Hércules. Capítulo 5. Un buen partido.
Empezó agarrando a ambas por las caderas, bailando con una mujer a cada lado para luego ir girándose poco a poco hacia Nina y bailar estrechamente abrazado a ella, frotándose contra su cuerpo y explorándolo con una mano mientras invitaba a Bianca apretarse contra su espalda.
SEGUNDA PARTE: HÉRCULES
Capítulo 5: Un buen partido
El partido iba a empezar. Desde que tenía ocho años, cada fin de semana, se sentaban emocionadas para ver a su hijo evolucionar en el campo. Al principio rezando para que no se le cruzaran los cables y mandase alguna pelota a la segunda luna de Júpiter, luego cuando Hércules demostró que había entendido las instrucciones de sus madres de que no debía llamar demasiado la atención, se limitaban a disfrutar de los partidos.
Parecía que fue ayer cuando salió aliviada de la clínica con la ecografía que mostraba un feto de doce semanas totalmente normal. Angélica no preguntó más por el origen de la criatura y Diana nunca volvió a pensar en ello hasta que el niño empezó a demostrar unas ciertas dotes sobrenaturales.
No era el más listo, ni el más bueno, tampoco el más guapo, con la cara un poco alargada y los dientes un poco salientes, pero era afectuoso y tenía una fuerza inaudita. Con menos de seis meses ya correteaba por la casa y cuando en una rabieta lanzó una cómoda por la ventana supieron que su hijo era especial.
A partir de aquel momento, con mucha paciencia y amor lograron hacerle entender que no debía exhibir sus poderes, que no era bueno llamar la atención. El niño lo entendió y salvo por un par de incidentes solventados sin problemas con el dinero del abuelo no tuvieron más sobresaltos.
Ahora, con diecinueve años, había empezado la carrera de Ingeniería Industrial y había dejado el futbol para apuntarse al club de rugby de la universidad. Pronto destacó como un Flanker veloz y con instinto y a pesar de su tamaño, con su cintura era capaz de romper la defensa de cualquier rival. Por si fuera poco, su potente patada había sacado de apuros al equipo más de una vez.
Hércules levantó la mirada hacia la zona de las gradas donde sus madres ocupaban dos de los mejores asientos observando sus evoluciones sobre el campo. En cualquier otro caso sería un fastidio, pero sus madres eran comprensivas y desde que era pequeño se habían limitado a observarle sin montar el numerito ni atosigarle, dejando que fuese a celebrar sus triunfos y sus derrotas con sus compañeros de equipo.
Al final se habían convertido en una especie de fetiche como los calcetines usados y sucios de Toro o las palabras de ánimo que la novia de Mascara de Hierro rotulaba primorosamente en su pecho.
El pitido del árbitro le sacó de sus pensamientos y le obligó a ocupar su sitio en la melé. Mientras bajaba la cabeza y empujaba no podía evitar pensar con una sonrisa que si quería hubiese podido empujar a aquella piña de músculos y arrastrarla hasta la línea de marca con una mano atada a la espalda.
Un nuevo pitido y todos los jugadores se pusieron en tensión esperando la introducción del balón. Como siempre, Hércules se dejó llevar esperando que alguien liberase el balón. El apertura cogió el balón y lo liberó rápidamente hacia su derecha. La melé se deshizo en un instante mientras el equipo contrario atacaba por la otra ala presionando una y otra vez en dirección a la línea de marca.
Afortunadamente Soto consiguió placar al hombre que llevaba el balón obligando al ataque a reorganizarse. Aquel equipo con terreno por delante era peligroso, pero le costaba avanzar en los ataques estáticos. Tras intentar avanzar sin éxito un par de minutos optaron por una patada hacia el lateral haciendo que botase justo antes de la línea y así intentar robar el balón en touche cerca de la línea de marca.
Se acercaron todos sudando, jadeando y jurando. Hércules se colocó en su lugar en la touche esperando el rechace del balón para salir zumbando. Antes del pitido miró de nuevo al público. En primera fila había dos chicas que le miraban fijamente. Cuando se dieron cuenta de que las había visto se giraron y empezaron a cuchichear entre ellas ocultando su boca con la mano como si el fuese capaz de escuchar nada en medio de aquel griterío.
La pelirroja hecho la cabeza hacia atrás mostrando un cuello largo y pálido y soltó una carcajada para a continuación prorrumpir en carcajadas. Juntando sus cabezas compartieron una mirada cómplice antes de lanzar hacia él otra cargada de sensual ambigüedad.
La pelota le sorprendió y le dio en la cabeza perdiéndose de nuevo en la línea lateral provocando la hilaridad de las dos jóvenes y la ira de sus compañeros. Golpeó el suelo con la bota y sin decir nada encajó las críticas como mejor pudo y se colocó de nuevo en la touche, dispuesto a que no se volviese a repetir el error.
El equipo rival puso el balón en movimiento y ganaron la touche, pero Hércules perfectamente colocado se lanzó sobre el hombre que acababa de recibir el balón y de un manotazo se lo arrebató antes de que lo tuviese totalmente controlado.
Girando sobre sí mismo aprovechó el impulso para levantarse y recoger el balón comenzando una rápida carrera. Esquivó con facilidad a los dos primeros defensores y apartó un tercero con el brazo atravesando la primera línea defensiva.
Corrió otros veinte metros hasta que en la línea de veintidós convergieron tres defensores sobre él. Justo antes de que le placaran lanzó el balón hacia, atrás y a la izquierda para que Toro con toda la defensa desplazada hiciese una fácil carrera hasta le línea de ensayo.
Hércules se levantó restregándose el costado como si le doliera tras la refriega y se acercó a felicitar a su compañero. A continuación una patada bien dirigida colocó el siete a cero en el marcador poniendo el prólogo a una fácil victoria.
Hércules miró el marcador y giró la cabeza hacia las chicas, viendo con satisfacción que habían dejado de reír y le miraban con interés.
Tras charlar un par de minutos con sus madres se despidió y se dirigió al vestuario, donde todo el equipo estaba cantando y gritando bajo el agua de la ducha.
Cuando salieron del estadio el equipo contrario ya le estaba esperando para salir de juerga. Se les veía un poco alicaídos, no esperaban perder por tantos puntos, pero ambos equipos sabían que el disgusto no duraría mucho tiempo.
La cervecería era enorme y estaba casi vacía hasta que llegaron ellos. En cuanto Máscara de Hierro entró, lo primero que hizo fue coger el mando de la tele y poner el partido de la liga neozelandesa, mientras el resto se acercaban como una horda de camellos sedientos a la barra.
Con su caña de Spaten negra Hércules se sentó en un taburete y se puso a comentar con el hombre al que había robado el balón el desarrollo del partido. Poco después llegaron los aficionados y los amigos de los jugadores haciendo que el local quedase atestado.
Un roce casual le hizo apartar la cabeza del televisor para ver un vestido blanco alejarse en dirección al fondo del local. Cuando levantó la mirada del apretado culo reconoció la melena en llamas de la pelirroja que se había reído de él hacia un rato. De la mano iba su rubia confidente, un poco más gordita pero igualmente apetecible.
Tuvieron suerte y encontraron una mesa libre. En cuanto se sentaron las chicas, fijaron la mirada en él.
Se despidió apresuradamente de los colegas y se acercó a las dos mujeres con una nueva cerveza en la mano.
Las saludó y ellas sonrieron mostrando unas dentaduras blancas y perfectas. Se sentó despacio a su lado aprovechando para echar un rápido vistazo a las dos mujeres. Nina, la rubia era un poco más gordita y tímida, tenía el cuerpo moreno y el vestido largo que llevaba, de un color oscuro resaltaba sus generosas curvas. Cuando la hablaba directamente apartaba los ojos grandes y color miel y solo abría la boca para decir monosílabos. Lo que más le gustó de ella eran el aire de inocencia que le daba su actitud, junto con su boca pequeña de labios gruesos y sus ojos grandes como permanentemente sorprendidos.
Bianca, la pelirroja en cambio era un volcán con una cara perfectamente ovalada unos ojos verde aguamarina, una nariz respingona y una boca amplia con unos labios gruesos y turgentes que eran una tentación permanente. Su piel era blanca y estaba salpicada de una miríada de pecas que no se molestaba en ocultar.
—¿Os gusta el rugby? —preguntó Hércules para que la conversación no decayese.
—En realidad no mucho. Fuimos a ver tíos grandes y fuertes pegándose por una pelota en forma de melón como si fuesen niños malcriados. —dijo Bianca con desfachatez.
—Ya veo, no entendéis nada.
—¿Qué es lo que hay que entender? Ni siquiera es como el futbol, aquí no hay reglas...
—Claro que las hay. —le interrumpió Hércules— En realidad siempre se ha dicho que el futbol es un juego de caballeros jugado por villanos, mientras que el rugby es un juego de villanos jugado por caballeros. ¿Qué pasaría si dos equipos de futbol que acaban de jugar un partido se reuniesen en el mismo bar? —dijo señalando a los dos equipos mezclados en la barra compartiendo bromas y cervezas.
Las mujeres miraron y se quedaron pensando sin decir nada y Hércules aprovechó para continuar con su alegato:
—Mirad al televisor. ¿De veras los jugadores de futbol os dan la misma sensación de sacrificio y entrega? En un partido de rugby nunca veréis a ningún jugador simular una falta o quedarse quieto viendo como sus compañeros defienden una jugada a menos que este agotado o lesionado...
Poco a poco notó como las mujeres cambiaban de opinión y se interesaban un poco más por el juego y por su reglas.
Cuando vio que la conversación no daba para más las invitó a ir a otro sitio más tranquilo. Bianca se adelantó antes de que Nina pudiese inventar una excusa y siguieron la estela que Hércules generaba al abrirse paso en la apretada multitud que atestaba el local.
Una vez fuera, agarró a las dos chicas por la cintura con naturalidad. Bianca se dejó asir y rápidamente acercó su cuerpo al de él mientras que Nina, más reticente, lo hizo con más lentitud y un pelín temblorosa.
Tras un corto paseo se metieron en un pub. Era jueves y el local estaba casi vacío así que pudieron elegir el sitio más cómodo. Pidió tres gin tonics y se sentaron charlando e intercambiando miradas enigmáticas en la penumbra.
La música cambió y se hizo más lenta. Bianca, siempre tomando la iniciativa, se dirigió a una pequeña pista de baile tirando del brazo de Hércules. Dándole la espalda comenzó a bailar agitando su cuerpo enfundado en su apretado vestido blanco. Bianca era menuda, y a pesar de llevar unos tacones de vértigo apenas le llegaba a Hércules por la barbilla, así que este tuvo que inclinarse ligeramente para asir sus caderas y moverse intentando seguir los insinuantes movimientos de la joven.
La música pronto dejó de ser importante. Hércules solo estaba concentrado en el redondo culo de la jovencita frotándose contra la parte delantera de su cuerpo y en acariciar sus costados intentado controlarse para no estrujar los pechos pecosos que asomaban por el escote del vestido.
Con la mirada perdida se giró hacia Nina que les observaba con una mirada triste de quién sabía que no tenía nada que hacer con una amiga tan atractiva y aventurera. Pero Hércules no estaba dispuesto a renunciar a ella, separándose un instante de Bianca se acercó a Nina y tiró de ella con suavidad hasta que se reunieron los tres en el centro de la pista. Nina era más alta y más corpulenta. Hércules midió con sus manos el largo vestido negro que se ajustaba a sus curvas resaltando sus grandes pechos y su culo grande y redondo.
Empezó agarrando a ambas por las caderas, bailando con una mujer a cada lado para luego ir girándose poco a poco hacia Nina y bailar estrechamente abrazado a ella, frotándose contra su cuerpo y explorándolo con una mano mientras invitaba a Bianca apretarse contra su espalda.
Cuando la música terminó volvieron a la mesa y terminaron sus copas. Hércules notaba en la mirada de las dos chicas que la excitación las dominaba.
Salieron del pub, ni siquiera el aire fresco de la noche disipó su deseo. Hércules les invitó a su casa tomar la última. Las dos chicas dudaron mirándose a los ojos como invitando a la otra a dejarle el campo libre...
—Vamos chicas. Sois amigas. —dijo Hércules con una sonrisa seductora— No me digáis que no estáis dispuestas a compartirme. Os prometo que no os defraudaré a ninguna de las dos.
Las jóvenes se miraron una vez más y convencidas de que la otra no cedería se encogieron de hombros y se agarraron una a cada brazo de Hércules mientras se dirigían a buscar el taxi más cercano.
—Esto es una estupidez —dijo Nina mientras esperaban a que bajase el ascensor— Me voy a ...
Hércules no le dejó terminar. Girándola, la puso frente a él de espaldas al ascensor y acaricio su cara. Sus dedos tocaron con suavidad la línea de sus cejas, sus pómulos, su nariz pequeña y traviesa y sus labios. Nina suspiró y entreabrió sus labios con la mente en blanco. Hércules aprovechó para besarla suavemente, deslizando sus manos por sus mejillas y la línea de su mandíbula para acabar agarrando su nuca.
La lengua de Hércules entró suave y profundamente en la boca de Nina explorándola y acariciándola y cuando se dio cuenta la chica estaba respondiendo ansiosa al beso. Las puertas del ascensor se abrieron y Hércules la empujó al interior.
Bianca entró con ellos y se puso a su lado. Hércules despegó los labios de Nina y sin dejar de acariciar su cuello y su espalda besó a Bianca. La pelirroja no fue tan remilgada y respondió inmediatamente con lascivia. Sus manos rodearon al joven palpando su culo y acariciando su paquete.
Las dos chicas sabían totalmente distinto. Hércules volvió a besar a Nina disfrutando del sabor dulce y aromático de su boca que contrastaba con el más fuerte a ginebra y tabaco de su amiga. Las puertas del ascensor se abrieron y agarrando a las dos jóvenes las llevó casi en volandas hasta la puerta de su piso.
A punto estuvo de tirar la puerta de su piso abajo de pura impaciencia, pero finalmente se contuvo y rebuscó en los bolsillos mientras las dos chicas exploraban su cuerpo entre risas.
Finalmente la puerta se abrió y en cuanto hubieron pasado la cerró de golpe mientras se abalanzaba sobre Bianca como un lobo hambriento.
—¡Hey! ¿No decías que nos ibas a invitar a la última copa? —dijo la pelirroja entre risas mientras dejaba que Hércules le arrancase la ropa a tirones hasta dejarla totalmente desnuda.
Hércules hundió sus manos en la ardiente melena de la joven y la besó. Sus labios se desplazaron por su boca y su cuello mientras sus manos y las de Nina acariciaban sus pechos, sus caderas y su espalda.
Pronto la joven empezó a suspirar y gemir excitada. Las manos de Hércules bajaron por su vientre y se enredaron en el pequeño triangulo de bello rojo que cubría su sexo. Bianca dio un respingo y separó las piernas excitada.
Con un gesto rápido le dio la vuelta poniéndola de cara a su amiga. Bianca miró a Nina, pero no como siempre, si no con una mirada cargada de deseo y excitación. Hércules no se paró a ver como los cuerpos de las jóvenes se fundían en un estrecho abrazo y se dedicó a repasar la espalda y el culo de la joven mordisqueando y lamiendo cada lunar y cada peca mientras se desembarazaba de su ropa.
Se volvió a erguir y pegó su cuerpo contra la espalda de Bianca. Dejo que su erección descansase entre el culo y la espalda de la joven y apartó su pelo para mordisquear sus orejas.
La joven sintió el falo duro y ardiente y gimió y se puso de puntillas haciendo que descansase en la raja de su culo. Hércules frotó su polla contra ella y con una mano la dirigió hacia la entrada de su coño.
Bianca apartó sus labios de los de Nina y agarrándose a sus caderas retrasó ligeramente su culo para hacer más fácil la penetración.
El menudo cuerpo de la pelirroja se estremeció ante el seco golpe con el que Hércules la penetró. Gimiendo de placer apoyó la cabeza en el busto de Nina mientras recibía los ansiosos embates del joven deportista.
El coño de Bianca era estrecho y resbaladizo y Hércules gozó a lo grande penetrando a la joven con golpes duros y secos mientras acariciaba sus caderas y sus pechos. Ella, temblando de placer, gemía, acariciaba y mordisqueaba los pechos de Nina a través del suave tejido del vestido.
Con un grito de frustración por parte de la joven, Hércules se apartó para agarrar a Nina y levantarle al falda del vestido. Sin ceremonias la arrinconó contra la pared besando su boca y magreando su voluptuoso cuerpo mientras acariciaba sus piernas enfundadas en unas medias de fantasía. Nina se sobresaltó asustada cuando Hércules las separó y poniendo una pierna en torno a sus caderas le quito el vestido por la cabeza y dirigió su polla al interior de su sexo.
Nina suspiró excitada y nerviosa a la vez. Sintió la polla de aquel hombre deslizarse por su interior cada vez más rápida embargándola con un intenso placer. Sin pensar cerró los ojos y le rodeo sus caderas con sus piernas. El hombre la levantó y la separó de la pared, elevándola en el aire y dejándola caer con una facilidad pasmosa. Nina disfrutó tanto del placer que le proporcionaba aquella polla dura y caliente abriéndose paso en su coño como de la sensación de estar entre aquellos brazos capaces de manejar su cuerpo como el suyo con la misma facilidad con la que manejaría el de una muñeca.
Ni siquiera sintió como su amiga le soltaba el sujetador dejando libres sus enormes pechos. Hércules llevó a la joven hasta la cama y la tumbó en el borde. Bianca se abalanzó sobre ella metiendo la cabeza entre sus piernas a la vez que ponía las suyas a ambos lados de su cabeza. Hércules observó a las dos mujeres lamiendo y chupando recíprocamente sus sexos mientras se acariciaba suavemente el miembro.
Con suavidad Hércules tiró de la melena de Bianca para erguir su tronco y le dio un largo beso. Saboreó la mezcla de sexo saliva y sudor que inundaba su boca. Sin dejar de besarla le metió de nuevo la polla a Nina y comenzó a penetrarla esta vez más suavemente. El ligero cuerpo de Bianca comenzó a moverse sobre la boca de su amiga apagando sus gemidos mientras que la lengua de Hércules apagaba los suyos formando un triangulo de ahogado placer.
Nina no aguantó más y se corrió agitándose con fuerza y lamiendo y chupando con violencia el coño de Bianca hasta que el orgasmo pasó dejándola exhausta. Hércules, con su polla balanceándose aun hambrienta empujó a Bianca tirándola en la cama justo por encima de la cabeza de Nina y la penetró antes de que la pelirroja pudiese hacer nada. La polla del hombre se abrió paso en el estrecho y encharcado sexo de la pelirroja. Bianca gemía y jadeaba hincando las uñas en la espalda de Hércules y besando todo lo que quedaba a su alcance. Por detrás Nina sin cambiar de postura le acariciaba el ano, y besaba y chupaba sus huevos, obligando a Hércules a concentrarse para no correrse inmediatamente.
Bianca no aguantaba más, sus pechos ardían ante los apresurados besos y caricias de Hércules y su coño, asaltado sin piedad por su incansable polla empezó a emitir relámpagos de placer que se extendían por todo su cuerpo, haciéndose cada vez más intensos hasta que el orgasmo la arrasó. Tardo unos segundos hasta que se dio cuenta de que estaba gritando con todas sus fuerzas. El placer fue disminuyendo poco a poco mientras Hércules sacaba la polla de su coño inundado de jugos orgásmicos para meterla en la boca de Nina.
Hércules comenzó a follarse la boca de Nina hincándole la polla profundamente mientras la joven la acariciaba con su lengua. Tras unos segundos atrasó un poco el cuerpo y con la polla recubierta de saliva la enterró entre los gordos pechos de Nina comenzando a moverla mientras acariciaba y pellizcaba los pezones. Nina le miraba a los ojos y apretaba sus pechos contra la polla de Hércules tratando de captar su atención.
A punto de correrse Hércules se separó y se puso de pie dejando que las dos jóvenes chupasen y pajeasen su miembro hasta que tumbándolas sobre el suelo, eyaculó sobre la cara y los pechos de Bianca y sobre las medias de Nina con broncos gemidos.
Las jóvenes suspiraron pensando que la noche había terminado, pero Hércules no estaba ni mucho menos satisfecho. Cogiendo a Nina por el pelo la tiró de nuevo en la cama dispuesto a empezar de nuevo...
El sol de la mañana le sorprendió agotado y somnoliento, pero no dormido. La habitación apestaba a sexo y sudor mientras las jóvenes dormían abrazadas en una esquina de la cama.
Las observó un rato con un gesto satisfecho y se levantó para preparar un café bien cargado. El aroma de la infusión despertó a las dos jóvenes que se desperezaron con todos los músculos atenazados por el intenso ejercicio de la noche anterior.
Tomaron el café en la cocina, en silencio. Sin atreverse a expresar lo que los tres pensaban. Las dos amigas se querían mucho, pero no estaban dispuestas a compartirle y Hércules, ni por un segundo había pensado en romper esa amistad. Unas miradas bastaron para saber que esa noche no se repetiría. Sin embargo compartieron el desayuno tranquilamente y se vistieron con lentitud, dejando que el joven las observase por última vez antes de desaparecer de su vida.
Bianca y Nina se despidieron con sendos besos, largos y húmedos que despertaron en el joven los intensos recuerdos de la noche anterior. Con una sonrisa traviesa desparecieron de su vida para siempre.
Aun era un poco pronto para correr, apenas había salido el sol, pero ya estaba despierto así que decidió adelantar sus planes y salir a estirar un poco las piernas. En cuestión de un par de minutos estaba saliendo de casa.
Le gustaba aquel polígono abandonado porque apenas había gente y podía desatar toda sus fuerzas lejos de miradas curiosas. Tras una rápida carrera atravesó el polígono y se internó en una estrecha senda que discurría a un lado de la autovía. Desde allí abajo podía correr midiendo su velocidad con la de los coches que pasaban sin que los ocupantes de los vehículos pudiesen verle a él.
A aquella horas los coches que pasaban por allí eran escasos así que cuando oyó a uno se preparó para competir con él. Sin embargo el coche no pasó rápidamente. Iba despacio como buscando algo y cuando llegó al puente sobre el río frenó en seco. Hércules se acercó a la orilla, bajo el puente y esperó.
En pocos segundos vio como un cuerpo caía desmadejado al río mientras el coche arrancaba con un chirrido de neumáticos y se alejaba.
Hércules no se lo pensó y se tiró al agua. De dos potentes brazadas llegó al centro del río y atrapó el cuerpo que comenzaba a sumergirse. Lo más rápido que pudo lo sacó a la orilla y lo observó por primera vez. Era una mujer de color, salvajemente maltratada. Parecía que no respiraba. Con incertidumbre acercó el oído a su pecho...
NOTA: Esta es una serie de treinta y seis capítulos, cada uno en una de las categorías de esta web. Trataré de publicar uno cada tres días y al final de cada uno indicaré cual es la categoría del capítulo siguiente. Además, si queréis leer esta serie desde el principio o saber algo más sobre ella, puedes hacerlo en el índice que he publicado en la sección de entrevistas/ info: http://www.todorelatos.com/relato/124900/
PRÓXIMO CAPÍTULO EROTISMO Y AMOR