Hermanito (10)

Final de la primera temporada de los incestuosos hermanitos. Contiene No Consentido.

Capítulo 10: Huida

— Cariño va, que tu tía ya está abajo. —dice mi madre a través de la puerta provocando que me saque el miembro de Alan de la boca.

— Voy en cinco minutos. —respondo intentando poner voz aburrida.

Escuchando un suspiro agotado de mi madre, miro a Alan viendo su sonrisa mientras está sentado en la silla de mi escritorio, conmigo arrodillada entre sus piernas. Sin poder evitar una sonrisa cómplice, vuelvo a engullir con gula su potente erección entre mis manos. ¿Para qué necesito una barbacoa familiar? Este es el único trozo de carne que deseo…

— Tenemos que ir terminando. —comento sacándome el juguete de la boca para lamerlo con diversión.

— ¿Por qué? Encerrémonos aquí, y juguemos. —suspira Alan acariciando mi cabello.

— Sabes que no podemos, y menos hoy que están todos. —contesto comprendiendo su deseo, a la vez que me golpeo la lengua con su miembro repetidas veces.

— ¿No prefieres que te arranque la ropa y te folle contra la mesa? —dice con voz profunda Alan, provocando que me recorra un escalofrío al imaginarlo, excitándome muchísimo.

— No es momento. —respondo reprochando su actitud con la mirada, agarrándole con firmeza la erección—. Prepárate, hermanito.

— A ver qué puedes hacer, pequeña. —me reta con diversión Alan, haciendo que suelte una ligera carcajada antes de tragarme nuevamente su miembro.

Agarrando su pierna con una mano, comienzo a pajearle con la otra, mientras mi boca besa, lame y succiona la cabeza. Soltando ligeros gemidos, continúo con mi asalto constante durante varios minutos hasta que lo noto tensarse, haciendo que chupe y succione más fuerte. Después de escuchar su típico rugido contenido al correrse lo siento vaciarse en mi boca, y después de sacarme su flácido miembro de esta, miro a los ojos a mi hermanito para tragarme mi premio y relamerme los labios con alevosía.

— Quiero follarte. —jadea excitado, haciendo que suelte una carcajada mientras me pongo en pie.

— Y yo quiero que lo hagas. —respondo con un gemido en su oído, saliendo rápidamente de mi habitación para evitar que me retenga, riendo orgullosa del efecto que le provoco.


— Qué pena que se acaben las vacaciones. —comenta con tristeza mi prima.

— Sí. —admito dándole un trago a mi vaso de zumo, mientras mi vista esquiva al resto de personas de mi alrededor para centrarse en Alan, quién disimuladamente me guiña un ojo desde el otro lado de la mesa.

— Ahora vas a empezar la carrera de psicología, ¿no? —pregunta Sara lanzándome una mirada sugerente haciéndome exhalar agotada—. Habrá muchos universitarios guapos.

— ¿Sólo te preocupan los chicos? —respondo con un suspiro—. Siempre que te veo, acabamos con este tema.

— Lo raro es que a ti no. —comenta defendiéndose y riendo—. Si vas para monja me lo puedes contar, soy una tumba.

— ¿Tumba, tú? Si te oído cotillear de los secretos de tus amigas con todo el mundo. —se burla mi primo Lucas, llevándose una mirada maliciosa de su hermana.

— ¡Cállate!

Lucas ignorando a su hermana, continúa con su plato lleno de carne hasta el lado de mi hermano, con el cual retoma la conversación.

— No le hagas caso, mi hermano es idiota. —dice Sara con el ceño aun fruncido—. ¿Quieres ser monja?

— Y dale… —contesto riendo ya de exasperación—. No quiero ser monja, simplemente no quiero pareja ahora.

— En fin. —suspira mi prima.


— ¿Y ese ceño fruncido? —pregunto a Alan cuando los dos coincidimos en la cocina, para agarrar algo de beber.

— Nada. —responde fingiendo una sonrisa que me hace levantar una ceja.

— Hermanito, sabes que me puedes contar lo que sea. —insisto dando un rápido vistazo a mi alrededor para asegurarme que estamos solos antes de abrazarle.

— En serio, no es nada pequeña. —comenta rodeándome con sus brazos y agarrando mi trasero mientras me da un beso en la frente—. Sólo que Lucas es muy pesado, mejor no te acerques a él.

— Está bien. —respondo riendo al ver su divertida cara.

— Vamos, hay que volver a la reunión familiar. —contesta a la vez que me estiro para darle un rápido beso.

— No hay prisa. —digo abrazándolo con fuerza para que no se escape, sintiendo sus manos volver a mi culo, el cual sé que habrá estado mirando todo el rato ya que antes de bajar he ido a la habitación para ponerme los más ajustados que podía.

— Hay mucha gente. —responde con un suspiro antes de que le vuelva a silenciar con un beso, recibiendo un azote.

— Aún no. —jadeo mordiéndome el labio mientras una de mis manos esquiva su ropa para acariciar su miembro, comenzando a notar como crece entre mis dedos.

— Pequeña, no seas mala. —advierte frunciendo el ceño con cierta diversión.

— Azótame más fuerte. —susurro volviéndole a besar y sintiendo su miembro dar una pequeña sacudida de emoción. Al instante noto su mano golpear mi trasero con fuerza, haciéndome gemir de excitación—. Ah…

— Para. —contesta Alan relamiéndose sonriente—. O te voy a secuestrar en la habitación, y te follaré sin importarme quién esté en casa.

— Estoy empapada sólo con imaginármelo. —jadeo masturbándole más rápido para luego apartarme de él con velocidad, sintiendo como su autocontrol se ha perdido.

— ¿A dónde vas? —pregunta viéndome reír a la vez que le rodeo con una distancia de seguridad, abriendo la puerta que da al jardín.

— A la reunión familiar. —me burlo saliendo de allí, dejándolo con su pantalón tremendamente abultado por su erección.

— Dos veces en un día, no habrá tercera. —oigo que dice mientras me alejo, sonriente.


— ¡Para! —digo riendo a Alan mientras me lleva al hombro como un saco de patatas hasta mi habitación, cerrando la puerta con el pie a la vez que se acerca a la cama y me lanza en el colchón—. Hay gente, no es el momento.

— Están todos distraídos hablando entre ellos. —argumenta quitándose la camiseta—. Y si no, habértelo pensado antes de provocarme una tercera vez.

— No hay tiempo. —comento sin poder esconder una sonrisa mientras sus manos me acarician y desnudan.

— Lo haremos rápido. —sentencia Alan quitándome toda la ropa con algo de mi ayuda y bajándose sus pantalones y ropa interior para enseñarme su potente erección, haciendo que se me haga la boca agua, y lo que no es la boca…

— Está bien. —cedo abriendo mis piernas para él, deseando que me ensarte de una sola embestida, pero relamiéndose baja su cabeza hasta mi excitado sexo, lanzándose a devorarlo con ferocidad.

Su lengua repasa todos mis recovecos ocultos, degustándome a placer para provocar el mío. Cerrando los ojos y mordiéndome los labios, empiezo a arquearme sobre la cama disfrutando de su bendita lengua dentro de mí, y estirando los brazos para pegarlo más a mi coño.

Soltando una breve carcajada por mi excitación, Alan sube su boca a mi hinchado clítoris para seguir torturándome con su lengua mientras dos dedos juguetones me empiezan a penetrar con delicadeza. Con cada roce de su boca sobre mi botoncito, un escalofrío de gozo me recorre el cuerpo haciéndome retorcer y apretar más mis labios para no emitir sonidos. Joder, como conoce mi cuerpo…

Sus dedos van aumentando el ritmo a la vez que su lengua, obligándome a tapar la cara con la almohada para poder expresarme a gusto. Sintiendo un leve cosquilleo en mi interior, mi cuerpo comienza a convulsionar de placer en el orgasmo a la vez que cierro las piernas para atrapar la cabeza de mi hermano, para que no se aleje ni un milímetro de mi coño mientras me corro. Cuando mi ritmo cardíaco baja y mi cuerpo se destensa, suelto un suspiro permitiendo que Alan aparte su cabeza de mi sexo.

Apenas dándome tiempo para recomponerme, mi hermano me arrebata el cojín que tapa mi cara lanzándolo lejos para poder besarme, permitiéndome probar mi sabor. Sin piedad, Alan se coloca entre mis piernas y colocando su erección contra mi sexo, lo embiste de un golpe.

— Joder, hermanito… —jadeo separándome de sus labios y cerrando los ojos para centrarme en la sensación de su polla entrando y saliendo con violencia de mi interior.

Gimiendo a cada choque de nuestras caderas, su boca empieza a devorar mi cuello con la delicadeza que no está teniendo más abajo… y me encanta. Rodeándole con mis brazos bajo hasta su trasero y le insto a aceleré sus movimientos, mientras mi nariz se pierde en su cuello para deleitarme con su aroma.

— Ven. —dice sonriente Alan, saliendo de mí para tumbarse boca arriba en el colchón, indicándome que lo monte.

Obedeciendo con una sonrisa, apoyo una rodilla a cada lado de su cadera y sitúo su erección contra mi coño, dejándome caer con un gruñido. Apoyando las manos en su pecho para ayudarme, empiezo a cabalgar con violencia mientras sus manos se entretienen con mis pechos, acariciándolos y pellizcando mis pezones.

Poniendo en práctica todos mis conocimientos, comienzo a follármelo, moviéndome como una loca encima de él, y acariciando con una mano mi clítoris.

— Estoy cerca. —jadea un par de minutos después, haciendo que abra mis ojos para mirarle con suplica.

— Sólo aguanta un poco más. —pido acelerando mis movimientos al sentir mi segundo orgasmo cerca.

Con un aullido de placer, que apenas puedo contener, me corro con un suspiro agotado a la vez que siento a mi hermano venirse dentro de mí, llenándome con su esencia. Agotada me dejo caer encima de Alan para besarle cuando nuestras respiraciones se calman.

— Ha sido espectacular. —comento sonriente, mirándole a los ojos.

— Lo ha sido. —asiente sonriendo Alan.

— Muy espectacular. —dice otra voz desde la puerta, haciendo que tanto yo como mi hermano miremos asustados en esa dirección, viendo a mi primo Lucas.

Con una sonrisa y con una tranquilidad no propia de la situación, entra en la habitación y cierra tras él, mientras que mi hermano y yo permanecemos congelados en la misma postura con la que nos han pillado.

— Largo, y como… —dice mi hermano sacándome de encima suyo para ir a encararle.

— No te molestes en amenazarme. —contesta sonriendo Lucas, enseñando la pantalla de su móvil en la que se nos ve follando—. Es increíble la calidad de imagen que tienen los móviles de hoy en día, puedo ver perfectamente la cara de placer de Elisa…

— ¡Dámelo! —exige Alan acercándose a mi primo.

— Claro. —dice tendiéndoselo con diversión—. Lo acabo de subir a mi nube, puedo descargarlo desde cualquier lugar.

— Bórralo. —ordena mi hermano con agresividad.

— No, gracias. —comenta riendo Lucas guardándose el teléfono de nuevo al ver que no lo agarra.

— ¿Qué quieres? ¿Dinero? Te doy todo lo que tengo. —contesta Alan mientras yo, pálida de miedo, no puedo ni pensar con claridad.

— No quiero dinero, no soy un ladrón. —responde Lucas mirándome ahora a mí—. Sólo quiero el mismo trato de favor, al fin y al cabo, somos familia, ¿no?

— Ni se te ocurra…

— Te recuerdo que tengo un video muy interesante. —le corta la amenaza Lucas a mi hermano—. Y ya te he dicho antes que tu hermana está muy buena.

Sintiendo una desagradable sensación al sentir a que se refiere, miro a mi hermano que observa iracundo a mi primo, pensando en cómo salir de esta situación. Lucas, mirando lascivamente mi desnudez, se desabrocha los pantalones y se los baja junto a su ropa interior, dejando a la vista su erecto miembro.

— Chupa. —exige mi primo, poniéndose las manos detrás la espalda.

— No va a…

— ¿Si lo hago borrarás el vídeo? —corto a mi hermano, que me mira aterrado.

— Por supuesto. —asiente mi primo, sonriente.

— No lo hagas. —me dice Alan con pena haciendo que comience a llorar.

— No hay otra opción. —respondo poniéndome en pie y acercándome a mi primo—. Pero por favor, no mires.

Aguantándome la mirada unos segundos en los que le veo llorar, golpea el mueble de mi escritorio antes de darse la vuelta con rabia. Mirando con asco a Lucas, me arrodillo delante de su erección, cerrando los ojos con el ceño fruncido antes de agarrarlo y llevármelo a la boca.

— Muy bien. —dice alegre Lucas acariciando mi cabello mientras mi boca devora su miembro, que sabe salado por culpa de las lágrimas que no paran de caer de mis ojos.

Nunca, en ninguna de mis pesadillas en las que descubrían mi relación incestuosa con mi hermano, me había imaginado que acabaría haciéndole una mamada a mi primo para protegernos.

— O lo haces con más ganas o estaremos aquí todo el día. —comenta mi primo haciendo que pida perdón mentalmente a mi hermano antes de empezar a comerme el miembro de Lucas con energía, intentando que se corra lo más rápido posible—. Así, así, joder, que bien las chupas.

Poniendo en práctica todo lo que he aprendido de mi hermano, finalmente consigo llevarlo al borde varios minutos después, sorprendiéndome cuando sus manos agarran mi cabeza y me empujan a tragar más de su erección mientras se corre, provocando que cuando termina me separe y comience a toser su semen en busca de aire.

— Joder, qué boca… —suspira Lucas con la respiración acelerada.

— Ahora bórralo. —exijo poniéndome en pie sin atreverme a mirar a mi hermano.

— No tan rápido. —contesta mi primo sonriente.

— ¡Has dicho que si lo hacía lo borrarías! —respondo escupiendo en el suelo al notar aun el asqueroso sabor de su semen.

— He dicho que no soy un ladrón, no que no sea un mentiroso. —dice mi primo relamiéndose y agarrándome con una mano una nalga—. Después de esta mamada, no pensarás que voy a desperdiciar la oportunidad de follarte, ¿verdad? Luego te juro que borraré el vídeo.

Quedándome petrificada, escucho los pasos de mi hermano antes de verlo aparecer a mi lado y golpear a mi primo en la cara, lanzándolo a volar contra el armario. Viendo su cara agresiva, lo veo ponerse encima de mi primo y comenzar a golpearle sin parar la cabeza y el rostro, temiendo por lo peor cuando la sangre comienza a brotar de mi primo.

— ¡Para, lo vas a matar! —exijo finalmente preocupada, viendo que mi primo está inconsciente.

— Se lo merece. —responde con dureza Alan sin frenar en su intento de asesinato.

— Por favor. —suplico acercándome y agarrándole los hombros, provocando que se detenga.

— No voy a dejar que nos arruine la vida. —contesta mirándome con los ojos llorosos.

— Si tú te vas a la cárcel, será lo mismo. —respondo abrazándole cuando se pone de pie.

Durante unos segundos, nos quedamos abrazados, reconfortándonos mutuamente mientras siento como dejo de llorar en sus brazos, calmándonos poco a poco.

— Vámonos lejos de esta casa y de esta ciudad. —propone mi hermano.

— ¿Estás loco? ¿Dónde iremos? —pregunto levantando mi cara para ver finalmente los ojos de Alan, en los que veo decisión.

— A cualquier lado. —responde besando mi frente y mirándome a los ojos—. Si te tengo a ti, no necesito nada más.

— Pero…

— ¿Qué me dices? —corta Alan con una sonrisa tranquilizadora—. ¿Hacemos las maletas?

— Sí. —respondo finalmente, abrazándole.

— Pues vamos, pequeña. —me insta acariciándome el cabello con delicadeza.

— Vamos, hermanito.

¡Gracias por leer! Si os gusta la historia y queréis que la siga subiendo, dejad un comentario haciéndomelo saber.