Heridas sangrantes III

Me disparas al corazón, eres el responsable y encima le das un mal nombre al amor.

Uno de los técnicos de la policía científica del cuerpo entró en la academia conmigo. Desde entonces nos soportamos mutuamente, Carrie Gallagher. Ha dejado un mensaje de que vaya a verla al laboratorio en cuanto encuentre un hueco.

Entro en los modernos pasillos del lugar. Las áreas de trabajo se pueden ver claramente delimitadas por paredes de cristal que a día de hoy son de un espeso cristal anti balas debido al atentado del que fueron objeto hará unos años. Veo a mi chica desde el momento en que salgo del ascensor. Su corto pelo teñido de rojo destaca sobre las impolutas batas blancas. Golpeo la puerta antes de entrar, ella levanta la cabeza del sobre del que está extrayendo huellas.

  • ¡Dex, me alegra que por una vez hayas acudido rápido cuando te digo que algo es importante! - exclama al verme. Totalmente cierto, pero es que no dejo de ver los ojos de esa niña cada vez que dejo escapar la mente hacia otros asuntos. Es como una de esas gotas que continúan cayendo de un grifo por mucho que lo cierres. Constante y perturbadora. - Ven, acércate. - Durante un rato escucho su perorata acerca de cómo ha podido extraer una única huella de una diminuta porción del adhesivo del sobre. La dejo exhibirse ante mi porque sé que la encanta eso de demostrar la brillante mente que tiene, lo aplicada y sobresaliente poli que es. Finalmente ante el repiqueteo de mis uñas sobre la mesa claudica, tira de mi brazo y me lleva con ella hasta uno de los monitores. Gira el mismo y me muestra un rostro. - Está fichado... - Un mensaje llegó a mi smartphone en ese momento. La sonreí... mi amiga era algo más que eficiente. Los datos del tipo descargados al teléfono con tan solo apretar un botón. - Espero que te ayude. Ese hombre no parece muy amigable.
  • Y demasiado joven para haber cometido él el asesinato...
  • Ahora mismo tiene 27 años...
  • Si los datos concuerdan y, efectivamente, la niña del vídeo coincide con el cuerpo encontrado en el 95, nuestro amigo contaba con 10 años.
  • En todo caso la huella está ahí así que en algún momento entró en contacto con el papel.
  • Eso no se discute, Carrie. - Fruncí el ceño. - ¿Tienes alguna otra cosa para mi?
  • No... hasta que no nos llegue el cuerpo a anatomía patológica no podremos ponernos más a fondo con el caso. ¿Quieres que te avise cuando Nix vaya a empezar con ella?
  • Sino te importa... - Volví a mirar al hombre que tenía delante de mi. Pelo corto, oscuro. De piel pálida y profundas ojeras. Ojos castaños. Una cicatriz sobre la ceja. Y una dirección. - Tengo que irme... dame un toque, ¿vale?
  • De acuerdo... - me disponía a salir cuando me volvió a llamar.
  • ¿Hace una cena esta noche, Dex? Hace mucho que no salimos a tomar algo.
  • No soy una buena compañía en estos momentos.
  • Nunca lo eres...
  • ¿Entonces porqué quieres quedar? - Ya sé la respuesta pero este juego nuestro dura el mismo tiempo que nuestra amistad.
  • Porque no tengo nada mejor que hacer.
  • Buen motivo... - me río. - Te llamaré cuando acabe... - ella asiente y se gira para volver a su trabajo. Mis pasos me dirigen a la salida a meterme en el escenario del mío. Las calles. En concreto la orilla del Hudson.

Después de aquel encuentro anduve zombie unas cuantas semanas. Él no se convirtió en alguien especialmente insistente. Tan solo tuve un par de llamadas pero a la segunda vez que evité responderle desistió. Por mucho que hubiera estado mirando el teléfono fijamente durante los diez minutos posteriores a que el timbre hubiera muerto y la llamada extinguido.

Muchas noches detenía mi coche en las cercanías de un área solitaria de la rivera del río y dejaba vagar mi mente. ¿Qué estaba haciendo? La verdad es que no tenía ni idea. Tan solo sabía que en esos momentos no quería una relación. No estaba preparado para ella ni creía que lo fuera a estar. Después de todo, ese tipo de cosas no estaban hechas para personas como yo.

Me acostaba solo y amanecía del mismo modo. Solo vine al mundo, solo pasaría por él y solo me iría. Si nadie se hacía responsable de mi no tendría que responsabilizarme de nadie. Y así estaba bien. No rehuía las amistades, las tenía, escasas pero las tenía. Compañeros de la policía y Demian, un chaval del centro de menores donde residí hasta mi mayoría de edad. A Dereck le apreciaba, compartíamos muchas horas en el coche patrulla y aunque, él solía hablar mucho más que yo, no tenía una charla insulsa. Solía ser ameno, inteligente y buena gente. Aunque me cansaba su manía de querer emparejarme y su tremendo olfato para captar lo que muy pocos sospechaban. Que me gustaban las porras más que a un tonto un lápiz.

Ese 12 de diciembre, sentado en el capó de mi coche, fumando un cigarrillo tras otro y viendo el vaho y el humo salir de mi boca pensé que seguramente habría algún lugar mejor en el que estar que helándome el culo en el equivalente al Polo Norte en New York. Y como si de un regalo anticipado de Papá Noel se tratase un mensaje entró en mi móvil.

-

¿No crees que hace demasiado frío como para que durmamos solos?

  • Dos semanas, tres días, cinco horas y veinte minutos después regresé.

Su imponente figura se recortó en el umbral de la puerta. Esa sonrisa que pude notar que estuvo a punto de evitar pero que finalmente se le escapó. Socarrona.

  • Dejemos claro algo... - le dije mientras cerraba y me volvía a mirarle. - No somos novios... no esperes de mi que chasques los dedos y me tengas en tu cama. No esperes que te de cuenta de con quién salgo o dejo de salir...

  • ¿Sales con alguien? - en su pregunta había una carcajada contenida. - Dex, ¿en que momento te he pedido algo más?

  • Bien, solo quería que no hubiera malentendidos.

  • Lo acepto... ¿ahora podemos pasar ya a la cama? - moví la cabeza divertido. Me mataba. Asentí mientras nos dirigíamos al dormitorio. - Por cierto, si lo crees conveniente, si te apetece, si piensas que aquí dentro se está más a gusto que fuera, a la intemperie, sufriendo los 5º bajo cero que marca el termómetro, no hace falta que te vuelvas a ir en mitad de la noche.- le miré de soslayo. - Recuerda, no somos novios.

  • ¿Algo más que añadir? - se queda callado un momento. Acaba asintiendo.

  • Sí... no me gusta hacer daño a mis compañeros de cama. Así que lo de la otra noche será la primera y última vez que suceda.

  • ¿Y si es lo que yo quiero? - se me había secado la garganta repentinamente.

  • Entonces ya te puedes ir yendo... - entra en el cuarto dejándome fuera sin saber muy bien como reaccionar ante aquello.

Finalmente, entro sacándome con un solo movimiento la simple camiseta de algodón que llevé durante ese día. Me está esperando a los pies de la cama, me recorre con la vista.

  • ¿Eres consciente de lo jodidamente sexy que eres? - Me susurra acercándose a mi. Extiende un dedo para recorrer el perfil de mi abdomen, de mis pectorales, mi clavícula, luego mi rostro. Se detiene en las cicatrices que dejó una antigua confrontación contra un pequeño traficante de la zona que patrullo. De mis primeros días como novato. Las acaricia un par de veces, luego inclina el rostro, la punta de su rosada lengua asoma entre sus labios y suavemente las va lamiendo. Se encuentran un poco más abajo de mi pecho izquierdo. Tiemblo de los pies a la cabeza. Primer gemido. 1-0 para Lucas. Murmura algo contra mi piel enviando cosquillas que arrancan una carcajada de mi garganta. Vuelve a mirarme sonriendo ampliamente. - Tienes que prometerme otra cosa...

  • ¿Sino lo hago no me follarás? - pregunto juguetón. Su sonrisa se hace más grande.

  • Tu lo has dicho...

  • Dime...

  • Que tendrás cuidado. Por mucho que me la pongan dura como una piedra, no me gustaría ver más marcas de este tipo.

  • Es mi trabajo, Lucas.

  • ¿Hacer que te hieran? - Ha colocado sus fuertes brazos encima de mis hombros. Le beso.

  • A veces es inevitable.

  • Lo entiendo por eso te pido que tengas cuidado. Mi polla encaja demasiado bien en ti como para despedirme antes de tiempo. - Bonita forma de decir que quizá le caigo algo más que solo bien. Asiento en silencio y vuelvo a besarle.

  • Lo prometo entonces. - Ahora son sus labios los que se apoderan de los míos. Mis manos se pierden por debajo del jersey que lleva, acariciando la tableta de sus abdominales. - Joder... - murmuro. - y tu dicendo que soy sexy... - le cojo de la cintura pegando su pelvis a la mía. Nuestras erecciones palpitan al encontrarse. - si yo lo soy, no sé que narices eres tú...

  • Un dios... - jadea. 1-1. Reculo un poco más para acabar notando el colchón en la corva de mis rodillas, abro la cremallera y con un solo gesto hago descender pantalón y ropa interior. Me medio siento, me medio tumbo y arrastro mi cuerpo hacia el centro del lecho. Abro mis piernas, le hago un gesto al mismo tiempo que me acarició el pene que ya brilla debido al líquido pre seminal que hace rato lleva exhalando.

  • ¿Me la comes? - Y como si se hubiera transformado en una pantera negra, se cierne sobre mi, abre las fauces y se la traga. Hasta la base... hasta lo más profundo de su garganta. - ¡¡¡Santo cielo... - exclamo. 2-1.

Su lengua tiene una habilidad sobrenatural. La forma en que sus dientes, elemento por lo general altamente desagradable en una felación, rozan livianamente mi longitud. Sin estar tan extraordinamente bien dotado como él tampoco es despreciable. Ancha, de buen tamaño y, corriendo el riesgo de ser tenido por egolatra, con una piel suave sin apenas bello. El propio Luc me suele decir a menudo que es una delicia de polla. Lo ha debido pensar siempre porque tanta dedicación como la que muestra en esos momentos no seria lógico sino le gustase. La recorre, la saca, escupe sobre ella, su saliva se une a mis propios fluidos. Los extiende con la lengua hacia mi ano, va jugando con un dedo por el área. Noto como sin poder controlarlo palpito. Estoy sudando copiosamente. - Luc... para o me correré... paraaaa... - de nuevo, 3-1.

Se detiene, sube deslizando de nuevo la punta de su lengua por mi cuerpo. Es incansable.

  • Definitivamente creo que no eres consciente de lo terriblemente atractivo que eres. Y de lo mucho que me haces hervir la sangre. - Se echa sobre mi. Pasa un brazo por mi cuello, eleva mi cabeza. Me besa.

  • Llevas demasiada ropa, ¿no crees? - logro murmurar. Tres segundos y medio después, dudo mucho que se haya demorado más, se encuentra desnudo.

  • Date la vuelta... y mantente tumbado en la cama. - obedezco. Después de lo dicho tengo una fe ciega en que en sus intenciones no está ni el menor atisbo de darme daño. Se sienta sobre mi trasero. Noto la dureza de su polla entre mis nalgas, le oigo trastear con algo y, de repente, un chorro de algo frío cae sobre mis lumbares. Instantes después sus manos lo va extendiendo. Aceite... Dejo de contar el marcado... no sé si vamos 4-1 o 5-1 pero me está ganando por goleada. ¡¡¡Bendito sea Dios y toda su familia!!! Siento como todo mi cuerpo está humedecido como mi propia polla. Soy como un pene gigantesco. Mis terminaciones nerviosas gritando todas a la vez... caliente, hirviendo...

Abre mis nalgas, sitúa la cabeza de su pene, presiona y gracias a que el mismo ha extendido aceite por él se adentra en mi de una suave pero única estocada. Por un momento el aire de mis pulmones desaparece hasta que empieza a bombear y él mismo me lo insufla. Se tiende sobre mi, usando todo. Su cuerpo para masajear el mío.

Es una máquina del sexo y, por alguna extraña razón que no alcanzo a comprender me ha convertido en su amante. Ni siquiera voy a discutirle al destino que por primera vez haya sido clemente conmigo. Sólo detengo mi mente, abro mis sentidos y me dispongo a disfrutar cada centésima que pase junto a Lucas.

  • Oh, sí, sí, sí... no pares Luc, no pares, corazón. ¡¡¡¡Sigue, oh, Dios, sigue, no pareeeessss!!!!

  • Así, bebé... así... ummmm... ¡¡¡¡tan estrecho!!!! Mueve ese culito tuyo, agente White... apriétamela... ummmm - procuro complacerle, devolverle todo el enorme placer que me está haciendo sentir.

  • ¡¡¡No pares, Luc!!! Me matas, tío... sigue, lléname, por favor... más hondo... - lo único que puedo hacer es suplicar. El peso de su cuerpo sobre el mío me afixía pero me da exactamente igual. Nunca nadie me había hecho sentir tan plenamente lleno, tan sometido y a la vez tan sublimemente extasiado. Le necesito como al mismo aire que me arrebata. Su enorme miembro socabando mi ano, sus labios recorriendo la piel sudorosa de mi cuello, sus dientes mordiendo mis orejas. Y sus manos, por todos los lados... no sé cuando me acarician los costados, cuando el rostro, cuando las siento abriéndome más las piernas. - ¡¡Más, por favor, más!! - Creo que no hace ni falta que se lo pida. De un tirón me levanta por la cintura. Me vuelve con un solo movimiento, me mira desde su imponente posición. No ha dicho nada desde que se adueñó de mi, ahora solo me observa, detenidamente. Sus manos vuelven a mi, me acarician, con sosiego. Como si estuviese intentando aprenderse de memoria todos mis caminos, todas mis expresiones, todos mis suspiros, todos mis jadeos. Como me muerdo los labios intentando reprimir los constantes gemidos. De nuevo me separa las piernas, otra vez si cierne sobre mi. Le siento dentro, es como si no me hubiera dejado. Me besa, me besa tanto, tan profundo... ¡¡¡sabe tan bien!!!

Enrredo mis brazos entorno a su cuello. Desciendo por su fuerte espalda, siento cada músculo contraerse y tensarse ante el esfuerzo que está realizando. Oigo la música de su respiración junto a mi oído. Es una sinfonía interpretada para mi... como único espectador.

Mi lengua saborea su piel de chocolate, recorro la línea de sus labios, lo muerdo. De nuevo le marco. Mi nombre retorna. No cesa de repetirlo. Es como una de esas plegarias recitadas en los momentos de más íntima comunión con Dios. Me venera y lo sé. Lo sé porque yo le venero a él.

Se derrumba sobre mi. De nuevo derramando su esencia dentro de mi. Otra vez ese maldito preservativo. Que odio profundamente, nunca tanto como desde que estoy con él.

Le acompaño dejándome libre para dar rienda suelta a todas las increíbles sensaciones que me hace experimentar...

Porque no es amor. Pero se le parece mucho.


Hoy como entonces suelo acabar en su apartamento. Queremos creer que seguimos en el mismo punto que en aquellos días. Ambos sabemos que nos estamos mintiendo.

Queremos pensar que no noto como siento como me mira mientras repaso el informe del caso con el ceño fruncido mientras doy cuenta de la cerveza fría que hay siempre guardada para mi en su frigorífico. Que no sé que soy consciente de que sabe que hoy no estoy de humor para una sesión de sexo sin fin... pero que necesito la paz de su presencia para concentrarme y encontrarle sentido a lo que estoy leyendo y averiguar porqué narices hay algo en mi cerebro que me dice que este caso me va a joder la vida.

De nuevo esa constante gota del grifo que no deja de caer. Como un pequeño martillo que me avisa que debo resolverlo pero que me arrepentiré siempre de hacerlo. Y la foto de esa niña, de esa captura de pantalla. Esos inmensos ojos azules mirándome y pidiéndome a gritos que no la deje en el anonimato de una tumba fría sin nombre.

Me deja tranquilo aunque no cesa de observarme. Preocupado, lo sé. Sabe que algo me ronda la cabeza. Que cuando estoy así es mejor no molestarme. Pero ha desarrollado la costumbre de preocuparse por mi. Algo que encontraba molesto al principio pero sin lo que ahora no puedo vivir.

Pero juro por Dios que me dejaré torturar antes de revelar que ni tan siquiera he pensando esas palabras juntas.

Sigo pensando que no es amor... y aún así sigo pensando que no soy capaz de definirlo de otra forma.

Y que ya han pasado 4 años y en esta casa no hay ningún rincón en el que no me recuerde abrazado a él.

Suena la medolía de mi móvil. Tamara... que me lleva a las 11 de la noche no augura nada bueno. Descuelgo.

  • Hay más cintas. Hay más, Dex... - trago saliva. - Han llegado a tu nombre... seis cintas más. - El sonido de una nueva llamada entrante. Dos malas noticias al mismo tiempo estoy seguro. El nombre parpadeante en la pantalla me lo dice todo. Pulso llamada a dos, la voz de Carrie le llega a mi compañera.

  • Menos mal que al final no fuimos a cenar sino me encontra ría como Nix que está vomitando. No creí que eso fuera posible...

  • Entiendo que los restos han llegado a patología...

  • Sino tenías pensando dormir esta noche será mejor que vengas... - segundos de silencio. - Y ya de paso piensas cómo explicarme que ente los huesos de su mano haya aparecido un papel con tu nombre. - frunzo el ceño confuso sintiendo como un sudor frío me recorre la espalda. - ¿Tu no estuviste en Save Horizon desde los 12 años?

  • Sí... - murmuro.

  • El papel tiene el epígrafe de esa institución.

Cierro los ojos.

Y los recuerdos me asaltan.

De algo que vi en la penumbra de un pasillo solitario hace 17 años.

Algo que vi y olvidé.

Y olvidé porque no hubiera podido vivir recordándolo.