Hefestos y Afrodita

Primara parte...

Fiesta en el Olimpo

Como siempre Afrodita, se arreglaba coqueta para lucir bella, aunque no era necesario que hiciera un gran esfuerzo, pues su hermosura era algo tan natural e irresistible, lucia hermosa, como siempre y se contemplo en el espejo satisfecha, pero aun así, un gemido salió de lo más profundo de su pecho, era casi como un lamento, ella sabía exactamente lo que pasaría, sería lo mismo, Adonis y Ares, al igual que el resto de los dioses y semidioses andarían detrás de ella, pero siempre la misma platica, absurda y banal, Afrodita se sentía tan vacía, que le daban ganas de ponerse a llorar, pero no podía, solo le quedo resignarse y abordar el carruaje que la llevaría hasta el Olimpo, a la gran fiesta dada en honor de Zeus.

No muy lejos de ahí, otro Dios sufría al tener que alistarse para asistir a tan esperado evento, Efestos, dios de los volcanes, de la herrería, señor del fuego, todos creían que era un Dios amargado, sin sentimientos, pero en realidad, solo estaba muy herido, desde que nació lo único que había escuchado era lo horrible que era, se contemplo en el espejo, sus manos ásperas por todo el trabajo duro que la herrería demandaba, su cara, espalda y brazos estaban llenas de cicatrices, pero lo que no podía evitar era ver la enorme cicatriz que tenía en la cara, era lo único que miraba cuando miraba su reflejo, era por eso que evitaba los espejos a toda costa, la única razón por la que asistía al evento, era ella, Afrodita, Efestos siempre había estado enamorado de ella, pero claro está que jamás había tenido la oportunidad, o el valor para hablar con ella, además una Diosa tan hermosa, jamás se fijaría en un monstruo deforme como lo era él, se conformaba con verla de lejos, o aspirar el delicado aroma que su piel desprendía cuando ella, pasaba junto a él.

Y ahí estaba Afrodita de nueva, rodeada por todos los hombres, tratando de hacerla reír, pero había algo en su rostro, una tristeza que no se podía ocultar, Efestos, desde el otro lado del salón no se cansaba jamás de contemplarla, era tan hermosa, en el bolsillo de su elegante traje de gala traía una pequeña y delicada cajita, era un regalo, un hermoso regalo para afrodita, un collar que Efestos había hecho especialmente para ella, pero el solo pensar en acercarse así que el corazón de Efestos latiera demasiado rápido, entonces, la miro por última vez y salió a los hermosos jardines, podía escuchar el silencio y el alegre canto de las fuentes, el croar de alguna rana, y claro a su corazón que le reclamaba por ser tan cobarde.

Dentro del palacio, la fiesta continuaba, Afrodita, se sentía asfixiada por Adonis y por Ares, sintió que el oxigeno era demasiado poco, sintió muchas ganas de gritar, de gritar muy fuerte, pero aun estando en un salón lleno de gente, estaba segura de que nadie la escucharía, de pronto no lo resistió mas, se echo a correr, tan rápido y tan lejos como le fue posible, sentía que su corazón desbocado latiendo dentro de su pecho, no sabía ni siquiera hacia donde se dirigía, sus pies se enredaron con su vestido y cayó al suelo, se quedo ay por un momento adolorida y desconsolada, y luego empezó a llorar amargamente.

Efestos escucho a Afrodita y sin saber que era ella, se dirijo hacia el lugar donde provenían los lamentos, cuando la vio tirada en el suelo, rápidamente le levanto en sus brazos

  • Afrodita, ¿Estás bien?, ¿No te paso nada?

Afrodita, levanto la mirada para ver quién era el hombre que se preocupaba tanto por ella, era Efestos, siempre le había parecido muy diferente al resto de los demás Dioses, era callado, muy tímido, e incluso pensaba que él la odiaba, porque siempre que ella se acercaba el huía, como si lo fuera a contagiar de alguna enfermedad, muchas veces lo había sorprendido viéndola, pero el jamás le había dicho nada.

  • Si estoy bien, gracias, no me fije soy muy torpe.

El la sentó en la orilla de una fuente, la contemplo, era tan hermosa a la luz de la luna, y luego miro una de sus piernas, se había hecho daño.

  • Pero si te lastimaste, estas sangrando, espera.

Efestos, rompió su traje, tomo el trozo de tela y los sumergió en el agua de la fuente, se agacho y muy delicadamente empezó a limpiar las heridas de Afrodita. Ella lo veía, le parecía muy extraño, era un hombre grande y musculoso, pero a la vez, su cara, estaba llena de cicatrices, que le parecían un poco desagradables, sus manos eran muy ásperas, incluso ahora que eran tan delicadas para curar sus heridas, y una de sus piernas, era de acero, y por eso cojeaba, pero también el nunca le había prestado atención, era la primera vez que le dirigía la palabra, y le parecía muy interesante, no alardeaba todo el tiempo como el resto de los Dioses, y tampoco era muy social, ni siquiera había escuchado jamás, que Efestos hubiera tenido algún romance con alguna Diosa, aunque tampoco le parecía extraño, que mujer querría estar entre los brazos de un hombre así, mitad hombre, mitad monstruo. Mientras lo miraba, jugueteaba con el agua de la fuente, y se mojo toda, la noche era algo fría así que su piel se erizo, Efestos, siempre preocupado por ella, le ofreció su abrigo, ella lo acepto con algo de renuencia, aunque una vez que se lo puso, noto que olía muy bien, a colonia, y era muy suave y abrigador, sintió algo duro contra uno de sus pechos.

-¿Qué es esto?

Efestos que en ese momento terminaba de limpiar sus heridas, levanto la cara y al ver la pequeña cajita, se sonrojo como un niño pequeño, le daban muchas ganas de decirle que era para ella, pero también le daba mucho miedo que la hermosa Afrodita lo rechazara y le rompiera el corazón.

  • Es un regalo

-¿Para quién?

  • Para una hermosa mujer

  • mmm... ¿puedo verlo?

  • Claro

Afrodita, abrió la pequeña caja, su rostro se ilumino como el de una niña pequeña, que acaba de ver un hermoso juguete nuevo, era un hermoso collar, sus delicados dedos lo acariciaron, era perfecto, era sublima, Afrodita se enamoro de aquella pieza fría de metal de una manera sobrenatural y estaba dispuesta a hacer cualquier cosa para conseguirla, no importaba que fuera para otra mujer.

  • Es hermoso, ¿para quién es?

Pregunto la Diosa de nuevo, para averiguar quién era su competencia, o mejor dicho la dueña de aquella joya que deseaba tanto.

  • Para una hermosa mujer

Repitió Efestos, cada vez mas sonrojado y nervioso e incluso tartamudeo la ultima silaba al pronunciarla

  • ¿Para tu novia?

  • No, solo para una hermosa mujer

  • Debes amarla mucho, para hacerle un regalo tan bello

  • Así es la amo demasiado, más que a mi propia vida, además solo trato de regalarle algo que pueda adornarla y que no sea opacado por su belleza

Las palabras de Efestos le parecían algo muy hermoso a Afrodita, nunca ninguno de los Dioses le había dicho algo así, ahora no solo deseaba el collar, deseaba escuchar esas palabras, refiriéndose a ella, y el hecho de pensar que había una mujer que era dueña del collar y de las palabras de Efestos, le provocaron celos, entonces tomo delicadamente la áspera mano de Efestos y lo miro a los ojos:

  • Llévame a casa...