Heridas sangrantes VIII - Final

Seré tu fuego...

Su corazón no late. El mío lo hace frenéticamente. Mientras los sanitarios trabajan sobre él en una loca carrera contrarreloj contra la muerte le cojo la mano y la deposito sobre mi propio pecho. Cierro los ojos y en mi cabeza suenan las canciones de las muchas no-citas que hemos tenido. Las veces que hemos ido a cenar, los días que ha ido a buscarme al estudio manteniéndose metido en el coche como quien espera a que llegue el autobús. Los paseos que decíamos no eran románticos por Central Park durante el otoño, nuestra estación favorita porque le quedan como a nadie las chaquetas de cuero, las bufandas mal puestas o esos vaqueros medio desgastados pegados a él como una segunda piel. Nunca nos cogíamos la mano pero eran tantas las veces que los dorsos se rozaban que prácticamente era como si caminaramos unidos.

Los momentos en que me veía con los ojos fijos en la pantalla de la televisión cuando daban la noticia de algún incidente de la policía. Cómo casi pocos momentos después mi teléfono sonaba con una llamada o algún mensaje suyos.

Las pocas fotos que guardo como un tesoro porque fueron tomadas en los escasos momentos en que nos permitía mostrarle al mundo que éramos algo más que una pareja no formalizada. Que un par de novios ocultos a los ojos de todos, incluidos los nuestros.

Es esa persona con la que todos soñamos. Y lo supe esa misma primera noche que compartimos cama. La misma noche en que se fue en mitad de la madrugada.

Le cojo la mano y la pongo en mi pecho para que sienta mis latidos. Deseando que acompase los suyos con los míos. Me inclino sobre él, acerco mis labios a su oído para hablarle en susurros como a veces hacía cuando alguna pesadilla le despertaba en mitad de la madrugada y tenía que abrazarle fuertemente contra mi hasta que conseguía sosegarse y volver a dormir.

He amado cada instante de nuestra extraña relación. Suspirando cada vez que me llamaba y me preguntaba si tenía tiempo para quedar con él aunque fuera para tomar un café o un simple tentempié en medio de la calle. Toqué el cielo cuando en aquella fría mañana de invierno me quitó los guantes, se llevó mis dedos a los labios y sopló sobre ellos intentando hacerles entrar en calor.

Hubo una noche en nuestra primera Navidad que me sorprendió apareciendo vestido con un gorro de Papá Noel y levantando una absurda hoja de muérdago sobre mi cabeza en el umbral de la puerta de mi apartamento. Se tuvo que poner de puntillas para besarme. Los dos acabamos riéndonos a carcajadas después de haberle comido la boca durante por los menos 5 minutos para pasmo y escándalo de la amable ancianita que vivía frente a mi rellano.

El año siguiente me las arreglé para decorar su casa con un diminuto abeto de esos de las tiendas de saldo. Apagar las luces de su casa y con las pequeñas lucecitas que iluminaban las ramas de semejante monumento al buen gusto, le susurré con mi mejor y más provocadora voz que viniera a sentarse en mi regazo a reclamar su más especial y único regalo. Para mi fue la primera vez que dejamos el mero sofoco de un calentón y enlazamos nuestras almas. Creo que fue la primera vez que tuve el valor de reconocer que le amaba por encima de todas las cosas.

La vez que me llamó durante mi estadía en Los Ángeles y me preguntó cuándo regresaría. Y cómo al preguntarle si me echaba de menos riendo me contestó que esta era una de esas cosa a las que no le encontraba gracia. Asumí que sí... que añoraba mi presencia.

Funcionabamos como un reloj en el que las horas no pueden pasar sin los minutos y los minutos no tienen sentido sin los segundos.

Cuando discutíamos y, no había semana que no lo hiciéramos, no pasábamos más de un día sin que el responsable del desencuentro no buscara la forma de solucionarlo.

He amado profundamente cada rincón, cada momento, cada luz, cada sombra, cada beso, cada caricia, cada latido, cada suspiro de lo que nos unía. Y... no estoy dispuesto a renunciar a nada de eso. No estoy dispuesto a renunciar a él.

  • Estoy esperándote... - le susurro. - Abre los ojos... estoy aquí.

Pero no lo hace. No sé en qué momento las lágrimas me han inundado. No sé en qué instante he ocultado la totalidad de mi rostro entre su hombro y su cuello. No sé en qué segundo los demás se han retirado unos pasos. No se oye nada más salvo el viento que se cuela indiscreto por las ventanas abiertas de aquel tétrico lugar.

No puede acabar todo aquí. Rodeados de desolación. Bebé, esto no puede terminar aquí. No tienes derecho a irte dejándome aquí.

Te lo dije y me lo dijiste. Te quiero. Me quieres. Y esto no puede finalizar ahora. Esto tiene que empezar aquí. Creo, y estoy convencido que estás de acuerdo, que nos lo hemos ganado.

Por todas esas noches en que cenábamos comida china y te dejabas atrapar por mis brazos dando buena cuenta de esos fideos de arroz que tanto te gustan. Por todas la veces en que te vi quedarte dormido sobre los libros mientras estudiabas para convertirte en alguien mejor dentro de tu profesión. Cuando te tapaba con una manta para que no cojieras frío o cuando me las apañé, aún no sé cómo, para llevarte en brazos a la cama y al día siguiente me preguntaste porqué no me había aprovechado de ti. Y te respondí haciéndote mío en ese mismo momento. Como amé sentirte temblar bajo mi cuerpo. Ofrecerte sin el menor pudor, con la confianza de alguien que sabe que está con quien daría su vida por él.

Por todos esos días interminables en que actuaste de infiltrado y la desazón más absoluta se instaló dentro de mi. Por esos días en que vencí mi pudor e hice caso omiso a tu más que probable enojo para acudir a la única persona en que creí que podía confiarle que tu y yo éramos dos. Y no una mera anécdota.

Porque jamás me reclamaste por ejercer la extraña profesión que tengo. Porque nunca me mostraste más que respeto. Porque te atreviste a ir más allá de la imagen que transmito y adoraste toda cosa que descubriste de mi. Y porque nunca me cansé de tu mirada fascinada y sorprendida cada vez que, según tus palabras, averiguabas más cosas del tipo con el que compartías sudores y gemidos.

Porque te arrastré fuera de la ducha para bailar y mojar toda la tarima de mi suelo al ritmo de la empalagosa

Girl I’m gonna miss you

mientras te susurraba como ahora mismo que

me hechizabas, me dejabas sin aliento y no había nada que pudiera hacer para que te quedaras

.

Te quiero, Dexter. Por mucho que te enfades ahora sé que sientes lo mismo. Aunque siempre lo he sabido. Te prometo que no me cansaré de decírtelo. Que no me cansaré de abrazarte por las noches, que no me hartaré de comer en medio de una acera cualquier cosa, que nada me alegrará más el día qué que me vayas a buscar, que seguiré yendo contigo a pasear en otoño a nuestro rincón favorito y esta vez no le tendré miedo a enlazar mis dedos con los tuyos.

Que no me hartaré de verte comer entre mis brazos. Que seguiré llevándote a la cama a dormir sosteniendo tu peso sin que sigas sin saber cómo demonios lo hago. Que te seguiré sacando a bailar bajo el ritmo de estùpidas canciones de amor. Que no impediré que refunfuñes mientras lo hacemos para sentir como cada vez vas cediendo y ciñendo tus manos a mi cuello y pegando tu cadera a la mía. Para acabar naufragando en la saliva de nuestras bocas.

Seguiré leyendo entre líneas que me amas. Y buscaré más a menudo los murmullos de tu voz susurrando que tú también bebes los vientos por mi.

Solo te pido una cosa. Mi amor... no me abandones.

Por favor, no te vayas.


Pocas cosas tengo más claras que el momento en que me di cuenta que estaba enamorado de ti. Un año después de que empezáramos a convertir en habituales nuestros encuentros. Cuando a la salida de tu set de rodaje te vi parado hablando con un grupo de tus compañeros. El otoño asomaba por la ciudad e ibas vestido con un abrigo de paño en color camel, unos pantalones blancos vaqueros marcando de manera obscena tu trasero. Te reías y parecías tan feliz. Ajeno a mi mirada escrutadora y celosa. No sé cómo demonios me habías convencido para que os acompañara a una de vuestras sesiones post--orgásmicas. Siempre me había resistido a mezclar nuestros mundos pero aquella vez parecía ser importante para ti así que claudiqué. Acabamos en una de las discotecas más sofisticadas y de moda de la ciudad, en

Pink Elephant , en la 2 Oeste con la calle 45.

Esa noche ya de madrugada me encontraba apoyado en una de las barras pidiéndole un gin tonic al camarero, con el vaso en la mano me volví para fijar la vista en la pista de baile. Había pasado buena parte del tiempo junto a ti y en los escasos diez minutos que habíamos estado lejos pidiendo una consumición me di cuenta de que ya te echaba de menos. Andabas en pleno centro rodeado de mujeres y hombres de un guapo subido pero tus ojos solo me buscaban a mi.

Te movías con una descarada voluptosidad que me la ponía dura por momentos y me hacía estremecer de los pies a la cabeza. Y sin embargo qué bien ocultaba que me estabas volviendo loco. Uno de tus amigos se acercó a mi, un tipo rubito de ojos esmeraldas que me sonrió mostrando los dientes más blancos y perfectos que hubiera podido imaginar. Posó descaradamente su mano en mi entrepierna, le miré con el ceño fruncido y se la retiré de ahí de forma inmediata. Le cogí de la solapa de su chaqueta y le atraje hacia mi para hablar pegado a su oído.

  • En otro momento te la hubieras estado comiendo en apenas 5 minutos...

  • ¿Y qué ha cambiado? - me preguntó igual de cerca de mi que yo de él.

  • Él... - siguió la senda de mis ojos hasta encontrarse contigo. Sonrió de medio lado, asintió sonriendo aún más ampliamente y tan solo murmuró tres palabras mientras se alejaba.

  • ¡Vaya con Luc!

Si, vaya contigo, Luc.

De lo que sí no estoy seguro es de las veces que me he corrido viendo tus películas. Te sorprendería las veces que me he sorprendido a mi mismo abusando de la conexión móvil de mi smartphone para verte on-line cuando sabía que lo más probable es que acabase la noche entre tus brazos.

No te imaginas la de duchas frías a las que me he tenido que someter cuando estabas en pleno rodaje y te veías sometido a las imposiciones de castidad de tu productora.

Esa noche estabas tan jodidamente atractivo que me atraías como la polilla a la luz. Como las moscas a la miel. Mis pasos me dirigieron a ti mientras apuraba un trago de mi combinado. Cuando llegué a tu altura empezaba a dejarse oír a la señorita KyleMinogue y su Timebomb . Tu mano izquierda se aferró a la cintura de mi pantalón atrayendome hacia ti. Olías a sudor y, si he de ser sincero, el sudor jamás me ha olido tan bien, olías a ti mismo. Tu olor siempre me ha enervado los sentidos.

Seguí tus movimientos con mi propio cuerpo. Volví a beber. Me preguntaste si te había traído algo, que tenías sed... te contesté que te tendrías que conformar conmigo. Me devoraste la boca, un grito de euforia nos rodeó. Tus compañeros aplaudieron nuestra pública osadía, o más bien la tuya, a mi no estaba seguro de que me creyeran capaz de seguirte el ritmo. Pero lo hice... con cierto grado de discreción y descaro a partes iguales deslicé mi mano hacia tu trasero metiéndola entre la tela de los pantalones y la de tu ropa interior. Estabas ardiendo.

Gemiste.

  • Van a tener que llamar a la policía. - te oí murmurar.

  • La poli ya está aquí - sonreíste ante aquellas palabras. - Armado y dispuesto a detenerte.

Las pantallas empezaron a emitir el vídeo de esas tres bellezas que cantan Mama Lover ... Ellos nos rodearon, proporcionándonos algo de intimidad pero no me era suficiente.

  • Quiero follarte ya mismo...

  • Tu copito de nieve está a punto de derretirse, Luc. - exclamó alguien entre las personas que se congregaban a nuestro alrededor. Quien fuera fue fulminado por una mirada furibunda de tus ojos.

  • Sí yo soy su copito de nieve, él es mi particular trocito de chocolate... - respondo con ironía. Ahora eres tu quien me mira enfadado. No entiendo qué sucede cuando abandonas toda esa pose caliente que mantenías hasta ahora, te apartas de mi y te alejas.

  • Síguele... - el rubito se ha vuelto a acercar a mi. - Hazlo ahora o el cabreo le va a durar semanas y va a ser insufrible trabajar con él. - me mira y asiente hacia él. - Siguele...

  • Pero... no entiendo... - ¿porqué...

  • Ni tu eres un objeto ni lo es él... odia esos apelativos, le convierten en una cosa... y lo odia. - le dejé en la mano mi bebida y salí tras ti. Esquivando personas y viendo como tu figura grande envuelta en blanco y negro se alejaba. Te llamé. Jason Derulo cantaba Breathing ... canta que te extraño cuando respiro, que te necesito cuando mi corazón late, que lo que siento por ti no lo he sentido nunca, que volverás a mi. Que eres mi droga, el paraíso que busco eres tu... si alguien me hubiera dicho hace tan solo doce meses que un cantante de R&B iba a escribir una canción sobre lo que siento por ti hubiera estado riéndome una semana y media.

Pero no... te necesito cuando mi corazón late...

Y mi corazón late acompasado con el tuyo.


Abre los ojos, amor mío. Mis susurros al lado de su oído. Tu corazón late acompasado con el mío. Escúchalo. Te estoy esperando.

Después de cuatro minutos interminables los sanitarios consiguieron sacarle de la parada cardiopulmonar, estabilizarlo, llevándoselo de aquel infausto lugar rumbo al centro hospitalario. Cuando quise subir con él a la ambulancia y el médico trató de impedírmelo le empotré contra la puerta del vehículo

Dereck y Tamara me retuvieron al tiempo que le gritaban al tipo que era su pareja. El médico me miró confuso como sorprendido de que dos personas como nosotros, tan aparentemente heterosexuales pudieran ser todo lo contrario. Le miré furioso espetándole que se fuera a la mierda pero que arrancase en ese mismo momento sino quería que le extrayese hasta el último hueso sano que tuviera sin anestesia de por medio.

Ahora no me quedaba otra que esperar de nuevo en una sala de hospital. Comenzaba a odiar estos lugares con todo mi ser. A mi lado sus amigos, esos que presumía de no tener velaban armas conmigo. Dereck, Tamara, Carrie y alguien del que apenas le he oído hablar, de la oficina forense, un tal Nix.

Levanto los ojos del suelo cuando oímos pasos acercándose. Un hombre de unos cincuenta años cruza la puerta acristalada acercándose a Tammy. Se detiene ante ella.

  • ¿Tamara, qué ha sucedido?

  • Que se ha vuelto a jugar el trasero, jefe. - su más directo superior. - Pensó que controlaba la situación pero...

  • Lo que más me gustaría saber es en qué momento se decidió NO informarme de lo directamente relacionado que estaba con él caso y porqué USTED detective Coke le siguió el juego. - Tammy se levanta firme delante de él. La miro notando esa admiración que Dexter siempre me dijo que sentía por ella y que no le gustaba divulgar.

  • Porque es mi compañero y porque de encontrarme en su situación sé que me hubiera cubierto las espaldas. Porque habría arriesgado su vida por mi y habría confiado en mi juicio. Porque, a diferencia de ustedes, sé ver a un buen policía cuando le tengo delante. Desconozco las historia que tienen con Dexter, yo no he vivido más que buenas cosas... le he visto jugársela una y otra vez por gente a las que ustedes no dedicarían ni el más diminuto segundo de sus vidas. ¿De verdad ha venido aquí, jefe, en este momento a criticar y pedir explicaciones a quienes estamos sentados esperando que una de las personas a la que más queremos y respetamos fallezca en la mesa de un quirófano? - el tipo la fulminó con la mirada pero no osó decir nada. Tan solo nos miró enarcando una ceja al detenerse en mi rostro crispado. - Por cierto, le presento a Lucas Evans el “novio” de Dex... - Sin palabras es poco para describir cómo se quedó.

Y sin embargo nada de todo aquello me importaba porque había visto acercarse la figura del cirujano que le operaba. Se detuvo a pocos pasos de nosotros, carraspeó. Preguntó por su familia y todos los ojos se fijaron en mi.

  • ¿Es usted Lucas? - asiento temeroso. - Ha pedido hablar con usted.

  • ¿Está despierto?

  • Por ahora. Venga conmigo. - ¿Por ahora?

Está conectado a una máquina. El sonido del soporte vital es lo único que se oye en la habitación en la que se encuentra. Me acerco temeroso. El cirujano no entra conmigo y la enfermera que se encontraba en el interior sale dejándonos solos.

  • ¿Dex? - le llamo. Abre los ojos. Se me encoje el corazón al ver tanto dolor.

  • Estás aquí. - se ha quitado la mascarilla para poder hablar. Su voz suena tan condenadamente débil.

  • Claro que estoy aquí, ¿dónde iba a encontrarme sino es contigo? Te lo prometí, ¿recuerdas? - me acerco y quitándole la mascarilla se la vuelvo a poner. Niega con la cabeza. - Dex, no hagas tonterías.

  • Por favor... - murmura. Me muerdo el labio inferior intentando contener las lágrimas que pugnan por escapárseme. - ¿lo oíste? - asiento pegando mi frente a la suya.

  • Dex no me hagas esto...

  • Te quiero... - murmura. Siento pasar su aliento por mi mejilla.

  • Y yo a ti... - un sollozo se me escapa.

  • No llores, mi amor... todo va a ir bien.

  • No sin ti. Dex, por favor, no me hagas esto. No te rindas.

  • Lo siento... - apenas hay aliento en sus palabras. - por haber retrasado tanto lo que los dos sabíamos desde el principio. Lo siento por todas las veces que no te dije que siempre has sido lo que más he amado jamás. Lo siento...

  • Dex... - ya no lo evito, lloro como un niño pequeño abrazado a su cuerpo. - por favor, por favor... no podré hacerlo sin ti... aguanta por mi. Te quiero,  te quiero... - murmuro con la garganta dolorida. Separo mi rostro del suyo para mirarle. Tiene los ojos cerrados. - Mírame, mírame y dime que te rindes. Dime que no quieres volver a quitarme el frío de los dedos con tus besos, dime que no quieres volver a caminar por Central Park y pelearte cuando el viento te levanta la bufanda o te arranca esa ridícula gorra que tanto te gusta y yo tanto detesto. Dime que no quieres volver a tomarte un café con canela en Lafayette para luego irnos a casa y hacer el amor hasta que nos duelan los pulmones por falta de aliento. Dime que no quieres quedarte pasmado frente al próximo cartel que me muestre en ropa interior en pleno puente de Brooklyn. Dime que no quieres comer de nuevo fideos chinos mientras te abrazo y que no quieres probar otra vez el chocolate que te preparo cuando regresas de alguna vigilancia especialmente pesada. Dime que no quieres echarme de menos y deshacerte de celos cuando tenga que ir otra vez a Los Ángeles a ver a Cesc y Alex, dime que no te desdecirás de tus palabras cuando regrese y te comerá la envidía cuando te hable de ellos y del amor que les une. Dime que no soñarás como lo hago yo con tener entre nosotros lo que ellos tienen... Dime que te rindes y que no vas a luchar por todo eso... dime que no vas a luchar por mi, por nuestro amor. Dime que te rindes.

  • Quiero hacerlo... pero me duele. - apenas un murmullo.

  • Borraré el dolor. - le sonrió débilmente. - te lo prometo, lo borraré. Para eso he nacido, ¿sabes? Para aliviar tu dolor, para cuidar de ti y no permitir que nadie vuelva a hacerte daño. Ya no hace falta que sigas oculto tras esa máscara... te he visto sin ella y solo conseguiste que me enamorase más aún de lo que vi. - un esquivo sollozo de angustia escapa de sus pulmones. - te lo repetiré tantas veces como sea necesario. Te quiero, te quiero, te quiero... - guardo silencio unos segundos. - ¿Te acuerdas de la cabaña? - le noto asentir. - nos iremos lejos hasta que vuelvas a sentirte bien... habrá sol, habrá cielos azules, habrá noches estrelladas y todo el tiempo que necesitemos para estar juntos, solos tu y yo... Te prometo todo eso, tú tan solo tienes que hacer una cosa...

  • Sobrevivir...

  • No rendirte, no dejarme solo. - vuelvo a mirarme y me sumerjo en sus ojos febriles. - A cambio te ofrezco todo eso y un amor irrompible, firme y que durará lo que nos reste de vida juntos.

  • Te quiero. - susurra de nuevo juntando sus labios con los míos al leventar su rostro para encontrarnos a medio camino.

  • Pues lucha.

Cierra los ojos exhausto.

  • Estoy tan cansado, Luc. - le abrazo. - tan cansado de luchar contra mi pasado, contra el olvido. No puedo vivir con todo lo que ahora sé... no puedo.

  • ¡Si puedes! Dexter, por favor... te lo ruego, por favor... por favor. - le beso el rostro. - No puedo construirte un nuevo pasado sino estás.

  • ¿Un nuevo pasado? - hasta a mi me suena estúpido el concepto y, realmente, no sé que me está moviendo a hablar. Quizá el amor idiota que me inunda y se ahoga sin él.

  • Claro, un nuevo pasado que veremos cuando seamos viejecitos, miremos hacia atrás y contemplemos lo que construimos juntos. Te prometo sol, cielo, estrellas, una familia, te prometo una casa, te prometo todo lo que siempre hayas podido soñar y que siempre creíste que no tendrías.

  • Siempre te soñé a ti...

  • Pues me prometo contigo.

  • ¿Para siempre?

  • Para siempre. - y el soporte vital se convierte en una línea y un pitido continúo.Un último suspiro, un último aliento.

Y el llanto es lo único que me queda.


El barco de vela se mece suavemente sobre el agua del océano Pacífico calentada su cubierta por el sol inclemente.

Una antigua melodía setentera se deja oír en la inmensidad del silencio The Flame, del grupo de rock Cheap Trick... mis piernas sienten el calor del astro rey y como de ahí se va extendiendo al resto de mi cuerpo que se encuentra protegido por la sombra de un saliente de la embarcación. Llevo unas gafas de sol, a mi lado una nevera con agua fresca que es lo único que me estoy permitiendo beber últimamente.

El dolor se fue. Empezó a desaparecer en cuanto me hice a la idea de que todo aquello era verdad. Que había sucedido y que tenía que aprender a vivir con ello.

Una sonrisa asomó a mis rostro cuando noté sus labios posarse sobre mi frente de forma suave. Abro los ojos y me encuentro con los suyos. Cálidos, dulces, sosegados. Leo tanto amor en ellos. Los quiero tanto. Le quiero tanto.

  • Prometiste que zarparías sin teléfono. - tiene mi móvil en la mano. La pantalla marca por lo menos 5 llamadas perdidas. Todas de la misma persona.

  • Solo te queda una posible alternativa a que haya infringido las normas...

  • Sí, lanzarlo por la borda lo más lejos posible. - niego con la cabeza. - ¿no? ¿Y entonces?

  • Castigarme...

  • Castigarte... - murmura socarronamente.

  • A secuestrarme y pasarte 24 horas haciéndome el amor. - una carcajada brota de su garganta. Enorme, como lo es todo en él, hasta su amplio corazón.

  • No considero que eso sea un castigo adecuado... -sentencia cuando consigue controlarse. - Aumentaré, por tanto el tiempo, serán dos días enteros... - le miro embelesado. - Detective White, ¿esa mirada expresa lo que creo entender? - murmura acercándose.

  • Creo que sí...

  • ¿Y qué es? - sigue de forma pícara.

  • ¿Tengo que decirlo? - refunfuño.

  • Es parte del castigo... - eleva los brazos, los pasa por mi cuello atrayéndome hacia él, me besa cuando me tiene a su alcance.

  • Te quiero...

Mientras a través del reproductor musical se dejaba oír el estribillo de la canción...

Wherever you go, I’ll be with you

Whatever you want, I’ll give it to you

Whenever you need someone

to lay your heart and head upon,

Remenber; after the fire,

after all the rain,

I will be flame

I will be flame...

(Donde quiera que vayas estaré contigo

cualquier cosa que quieras te la daré

Cuando necesites a alguien

en quien descansar cabeza y corazón,

recuerda, después del fuego

después de toda la lluvia

seré tu fuego,

tu fuego...)

Cheap Trick-The Flame