Hércules. Capítulo 13. Entre rejas.
Te acostumbrarás a este sitio, en realidad no es tan malo como parece, al contrario de lo que puedas creer, la gente de este lugar exuda amor.
Capitulo 13: Entre rejas.
Hércules se dejó esposar y guiar a la sala de interrogatorios mansamente, con la cabeza baja y la expresión ausente. Le llevaron a una sala sin ventanas, con un gran espejo que ocupaba toda una pared, una mesa y dos sillas metálicas por todo mobiliario.
El funcionario le obligó a sentarse con rudeza en una de las sillas, la que estaba frente al espejo y cerró la puerta tras él, dejándole solo. Transcurrieron minutos sin que nadie apareciese, Hércules bajó la mirada y esperó sin hacer ningún movimiento. Intentando no pensar en nada. Solo esperando.
Repentinamente la puerta se abrió y entró un tipo gordo con un expediente y un periódico bajo el brazo.
—Enhorabuena, si lo que querías era estar a la altura de Charles Manson lo has conseguido, chaval. —dijo el hombre depositando un periódico ante él— La prensa se está volviendo loca con tanta sangre.
El policía calló y dejó que Hércules leyese los truculentos titulares y las fotos de la masacre a todo color.
—Bien, ¿No tienes nada que decir? ¿Estás esperando un abogado?
—No quiero ningún abogado. —respondió Hércules lacónico.
—No está mal, sabes hablar. Ahora que has empezado verás como todo es más fácil. Tengo unas preguntas y me gustaría que las contestaras. Verás, no es que me importe demasiado la muerte de unos cuantos chulos y traficantes, es más, nos has hecho un favor, pero tengo curiosidad por saber por qué a un joven sin antecedentes, deportista y de buena familia se le cruzan los cables y se carga a casi una docena de personas con sus propias manos.
Hércules no se inmutó y se limitó a mirar al policía con los ojos vacios sin mostrar ninguna emoción. El detective siguió insistiendo durante unos minutos, pero Hércules mantuvo un obstinado silencio hasta que finalmente el policía se rindió.
—Está bien, tú ganas. Conocer el móvil hubiese sido la guinda del pastel, pero en realidad tenemos suficientes pruebas para empapelarte así que me contentaré con encerrarte y tirar la llave. —dijo el detective— Ahora te vamos a llevar ante el juez de instrucción que te leerá los cargos y pondrá la fecha del juicio. Buena suerte, la vas a necesitar.
La vista preliminar fue rápida. El juez se limitó a verificar que Hércules no quería representación legal y ante la gravedad del delito dictó prisión incondicional sin fianza. A parte de su explicita renuncia a una representación legal, Hércules no dijo nada más y se retiró esposado del tribunal.
La cárcel no era tan moderna ni tan cómoda como las celdas de la comisaría. Las paredes estaban sucias y desconchadas, el piso desgastado y los hierbajos crecían en el patio. Por si fuera poco, en una celda no mucho mayor que la que había ocupado en la comisaría se hacinaban él y otras tres personas sin ningún tipo de intimidad.
En cuanto llegó le quitaron la ropa y le dieron un mono naranja que parecía tejido en papel de lija. Le dieron la ropa de cama y le encerraron en su celda donde paso la noche en compañía de los pedos y ronquidos de sus tres vecinos.
Al día siguiente lo despertaron a las seis de la mañana y lo dirigieron a las duchas. Se quitó el mono y lo dejó pulcramente doblado en un banco, tal como sus madres le habían enseñado. En ese momento, al entrar en el ambiente lleno de vapor de las duchas se preguntó qué pensarían de él. Diana siempre tendía a disculpar sus cagadas, pero Angélica hacía el papel de poli duro y era la que solía leerle la cartilla. No por ello la quería menos. Todavía no sabía cómo demonios se iba a enfrentar a ellas cuando volviesen del viaje de negocios en Europa del Este.
El que seguro que no lo digeriría bien sería su abuelo. Aunque lo quería, siempre había pensado de él que era un bala perdida...
—Hola, tu eres el nuevo ¿Verdad? —dijo un hombre fornido con el pelo teñido de rubio platino rompiendo el hilo de sus pensamientos.
—Te acostumbrarás a este sitio, en realidad no es tan malo como parece, al contrario de lo que puedas creer, la gente de este lugar exuda amor. —continuó el hombre sin esperar una respuesta, señalando a una pareja que se abrazaba y besaba al final de las duchas.
Sin decir nada Hércules observó como los dos hombres se miraban a los ojos con una ternura que pocas veces había visto en otras parejas. Sus manos acariciaban los cuerpos desnudos del otro con suavidad recorriendo los pechos amplios y musculosos.
El más bajito y fornido elevó en el aire al otro más delgado y lo apoyo contra el alicatado. Deslizando una mano por su nuca lo besó con ansia a la vez que bajaba la otra y la enterraba entre sus piernas acariciándole la polla con suavidad.
La polla del hombre creció entre las manos de su amante hasta convertirse en un falo de respetable tamaño, duro y caliente como un hierro al rojo. El hombre bajo se arrodillo y comenzó a lamerle y chuparle la polla mirando a su compañero a los ojos y acariciando sus muslos y sus huevos.
—¿A que son una pareja envidiable? Son Peco y Norman, llevan casi tres años y un día juntos y nunca se cansan de demostrase su amor.
Peco siguió chupándole la polla a su amante hasta que Norman a punto de correrse se dio la vuelta y abriendo las piernas y lubricándose el culo con un poco de saliva invitó a su amante a entrar en él.
Peco no le penetró inmediatamente sino que abrazó a su pareja por detrás dejando que el calor de los cuerpos y el agua de la ducha lo excitara. La polla de Peco creció y se endureció. Con suavidad acarició la raja entre las nalgas de Norman que suspiró excitado y anhelante.
Peco acarició los pezones y el cuello de Norman que comenzó a mover su culo golpeando la polla de su amante hasta que este no pudo contenerse más y lo penetró con suavidad mientras le susurraba palabras de amor que el ruido de la ducha enmascaraba.
Norman soltó un suspiro y arañó los baldosines mientras su novio comenzaba a moverse suavemente dentro de él. La incomodidad pasó pronto y los dos hombres empezaron a jadear y gemir asaltados por un intenso placer. El mundo de fuera se había diluido para ellos, solo estaban ellos dos abrazados disfrutando el uno del otro.
Peco cogió la polla de su amante y sin dejar de sodomizarle comenzó a sacudir su miembro cada vez con más urgencia hasta que los dos hombres se corrieron a la vez. Los gemidos se escucharon en toda la sala de duchas arrancando risas de complicidad a los presentes.
Los dos hombres saludaron y se abrazaron dándose un largo beso antes de volver bajo el chorro de las duchas.
—Eso sí que es amor. —dijo el rubiales abrazándo a Hércules— ¿No te parece?
Hércules intento liberarse con suavidad, no quería líos el primer día, pero tres hombres salieron de entre la cálida bruma de la ducha y le sujetaron por los brazos y el cuello mientras el rubiales intentaba forzarle.
Con un grito de furia Hércules juntó los brazos haciendo que los cuerpo de los hombres chocaran. Estaba harto de aquellos gilipollas. Con una patada en los testículos se libró del rubiales que se quedó encogido en postura fetal mientras arreaba un puñetazo en la sien al hombre restante.
Apenas un segundo después, los hombres que le habían cogido de los brazos se habían incorporado de nuevo y le miraban agazapados, preparados para abalanzarse sobre él.
Se lanzaron los dos a la vez intentado derribarle de sendos puñetazos pero sus golpes se estrellaron con el cuerpo de Hércules sin hacerle el menor daño. Sin el menor gesto de dolor les cogió los brazo y se los retorció hasta dislocárselos. A continuación, de dos patadas los lanzó contra la pared de la ducha donde chocaron y cayeron al suelo inconscientes, seguidos por una fina lluvia de alicatado pulverizado.
Cuando se volvió, el rubiales estaba aun arrodillado intentando ponerse en pie Hércules le dio un patadón que hizo crujir todas sus costillas antes de darse la vuelta y terminar de ducharse.
Zeus observaba la escena sin poder evitar sentirse responsable de todo aquello. Apretó los dientes y unas chispas salieron de sus manos, pero consciente de que no podía intervenir, se obligó a relajarse.
—Hola ¿Quién es ese chico tan guapo al que no quitas ojo? —preguntó Afrodita acercándose a su padre.
—Es tu hermanastro.
—No parece pasar una buena racha. —dijo Afrodita.
—Lo sé, por eso me preocupa. Estoy casi seguro de que fue Hera con la ayuda de Hades los que han provocado todo esto, pero no puedo demostrarlo y estoy atado de pies y manos...
—Es muy guapo para ser hijo tuyo. —le interrumpió ella con una sonrisa cantarina— Es una pena que se pase es resto de su vida en una cárcel.
—Además de guapo es importante. —dijo Zeus poniendose serio— Tengo una misión para él, una misión de la que depende el futuro de la humanidad. Yo no puedo hacer nada. Esa harpía que es mi esposa me tiene constantemente vigilado, pero tú puedes ayudarle. Aquí nadie te toma demasiado en serio. Tú puedes moverte entre estos dos mundos sin llamar la atención. Puedes ser mi voluntad ahí abajo, ayudarme a sacar al chico de ahí y proporcionarle un objetivo en la vida que le ayude a salir del pozo en el que esta hundido ahora mismo y lo más importante; prepararle para su misión.
NOTA: Esta es una serie de treinta y seis capítulos, cada uno en una de las categorías de esta web. Trataré de publicar uno cada tres días y al final de cada uno indicaré cual es la categoría del capítulo siguiente. Además, si queréis leer esta serie desde el principio o saber algo más sobre ella, puedes hacerlo en el índice que he publicado en la sección de entrevistas/ info: http://www.todorelatos.com/relato/124900/
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