Hechos 4

Continuo contando la historia de amor y pasion con mi hijo.

La relación entre mi hijo y yo se iba afianzado conforme pasaba el tiempo y no me refiero exclusivamente en el plano sexual, que por supuesto, si no en el terreno afectivo. Cada día nos queriamos más, nos necesitábamos más, nos apoyábamos más. Yo no sé si emplear la palabra “enamorados” sería la más correcta, posiblemente no. Una madre es muy dificil que pueda sentirse enamorada de su hijo, porque el amor que siente por él, desde el mismo momento de su alumbramiento, ya es lo suficientemente fuerte y vinculante. Sinceramente no puedo decir taxativamente que estuviera enamorada de mi hijo, pero al menos era un sentimiento muy similar a eso.

Nuestros lazos afectivos iban mucho más lejos que el simple hecho de tener sexo, de un simple revolcón, tampoco se centraban solamente en eso. Compartíamos muchas cosas, a parte de la cama, no es que anteriormente no lo hicierámos, que también, pero en este estadio en el que nos encontrábamos, con mayor complicidad, con mayor libertad, sin la barrera teórica que separa a una madre de un hijo, eramos capaces de compartir nuestras mutuas curiosidades o gustos. Es cierto también que tanto Juan como yo coincidiamos en muchos hobbys, en la atracción por determinadas cosas, lo que facilitaba bastante las cosas.

Procurabamos, como ya he dicho con anterioridad, no mostrar en público nuestra atracción, a veces resultaba difícil, esa es la verdad. En una ocasión estaba yo en la cocina, Juan se encontraba sentado junto a  mi madre en el salón. De repente note que alguien se situaba detrás de mi, sentía la presencia de alguien y al poco un beso suave en mi cuello que se repitió mientras mi hijo me sujetaba la cintura y acercando sus labios a mi oío me susurraba: “te quiero mucho, mama”. Sus palabras, los besos en mi cuello, el susurro en mi oido, erizaban mi vello, no lo podía evitar. Continuaba haciendo mi tarea, que no recuerdo sinceramente ahora cual sería, mientras él repetía y repetía sus besos tibios, mientras sus manos subían de mis caderas a mis pechos para tocarlos a penas en un roce y se acercaba más a mí. Su polla erecta se clavaba en mi culo, de  vez en cuando movía su pelvis para que la notara aún más, cada vez más dura y potente. Me movía nerviosamente, le decía que se estuviera quieto, pero se lo decía entre una risa nerviosa que casi venía a reclamarle que continuara, que no parara, que siguiera con esas caricias que tanto bien me estaban haciendo.

Debía ser finales de primavera o tal vez comienzo de verano, recuerdo que llevaba una especia de bata fina, debajo de ella mi ropa interior, por entre las aberturas del abotonamiento de la bata mi hijo introdujo la mano para tocarme la tripa, para mover su mano en círculos alrededor de mi tripa e  ir bajando poquito a poco hasta alcanzar el elástico de mi braga y jugar con el con uno de sus dedos. Yo dejé de hacer lo que estuviera haciendo, solamente queria sentir el movimiento de su mano, su pelvis juntandose y apretando mi culo, donde notaba su polla hinchada y desafiante. La mano de Juan había ganado el interior de mi braga, su palma se apoderaba de mi vello y seguía bajando hasta que un dedo descubrió mi clítoris, ya hinchado y con enormes ganas de ser manoseado.

•    estate quieto, por favor

•    no te gusta?

•    me encanta y lo sabes, pero estate quieto

No atendía a mis requierimientos y creo que yo tampoco quería que atendiese, esa es la contradicción de las mujeres, que a veces decimos que no cuando lo que realmente queremos decir es un sí rotundo. Juan iba a lo suyo, su dedo ya sin miramentos me estaba haciendo una paja en la cocina, los dos de pie, a penas sin hacer ruido, clavandome su miembro amparado por la ropa, mis manos sujetas a la encimera de la cocina posiblemente porque de no habers sido así me hubiera caído, mordiéndome el labio para no gritar el gusto que mi hijo me estaba dando sin compasión.

•    Juan, cariño, por favor, estate quieto....para ya por favor....para

El dedo se movia a mayor velocidad, el flujo comenzaba a aflorar, el gusto me estaba llegando sin poder evitarlo, sin querer evitarlo

•    más, más.... me corro...sigue que me corro....

El orgasmo fue explosivo, pero tuve que amortiguarlo como pude, me hubiera gustado gritar mi placer, sabía y sé perfectamente que mi hijo disfruta escuchándome gemir y a mi me gusta que me escuche; se que el hecho de oirme le excita a él. Creo que ha sido Juan quien de alguna manera me ha enseñado a “dialogar” mientras estamos jodiendo y eso me resulta agradable, perversamente agradable y placentero, pero en ese momento no podía ser, bastante era con que estuvieramos haciendo lo que haciamos, como para encima tener un orgasmo esterofonico.

La pelvis de Juan tambien se movia velozmente cuando yo misma alcanzaba el climax, me dijo al oido: “me he corrido yo tambien, mama”. Giré mi cabeza para mirarle y rio abiertamente y sin levantar la voz me dijo “te juro que me he corrido, solo con el roce, joder, tengo los calconcillos empapados”. Lo unico que se me ocurrió decirle entonces, dandole una azote en el culo, como si fuera un niño pequeño fue:

•    anda, ve a cambiarte, cochino, que ya te vale a ti....

Había sido una temeridad total y absoluta hacer aquello, tan solo a unos metros de donde se encontraba mi madre. Pero una temeridad, en cualquier caso, que me habia dejado divinamente y me había llenado de felicidad. Un sonrisa de satisfacción asomó a mi boca, con ninguno de los chicos que había estado antes, ni con mi novio, el padre de mi hijo, había tenido experiencias de ese tipo, al menos tan excitantes y me gustaba, caray, sí que me gustaba.

Al rato apareció mi hijo de nuevo en la cocina, en sus manos traía los calzconcillos que se había cambiado, me los entregó, estaban llenos de semen, eran azules, azul marino, y el semen se veía claramente, aun caliente y viscoso. Los heché en la lavadora pero no pude reprimir pasar mi dedo por la muestra de leche que se encontraba en la tela.

•    la abuela esta dormida -me dijo-

•    es una imprudencia lo que has hecho

•    no te ha gustado?

•    mucho

•    entonces?

•    pero es una imprudencia, y si hubiera aparecido la abuela

•    te estoy diciendo que esta dormida en el sofa

•    ya, pero si no lo hubiera estado?

•    mira, mamá, ya esta hecho y no ha pasado nada -me dio un beso en la mejilla no sé si para tranquilizarme o para decirme que la conversación estaba resultando absurda o que a lo hecho, pecho-

•    por cierto -le dije yo- ya te vale a ti tambien....

•    es que me pones cardiaco

•    desde luego a gusto te has tenido que quedar

•    no lo sabes tu bien, mamá, ni te lo imaginas

Ciertamente el grado de calentura que tenía que tener mi hijo, cuando comenzó su juego particular, debía de ser alto. Nunca se ha caracterizado por ser un eyaculador precoz, todo lo contrario, mantiene “el tipo” el suficiente tiempo como para dar plena satisfacción a una mujer, pero aquel día en la cocina, el roce le llevó a derramarse copiosamente y nuevamente a conseguir el placer junto a mi.

No soliamos tener muchos momentos de intimidad a solas mi hijo y yo, salvo cuando mi madre se encontraba fuera de casa, habitualmente trabajando. Tampoco podiamos plantearnos el hecho de hacer alguna escapada de fin de semana porque tendríamos que cargar con la abuela. En resumen, eramos unos furtivos del amor y yo eso lo llevaba francamente mal porque tenía la necesidad de exteriorizar mis deseos, mis sentimientos, mis pasiones. Me hubiera gustado poder gemir, chillar incluso, en algunas ocasiones, sin miedo a que me oyeran. Se lo comentaba esto en muchas ocasiones a mi hijo y él tenia la misma opinión que yo.

En una ocasión mi madre tuvo que sufrir una operación quirúrgica algo delicada, más que por la trascendencia de la misma por el postoperatorio que sería largo teniendo en cuenta su edad. Estuvo ingresada en el Hospital unos quince días, durante los primeros a penas me movía de su cama salvo para ir a casa a cambiarme, ducharme y dejar preparado a Juan. Dormía en el Hospital con mi madre, mi hijo todos los días iba por allí, soliamos bajarnos a tomar algo a la cafetería donde con el disimulo adquirido con los años, me tocaba la mano en un roce que era una caricia.

En esos momentos Juan me comentaba lo mucho que me hechaba de menos, lo que deseaba que pudieramos estar de nuevo juntos, la necesidad que tenía de mi cuerpo. Yo lo escuchaba embobada, me gustaba enormemente que me dijera eso porque yo lo sentía igualmente por el. Le hechaba mucho de menos, necesitaba sus abrazos, sus besos, le necesitaba a él de una manera deseperada, tanto es así que una noche, estando con mi madre en el Hospital, y estando ella dormida, hablé por telefono con Juan. Fue una conversación entre madre e hijo en un principio, pero el tono se iba incrementando conforme ibamos hablando. Me decía palabras bonitas, me recordaba sus deseos, me recordaba algunos momentos vividos, lo que le gustaría estar conmigo en esos momentos, me hacía sabedora de su apetencia sexual.

•    si estuvieras aquí ahora, mama, te lo haría

•    ah, si? Y que me harías?

•    todo

•    todo?

•    todo, te besaria las tetas, morderia tus pezones, bajaria mi lengua hasta tu ombligo y despues a tu chocho, te comeria el chocho como a ti te gusta

•    para, nene, para que me lo voy a creer

•    creetelo, mami, porque te haria eso y mas

•    y yo que tendria que hacer?

•    quererme... bueno y chuparme un poquito la polla... no te gustaria?

•    sabes que me gustaria mucho.... mmmmh... mucho -repetí como si lo estuviera haciendo-

•    tengo la polla a tope

•    nene... como me dices eso?

•    porque es la verdad, estoy muy cachondo y con muchas ganas

Yo tambien notaba que me empezaba a excitar, notaba mis bragas que se iban humedeciendo según transcurría la conversación, tambien, como mi hijo me decía, me estaba poniendo cachonda. La habitación del Hospital, estaba en completa oscuridad, mi madre dormia profundamente, roncaba, la puerta estaba entornada y yo la cerré, me senté de nuevo en un sillón de los que se saca una extensión para estirar los pies, mi hijo seguía hablandome, seguía provocándome con sus palabras

•    me acabo de bajar la cremallera, mami

•    y que vas a hacer -mi voz sonaba cada vez mas temblorosa, lo notaba-

•    me voy a hacer una paja, haztela tu tambien para mi

•    pero qué dices...? sabes donde estoy...?

•    perfectamente.... me la estoy meando pensando que eres tu quien lo hace

•    Juan, coño, no me hagas esto

•    la muevo despacio como tu lo haces, mama

Las palabras de Juan, su retransmisión de su masturbación estaban dando en el blanco, ya no era humedad lo que sentía era una calentura dificil de soportar. Me desabroche el botón del pantalon para introducir mi mano, mientras escuchaba las palabras de mi hijo que hablaba sin pudor ni vergüenza, mientras oía sus jadeos a traves del auricular, yo tambien me estaba tocando, me estaba masturbando

•    mamá, creo que no voy a aguantar mucho

•    como la tienes ahora?

•    muy dura, enorme, te estas tocando tu?

•    si, lo hago

•    y como estas?

•    pues mal... o bien.... mira no lo sé, ya me entiendes

•    estas cachonda, verdad?

•    mucho

•    te gustaria estar follando conmigo?

•    no me preguntes eso, sabes que sí

La voz de Juan se calló de repente, solo se oían sus gemidos cada vez mas profundos. Era su forma de decirme que estaba a punto de terminar, por eso yo tambien aceleré el ritmo de mi dedo, tambien yo estaba a punto para conseguir mi orgasmo que necesitaba y deseaba fervientemente

•    mama, me voy a correr.... quiero correrme.... me corro

Decidi no decir nada, era mejor, hubiera tenido que levantar en exceso la voz y mis gemidos hubieran sido muy audibles, pero me corrí furiosamente, mi hijo lo noto. Tras unos minutos de silencio me dijo

•    te has corrido?

•    si

•    me hubiera gustado que lo hicieras a mi lado

•    no seas malo

•    no lo soy, mamá, lo que te digo es lo que siento: me hubiera gustado que hubiera sido como siempre

•    anda, vete a la cama ya, que es tarde, mañana nos vemos vale?

•    vale, mamá, hasta mañana que descanses

•    igualmente, hijo, buenas noches

•    oye, mamá...

•    dime

•    que te quiero

•    yo tambien a ti... mucho

Cuando colgué el telefono en mi había una mezcla de placer inacabado, de amor extenso y de saberme querida, muy querida por mi hijo. Era feliz.