HERMANA HOSTIL 2º -salida nocturna-

Tras el episodio bochornoso que tuvo lugar en el cuarto de su hermana, ayer por la noche, Leo intenta calibrar la trascendencia y las consecuencias de tan obsceno despropósito. Está claro que su apuesta con Ainhoa se salió de madre. Sin embargo, están a punto de ocurrir cosas mucho más graves.

-domingo 20 mayo-

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Leo se despierta sobresaltado. Cree haber escuchado cómo se cerraba la puerta de la entrada, aunque no está seguro de si se trataba solo de un sueño. Se siente algo descolocado fuera de su cama, en el sofá; pero no podía quedarse a dormir en la habitación de Ainhoa después de lo que le hizo.

Sin demasiada prisa, y haciendo algunos estiramientos, se incorpora y se queda mirando por la ventana. El suelo está frío y no tiene sus zapatillas, pero quiere satisfacer su curiosidad y ver quién sale del edificio.

“Seguro que es Mónica. Puede que no quiera estar presente en un desayuno tenso y enrarecido. O puede que solo quisiera coger el primer tren hacia Augusta”

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Ainhoa ha fingido que dormía para no despedirse de su amiga. De ningún modo está molesta con ella, pero, ahora mismo, se siente rara y no tiene ganas de volver a hablar de lo ocurrido. Quiere confiar en Mónica, pero sabe que no es buena callando secretos. De hecho, ni ella misma sería capaz de guardarse algo tan morboso si lo hubiera presenciado en las carnes de alguna de sus amigas. Respecto a Leo: no tiene amigos a quien contarles las cosas que le ocurren y, aunque cometiera la imprudencia de hacerlo, nadie le creería. Será muchas cosas, pero no un bocazas.

No logra desperezarse. Ha pasado mala noche y ahora le cuesta salir de la cama. Se siente incapaz evaluar unos acontecimientos tan inéditos e inconcebibles por más vueltas que le dé:

“¿Qué importancia tiene? ¿Cómo pudo ocurrir algo así?”

Repasa, por enésima vez, esa cadena de despropósitos que se concentran en poco más de un día: la polución nocturna que sufrió su hermano mientras pronunciaba su nombre, el hallazgo de la cuenta falsa para husmear en su galería, la inoportuna lluvia que les aguó la fiesta, la incomprensible complicidad de Mónica con Leo, su despampanante vestido, aquel sinuoso baile, la indiscreta conversación picante que derivó en una apuesta inédita, el desconcertante tamaño de ese pollón… y por último, pero no menos importante: su torrencial eyaculación precoz.

Ainhoa no pronunció ni un solo reproche tras verse sometida a aquella vergonzosa lluvia biológica. Ni siquiera miró a nadie. Se limitó a salir escopeteada, con toda su urgencia, para encerrarse en el lavabo y limpiarse ese ignominioso derrame.

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Unos críos intentan jugar a básquet en la pista asfaltada que hay al final de la calle, pero hay tantos charcos que trenzar una jugada resulta prácticamente una quimera.

Después del chaparrón que cayó ayer por la noche, el aire parece más limpio, y todavía permanece el olor a tierra mojada.

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RAÚL: No ezperaba que me llmaraz. Nunca noz vemoz fuera del inzti.

LEO: Ya, tío, pero no sé. Hoy no quiero estar en casa.

RAÚL: Que raro. Zi tú y yo zomoz loz tíoz máz cazeroz de la ziudad.

LEO: Sí, pero es que me han usurpado el cuarto y no soporto estar con mi hermana.

RAÚL: Ah. Ez verdad. Ezo que me contazte de tu abuela… … ¿Y ezo durará mucho?

LEO: Es por el papeleo. Necesitamos que lo pague… … la administración. Burocracia.

RAÚL: Burrocrazia: el arte de convertir lo fázil en difízil mediante lo inútil.

LEO: Eso es bueno. ¿De dónde lo has sacado?

RAÚL: No zé. De internet, zupongo... ... ... Yo zí que quiziera eztar zerca de tu hermana.

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Leo queda pensativo por unos momentos. Calibra sus palabras antes de entrar en terreno pantanoso. Se ha sentado en el respaldo del banco para eludir la humedad de la parte inferior. Raúl no has sido tan precavido:

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-Me eztoy mojando el culo- con un tono bajo y algo resentido.

-¿Tú te has corrido alguna vez?- pregunta Leo con naturalidad.

-… … … ¿Por qué me preguntaz ezo ahora? ¿De qué vaz?- un tanto avergonzado.

-Aún no, ¿verdad?- sin ninguna mofa -Dime una cosa: ¿cuánto te mide el pito? Seguro que te lo has medido alguna vez-

-En zerio, tío. Eztoy empezando a zentirme incómodo- protesta.

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Leo asume que no le sacará ninguna información útil a Raúl. Intuye que tiene un tamaño vergonzoso y no quiere hacer sangre de ello. Le gustaría poder hablar de sus inquietudes con alguien más experimentado; alguien que no le hablara con tono paternal ni empezara a preocuparse por lo que hace o deja de hacer; alguien que no crea que puede tomar partido en su vida.

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LEO: ¿A tu hermano que tal le va con las chicas?

RAÚL: No ze come un rozco.

LEO: La hostia… … … Creo que tengo un problema.

RAÚL: ¿Con tu… … polla?

LEO: Me corro muy rápido. Por lo que oigo, es normal aguantar mucho más.

RAÚL: No hagaz cazo del porno. Ezoz tioz zon profezionales. Ademáz, editan loz videoz.

LEO: Soy como un colador tío. No tengo el más mínimo control sobre mis fluidos.

RAÚL: Puede que ezo ocurra zolo al prinzipio. Ya le iráz cogiendo el tranquillo.

LEO: … … … … El otro día estaba jugando, inocentemente, con el agua en la bañera. Estaba salpicando la botella de jabón, que flotaba encima de mí. Entro mi padre a echar un meo. Yo a mi bola. De repente me dice "Escucha, Leo: los chicos que se la pelan mucho pueden tener problemas de concentración" y yo me quedo "¿Ein?" Cuando salió del lavabo lo entendí: se pensaba que me la estaba pelando, por el ruido de las salpicaduras; ahí, con él tras de la cortina.

RAÚL: Joh. Qué corte.

LEO: … … … ¿Y a ti que te gustaría hacerle a mi hermana? Bocas, que eres un bocas.

RAÚL: !Eh! Ahora no te rayez conmigo. Yo no tengo la culpa de tuz problemaz sexualez.

LEO: No, en serio: ¿qué te gustaría hacerle, si pudieras?

RAÚL: … … … Me comería zuz enormez tetaz y le azotaria zu culo deznudo, muy fuerte.

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Ainhoa tampoco tenía muchas ganas de estar en casa hoy. Sin siquiera desayunar, se ha ido caminando a ver a su novio. Mientras sus botas la protegen de la humedad de sus pasos mojados, sus ideas fluyen agresivamente.

“De hoy no pasa. Me lo voy a follar. Lo necesito y lo voy a hacer cueste lo que cueste. Si no se pone duro se acabó. Ha pasado demasiado tiempo. Yo podría tener a cualquiera”

La chica no es demasiado sincera con ella misma. Ni siquiera tiene el aplomo de reconocer que lo que ocurrió ayer, por más humillante que fuera, la puso muy cachonda. Revisa su bolso para encontrar la llave que le confió Rafa. No le ha avisado para no quietarle horas de sueño en vano. Aún es temprano y seguro que se quedó hasta muy tarde, bebiendo con sus amigos y viciándose a los videojuegos. Además, quiere meterse en su cama cuando él todavía esté durmiendo, y, así, proporcionarle un sugestivo despertar. De este modo, ya estarán en situación y no podrá escabullirse.

Sus padres están de viaje y no hay nadie más, así que tendrán toda la intimidad para perpetrar los actos más depravados. Un buen polvo puede eclipsar los traumáticos sucesos de anoche, y ayudarle a pasar página de una vez por todas.

Cierra la puerta discretamente, tras de sí, y anda de puntillas con cara de traviesa. Su expresión se desfigura cuando oye fogosos gemidos de placer, y termina de desencajarse cuando reconoce a Rafa y a Oscar como únicos oradores.

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La noche invade, de nuevo, el cielo de Fuerte Castillo. Leo, harto de vagar por la ciudad, ha vuelto a casa, y se está pegando una buena ducha purificadora. Solo ha podido retener a Raúl un par de horas, por la mañana, pero ni siquiera lo ha podido sobornar con un McMenú para que le hiciera más compañía.

Ha dado un largo paseo por el parque Lázaro, ha ido al cine e incluso ha sido espectador de un concierto que tenía lugar al aire libre, en la plaza mayor. Ya sin batería en la tablet, ha decidido volver a casa y dejar de evitar a su hermana.

Una vez seco, y vestido con su ropa más cómoda, Leo se apalanca en el comedor para mirar la tele. Ainhoa permanece en su cuarto sin dar señales de vida. Todavía no se han dirigido la palabra desde ayer.

En el único momento en que Leo se ha asomado por la habitación de su hermana, para hacerse con ropa limpia, le ha parecido verla llorar, aunque ella ha disimulado y ha hecho uso de su propio pelo para cubrir su rostro.

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MARI: ¿Cómo es que hoy te ha dado por desaparecer todo el día?

LEO: He quedado con Raúl, y nos hemos animado a hacer muchas cosas.

MARI: ¿Tú sabes que le pasa a tu hermana? Está muy rara. No ha querido comer nada.

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Leo encoge sus hombros dando fe de su inopia. Empieza a temer que la dimensión de su afrenta pueda haber sido mayor aún de lo que él creía, y que la férrea entereza de Ainhoa pueda haberse quebrado por ello. Eso le nutre de culpabilidad, pero también le perturba calenturientamente.

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-lunes 21 mayo-

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La borrasca que amenazaba con enturbiar las fiestas de Fuerte Castillo ha cedido a los constantes reproches de los habitantes de la ciudad, y ha terminado por disolverse. Este año, el caprichoso calendario ha querido que San Basílico caiga en martes, así que el puente ha dado más recorrido a las verbenas. Alberto está en el salón, arreglando papeleo:

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ALBERTO: ¿No podríamos ser una ciudad normal y celebrar las fiestas en agosto?

LEO: ¿A ti qué más te da?

ALBERTO: No hay manera de cuadrar los horarios de mis trabajadores. Esto es un infierno. Nadie está contento. En agosto me libro de los traslados y el ayuntamiento no me da encargos. Pero en mayo… Todo el mundo se toma las fiestas de un modo diferente, y yo me tengo que adaptar.

LEO: No te quejes, papá. Mucha gente se queja de que hay poco trabajo y tú tienes tres. Vergüenza debería darte.

ALBERTO: ¿Vergüenza? Pero ¿tú te has visto? ¿Te vas a pasar el puente sin hacer nada? Te advierto que como vuelvas a traer malas notas te vas a enterar.

LEO: Tranqui, tronco. Si voy a acabar trabajando para ti, sea como sea.

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Alberto le mira asintiendo críticamente, como queriendo decir: "Ya te vale chaval". Al crío no le falta razón: las expectativas que su padre había depositado en su futuro académico han ido menguando con cada decepción; con cada suspenso; con cada charla de sus profesores…

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Ainhoa está llorando en su habitación. Tiene los ojos rojos. Moquea, y tiene una colección de pañuelos de papel en su cama. Está hecha un desastre, y su desaliñada cabellera no le ayuda a parecer muy cuerda. Lleva toda la mañana en la cama, y ni siquiera se ha dignado en subir del todo la persiana.

Sabía que su relación con Rafa tenía carencias, e incluso sospechaba de su homosexualidad, pero eso no hace que se sienta menos traicionada. Le consideraba su mejor amigo, y esperaba algo más de respeto por su parte.

Ainhoa tuvo mucha paciencia, y confió en su palabra cuando él intentaba justificar su impotencia. Es lo más parecido a un novio que ha tenido, y todavía se siente enamorada de él.

Leo abre la puerta, sin llamar, y reclama la atención de su hermana. Ella le responde con una mirada de odio irritado:

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LEO: A comer, Ainhoa.

AINHOA: No tengo hambre.

LEO: Dice mamá que vengas igualmente.

AINHOA: Dile que no me encuentro bien. !Y llama antes de entrar!

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Leo vuelve a cerrar la puerta sin contestar a ese imperativo. Está algo afectado por lo que acaba de ver. Se cree responsable de las lágrimas de su hermana e intenta excusarse para sí mismo.

“Fue un accidente. Yo no planeé salpicarla. ¿Debería disculparme? No soy un violador”

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A media tarde, una vez terminado el último episodio de la última temporada de su serie favorita, Leo se arma de valor y se dispone a afrontar su destino como un hombre. Tras levantarse del sofá, articula pasos temerosos que le llevan frente a la puerta blanca del cuarto de su hermana. Golpea de un modo decidido:

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-A delante- pronuncia ella de modo casi inaudible.

-Hola, Ainhoa. ¿Cómo te encuentras?- con una cara de pena reconciliadora.

-¿Qué quieres? ¿Es que te envía mamá?- desconfiando.

-No. Lo que ocurre es que… … sé que lo estás pasando mal y… … solo quería decirte…-

-¿A ti qué coño te importa lo que me pase? No es asunto tuyo- desviando su mirada.

-No puedo evitar sentirme responsable de tus lágrimas- mientras junta las manos.

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Ainhoa hace un violento gesto de perplejidad. No solo es una expresión facial, sus manos, su cabeza, sus hombros…

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AINHOA: Pero… … ¿tú qué… ¿Qué tienes que ver?

LEO: Bueno. Lo que ocurrió fue un accidente, pero yo podría haber…

AINHOA: !Pero ¿serás idiota?! ¿De verdad te crees que lo que me ocurre tiene que ver con eso?

LEO: ¿Qué? ¿Cómo? ¿Es que no…?

AINHOA: !¿Será posible?! Tío, no podrías ser más lamentable, aunque te entrenaras.

LEO: Entonces ¿por... ¿Por qué estás llorando?

AINHOA: !Lloro porque he cortado con mi novio, subnormal!

LEO: ¿Por mí?

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Ainhoa se pone las manos en la cabeza con los ojos muy abiertos. Una risa enloquecida pinta su cara. Leo sabe que no ha elegido bien las palabras. No pretendía insinuar que su hermana dejara a su novio por él, sino por lo que pasó el sábado.

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AINHOA: A ver si te enteras, enano flipado. Lo que ocurrió con Mónica fue un chiste para mí. Deberías de estar llorando tú por lo humillante que resulta que los demás sepamos lo precoz que eres. Te aseguro que nos estuvimos riendo de ti un buen rato, cuando te fuiste a dormir al sofá. Pensábamos que estarías tan avergonzado que no volverías a levantar la cabeza, pero eres tan penoso que puede que hasta estés orgulloso de lo que hiciste. Te informo de que he follado con hombres de verdad y te aseguro que a ti te falta mucho para llegarles a la suela de los zapatos.

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Leo soporta, estoicamente, ese chaparrón de improperios, pero a estas alturas ya está empapado de congoja. Derrotado, pronuncia una última pregunta, fruto de su propio desconcierto:

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LEO: Entonces, ¿no te importó que me corriera en tus tetas?

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Ainhoa le lanza una mirada asesina. No tiene intención de contestar a eso. Prefiere cambiar de tema con otros argumentos:

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AINHOA: Los tíos sois lo peor. Os creéis el centro del universo. Voy a salir esta noche. Voy a elegir a el más buenorro de mis cinco mil fans y me lo voy a follar. ¿Te imaginas cómo sería tu vida si tú pudieras hacer algo así?

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“Ainhoa es una zorra de cuidado. La odio con todas mis fuerzas, pero !Dios! !Qué buena está!”

Leo ha vuelto caer en la tentación. Ya se conoce, al dedillo, la galería de su hermana, pero colecciona todas esas fotos en una carpeta oculta por si ella decidiera bloquearle.

Las fantasías sexuales que tenía con otras chicas han quedado relegadas, y ahora solo piensa en Ainhoa: sus redondas nalgas, sus grandes tetas, sus oscuros pezones, su cintura de avispa…

Ese ofensivo discurso le ha herido muy hondo, pero ello, en lugar de menguar su deseo incestuoso, lo incrementa más, si cabe. Ahora mismo, el morbo que lo posee se alimenta también del odio y la rabia nacidos de aquella compleja relación fraternal.

Es casi medianoche. Hace un rato, el objeto de su deseo se ha enfundado en ese pecaminoso vestido gris y se ha ido, con sus amigas, para dar rienda suelta a su despecho.

Leo no concibe que los celos puedan tener un lugar en sus pensamientos. Está confuso, pero si una cosa tiene clara es que preferiría que ella no saliera hoy.

Todo sería más fácil si Ainhoa fuera gorda y fea, como Teresa. La hermana de Raúl es como una ampliación femenina de él. Eso no inquietaría ni al más enfervorecido adolescente.

Tras culminar su cuarta paja de la noche, el niño decide poner fin a aquella denigrante actividad; claro que ese propósito ya había sido establecido tras la segunda y tras la tercera. Puede que sea la única manera que tiene de combatir su ansiedad.

Sigue nervioso, y ni siquiera contempla la posibilidad de intentar conciliar el sueño. Husmeando entre las cosas de su hermana, se percata de que ha dejado el ordenador suspendido:

[...]

Ainhoa tiene vinculada la aplicación de mensajería en su móvil, así que lo que teclee en la calle le aparecerá a Leo en pantalla.

El chico se pasa un buen rato fisgando en el ordenador de su hermana, intentando encontrar material sensible, pero no da con nada especialmente interesante: ni videos, ni fotos inéditas, ni secretos inconfesables… Al final se rinde y se acuesta con su amante más fiel: su cama.

Se siente cansado, pero los minutos van pasando y no consigue pegar ojo; y eso que hoy ha podido bajar la persiana. Su hermana tiene la extraña costumbre de dormir siempre a la luz de la luna y de las estrellas; eso es algo que le repatea, pues necesita oscuridad absoluta para dormirse.

“En fin: "su cuarto - sus reglas"”

Podría culpar al bullicio de las ferias que llega, sutilmente, desde lejos, a través de la ventana cerrada, pero sospecha que ese factor no es, realmente, el causante de su insomnio.

“No quiero seguir toqueteándome, pero... ¿Qué opciones me quedan? Solo me hace falta evocar mis salpicaduras sobre las tetas de Ainhoa para empalmarme de golpe”

Agobiado, se levanta de la cama y procede a tomarse una ducha bien fría al tiempo que intenta tomar distancia.

“Si aún me quedaran capítulos de mi serie... También podría echar alguna que otra partida”

Desnudo, mojado y todavía sumido en un mar de dudas, vuelve a abrir el ordenador de Ainhoa. Tiene curiosidad para averiguar si ha escrito algún mensaje nuevo desde su móvil:

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>>>>>>Moni. Esttax aqi? Comtestaaa

>>Holaaah Noa, que te pasa? estás bien?

>>>>>>Nooo. La zorra fe Mandi me a quitado el ligue. Estod borrrraxa y me he medido algo de coca. Tiened que venid a buscarmeee. No veas que cabreo llevo enzima.

>>Estás loca? Yo estoy en Augusta ahora. Me toca pasar la semana con mi papito.

>>>>>>Dile que venga cn el coxe

>>Llama a tus padres. No al mío. ¿Quieres que los llame yo?

>>>>>>Nooo. Te matooo. Si me ven adi no volvede a ver la luz del sol. Deja. Ya me buscade la vida

>>En serio. Estás bien? dime donde paras?

>>>>>>Estoj en eel Malibu. El amigo de mi lligue intenta zobarme. A penas puedp caminad. Tengo medo miedo. Me esta dandu un yuyu.

>>Pero estás con Amanda aún?

>>>>>>So ssi. Pero no volvede a hablad con exa zorra nnca.

>>Ahora la llamo. Tú no te despegues de ella. Es la persona más confiable que tienes cerca. me oyes?

>>Ainhoa. Estás ahí?

>>Contesta.

>>Noaaaaah!!!!

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Leo tarda unos instantes en asimilar esa conversación. Se levanta con urgencia, pero no sabe qué hacer.

“El Malibú no está muy lejos. Podría escabullirme, sin despertar a papá y a mamá, y traerme a Ainhoa de vuelta”

Tampoco tiene nada mejor que hacer ya que su somnolencia es esquiva y ya no le quedan ganas de nada.

“Puede que si le echo una mano a Ainhoa las cosas en casa no estén tan tensas. Desde que compartimos cuarto la situación se ha vuelto insoportable; más aún con todo lo que ha ocurrido”

Con latidos de zozobra en su pecho, usa lo primero que encuentra para vestirse y, haciendo uso de su mayor sigilo, se desliza por la oscuridad del piso. A hurtadillas, escucha una sinfonía de ronquidos que aseguran el éxito de su huida.

Una vez fuera del edificio, emprende el rumbo hacia el Malibú con decidida premura. Se siente raro y clandestino andando por la calle a horas tan tardías. No deja de mirar a diestro y siniestro, intimidado, como si estuviera infringiendo un toque de queda que afectara solo a los chicos de su edad, o incluso menores.

Tarda pocos minutos en alejarse del núcleo de Fuerte Castillo y en vislumbrar las luces violetas de la disco en el monte más cercano. Sus pasos oscuros, sobre el asfalto, son cada vez más solitarios y silenciosos, hasta que empieza a escuchar los graves rítmicos de esa música lejana que focaliza su destino.

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SANTI: Escucha, tete. Estaremos un rato en la Venus, que están mis colegas, ¿vale?

ISABEL: Después os llevamoos a casa. Así se le va pasaando un poco el colocón a Ainhoa.

SANTI: Te diríamos de entrar, pero no creo que admitan a menores tan… … menores.

ISABEL: Yo me queedo más traanquila sabiendo que tú cuidas de tu heermana. Me daría mucho reparo dejaarla sola, dormida en el cooche, en este estado.

SANTI: Sobretodo, si ves que va a vomitar… en la bolsa. Que no me joda la tapicería.

ISABEL: Y no se te ocurra meeterle mano a tu proopia hermana ¿eh maarranote?

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La chica le da esa indicación mientras sonríe ya fuera del auto. Le guiña un ojo y cierra la puerta. El barullo exterior del parking de la sala Venus se ve súbitamente silenciado por aquel hermetismo propio de un auto de gama alta. Sin duda, ese vehículo debe de valer una fortuna. Se ve muy elegante por fuera, pero su acabado interior bien podría pertenecer a una limusina de un alto mandatario.

“¿Qué habrá pasado con Víctor? Isabel siempre dice que está harta de él, pero... Ese chico de instituto tiene poco que hacer contra un hombre tan sofisticado. De todos modos: no me gusta que me llame "tete" todo el rato”

No es de extrañar que una muchacha tan guapa como Isabel pase de los niñatos de su clase. Se ha dado cuenta de que puede aspirar a mucho más. Su belleza y su juventud son atributos que le dan muchos puntos para calificarse en buen lugar en la jerarquía social de la vida nocturna. Santi ya no es un crío; es todo un hombre que sabe cómo tratar a una dama. Al menos, eso es lo que aparenta a primera vista.

Cuando iban en su flamante carro, de una disco a la otra, han encontrado a Leo, cargando con su hermana ebria. Isabel andaba un poco ebria y esa estampa le ha parecido muy graciosa. No ha dudado en grabar un clip de video donde se ve al niño agotado de caminar con aquel lastre por el arcén.

Lleva esos vertiginosos zapatos de tacón en la mano mientras que la chica lo monta como a un borrico. Está serio y no toma parte en las risas que se escuchan de fondo. [Arre, arreeh] grita Ainhoa al tiempo que le espolea con sus talones descalzos.

Leo está pensativo en ese confortable asiento trasero. Mira cómo duerme su defenestrada hermana. Hasta en este estado lamentable no pierde su indiscutible hermosura.

“¿Cómo algo tan bello por fuera puede ser tan odioso por dentro?”

El niño ha dado con ella en el exterior del Malibú. Había tres chicos que no paraban de rondarla, a modo de aves carroñeras, mientras la muchacha a duras penas podía mantenerse en pie.

Puede que sea por su estado de embriaguez o por el miedo que tenía de no poderse defender contra aquellos personajes que la acosaban, pero Ainhoa, por primera vez, se ha alegrado de ver a su hermano y le ha dado un inesperado abrazo. Ese trio de llenas calenturientas han dado la presa por perdida y se han retirado en busca de una mujer más borracha e indefensa.

El camino de regreso a casa parecía factible de entrada, pero, con esa carga fraterna sobre sus hombros, Leo ha empezado a flaquear cuando todavía no habían cubierto la mitad del trayecto. Su cuerpo aún no es el de un hombre y, aunque ya iguala a su hermana en estatura, aquel reto le estaba sobrepasando.

Lo único que le mantenía operativo era el modo en que su hermana le mordisqueaba la oreja cuando, eventualmente, recuperaba la consciencia. Se recrea en aquellos instantes:

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LEO: ¿Qué haces, guarra?

AINHOA: ¿Queé paasaa? ¿Ees quee noo tee guustaa?

LEO: ¿Seguro que no puedes caminar? No soy tu mula.

AINHOA: Andaa y callaah.

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Ainhoa le mordía demasiado fuerte, y luego parecía querer lamerle las heridas de un modo obsceno. Ese aliento beodo destilaba lujuria insatisfecha con cada vocablo de lenta pronuncia. La muchacha le agarraba del pelo agresivamente, como si pretendiera domar a un animal salvaje.

A Leo le dolía la polla. Después de tantas pajas, aquel falo lujurioso se veía afectado, otra vez, por nuevas inquietudes fálicas. Le dolía y todavía le duele.

“Si mamá y papá supieran cómo se encuentran sus hijos: ella al borde de un coma etílico y yo, que debería estar calentito en mi cama, aquí: en el coche de un desconocido...”

La chica parece estar teniendo una pesadilla. Protesta en pleno sueño mientras gesticula con gestos de autoprotección.

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-Suéltmeh, ceerdoo… … q t has creeídoo- dice con confusa pronunciación.

-Ainhoa, Ainhoa, despierta- con vehemencia, a la vez que la zarandea.

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Se despierta, extrañada. No sabe dónde está y no concibe que lo que estaba reviviendo, hace solo un momento, no estuviera pasando de verdad. Mira a su hermano sin entender lo que hace él también ahí. Mira las luces coloradas del exterior y, acto seguido, sus parpados se desploman y su mente se nubla.

Leo percibe su respiración más pausada y profunda. Le ha costado lo suyo despertarla. Por un momento, incluso ha pensado que ella le tomaba el pelo, pues ha estado a punto de desnucarla con tan bruscas sacudidas.

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“Cuando Ainhoa va borracha tiene un sueño tan, tan profundo que podría... ... podría hacerle de todo. No se enterará si le toco las tetas. Es una recompensa razonable por todo lo que estoy haciendo”

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Venciendo su débil moralidad de chiquillo, y no sin dificultades, termina por meter su mano por el lateral abierto de ese perturbador vestido gris. Lo hace con lentitud y prudencia. Cuando alcanza aquel suave sujetador de seda, se sorprende de lo prieto que está; de lo prietas que están esas grandes tetas.

“Con razón su escote es tan llamativo”

Después de adaptar su postura, se dedica a acariciar la parte más visible de su femenina anatomía pectoral. Lo que, en un principio, solo alcanzaban a ser unas sutiles cosquillas se va convirtiendo en un magreo más censurable. Consigue meterle cuatro dedos entre sus pechos, por arriba; hasta logra aventurase debajo de los límites de esa suave tela, pero no es suficiente. Necesita más:

“Aquí... ... Aquí está. Creo que lo noto. Noto la piel más rugosa”

Recuerda ese provocativo baile que se marcaron, con Mónica, el sábado por la noche. Cómo esos intrépidos pezones traviesos luchaban por asomarse fugazmente. Se puso enfermo de deseo, pero no consiguió distinguir a ninguno de ellos; solo una parte de su colorido entorno. En aquel momento hubiera dado lo que fuera por bajarle la tela y comerse esos pálidos pechos venosos.

Están aparcados en la zona exterior del parking. Ese tipo ama tanto a su coche que no ha querido dejarlo cerca de nadie. Dios sabe que no todo el mundo sale sereno de aquel antro. No es plan de correr riesgos cuando se trata de proteger la integridad de esa impoluta carrocería. Isabel y Santi no hace mucho que han entrado en la sala. Seguro que tardan en volver.

“Haga lo que haga, tengo que hacerlo como más pronto mejor, pues el riesgo se irá incrementando a medida que pasen los minutos. No volveré a tener acceso a las tetas de Ainhoa, puede que jamás en mi vida. Es ahora o nunca”

Aquel indecente vestido ajustado se compone de una tela tan fina y elástica que no ofrece oposición alguna para las perversas intenciones de Leo. Tras deslizar los tirantes de su sujetador, hombros abajo, los sublimes pechos de la muchacha ganan, por fin, la batalla contra esa tiranía textil, y se asoman, curiosos, fuera de los límites del decoro.

El pánico se apodera de Leo cuando su hermana vuelve en sí, pero, tras unos confusos movimientos que buscan mayor confort, Ainhoa termina por desplomarse sobre el regazo de su inmóvil acompañante, quedando boca arriba. La mandíbula de la chica vuelve a flojear instantáneamente y, después de emitir un tenue suspiro, su respiración se torna tan honda como antes.

Esa nueva postura resulta ser mucho más ventajosa para los ansiosos sentidos del niño: su hermana ha salido de la penumbra y se nutre, ahora, de la luz de una farola próxima que se cuela por la ventanilla; el perfume de Ainhoa llega con más osadía a su olfato; su proximidad física es más palpable, y tan espectaculares tetas son, en estos momentos, más accesibles que nunca.

Leo vislumbra, por vez primera y con absoluta claridad, los pezones liberados de Ainhoa. Se le hace la boca agua, pero no quiere forzar la postura y correr el riesgo de desvelar a la bella durmiente. Se convertiría en la más hostil de las brujas si despertara en esas circunstancias. Prefiere usar sus manos para rentabilizar tan provechosa pose. Hace hincapié en las jubilosas rugosidades que coronan aquellas preciadas redondeces, pero no descuida ni una pulgada de su piel. Su repertorio de tocamientos y juegos mamarios parece no tener fin. Agota su creatividad táctil e incluso se lame los dedos para favorecer su percepción.

Su polla se encuentra en un aprieto posicional que le incomoda; sobrepasando su máximo tamaño y atrapada, de mala manera, bajo sus pantalones. Aquel inaccesible dolor le hace recapacitar. Lleva ya un buen rato gozando de esas gloriosas ubres, pero si Isabel o su ligue, Santi, se dignaran en volver, se propiciaría la situación más embarazosa y comprometida de su corta existencia, y puede que la última.

Cuando todavía no ha sido capaz de apartar sus sucias garras deshonestas de las tetas de su hermana, nota cómo la muchacha vuelve a sollozar, y gira sobre sí misma, cogiéndole la mano. Inesperadamente, empieza a chuparle el pulgar. Leo permanece estático de nuevo, pues pretende afianzar el sueño de Ainhoa antes de retomar su actividad.

Cuando siente que su discreción está a salvo, otra vez, no puede evitar buscar la lengua de la chica con su intrépido anexo digital. Lo nota mojado. Quisiera meterle todo su vigor por ahí, pero esa atrocidad rebasaría los pocos escrúpulos que le quedan.

Esta nueva postura le imposibilita restablecer la indumentaria de Ainhoa, por lo que el niño empieza a sentirse amenazado por las repercusiones que pueden acarrearle sus licenciosos actos.

El tiempo se agota. Leo revisa el perímetro y ve a una pareja que se acerca. Los focos de un auto marcan su silueta a contraluz. No distingue sus rostros, pero la dirección que toman le señala amenazantemente. Los latidos del chico se llenan de adrenalina y opta por reincorporar a su hermana de un modo poco delicado.

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-¿Quehé?… … ¿Qué paasaa?- dice ella todavía soñolienta.

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Leo queda mudo. Siente que todo está perdido hasta que, inesperadamente, esa pareja termina por pasar de largo.

Ainhoa no reacciona y apoya su cabeza con la de él. La chica va tan ciega que puede que no le reconozca si no habla.

Esta vez su conciencia es más sostenible, pero su raciocinio muestra aún muchas carencias. Baja la mirada para descubrir su propia desnudez superior. Sin mostrar demasiada extrañez, sube una de sus manos para tocarse los pechos. Emite un enigmático suspiro y, acto seguido, se humedece los labios con la lengua.

Leo asume que, por muy quieto que esté, esta vez no conseguirá que su hermana regrese al mundo de los sueños. Siente que su integridad física pende de un hilo, pero, embrujado por esa cautivadora proximidad, empieza a tomar partido.

Sube su mano y sostiene una de las tetas de Ainhoa. Articula sus dedos para evaluar, nuevamente, su turgente consistencia. En este nuevo contexto colgante, aquel venerado apéndice mamario le resulta todavía más atractivo y sugerente.

Leo no alcanza a comprender lo que está pasando:

“Puede que no sepa que soy yo. Tengo la luz de la farola brillando a mi espalda, así que... Nunca sería tan permisiva conmigo; jamás de los jamases; por muy borracha que vaya”

Su nabo, retorcido por esos intransigentes calzoncillos, vuelve a estar al rojo vivo. Condicionado por una postura que no quiere abandonar, se ve obligado a desabrochar su pantalón pirata para restablecer la dirección de su inquieto miembro. Su hermana, sin mucha lucidez, interpreta dicho gesto como una invitación y se dispone a tomar parte en el asunto.

El chico no lo puede creer. Aun así, aparta sus manos de ese entresijo para ceder la iniciativa a los dedos de Ainhoa.

“No puede ser. ¿Qué está pasando? ¿Acaso no se da cuenta de que soy yo? ¿Acaso quiere sorprenderme, con la guardia baja, para arrancarme los huevos de cuajo? NoOo !NoOo! !Por Dios!”

Sometido por el devenir de los acontecimientos, el niño adapta su postura y se reclina mientras contempla cómo Ainhoa le agarra el trabuco. No puede dejar de mirar esas preciosas tetas que, parcialmente iluminadas, se contonean al ritmo de las maniobras manuales de su embriagada hermana.

Intenta bajarse los pantalones sin entorpecer los confusos tocamientos que está recibiendo. Tras sentir su zona fálica bien despejada, recupera la quietud.

A lo lejos, no paran de oírse voces sobre un estruendo rítmico sofocado por el aislamiento acústico del local. Jóvenes dirigiéndose para aquí y para allá.

“!No! Por favor. Que no sean ellos. Que no sean esos que se acercan. No, aquellos no son. Allá vienen más. No, por favor. Unos minutos más”

Su vigilancia se desvanece en cuando nota cómo su hermana empieza a comerle la polla. No se trata de una acción delicada. Ainhoa engulle ese pedazo de carne lujurioso como si de una famélica subsahariana se tratara.

Leo aprieta los puños. Nota cómo sus fluidos se confabulan para abandonar su cuerpo. No será una huida discreta. Durante demasiados minutos, un sinfín de estímulos han espoleado sus glándulas seminales. Ahora atesoran una caudalosa corrida que no tarda en ser propulsada dentro de la boca de su hermana por incontrolables espasmos fálicos.

Estallan fuegos artificiales en el sistema nervioso de Leo mientras Ainhoa traga con todo. Su desahogo es tan catártico que pierde por completo la noción de la realidad.

En circunstancias normales, cabría pensar que la chica quiere proteger la tapicería de aquel lujoso coche, pero, ahora mismo, está tan colocada que no es consciente ni de dónde se encuentra.

En cuanto se desvanece el vigor de esa potente manguera, la muchacha se reclina hacia atrás con movimientos poco fluidos. Empieza a subirse la parte inferior del vestido para reclamar su ración de sexo oral, pero, una vez acomodada, pierde su ímpetu.

Un sonido mecánico golpea con fuerza el corazón de Leo. El cierre de las puertas se activa y se desactiva iluminando los intermitentes del auto. El niño solo puede ver aquella luz naranja que parpadea en los retrovisores laterales, pero enseguida identifica esa inoportuna señal. Su cabeza vira bruscamente para enchanchar su campo visual. Un balón de oxígeno le da un ápice de esperanza para evitar su inminente infarto, pues Santi solo intenta demostrarle a Isabel que radio de acción tiene su dispositivo a distancia. Tras unos momentos llenos de presión:

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-¿Qeh hacías con tanth mOovimiento, Leo?- pregunta Isabel más borracha que antes.

-Es que mi hermana volvía a tener arcadas y creía que echaba la pota. Me había dormido y no encontraba la bolsa- contesta él tremendamente sofocado.

-¿Al final no ha escupido nada?- pregunta Santi de un modo petulante.

-No, no. Todo está bien- responde mientras se acomoda.

-¿Nno s.she ha dspertadoh?- insiste la chica.

-No. Bueno sí. Solo un momento, pero ha vuelto a dormirse- con cierta indecisión.

-Vamos, tete. Os llevo a casa, pero si no se despierta tendrás que cargar tú con ella, ¿eh? Que Isabel tampoco va muy fina-

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[HERMANA HOSTIL] 2/6

-por GataMojita-