Heridas sangrantes V

Tan solo dame un razón para creer que no estamos rotos. Que podemos volver a amar.

Nota de autor; Gracias a cuatro personas muy especiales, fuentes de inspiración, Yuuki Chan, Anderson de García, Samdr y Camilo Andrés...

He escrito este capítulo escuchando constantemente soy algo obsesiva la siguiente canción http://www.youtube.com/watch?v=Gwx4iTRLXG8, recomiendo hacer lo mismo ).

----------------------------

Dos agentes de la policía local de Westchester nos abrieron la puerta de entrada. Mientras ellos aguardaban afuera Tammy yo yo comenzamos a recorrer el interior. Para mi aquella penumbra inicial era opresiva, tanto fue así que busqué con la mirada los interruptores percatándome al ir a encender que era ínútil. Hacía tiempo que la electricidad no llegaba a aquella casa.

Olía a cerrado, polvo y pasado. Avanzábamos despacio como temerosos de romper lo que fuera que había quedado encerrado entre aquellas paredes. Mi compañera se dirigió hacia la cocina, mis pasos me encaminaron al piso superior. El panel empapelado que corría paralelo a la escalera estaba decorado con fotos familiares. Una joven mujer de poco más de treinta años, rubia, de ojos azules, sonrisa perfecta y rostro más hermoso aún que esos labios. Recordé cuando Demian me la presentó hacía seis años, Adele. Como le dije a Luc, mi amigo y yo mantuvimos el contacto una vez salimos los dos del centro de acogida. Yo estudié psicología y luego ingresé en el cuerpo de policía, él abrió un taller mecánico poco después de acabar un módulo de automoción. Dos años tardó en abrir otro. Para cuando se casó era dueño de cuatro locales. Había conseguido éxito económico y comenzaba el personal. Aquellas imágenes enmarcados denotaban que lo había logrado. Una preciosa esposa y dos pequeños, niña y niño igual de bonitos. Los hijos que me pidió que salvara. Recuerdo que cuando cogimos el coche para venir aquí lo hice con el expediente quemándome las manos.

Mis presentimientos habían acabado siendo realidad. Lo que me encontré al llegar a comisaría tras dejar a Luc fue un informe detallado de cómo había sido encontrado el cuerpo de Demian. Acuchillado. Era un caso aún abierto pero se creía que el responsable del asesinato había sido su propia esposa. Aún no había respuesta porque ella y los dos niños se encontraban en paradero desconocido.

Un terrible sentimiento de culpa iba aposentándose en mi y me golpeó sin compasión cuando entré en el primero de los cuartos y vi las indelebles manchas de sangre impregnando la pared. Había una cuna, sendos cuadros infantiles, un armario blanco, una mecedora junto a la ventana y el nombre del pequeño pintado en uno de los muros, Adam. El bebé de 8 meses.

Me detuve en medio de la estancia intentando recuperar el dominio de mi mismo y cuando noté que las piernas dejaban de temblarme volví a moverme. Respiraba con dificultad como si algo me atenazara la garganta. Me dirijo esta vez a otra de las habitaciones, la de matrimonio. La escena se me muestra tal y como quedó la noche de aquellos trágicos sucesos. Sobre los muebles aún se pueden detectar los polvos que dejó la policía científica cuando buscó huellas.

Las fotos que había contemplado me hablaban de una familia en paz. De un matrimonio enamorado y de unos hijos queridos. La huida de Adele había dejado todo en suspenso. Nadie, ni sus padres o hermanos, ni sus amigos más cercanos habían sabido dar cuenta de ella y los niños. Bien podía haber huido, como se sospechaba, o estar en poder de alguien. Era como si literalmente la tierra se la hubiera tragado. Fruncí el ceño, casi temía averiguar la respuesta al porqué de toda aquella tragedia. La temía porque la conocía y porque sabía que pude haberla evitado. Saberlo era ser consciente de que aquel pesar me acompañaría durante lo que me quedase de vida.

Demian, mi amigo. El muchacho que me ayudó durante aquellos años de internamiento. Demian muerto porque no abrí una carta. A solas en aquel lugar, con Tamara en el piso inferior dejé que el nudo que me atenazaba se deshiciera. Un sollozo escapó de mi garganta. Otra vez temblando. No tengo ni idea de cuando fue la última vez que lloré. Posiblemente en el funeral de Maggie. Hoy como entonces no puedo controlarme. No tenía ni fuerzas ni ganas de seguir ocultando lo mucho que me dolía mi pasado, lo mucho que me apesadumbraba que lo vivido hubiera provocado que evitara cualquier lazo estrecho con nadie más. Y que ello hubiera tenido como consecuencia una fría tumba en Woodland, el cementerio local donde estaba enterrado quién tan bien cuidó de mi.

Ni siquiera oí sus pasos, no me aparté de sus manos situándose suavemente sobre mis hombros. No rechacé el movimiento que hizo para envolverme y abrazarme fuertemente contra ella. Tamara, que sabía de la carta, de mi relación con Demian y que tantas veces se había quedado mirándome expresando con sus ojos una muda súplica;

no quieras estar sólo

, o una silenciosa afirmación

no estás solo

.

Como digo tengo pocos amigos. Si me preguntasen porqué ellos me consideran como tal no sabría qué responder. ¿Qué ven en mi? ¿Un buen tipo? ¿alguien en quien pueden confiar? ¿una persona que no entiende de medias tintas, que les dará su sincera opinión si se la piden? ¿En quien pueden tener por seguro que les hablará sin cortapisas? ¿Qué no está atado a convencionalismos y, por tanto, será brutalmente sincero cuando haya que serlo pero que les tenderá la mano para otorgarles el apoyo que necesiten?

No muchas personas aguantas oír palabras dolorosas pero ciertas. Los pocos que están a mi lado sabe qué es lo que obtendrán de mi y, parecer ser que eso es lo que valoran. Por eso son importantes para mi. Por eso procuro cuidarles sin esperar a cambio que ellos cuiden de mi. De hecho procuro mantenerlos relativamente alejados para no atarme demasiado. Sin embargo lo hacen, cuidarme. Como lo hizo Demian.

El consuelo de Tamara es muestra de ello. Es una de esas personas únicas que se ha empeñado en permanecer a mi lado desde que nos asignaron como compañeros. Como sucediera con Dereck el grado de empatía y conocimiento, de cariño, que hemos ido desarrollando el uno por el otro es muy especial. Y, por mi parte, irrompible.

Minutos después cuando me he sosegado se retira diciendo que va a llamar a comisaria para que miren si hay algún expediente más acerca de lo acaecido aquí. Secándome las lágrimas que mojan mis mejillas, retomando el dominio de mi mismo me dispongo a hacer lo que vine a hacer. Encontrar cualquier cosa que los anteriores investigadores hubieran podido pasar por alto. Que para ellos no tuviera significado y para mi supusiera un cambio de inflexión en el caso.

Abandono el dormitorio principal quedándome parado frente a la puerta de la habitación de la niña. Ni me atrevo a abrirla. Sigo mi camino hacia el despacho de mi amigo. Ya allí me siento frente al escritorio, abro cajones, reviso papeles, inspecciono libros, rebusco entre sus páginas. Y, por fin, lo encuentro.

Un album de fotos:

Save Horizon, 1995-1996

. Al voltear la cubierta cae al suelo la foto recortada de una niña,

Elisabeth Vila

. Mi cadáver sin identificar. Y junto a la de ella, la del niño de diez años que mucho tiempo después dejara impresas sus huellas dactilares en el sobre que hizo revivir la pesadilla de mi infancia,

Andrew Swedin

,

Andy

. El niño que dormía en la cama contigua a la mía. El niño de ojos tristes que años después empezaba a reclamar justicia. Justicia por todas las noches que no consiguió conciliar el sueño, justicia por todas las veces que logró dormir sumido en el más absoluto terror.

Cuando volví a salir al jardín, Tamara me miró de soslayo. Con gesto adusto pasé por su lado camino del coche mientras la oía despedirse de alguien y colgaba el teléfono. La hablé mientras abría la puerta del conductor.

  • Vuelve a llamar a la central. Que intensifiquen la búsqueda de Adele, que vuelvan a hablar con sus parientes y amigos y que localicen igualmente a Andrew Swedin.

  • ¿El fichado que envío el primer sobre?

  • Que lo envió o que, por lo menos, lo tuvo en sus manos.

  • ¿Por qué... - dejé caer en su regazo el anuario del centro de acogida. Las dos fotos sobre la página en la que aparecía yo mismo. En la misma en la que también se encontraba Demian. Ella tomó aire, asintió y cogiendo el móvil volvió a marcar.

Arranqué el coche. Y no lo pude evitar, por el retrovisor vi alejarse la casa. Apreté las manos sobre el volante, me mordí los labios e hice de nuevo al que que nunca hacía. Prometí.A Demian, a Andrew, a Elisabeth, a mi mismo. Se lo haría pagar. Aún a costa de mi vida. Saldaría cuentas.


La llamada me sorprendió envolviendo mi sudoroso cuerpo con un albornoz. Me dirigía a hablar con el director de la película acompañado del tipo que me acababa de follar y que se estaba limpiando con una toallita húmeda los restos de semen que tanto él como yo acababámos de eyacular sobre su vientre.

El móvil vibró en el bolsillo de la bata; Tamara. Si había una persona en el planeta de la que temía que se pusiera en contacto conmigo era ella. Cuando Dereck fue cambiado de unidad tuve que volver a reunir todo el coraje del que fui capaz para abordar al nuevo compañero que le asignaron. La esperé a la salida de la comisaría y la seguí hasta un bar del centro. Sabía que si Dexter se hubiera enterado de la charla que mantuvimos se habría ido para siempre de mi vida. Odia cualquier atisbo de peligro sobre su tan preciada independencia. Odia sentir que los demás nos preocupamos por él, que YO me preocupo por él más de lo que se supone que un simple amigo debe preocuparse. Por tanto la hice jurar que él jamás sabría que nos conociamos, que ella era el puente que me unía al distante mundo que la mayor parte del tiempo le mantenía alejado de mi.

Temeroso descolgué haciendo un gesto de disculpa a las personas que había en el set.

  • Nunca le había visto llorar, Lucas. - Es lo primer que oigo. Lo primero que pienso es que yo tampoco. La oigo suspirar, luego sigue hablando. - Esto está acabando con él y va a ir a peor. Estoy convencida. Y te necesito... - vuelve a guardar silencio unos segundos. - necesito que cuando vuelva a ti, si conseguimos salir con vida, seas sincero. Dejar de dar vueltas a lo que los pocos que os conocemos sabemos. Por favor, ahora más que en ningún otro momento es cuando te va a necesitar de verdad.

  • Tamara...

  • Díselo, Lucas, díselo. No le dejes salir de donde quiera que vayáis a estar sin decírselo. Esto le está destrozando y sino encuentra nada que le ayude a ver que no tiene nada por lo que luchar no lo hará. Se rendirá. Lucas, se rendirá y le perderemos. Le perderás. Así que díselo... - casi puedo palpar las lágrimas que seguro a duras penas logra contener. - Necesita que le digas es el amor de tu vida. Si lo haces te juro que él...

  • El qué... - murmuro apenas en un susurro.

  • Se que te dijo que hay una parte de él que está enamorada de ti. Lucas eso no es cierto. Lo sé porque tengo el raro privilegio de que me cuente cosas que no cuenta a nadie. Y te lo digo aquí y ahora. Eres el jodido amor de su vida. Así que lucha por él. Hazlo y se construirá una mansión en tu corazón que convertirá en su hogar. Cuando acuda a ti, cuando vuelva a ti buscando el refugio que siempre encuentra, que halle un hogar del que no se imagine escapando. - Tragué saliva sobrepasado. Incapaz de articular palabra. - Escúchame, Lucas. Esto creo que tardará unos días, sino unas semanas, en resolverse y se va a volver muy sucio y oscuro. Mientras tanto, piénsalo, Luc. Tienes tiempo. Pero ojalá decidas que ha llegado la hora de dejar atrás las apariencias y los miedos.

  • Tammy, yo...

  • No digas nada. Volvemos a la carretera así que te tengo que dejar. Tu tan solo piensa en lo que te he dicho. Unicamente te pido eso. - Sin darme ocasión a hablar cuelga dejándome sumido en el más absoluto desasosiego.


Estuve distante la semana posterior a ese fin de semana. Durante los dos días que pasamos en esa cabaña follamos en cualquier sitio imaginable e inimaginable. A veces me despertaba por la noche y contemplaba su oscura figura dormida. Pasaba mi mano a escasos centímetros de su piel como queriendo capturar de esa manera su esencia.

Había estado a punto de morir. La primera mañana hicimos el amor y, aunque me avergüence decirlo, esa fue mi primera vez. Antes el sexo siempre había sido un camino para obtener placer, rápido o lento no buscaba otra cosa. No creía en chorradas románticas de conexiones especiales quizá porque nunca las había experimentado. Hasta que le conocí a él. Dios sabe el trabajo que me costaba mantener a raya mis sentimientos. Lucas ahí, yo aquí. Cerca pero lejos. Y aún así los centímetros se iban acortando día a día. Y no era algo que me preocupase. Porque lograría que no se aproximase. Lo tenía muy claro. Igual que tenía muy claro que por mucho que lo desease iba a suceder lo contrario. Aunque sepultase este último pensamiento bajo tonelada y media de excusas.

Estaba tomando una cerveza con algunos compañeros de comisaría cuando la televisión emitía en ese momento las noticias de la jornada. El comentario de uno de los parroquianos acerca de uno de ellos hizo que fijará mis ojos en la pantalla. El presentador, un Kent de sonrisa Profident, comentaba sobre el fondo de la foto de dos hombres como uno de ellos había tenido un infarto en pleno rodaje de una película adulta de temática gay. El suceso había acaecido mientras compartía escena con el tipo de la otra imagen. Lucas.

No dudé. Abandoné la barra del bar dirigiéndome al exterior. Marqué su teléfono. 15 minutos más tarde me sentaba a su lado en una sala de urgencias.

Parecía un niño perdido en la inmensidad blanca de aquel lugar. Había unas cuantas personas de la productora esperando junto a nosotros. Una de ellas, una joven elegante y de expresivos ojos se acerco a mi en la máquina de café.

  • Me alegro que Luc tenga un amigo en quien apoyarse. Lo ha pasado muy mal cuando Don ha caído desplomado. Ha insistido en venir y esperar pero la verdad es que convendría más que tratara de descansar.

  • No creo que pueda convencerle de que abandone el hospital hasta que sepa que todo está bien.

  • Ya, ¿puedo hacerte una pregunta?  - me encogí de hombros, ¿y aquella familiaridad conmigo? - ¿Eres el chico del que a veces habla Luc?

  • ¿Luc habla de mi?

  • En ocasiones. No lo ha hecho nunca antes con nadie.

  • No puedo creerme que Lucas no haya hablado de otros amigos...

  • ¡Oh, lo hace! Lucas puede tener al tío que le de la gana pero no suele hablar de ello. De ti a veces lo hace, lo cual es extraño porque te digo no es su costumbre hacerlo y ahora mismo estás aquí... no veo que ninguno de sus otros compañeros de colchón haya venido para estar junto a él - Un gesto involuntario se me escapó cuando la oí decír lo de otros amantes. Un gesto involuntario y un pensamiento fugaz de que una cosa era que Lucas follara con quien fuera por cuestiones de trabajo y otra que lo hiciera fuera de los platos con otros hombres. Me sorprendió lo mucho que me molestó la evidencia de que a pesar de lo que parecía que estábamos desarrollando él también se mostraba dispuesto a dejar las cosas tal cual estaban. Como amantes-amigos eventuales. Saqué un capuccino y volví sobre mis pasos para tendérselo al protagonista de nuestra conversación. Le oí suspirar.

  • Te doy 20 minutos para que te lo termines y nos vayamos. No te aguantas en pie y resultaría muy incómodo tener que arrastrarte hasta el coche.

  • No te pedí que vinieras a estar conmigo.

  • Ya, tampoco te pedí que cuidaras de mi pero lo hiciste. - una fugaz sonrisa asomó a sus labios.

  • Al final voy a pensar que te importo para algo más que revolcamos entre las sábanas.

  • Al final no me va a quedar más remedio que pensar eso.

  • Tu sabrás...

  • Exacto, yo sabré.

Efectivamente, 20 minutos después marchábamos hacia mi apartamento que era el que más cerca estaba del hospital. Me daba algo de reparo que conociera esa parte de mi mundo pero Lucas se había quedado frito contra la ventanilla y no tuve corazón para dejarle varado en su casa.Solo para revivir mentalmente la escena de su compañero cayendo sobre él más muerto que vivo.

Lucas era grande,

es

grande. El tipo más fuerte que conozco pero dulce como el chocolate y con un corazón tan amplio como su tamaño. Encima es guapo hasta el delirio, por dentro y por fuera. Un amante portentoso y un agradable compañero de conversación, inteligente, con sentido del humor. Con un despertar algo brusco pero que se va a amansando como un gatito a medida que pasan las horas. Sino fuera mi amante podría enamorarme de él... jajajajajaja... Sí, me rio de mi mismo.

Consigo despertarle lo suficiente como para subir los tres pisos que separan la entrada del edificio de viviendas de mi pequeño zulo. Lo mira con ojos somnolientos, le señalo una puerta, el dormitorio cuando entro en él después de haberme desvestido y preparado para acostarme me lo encuentro dormido como un bebé. Sin tan siquiera haberse quitado la ropa.

Despacio, procurando no molestarle le descalzo, consigo quitarle los pantalones, incorporo su inmesa mole (y ni se inmuta) deshacerme de la camisa y volverle a tumbar en mi lado de la cama que está preparado para recibirle y cubrirle con sábanas y las dos mantas que él mismo me regaló tras volver de un viaje a Portugal. Segundos después hago lo mismo, me tumbo a su lado y por primera vez me dispongo a pasar una noche con un hombre en mi cama. Y a que el mismo no se vaya antes de que amanezca.

¿Me follará cuando esté haciendo el café? Se me pone dura solo de pensarlo.


El Bronx ya no es lo que era pero el sur del barrio, la zona más pegada a Manhattan es el recuerdo de lo que fue como el resto es el ejemplo de lo que puede llegar a ser. Andrews fue localizado allí y en uno de sus edificios estábamos subiendo hasta la tercera planta donde se suponía que le encontraríamos.

Las escaleras están llenas de basura, las paredes repletas de humedades heredadas de sucesivos inviernos helados. Diferentes canciones van poniendo orquesta a nuestro ascenso, de vez en cuando algún grito en las viviendas hacen que Tamara y yo nos miremos como preguntándonos si no acabaremos metidos en un problema que no hemos venido a buscar. Por fin nos detenemos frente a una puerta algo desvencijada. Llamo con los nudillos.

  • ¡Policía de New York! ¡Andrew Swedin abra la puerta! - Oímos ruidos como si algo o alguien se hubiera levantado o movido repentinamente y se le hubiera caído algún objeto. Un gemido de dolor después escuchamos una voz respondiéndonos.

  • ¡Un momentoooo... - Cuando poco después la puerta se abrió y el rostro demacrado de Swedin apareció ante nosotros. Las profundas ojeras que mostraba en la foto de la ficha policial seguían ahí. Tenía las pupilas dilatadas, sorbía repetidamente por la nariz y parecía confundido. Consumo de drogas, lo más probable. La prueba más evidente fue la pipa de crack sobre el ruinoso sofá que ocupaba el centro de la estancia a la que nos cedió el paso. Me lo quedé mirando.

  • Andy... ¿me buscabas? - ahora fue él quien me devolvió la mirada, con gesto nervioso. Y asustado. Tal y como me miraba cuando era tan solo un niño. Me di cuenta, de golpe, que seguía atrapado en aquella época. Seguía siendo un niño de 10 años buscando ayuda. Y yo era la mano fuerte a la que intentó acudir entonces y había acudido ahora. Extendí la palma hacía él... pareció dudar pero finalmente la agarró tembloroso. - No voy a dejarte sólo.

Le pedí a Tamara que bajara a por café ya que necesitaba a Andy lo bastante sereno para que me contase de dónde había sacado aquellos vídeos. Y qué sabía de lo que sucedió hacía 17 años. Mientras la esperábamos nos sentamos en silencio. Empezó a mirar a su alrededor con nerviosismo como movido por un séptimo sentido me arrodillé frente a él le puse las manos en las rodillas obligándole a mirarme.

  • No voy a dejarte solo. Te lo prometo.

  • Dejaste solo a Demian. - murmura con voz quebradiza.

  • Esta vez te he oído, Andy. Esta vez no me voy a mover de tu lado. Y no voy a dejar que quien sea vuelva a hacerte daño.

  • ¿Pagarán?

  • Lo juro.


Rodea mi cintura una toalla. Acabo de salir de la ducha cuando se cumple mi último pensamiento de la pasada noche. Sus manos me cogen por la cintura, me empujan sobre la encimera. El líquido de la taza de mi desayuno se derrama empapándome el pecho y quemándome. Todo carece de importancia porque me está penetrando.

Pocas sensaciones son más abrumadoras y deseadas como esta. Gimo ruidosamente ante semejante intrusión. Cuando empezamos esta historia dijo que no le gustaba hacer daño a sus amantes y, lo cierto, es que conmigo siempre ha sido considerado. Apasionado, puro fuego pero siempre procurando proporcionar placer y no dolor. Hoy es distinto... no me ha preparado, su tamaño araña las paredes de mi esfinter pero me da totalmente igual.

Siempre ha habido una parte de mi que anhela esta “brutalidad”. No es que busque actos sados, no me gustan y prefiero evitarlos pero algo de posesividad no le vienen mal a un buen polvo. De vezen cuando es tremendamente excitante sentirse sometido de esa manera. Sobretodo si viene de parte de alguien por el que pondrías tu vida en juego sin tan siquiera parpadear.

Echo mi cuerpo hacia atrás empalándome más aún en él... Elevo la cabeza buscando sus labios, atrapo su cuello con mi brazo y le atraigo hacia mi. Me besa, me muerde los labios, lame mi lengua, me empapa con su saliva mientras sigue horadando mi trasero sin la menor consideración. Tengo la polla tan dura como el pedernal. Roza constantemente con los muebles que hay debajo de la encimera, es como si la jodida madera de aglomerado me estuviera haciendo una paja.

Sigo gimiendo porque no soy capaz de pensar nada coherente, menos aún de mantener un diálogo. Clavo mis uñas en la palma de mis manos intentando en vano encontrar un punto de apoyo que evite que me corra. Quiero hacerlo durar. Quiero prolongarlo porque le echo tanto de menos cuando no le tengo dentro que eso es más doloroso que su tremendo miembro abriendo cual tuneladora mi culo.

Por fin consigo decir algo:

  • ¡¡Lucaaaaassss!!

  • Eso es, polizonte, gime mi nombre. Mi poli sexy, caliente y traga pollas. Así, así... ruega que te folle. Hazlo... - me ordena. Y complacido cumplo su petición.

  • Por favor, no te detengas... así, Lucas, así... por favor... maaaasssssssssss... - noto como se echa sobre mi. Su poderoso cuerpo sobre el mío, la punta de su lengua recorre la piel de mi cuello. Hace que tiemble incontroladamente, me muerde y grito. Esta vez sí consigo pensar algo y es que a ver cómo demonios consigo explicar a Dereck el chupetón-mordisco que voy a lucir a modo de collar. Pierdo la noción de cualquier idea cuando la sal de la saliva se adentra en las pequeñas heridas que han provocado sus dientes y jadeo. - ¡Dios, Lucas, sigueee! Fóllame, te lo ruego... No te detengas.

  • ¿Vas a correrte para mi? Que sepas que hoy no vas a dejar este apartamento sin que te folle de nuevo este culo que tienes, sin que te lo coma, si que devore tu polla. Vas a rogarme todo lo contrario que ahora... Van a suplicarme que deje de follarte... pero vas a aguantar... por mi. Vas a correrte tantas veces que no vas a pensar en volver a follar hasta que me veas de nuevo. Vas a aguantar todo esto y lo harás por...

  • Por ti...

  • Por mi... - y entonces se vuelve a inclinar sobre mi, vuelve a penetrarme con mayor virulencia y me susurra algo al oído. - te quiero. - e instantaneamente me corro sin poderlo controlar.