Helado de vainilla

Breve texto sugerente...

HELADO DE VAINILLA.

( Para Nacho, lo ves?, sí te hago caso ).

Se llevó una cucharada de helado de vainilla a la boca y me miró. Yo estaba acostada sobre la alfombra, escuchando cómo crepitaban los troncos en la chimenea, disfrutando del agradable calor del fuego. Él, con su pie desnudo, jugueteaba con las bolas del abeto de Navidad.

Era una estampa muy dulce

Me agradaban sus ojos, achinados y oscuros, con mirada interesante. Se trataba de nuestra primera cita, en realidad la segunda, pero en la primera no habíamos hecho mucho más que comer y reírnos. Allí, aquella tarde gris y fría, en mi cabaña de la sierra, habíamos dado rienda suelta a nuestra pasión… y habíamos gozado de un polvo maravilloso.

Joven y buen amante. Así me gustan a mí los hombres. Aunque tampoco me disgustan maduros y con experiencia. Mauro era guapo, su rostro distaba mucho de ser un rostro típico, sus rasgos originales le conferían mucho encanto. Parecía tímido, después no lo era, y esa mezcla explosiva a mí me ponía cachonda.

Acercó un poco de helado a mi boca

No me gusta la vainilla.- dije. Y, mientras lo decía, me fijaba en sus carnosos labios, qué sabrosos eran, me encantaba besárselos, sentir su fragor en los míos, hacerme dueña de su lengua.

Ah, no te gusta?. Es una pena, quizá no la has probado bien

Entonces tomó más cantidad de helado de la copa, y dibujó con la cucharilla un

sendero de color crema a lo largo de la cara interna de mis muslos… yo gemí, estaba rica esa caricia, y él sonrió… bañó los dedos en el dulce y me untó los pezones de vainilla, unos pezones que ya se habían endurecido, luego fue descendiendo, añadió una pequeña porción de postre a mi monte de Venus, y, finalmente, me penetró con su pulgar empapado de helado ya deshecho. Los néctares empalagosos de mi coñito recibieron complacidos su dedo envuelto en vainilla, y la penetración creó una fusión de sabores muy interesante. Olía bien, un aroma dulce, y el fuego dibujaba en la pared formas muy caprichosas.

Mauro me tocaba con gran pericia, y yo recogía sobre la alfombra toda esa dádiva de placer, y pensaba que, en efecto, la vainilla no estaba tan mal.