Hector y Fede, una noche de pasión y sexo
Hector y Fede comparten una noche de autentica pasión, con una buena sesión de sexo.
Hector removió los hielos de su cubata con la pajita negra. A su lado Fede hablaba. Retiro la vista de la copa y lo miro una vez mas. Se habían conocido por Internet y desde un principo le gustó. Hector, como cualquier veinteañero, se fiaba de las apariencias, por eso, cuando Fede le envió sus fotos, decidió quedar con él.
No era la primera vez que quedaba con un hombre por Internet, no obstante, todos los anteriores habían resultado, decepcionantes. Quejicas, cabezas huecas, o insoportables engreídos. Para el sexo le eran indiferentes, pero en cuanto empezaban a hablar, recogía sus cosas y se marchaba. Con Fede parecía distinto. La conversación fluía sin problemas, las bromas eran entendidas por los dos y su belleza germana le incitaba a acabarse la copa para ir cuanto antes a su casa.
En un silencio, y con disimulo, Fede acerco su pierna a la de Hector y empezó a frotase. Con el contacto Hector se estremeció. Miro a Fede con una sonrisa interrogante y se fijo en sus ojos azules. Su mirada estaba llena de deseo, pero un deseo tranquilo, sin lascivia, solo la necesidad de sentir sus cuerpos juntos.
Hector se sintió alagado. A pesar de que no era feo, tampoco se consideraba guapo. No era consciente del sutil encanto de su sonrisa o de lo misterioso de su mirada. Por ello, cuando alguien de una belleza tan perfecta como la de Fede se fijaba en el, no podía sino sentirse enormemente alagado y terriblemente inseguro al mismo tiempo.
Acercando aun más su pierna a la de Fede, empezó a hablar de un tema trivial e innecesario. A pesar de su poca experiencia, sabia que a la mayoría de los hombres les volvía locos el mostrar indiferencia con el rostro e interés con otras partes del cuerpo.
El truco parecía funcionar, ya que el bulto de la entrepierna de Fede crecía a una velocidad vertiginosa. Al darse cuenta, Fede decidió cortar por lo sano; retiro su pierna de golpe y fue a pagar.
Mientras tanto, y a pesar de que era de noche, Hector ardía de calor dentro de su cazadora.
En cuanto Fede volvió, le invito a subir a su casa, la cual, casualmente, se encontraba justo al lado. Como quien no sospecha lo que le espera, Hector aceptó la invitación.
Mientras subían las escaleras, Fede dudaba si debía intentar algo. Había aceptado el subir a su casa, no obstante, correctamente decidió esperar un poco mas.
Entraron y el le invitó a sentarse en el sofá. La naturalidad con la que se movía Hector no hacían mas que excitarle aun mas. Al darse la vuelta puedo ver con mas claridad el culo que ya había admirado antes. Solido, bien moldeado, no excesivamente grande o redondo. Mientras se acercaba al sofá trato de imaginárselo sin los pantalones y la imagen le hizo acelerar el paso.
Mientras reanudaban la conversación de antes, Fede acercó su mano hasta que cogió la de Hector. Este a su vez, la apretó con fuerza mientras le miraba a los ojos. Siguieron hablando mientras jugueteaban el uno con los dedos del otro. Y en un instante, sin necesidad de preguntar, supieron que era el momento. El beso fue corto, dulce y muy agradable. Los labios carnosos y húmedos de Hector hicieron que todos los pelos de Fede se estremecieran. Sin darse un descanso se besaron una vez mas, y otra, y otra. Las manos de Hector palpaban el rostro de de Fede como si quisiera memorizarlo. Por su parte, Fede revolvía el abundante pelo de Hector. Cuando este bajó para besarle el cuello con besos cortos, el aprovechó para olérselo. No era el perfume habitual de champú y colonia. Olía a pelo y algo de sudor, olía como un hombre. No sucio, si no masculino y natural.
Fede levantó a su compañero y apretando su polla ya dura contra su culo lo llevo hacia su cuarto. Con suavidad le dio la vuelta y lo apretó contra el frío armario. Le agarró las muñecas y se las puso por encima de la cabeza, presas entre sus manos. Hector levantó su barbilla, deseoso de otro beso, buscando con ansia los labios de Fede.
Pero él, en lugar de hacerlo, frotó su entrepierna ya abultada contra la de Hector. Aun sujetando sus muñecas con fuerza, le besó toda la cara excepto los labios. Besos rápidos, secos y totalmente excitantes. Cuando el tampoco pudo contenerse, le metió la lengua en la boca. Hector no se quedó parado y le respondió con la suya. El sentirla caliente en su boca pudo con él y aflojó las manos. Fue en ese instante en el que Hector aprovechó, con su lengua aun en la boca de Fede, para soltarse y abrazarle la espalda. Con avidez se la acarició. Sentir los músculos duros de su espalda, las formas cinceladas, hicieron que lo besara con mas pasión aun. Bajó hasta su culo y la rugosidad de la tela vaquera le sorprendió. Retrocediendo subió un poco, hasta la cintura y metió la mano por el estrecho espacio que quedaba entre el calzoncillo y la piel desnuda. Con el dedo busco el camino que marcaban sus nalgas hasta llegar a donde quería.
Con parsimonia empezó a jugar con el orificio hasta que le metió su frio dedo, y al sentirlo, Fede se separó súbitamente de Hector. Mientras que con una se desabrochaba el pantalón, con la otra animaba a Hector a hacer lo mismo. Una vez ya desnudos, se tiraron a la cama como quien se zambulle en una piscina. Besando cada parte del cuerpo del otro, fueron retirando los cojines y almohadas para dejar espacio a su pasión. Por un momento Fede dejó de besar para observar la dulce cara de Hector. Sus ojos de tigre, su boquita de chupa-chups y las mejillas coloradas por el calor del momento. En ese mismo instante tuvo la necesidad de follarle hasta que cayera de agotamiento.
Sin buscar la penetración, comenzó a golpearle el culo con su polla. Pero Hector aguantó poco pasivo y girándose buscó la polla de Fede.
La olió dejándose excitar por el amargo olor característico de las pollas. La descapulló con suavidad y le dió unos lametazos lentos al tiempo que jugueteaba con sus huevos. Pero no eran caricias y delicadeza lo que Fede quería, y a la primera de cambio le introdujo todo su miembro en la boca, con enérgicas envestidas. Mas por la sorpresa que por el tamaño de la verga, Hector casi se atragantó, no tardó en cogerle el ritmo a las envestidas y pronto mamaba como si no hubiera hecho otra cosa en su vida. Fede miró hacia abajo y vio al chico a cuatro patas, con sus músculos en tensión, y la columna vertebral empujando su ligeramente bronceada piel. Fueron esos pequeños detalles, y no solo la estupenda mamada que le estaba haciendo Hector, los que hicieron que casi se corriera en su boca. Y aunque hubiera sido tremendamente excitante ver sus preciosos labios granates cubiertos de su semen, Fede se contuvo, y retirando su polla de la boca de Hector (o mas bien a Hector de su polla), lo puso a cuatro patas. Escupió un par de veces en el culo y empezó a trabajar en la dilatación del agujero. Al recibir esas caricias en una zona tan sensible, Hector no pudo evitar gemir. Al oírlo, Fede supo que era el momento, y en un tiempo récord, se colocó un preservativo y metió su polla por completo en el culo de Hector.
- ¡Ah! ¡si! ¡Metemela por favor!
Suplicaba Hector, y Fede obediente, se la daba. Hector agarró las sabanas, y Fede las caderas de Hector mientras empezaban las envestidas. Rápidas al principio, frenéticas después, descontroladas ya al final.
Hector se estremecía de placer y Fede lo notó. Como el tambien estaba a punto de correrse, sacó su polla del culo de Hector y la puso sobre su cara. No hicieron falta más que unas caricias de la lengua de Hector sobre el glande de Fede para que un abundante chorro de semen saliera despedido, manchándole la cara y el pelo a Hector.
No obstante, Hector, a pesar del semen de su cara, aun no se había corrido, así que Fede bajó hasta su polla, y agradecido le hizo una mamada. Una vez mas, no hizo falta mucho tiempo para que se corriera, pero esta vez, Fede, se tragó toda la lefa caliente que salió de la polla. Dejó que su textura resbaladiza le inundara la boca y le bañara los labios, dándoles un precioso brillo que Hector no resistió. Le cogió por los hombros, y a pesar del semen que les manchaba, se besaron hasta que no pudieron más.
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