Hereje.

En mi juventud me arriesgué a hacer cosas muy sucias.

Cuando tenía 18 conocí a un garzón en el restaurante donde trabajaba, se llamaba Simón. Me gustó, así que lo invité a salir con mi novio, algunos amigos y yo. La estábamos pasando bien, pero mi novio se tuvo que ir porque su mamá lo necesitaba, me dijo que me fuera con él porque al otro día teníamos que ir a una boda. Le dije que no y me quedé, pero no pasó mucho tiempo hasta que Simón tomó mi mano y me llevó hasta su auto, donde me subi y nos fuimos a su casa.

En cuanto llegamos, me giré para verlo y él solo me agarró fuerte de las caderas, me pegó a él y me dio vuelta, me tiró en el sofá. Me quedé con el culo parado apoyada en su sofá, con la cara enterrada entre los cojines. Me tomó de las dos muñecas y me tiró hacia atrás, pude respirar un poco pero luego me puso una mano en la espalda y me enterró la cabeza entre los cojines de nuevo. Se sacó el pene del pantalón y me bajó los calzones hasta las rodillas. Escuché que escupió y sentí que me pegó en el culo justo antes de llevar su mano a mi vagina mojada. Frotó la punta de su pene con mi clítoris, yo gemí y de una vez me lo metió. Me lo hizo tan fuerte que solo pude ahogar mis gritos entre los cojines mientras él me follaba y me apretaba la cara contra el sofá, hasta que se vino y yo no dije nada.

Recuerdo que después de eso desperté en el sofá con el sonido de mi teléfono, me di cuenta de la hora, de mi novio, de la boda. Me paré apurada y él me tiró hacia el sillón de nuevo, con fuerza. Me folló fuerte de nuevo. Se vino dentro de mí de nuevo. Me arreglé el pelo y el maquillaje, llamé un taxi y me fui directo a la iglesia.

Saludé a mi novio con un beso en los labios, fuimos a sentarnos. En cuanto me senté el semen dentro de mí comenzó a salir directo de mi coño. Mi cara debe haber estado roja de vergüenza de haber estado sentada con los calzones empapados al lado de mi novio, mirando como nuestros amigos se casan en la cas ade Dios.