Helena en la tormenta
Nunca imaginé que una noche tan tormentosa pudiera ser tan cálida y tórrida.
Aquella noche era una de las noches lluviosas del pasado otoño, la lluvia caía de forma poco intensa, pero continua. Serían las 23:00, había tenido un día largo y duro en el trabajo, A esas horas estaba volviendo a casa en metro, menos mal que el día siguiente sería de asueto debido al exceso de horas trabajadas aquel día.
Ese día era uno de aquellos en los que a nadie le apetece salir de casa, de hecho, el vagón de metro en el que viajaba estaba totalmente vacío. En mi regreso a casa debo atravesar prácticamente todo Madrid por lo que , como es mi costumbre, me puse a leer tranquilamente durante el trayecto. Tras unas cuantas paradas entró en el vagón una muchacha muy atractiva con su abrigo y su bolso de viaje totalmente empapados, nuestras miradas se cruzaron, éramos la dos únicas personas en todo el vagón. Mientras arrancaba el tren, ella aprovecho para quitarse el abrigo, lo que me permitió intuir un cuerpo de infarto. Su camiseta al estar también mojada, se pegaba completamente a su cuerpo, por lo que pude apreciar unos pechos deliciosos con unos pezones gruesos y de punta debido al frío. Al darse cuenta ella se sonrojo e intentó separarse la camiseta del cuerpo sin mucho éxito. Se puso a leer, yo por mi parte procuré desviar mi vista al libro, sin embargo, no podía dejar de mirarla, había una especie de química hacia ella, química que debía ser común porque tampoco dejaba de mirarme.
Nuestras miradas se cruzaban, al principio, las desviábamos hacia el libro, pero al cabo de un rato nos mirábamos cada vez más a menudo y mas tiempo. Ella lanzó una sonrisa y se ruborizó un poco, yo aproveché la ocasión para empezar a hablar con ella. Me comentaba que no era de la ciudad y que iba a coger el último autobús hacía su ciudad que salía a la medianoche, con lo que iba un poco apurada de tiempo. Mientras conversábamos el tren dio un frenazo brusco y el vagón se quedó totalmente a oscuras. Vaya... -le comenté- cuando llueve mucho siempre se acaba averiando el metro. A los 25 minutos, el metro volvió a funcionar, pero ya era demasiado tarde para que Helena, que así se llamaba ella, cogiera su autobús con lo que la invité a pasar la noche en mi casa para que no tuviera que buscar hotel en esa noche de perros. Ella accedió agradecida, cuando llegamos a mi piso ella decidió ducharse y ponerse más cómoda. Tras ducharme, para que entrase en calor, le preparé una copa y yo me serví otra.
Cual fue mi sorpresa al verla aparecer por la puerta del salón completamente desnuda mientras de sus labios salía una frase que nunca olvidaré "no me puedo volver a poner mi ropa mojada". Se me salían los ojos de las órbitas era, una autentica Venus, perfecta. Su pelo negro mojado le caía sobre los hombros, sus ojos azules lanzaban miradas lascivas, sus generosos pechos marcaban el compás de su caminar hacia mi, sus piernas parecían columnas que terminaban en el templo de su apetitoso sexo. Se puso frente a mi, nos empezamos a comer a besos mientras yo aprovechaba para acariciarle los pechos y su prieto culo y ella me metía mano por debajo del pantalón . No pude evitar ponerme de rodillas delante de esta belleza y sorber los flujos de su sexo. Ella empezó a gemir, se le doblaban las rodillas. Con gran esfuerzo llegó a la mesa del salón y consiguió sentarse sobre ella, mientras yo evitaba que se escapara y seguía comiéndole los pliegues de su sexo al mismo tiempo que le metía y sacaba los dedos en su vagina. Empezó a convulsionarse con cara de estar totalmente ida, después de esto recuperó aire y me agradeció la atención dada, comprometiéndose a compensarme. Me hizo señas para que me levantara, me levanté y empezó a quitarme la camisa. Sentada aún en la mesa, me dijo que me acabara de desnudar.
Mi pene estaba expectante, totalmente recto, duro como una piedra y deseoso de su cuerpo. Ella lo acarició, lo cogió y lo empezó a frotar la punta de mi miembro con su húmedo y cálido coño que empezó a absorberlo. En aquel momento, empecé a moverme sacando y metiendo mi polla cada vez más rápido mientras que mis manos la sujetaban bien por su estrecha cintura y sus manos marcaban el ritmo sobre mi culo, su cuerpo empezaba a moverse demasiado. Se agarró fuertemente al borde de la mesa, mientras apoyaba su espalda en esta, jadeaba y cada vez me agarraba con más violencia y deseo hasta que estallo en una serie de gemidos de placer y su cuerpo cedía, relajándose completamente. En ese momento, sin dilación, se arrodillo delante mía y empezó a comerme la polla, la cual estaba a punto de estallar. La avise para que se apartase pues iba a correrme, ella insistió y siguió comiéndomela hasta que mi semen inundó su boca. Me miraba y sonreía dejando impecable mi polla con la ayuda de su lengua mientras se relamía.
Sus trabajos de limpieza hicieron efecto, al momento volvía a tener mi pene firme y preparado para una nueva embestida. Me puse un condón y me senté en una silla, ella se sentó sobre mi enfundando mi pene en su vagina con extrema delicadeza. Empezamos a movernos mientras aprovechaba la postura para comerle a besos la boca y los pechos mientras me asía fuertemente a su culo para ayudarla a mantener el ritmo. Su cuerpo estaba totalmente encendido, era una auténtica máquina de follar. Tras un primer orgasmo mantuvimos esta postura y seguimos bombeando hasta que el segundo orgasmo la dejó totalmente sin fuerzas y sin aliento.
A estas alturas, ya solo pensaba en seguir follando como fuera y correrme. Me la llevé a la cama para que estuviera más cómoda, la tumbé de lado y la empecé a follar desde atrás, agarrándome a sus senos. Al final con los chorros de semen de una dulce y maravillosa corrida se me fueron todas las fuerzas. Nos abrazamos y besamos saboreando nuestros respectivos sudores hasta que el sueño nos venció. Esa noche fue bastante movida, entre sueño y sueño, follábamos un poco.
Esa mañana, me despertaron de la manera más deliciosa imaginable, con mi polla creciendo en la boca de Helena que me estaba haciendo una mamada histórica. Ella tenía prisa pues al quedarnos, al fin, profundamente dormidos no habíamos puesto despertador y su autobús saldría en muy foco tiempo. Echamos un último polvo rápido. Nos duchamos, y al irse mientras me besaba, me dio una nota con su teléfono y me obsequió una dulce y lasciva sonrisa.
Al poco tiempo la llamé, nos hemos visto alguna que otra vez y hemos tenido interesantes encuentros de todo tipo, pero de esto espero contarlo en algún otro relato.
Este es mi primer relato, por lo que ruego disculpen todos los fallos que pudiera tener, les agradecería muchísimo es que me hiciesen llegar sus comentarios y opiniones a mi e-mail: expectantlingam@gmail.com