Héctor - Treinta Minutos - Capítulo I
Primer capítulo de la serie de relatos "Treinta minutos", por "El Doctor". Trata sobre un residente de primer año de cirugía vascular y sus encuentros y vivencias amorosas y sexuales. Relato basado en experiencias reales, con buena y cuidada narrativa, SÓLO PARA SIBARITAS ;)
CAPÍTULO I
El despertador sonó, no eran más que las 07:00 AM. Perezosamente, Héctor golpeó la parte superior del mismo con el fin de darse una tregua de cinco minutos… cinco minutos que por supuesto sabían a gloria.
El mismo despertador que le atormentara esa mañana marcaba ya las 07:35 cuando se enfundó su chaqueta de motorista, cogió las llaves y salió por la puerta de su piso. La mañana de Octubre era fría, y una mueca de preocupación desfiguró por un momento las agraciadas facciones del chico “tal vez…” pensó “ con este frío me tope con alguna sorpresita en el suelo”. La sorpresita a la que se refería Héctor era a la posibilidad de una placa de hielo en el suelo, tan traicioneras para los motoristas.
Héctor suspiró resignado, y se apresuró hacia el hospital girando el puño de su moto, mientras dejaba tras de si una neblina blanca de vapor condensado, y el atronador rugido de su querida Ducati.
Al llegar al hospital Héctor fue directo al departamento de cirugía vascular, del cual era residente de primer año, y sin perder un segundo se puso el pijama, la bata, y fue al fondo del departamento, donde se encontraba la sala en la que hacían las sesiones clínicas a primera hora de la mañana.
-Bueno, ya estamos todos, llegas tarde Héctor.-El que le dijo esto era un hombre mayor, con una incipiente calva pero que poseía un inconfundible aire de solemnidad y sabiduría detrás de su afable sonrisa. –¿Es que se te han pegado las sabanas?
-Perdona “jefe” pero la carretera estaba fatal como para jugársela con la moto.-“Jefe” era la manera cariñosa que tenía Héctor de referirse a Francisco, el jefe de servicio de cirugía vascular del Hospital San Mateo, dónde trabajaba.
-Un día vas a darnos un disgusto… pero bueno empecemos.
La sesión clínica comenzó, y con un aire distendido los distintos doctores y doctoras que se sentaban alrededor de la mesa comentaron las imágenes radiológicas de varios pacientes que iban siendo expuestos en la pared del fondo de la sala gracias a un proyector.
Alrededor de la mesa podían contarse un total de nueve personajes enfundados en bata, seis mujeres y tres hombres, con una impresionante variedad de edades y apariencias. Eran los miembros del servicio de cirugía vascular, los cinco residentes, dos de los cuatro cirujanos titulares y el jefe de servicio.
Héctor miraba las imágenes que se iban proyectando pero tenía la cabeza en otra parte… en concreto en otra persona. Hacía dos noches Héctor había mantenido relaciones sexuales con una compañera de la carrea por la que siempre había sentido una poderosísima atracción, pero que jamás se había atrevido a declarar, por falta de confianza.
Y no es que estuviera justificada, Héctor era un chico de 25 años, estatura media y rostro agraciado. Lo que más atractivo hacía a Héctor era su sonrisa, se caracterizaba por tener siempre una sonrisa cálida y sincera para todo aquel que hablara con él, y eso le granjeaba siempre el cariño de todos los que le rodeaban, era realmente bueno en las relaciones personales, y él lo sabía y explotaba al máximo.
En ese momento su rostro mostraba una expresión distraída y soñadora mientras recordaba con todo lujo de detalles el encuentro sexual con su compañera… En principio habían quedado su grupo de amigos de la carrera para tomar unas cervezas, siendo miércoles nadie podía esperar que aquello acabara como lo hizo, y con la mejor de las intenciones se reunieron en un pub que había en la zona universitaria, el cual frecuentaron muy a menudo en su época tan cercana de estudiantes.
El caso es que tras dos horas de charla y chanzas, las jarras de cerveza ya se habían vaciado y rellenado varias veces, y los ojos de los viejos compañeros estaban ya vidriosos y enrojecidos. Las risas dieron paso a los gritos exaltados de amistad, y la camarera, que los conocía, cerró el bar con ellos dentro. Una hora después todos estaban totalmente ebrios, bailando al son de la música que ellos mismos pedían y bebiendo sin control.
En cierto momento, Héctor había comenzado a hablar sin ningún tipo de malicia con Lucía, la compañera sobre la cual ahora mismo estaba fantaseando. Recordaba haberle preguntado por su relación, a lo cual ella contestó que lo había dejado con su novio y que este se estaba portando fatal con ella, haciéndole la vida imposible, etc.
Aunque Héctor tenía fama de libertino, en ningún momento se le pasó por la cabeza ir a por su compañera, no por falta de deseo, sino porque esperaba un rotundo NO en caso de siquiera intentarlo, y se dedicó a consolar a su amiga y a charlar con ella.
Ésta comenzó a mostrarse mas cariñosa que de costumbre con Héctor, sin duda influenciada por el efecto del alcohol, y pedía continuamente abrazos y arrumacos. El alcohol también hizo efecto en Héctor, el cual calibraba sus posibilidades cada vez de forma más optimista. Lucía era sencillamente espectacular… rubia, de pelo largo, algo baja de estatura pero con un cuerpo que solo podía calificarse como trabajado y esbelto, firme, como mas tarde comprobaría.
En ese punto de la noche, de pronto, la cosa se desmadró, y sus compañeros propusieron buscar algún bar que abriera hasta tarde, otros querían irse ya a sus casas porque al día siguiente trabajaban… y en ese momento de confusión, Lucía aprovechó para decirle a Héctor que si la acompañaba a su piso, que su compañera no estaba y no quería volver sola. Ni corto ni perezoso, Héctor no tardó en esfumarse del lugar sin dejar tiempo a que nadie preguntase que ocurría.
De camino a su piso Lucía fue en todo momento aferrada a Héctor, y comenzó a hacerle proposiciones, al principio muy de soslayo, pero cada vez mas claras a medida que Héctor se hacía el tonto.
-La verdad es que con toda esta movida de mi novio me siento muy sola, y hoy que no está mi compañera la verdad es que no me gustaría dormir sola… no tienes porqué dormir conmigo, vale con que estés en mi piso… además hoy estás saliente de guardia ¿no? Mañana no tienes que ir al hospital…
-Claro, claro, descuida no tengo nada mejor que hacer…-Héctor se hacía el duro, no podía creerse su suerte y aún estaba receloso, sólo el hecho de dormir con Lucía le parecía suficiente para darse por satisfecho y tener algo que contar, así que todo lo que viniera era un regalo de Dios.-No voy a dejarte sola no te preocupes.
Tras pronunciar estas palabras Héctor le dio un cariñoso beso en la mejilla a Lucía, y esta dijo:
-Aunque claro… si durmieras conmigo me sentiría mucho más acompañada.-Héctor sonrió, pensando que no sabía exactamente donde iba a acabar aquello.-No tiene porqué pasar nada ehh, he dormido antes con Fernando (un compañero de su grupo de amigos) y no ocurrió nada.-Héctor tenía noticia de ese encuentro por propia boca de Fernando, y sabía que de veras no había pasado nada, pues éste tenía novia y resistió la tentación, pero en ese mismo instante empezó a hacerse una idea bastante acertada del tipo de mujer que era Lucía.
Llegaron a su portal, y tras abrir con dificultad la puerta por la ebriedad, se dispusieron a llamar al ascensor para subir al quinto piso, donde ella residía. Una vez en la puerta, Lucía metió la llave en la cerradura, y en cuanto abrió la puerta, las fosas nasales de Héctor se colmaron de un dulce olor a pétalos de rosa… aquel piso olía francamente bien.
Lucía le invitó a ir directamente a su cuarto, y Héctor con una sonrisa torcida grabada en el rostro, la siguió mientras miraba con curiosidad a su alrededor. Cerró la puerta al entrar tras Lucia, mas en un gesto de privacidad que por necesidad, ya que era cierta, estaban solos en el piso.
Entonces Lucía empezó a hablar nerviosa mientras iba quitándose prendas, tratando de restarle importancia al hecho de que estaba cambiándose de ropa delante de Héctor sin ningún tipo de pudor. Sólo se giró cuando se disponía a quitarse el bonito sujetador negro, dejándole a Héctor unas preciosas vistas de su trasera en tanga, seguramente aquello no era fruto del azar…
Héctor hizo lo propio, y se desvistió hasta quedar sólo en calzoncillos, ya que el resto de la ropa “olía a tabaco” como bien indicó Héctor. Lucía se puso un cómodo y muy transparente camisón para dormir, y se metió en la cama la primera, dejando la sábana abierta para dejar espacio a Héctor tras ella. La cama era pequeña, ideal para una persona pero claramente insuficiente para dos, y Héctor titubeó, mientras fingía que ajustaba la alarma de su móvil.
-Vamos, ¿quieres meterte de una vez? Hace frío…
-Si, si ya va, estaba poniendo una alarma…-Entonces Héctor apagó la luz del dormitorio… sólo para darse cuenta de que a través de la ventana que había sobre la cama se filtraba la nacarada luz de la luna llena, otorgándole a Lucía una belleza fría, sobrenatural.
Lentamente, Héctor se acercó a la cama, y se metió bajo las sábanas, tras Lucía, la cual los arropó a ambos, y se giró hacia la puerta de la habitación.
Héctor ya se sentía afortunado por estar en aquella situación, y decidió no dar un paso en falso, por lo que se encontraba con la espalda pegada a la pared, y al menos un palmo de separación de Lucía. Comenzaba a apoderarse de él el sueño, cuando de pronto Lucía susurró.
-¿Por qué estas tan separado? Hace frio…
-Lo siento pensé que te daría demasiado calor, soy como una estufa.-Mientras decía estos, Lucía sonrió y retrocedió hasta pegar su cuerpo totalmente al de Héctor, ambos ardiendo.
Sin pensarlo dos veces, Héctor la rodeó por la cintura con un brazo, y metió el otro bajo la almohada. Sabiéndose vencedor, comenzó entonces a acariciar el plano vientre de Lucía para ver la reacción de ésta, “a fin de cuentas, siempre podía considerarse un gesto cariñoso pero no lascivo…” pensó Héctor, aun justificándose y resistiendo a creer lo que estaba a punto de suceder.
Entonces lo notó, Lucía aceleró su respiración, y su cuerpo parecía arder cada vez más. Héctor comenzó a ampliar el recorrido de sus dedos, arriba y abajo… tanteando el territorio limítrofe con los pechos de Lucía, sintiendo el nacimiento de éstos, suaves, turgentes… pero aún si declarar del todo sus intenciones.
Lucía entre tanto había convertido su respiración levemente agitada en esporádicos gemidos, muy tenues, de pura excitación. Héctor, que ya no tenía ninguna duda sobre lo que allí estaba ocurriendo, apretó aún mas su cuerpo contra el de Lucía, acercó sus labios a su oído y…
-¡Héctor!, ¿en qué estas pensando? ¿Estas con nosotros o no? Ya van tres veces que te pregunto que te parece esta angiografía y no haces más que mirarme como un idiota.
-Ehh… perdona jefe… a ver, uff… es que he dormido fatal.
-Ya veo… a ver Teresa ¿que opinas tu? Ya que aquí el amigo está totalmente ido… a ver si la R2 le ilumina.
-Pues a mi me parece una estenosis subtotal de…
Héctor suspiró y trató de recuperar el hilo de sus recuerdos, pero se instó a atender a la sesión clínica, ya tendría tiempo de abandonarse al dulce recuerdo de su anterior encuentro sexual… y a planificar el próximo, ya que se negaba a aceptar que tan fabuloso encuentro fuera el único con semejante diosa…