Hermanito (13)

Continúan las aventuras de los lujuriosos hermanitos, Alan y Elisa, teniendo que enfrentar las dificultades que se les van apareciendo.

Capítulo 17: Drama y trabajo

Despertándome mal después de haberme ido a dormir tarde, por culpa de mis pensamientos negativos, mi mirada rápidamente busca a Alan al otro lado de la cama, encontrando su lugar vacío. Viendo la hora que es en el reloj, suspiro al darme cuenta que me he levantado tarde, por lo que Alan debe haber ido a trabajar al taller.

Levantándome de la cama, me calzo las zapatillas de andar por casa y me voy hasta la cocina, mirando inconscientemente todos los lugares para ver si veo a mi hermanito, pero obviamente él no está. Revisando rápida y repetidamente la cocina y el salón, mi rostro termina de preocuparse cuando noto que Alan no me ha dejado el desayuno listo como siempre ha hecho desde que llegamos al piso. Dejándome caer derrotada en el sofá, mi mente comienza a pensar en todos lo sucedido anoche, acosándome con más pensamientos negativos que en su mayoría terminan… Bueno, prefiero ni siquiera nombrarlo.

Sé que fui dura y egoísta con él, y no debí usar las palabras que me dijo en su contra, pero era necesario, no podía verle triste… Aunque ahora me siento incluso peor, noto como si se hubiera creado una primera brecha en nuestro teórico indestructible amor, y me está destrozando por dentro. Nunca me había rechazado un beso, ni me había ignorado, ni había sido tan frío conmigo como anoche y, después de estar tan acostumbrada a que me colmara de cariño y atención, es la sensación más desagradable que he sentido nunca… ¿Cómo hemos llegado a esto? Hace apenas un par de días estábamos felices hablando de nuestra nueva vida sin estar al margen de la ley, y ahora estamos así. Necesito hablar con él y solucionarlo.

Levantándome del sofá para ir a nuestro cuarto, me siento en el borde de la cama a la vez que agarro mi teléfono, llamando al único contacto que tengo guardado. Apartándome el cabello de mi oído y acercando el móvil, me quedo a la espera de escuchar el tono de llamada.

El teléfono al que llama se encuentra apagado o fuera de cobertura en estos momentos p… —dice la voz femenina haciendo que cuelgue, confusa.

¿Apagado? Alan jamás lo apaga cuando sale de aquí, es la norma que pusimos cuando nos escapamos de casa: en caso de tener que separarnos, hay que estar siempre localizables. ¿Y si no quiere hablar conmigo? ¿Y si…? No, no tengo que pensar en negativo, seguro que hay una explicación. Quizás esté en un ascensor o algo así…

El teléfono al que llama se encuentra apagado o fuera de cobertura en est… —dice la voz femenina de nuevo antes de que la cuelgue con nerviosismo, llamando una tercera vez y quedándome más preocupada al oír de nuevo el maldito mensaje repetitivo.

— Hermanito, soy yo. Por favor llámame en cuanto escuches esto, yo… Lo siento, no debería haberme puesto así. Por favor, llámame. —digo con voz suplicante y un picor en los ojos, dejando el mensaje en el buzón de voz.

Dejando derrotada el teléfono en la mesita, me quedo sentada sumergida en los oscuros pensamientos que no paran de asaltar mi mente, y que me hacen preocuparme cada vez más. ¿Y si lo que he hecho destroza nuestra relación? ¿Y si todo lo que hemos hecho al final ha sido por nada?

— Joder. —murmuro intentando reprimir las ganas que tengo de llorar.


Entrando en casa con algo de ansiedad, me pongo a revisarla entera rezando porque Alan se encuentre aquí, pero rápidamente me dejo caer en el sofá sintiendo mis lágrimas amenazar de nuevo con desbordar.

Después de pasarme toda la mañana esperando, Alan no ha llegado a casa a su hora habitual, provocando que haya salido a buscarlo al taller donde su jefe me ha dicho que se ha ido hace varias horas con prisa, después de preguntarle dónde había una parada de autobuses.

El teléfono al que llama se encuentra apagado o fuera de cobertura en estos moment… —dice la voz del contestador de nuevo, por decimoquinta vez en el día, cuando le llamo.

Notando mis ojos comenzar a llorar, me encojo en el sofá quedándome de nuevo esperando su regreso. Sintiendo mi llanto acelerarse conforme mis ideas se tornan igual de oscuras que el cielo al otro lado de la ventana. ¿Dónde está? Ya es de noche, y ni siquiera me ha llamado, no responde… ¿Y si me ha abandonado? ¿Y si ha vuelto a casa y me ha dejado tirada? ¿Y si lo nuestro se ha terminado por mi maldito egoísmo?

El teléfono al que llama se encuentra apagado o fuera de cobertura en est… —dice la voz del contestador desesperándome más.

— A-Alan por favor, pe-perdóname, no me dejes. —balbuceo con hipo al contestador, llorando a lágrima viva—. Sí qu-quieres podemos llamar de nu-nuevo, pero te lo suplico, no me a-abandones.

Dejando el móvil en la mesita de delante, me quedo observándolo a la espera de que por fin se ilumine la pantalla, quedándome a oscuras en el salón con la única compañía de mi llanto incesante. Finalmente, algo más de después de medianoche, el teléfono se ilumina por una llamada, provocando que rápidamente lo agarre con las manos temblorosas y responda.

— ¿A-Alan? —digo secándome un poco las lágrimas.

— No, soy Júlia, ¿dónde estás? —responde la voz de una de mis compañeras de trabajo en el pub—. Hoy te tocaba estar aquí antes de las once, el jefe está muy cabreado contigo, dice que como no vengas ya, no quiere verte por aquí más y…

Colgando sin molestarme en terminar de escucharla, me hago un ovillo en el sofá, escondiendo la cara entre mis rodillas para rebozarme en mi llanto ante la irremediable verdad de que mi hermanito me ha dejado. ¿Qué me importa el trabajo si él no está aquí?


Sintiendo que mis ojos ya no tienen más lágrimas que soltar, me quedo mirando el infinito con un profundo dolor en lo más hondo de mí, rememorando todo lo sucedido en los últimos meses, pensando que todo ha sido en vano por culpa de unas estúpidas palabras mías.

Escuchando un ruido acercarse, mi mirada observa una silueta oscura que avanza por el pasillo, cegándome cuando la luz del salón se enciende y veo a mi hermanito guardarse las llaves tranquilamente, y sobresaltándose un poco al verme en el sofá.

— ¿Elisa? ¿Pero no tienes que estar trabajando? —pregunta con la cara confusa, acercándose rápidamente alarmado cuando empiezo de nuevo a llorar desconsoladamente—. ¡Eh, eh! ¿Qué pasa? ¿Por qué lloras?

— Yo… —balbuceo viéndolo arrodillarse delante mio en el sofá, para quedarse a mi altura.

— Elisa, respira, ¿qué pasa? —pregunta preocupado, echando pequeñas miradas a mi alrededor para encontrar alguna pista en vano.

— L-Lo siento, perdóname p-por ser tan e-egoísta, yo… Lo siento, pero no-no me dejes. —digo llorando sin parar, inclinándome hacia adelante para agarrarle el rostro suplicante.

— Elisa, cálmate, ¿quieres? —responde con el ceño fruncido por la confusión, agarrándome las manos—. Estoy aquí, respira, ¿por qué piensas que voy a dejarte?

— Yo… —murmuro soltando una de mis manos para sonarme velozmente con la camiseta, pero sin poder detener mi llanto—. A-Ayer fui egoísta y me ignoraste, y-y hoy no había desayuno, no respondías a-a mis llamadas…

— Pequeña, tranquilízate. —intenta Alan, inútilmente.

— Y no has vu-vuelto, y luego he i-ido al ta-taller y tu jefe m-me ha dicho que le habías preguntado dónde había u-una parada de a-autobuses. —termino diciendo, berreando cada vez más.

— Elisa, no voy a dejarte. —responde mi hermanito con el ceño fruncido—. Ayer me pasé la noche en vela pensando en lo que dijimos y me he dormido, he tenido que salir rápidamente y no me ha dado tiempo a hacerte el desayuno.

— ¿Y-Y por qué no respondías a mis llamadas? —insto con la respiración agitada.

— Tal y como terminamos ayer, se me olvidó poner a cargar el teléfono y me he quedado sin batería a media mañana. —contesta acercando su rostro al mio, para darme un beso en la frente.

— ¿Y lo del taller? ¿Por qué has preguntado lo de la parada? —continúo viéndolo rebuscar en su bolsillo para sacar unos pañuelos de papel, extrayendo uno del paquete para ponerse a limpiar mis lágrimas.

— Es por otra cosa que te contaré cuando te tranquilices, no tiene nada que ver con tu supuesto abandono. —dice sacando otro pañuelo y colocándomelo en la nariz, para limpiarme también los mocos.

— ¿Pero no estás enfadado por lo de ayer? —pregunto mirando sus ojos.

— Sí que estaba un poco molesto, pero sé que lo hiciste por mi bien. —responde Alan con un rostro preocupado—. Lamento que te sintieras ignorada, fue una rabieta estúpida de niño pequeño, pensaba disculparme cuando volvieras de trabajar.

— ¿Entonces no me vas a abandonar? —pregunto estúpidamente, sintiéndome algo más relajada.

— No, pequeña, jamás te abandonaría. —responde con una sonrisa antes de que le lance una fuerte bofetada que recibe confuso.

— ¡¿Y no podías llamarme desde el taller o algo para decirme que estaba todo bien?! —contesto, algo molesta, viéndolo sobarse mínimamente la mejilla antes de mirarme con compasión.

— Lo siento, quería decírtelo en persona. —se disculpa Alan acercando su rostro más al mío—. No pensaba que te montarías una película así, sabía que eras algo melodramática, pero…

— ¿Entonces seguro que está todo bien? ¿No estás enfadado conmigo? —pregunto sin poder ocultar mi tono de emoción.

— Claro, aunque ahora si estoy enfadado contigo. —dice con rostro serio Alan.

— Perdón por golpearte. —murmuro acercándome a su cara para besar repetidamente la mejilla en la que lo he abofeteado.

— No es eso, me lo merecía. —contesta mi hermanito con una mueca—. Pero me molesta que hayas dudado de mí, ¿tan vacíos crees que son mis sentimientos como para dejarte por semejante tontería?

— Yo… —susurro con ganas de volver a llorar—. Lo siento.

— Está bien, pero nunca vuelvas a dudar de mi amor por ti. —responde mirándome con rostro serio antes de darme un abrazo, que me reconforta como nunca antes lo había hecho nada.

— Nunca más. —asiento aferrándome fuerte hasta que sus brazos me separan.

— Y ahora vamos a prepararte algo para comer, que con lo dramática que eres, seguro que no has comido nada en todo el día. —murmura con una sincera sonrisa.

— No tenía hambre. —admito robándole un beso de los labios antes de que se levante y se dirija a la cocina.

— Pues aprovecha mientras te preparo algo para darte una ducha y cambiarte de ropa, que esa está llena de sustancias extrañas y pegajosas. —dice provocándome una ligera risa antes de obedecer lo que ha dicho.

Dándome una ducha y cambiando mi ropa sucia por un pijama corto, regreso al salón donde Alan me espera, también en pijama, en el sofá con un plato de ensalada de pasta y una sonrisa, invitándome a sentarme a su lado.

— ¿Y qué era eso que te ha tenido fuera todo el día? —pregunto recordando sus palabras mientras ocupo el asiento y recibo mi tardía cena.

— ¡Es verdad! —dice de golpe asintiendo Alan antes de mirarme sonriente—. He conseguido trabajo.

— ¿En serio? —pregunto emocionada copiando su sonrisa.

— Sí, un amigo del jefe ha llevado el coche al taller, y ha comentado que estaban buscando a alguien urgentemente para ser dependiente de una tienda de electrónica bastante grande, y que tuviera nociones de contabilidad. —explica Alan, alegre—. Y bueno, le he dicho rápidamente que yo me ofrecía al puesto.

— ¿Y te ha dicho que sí? —insto, sonriente.

— Más o menos, me ha dicho que buscaban a alguien con más estudios y preparación, pero el jefe ha hablado bien de mí y me ha conseguido una oportunidad. —murmura indicándome que continúe comiendo—. Me ha hecho ir a su tienda ésta tarde para ponerme a prueba y ver mis aptitudes, y el lugar está a la otra punta de la ciudad, por eso he tenido que ir en autobús.

— ¿Y al final? —insisto a la expectativa.

— Me aceptan, estaré medio año y si funciona la cosa, me ofrecerán contrato indefinido. —responde feliz.

— ¡Eso es genial! —digo dejando el plato en la mesita para darle un abrazo—. ¿Y cuándo empiezas?

— Pasado mañana. —responde apretujándome entre sus brazos.

— ¿Tan pronto? —murmuro sorprendida separándome.

— Ya te he dicho que necesitaban a alguien con urgencia. —comenta Alan con una sonrisa, dándome un beso—. Y no voy a tener mal sueldo, no es para tirar cohetes, pero creo que podremos permitirnos vivir en un pequeño piso de alquiler en algún barrio más seguro.

— Ya era hora de que las cosas comenzarán a salirnos bien. —suspiro mientras sus manos apresan mi rostro para darme un largo y apasionado beso, al mismo tiempo que mis brazos rodean su cuello para obligarlo a tumbarse conmigo en el sofá.

Capítulo 18: Pizza

Ya hace casi tres meses desde que Alan consiguió el trabajo, y después de mucho buscar, hemos conseguido un piso de alquiler con el escueto sueldo de mi hermanito, ya que me despidieron del pub y aún no he encontrado ofertas decentes. Yo quería aceptar una cualquiera para aportar, pero Alan se negó, argumentando que buscara un trabajo bueno, que iríamos tirando con su sueldo de mientras.

Y después de varias semanas más, hemos encontrado este piso en un buen barrio. Aunque apenas tiene un cuarto con baño, una cocina, un salón y otro baño más grande además de una terraza, las estancias son algo más amplias que en la antigua casa y con mobiliario nuevo incluido. Además, ésta cerca del nuevo trabajo de mi hermano y del centro de la ciudad, teniendo más próximo todo y permitiéndome disfrutar más tiempo de Alan, el cual tarda unos pocos minutos en llegar.

— ¿Ya está todo? —digo mirando alrededor y viendo a Alan apilar las cajas vacías y los plásticos de burbujas en la entrada.

— Yo creo que sí. —asiente mi hermanito, utilizando una caja de las grandes para meter dentro el resto de envoltorios que han servido para la escueta mudanza.

— Pues… ¿Comemos? —propongo fijándome en la hora.

— Vale, pero antes voy a bajar todo esto y comprar bolsas de basura. —murmura Alan agarrando la caja grande—. Hay un par de pizzas congeladas en la nevera, ¿te apetece?

— Claro. —respondo viéndolo asentir.

— Pues cuando vuelva las hago. —contesta abriendo la puerta con una sonrisa para irse con la basura.

Quedándome sin nada más que hacer, miro dentro de la nevera para buscar algo de beber, encontrándome las dos pizzas, que para ahorrar tiempo saco. ¿Y si las preparo y le doy una sorpresa? No debe ser muy complicado.

Sacándolas de sus envoltorios de cartón y plástico las meto dentro del horno, intentando averiguar cómo accionarlo moviendo una de las ruletas, sonriendo cuando finalmente la luz del interior se enciende. Con cierto orgullo inserto las pizzas en el interior, cerrando la puerta cuando las coloco en el centro, y yéndome al salón a encender la televisión después de quedarme unos segundos mirando a través del cristal. Para que luego diga que soy una inútil en la cocina…

— Ya estoy aquí. —dice Alan entrando por la puerta varios minutos después, mirándome con una sonrisa cuando me acerco a darle un beso, robándole la bolsa que lleva para dejarla en el mueble de la entrada—. ¿Tienes hambre? Ahora preparo las pizzas.

— No tranquilo, ya lo he hecho yo, están en el horno. —respondo rodeándolo con mis brazos.

— ¿En serio? Vaya. —contesta Alan con una sonrisa burlona—. ¿Has tenido que buscar las instrucciones en internet?

— ¡Oye! —protesto medio en broma, azotando su trasero.

— ¿Has precalentado el horno? —pregunta mi hermanito riendo, mientras siento sus manos deslizarse por mi espalda hasta aferrarse a mi trasero.

— ¿Precalentar? —murmuro confusa, viéndolo poner los ojos en blanco.

— Calentar el horno antes de poner las pizzas. —responde riendo y dándome un suave beso en la frente—. Vamos a ver cómo van.

Siguiéndolo hasta la cocina lo veo asomarse al horno, comenzando a reírse de golpe ante mi incomprensión, viendo transformar su leve carcajada en un ataque de risa cuando me mira a la cara.

— ¿De qué te ríes? ¡No te rías! —digo con el ceño fruncido señalando el horno y haciendo que su carcajada sea mayor—. La luz está encendida.

— Elisa, pequeña, cielo, mi vida... —contesta intentando dejar de reírse, abrazándome por detrás para arrastrarme hasta delante del horno y abrir la puerta—. Aunque la luz esté encendida, si no pones la temperatura, no se van a hacer.

— Pero si le he dado ahí a la ruleta donde hay números. —respondo señalándola y haciendo que Alan vuelva a reírse.

— Eso es el temporizador. —murmura mi hermanito comenzando a reírse de nuevo.

— ¡No te rías! —protesto mientras lo veo abrir la puerta para sacar las pizzas aun completamente congeladas—. ¡Al menos lo he intentado!

— Está bien, perdona. —se disculpa Alan cerrando de nuevo la puerta y girando varias de las ruletas con una sonrisa—. Si quieres te enseño como funciona.

— No, déjalo. —contesto con el ceño fruncido por verlo aguantarse una nueva carcajada—. Ya te tengo a ti para que me cocines.

— Mejor. —asiente acercándose a darme un abrazo—. Pero gracias por haberlo intentado.

— Pues deja de reírte. —murmuro con una fugaz mueca, provocando que me dé un corto beso.

— Perdona, pero ha sido muy gracioso. —comenta Alan acariciando mi trasero por encima del corto pantalón del pijama que me he puesto—. Aunque intenta no usar la cocina sin mi supervisión o la de un adulto responsable…

— ¡Oye! —protesto nuevamente azotándole el trasero, sintiéndolo al instante devolverme el golpe en el mio.

— Perdona. —dice Alan apoderándose de mi culo y levantándome a pulso para sentarme en la encimera, quedándose abrazado a mí mientras su boca se pega a la mía.

Durante casi un minuto de completo silencio, nuestras manos acarician mínimamente el cuerpo del otro al mismo tiempo que nuestras lenguas tienen su habitual baile, jugueteando una con otra. El suave olor de su perfume junto al roce de sus dedos por mi piel me enciende rápidamente, provocando que intensifique el beso con la respiración agitada, hasta que finalmente Alan lo rompe intentando separarse, y siendo detenido por mis piernas rodeándole.

— Luego, que hay que preparar la…

— Deja las putas pizzas, y ven aquí. —comento mordiéndome el labio y atrayéndolo con mis piernas para pegarlo a mí, lanzándome a devorar su cuello con ansia.

— Ya ha vuelto mi pequeña malhablada. —responde mientras mis manos van rápidamente a desabrochar sus pantalones.

— Hay que estrenar la encimera. —contesto con una leve sonrisa, sin dejar de ser agresiva con mis movimientos.

Bajándome de un salto, me desnudo a la velocidad de la luz antes de arrodillarme y bajarle la ropa inferior a mi hermanito, empezando rápidamente una mamada con la semi-erección que tiene. Mientras su miembro es acariciado por mi lengua, mis manos rápidamente se dirigen a mi entrepierna, comenzando a masturbarme fusionando mis gemidos de placer con los de Alan.

— Tranquila. —murmura con un jadeo mi hermano, cuando intento meterme en vano todo su miembro en la boca.

Cuando apenas noto que el sexo de Alan está completamente erecto, me levanto de nuevo volviendo a sentarme en la encimera de un salto y abriendo mis piernas para mostrarle mi deseoso y empapado coño. Alan, sonriente, se agacha rebuscando en sus bolsillos ante mi incomprensible mirada, sacando finalmente la cartera del cual extrae un preservativo, abriéndolo y colocándoselo con parsimonia.

— ¡Ponte el puto condón ya! —exclamo con algo de agresividad, al notar que está yendo lento a propósito.

— Ya voy, impaciente. —responde riendo Alan, siendo atrapado por mis piernas que lo pegan a mí al igual que mis brazos en su cuello.

Sintiendo la punta de su miembro apoyarse en mi sexo, me muerdo el labio deseando que entre en mi interior, cosa que retrasa con una estúpida sonrisa mientras acaricia mis labios mayores con la erección.

— ¡Ah! —suelto de golpe cuando lo siento entrar, interrumpiendo la queja que iba a decir.

Jadeando ante la sensación de ser penetrada por mi hermanito, mis piernas lo obligan a pegarse a mi todo lo posible para notar su miembro entrar poco a poco, haciéndome soltar un gruñido cuando llega al final.

— Así… —suspiro dejando escapar un gemido cuando su cadera se desliza hacia atrás para volver a embestirme.

Sintiendo sus manos agarrar mi trasero para arrastrarme hasta el borde de la encimera, empieza un delicioso vaivén, haciéndome gemir complacida, provocando que eche la cabeza hacia atrás cuando su boca me roba un beso antes de comenzar a bajar por mi barbilla hasta el cuello, sabedor de lo que me gusta que me devore mientras lo hacemos…

Aferrándome a su cuerpo con mis manos, me dedico a disfrutar dejando escapar todo mi repertorio de expresiones de placer sin preocuparme por el volumen, mostrándoles mi carta de presentación a los nuevos vecinos.

— Baja un poco la voz o te van a oír todos en el edificio. —murmura Alan con una sonrisa—. En la antigua casa tus gritos se camuflaban con los de las prostitutas, pero aquí no.

— No me importa. —gimo acelerada mordiéndole su labio inferior y bajando mis manos a su prieto trasero, para atraerlo hacia mí—. Tú sigue.

— Muy bien, te vas a enterar. —responde con una sonrisa traviesa.

Obligándome con un suave empujón a echarme hacia atrás, me apoyo sobre los codos apenas un segundo antes de que me haga tumbarme finalmente en la encimera, para después arrastrarme hacia él, quedando con mi trasero sobresaliendo de mi improvisado lecho. Sintiendo sus manos agarrar con fuerza mis los costados de mis dos nalgas, comienza a acelerar el ritmo de sus penetraciones, haciendo que empiece a retorcerme de placer. Mirando a Alan, llevo mi mano a mi duro e hinchado clítoris, para empezar a masajearlo mientras mi hermanito continúa ensartándome sin piedad, aumentando la temperatura de mi cuerpo y acelerando mi respiración.

— Por favor… —jadeo complacida con los ojos fuertemente cerrados, comenzando a sentir un ligero cosquilleo en lo más profundo de mí y que empieza a expandirse—. ¡Más rápido!

Escuchando una tenue y breve carcajada de Alan, mis dedos se dedican a masajear con más energía mi clítoris a la vez que siento a mi hermanito penetrarme con más velocidad. Gimiendo sin control alguno, mi espalda se arquea mientras mi cabeza se echa hacia atrás, mordiéndome el labio al notar una oleada de placer recorriendo como un escalofrío cada poro y célula de mi cuerpo.

Soltando un gemido como los que tantas veces he escuchado de mis ex-vecinas prostitutas, me retuerzo como una loca en la encimera, corriéndome al mismo tiempo que siento a mi hermanito acelerar para acompañarme, uniendo los últimos espasmos de mi placer con los primeros de los suyos. Intentando encontrar oxígeno en el aire, me quedo mirando a Alan sonriente, sintiendo todo mi cuerpo acelerado y sudado, pero feliz. Viéndolo reírse en un estado parecido al mio, sale de mi interior y me obliga a ponerme en pie con sus fuertes brazos, rodeándome en un abrazo mientras sus labios reclaman un beso.

— ¡Uf! —murmura agitado, separándose y quitándose el condón, haciéndole un nudo antes de tirarlo a la basura.

— Espera. —respondo viéndolo con intenciones de abrocharse los pantalones.

— ¿Qué pasa? —pregunta enarcando una ceja e ignorándome.

— ¿No te apetece una segunda ronda? —digo sonriendo con travesura, como el suele hacer habitualmente, abrazándole y apoyando mi barbilla en su pecho—. Porque a mí, sí.

— Me encantaría. —contesta Alan riendo brevemente y separándome para irse hacia el horno—. Pero antes hay que comer, así que a la ducha mientras pongo las pizzas.

— Ya comeremos después. —protesto viéndole lavarse las manos antes de agarrar la comida y meterla en el horno.

— No, a la ducha. —se niega Alan, acercándose a mí.

— ¿Me estás rechazando por una pizza?

— Sí. —responde asintiendo con cara divertida, dándome un corto beso y un azote en el trasero—. A la ducha, ya.

— Está bien. —contesto levantando un dedo amenazante—. Pero esta noche quiero más.

— ¿Esta noche? —murmura con una media sonrisa y una ligera voz ronca, agarrándome de las caderas para atraerme a él con contundencia y morderme el labio—. Para cuando se vaya la luz, tus piernas no podrán ni sostenerte, pequeña.

— Ay, Dios… —susurro cuando me suelta con una sonrisa y se da la vuelta para irse a la nevera, dejándome excitada y con el corazón a cien ante la promesa de su voz.

Capítulo 19: Retornos

Ronroneado de satisfacción entre las blancas sábanas abro mis ojos, encontrándome la bella imagen de mi hermanito plácidamente dormido, con una relajada y graciosa cara mientras descansa, seguramente agotado del largo turno de trabajo que tuvo ayer y del maratón de sexo que tuvimos cuando regresó.

Con ganas de robarle un beso para despertarle y que me mime, finalmente decido levantarme sigilosamente de la cama, para dejarlo descansar. Desde que consiguió el trabajo, hace ya casi medio año, no ha parado ni un momento, esforzándose el doble que sus compañeros para conseguir que le hagan el contrato indefinido.

Lanzándole una última mirada a mi bello durmiente, me voy al baño a darme una rápida ducha y me coloco apenas una camiseta y unas bragas para tapar mi desnudez antes de irme a la cocina, preparándome el desayuno rápidamente y yendo al sofá a encender la televisión con el volumen bajo. Escuchando aburrida las noticias de fondo, devoro lentamente las dos tostadas con mermelada que me he hecho, cotilleando por el móvil las RRSS de los famosos, acompañando mi escueto desayuno con tragos ocasionales al zumo de naranja que me he traído.

— Tenemos vasos, ¿sabes? —dice la voz de mi hermano, haciendo que me sobresalte un poco al no haberlo oído acercarse, separando el cartón de zumo de mi boca y tosiendo levemente.

— ¿Qué más da? Así no ensucio un vaso. —respondo sintiendo como su mano me arrebata el tetrabrik cuando llevo mi otra a limpiar mi boca.

— Es cuestión de higiene y educación. —comenta con un suspiro Alan, yéndose hacia la cocina para volver rápidamente con dos vasos.

— ¿Higiene? Si aquí sólo estamos tú y yo, y no creo que te moleste mucho beber de un lugar donde lo haya hecho yo antes. —murmuro mientras se sienta a mi lado, apoyando los dos vasos en la mesita para llenarlos con el zumo antes de darme uno de los vasos.

— No es eso, no me importa tomar algo que tú hayas probado antes. —dice dándole un par de tragos a su vaso y dejándolo en la mesa al mismo tiempo que yo—. Pero no sabes donde ha podido estar ese cartón, o quién lo ha tocado.

— Está bien, usaré vasos. —suspiro sin poder evitar sonreír cuando sus manos me obligan a tumbarme en el sofá y se coloca encima de mí sonriente.

Mordiéndole el labio inferior suave y fugazmente, me lanzo a besarle apasionadamente, saboreando en su lengua el zumo de naranja mientras mis manos se afianzan en su nuca para atraerlo más hacia mí. Haciéndome sonreír con los ojos cerrados, sus labios dibujan un reguero de besos por mi cuello, continuando por mi clavícula y yendo hasta el hombro, separándose de golpe para mirarme con una graciosa.

— ¿Qué pasa? —pregunto riendo cuando lo veo estirar del cuello de mi camiseta para mirar en el interior.

— No llevas sujetador. —responde acariciándome los senos por encima de la ropa.

— Para estar más cómoda por casa. —contesto sonriendo al ver su divertida mirada—. ¿Te molesta también que vaya sin sujetador? ¿Atento contra la higiene o algo así?

— No, al revés, me gusta que me quites trabajo. —murmura enseñándome su lobuna dentadura, sintiendo sus manos estirar los bajos de mi camiseta hasta arrastrarla encima de mis senos, lanzándose a devorarlos.

— Vamos, que quieres que vaya desnuda todo el día por casa, ¿no? —digo sin poder evitar soltar un suspiro de placer al notar su lengua jugar con uno de mis pezones.

— Que va, no quiero que te pongas mala. —responde atrapando seguidamente mi pezón con los labios, levantando su mirada hacia a mí y provocando que me ría por su cara graciosa.

Volviendo a apoyar la cabeza en el respaldo, permito que mi hermanito continúe devorando mis senos, haciendo que ronronee de placer mientras mi mente visualiza cada giro de su lengua, cada presión y beso de sus labios, y me deleite con cada roce de sus dedos. Acariciando la parte posterior de su cabeza, voy notando como sus atenciones poco a poco van acelerándome haciendo que lo mire deseosa, sintiendo esa punzada de excitación en lo más profundo de mí.

— Me estás poniendo muy cachonda. —advierto a Alan mordiéndome el labio y viendo como éste sonríe travieso—. Espero que remates la faena.

— Si por rematar la faena te refieres a que te haga gritar de placer mientras te corres bestialmente encima de este sofá, no lo dudes. —dice mirándome seductoramente sin perder la sonrisa, haciendo que me recorra un escalofrío muy excitante.

— Joder… —jadeo sin poder evitarlo, ante la intensidad de su voz y su mirada.

— Ahora quítate la puta ropa. —comenta Alan apartándose un poco de mí y haciendo que frunza el ceño, contrariada.

— Eso sí que no, hermanito. —digo negando con la cabeza algo sonriente—. Puedes pedirme lo que desees, pero tú no puedes decir palabras malsonantes, no te va.

— Está bien. —responde riendo Alan, haciéndome reír a mí también.

— Yo soy la malhablada aquí, ¿entendido? —contesto, advirtiéndole con la mirada.

— Entendido. —comenta sin detener su carcajada.

— Pues ayúdame a quitarme la puta ropa. —digo removiéndome debajo suyo—. Y cómeme el coño.

— Voy. —murmura sonriente deslizando mis bragas por las piernas mientras yo me deshago de la molesta camiseta.

Notándolo retroceder en el sofá, me relamo al sentir el tacto de sus manos contra mis costados, haciendo que involuntariamente levante mis caderas y abra todo lo que puedo las piernas. Alan, con obvias ganas de jugar, besa mi rodilla antes de empezar a darme suaves y lentos besos por la cara interna de mis muslos, subiendo muy lentamente mientras alterna entre mis dos piernas.

— Eh, eh, eh, quieta ahí. —dice mi hermanito separando mi mano cuando arrastro a ésta a acariciarme el clítoris ante su parsimonia—. Ya me encargo yo de darte placer.

— Pues no me tortures y llega al final. —jadeo entre cabreada y excitada al ver su sonrisa.

— Ya va, impaciente. —murmura Alan soltando una pequeña risa antes de agachar de nuevo su cabeza, haciéndome sentir sus labios de nuevo en la cara interna de mis muslos muy cerca de mi sexo, el cual lo espera deseoso.

— Hermanito, por favor. —suplico removiendo mis caderas con desesperación intentando que su boca conecte con el lugar que tanto deseo.

— Si me lo pides así… —dice con voz divertida Alan.

— ¡Ah! —gimo finalmente al sentir sus labios y su lengua sobre mi empapado sexo, mientras sus dedos se dirigen a acariciarme el clítoris intensamente.

Sintiendo su lengua entrar dentro de mí para degustar la fuente de mi excitación, me retuerzo de placer en el mullido sofá, deleitándome con cada giro, incursión y presión que hace su divina lengua, acompañando a los eléctricos espasmos que me recorren con la atención de sus dedos en mi duro e hinchado clítoris.

Gimiendo y jadeando al ritmo de su enérgica lengua, me aferro a su cabeza en un intento de que no se separe un milímetro de mí, soltando un quejido cuando siento su boca y sus dedos abandonar momentáneamente mi sexo. Antes de que me dé tiempo a protestar, noto dos de sus dedos embadurnarse de mi excitación al mismo tiempo que con su otra mano abre bien mis labios vaginales y dirige su juguetona lengua a mi clítoris, empezando de nuevo con una danza de placer. Casi hiperventilando ante todas las sensaciones que recorren mi sensible cuerpo, mi cadera se levanta y mi espalda se arquea cuando siento dos dedos entrar en mi interior, comenzando a penetrarme sin miramientos.

— Pequeña, no hagas tanto ruido o los vecinos volverán a quejarse. —dice Alan rápidamente antes de volver a la acción, refiriéndose a los golpes que suelen dar a la pared cuando mi hermanito y yo tenemos una de nuestras sesiones intensas de sexo. Soy ruidosa y escandalosa, no lo puedo evitar…

Sin poder evitar tampoco que los recuerdos de épocas anteriores me asalten, agarro uno de los cojines del sofá para llevarlo hasta mi cara, terminándolo por morder cuando siento mi cuerpo acelerarse aún más. Removiendo inquieta mi cadera, me arqueo de gusto cuando noto los dedos de mi hermanito moverse en mi interior para acariciar la parte de arriba de mi vagina, al mismo tiempo que su lengua continúa jugueteando con mi epicentro de placer, lamiéndolo y apresándolo suave y esporádicamente entre sus labios. Mugiendo contra la mordaza que es ahora mismo el cojín, siento como su mano sale de mi interior brevemente, embadurnando uno de sus dedos con mis fluidos antes de volver rápidamente a la acción para penetrarme con dos de ellos, mientras noto su meñique tantear un poco más abajo.

— Ay, por favor. —gimo extasiada contra la tela de delante de mi boca cuando siento su pequeña falange introduciéndose en mi trasero, haciéndome levantar un poco el culo para darle mejor acceso.

Durante varios minutos me dedico a silenciar los gemidos, jadeos y gruñidos que escapan de mis labios ante el goce que siento al sentir esos tres focos de placer. Notando como sus dedos me penetran tanto vaginal como analmente y su boca castiga sin contemplaciones mi clítoris, mi cuerpo se va acelerando y calentando cada vez más, terminando por lanzar el puto cojín lejos de mi cara y aferrarme al cabello de mi hermanito ante lo que siento que se aproxima.

Finalmente, con una exclamación que no me molesto en silenciar, un orgasmo me arrasa y me hace retorcer en el sofá como si estuviera poseída, obligando a mi hermanito a agarrar mi cadera para seguir dándome placer mientras un tsunami de devastadores espasmos arrasa todos los nervios de mi cuerpo, dejándome destrozada a la par que feliz. Hiperventilando y mirando sonriente a Alan cuando se separa finalmente de mí, le veo relamerse los labios con una idéntica sonrisa, haciendo que al contrario de lo que seguramente esperaba después del orgasmo, me ponga aún más caliente.

— ¿Aún quieres más después de correrte? —dice riendo cuando me incorporo para arrodillarme en el sofá, obligándolo a tumbarse antes de colocarme encima suyo y besarlo, comenzando a rozarme frenéticamente contra él, como una perra en celo.

— Estoy demasiado cachonda para conformarme con sólo un orgasmo, hermanito. —jadeo mordiéndole el labio y deslizando mis manos por todo su cuerpo, esquivando la molesta ropa.

— Pues a ver qué puedo hacer. —murmura sonriendo con travesura.


— Ya he pedido la comida. —dice Alan cuando regresa a la habitación, dejando el teléfono en la mesita de noche.

— ¿Has pedido lo mío? —pregunto mirándolo tumbarse a mi lado, acariciándome tiernamente mientras me deja un beso en la sien.

— Sí, tus fideos sin verdura. —responde mi hermanito contemplándome descansar desnuda, después de la intensiva sesión de sexo que hemos tenido.

— ¿Qué haría sin ti? —contesto abrazándome a él.

— Morirte de hambre o vivir a base de comida preparada. —musita Alan, haciéndome reír contra su pecho.

Separándome un poco de él, me lanzo por enésima vez en el dia a besarlo, pero esta vez suave y cariñosamente, disfrutando de cada giro de su lengua y cada movimiento de sus labios. Apartándose finalmente de mí, me da un último beso antes de levantarse con una sonrisa, haciendo que mis ojos vuelvan a admirar su desnudez un poco más.

— Duerme un rato, voy a ducharme y vestirme antes de que venga el chino. —dice mi hermanito agarrando ropa del armario y entrando en el baño, dejándome sola y relajada en la cama.

Provocando que rápidamente caiga en un estado entre sueño y vigilia, que se rompe cuando escucho a mi hermano salir unos minutos después de la ducha, coincidiendo con el sonido del timbre de casa.

— ¡Voy! —dice la voz de mi hermano terminando de peinarse con los dedos el cabello, mirándome cuando me pongo en pie—. Vístete o te pondrás mala.

Obedeciendo su petición me acerco al armario para ponerme únicamente un pijama, escuchando de fondo a mi hermano caminar por el pasillo y abrir la puerta al repartidor. Escuchando completo silencio para luego oír un ruido parecido a un grito, mi curiosidad me lleva a salir de la habitación e ir a la entrada, donde veo a una mujer abrazar a mi hermanito sollozando.

— ¿Ma…Mamá? —digo con la voz asustada cuando veo la cara llorosa de mi progenitora mirarme apoyada en el hombro de Alan, el cual está inmóvil en el abrazo.

Espero que os haya gustado, y no os olvidéis de dejarme algun comentario si ha sido así :D