Hermanito (11)

Prosiguen las aventuras de los incestuosos hermanitos luego de su huida.

Capítulo 11: Cambios

— Joder, sí. —murmuro abrazando más fuerte el cuello de Alan, que me tiene agarrada en volandas y apoyada contra la pared mientras su miembro entra, con contundentes golpes de cadera, en mi interior.

Riéndome brevemente cuando sus manos me hacen dar un salto para recolocarme, rodeo con las piernas el cuerpo de Alan mientras él deja de penetrarme para caminar y llevarme hasta la cama, donde me hace caer delicadamente antes de posicionarse encima de mí. Deleitándome, feliz, con su hermosa sonrisa, mi boca ataca la suya deseosa de jugar con su lengua a la vez que siento su sexo embestir de nuevo el mio, provocando que un gemido se escape de nuestros sellados labios.

Obnubilada por las sensaciones que recorren mi cuerpo, echo mi cabeza ligeramente hacia atrás para que la boca de Alan, acertadamente, comience a devorarme el cuello. El roce de sus manos en mis senos, su aliento golpeando mi sensible cuello, sus labios rozándome allá donde van, su fuerte cuerpo retozando con el mio mientras voy respondiendo sus jadeos con gemidos… Esto es el paraíso.

Alan, conocedor experto de mi cuerpo, rápidamente empieza a taladrarme con más velocidad mientras con una mano estimula mi clítoris, haciéndolo todo más intenso. Apenas unos minutos después de haber comenzado con esta deliciosa tortura, un cosquilleo electrizante en lo más profundo de mí empieza a esparcirse como una oleada de calor y éxtasis, haciéndome retorcer de placer cuando el orgasmo me arrasa y me hace soltar todo tipo de expresiones de gozo.

Dándome unos segundos de reposo para que pueda disfrutar de todos los pequeños espasmos que aún recorren mi cuerpo, rápidamente me embiste de nuevo, buscando su propio placer. Agotada, sudorosa, pero con una sonrisa de satisfacción en la cara, mis manos se encargan de acariciar su espalda y sus brazos, mientras mis labios besan todo lo que tienen a su alcance mientras mis caderas acompañan sus movimientos. Finalmente, noto a Alan tensarse y correrse, haciendo que nos quedemos jadeantes durante varios minutos en la misma posición, mirándonos a los ojos y robándonos dulces besos de los labios.

— Te amo, pequeña. —murmura Alan, acariciando suavemente mi rostro con una mano.

— Y yo a ti, hermanito. —respondo dándole un delicado beso y abrazándole con fuerza durante varios segundos en los que me siento en el paraíso… Hasta que el infernal ruido de la alarma de mi móvil nos arranca de nuestro idílico universo.

Suspirando casi a la misma vez, Alan se aparta de encima para que me levante pesadamente a apagarla, mirando como mi hermano se quita el preservativo y le hace un nudo antes de tirarlo a la papelera.

— ¿Hoy también te toca quedarte hasta tarde? —pregunta Alan con una mueca cuando me ve agarrando ropa de nuestro pequeño armario.

— Sí, no hace falta que me esperes. —respondo oyéndolo acercarse.

— Ya sabes que lo haré igual. —contesta mi hermanito abrazándome por detrás, haciéndome sentir su desnudez pegada a la mía.

— Deberías aprovechar y dormir más. —replico terminando de agarrar mi uniforme y una toalla para ir a la ducha.

— No sin ti. —dice Alan liberándome de su abrazo para que pueda ir al baño, dándome un beso en la mejilla que me hace sonreír.


Podría decir que todo salió perfecto el día que Alan y yo decidimos escaparnos de casa, que encontramos trabajo, un lugar en el que vivir y que nuestra única preocupación es ser felices juntos… Pero mentiría, desde el momento en que cerramos la puerta de la casa de nuestros padres todo fueron problemas, destacando sobre todo uno, que mi hermano aún estaba legalmente bajo la tutela de nuestros padres.

Él día que desaparecimos les dejamos a mis padres una pequeña carta, que con la rapidez de nuestra huida fue muy corta. En ella, ante la duda de saber si mi primo contaría lo nuestro, básicamente les decíamos que yo me iba de casa, que me llevaba a mi hermano conmigo y que por favor no intentaran contactarnos ni llevaran esto a las autoridades. Sin embargo, y como es lógico si tus hijos de golpe y sin avisar se van robando todas las joyas y dejando esa simple nota, mis padres denunciaron nuestra desaparición. Por suerte, nosotros ya no estábamos en la ciudad, y gracias al dinero que conseguimos vendiendo ilegalmente la joyería de nuestra madre, conseguimos vivir los primeros meses durmiendo en albergues y moteles cochambrosos. Pero pronto tuvimos que comenzar a buscar trabajo, encontrándonos con el segundo problema.

A mí me había dado tiempo a terminar parte de mis estudios, pero a mi hermano no. Y si ya era dificil conseguir trabajo con mis pocos estudios, el hecho de no poder ser “legal” por la búsqueda de la policía, ocasionaba que fuera más dificil. Sin embargo, después de mucho buscar y preguntar a gente de dudosa reputación con la que coincidíamos en albergues, conseguimos encontrar trabajo.

Por mi parte, conseguí que el jefe de un pub me contratara como camarera, aceptando pagarme en mano, situación que aprovechaba para pagarme una miseria, pero no estaba en posición de negociar. Además, ocasionalmente conseguía pequeños trabajos como canguro o limpiando en casas de ancianos, los cuales se dedicaban a mirarme descaradamente el culo. Pero su sucio dinero era vital para mí y mi hermanito, haciendo que me tragara el orgullo y la moralidad terminando por, incluso, ir más seductoramente vestida para conseguir mejores propinas.

De mientras, Alan hizo lo propio, y aunque le costó mucho más, algo normal ya que ningún empresario quería arriesgarse a contratar a un chaval tan joven, sin estudios y en negro, al final consiguió un pequeño trabajo en un taller mecánico. El hombre era un viejo solitario, que lo usaba básicamente para limpiar, para que le ayudara a arreglar los coches y le llevara las cuentas, ya que mi hermano con sus estudios no terminados tenía más conocimiento que él de contabilidad.

Finalmente, y para terminar de asentarnos, conseguimos un minúsculo piso de alquiler en un pequeño edificio propiedad de un mismo hombre, el cual alquila incluso en metálico sus destrozados pisos, provocando que nuestros vecinos sean en su mayoría gente al margen de la ley, como prostitutas o extranjeros sin papeles.

Aunque el piso apenas cuenta con una habitación, un baño, la cocina, y algo de dos metros cuadrados parecido a un salón, es mejor que dormir en la calle o en lugares donde no sabes si te robarán. Es algo nuestro. Y aunque hasta que mis padres retiren la denuncia viviremos así de apurados, al menos tengo a Alan, haciendo que cada vez que cruzo la puerta de casa olvide el dolor de mi cuerpo, el olor a tabaco y el aroma de alcohol impregnado en mi ropa. Haciendo que ignore los gemidos de nuestras vecinas prostitutas, el piso mal iluminado y las paredes sucias. Aislándome de todo, para imitar su hermosa sonrisa cuando me mira. Él es mi felicidad.


— Ven aquí, pequeña. —murmura Alan cuando salgo del pub a la desierta calle, algo normal teniendo en cuenta que son altas horas de la noche.

Sonriendo y dándole un beso, comienzo a caminar junto a él rumbo a casa, disfrutando del paseo nocturno con su brazo rodeándome los hombros. Escuchando únicamente nuestros pasos en la silenciosa calle, pronto la visión de las paredes y casas va empeorando según nos acercamos a nuestro barrio, pero después de varios meses he comenzado a verlo normal.

Sacando las llaves y abriendo la puerta del destrozado portal, rápidamente llegan a nuestros oídos los primeros gemidos exagerados de las prostitutas en sus pisos, haciendo que los ignoremos y nos dirijamos rápidamente al nuestro, teniendo que esquivar a algún proxeneta o putero saliendo para llegar a nuestra puerta.

— ¿Has cenado? —pregunta mi hermano cuando estamos dentro, rodeándome con sus brazos.

— No, pero estoy bien, sólo tengo ganas de tumbarme un rato en la cama. —respondo haciéndole poner una mueca.

— Deberías comer algo. —contesta poniéndome mala cara—. Últimamente te noto más delgada.

— Mañana desayunaré por los dos, ¿sí? —propongo dejando mis cosas en la ruinosa mesa y acercándome de nuevo a él—. Ahora vayamos a la cama.

Aceptando con un suspiro, camina detrás mio por el enano piso hasta llegar a la habitación, donde quitándome toda la ropa me dejo caer en la cama soltando otro suspiro de placer. Escuchándole moverse y desnudarse, a los pocos segundos siento su cuerpo posicionarse a mi lado, provocando que le abrace con fuerza y me reconforte notar sus brazos rodeándome. Pero nuestro momento de paz es interrumpido de golpe por el escandaloso sonido de una prostituta gimiendo falsamente. ¿Hace falta ser tan ruidosa? El dinero se lo van a dar igual…

— Ya queda poco, pequeña. —murmura Alan, dándome un beso.

— Sí. —respondo sonriente, recordando que en una semana será el cumpleaños de mi hermano, y legalmente será independiente, por lo que por fin podremos dejar de vivir al margen de la ley—. ¿Qué quieres de regalo de cumpleaños?

— Nada, contigo es suficiente. —dice riendo Alan, acariciándome el cuerpo con su mano—. Además, nuestra economía actual no está para regalos.

— No seas tan exagerado, podemos permitirnos algún capricho. —respondo dándole un beso—. Así que, ¿qué quieres?

— Está bien. —suspira poniendo los ojos en blanco Alan, sabedor de mi tozudez—. Pues quiero una caja de codones, que se nos están acabando.

— Eso no vale como regalo, los compraríamos igual. —me quejo mientras escapo de la boca de mi hermano, el cual intenta silenciarme para que no replique—. ¿Hay algo que quieras?

— Te lo digo en serio, pequeña. —suspira Alan, clavando sus codos en el colchón para levantarse y mirarme desde arriba—. No quiero nada, no era broma ni una frase hecha cuando te dije que si te tenía a ti no necesitaba nada más.

— Pero…

— Pero nada. —sentencia Alan con firmeza dándome un beso, mordiéndome ligeramente el labio.

— Está bien. —acepto con un suspiro, aunque no me daré por vencido.

— Además… —añade recuperando su sonrisa mientras noto como una de sus manos aprovecha mi desnudez para instalarse entre mis piernas, comenzando a masturbarme—. Ése dia, mi regalo será secuestrarte todo el dia en la cama.

— Se supone que el regalo tiene que ser para ti hermanito, no para mí. —murmuro juguetona, sonriéndole antes de lanzarme a por su cuello.

Deleitándome con el roce de sus dedos en mi sexo, pego mi cuerpo un poco más a él mientras mis labios devoran vorazmente su cuello hasta que su boca me reclama. Peleando ansiosamente contra su lengua, mi mano baja hasta su miembro para acariciarlo con la misma rapidez que él lo hace conmigo.

Notando como poco a poco el cansancio físico que sentía empieza a desaparecer, mi cuerpo comienza a calentarse con las caricias y besos de Alan, el cual me devuelve los besos por el cuello, bajando hasta mi pecho para devorar mis pezones.

— Mañana tenemos que madrugar. —comenta Alan, mordisqueándome uno suavemente.

— Como una vez me dijiste: así iré más relajada. —contesto mordiéndome el labio sintiendo su mano acelerar en mi sexo.

— Pues vamos a hacerle competencia a la prostituta. —responde sonriendo Alan, refiriéndose al escándalo que nos llega a través de la pared—. Vamos a demostrarle que nadie gana a mi pequeña a ruidosa.

— No seas malo. —protesto jadeando al sentir varios dedos en mi interior.

Soltando una breve risa, saca su mano de mi sexo y se tumba encima mio, devorándome la boca y dejándome sentir su erección contra mi cuerpo. Abriéndome de piernas al pensar que ya va a penetrarme, cierro los ojos al sentir sus labios bajar de nuevo a mi cuello y de ahí a mis senos, soltando un gemido de emoción al notar que no se detiene ahí y va reculando en la cama hasta hacer chocar su respiración contra mi mojado sexo.

— Hermanito… —suspiro arqueándome cuando su boca comienza a darme placer.

Su lengua experta juega conmigo mientras dos de sus dedos delicadamente entran en mi interior, haciendo que me retuerza de placer y agarre la cabeza de Alan, incitándole a continuar con sus movimientos. Poco a poco sus cuidados provocan que mi cuerpo se incendie todavía más, llevándome a soltar toda clase de gemidos de placer y obligándole con mis manos a seguir con sus atenciones sin parar. Esto es el paraíso…

— Un poco más, un poco más… —jadeo casi hiperventilando con los ojos cerrados varios minutos después, centrándome en el placer que empieza a concentrarse en la parte baja de mi estómago.

Finalmente, soltando un alarido que deben haber escuchado todas las prostitutas del edificio, siento una explosión recorrerme cada fibra del cuerpo, haciendo que me retuerza y me quede casi en estado vegetal encima de mi cama cuando las oleadas de placer se calman.

— Esto aún no ha terminado, pequeña. —comenta Alan sonriente, haciendo que abra los ojos y le mire mordiéndome el labio e imitando su rostro.

Capítulo 12: Cita

Sintiendo un cosquilleo en las piernas, me remuevo en la cama intentando aferrarme al sueño, pero unos dedos acariciando suavemente la parte interna de mis muslos me siguen incordiando, provocando que pestañee varias veces para intentar vislumbrar que es aquello que interrumpe mi plácido descanso. Pero antes de que mis ojos sean capaces de enfocar, siento una boca pegarse a mi sexo aprovechando mi desnudez, haciendo que mi cerebro por fin despierte mientras miro hacia abajo, encontrándome los ojos traviesos de Alan al mismo tiempo que siento su lengua rodear mi clítoris.

Abriendo mis piernas completamente para darle mejor acceso, dejo caer mi cabeza en la almohada con una sonrisa, notando una ligera carcajada de mi hermano antes de seguir dándome placer, provocando que mis manos se aferren a su cabello mientras siento su lengua juguetear en mi coño, el cual comienza a inundarse.

— Joder, hermanito… —murmuro con la boca abierta y los ojos cerrados, arqueándome del gusto.

Su boca, lejos de disminuir los ataques a causa de los fluidos que no paran de salir, acelera el ritmo bebiendo todo como si se tratara del más dulce néctar, haciendo que me contorsione del placer que siento al notar su lengua maltratar mi clítoris, mientras sus dedos juguetean un poco más abajo, introduciéndose finalmente en mí.

Notando su mano libre acariciarme la parte baja del vientre, me dejo hacer, concentrándome únicamente en la bendita boca de mi hermano, no pudiendo evitar soltar todo tipo de gemidos por la mía.

— Qué durito se te ha puesto... —comenta con diversión Alan, tocando con un dedo mi clítoris.

— Sigue… —ruego en un suspiro, empujando levemente su cabeza hacia mi sexo.

Escuchando otra tenue carcajada, mi hermano vuelve al ataque rápidamente, acelerando tanto sus movimientos con la lengua como con los dedos, con los que me penetra sin descanso.

En pocos minutos mis manos se desplazan de su cabello a las sábanas, agarrándolas y retorciéndolas con fuerza mientras mi cadera se va levantando en un sensual y rítmico contoneo, intentando acercar aún más mi coño a la gloriosa boca de mi hermanito. Sintiendo mi placer aumentar exponencialmente, Alan acelera aún más su ataque y, contorsionándome como una loca, me corro notando la boca de mi amante perseguirme en mis movimientos para continuar dándome placer y beber todo mi éxtasis.

— Buenos días. —dice sonriente Alan cuando mi cuerpo deja de convulsionar, tumbándose a mi lado.

— Y tan buenos. —respondo riendo y jadeando, intentando que mi agitada respiración se calme antes de darle un beso a mi hermanito.

— Me alegro. —contesta él dándome otro beso, pero más lento, dándome a degustar de mis propios fluidos—. Hay que aprovechar nuestro día libre.

— ¿No tienes que ir a ayudar al viejo del taller? —pregunto abrazando a Alan, rozándome contra su cuerpo también desnudo.

— No, tenía que hacer unos papeles o algo asi. —responde acariciándome el rostro—. Hoy tenemos todo el día para nosotros.

— Pues no sé si tendremos condones suficientes después de lo de anoche. —murmuro sonriente, mordiéndole suavemente su labio inferior.

— Bueno, follar no es mal plan, pero tenía otras cosas en mente. —comenta Alan haciendo que mire sus divertidos ojos.

— ¿Qué cosas? —pregunto con curiosidad.

— Tengamos una cita. —propone provocándome una carcajada.

— ¿Una cita? —digo sonriente, llevando mi mano a su media erección—. Eso es para parejas que están comenzando, tú ya me tienes enamorada.

— Me refiero a tener un dia normal, como una pareja joven. —comenta dándome un beso—. Desde que nos fuimos, no hemos salido ni una sola vez a hacer todo ese tipo de cosas que no podíamos en nuestra ciudad natal.

— ¿Cómo qué?

— Ir al cine, pasear por el parque, ir de compras… No sé, planes que no podíamos hacer allí por miedo a que nos reconocieran. —murmura Alan sonriente mientras mi mano comienza a masturbarle—. Ahora podemos tener sexo casi cada día, pero es la primera vez que tenemos todo un dia por delante para hacer otras cosas.

— Tienes razón, está bien. —asiento sonriente, dándole un beso antes de comenzar a besarle el cuello y seguir por su pecho—. Pero ante déjame que te devuelva el favor.

— Sabes que me encantan tus mamadas matutinas, ¿pero por qué no vamos mejor a pasear por las calles comerciales ahora que hace fresco? —propone riendo Alan, agarrándome el rostro para atraerme al suyo—. Ya haremos otras cosas por la noche.

— Está bien. —cedo sonriendo, dándole un cariñoso beso.


— ¡Uf! Hacía mucho que no iba al cine. —comento al salir del lugar agarrada al brazo de Alan, comenzando a pasear—. Aunque la película era una mierda.

— Pues sí. —responde riendo mi acompañante—. Pero has sido tú la que la ha elegido.

— En fin, no creo que te hayas enterado muy bien de la película, aunque hubiera sido buena. —contesto separándome un poco y agarrando su mano—. No parabas de mirarme el escote.

— Por eso mismo. —admite Alan, riendo nuevamente—. La película era tan aburrida que me he entretenido con cosas más divertidas.

— Vamos, que si no llega a haber el viejo ese a nuestro lado, me metes mano. —murmuro sonriente.

— Ni lo dudes. —comenta haciéndome reír—. Además, sé que lo estabas deseando.

— Por algo me he puesto este vestido corto. —admito frenándole y rodeando su cuello con mis brazos, lanzándome a besarle sin importarme quien nos pueda ver, aunque estamos en una zona algo apartada.

Sintiendo sus manos apoyarse en mi cintura, su lengua sale rápidamente al reclamo de la mía, comenzando a jugar con ésta durante un buen rato en el que nuestro mundo se reduce a nosotros.

— ¿Vamos a casa a comer? —pregunto al separar nuestros labios, aunque continúo abrazada a él.

— Vayamos a comer fuera, a algún restaurante. —responde Alan robándome otro beso más corto.

— Hermanito… —suspiro con una mueca—. Ya has gastado bastante dinero con los planes que hemos estado haciendo, no malgastes tus ahorros en un solo dia.

— No es malgastar, es algo que me hace feliz y que necesitas. —contesta acariciándome el rostro—. Desde que nos fuimos de casa has estado cuidando de mí, déjame que, aunque sea por hoy, te cuide yo a ti.

— Si quieres cuidarme llévame a casa, hazme la comida con lo que haya en la nevera, acurruquémonos en el sofá a ver la tele, y luego espérame en la cama desnudo para darme un masaje y tener una sesión de sexo. —respondo mirando a sus preciosos ojos—. No necesito que alguien desconocido me sirva la comida para ser feliz, sólo te necesito a mi lado.

— Pero quiero hacer algo más por ti. —protesta Alan dándome otro beso—. Apenas tienes 19 y ya te comportas como una de 30.

— Bueno, alguno de los dos tiene que ser el adulto de la relación, ¿no? —comento riendo y pegándome más a él—. Además, en breve serás podremos trabajar legalmente, por lo que habrá más dinero en casa y podremos permitirnos caprichos.

— Está bien. —responde Alan finalmente, arrastrándome hacia el callejón de detrás nuestro dónde me apoya contra la pared antes de lanzarse a devorar mi cuello y llevar su mano por debajo de mi vestido.

— ¿Qué haces? —contesto riendo al sentir sus dedos esquivar mi ropa interior para masturbarme, haciendo que mis ojos revisen posibles miradas en la zona, pero al estar detrás de un cine ubicado en el extremo de la ciudad hace que no haya absolutamente nadie.

— Podemos cambiar el orden de tu plan. —dice susurrándomelo en mi cuello.

— ¿Y me quieres follar en mitad de la calle? —murmuro abriendo ligeramente mis piernas, no pudiendo negar que me pone la situación.

— No parece que te importe. —se burla Alan sonriéndome y provocando que le imite, mientras sus caricias en mi sexo empiezan a ponerme muy caliente… Más aún de mi estado normal con él.

— Puede venir alguien. —comento jadeante, pero colando mis manos por debajo de su camiseta, acariciando su torso—. Y sabes que soy muy ruidosa.

— Las únicas personas que pueden llegar a pasar son los que salgan de la próxima sesión de la película, y los oiremos acercarse. —responde Alan mordiéndome el labio incitándome a besarlo—. Y tranquila, que yo te amordazo.

— ¿Pues a qué esperas? —contesto mordiendo, ahora yo, su labio, sintiendo un leve cosquilleo agradable en mi interior.

Percibiendo lo mojada que estoy ya, Alan me gira con algo de contundencia y me aprieta contra el muro, haciéndome prisionera entre su cuerpo y la pared donde tengo pegada la cara. Sintiendo mi vestido levantarse casi hasta mi pecho, sus manos me bajan las bragas hasta las rodillas, dejándome completamente expuesta a la vista.

Jadeante por el morbo que siento, lo escucho desabrocharse los pantalones, notando al instante siguiente como empieza a frotar su miembro erecto contra mi trasero, a la vez que sus manos se van a mis senos para apretarlos con algo de rudeza. La situación es bastante comprometida, más aún de lo que lo era hacerlo en casa con nuestros padres, ya que aquí puede aparecer alguien de un momento a otro y estamos a plena vista si esa persona se asoma al callejón.

Durante un par de minutos mi hermano se conforma con acariciarme los pechos y rozarme con su duro miembro, embadurnándose completamente de mis flujos que, ignorando el posible peligro, salen como nunca antes.

— Fóllame… —pido en un suspiro sintiendo su respiración en mi oído, abriéndome un poco más de piernas.

Notando las manos de Alan bajar a mis piernas, me obliga a cerrarlas hasta casi tenerlas juntas, sintiendo por fin su miembro apoyarse en mi sexo antes de entrar casi de una sola embestida, haciéndome soltar un gemido bastante sonoro, provocando que al instante tenga su mano tapándome la boca.

Sin avisarme ni siquiera con una señal, empieza a follarme sin dejar el más mínimo espacio entre nuestros cuerpos, haciendo que sus habituales embestidas de delante hacia atrás pasen a ser de abajo a arriba, pudiendo hacerlo sin problemas gracias a su buen tamaño. Al no tener las piernas separadas siento todo más estrecho e intenso, provocándome gemidos de placer que su mano trata de silenciar.

Agradeciéndolo en mi mente, los dedos libres de mi hermanito me acarician todo el cuerpo antes de dirigirse a mi clítoris, empezando a masajearlo con un ritmo alto de primeras, haciéndome resoplar de placer contra su otra mano. Durante varios minutos, me dedico a disfrutar de los maravillosos movimientos de Alan, dejándome de importar que nos puedan pillar, sólo me interesa que me siga follando…

Finalmente, sintiendo una esfera de placer nacer y expandirse en mi interior, me corro mugiendo muy fuerte contra la mano de mi hermano mientras doy gracias que me tenga sujeta contra la pared, notando mis piernas temblar y amenazando con dejar de sostenerme si Alan se separa. Sin darme tiempo a reponerme, continúa penetrándome con más velocidad hasta que finalmente alcanza el clímax, dejándome sentir su semen recorriendo e inundando mi interior.

Deteniéndose al cabo de unos segundos, me libera de la mordaza que era su mano, haciendo que mi agitada respiración no pueda evitar que me ponga a reír felizmente, mirando por el rabillo del ojo la sonrisa de mi hermano.

— Te adoro. —murmuro sintiendo su cuerpo finalmente separarse de mí.

— Más me vas a adorar cuando lleguemos a casa y tengamos la segunda ronda. —dice Alan sonriente, rebuscando en su bolsillo hasta sacar un paquete de pañuelos de papel que me tiende después de agarrar uno.

— Prepárate tú, que te voy a dejar seco. —respondo riendo, comenzando a limpiarme la cantidad de fluidos impregnados entre mis piernas y todo el semen que empieza a brotar de mi sensible sexo—. Eso si es que te queda algo dentro, porque parece que te has vaciado…

— Perdona, me he dejado llevar, no deberí…

— Calla, tonto. —le interrumpo con una sonrisa.

Un par de minutos después, me subo las bragas, dejando un pequeño pañuelo entre ellas, y me bajo el vestido, uniéndome a Alan con un beso y abrazándome a su brazo antes de salir del callejón, retomando el camino de vuelta a casa.

— ¿Qué te parece si pasamos a comprar una pizza para comer? —pregunta Alan, haciéndome sonreír.

— Está bien, pero también tengo que ir a por píldora. —respondo notando aún cierta humedad entre mis piernas, escuchando la risa de mi acompañante—. ¿De qué te ríes, hermanito?

— Pues que está noche ya no tendremos que gastar condones, pequeña. —contesta haciéndome poner los ojos en blanco con una sonrisa.

Capítulo 13: Cumpleaños

— Hermanito... —susurro en su oído mientras me tumbo suavemente encima de Alan, besándole la mejilla y el cuello varias veces.

Unos segundos después, noto como su respiración se hace más intensa y como se remueve un poco antes de abrir los ojos con dificultad, recibiendo varios besos más en los labios que me devuelve con toda la delicadeza del mundo.

— ¿Reclamando mimos ya de buena mañana? —responde con voz ronca Alan, sonriendo mientras me rodea con sus brazos e inhala profundamente.

— Sabes que nunca me canso de que me mimes, pero no es eso. —murmuro contestándole la sonrisa y echándome hacia atrás para sentarme.

— ¿Y eso? —pregunta riendo Alan, observando el conjunto de lencería fina que llevo mientras arrastra sus manos a mis caderas.

— ¡Feliz cumpleaños, hermanito! —digo alegre, agachándome a darle un beso, momento que aprovecha para acariciar mis nalgas.

— Gracias, pequeña. —contesta Alan, besándome más intensamente.

Durante un par de minutos continuamos en esa postura, jugando con las lenguas mientras sus manos me acarician entera, deleitándome con el roce de sus cálidos dedos por mi piel. Nunca me canso de sentirle…

— ¿Puedo desenvolver mi regalo? —comenta sonriendo traviesamente, notándolo jugar con los bordes de mi lencería.

— Aún no. —contesto apartándome de encima suyo para dejar que se siente, apoyando la espalda contra el cabezal y frotándose mínimamente la cara y los ojos—. Primero a comer.

Agarrando la bandeja que he dejado preparada en la mesita de noche, la coloco en su regazo haciéndole soltar una leve carcajada mientras levanta las cejas sorprendido, observando la cantidad de comida que le he llevado.

— El desayuno en la cama, esto es nuevo. —dice Alan mirando el espectacular desayuno que le he preparado—. Te lo has currado.

— Hoy es un día muy especial, y tú me lo haces a menudo, pero yo nunca te lo había hecho. —respondo agarrando una de las tostadas y llevándosela a la boca, viendo como la muerde—. ¿Te gusta?

— Seguro que está delicioso. —comenta Alan, masticando—. Pero me apetece más comerte a ti.

— Te has despertado con ganas de guerra, ¿eh? —digo sonriendo alegremente.

— Sí me levantas dándome besos y vestida con esa lencería, ¿qué esperas? —responde riendo mi hermano.

— Come bien. —comento riendo y obligándole a dar otro mordisco a la tostada—. Vas a necesitar energía para lo que se viene.

— Está bien. —murmura mirándose el pecho desnudo, ya que únicamente lleva la ropa interior—. ¿Podrías traerme una servilleta? Para no llenar la cama de migas.

— ¡Ups! Se me ha olvidado. —digo dándome cuenta de que me la he dejado en la cocina—. No te muevas.

Levantándome de la cama ante la mirada divertida de Alan, voy corriendo a la cocina para agarrar el trozo de tela, volviendo rápidamente hacia el cuarto para dárselo, pero ya no está en la cama y la bandeja con el desayuno reposa en la mesita de noche. ¿Dónde se ha…?

Antes de que pueda terminar la frase en mis pensamientos, siento su cuerpo aparecer por detrás de la puerta y pegarse al mio, rodeándome con sus brazos y ubicando su erección contra mi trasero a la vez que apoya sus labios cerca de mi oído.

— ¡Oye! ¿Podrías no fastidiarme todo el plan? —protesto, aunque sin mucha convicción, sintiendo sus manos recorrer mi cuerpo e indagar ligeramente por debajo de la lencería.

— Es que he visto cómo se movía esto cuando corrías hacia la cocina. —responde Alan suavemente mientras sus manos se apoderan de mi trasero—. No lo he podido resis… ¿Y esto?

— Era una sorpresa. —contesto cuando sus dedos tocan curiosos el plug que hay entre mis nalgas.

— ¿Lo has hecho tu sola? —pregunta sorprendido Alan, haciéndome dar la vuelta para quedar cara a cara.

— Sí, me ha costado bastante dilatarlo. —asiento viendo su sonrisa.

— Haberme pedido ayuda, lo hago encantado. —dice riendo mi hermano antes de darme un beso.

— Era una sorpresa. —repito con el ceño suavemente fruncido.

— Está bien, perdona. —se disculpa mi hombre con una mueca, atrayéndome con sus brazos para pegarme a él—. Y gracias.

— Quiero que únicamente disfrutes. —murmuro rozando nuestros labios con una sonrisa—. Hoy te permito incluso que me dejes a medias.

— Pequeña. —contesta riendo Alan, dando un beso corto—. Siento más placer haciéndote gozar, que todo lo que pueda sentir físicamente.

— Ven. —digo sonriente, abrazándolo con más fuerza mientras retrocedemos lentamente hacia la cama, devorándonos la boca y dejándonos caer suavemente sobre el colchón.

Durante algunos minutos rodamos ligeramente por la cama dándonos besos, acariciándonos y riendo, intentando ser el que se sitúe arriba, hasta que finalmente Alan termina por agarrarme de los brazos y tumbarse encima de mí, inmovilizándome para empezar a recorrer mi cuello y mi pecho con sus labios suavemente.

— Hermanito, es tu cumpleaños, déjame complacerte. —protesto débilmente, deleitándome con su roce.

— Por eso mismo, pequeña. —responde sonriente Alan, mirándome a los ojos tiernamente antes de darme un lento beso—. Ya que es mi día, permíteme hacer lo que quiera.

— Está bien. —cedo con un suspiro, sintiendo sus manos liberar mis muñecas para dirigirse a mi lencería.

Levantando ligeramente mi cuerpo como si nada, sus manos desabrochan mi sujetador antes de arrebatármelo con rapidez, posándome delicadamente de nuevo sobre el colchón. Separándose de mis labios ansiosos se arrodilla en la cama, dirigiendo sus hábiles dedos a mi cintura, donde se deshace de mi liguero y agarra la delicada tela de mis braguitas para suavemente deslizarlas por mis piernas, con una lentitud que me demuestra que se está recreando.

— ¿No me lo vas a quitar todo? —pregunto con curiosidad cuando lo noto abrochar de nuevo el liguero y ajustarme las medias.

— No, quédate así. —responde sonriente Alan, poniéndose en pie para quitarse la ropa interior, mostrándome una erección espectacular antes de posicionarse encima de mí nuevamente.

— Puede que no te conozca tanto como creía, hermanito. —contesto riendo mientras siento sus manos explorar mi cuerpo—. Al final resultará que eres un fetichista de esos.

— Estás impresionante con esto puesto. —susurra sobre mis labios—. Pero mi único fetiche es verte gozar.

— Pues a ver qué sabes hacer. —le incentivo sonriente, dándole un tierno beso.

Con su eterna sonrisa traviesa se tumba a mi lado, abriéndome más las piernas con la suya antes de juntar más agresivamente sus labios con los míos. Con una parsimonia y lentitud que provoca que me recorra un escalofrío, siento su mano bajar lentamente de mi mejilla donde está apoyada hacia mi cuello con suavidad. Sus dedos abarcan mínimamente un momento la zona antes de dirigirse con la misma lentitud hacia mis senos, los cuales masajea y pellizca con delicadeza.

Separándose un segundo del beso para mirarme a los ojos con un rostro feliz, vuelve al juntar nuestras bocas a la vez que siento su mano volver a bajar, haciendo que, expectante, levante mi cadera inconscientemente cuando sus dedos recorren la parte baja de mi vientre. Huyendo de mis labios sonriente, los suyos comienzan a besarme la barbilla y el cuello a la misma vez que su mano llega finalmente a mi sexo, el cual lo espera impaciente.

— Joder, sí… —suspiro cuando noto sus dedos empezar a acariciarme y su boca se entretiene en mis pezones.

Aunque debería ser yo la que lo tuviera a él retorciéndose de placer en la cama, no puedo evitar seguir dejándole hacer, disfrutando de sus caricias. En apenas unos minutos me tiene respirando agitada, sintiendo dos de sus dedos moviéndose en mi interior mientras su palma continúa frotándose contra mi clítoris y sus labios juegan en mis pechos. Finalmente, sus dedos terminan saliendo, no pudiendo evitar soltar un ligero y egoísta quejido, por dejar de sentir ése maravilloso placer de sus dedos masturbándome.

— Chupa. —murmura Alan posando sus dedos delante de mi boca, haciendo que saque la lengua para comenzar a lamer los dulces fluidos que la impregnan.

Sonriendo complacido se inclina para estirar ligeramente uno de mis pezones con su boca, haciendo que suelte un jadeo antes de verlo ponerse de rodillas y buscar con su mano en el cajón de la mesita de noche, sacando finalmente los condones y extrayendo uno.

Posiblemente notando lo excitada e impaciente que estoy, sus manos rápidamente colocan el preservativo antes de situarse entre mis piernas, restregando su miembro por mi mojado sexo unos segundos. Adoptando la clásica postura del misionero, siento su embolo penetrándome lentamente, mientras sus ojos se mantienen mirando los míos y su boca va dejándome varios besos.

— Se me está a punto de escapar el plug. —digo rompiendo algo del encanto de la situación, pero sintiendo como mi trasero en esta nueva postura está haciendo fuerza para no dejar escapar el pequeño artilugio, el cual gracias a mis propios fluidos se está resbalando hacia afuera.

— Da igual, en cuanto te corras ocuparé su lugar. —responde riendo Alan al mismo tiempo que sus caderas comienzan a moverse, haciéndome poner una mueca de placer.

— Pues venga, dame fuerte. —lo incentivo rodeándolo con mis brazos y llevando mis manos a su trasero, empujándolo un poco para que me vuelva a embestir.

Dejando de hacer fuerza para notar el juguete abandonar mi trasero, me dedico únicamente a disfrutar de las acometidas de Alan, el cual siguiendo mis indicaciones me penetra con un ritmo potente. En cuestión de minutos, la calentura acumulada de los juegos preliminares, y el placentero y diabólico movimiento de sus caderas, me llevan a aferrarme a su ancha espalda al sentir mi orgasmo aproximarse.

Viendo mi placer tan cerca, Alan deja de besarme para centrarse en acelerar el ritmo, liberándome de la mordaza que eran sus labios para permitirme gemir y jadear en su oído. Sintiendo un globo de placer reventar en mi interior y expandirse como un tsunami, nace de mi garganta un aullido que posiblemente haya despertado a todas las prostitutas del edificio, mientras me retuerzo en espasmos debajo de mi hermano, disfrutando hasta el último resquicio de mi orgasmo.

— Jo-der… —digo riendo con la respiración agitada cuando Alan sale de encima.

— Mira que eres ruidosa. —comentar mi hermano riendo mientras lo veo arrodillarse en la cama y quitarse el preservativo, aunque aún no se ha corrido.

— No lo puedo evitar. —contesto sonriente y mirándolo con curiosidad, viéndolo colocarse un nuevo condón.

— Esto aún no ha terminado pequeña. —responde Alan al ver mi cara de confusión, recordándome lo que viene ahora.

Con un ímpetu que me hace soltar una carcajada, me da la vuelta en el colchón como si nada, agarrando la almohada de su lado de la cama para ubicarla debajo de mi trasero, haciendo que mi culito se levante y se quede más ofrecido. Aun sintiéndome algo agotada, muevo mis caderas de un lado a otro incentivándole a penetrarme, notando enseguida como restriega su erección contra mi empapado sexo, haciendo que me recorra un escalofrío por lo sensible que lo tengo.

— Allá voy. —avisa mi hermano finalmente cuando ha lubricado bien su erección, abriéndome las nalgas y apoyando la punta en mi agujerito.

— Vamos, rómpeme. —ronroneo sintiéndolo al instante ejercer fuerza, haciéndome abrir la boca al notar como se abre fácilmente paso al principio.

Aunque lo tengo bastante dilatado, el tamaño de mi hermano es superior al que tenía el juguete, provocando que pronto comience a resoplar y apretar los dientes. Alan, sin prisa, empieza una leve penetración con la punta, dándome tiempo a adaptarme a cada centímetro que muy poco a poco va excavando en mí.

Llevándome la mano a mi entrepierna, empiezo a masturbarme con algo de dificultad por la posición, centrándome en relajarme y enfocarme en el placer que me provocan mis dedos antes de sentir finalmente la erección de mi hermano completamente en mi interior. Lentamente, Alan inicia una lenta penetración, haciendo que ponga una mueca contra el colchón y acelere un poco mi masturbación, intentando combatir un poco ese ligero y aceptable dolor.

En cuestión de unos pocos minutos, el dolor pasa a convertirse en una ligera molestia, para en poco tiempo transformarse en un placentero ardor, que me hace gemir y gruñir de placer, sintiendo la erección de mi hermanito entrar y salir completamente de mi trasero con contundencia.

— Más rápido, por favor. —suplico a mi jadeante Alan, el cual acelera sin piedad.

Moviendo más deprisa también mi mano, me concentro en ese placer que nuevamente comienza a nacer en mí, haciendo que el sonido de mis gemidos vuelva a alzarse y termine ahogando un grito contra la cama, arqueándome ligeramente todo lo que las fuertes manos de mi hermano en mi cadera me permiten.

Sin darme descanso por mi orgasmo, Alan continúa penetrándome fuerte hasta que con un gruñido de placer se corre, tensándose y derrumbándose encima de mí sin salirse de mi interior con la respiración igual de agitada que la mía.

— ¿Aún quieres más? —digo riendo, sintiendo besos en mi nuca y notando su pene aún duro en mi trasero—. ¿En serio te has corrido? Porque no noto que eso se desinfle.

— Me llaman Alan-siempre-dura. —murmura mi hermanito haciéndome reír y disfrutar también con su carcajada.

— Idiota. —respondo sonriente, notando sus caderas comenzar de nuevo a moverse—. Vamos a por la segunda ronda entonces.

— Voy a aprovechar mi regalo de cumpleaños al máximo. —contesta Alan, sonriéndome antes de penetrarme con fuerza y hacerme soltar un pequeño grito.

— Me lo vas a dejar bien abierto… —gimo excitándome aún más con mis propias palabras, llevando las manos a mi culo para separar más mis nalgas.

— No te hace una idea, pequeña. —dice Alan volviendo a embestirme con fuerza.

Buenas, espero que os esté gustando la historia. Cómo ya había dicho en comentarios de un capi anterior, la historia la tenía ya escrita en otra página, en la cual era más normal que los capítulos fueran cortos, por lo que he decidido juntar varios en cada nueva publicación de aquí, para facilitaros la faena. Gracias a aquellas personas que comentan, me incentivan a publicar más rápido :D