Hechos 9

La enfermedad que llevo a la muerte a mi madre no impide el amor entre mi hijo y yo

Mi madre, en cosa de dos o tres meses, tuvo diversas recaidas de salud, se deterioraba poco a poco, aunque nosotros no nos dieramos cuenta. Tuvimos que ingresarla en varias ocasiones en el Hospital, cada vez su estado era mas deplorable. Hable con los médicos y me dijeron que no había mucho que hacer, mas bien esperar el momento del desenlace final.

•    su madre padece una enfermedad incurable.

Siempre me ha jodido mucho cuando los médicos intentan camuflar la enfermedad. Los profesionales de la Medicina, encubriendo algo que todo el mundo sabe. Es como cuando en los medios de comunicación leemos u oimos que “fulanito ha muerto victima de una larga enfermedad”. Me parece que es de un cinismo total y absoluto. El cáncer es el cáncer y todos sabemos que existe. No entiendo por qué se encubre en algunos casos, incluso por qué los propios profesionales de la salud lo encubren a veces.

Logicamente por aquella epoca el ritmo sexual entre mi hijo y yo decreció en la medida que la situación se hacía más compleja. Por otro lado, las cada vez mas largas estancias de mi madre en el Hospital hacían que mi dedicación a ella fuera casi total. Al principio pedí vacaciones en la Farmacia, el mes que me correspondía, luego como la situación no mejoraba, todo lo contrario, hablé con mi Jefe, un buen hombre, y fue él mismo quien me dejo entrever la posibilidad de que me tomara un tiempo de excedencia, para poder atender convenientemente a mi madre. Era la mejor solución, sin lugar a dudas, pero la economía no era tan relajada como para permitir determinados dispendios. Con todo, estuve echando numeros y cuentas y lo hablé con Juan, quien veia de igual manera que era la solución mejor, hasta tanto se terminaran de desarrollar los acontecimientos.

Finalmente, en una nueva conversación con mi Jefe, decidí cogerme un tiempo de excedencia o unas vacaciones no retribuidas, que serían de la duración que yo considerara necesaria. Al final fueron cinco meses. El final llegó al quinto mes.

Con mi madre en el Hospital, y yo a su cuidado, los horarios de Juan, que intenté que los acontecimientos no le apartaran en exceso de sus estudios, eran poco compatibles. Me refiero a que cuando el entraba en casa, yo salía y viceversa.

Con todo, como si hubieramos sido una pareja normal, aunque fuera de cuando en cuando, intentabamos coincidir en algun momento. La preocupación por el estado de salud de mi madre, la enfermedad de su abuela, no impedía para que tanto él como yo siguieramos teniendo sed de sexo, que juntos sabiamos como saciar.

Una mañana regresé del Hospital a casa, Juan ese día no había ido a clase, no sé exactamente por qué razón, si por alguna huelga, porque estuviera preparando algun examen o qué, el caso es que al entrar en casa, se encontraba en nuestra habitación estudiando.

La habitación no era muy grande, y con las dos camas, que todavía existían obviamente, se perdía mucho espacio, pero compramos una mesa para que Juan pudiera estudiar mejor. No había en aquella casa mucho sitio disponible y teniamos que ingeniarnoslas para sacar espacio de donde no lo había.

Entre en la habitación y me acerque a mi hijo, a quien di un beso en el pelo, cariñoso. El levantó su cabeza y me devolvió el beso posando sus labios en los míos.

•    qué tal, mamá, como está la abuela

•    a pasado una noche bastante fastidiada

•    con dolores?

•    sí, con muchos dolores, le han tenido que poner un par de veces calmantes

Mientras hablabamos yo me iba desnudando. Empecé con los zapatos, me dolían los pies una barabaridad de haber pasado la noche sin descansar en condiciones, tenía los tobillos hinchados, con la hinchazón característica del que lleva un montón de horas sin descalzarse y sin poder estar estirado el tiempo necesario. Después continué desabrochándome la blusa, recuerdo que era beige, de seda, liviana, permitía adivinar el sujetador blanco que llevaba. A mi siempre me habia gustado mucho esa blusa. Cuando tenia todos los botones desabrochados y me intentaba quitar los de los puños, mire a mi hijo que se había quedado embobado contemplándome. No decía nada, solo miraba

•    pero que estás mirando?

•    lo buena que estas, mama

•    me lo tomo como un cumplido, pero estoy cansadisima

•    pero estas muy buena

Se levantó y vino hacia mí, a penas eran unos cuantos pasos desde su silla hasta donde yo me encontraba, un par de metros. Yo me habia quitado la abotonadura de los puños y me iba a quitar tambien la blusa, en ese momento Juan ya estaba enfrente de mi, fue el mismo quien me sacó la prenda y la tiró encima de su cama, la que estaba justo detras de él. Me bajó primero uno y luego el otro tirante del sujetador, paso sus manos por mi espalda y lo desabrochó soltando los corchetes. Tambien me quitó el sujetador, lo mismo que había hecho con la blusa.

Sentía alivio físico al quedarme desnuda de cintura para arriba. Sin dejar de mirarme masajeaba mis tetas, pasando sus dedos por mis pezones que se iban poniendo duros conforme recibian las caricias de Juan

•    que haces?

•    tocarte, no lo ves?

•    ya me doy cuenta, pero es que estoy muy cansada y tu tienes que estudiar

•    ya estdiare luego, no te preocupes por eso

•    pero estoy cansada, cariño

•    se te estan poniendo los pezones como piedras

Y era verdad, se estaban poniendo de una dureza considerable y habían crecido en tamaño, a la vez que yo misma notaba las primeras sensaciones de tanto sobeteo. Juan acercó su boca a la mía, a diferencia de unos minutos antes ya no era un posar labio con labio, en un beso de cariño, metia su lengua dentro de mi boca, enroscandola con la misma, en un beso de pasión. Nuestros cuerpos se juntaron, Juan me abrazaba mientras me besaba cada vez con más ímpetu y mas alocadamente. Sus manos tampoco dejaban de tocarme, las tetas, la cintura, la espalda, en un viaje constante y continuo por toda la anatomía que estaba desnuda.

Estabamos de pie y abrazados, morreando como adolescentes, como lo que mi hijo era en realidad, notaba su polla dura, aprisionada en sus pantalones de chandal, restregarse contra mí. Notaba su polla que traspasaba la tela de sus pantalones, la tela de mi falda negra e incluso la misma tela de mis bragas.

La comida de boca era ya desenfrenada, mordisquitos, lametones de cuello, sobos continuos y constantes. Estabamos en un estado de excitación ideal para iniciar el combate que tambien conociamos el y yo, nuestro combate de amor y de deseo.

Las manos de Juan, cansadas ya de acariciar mis tetas, mis pezones, mi cintura y mi espalda, se aferraban a mi culo, por encima de mi falda. Pasó las dos manos hacia atrás de mi, para soltar la presilla y bajar la cremallera que sostenian la falda, que cayo al suelo una vez liberada de sus ataduras. Cayó a mis pies, que saque rapidamente para tener mas libertad de movimientos. Mantenia puestas mis bragas, las manos de mi hijo habían entrado por detras tocandome el culo, masajeandolo como si de una pieza de masa se tratara.

A la vez, solo con las bragas puestas, notaba la dureza de su polla, convertida en un rabo erecto y duro, presionandome. Mi hijo me estaba poniendo, me habia puesto ya, caliente como una perra, se me habia olvidado por completo el cansancio, las horas sin dormir, la preocupación por el estado de salud de mi madre. En ese momento necesitaba de mi hijo, necesitaba que me jodiera como el solo sabia hacerlo, con poderío y madurez, con placer y con lujuria.

Yo no estaba quieta tampoco, habia metido mi mano por dentro del pantalon de chandal de Juan, había introducido mi mano por dentro de su slip y agarraba su miembro empalmado.

•    quiero follarte, mama

•    a las 10 de la mañana...

•    no hay hora para la pasión

•    pero mira que eres cursi, hijo -le dije riendome porque la frasecita tenia su gracia-

•    lo que quieras y digas, pero quiero follarte, y lo quiero ya

•    tranquilo, fiera....

Tiré de su pantalon hacia abajo, a la vez que yo misma me agachaba quedandome de rodillas ante el. El pantalón estaba ya a la altura de sus tobillos, yo arrodillada y la polla de Juan que sobresalía por su slip, toda la cabeza, descapullada, estaba fuera. Tire del calzoncillo y emergió un falo descomunal, joven y dinamico. No pude resistirme, no lo queria hacer tampoco, me lo metí en la boca y empecé a lamerlo, a saborearlo, a chuparlo con verdadero deleite.

Oia a mi hijo gemir delicadamente en prueba de placer, alzaba yo de cuando en cuando mi mirada para ver la cara de gusto que Juan ponía. Los ojos cerrados, la cabeza echada para atrás, sus manos asiendome la cabeza, pero sin marcar ritmo, dejandome a mi quien estableciera la velocidad adecuada, para un placer concreto.

La mamada que le estaba regalando, junto con mi calentura anterior, hicieron que todavía más, y era dificil, me pusiera cachonda perdida. Juan disfrutaba de la incestuosa mamada que su madre le proporcionaba, pero la madre de Juan, yo misma, necesitaba más.

Notaba mis bragas empapadas, mi coño destilando rios de flujo, mi desesperación llegaba a cotas dificiles de soportar. Me saque la polla de la boca, pero sin soltarla de la mano y le dije

•    como quieres follarme?

El no me contesto, me asio de los brazos y me elevó hasta su altura, volvio a besarme, besos humedos y calientes que nos llevaban directamente a los infiernos. De repente me dio la vuelta, aun tenía puestas las bragas blancas, que me bajo casi con violencia, con una necesidad que no podia contener.

A su vez yo me giré, de tal modo que le daba la espalda, apoyé mis rodillas en la cama y entonces el se metio en mi por detrás, con un golpe seco y certero. Cuando note todo su miembro dentro, solté un grito de placer que retumbó en la habitación e incluso pudo ser oído por algun vecino, al estar la ventana abierta, aunque con las cortinas corridas.

Juan embestia con vehemencia, con prisa, no paraba de entrar y salir en un vaiven continuo. De vez en cuando palmeaba mi culo con su mano derecha, justo cuando mas introducia su polla dentro de mi coño. No me producia dolor, no se trataba de eso, si no que me proporcionaba un placer inmenso, hacia que perdiera el poco sentido que en ese momento me quedaba.

Oia los jadeos de mi hijo cerca de mi oido, sus palabras obscenas y delirante que todavia me enevaban mas. Su mano golpeaba mi culo, dejaba pasar un dedo alrededor de mi agujero que le permitia el acceso cada vez mas libremente

•    follame el culo, quieres?

•    ahora mismo, mama

Saco su polla de mi coño, se hecho saliva en la mano y se la restregó a lo largo de su polla, haciendo de esta manera una especie de lubricante. Introdujo con cuidado su cabeza en el agujero de mi culo, con cariño diria yo. Notaba que iba entrando poco a poco, cada vez la notaba mas dentro, cada vez me quemaba más, pero cada vez me daba mas placer.

Por si no fuera suficiente lo que mi hijo me estaba haciendo, el goce que me estaba proporcionando, yo tambien le ayudaba acariciandome el clitoris, según iba pasando el tiempo con mayor desesperación. Notaba que me iba a correr, notaba como Juan tambien perdia el control sobre sus acciones, cada vez mas violentas y desesperadas.

Me iba a correr, lo notaba, se lo dije. Gritaba de puro placer, desmesuradamente. El tambien me avisaba ya con desesperación, buscando su gozo freneticamente

•    me voy a correr, Juan, no pares

•    yo tambien me corro, mama

•    dame tu leche, damela, cabron

•    quieres leche, zorra?

•    sí, damela, que me matas de gusto

De subito sacó su polla y lanzo sus chorros contra mi espalda, alegun llerazo llego a mi pelo, ese era el impetu con el que salio. Fueron tres o cuatro disparos, que iban perdiendo intensidad. Notaba su leche caliente y viscosa en mi espalda, en los carrillos de mi culo, casi por todo mi cuerpo.

Habia sido un gran polvo, sublime, con ganas, que nos dejo, como casi siempre, rotos, cansados, abatidos, felices. Nos acostamos los dos juntos en mi cama, abrazdos tiernamente y al poco me quedé dormida.

A los pocos días, una tarde de lluvia, mi madre murió. Nos quedabamos solos Juan y yo. Mi hijo lloró mucho la muerte de su abuela. Yo heché mucho de menos a mi madre.