Helena: un susto y sus consecuencias

Ninguno de los dos se esperaba tener este pequeño encontronazo. Las vacaciones son muy largas, y estas cosas pasa, supongo ¿no?

Me desperté sudando, hacía bastante calor esa noche, y no podía dormir. ¡Cómo de costumbre en verano!. Subí las escaleras a duras penas, con la pesadez de haber dormido apenas una hora. Me deshice del camisón mientras entraba al baño dispuesta a darme una ducha y refrescarme; ni siquiera encendí la caldera, necesitaba agua fría y le eché valor.

Mientras dejaba correr los primeros litros de agua casi caliente, me quité la ropa interior e hice algunas muecas mientras bostezaba frente al espejo. Me hizo gracia, me reí en silencio mientras negaba con la cabeza a causa de mi estupidez.

-Helena, por lo menos podrías haber llamado o pedido permiso, no sé- Se me heló la sangre, mi corazón se saltó varios latidos y quise gritar, pero no pude emitir ningún sonido.

-¿¿Hola?? ¿Estás despierta?- Escuché al cabo de unos segundos de silencio.

¡Joder! Pensé al reconocer la voz, corrí la cortina y vi a Rubén de pie junto al estante, con el cepillo de dientes en la mano y con cara de sorpresa. Salí de la ducha casi corriendo y empecé a llorar en su pecho, golpeándolo de vez en cuando. Me había asustado de verdad.

-Helena, vamos tranquilízate, ¿qué cojones te pasa?- Rubén me separó de su pecho y me levantó el mentón. Ni siquiera sé por qué lo hice pero le besé. ¿A mi propio primo? ¿Qué se supone que estaba haciendo?. Rubén me separó de inmediato, su cara transmitía incredulidad, pero también vergüenza.

Me disculpé, estaba roja como un tomate y las lágrimas seguían recorriendo mi cara. ¡Ay Dios mío, estaba desnuda!. Me metí en la ducha tan rápido como pude, tropezando con objetos que probablemente ni existían. El agua parecía más fría de lo que había supuesto, pero aún así soporté el frío gélido por mi espalda con tal de salir de esa situación.

La ducha fue rápida, el agua estaba congelada, no dejaba de darle vueltas al asunto y decidí que lo mínimo que podía hacer era disculparme. Cerré los grifos, cogí una toalla grande y salí en dirección a la habitación de mi primo.

De rodillas y abierto de piernas contra el portátil, estaba masturbándose contra una foto mía. No paró justo al momento de mirarme, tardó varios segundos en darse cuenta de lo que estaba pasando.

Parecía una clase de demonio cuando fui en su dirección, mirada oscura, rabia en los labios… Dios, estaba muy cachonda. Rubén cerró el portátil justo antes de que le empujase contra la pared. Dejé caer mi toalla, y fue la amenaza más real y más oscura que jamás he hecho: Cómo le cuentes esto a alguien te arranco los huevos, ¿Entiendes?.

Le puse unos cojines en la cara, no soportaba verle, sabía que lo que estaba haciendo no era muy correcto, digamos. Empecé a tocar su miembro y lleve sus dedos hasta mi sexo. Mi cuerpo seguí frío por la ducha, excepto en ciertas zonas, obviamente. Y el contraste con su piel cálida me ponía los pelos de punta. Sus manos agarraron mis curvas, pidiéndome, o más bien exigiéndome que le cabalgara. Cambié de posición, pero cuando mis labios tocaron su miembro, mi coño se cerró de una manera casi dolorosa. Era mi primo, no podía follármelo sin más, no teníamos protección y por un calentón no iba a correr riesgos.

Restregué su polla para empaparla de mis fluidos, y la arrastré lentamente hasta mi ano para que supiera lo que estaba intentando.

Apenas veía su rostro inundado de almohadas y cojines, pero vi esa sonrisa a través de las telas. Cuando coloqué la punta de su polla en su sitio, sus manos se deslizaron rápidamente por las sábanas, sus dedos se introdujeron de una forma violenta en mi sexo húmedo y elevó mis caderas para dejarlas caer con fuerza. No era la primera vez que lo hacía, eso seguro, pero yo tampoco. Así que cuando caí y su polla entró algunos centímetros, giré mis caderas, apreté ligeramente mis glúteos y muy poco a poco, haciéndole sufrir las consecuencias de su atrevimiento, me metí su polla hasta el último milímetro.

Creo que no se lo esperaba, pues sentí cómo se corría en mi interior, esa sensación agridulce de hacerse correr a alguien, pero no haber llegado tú misma.

Saco su polla con seguridad, me volteó sobre mi misma, apoyando apenas mi espalda sobre la cama, e introdujo su lengua en mi coño. Le cogí del pelo y le apreté contra mi. Su lengua pasaba hábilmente desde el interior de mi coño a mi perineo, humedeciendo su anular, que me introducía con dulzura por detrás, mientras su otra mano tironeaba de mi vello púbico apenas existente, y masajeando el clítoris alguna vez rompiendo el ritmo establecido.

Apenas tardé unos minutos en soltarle la cabeza y agarrarme a las sábanas, exhausta y a punto de correrme. Dejó su lengua quieta en el interior, así como su dedo anular, y masajeó mi clítoris con fuerza, haciéndome gemir y retorcerme sobre mi misma. Casi no había terminado de soltar el aire que me quedaba en los pulmones cuando su lengua pasó a mi clítoris, me hizo temblar; no me esperaba que me mordiese. El dolor fue agudo. Se retiró con urgencia, su dedo salió con fuerza de mi ano, y con la misma entró su miembro.

Primero la cabeza, y luego algunos centímetros más. Su polla había vuelto a endurecerse como la piedra, y esta vez me follaba desde arriba. El dolor de mi clítoris era intenso, y cada vez que su polla salía, una punzada de dolor recorría mi cuerpo. Pero era una sensación intensa, que me ponía los vellos de punta y los pezones erectos. Cerré los ojos y disfruté de las sensaciones.

Perdí la noción del tiempo, parecía que fuese hace horas que había tenido el último pensamiento. El ritmo se había intensificado, y no había dejado de sentir el dolor punzante en el clítoris cuando Rubén me azotó el coño. Tal como suena, con su mano plana, cerrada, me golpeó de lleno en mi sexo. Primero despacio y flojito, más adelante fue intensificando, tanto velocidad como fuerza.

Notaba mi coño caliente de los golpes, el clítoris hinchado y húmedo. Cada golpe iba acompañado de una embestida y casi sin enterarme, estaba gimiendo de placer. Con su polla dentro de mi ano y un último golpe seco en mi coño, que fue relajándose hasta que sus dedos se colaron entre mis labios y recogieron el fruto de su trabajo.

Sin duda estoy hablando del mejor orgasmo de mi vida, de cómo la insensatez del momento, la intensidad del encuentro y la ferocidad del sujeto me llevaron hasta mi máximo estado de éxtasis.

Tras este último orgasmo no recuerdo más de la noche, solo que a la mañana siguiente desperté en camisón en mi cama, me dolía cerrar las piernas y en mi mesa encontré una nota:

“Tanto te asusté en el baño, la próxima vez déjame verte la cara”

De momento, solo diré que tengo que verle todos los días hasta el final de las vacaciones. Creo que serán divertidas.

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Este relato ha cambiado de forma millones de veces, y cada vez que lo leo me resulta difícil no añadir miles de cosas o borrar otras muchas. Es mi primera publicación y me gustaría aprender de mis errores, crear y dar forma a todas esas fantasías e historias que se me pasan por la cabeza. Espero vuestras valoraciones, sinceras y constructivas. Muchas gracias a todos por leer este relato corto.