Herencia amatoria (4)

En visperas de tomar definitivamente el mando de las empresas de la familia Eric descubre a un misterioso aliado y contrata a un nuevo caliente mayordomo.

Herencia amatoria (IV)

5ª parte: un aliado enigmático y un mayordomo eficaz

Aparté de mi mente la excitación que sentía con sólo estar cerca de mi jardinero Sergio y me puse de nuevo a trabajar. Toni, mi mejor amigo y últimamente mi amante me llamó para confirmarme mis reuniones de la mañana siguiente e informarme de que mi despacho estaría listo para mi incorporación a la empresa. Me comentó unos problemillas que teníamos en Francia a raíz de la absorción por parte de mis empresas de una conocida factoría gala y le ordené que saliera para Paris de inmediato, arreglase el problema con nuestros representantes franceses y cerrara la fusión a la mañana siguiente.

De verdad deseas eso. No te gustaría más jugar conmigo toda la noche –me contestó Toni usando un tono de voz muy sexy que provocó una gran sonrisa por mi parte y me recordó al Toni de nuestra adolescencia, capaz de desdramatizar siempre cualquier situación.

No –contesté- deseo más lo segundo pero sabré esperar a otra noche.

De acuerdo. Pero recuerda que te debo una: mañana voy a ser tu esclavo toda la noche.

¿Mañana? Si hombre, más quisieras. Vas a ser mi esclavo durante el resto de tu vida –le contesté con expresión socarrona.

Si mi amo, estaré siempre a sus pies –contestó Toni divertido y acto seguido como hacía siempre se puso serio de repente- Perdona pero el trabajo manda. He de dejarte.

Mantenme informado de cualquier cosa que suceda en Paris.

De acuerdo, te quiero.

Miré el reloj. Era casi mediodía y todavía tenía un montón de informes por leer antes de incorporarme mañana a la empresa. Olvidé mi vida privada, pedí a y me concentré de nuevo en el trabajo.

Cerca de las dos, la pantalla de mi ordenador empezó a parpadear cada vez más deprisa hasta quedarse totalmente... ¡¿blanca?!. Todavía no había salido de mi asombro cuando de repente empezó a aparecer el siguiente texto:

"NO DEJES QUE TE ENGAÑEN LOS SENTIDOS; PUEDE QUE NADA NI NADIE SEAN LO QUE PARECEN. UTILIZA EL INSTINTO DE LOS SUGRANYES Y DESCUBRIRÁS TODOS LOS ENIGMAS.

POR LA MEMORIA DE TU PADRE, AFRONTA TU DESTINO HASTA LAS ÚLTIMAS CONSECUENCIAS SIN PREOCUPARTE DE LOS PELIGROS; YO SIEMPRE ESTARÉ A TU LADO VIGILANDO QUE NADA GRAVE TE SUCEDA.

TU ALIADO QUE TE QUIERE.-)".

El texto permaneció en pantalla por escasos segundos y, de inmediato y sin darme tiempo a reaccionar, se desvaneció devolviendo mi ordenador a su estado normal. Cuando reaccioné del azoramiento inicial mi mente estaba llena de interrogantes. ¿Que significaba ese mensaje tan enigmático? ¿Quién era ese hacker que rompía impunemente los estrictos, y por lo visto "no infalibles", filtros de seguridad de la red informática de la empresa para gastarme esa broma con un contenido tan enigmático? ¿O acaso no era una broma? ¿Qué significaba ese misterioso "nada ni nadie son lo que parecen? Realmente... ¿que sabía yo –que acababa de regresar de mi periplo sabático por el mundo- de las personas que tenía al frente de mi empresa? ¿Que enigmas debía desvelar? ¿Qué peligros me acechaban?.

Mi cabeza estaba a punto de estallar cuando de pronto creí oír un ruido cerca de la ventana. Me giré de repente y, tras las cortinas, volví a ver de nuevo la sombra que la noche anterior espiaba mi sesión de sexo con Toni. Me levanté de repente y me acerqué a la ventana tan rápidamente como pude. Abrí las cortinas y, como si fuera un fantasma, la sombra se había desvanecido y no había nadie en el jardín. ¿Pero que me estaba pasando? Me estaba convirtiendo en un paranoico por culpa de un hacker que seguramente era un maldito bromista.

Me senté en el sillón e intenté tranquilizarme. Creo que estuve incluso medio adormecido durante unos minutos. Me despejé de repente y decidí retomar mi trabajo haciendo caso omiso a todas las simplezas de ese pretendidamente "aliado que me quería". Conseguí concentrarme en tan solo unos minutos y olvidé todo lo sucedido.

Cerca de las cuatro, Jonás llamó a la puerta.

Señor, mi sobrino Albert ya esta aquí.

Hágale pasar

Salió de la habitación y regresó al cabo de unos segundos seguido de un chicarrón mulato de casi 2 metros de altura.

Señor le presento a mi sobrino Albert. Es el hijo de mi hermana Edna –me dijo y viendo mi estupefacción y sin perder su flema inglesa, me aclaró- Recuerda a mi hermana y a su esposo guineano.

Por supuesto Jonás –respondí intentando disimular mi asombro. Déjanos solos, por favor y no me pases ninguna llamada sino es de Tony.

Salió de la habitación lentamente y aproveché esos segundos de silencio para estudiar al que iba a ser mi nuevo mayordomo. Era un par de años más joven que Tony y yo, llevaba el pelo muy corto, sus ojos eran oscuros y su mirada inquisitiva –seguramente el me estaba estudiando a mí como yo lo hacía con él- su boca era exageradamente grande y estaba rodeada de una barba de candado que le daba un aire entre serio y desenfadado. Sus facciones eran muy suaves y su rostro era bellísimo, como el de un querubín renacentista. Su complexión era fuerte aunque una incipiente barriguita denotaba que no era un fanático de embellecer su cuerpo. Su pantalón de lino se pegaba a sus piernas robustas llevaba una camisa de seda sobre el pantalón que impedía que se notara lo que más admiro de las personas de su raza: el inmenso paquete que suelen alojar en su zona púbica. De repente Albert rompió la frialdad de ese momento.

Ejem, señor. Si le interesa puedo mostrarle mi currículo y ponerle al corriente de mis referencias.

No será necesario Albert. Siempre he confiado en el buen criterio de Jonás y me basta con su recomendación para darte a ti el trabajo. Supongo que no te supone ningún problema trasladarte a vivir aquí.

No señor, en absoluto.

Perfecto. Ocuparás el pequeño apartamento de tu tío en la planta baja. Es una especie de estudio con dos habitaciones, una salita y un pequeño comedor. Puedes instalarte en él y llevar a tu pareja si la tienes.

No tengo pareja, de momento señor, pero creo que llegados a este punto debe saber algo de mí que mi tío no le ha contado: Verá señor: soy gay, nunca lo he ocultado a nadie y creo que es mi deber comunicárselo. Espero que no represente ningún problema para usted.

En absoluto Albert –y de repente tuve un arrojo de sinceridad y decidí que ya era hora confesarle yo algo también- Como vas a trabajar para mi creo que es lícito que yo también me sincere contigo aunque confío en tu discreción más absoluta. En la casa vive mi gerente Toni, somos amigos y amantes y es una condición que, dentro de mi propia casa pienso vivir con total naturalidad.

De repente reinó un silencio molesto. Incluso yo mismo me había sorprendido de mi repentina salida del armario. Albert, muy inglés, rompió la tensión.

Lo comprendo perfectamente señor y le garantizo que puede contar con mi más absoluta discreción. Nada de lo que suceda en su vida personal saldrá nunca de las paredes de esta mansión

Bien pues, aclarado esto, retomemos la conversación. Supongo que Jonás ya te ha puesto al corriente de tus obligaciones. No sé si conoces a Sergio, él será tu compañero de trabajo en la casa.

Mi tío acaba de presentármelo es un joven realmente atractivo, señor.

Solo con pensar de nuevo en Sergio volví a notar como mi pene se revolvía bajo mis calzoncillos deseoso de alcanzar de nuevo una erección. Traté de no pensar en él y de concentrarme en la entrevista con mi interlocutor pero me encontré con una mirada acechante e inquisitiva por parte de Albert. Era evidente que el chico se había dado cuenta de mi turbación.

Lo comprendo, señor –me dijo- Cuando me he encontrado frente a Sergio he tenido la misma sensación que usted experimenta. De hecho, y si el señor me permite expresarme con sinceridad, aún me dura la excitación de verle con esos pantaloncillos marcando todo sus atributos.

Me sorprendió su franqueza pero aún me sorprendió más ver su cara de deseo y como acariciaba su paquete delante de mi con total naturalidad. La situación entre ambos me estaba poniendo muy cachondo y la imagen de Sergio fue sustutuida en mi menta por la de ese efebo de color que tenía sentado delante de mi. Mi admiración por los hombres de color y por sus excelentes artes amatorias pudo más que mi profesionalidad y deseé poseer a Albert.

Él adivinó mis intenciones, se levantó, acarició descaradamente su paquete delante de mi y me espetó un flemático :

Si el señor me lo permite voy a comenzar a servirle ahora mismo

Entendí rápidamente sus intenciones y accedí sin mediar palabras abriéndome de piernas y dejándole el camino libre hacia mi sexo.

Albert interpretó mi consentimiento y se arrodilló ante mis piernas abiertas. El sólo hecho de tener a ese pedazo de muleto de 2 metros rendido a mis pies hizo que mi pene luchara de nuevo por romper las capas de ropa que lo envolvían y llegar a su máximo esplendor.

Albert comenzó a acariciar mi entrepierna por encima de las ropa, resiguiendo con sus dedos largos y ágiles cada rincón de la misma. De repente se paró en mi zona genital y masajeó con cuidado mis testículos. Al cabo de unos segundos subió hasta mi aparato e inició también un pequeño masaje.

Le dije que parara si no quería hacerme estallar y se levantó y empezó a desnudarse delante de mi. Su pecho era lampiño y pese a la pequeña barriguita su musculatura se marcaba perfectamente sobre el abdomen. Se dio la vuelta y se sacó de un golpe los pantalones y el slip dejándome al descubierto y a unos escasos 30 cm de la cara su culo prieto. Aún de espaldas me miró y de una manera muy teatral, dijo:

Y como puede comprobar, no todos los tópicos sobre las personas de color son siempre ciertos.

Se giró completamente y pude admirar su sexo. Su polla no debía medir más de 14 o 15 cm pero su nunca había visto ninguna tan gorda y estaba coronada por unas bolas de un tamaño considerable.

Mientras él se desnudaba yo ya me había liberado de la ropa de cintura para abajo. Albert se arrodilló de nuevo frente a mí y se introdujo lentamente mi pene en la boca. La calidez de su cavidad bucal me excitó aún más y enseguida agarré su cabeza y le introduje de golpe mis 19 cm. Me estaba proporcionando una de las mejores mamadas de mi vida: la sacaba totalmente, me propinaba besos y pequeños mordiscos de lo más excitantes y volvía a introducírsela de nuevo hasta que sentía su pequeña barba rozando mis huevos.

Cuando estuve de nuevo a punto de correrme se separó de mi, se volteó y me pidió que le penetrara de golpe sin lubricación previa. Yo, deseoso de acabar lo hice sin vacilar y de una rápida estocada. Albert lanzó un grito de dolor que, poco a poco a poco y mientras iniciaba mi frenético mete y saca se fue convirtiendo en sonoros gemidos de placer. Agarré su pene y empecé a masturbarle con el mismo vaivén con que proseguía las cogidas. En pocos minutos y mientras empezaba a descargar mi carga de semen en su ano, noté las palpitaciones de su polla y sentí su semen gotear entre mis dedos.

Caí sobre el sillón precipitando en mi caída a Albert que quedó sentado en mi regazo todavía ensartado en mi pene. Acerqué mis dedos con restos de su semen a sus labios y los lamió con avidez. Estuvimos unos minutos en esta postura hasta que mi pene llegó finalmente a su estado de reposo. Albert se levantó y dio una última mamada a mi polla limpiando mis restos de semen.

Se vistió rápidamente y salió de la habitación. A los pocos minutos regresó con una bayeta, limpió las manchas de semen del suelo y ordenó el despacho. Yo aún estaba desnudo de cintura para abajo sentado en el sillón y recuperando fuerzas tras la brutal cogida. Me levanté lentamente, me vestí y volví a sentarme en el sillón del escritorio. Él guardó las cosas de limpieza y volvió al despacho sentándose delante de mí.

Como si nada hubiera pasado reprendimos la conversación sobre sus nuevas obligaciones y condiciones laborales y quedamos en que a la mañana siguiente visitaría a mis asesores y firmaría su contrato para empezar a trabajar en la casa de inmediato.

Nos dimos un apretón de manos y salió del despacho deseándome un feliz día mientras yo volvía de nuevo al trabajo. A los pocos minutos entró Jonás interesándose por la impresión que me había causado su sobrino.

Una gran impresión, Jonás. Creo su trabajo aquí será excelente.