Hechos 10

la nueva cama, el estreno

Tras la muerte de mi madre, empezó una nueva situación entre Juan y yo, empezábamos a vivir solos, después de toda una vida, comenzábamos una vida sin ataduras, sin escondites, sin tener que camuflar deseos y sentimientos. No tardamos en reamueblar nuestra habitación. Ya no tenía sentido tener dos camas en ella, no las queríamos tener, y, al contrario, lo que deseábamos era poder estar, dormir, juntos, abrazados. Claro que por otra parte era mucho más cómodo para nuestros juegos.

No solíamos tener muchas visitas, más bien ninguna. La familia eramos Juan y yo, los otros, los del pueblo, a los que no frecuentábamos, estaban precisamente allí: en el pueblo. En muy pocas ocasiones nos desplazamos hasta Jaen, sobre todo desde la muerte de mi madre. Ni a mi hijo ni a mi nos gustaba ir. A el, porque practicamente no conocía a nadie y no se encontraba cómodo; a mí, porque si he de ser sincera, me traía recuerdos no demasiados agradables. Ellos tampoco nos visitaban, estabamos aislados, en ese sentido, de la vigilancia familiar.

Compramos como digo una cama grande, amplia, retirando las individuales. Junto con la cama, compramos una cómoda a juego. De la antigua habitación, por así decirlo, no quedó nada. La mesa de estudio de Juan pasó a la que había sido la habitación de mi madre, que, no obstante, conservaba la cama, por si acaso. En el supuesto caso de una visita inesperada o inoportuna, siempre tendriamos la coartada de que Juan dormia en una habitacion y yo en la otra.

Nuestro dormitorio, el reamueblado, era precisamente eso: nuestro, definitivamente nuestro, como el de cualquier pareja o matrimonio normal.

El día que nos lo llevaron, tras montar la cama, el cabecero, las mesillas y demas cosas, despues de haber colocado por primera vez unas sabanas en ella, que habia tenido que comprar exprofeso al no tener de esa medida, Juan tenía ganas, por asi decirlo, de “estrenarla”. Mientras hacia la cama, no paraba de pulular a mi alrededor, por mi espalda, estando yo agachada para colocar convenientemente las sabanas.

•    estate quieto

•    vamos a estrenar la cama, mamá

•    joder como eres, niño, pareces un crio

•    venga, mama, vamos a estrenarla, ya veras como soy todo un hombre

Mientras me decía eso, en la posición que me encontraba, apoyaba todo su cuerpo contra mi, contra mi culo, notando su erección cada vez mas intensa, dandome cuenta inconfundiblemente, que sus deseos estaban latentes y que no se si sería por el estreno de la cama o por cualquier otro motivo, pero que mi niño, mi hijo, Juan, tenia unas enormes ganas de probar la cama nueva.

Continuaba refregandose, frotandose, cada vez de una manera mas ostensible, cada momento notaba su miembro mas duro. Llevaba yo puesta una bata oscura con lunares blancos, y la verdad que el notar como mi hijo se incrustaba en mi culo me hizo detener mi trabajo, quedarme en la misma posición que estaba, agachada, sin moverme

•    estas jugando con fuego -le dije-

•    pues nos vamos a quemar

•    tu crees?

•    yo creo que si

Me levantó la bata entonces, hasta mi cintura, dejando al descubierto toda mi parte trasera. Su mano se dirigio hasta mi raja por encima de mi braga, estuvo palpando, introduciendo la tela en ella. Los primeros suspiros salieron de mi boca, me gustaba que mi hijo me estuviera haciendo eso.

Yo heché mano a su paquete, sin moverme de la posición en la que me encontraba. Su pantalon vaquero tenia una pretuberancia considerable, signo inequivoco de que Juan se encontraba tremendamente excitado, como yo. El seguia masajeandome, habia introducido su mano por dentro de mi braga, había pasado un dedo y llegado hasta mis pelitos, jugando con ellos. Cada vez era mas placentero el toque, cada vez mas excitante y lascivo

•    no me vas a dejar ni terminar de hacer la cama? -le dije con una voz que sono temblorosa-

•    si la vamos a deshacer, mama, que mas da...

•    la vamos a deshacer? tu crees?

•    lo creo yo y lo sabes tu

Se encorvo encima de mi, dandome besitos en el cuello, chupando mis orejas, notaba entonces su polla dura, aun tras el pantalon, golpeandome el culo. Nos separaban unas prendas, las que aun teniamos puestas. Su mano se habia ido hacia adelante, su dedo se introducia en mi, el placer que me estaba dando empezaba a ser preocupante, en el sentido de llegar a ese punto de “hasta aquí, ahora quiero mas”

•    vamos a estrenar la cama, Juan -mi voz era imperativa de deseo-

•    ahora mismo

Me incorporé y me di la vuelta, le besé la boca introduciendo mi lengua en la suya, el morreo era caliente y espeso. Juan seguia tocandome indiscriminadamente todo el cuerpo, pero tambien me empezaba a desabrochar la bata, de igual manera que yo le quitaba el cinturon y le abria el pantalon con el unico proposito de poder asir cuanto antes su polla dura, caliente y desafiante.

Nos desnudamos como pudimos, cada uno por su lado, con prisas, con esas prisas caracteristicas del que se encuentra desesperado por comenzar a amar. No nos dejamos nada puesto, estabamos el uno frente al otro totalmente desnudos, ardiendo, con ganas de comenzar una batalla sin tregua, a vida o muerte. No hablabamos ninguno de los dos, nos mirabamos solo, recorriamos nuestros cuerpos con la vista, aunque para ninguno de nosotros fuera el del otro un cuerpo extraño o desconocido. Eramos llamas ardiendo, a plenitud.

No pude más, no queria esperar mas ni me apetecía, me arrodillé ante mi hijo y me introduje su miembro en mi boca. Su sabor salado me llenó, chupaba con desesperación a veces, agarrandome a sus piernas fuertes, pasando mis uñas de arriba abajo. Oia sus quejidos de placer, noté que me sujetaba la cabeza, que me acariciaba el pelo

•    como la chupas, mamá, qué bien

A toda mujer nos agrada enormemente que nuestra pareja disfrute de la mamada que le estamos dando, eso es indiscutible, pero a una madre oir como su hijo siente el placer enorme de ser chupado, lamido, comido, es algo dificil de explicar, al menos en mi caso resulta inexplicable. Es una unión de satisfacción y morbo, a la vez que un desbordamiento de sensaciones: es genial.

Para algunas mujeres, la posición en la que me encontraba yo en ese momento, arrodillada ante el macho, chupando, succionando su miembro, resulta humillante; para mí ni lo era entonces ni lo ha sido nunca, incluso la disfruto.

No queria que Juan se dejara llevar por esa situación, su voz, lo poco e incoherente a veces que decia, me daba a entender que su placer estaba llegando a limites dificilmente controlables y no queria que el terminara de esa manera, pero tambien yo queria disfrutar, necesitaba ser saciada. Paré la mamada, le besaba sus ingles, sus piernas, su vientre, recorría como podía con mi lengua todas las zonas a mi alcance

•    ahora quieres estrenar la cama?

•    ahora quiero follarte

•    estoy deseandolo, hijo, no sabes cuanto

Me tumbé en la cama, bocarriba, desnuda como estaba, con las piernas abiertas, esperandole. Mi hijo se tumbó encima de mí, me comió por un instante la boca, me daba pequeños mordisquitos en el cuello, de la misma manera que al comienzo, bajó hasta mis pechos que mordía también y chupaba los pezones ya duros e inflados. Mi cabeza giraba de un lado a otro de la cama, entorno a la almohada, el placer se agolpaba tanto que necesitaba más, cada vez más y con mayor urgencia.

Mi mano derecha se acerco hasta mi coño, mientras mi hijo continuaba chupando y mordiendo los pezones, me tocaba el clítoris, me introducía un dedos, dos, en mi vagina, estaba totalmente fuera de control. Juan se daba cuenta de mis maniobras y llevó una de sus manos junto a la mia, creo que le excitaba esa situación pero no queria, en modo alguno, que fuera definitiva.

•    tranquila, mamá -me decia casi en un susurro-

•    no puedo mas, estoy muy caliente

•    tranquila, que yo te voy a quitar esa calentura

Continuaba besandome, lamiendome, comiendo entera, provocandome una desesperación y un ansia dificiles de soportar. Juan fue bajando con su lengua alrededor de mi cuerpo hasta que llego a mi sexo. Notaba su lengua en la puerta, la humedad de su lengua me recorría los labios, sentia tremenda necesidad de que continuara, de que me lamiera a mi también como yo lo habia hecho hace un momento.

•    cometelo, por favor, cometelo -le imploraba, le rogaba-

Mi hijo se situó de tal forma que su lengua se introdujo en mi, pero a la vez yo podía tambien coger su polla y llevarmela a la boca, cosa que hice con unas ganas enormes. Hicimos un sesenta y nueve perfectos, acoplado. La habitación se inundaba con los sonidos de nuestras bocas, de nuestras lenguas, jugando y lamiendo el sexo del otro, entre medias algun gemido, algun suspiro, algun quejido de placer que no podiamos reprimir.

•    ay Juan, mi vida, si sigues así no voy a poder aguantar

•    no te corras, mama, todavia no

El hecho de follar con mi hijo, de morirme de gusto literalmente, y escuchar como me llamaba mamá, me ponía aun más fuera de mí, es un morbo indescriptible, una sensación imposible de aclarar. Me gustaba, me gusta y mientras que lo haga me gustará, porque el tampoco pierde su trato conmigo en esos momentos, porque el siempre se dirige a mi como “mamá”.

Continuabamos con nuestro 69, cada vez mas calido y desbordado, cada momento que pasaba la temperatura iba en aumento. Juan se paró, dejo de chuparme y se incorporó, agarrandose la polla, dandola dos o tres meneos con su mano, para aun ponerla mas dura de lo que estaba y la acercó hasta la entrada, la dejo allí y con un golpe de riñones, sin más, la introdujo por entero dentro de mí. Qué placer, que sensación, cuanto goce me proporcionó con ese movimiento seco y decidido.

•    joder, qué gusto.... -solo pude decir-

•    te gusta, mama?

•    me encanta... Dios... muevete no pares

Le tenia encima de mi, moviendose despacio, acompasadamente, introduciendo hasta el fondo su miembro, para despues sacarlo y volver a meterlo. El placer era absoluto. Me besaba tambien la boca, me introducia su lengua y me decia al oido “te quiero”. Todo eso junto hacia que me estuviera volviendo loca, que no pudiera mas, que estuviera tan salida que ya no supiera bien como mover mis caderas para acompañar el movimiento de Juan, para que el placer fuera mayor, porque era imposible.

•    sigue, por favor, no pares... no pares... me matas de gusto, cariño, quiero correrme

El se movia ya de forma descontrolada, buscando tambien su placer. Yo me sujetaba a el como podia, abrazandole, tocando su espalda, con las piernas totalmente abiertas para que su miembro entrara en profundidad en mi, sin miramientos ni cortapisas

•    vamos, hijo, vamos, dame.... asi... asi... mas fuerte... mas... quiero tu leche... toda tu leche

Empezo a soltar bufidos, a hincarme mas profundamente, golpes secos, certeros, se oian claramente el sonido de mis flujos al entrar su polla y se mezclaban con nuestros gemidos, con nuestras palabras obscenas

•    la quiero toda, cabron, toda... haz que me corra como una puta, joder

•    sí, puta.... correte para mi... vamos correte, mama... correte conmigo.... me corro, mama, me corroooo...

Nos llego el orgasmo a la vez, al unisono. Note su espeso liquido dentro de mi, caliente, hirviendo. Mi hijo se desplomo sobre mi, sudoroso, besandome el cuello, notaba su respiración agitada, como la mía, desesperadamente feliz.

Al cabo de un rato, cuando volvimos a nuestro ser, se salio de mi y se colocó a un lado de la cama, hechandome el brazo por el cuello. Yo me acerqué a él y puse mi cabeza en su pecho, que latia aun a gran velocidad.

•    vaya polvo, mama... no ha estado nada mal

•    pues no, la verdad... vaya manera de estrenar la cama

•    ha sido genial, me ha gustado, y a ti?

•    joder, niño, qué cosas tienes... tu que piensas?

•    te digo la verdad: pues que nos lo hemos pasado de puta madre

Reimos los dos y nos besamos tiernamente. Habiamos estrenado la cama, habiamos hechado el primer polvo de muchos en esa cama que iba a ser para los dos: nuestro refugio de amor, nuestro punto de encuentro. Desde ese día y para muchos más.

A partir de entonces, sin cambiar nada, todo iba a ser distinto. Se daban las circunstancias para ello.