Hermanastros

Que tu padre tenga una nueva novia y quieran vivir juntos no debería suponer un problema. El problema es cuando además tu "madrastra" tiene un hijo y tenéis que cambiar viejos hábitos, o no.

Llevaba ya un buen rato bajo el agua de la ducha. Paseo mis manos por mi piel, enjabonándome con suavidad y aprovechando para acariciarme sin mucha intención, pero la suficiente como para que se me erice. La mampara es transparente y puedo ver mi reflejo en el espejo. Mi pecho voluminoso sobresale de manera casi exagerada con respecto al resto de mi cuerpo delgado.

Estoy sola en casa, así que aprovecho para abrir mis labios vaginales con delicadeza, frotando con un dedo entre medio y acariciando mi clítoris que empieza a pedirme atención a gritos. Noto como aumenta la temperatura de mi cuerpo y uso dos dedos para frotarme un poco mientras mi otra mano amasa una de mis tetas.

Todo sucede muy rápido, ¡Mierda, no eché el pestillo! La puerta se abre de par en par y aparece Andrés, vestido de calle y con la mochila de la universidad. Él es hijo de la novia de mi padre, y llevan apenas una semana viviendo en casa. Nuestros padres han dado un paso más en su relación y han decidido unir los dos núcleos para reconstruir nuestras familias. No estoy en contra de la decisión, pero es cierto que el cambio aún se me hace raro.

―¡Andrés! ¿Es que no sabes llamar a la puerta?

―Joder, Alejandra, es que vengo meándome desde la Uni y no sabía que estabas aquí. Ya podrías echar el cierre ―contesta mientras sale por donde ha entrado.

El corazón me va a mil, solo espero que sus prisas por entrar al baño ayuden a que no se haya percatado de lo que estaba haciendo. Se me ha bajado la libido del susto, así que me afano en enjabonarme para terminar de darme la ducha.

―Alejandra, porfa, date prisa, que me meo de verdad.

―Andrés, que me estoy enjabonando…

―Déjame pasar, que me voy a mear encima.

―Tío, pero que la mampara es transparente.

―Te prometo que no miro, pero tengo que entrar, date la vuelta si quieres ―vuelve a entrar, esta vez sin la mochila, y se dirige al váter, colocándose de espaldas a mí.

Oigo el chorro caer en el agua con muchísima fuerza y no puedo evitar girarme un poco para echar un vistazo. Por la posición, no puedo ver nada, pero el espejo me deja ver un atisbo de su reflejo. Apenas parte de su costado, con la camiseta a medio subir y los pantalones abiertos puedo apreciar la uve de su cadera bien marcada, algo de vello corporal y tan solo una pequeña parte del tronco de su miembro, lo que me da una idea de que lo que esconde no es precisamente pequeño.

―Madre mía, hermanito, si así suena el chorro… ―dejo el comentario en el aire y Andrés ríe la gracia.

―Pues imagina con esas manitas que tienes, usas las dos y me sobre polla.

―Anda, anda… Más quisieras que una tía como yo te la agarre. Dime de qué presumes y te diré qué careces ―me pongo digna, pero no puedo evitar reírme.

―¡Oye! Si has sido tú la que ha dicho que la tengo grande.

―Era un chiste. Conozco bien a los tíos que os subís tan rápido; luego resulta que os cuelga un cacahuete.

―¿Quieres comprobar el cacahuete? ―en ese momento se gira de cara a mi para exponerme su rabo.

Soy rápida, y me vuelvo a colocar de espaldas para que no se de cuenta de que estaba espiando a través del espejo.

―Tú lo que quieres es que me dé la vuelta para verme las tetas.

―Si, bueno… como si no te las hubiera visto mientras te las sobabas cuando he entrado antes.

Mierda, pues parece que alcanzó a ver más de lo que me esperaba. Espero que, al menos, gracias a tenerlas grandes, no se fijase que además me estaba tocando por abajo.

―Tú te lo pierdes ―me dice mientras escucho como se abrocha de nuevo el pantalón y se marcha.

Termino la ducha, algo acelerada por la situación. Me envuelvo en mi toalla y salgo para meterme a mi cuarto. Estoy terminando de secarme cuando le oigo entrar al baño para hacer lo mismo que yo hace unos minutos. Bueno, no sé si exactamente lo mismo, pero parece que abre el grifo de la ducha, lo demás son imaginaciones mías. Debo reconocer que cuando le vi por primera vez me pareció bastante atractivo, si no fuera porque, siendo hijo de mi “madrastra”, es mi “hermanastro”.

He dejado la ropa en el baño, y, lo cierto es que no la necesito, puesto que no voy a vestirme con la ropa que traía puesta antes de ducharme, pero decido usar la excusa para jugar un poco y ver si “por descuido” veo lo que antes no me atreví a mirar.

―¡Andrés! Me he dejado la ropa dentro…

―Pues pasa y recógela, está la puerta abierta.

Apenas ha terminado de hablar cuando irrumpo en el baño, para no darle tiempo a darse la vuelta, pero está con los ojos cerrados enjabonándose el pelo y no se ha preocupado por girarse.

―¡Joder, Andrés!

―No te alteres, que son los bóxer, ni que te fueran a morder ―sigue a lo suyo sin entender cuál había sido el motivo de mi exabrupto.

―!Pero que estás en bolas! Ya podrías haberte girado, mira que he avisado de que entraba.

―¡Hostia! ―de pronto se da cuenta de la situación y baja las manos para tapar lo que ya he visto por completo―. Es que en mi casa la cortina era opaca, no me acostumbro a que en esta se ve todo.

―Bueno, al menos no voy a poder volver a meterme contigo…

Se ríe y levanta sus manos, colocándolas detrás de su nuca para girar las caderas, haciendo que su miembro choque con sus muslos de lado a lado.

―¿Ves, hermanita? Esto es una polla y no lo que te irás comiendo por ahí.

Me río ante su descaro, pero no pienso quedar de tonta.

―Ya, bueno, no te flipes, que no es un cacahuete pero tampoco la más grande que he visto. Además, ¿no te da vergüenza estar enseñándole el rabo a tu nueva hermanita pequeña?

―A mi no, estoy harto de que me vean la polla en los vestuarios del gym. Además, no creo que te asuste ver una polla, que seguro que a los tíos a los que te tiras no les haces ascos.

Sonríe socarronamente, y yo me ruborizo un poco antes su comentario. No voy a mentir, la situación me estaba encendiendo, y si no fuera por la toalla, mi hermano habría visto como se me marcaban los pezones erectos por la situación. El movimiento de caderas ha hecho que crezca o, al menos a mí, me parece más grande que antes, pero por el peso sigue apuntando hacia abajo.

―Menuda estampa ―comenta―, ¿te imaginas que llegan nuestros padres y nos encuentran metidos a lo dos en la ducha?

Se ríe ante su propia ocurrencia, pero mi cerebro no funciona como debe y contesto sin pensar.

―No llegarán hasta la noche, han quedado.

Andrés se queda perplejo, tanto que para de mover las caderas y, ahora sí, veo como su miembro da un pequeño salto, indicador claro e inequívoco de que está empezando a llenarse de sangre.

―Eso ha sonado a que quieres meterte en la ducha ―me dice con un giro de cabeza, flipando por la situación.

―¿Qué dices? Estás tonto ―contesto de manera inmediata, parece que mi neuronas han vuelto a hacer sinapsis.

―Bueno, es verdad…

―¿El qué? ―el noto es más chulesco de lo que pretendía, pero su comentario a medias me ha parecido tener oculto un mensaje ofensivo, como si me considerase una mojigata.

―Pues que con mi pollón y tus tetazas no cabríamos en la ducha.

Se empieza a reír, y yo le acompaño. Las ocurrencias de mi nuevo hermano son para colgarlo. Pero, como decía, parece que a mi cerebro le ha dado por no regir, así que me desanudo la toalla y la dejo caer al suelo, quedándome completamente desnuda ante él. Ante su cara de asombro entro a la ducha y, a decir verdad, cabemos relativamente bien, pero él no se ha movido y, al entrar yo, estamos muy pegados.

Se gira hacia mí, por culpa de mis pechos no puedo ver de él más que de sus pectorales hacia arriba, pero noto su miembro rozarme una pierna.

―¡Andrés, tío!

―¿Qué pasa?

―Pues que me has mojado ―no entiendo su carcajada.

―Joder, hermanita… si te mojas con eso… te tendría babeando si te toco.

Caigo en la cuenta de lo que he dicho, y me suben los colores. No sé qué me pasa, parezco entre tonta y desesperada. Bueno, quizá lo primero no, pero lo segundo podría ser un poco verdad.

―Pues va a ser verdad que con tus tetas no cabemos.

―Oye, que no soy solo yo…

―Es cierto, esta también ocupa ―lo dice moviendo sus caderas hacia adelante, como para indicar que se refiere a su rabo, pero su gesto hace que se me cuele entre las piernas, rozándome entre los labios con su glande.

―Ufffff… ―se me escapa un leve gemido que no le pasa desapercibido.

―Estás chorreando… ―susurra.

―Es el agua de la ducha, mongolo.

―¿Seguro? ―echa las caderas hacia atrás lentamente, rozándome de nuevo, y luego hacia delante de un golpe seco.

Su polla está completamente dura, por lo que el movimiento hace que su capullo choque contra mi vagina, haciendo un intento de entrar y luego se escurre hacia afuera de nuevo. Me tiemblan las piernas y se me ponen los ojos en blanco. Se me viene a la mente que mi hermano había cortado mi masturbación, así que, obviamente, estoy caliente por demás.

―Hace mucho que no te dan lo tuyo, ¿no?

Miro hacia abajo, aunque lo único que veo es como mis pezones duros rozan su torso. No quiero mirarle y no sé qué decir, de pronto me he quedado un poco cortada.

―Ey… ―coge mi barbilla con tu mano y me levanta la cara para que le mire a los ojos― ¿Estás bien?

―Andrés… tú… ¿tú crees que estoy buena?

Se le abren los ojos de par en par, mi pregunta le ha dejado perplejo.

―Claro que sí, eres guapa, tienes un cuerpazo y dos pedazo de tetas que se la ponen dura hasta a tu “hermanito”. ¿Por qué preguntas?

―Es que… hace algo más de un mes quedé con un chico al que llevaba un tiempo conociendo, y cuando fuimos a acostarnos… no se le ponía dura ―No sé por qué le estaba contando todo eso―. Me dijo que es que no le ponía lo suficiente y que por eso no se le levantaba, a pesar de que hice todo lo posible.

―Ese tío es un capullo, a veces pasa, no es por tu culpa.

―¿Lo dices en serio? ―pregunté, algo dubitativa.

―Por supuesto, habrás oído hablar de los gatillazos, ¿no? Hay tíos a los que les puede la presión y no se les pone dura, y culpan a las tías cuando el problema son ellos mismos y sus inseguridades.

Le miré directamente a los ojos, con la mirada un poco vidriosa por culpa de mis propias inseguridades. El silencio se me estaba haciendo eterno, así que murmuré un gracias y, sin poder evitarlo, me alcé de puntillas y le besé.

Apenas fue un pico corto, y me separé confundida dispuesta a salirme de la ducha, pero su mano me lo impidió, agarrándome con fuerza del brazo. Me atrajo hacia él, sujetándome con la otra mano por la cintura para hacer que me pusiera de puntillas de nuevo para besarle. Esta vez no fue un pico ligero, abrimos nuestras bocas para jugar con las lenguas mientras notaba su polla en mi vientre, dura y húmeda.

Debió notar mi incomodidad al estar apoyada tan solo en los dedos de mis pies, así que me alzó con ambas manos, y me empujó contra la pared. Yo, por mi parte, rodeé sus caderas con mis piernas y su cuello con mis brazos para no tener que separar mi boca de la suya. Su polla punteaba en mi entrada, balanceándose al ritmo de nuestro morreo. Y yo solo podía gemir y gemir entre sus labios.

Cuando nos separamos al fin, se me quedó mirando intensamente, y solo logré articular una palabra:

―Hazlo.

Pero estaba claro que no me lo quería poner tan fácil.

―Hacer, ¿qué?

―Joder, Andrés, olvídate de que lo que somos y házmelo como se lo haces a cualquier otra.

―Hacerte, ¿qué? ―repitió, con una sonrisa maliciosa―. No pienso hacer nada hasta que me lo supliques diciéndolo claro.

―Métela hasta el fondo, por favor…

―No voy a hacerlo hasta que me digas la palabra, dime que quieres que te…

―!Fóllame, joder, fóllame duro como te follas a cualquier tía!

Apenas pude emitir ningún sonido, noté como entraba su polla, yo se lo había pedido, noté como intentaba meterla de una estocada, pero era imposible, notó resistencia, pero siguió empujando y acabó por encajármela hasta el fondo. Era lo que le había pedido, y era lo que me había dado. Los ojos y la boca abiertos como un pez que boquea fuera del agua, imagino que su cara también sería un poema, algo no encajaba, hasta que se lo dije al oído.

―Lo siento, no debí haberte mentido.

André miró hacia el suelo de la bañera, y al ver la sangre me soltó de inmediato, perplejo. Pero eso solo consiguió que, al escurrirme entre su cuerpo y la pared, su polla se encajase aún más, arrancándome un gemido.