.

— Hija, soy vuestra madre, creo que merezco poder ver y saber cómo están mis hijos, ¿no? —comenta mi madre quebrándosele la voz, mientras vuelve a dejar soltar lágrimas—. Yo sólo quiero que volvamos a ser una familia normal y…

— Ése es el problema mamá, no somos una familia normal. —espeto frunciendo el ceño nuevamente.

— Claro que sí, yo... —responde con una casi imperceptible mueca—. Puedo aceptar lo vuestro.

Frunciendo aún más el ceño me acerco a Alan, estampándole mis labios en un apasionado beso con lengua al cual siento que mi hermanito apenas responde, pasando mi mirada de los ojos preocupados de mi hombre a la ya, no tan sutil, mueca de mi madre, que juntamente a su rostro serio me confirma aquella idea que ya tenía cuando la escuche por teléfono: que diría lo que fuera porque volviéramos.

— Pues a mí me parece que no. —digo con mal carácter.

— Hija, entiéndelo, no estoy acostumbrada, pero puedo aceptar que os beséis y seáis cariñosos entre vosotros... —contesta mi progenitora antes de que la interrumpa.

— ¿Cariñosos? ¿Te crees que únicamente nos besamos? —respondo exaltada ante el intento que está haciendo mi madre para engañarnos—. ¡Follamos! Media hora antes de que llegarás tenía a Alan entre mis piern…

— ¡Elisa! —protesta mi hermanito enojado—. ¿Por qué te pones así?

— ¡¿Por qué me pongo así?! ¡La pregunta es porque coño te pones de su parte! —respondo colérica haciendo un aspaviento de manos—. ¡¿No ves que únicamente está diciendo lo que quieres oír?! ¡No lo acepta! Lo sabía desde el momento que dijiste por teléfono que quizás, con el tiempo, podríamos conocer a otras personas.

— Cariño, entiende que cuesta de comprender, pero con el tiempo podré aceptarlo. —continúa mi madre—. Yo sólo quiero formar parte de vuestra vida.

— ¡Pero nosotros no queremos! —contesto fusilándola con la mirada—. Estamos muy bien, nos ha costado llegar hasta donde estamos ahora, y no necesitamos a alguien que sólo es un estorbo para nuestra relación.

— ¡ELISA! —me grita Alan entre atónito y furioso por mi actitud.

— ¡¿Qué?! ¡Es la verdad! —respondo encarando ahora a mi hermano—. Ambos sabemos cómo es, hará lo imposible porque dejemos lo nuestro y seamos una “familia normal”.

— Cielo, yo no…

— ¡Mamá, no mientas por favor! —corto enardecida, sintiendo mi pulso latir a toda velocidad.

— Mamá, ¿puedes irte por hoy? —pide de golpe Alan con voz cariñosa, mirando a nuestra progenitora.

— Será lo mejor. —suspira acercándose a darle un abrazo a mi hermanito—. Estoy alojada en el hotel de delante de la estación, habitación 235, y tenéis mi móvil.

— Gracias. —contesta Alan prolongando un poco el abrazo.

— Os quiero. —dice la voz de mi madre contestando mi dura mirada con unos ojos llenos de cariño antes de irse acompañada de Alan.

Unos minutos después escucho la puerta de casa cerrarse, antes de que los pasos de mi hermano se aproximen de nuevo al salón, viéndolo acercarse con el ceño fruncido antes de abrazarme, cosa que me relaja un poco, aunque mi sangre hirviendo sigue latente.

— ¿Qué coño te pasa, Elisa? —suelta de golpe después de separarse.

— ¿A mí? La pregunta es qué te pasa a ti. —contesto frunciendo también el ceño—. ¿No ves que no lo acepta?

— ¡Claro que lo sé! —responde Alan con algo de rabia—. Pero no hace falta tratarla así.

— Sólo quiere romper lo nuestro. —añado con un gesto de obviedad.

— ¿Y qué?

— ¿Cómo qué “y qué”? Pues que la gente así me sobra en mi vida. —digo sintiendo al instante su enfado.

— Elisa, no estás pensando lo que dices. —murmura Alan con mucha dureza en su mirada—. No es una persona cualquiera, es mamá.

— ¡¿Y?! ¿Te crees que ahora podemos ser una familia feliz? —respondo de igual forma.

— No veo por qué debemos apartarla de nuestras vidas. —contesta Alan, irritándome—. Ya nos ha encontrado, no digo que volvamos a vivir en la misma casa, pero podemos seguir teniendo relación con ella.

— ¿Por qué no? ¡Pues porque intenta separarnos! —exclamo como si fuera obvio.

— Pequeña, a ver si lo entiendes de una puta vez más. —dice mi hermanito sin levantar la voz, pero con fuerza, dejándome descolocada—. ¡¿Qué más da que intente separarnos?!

— ¡Pues que no me haría ni puta gracia tener que estar continuamente aguantando a alguien que te presente chicas e intente alejarte de mí! —contesto viendo las manos de mi hermano apretarse en puños.

— Sigues sin entenderlo, ¿verdad? —dice Alan casi susurrando, haciendo que mi ímpetu se frene en seco.

— Pero… —comienzo a decir sintiendo un escalofrío de terror al ver sus ojos, encontrando por primera vez en mi vida una mirada llena de furia y desprecio de mi hermanito, dirigida hacia mí.

— Te lo dije hace tiempo, que no dudarás de mí. —suspira alejándose unos pasos de mí—. Lo único que me dices con tu estúpida rabieta de niña pequeña, es que piensas que me oculte durante años de nuestros padres, que me escape contigo de casa y he vivido penurias, por diversión.

— Hermanito, yo…

— Yo te amo a ti, me da igual la cantidad de mujeres que me ponga mamá delante, nada de lo que haga va a cambiar eso. —continúa Alan—. Yo confio ciegamente en ti, pero está claro que tú en mí no, y te dije que eso es lo único que podrías hacer para cabrearme.

— Lo sient… —susurro con mala cara intentando acercarme, pero siendo frenado por su mano.

— Me voy a ir con mamá, cuando recapacites te espero allí. —dice interrumpiéndome y alejándose otro par de pasos para huir de mis manos—. Prefiero no estar cerca de ti ahora mismo, o podría decir o hacer algo de lo que me arrepienta.

Sin decirme nada más, lo veo agarrar las llaves y la cartera antes de alejarse y permitirme escuchar la puerta de casa, dejándome sola en el sepulcral silencio que reina ahora mismo en el salón.

Capítulo 21: Decisiones

— ¿Quién es? —pregunta la voz de mi progenitora desde el otro lado de la puerta, unos segundos después de que la haya golpeado con mis nudillos.

— S-Soy yo. —respondo con voz algo temerosa mientras veo al instante abrirse la puerta, apareciendo mi madre y acercándose a darme un abrazo sonriente.

— Cariño. —murmura acariciándome la espalda y apretándome entre sus brazos.

— ¿Está Alan? —contesto mirando hacia el interior de la habitación.

— Ha ido a trabajar. —dice mi progenitora apartándose para hacerme un gesto de que entre.

— Entonces volveré cuando llegue. —comento dando un par de pasos hacia el lado, siendo detenida por su voz.

— Hace unos minutos me ha llamado y me ha dicho que regresaría en un rato, ¿por qué no esperas conmigo? —ruega mi madre, mirándome con lastima.

Después de un escueto intercambio de miradas, termino cruzando la puerta con un suspiro. Mis ojos rápidamente analizan el pequeño cuarto, mientras mi mente se pone a recordar todas aquellas cosas que llevo una semana pensando en decir. ¿Y ahora qué hago?

Cuando Alan se fue de casa, mi enfado y desconcierto por la situación me hicieron dejarlo pasar, pensando que simplemente era un pequeño enfado momentáneo, y que una vez pasara un poco de tiempo con mamá y tuviera la calma para comprender mis intenciones, volvería conmigo. Pero de eso hace ya una semana, y desde que salió por la puerta no ha vuelto a entrar, no me ha llamado y me cuelga cada vez que yo lo intento, dejándome claro que eso no es un simple cabreo momentáneo.

Sé que me equivoque al dudar de él, pero es que no es solamente el miedo que tengo a que encuentre a otra chica y me deje de querer, sino que no quiero que la influencia de mi madre haga que nos reprimamos más. Tardamos muchos años, y sufrimos mucho, para poder conseguir la libertad que tenemos hoy en día, y no quiero que todo eso haya sido en vano.

Además, no quiero que mi hermanito se ilusione con la idea de que volvamos a ser una familia normal, cuando está claro que jamás lo volveremos a ser. Eso es algo que sabíamos que estaba implícito el dia que decidimos irnos de casa. Aunque pueda sonar egoísta y de una hija horrible, no quiero tener a mamá en nuestras vidas por mucho que la quiera, no necesito tener a alguien que me haga renunciar a la relación que tenemos ahora. No la necesito a ella, sólo necesito a mi hermanito. ¿Pero por qué Alan no lo entiende?

— ¿Y qué tal todo? —pregunta mi progenitora mientras ocupo asiento en la cama, mirando la sala para evitar verla a la cara.

— Hasta hace una semana, bien. —respondo con sinceridad, entrelazando inconscientemente mis manos.

— Alan me ha dicho que estás int…

— Mamá, déjalo. —la corto frunciendo el ceño con un suspiro.

— ¿El qué? —pregunta confusa mi progenitora, haciendo que mi mala mirada se centre en ella.

— Deja de intentar normalizar la situación. —contesto con un tono bastante borde.

— Hija, sólo me intereso y me preocupo por ti. —responde apoyando su cálida mano en mi rodilla, intentando vanamente suavizar mi carácter.

— ¿Y qué es lo que quieres? —espeto con cierta violencia en la voz—. Ya has visto que estábamos bien, y te he dejado claro que no te quiero aquí, ¿por qué no te vas?

— Elisa, ¿por qué te pones así? —reprocha mi progenitora, frunciendo el ceño.

— Porque estábamos muy bien antes de que aparecieras, y sólo nos has traído problemas. —digo con dureza viendo una mueca en su cara.

— Yo no quería haceros discutir, sólo quiero formar parte de vuestra vida. —responde poniéndome un poco más de mal humor, haciendo que me levante para pasear nerviosamente por el pequeño suelo de la habitación.

— Vamos, mamá, no mientas. —contesto con un aspaviento de manos—. Seguro que te alegraste de ver como discutíamos, al fin y al cabo, estarás deseosa de que rompamos para ser una familia normal de nuevo.

— Yo no…

— Mamá, que te conocemos. —interrumpo sus mentiras con un gesto—. Ambas sabemos que nunca aceptarás lo nuestro, y harás lo posible por romperlo.

— Entiende que no es fácil para una madre que sus dos hijos tengan ese tipo de relación. —dice mi madre, siendo sincera por primera vez.

— Pues no mientas y confundas a Alan diciendo que lo aceptas. —respondo viendo una mueca en su rostro—. No lo harás nunca.

— Puede que sea verdad, pero compréndeme hija, no es fácil de entender. —murmura mi madre levantándose—. ¿Es que tu padre y yo hemos hecho algo mal? ¿Nos hemos equivocado en algo? ¿No había otros chicos?

— Mamá, no tiene nada que ver con vosotros, nos amamos. —contesto, malhumorada—. El amor es libre, ¿no? Entonces, ¿cómo puede ser algo malo que dos personas se quieran independientemente de su condición o sexo?

— Elisa, no está mal que dos personas se quieran, pero vosotros no sois una pareja de desconocidos. —respondo mi madre revelando sus verdaderos pensamientos—. Sois hermanos, compartís sangre, eso es…

— ¿Enfermizo? ¿Inmoral? ¿Vomitivo? —digo terminando la frase ante su súbito silencio, elevando algunos decibelios mi voz—. Por fin eres sincera.

— Entiende que eso no es normal, hija. —contesta levantando también un poco el volumen—. Está mal, es antinatural.

— Me importa una mierda que sea antinatural o que no podamos tener hijos. —espeto frunciendo más el ceño, enardecida—. Nos amamos y no hacemos daño a nadie.

— Pues a mí no me da igual. —dice también elevando la voz mi madre—. Puede que ahora pienses así, pero en un futuro cuando os centréis…

— Tú piensas que lo nuestro es solamente un juego tonto, ¿verdad? —respondo con algo de asco.

— Elisa, eso está abocado al fracaso. —contesta mi progenitora haciendo que mis manos tiemblen de cólera—. Maldita sea, ¡qué sois hermanos!

— Seguro que soñabas con que algún dia ambos te presentáramos nuestras parejas o hijos, ¿verdad? —digo con malicia, casi escupiéndoselo en la cara.

— ¡Pues sí! —exclama mi madre haciendo un gesto de obviedad.

— Pues mientras tú estabas en la cama soñando, yo estaba cada noche a un par de metros con las piernas bien abiertas, dejando que Alan me follase y… ¡Plaf!

Sobándome la cara ante la bofetada que me acaba de dar mi madre comenzando a llorar, mi estado colérico piensa en devolverle el golpe, pero finalmente termino por girarme e irme del cuarto sin decir nada más.


Ahogando un grito de rabia contra la almohada del sofá, agarro el teléfono para intentar llamar de nuevo a Alan, como tantas veces he hecho en la última semana, pero con el mismo resultado que las anteriores. Necesito hablar con él…

“Te lo suplico Alan, llámame o contéstame, necesito hablar contigo.”

“De verdad siento lo que hice, fue una estupidez de quinceañera insegura.”

“He ido al hotel a buscarte, pero no estabas.”

“Por favor hermanito, te lo ruego, no aguanto más esto.”

Sintiendo mis ojos comenzar a llorar mientras envío el último de los mensajes a Alan, me restriego la manga de mi ropa para secarme las lágrimas que ruedan por mi cara, empezando de nuevo a entristecerme por la situación.

Durante un par de minutos me quedo en silencio esperando que Alan me responda, siendo el momento en que iba a dejar de hacerlo cuando mi teléfono vibra, provocando que rápidamente me abalance sobre el móvil, desbloqueándolo con velocidad para leer el escueto mensaje que me ha enviado.

“Ahora voy para casa y hablamos, llego en media hora.”

Poniéndome nerviosa a la par que contenta al saber que al fin lo veré después de una semana, me levanto revisando el estado tanto del lugar como de mi vestimenta, provocando que rápidamente comience a recoger y limpiar la casa de todos los pañuelos usados que la llenan, antes de dirigirme a la habitación para hacer algo parecido y arreglarme un poco.

Viéndome reflejada en el espejo del baño, me voy con velocidad al armario, para ponerme algo decente de ropa y agarrar mi set de maquillaje, para repasar un poco el que me había puesto para ocultar mis ojeras y mi exagerada palidez antes de ir al hotel.

Escuchando unos minutos después el sonido del ascensor y el familiar tintineo del llavero de Alan, me acerco a la puerta con algo de prisa, esperando a que la abra para poder verle al fin. Aunque quiero tirarme a sus brazos para besarlo y abrazarlo, el rostro serio que tiene al mirarme frena mi ímpetu, demostrándome que aún no está arreglado.

— Hola. —digo poniendo un rostro de preocupación ante su semblante, haciendo que no me atreva a tocarlo.

— Hola. —responde con un suspiro relajando su cara después de verme de nuevo—. Anda, ven aquí.

Abriéndome sus brazos me invita a que rápidamente me abalance sobre él, apretándolo fuerte contra mí mientras inspiro su embriagador aroma, que me hace soltar alguna lágrima que resbala por la mejilla que no está apoyada en su pecho. Su olor, su calor y su presencia me reconfortan tanto…

— Yo… Lo siento, fui una cría estúpida e insegura. —murmuro comenzando a sollozar.

— Sí. —contesta sin rodeos Alan, frotándome levemente la mano por la espalda.

— Perdóname. —suplico levantando mis ojos para verle a la cara, costándome hacerlo por las lágrimas que los anegan—. No debería haber dudado de ti.

Escuchando un nuevo suspiro de su parte, sus manos rodean mi rostro antes de plantarme un beso en la frente y echar un pequeño paso atrás, provocando que mis brazos que le aferran con fuerza, aflojen el agarre.

— Mamá me ha llamado, dice que habéis discutido. —dice con el ceño ligeramente fruncido.

— Ha sido ella, ha comenzado a decir que no teníamos futuro, que sólo era una tontería momentánea y que lo nuestro estaba abocado al fracaso. —me defiendo con una mueca triste—. Aparte de llamar a nuestra relación una aberración antinatural.

— ¿Qué esperabas? Es mamá. —contesta separando sus brazos de mí—. ¿Crees que alguien que le alarmaba que usarás shorts puede entender algo como esto?

— ¿Entonces por qué quieres que esté en nuestras vidas? —respondo frunciendo ahora yo el ceño.

— Vamos a hablar al sofá. —comenta con un nuevo suspiro señalando el salón, haciendo que rápidamente le obedezca.

— ¿Y bien? —insisto cuando llegamos a la estancia y ocupamos nuestros asientos, quedándonos cara a cara a escasos centímetros.

— Por muy cerrada de mente que sea mamá, sigue siendo nuestra madre y la quiero. —contesta Alan como su fuera obvio.

— Pero no acepta lo nuestro. —prosigo con el ceño fruncido.

— ¿Y qué? ¿Es que no lo entiendes? —responde Alan, agarrándome las manos—. Aunque a ella no le guste, eso no va a cambiar lo nuestro, y con el tiempo se dará cuenta.

— Pero…

— Da igual que no le parezca bien o que intente que rompamos, yo no te voy a cambiar por otra simplemente porque no le guste a ella. —continúa mi hermanito acariciando el dorso de mi mano con suavidad—. La quiero muchísimo, y en el fondo entiendo su postura, pero si algo dejé claro el día que nos fugamos es que te elegiría a ti por delante de todos.

— Lo siento. —murmuro comenzando a llorar nuevamente.

— ¿Por qué? —pregunta confuso Alan.

— Por haber dudado de ti y por tratar asi a mamá. —respondo notando sus manos subir a mi rostro para secar mis lágrimas—. Tienes razón, por mucho que no lo acepte, no debería haberme puesto como me puse.

— Te lo repito, lo que me molestó no fue que te pusieras agresiva con mamá por no comprenderla, sino que pusieras en duda mi amor por ti. —contesta Alan acercando mucho su rostro al mio para mirarme a los ojos—. Pero si no querías tener relacion con mamá, debíamos haberlo hablado los dos en privado antes de ponerte como te pusiste.

— Yo… Quiero a mamá, pero no quiero estropear lo que teníamos hasta ahora. —murmuro mirando sus compasivos ojos—. Y sé que, si mamá entra de nuevo en nuestras vidas, será imposible seguir como hasta ahora.

— ¿Entonces eso es lo que quieres? —pregunta acariciándome la mejilla con el pulgar al mismo tiempo que asiento—. Pues entonces buscaremos alguna solución, ¿sí?

— Sí. —digo cabeceando nuevamente, fundiéndome en un abrazo con él.

— En fin, ahora me tengo que ir. —comenta finalmente varios minutos después.

— ¿Te vas? —respondo sin poder ocultar algo de temor en mi voz.

— Voy a recoger algunas cosas que tengo en la habitación de hotel, donde me he hospedado estos días, y vuelvo. —contesta con una ligera sonrisa—. Cuando regrese te haré algo de comer.

— Por favor. —suplico con cara de pena, notando un pequeño vacío en mi estómago una vez hablado todo—. No creí que llegaría a cansarme de comer tostadas, fruta y comida preparada.

— Está bien, cuando vuelva te hago algo de pasta. —comenta levantándose con una suave carcajada.

— Alan. —le freno agarrándole la mano y poniéndome en pie.

— ¿Qué pasa? —pregunta ahora confuso.

— Jamás volveré a dudar de ti, te lo juro. —digo acercándome a él para mirarle directamente a los ojos—. Pero no me abandones nunca.

— No lo haré. —asiente con una sonrisa tranquilizadora que me hace lanzarme a sus labios, degustándolos como hacía días que no podía hacer.

— Te amo, hermanito. —susurro cuando nuestras bocas se separan.

— Y yo a ti, pequeña. —responde Alan sonriente.

Capítulo 22: Reconciliación

Hace ya dos días del regreso de Alan a casa, y aunque tuvimos nuestra pequeña reconciliación, lo he notado ligeramente distante conmigo, pensativo a la vez que resentido. Aunque volvemos a hacer vida normal, los insulsos besos que le robo, las pequeñas caricias que me da o sus tontas evasivas a llegar más lejos de noche en la cama, me dejan claro que aún sigue dolido por lo que hice.

Sé que con el paso del tiempo la herida cerrará, pero no puedo evitar preocuparme, ha sido la primera vez que de verdad Alan se ha molestado conmigo de manera seria. Y a la constante preocupación por recuperar totalmente nuestra relación, se une un problema aún por zanjar: mi madre. Desde la reconciliación aún no hemos hablado del tema, y aunque yo dejé clara mi postura, es contraria a la de Alan. Él dijo que buscaríamos una solución, pero, ¿cómo la encontraremos si nuestras opiniones son diferentes? Yo no la quiero entrometiéndose en la vida que tanto nos ha costado conseguir, pero mi hermanito no quiere eso.

Desviando la mirada de la televisión a la puerta de la cocina abierta, que me permite ver a Alan colocando una sartén en los fogones para preparar la comida, decido que es hora de afrontar ya el tema.

— Alan. —digo después de levantarme del sofá y acercarme al marco de la puerta.

— ¿Qué pasa? —pregunta mirándome apenas un segundo antes de devolver la atención a las verduras que está cortando.

— ¿Podemos hablar un momento? —contesto ganándome un rostro confuso de su parte.

— Claro. —asiente dejando el cuchillo y acercándose a mí, apoyando sus manos en la cadera.

— ¿Vamos mejor al sofá? —propongo señalándolo—. Es sobre mamá.

Suspirando sin ni siquiera disimular sus pocas ganas de hacerlo, me sigue hasta el mullido asiento, ocupando su lugar a mi lado a la espera de que diga algo, permitiéndome agarrarle de las manos.

— ¿Qué hacemos con el tema de mamá? —pregunto directamente, acariciando sus nudillos.

— Ya te lo dije, buscaremos una solución. —responde con una mueca.

— ¿Qué solución? —contesto mirándole a sus hermosos ojos—. Ya sabes lo que pienso del tema, y yo sé que no quieres lo mismo.

— No hay prisa, ya pensaremos algo. —suspira haciendo un gesto con el labio.

— Sí que hay prisa, no podemos estar eternamente así. —comento con el ceño fruncido—­. Ya me parece raro que mamá no nos haya dicho nada en dos días, con lo… ¿Alan?

— ¿Qué? —responde con cierta confusión.

— ¿Has hablado con mamá? —pregunto ante el desvío en la mirada que ha interrumpido mi frase.

— Sí, varias veces. —contesta con sinceridad.

— ¿Y no me lo has dicho? —murmuro incrédula.

— ¿Para qué? Sé lo que opinas y…

— Alan. —interrumpo frunciendo el ceño, algo dolida—. Tú te enfadaste conmigo por no haber confiado lo suficiente en ti, me he disculpado y lo estoy intentando arreglar, ¿y tú vas y me ocultas esto?

— No tiene nada que ver con la confianza, es simplemente que sé que no la quieres aquí y no le encontraba el sentido a decírtelo. —contesta con una mirada de entre disculpa y disgusto.

— ¿Y de mientras qué? Con la excusa de pensar que hacer, ¿querías seguir viéndote con ella a mis espaldas? —protesto frunciendo el ceño aún más—. Porque ocultarme algo así, significa una falta de confianza en mí.

— No es que no confíe en ti. —dice Alan acariciándome ahora él a mí la mano—. Pero quería darte tiempo a que reflexiones y lo pienses bien.

— ¿Reflexionar el qué?

— Lo de mamá. —contesta mi hermanito con una mueca—. No le veo el sentido a echarla de nuestras vidas.

— ¿Cómo? —murmuro mirándole.

— Es que no lo entiendo, no entiendo porque debo elegir a una de las dos. —dice negando con la cabeza—. El día que nos fuimos, sí que entendía que debía escogerte a ti o la familia, pero ahora no.

— Pero…

— Nos fuimos huyendo del lugar donde nos conocían y con la idea de que mamá y papá no aceptarían lo nuestro. —me interrumpe Alan acercando su rostro al mio para mirarme con cariño—. Pero ahora ya nos hemos asentado en otro lugar, y mamá, aunque no acepta nuestra relación por mucho que lo diga, quiere formar parte al menos de nuestra nueva vida.

— ¿Y qué es lo que quieres? ¿Volver a vivir como una familia normal? ¿Cómo si nada hubiera pasado? —contesto más apenada por él que enfadada.

— No es eso, sé que no volveremos a vivir ni juntos ni la veremos cada día. —murmura mi hermanito besando nuestras manos unidas—. ¿Pero por qué no podemos verla de vez en cuando? ¿Qué nos visite o hacer planes juntos?

— Porque no quiero ensuciar nuestra bonita relación teniendo que aguantar cada poco tiempo a alguien que únicamente quiere destruirla y, aunque sé que es egoísta, porque no soporto la idea de compartirte. —respondo con sinceridad, viendo una mueca en su rostro.

— ¿Compartirme? —contesta con un chasquido de lengua—. Mi amor incondicional, mi apoyo y mi absoluta confianza la tienes para siempre, que esté mamá en nuestra vida no va a cambiar eso.

— Puede, pero aun así no quiero a alguien que cada vez que la veamos, intente separarnos. —susurro comenzando a notar lagrimas caer por mi mejilla.

— Elisa, cariño, en una relación hay que dar y recibir. —dice agarrando mi rostro y acariciándome las mejillas con pulgares—. Las dos partes tienen que ceder en algunas cosas, ¿lo entiendes?

— S-Sí. —respondo sintiendo mi labio temblar mínimamente.

— Pues déjame pensar una solución que nos complazca lo máximo a los dos, ¿vale? —propone Alan besándome delicadamente en la boca. Desde antes de la pelea que no me besaba él…

— Vale. —cedo asintiendo y lanzándome a abrazarlo, sintiendo mi llanto salir sólo, aunque no entiendo el motivo.


Viendo a mi madre entrar por la puerta del restaurante, me giro a mirar a Alan, el cual aprieta y acaricia la mano que tenemos unida. Lanzándome una sonrisa antes de ver aparecer a mamá delante de mí, la cual nos observa con amor antes de ocupar su asiento.

— Antes de todo, quería disculparme por darte una bofetada. —dice mi madre con rostro apenado, haciendo que sienta algo de remordimientos por nuestra discusión—. Lo siento.

— No hay nada que disculpar, dije cosas que no debía y lamento mi actitud. —respondo con una mueca viendo al instante como mi madre se levanta de nuevo para abrazarme—. Lo siento.

— Te quiero, mi niña. —murmura mi progenitora dándome un beso en la mejilla antes de darle otro a mi hermano y sentarse.

Deteniendo nuestro reencuentro para hacerle el pedido al camarero cuando llega, siento la mirada de mi madre en la unión de mi mano con la de Alan, y casi puedo reconocer el disgusto oculto en sus ojos.

Durante la comida vamos hablando de diversos temas, sobre todo de nuestra vida actual y en su caso de curiosidades de la familia y de los conocidos, hasta que finalmente llega el postre, haciendo que acaricie la rodilla de mi hermanito por debajo de la mesa para darle ánimos.

— Mamá, hay algo que tenemos que hablar. —dice por fin Alan con una mueca.

— ¿El qué? —pregunta mi progenitora cambiando su semblante por uno serio, al ver el rostro de su hijo.

— Elisa y yo lo hemos estado discutiendo, y hemos decidido que, aunque queremos que formes parte de nuestra vida, no queremos que influyas en lo que tenemos ahora. —responde mirándola con pena.

— No te entiendo hijo. —murmura mi madre.

— Queremos que vuelvas a casa y sigas con tu vida allí. —dice finalmente mi hermanito.

— Hijo, ahora que os he encontrado, no os pienso abandonar. —responde con ímpetu.

— Y no lo harás, de vez en cuando podrás llamarnos o venir, o incluso iremos a visitarte. —contesta Alan con una mirada cariñosa.

— Yo no quiero una vida en la que no estéis y…

— Pero nosotros sí, no podríamos ser felices sabiendo que destrozamos todo al irnos. —murmura mi hombre.

— Pero yo no…

— Mamá, no te lo estamos aconsejando, te lo estamos pidiendo. —interrumpo ahora yo con algo de dureza—. Vuelve a casa, arréglalo con papá, y confórmate con lo que te ofrecemos.

— Sé que os queréis mucho, y no quiero que seamos la razón de vuestra separación. —añade Alan agarrando su mano.

— Pero cariño... —suspira mi madre negando con la cabeza.

— Mamá, acepta esto. —dice Alan suspirando antes de mirarla—. O volveremos a mudarnos y desaparecer, y te aseguro que esta vez no nos encontrarás ni sabrás nada de nosotros.

Quedándonos en un completo silencio que únicamente es interrumpido por el sonido del resto de comensales del lugar, mi madre nos observa entre apenada y dolida, provocando que me recorra un pequeño escalofrío por la espalda mientras Alan y yo intentamos mantenernos firmes a nuestras palabras.

— Si es lo que queréis, está bien. —acepta finalmente mi madre, con una mueca y un suspiro.

— Gracias, mamá. —decimos casi al unísono Alan y yo.


Llegando a casa después de tener que soportar los miles de besos y abrazos de mamá en la despedida, tanto mi hermanito como yo soltamos un profundo suspiro de liberación, dejando atrás ya el bendito problema.

Después de haber hablado mucho para encontrar una solución, habíamos estado varios días planeando algo que al final sólo no ha llevado unos minutos. Habíamos pensado y estudiado cómo contárselo a mamá, decidiendo finalmente optar porque fuera Alan el que se lo dijera, ya que yo soy algo más impulsiva y dura a la hora de expresar lo que quiero decir.

Además, sabedores de quién he heredado yo mi lado melodramático, habíamos elegido tener la conversación en un lugar público y con gente, para evitar posibles escenas de mi madre que nos complicaran aún más la, ya de por sí, difícil situación.

— ¿Vamos a la cama? —propongo cansada, tanto física como mentalmente.

— Sí. —asiente Alan, con un aspecto parecido al mio.

En silencio, seguramente pensando al igual que yo en lo que acaba de pasar, Alan se desnuda a la misma vez que yo para ponernos un pijama, cayendo rápidamente después en la cama, donde me acurruco a su lado, rodeándolo con mis brazos mientras él acaricia mi espalda en silencio.

— Al final no ha sido tan difícil. —murmuro levantando mis ojos a los suyos, para ver que están mirando el techo, pensativos.

— Pues sí. —murmura cerrando un momento los parpados antes de mirarme con una sonrisa y darme un beso, que me reconforta mucho.