Herencia amatoria (3)
Eric, decidido a tomar las riendas de la multinacional ante la indiferencia de Toni, se propone poseer a su empleado Sergio. Pero recuerda, las cosas no son siempre lo que parecen, o quizás sí...
Herencia amatoria (III)
4ª parte: tiempo de cambios y buenos propósitos
Pasé horas delante del ordenador conectado a la Intranet de las empresas de la familia para ponerme al día de mis nuevas responsabilidades. Envié comunicados a los socios minoritarios, a los directores de las diversas delegaciones y la cúpula ejecutiva expresando mi decisión de tomar de inmediato las riendas de "mi" empresa, envié diversos comunicados y concerté diversas entrevistas con todos ellos para la semana siguiente.
Pasadas las 3 de la madrugada me fui mi habitación pero no conseguí conciliar el sueño, la excitación de mi nuevas responsibilades, unida al recuerdo intenso de mi excitantes encuentros sexuales con Toni y a lo desconcertante de su personalidad).
Cerca de las siete me acerqué a la ventana para tomar un poco de aire fresco y me vino a la cabeza la masturbación de Sergio, mi jardinero y chófer, que había presenciado la tarde anterior. El solo recuerdo de su cuerpo desnudo y el morbo de observarle de nuevo sin ser visto hicieron que mi pene saliera de su letargo y se endureciera de inmediato. Busqué de nuevo los viejos prismáticos y me coloqué cautelosamente tras la cortina. Mi curiosidad se vio premiada con el hecho de que mi empleado tuviera la ventana totalmente abierta (realmente era un final de verano muy caluroso).
Enfoqué los prismáticos y pude verle tendido sobre su cama revuelta, llevaba un boxer de color oscuro como única vestimenta y parecía placidamente dormido. Me deleité con su cuerpo mientras empezaba a masturbarme cuando de repente vi como se contraía bruscamente. Me di cuenta enseguida que se trataba de su despertador que había sonado a las siete puntual. Mi adonis se desperezó tendido aún en la cama y se levantó lentamente. Se acercó a la ventana y miró fijamente en mi dirección y en su rostro se dibujó una expresión entre preocupada y curiosa. A pesar de los cortinajes, temí ser descubierto y me aparté un poco de la ventana.
Se puso de espaldas y empezó a practicar unas tablas de gimnasia de mantenimiento. Al cabo de unos minutos se volvió de nuevo hacía mí. Sobre su cuerpo sudado destacaba aún más toda su masa muscular. Tomó aire durante unos segundos y, de repente, se desprendió de su boxer quedando totalmente desnudo para mi deleite. Mi pene reaccionó de nuevo y reemprendí mi sube y baja manual. Su larga melena, su pecho velludo, su pene que, incluso en reposo se veia impresionante, sus pelotas cubiertas de una espesa mata de pelo castaño... todo él era impresionante y parecía que no tenia ninguna prisa por dejarse de exhibir desnudo frente a la ventana. Mi mente calenturienta se puso a trabajar a destajo y me imaginé acariciando su pecho, besando su polla y penetrando su culo prieto. Me excité tanto que tuve que correr hasta el baño para no manchar la moqueta con mi semen que salió de nuevo a borbotones.
Acto seguido me afeité, me duché y me vestí para bajar a desayunar. Toni bajó al cabo de un rato, le puse al corriente de mis acciones de la última noche y le pedí que me confirmara todas las reuniones que había concertado y que diera instrucciones para tener a punto mi oficina para la mañana siguiente.
Volví al despacho y consulté e imprimí el correo electrónico. Al cabo de un rato Jonás se presentó en mi despacho y me dijo que debía hablar conmigo de un asunto importante:
Pocos días antes de morir de su padre, le expresé su deseo de jubilarme tan pronto como fuera posible, su señor padre estuvo de acuerdo en ello y me asignó una generosa gratificación por los años prestados a su servicio y me regaló un pequeño apartamento en mi Londres natal. Sé que el señorito necesita ahora de mis servicios pero le agradecería que tuviera en cuenta mis deseos de jubilarme tan pronto como le vaya bien.
Claro que sí Jonás, -le respondí- creo que tu más que nadie tienes derecho a una buena jubilación después de llevar todo el peso de esta casa durante más de 40 años.
He hablado con mi sobrino Albert, es un joven muy discreto y un excelente cocinero y mayordomo, -me respondió con su pausada manera de hablar- lleva tres años viviendo en Barcelona y habla perfectamente el catalán y el castellano. Creo que él podría ocupar mi puesto si al señor le parece bien.
Perfectamente, como siempre confiaré en tu criterio. Me gustaría hablar con Albert tan pronto como sea posible.
Ahora mismo le llamaré señor. Gracias por todo.
Gracias a ti Jonás, esta casa no será la misma sin ti. Espero que seas muy feliz y que me visites a menudo. Has sido un mayordomo fiel y un excelente amigo.
Jonás salió del despacho y al cabo de media hora regresó para comunicarme que Albert llegaría a las 4 para entrevistarse conmigo y que Sergio deseba verme. Le dije que lo hiciera pasar. Sergio iba vestido con una camiseta de tirantes y un pantaloncillo de algodón muy corto que marcaban todos sus músculos. Solo con mirarle note una excitación que recorría todo mi cuerpo.
Buenos días, Señor. Perdone mi forma de vestir pero es que estaba arreglando las flores del jardín...
Por favor Sergio, no me llames "señor", llámame Eric, tenemos casi la misma edad. Otra cosa, no debes disculparte por llevar una ropa cómoda para tu trabajo no podía dejar de mirar su paquete majestuosamente marcando por ese short- además te queda francamente bien
Lo dije sin pensar y acto seguido me arrepentí, sentía como mis mejillas me ardían de la vergüenza, Sergio pareció ignorar el comentario, se limitó a sonreírme y contestó
Muchas gracias, señor, perdon Eric, quería preguntarle si necesitará el coche porqué en caso contrario lo llevaría al taller para la revisión rutinaria.
No, hoy no tengo previsto salir de casa. Pero siéntate porqué he de contarte un par de cosillas.
Se sacudió el pantalón con un gesto muy sexi que me puso a cien y se sentó frente a mí. Le comencé a contar lo de Jonás y mi próxima incorparación al mundo laboral, hablamos de sus condiciones de trabajo en la casa,... No podia apartar la vista de su paquete y, de repente, sucedió algo inesperado que me excitó más aún, por uno de los costados del short vislumbré uno de sus huevos que luchaba por liberarse de la esclavitud de esa prenda ceñida. Era hermoso, peludo, grande,...
Cuando salió de mi despacho estaba totalmente erecto y tenía un claro propósito. Ese hombre iba a ser mío.